Santos y  Teología del Corazón - Vidas de Santos


San José María Rubio
Sacerdote Jesuita



Fiesta: 4 de Mayo


Nació en Dalías (Almería) el 22 de Julio de 1864. Estudió en los Seminarios de Granada y Madrid. Ordenado sacerdote en Madrid en 1887. Fue asignado a las parroquias de Chinchón y Estremera. Posteriormente fue profesor del Seminario de Madrid y capellán de las Monjas Bernardas.
 

Destacó por su dedicación al sacramento de la penitencia


Daba catequesis a niñas pobres, en las “escuelas dominicales”, se dedicaba a los pobres y a la vez dirigía continuamente tandas de ejercicios espirituales. Pasaba muchas noches en oración. Quienes le veían celebrar la Misa decían: “Parece que habla con alguien”.

En 1904 peregrinó a Roma y Tierra Santa. Le impresionaron para siempre las dos visitas. De Roma, el Papa Pío X, las catacumbas y la tumbas de Pedro y Pablo y de Jerusalén, el Santo Sepulcro y el Calvario.

Siendo sacerdote diocesano secular, tenía una gran admiración por la Compañía de Jesús. Se llamaba a sí mismo “jesuita de afición”. Toda su vida se centraba en “cumplir la voluntad de Dios”. El 11 de octubre de 1906 entró en el noviciado de la Compañía de Jesús de Granada. Hizo sus primeros votos el 12 de octubre de 1908 y permaneció otro año en Granada para profundizar en sus estudios teológicos mientras a la vez predicaba misiones populares y daba tandas de ejercicios espirituales. Seguidamente trabajó en obras apostólicas diversas y atendía el confesionario de la iglesia y la predicación.  Era exigente pero siempre con dulzura. Hizo suyo el dicho de S. Francisco de Sales: “Se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre”.


Hizo en Manresa (Barcelona) su “tercer año de probación” y después fue destinado a Madrid donde el 2 de febrero de 1917 emitió sus votos perpetuos. Desde entonces Madrid fue el campo de su intenso apostolado. Vivía en la residencia jesuítica de la calle de La Flor y era buscado y requerido por todo el mundo. Con sotana y roquete, la cabeza ligeramente inclinada, destellaba tal bondad que atraída sobrenaturalmente.

No utilizaba la retórica como otros, sin embargo sus sermones atraían a la gente y convencía porque vivía lo que predicaba. Repetía como lema: “Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace”. Hizo misiones populares en pueblos de Madrid. Vivió una temporada de escrúpulos pero eso no le impidió dedicarse a promover obras de apostolado. Adquirió fama de santidad en todo  Madrid.

Intentó fundar “los discípulos de San Juan” e incluso fue sometido a un registro policial acusado de crear un nuevo instituto religioso. Cuando los superiores le prohibieron esta actividad, lo aceptó de buena forma diciendo: “No busco más que cumplir la santísima voluntad de Dios”. También le removieron de su cargo de Director de las Marías de los Sagrarios y de un Boletín del Sagrado Corazón. Su respuesta: “Debo ser tonto. No me cuesta obedecer”.

Había que permanecer más de tres horas en la fila para confesarse con él. Atendía a todos por igual, lo mismo a ricos y a pobres. Gozaba de dones místicos e incluso de gracias especiales sobrenaturales, como el don de profecía y de videncia. Comprobaron estar a la vez y a la misma hora en el confesionario y visitando a un enfermo. Escuchaba íntimamente llamadas de socorro a distancia y hasta el aviso de una madre fallecida para ir a atender a su hijo incrédulo.

Anécdota: Un día de carnaval, un grupo de comparsa le había preparado una trampa, llamándolo a una casa de citas para administrar los últimos sacramentos a un enfermo. Uno de ellos, en la cama se hacía pasar por moribundo para que se rieran los demás y dar ocasión de fotografiar al Padre Rubio en esta ocasión “ridícula”. Al entrar él en el prostíbulo con intención de atender al enfermo, descubrió que estaba realmente muerto. Fue tal la impresión que dos de aquel grupo se hicieron religiosos poco después.

Ejerció su ministerio pastoral con una dimensión social en los suburbios más pobres de Madrid, en especial el de La Ventilla, donde los movimientos revolucionarios encendían a la clase obrera. Fundó escuelas, predicó la Palabra de Dios y fue formador de muchos cristianos que morirían mártires durante la persecución religiosa en España.

Su testamento, en una charla a las “Marías de los Sagrarios”, fue el de exhortar a realizar una “liga secreta” de personas que vivieran la perfección en medio del mundo, promoviendo así una forma de consagración que más tarde se concretaría en los institutos seculares.

Presintió su propia muerte y hasta llegó a despedirse de sus amigos. A finales de abril de 1929, viéndolo debilitado por su intenso trabajo y por su dolorosa enfermedad, los superiores lo transfirieron al noviciado de Aranjuez para que reposara. Allí, después de haber roto por humildad sus apuntes espirituales, decía: “Señor, si quieres llevarme ahora, estoy preparado”. “Abandono, abandono”. A los tres días después de su llegada, el 2 de mayo de 1929, en una butaca dijo: “Ahora me voy” y expiró por una angina de pecho. En todo Madrid no se hablaba de otra cosa: “¡Ha muerto un santo!”. Miles de personas asistieron a su funeral y entierro. Sus restos fueron inhumados en el cementerio del mismo noviciado, pero en 1953 fueron trasladados a la nueva Casa Profesa de Madrid.

Fue beatificado en Roma por el Papa Juan Pablo II el 6 de octubre de 1985, sus reliquias están en una Casa de la Compañía, en el claustro junto a la iglesia parroquial del Sagrado Corazón y San Francisco de Borja, Maldonado, nº 1, y su memoria litúrgica se viene celebrando el 4 de mayo. Canonización: mayo de 2003


MAXIMAS DEL PADRE RUBIO

Mi deseo es santificarme donde y como el Señor disponga

 

Lo mejor, lo más provechoso, lo más consolador será lo que Dios quiera, y a la hora de la muerte el mayor consuelo vuestro y mío será el pensamiento de haber cumplido la voluntad santísima de Dios...

 

Yo no me muevo sino por cumplir lo que sea gusto de Dios.

 

Es posible en este destierro comunicarse con Dios infinito... Yo sé que quien esto no creyere no lo verá por experiencia, porque es muy amigo de que no pongan tasa a sus obras.

 

La verdadera unión se puede muy bien alcanzar con el favor de Nuestro Señor, si nosotros nos esforzamos en procurarla. Con no tener voluntad, sino atada con lo que fuere la voluntad de Dios.

 

Contemplad la humanidad santa de Jesucristo y, mediante ella, subid a la divinidad. Meditad las virtudes de Jesucristo y desead practicarlas; y no sólo esto, sino trabajad para conseguirlas. Habréis vaciado primero el corazón y después os habréis llenado de Dios, y Dios obrará en vosotros maravillas.

 

¿Cómo vamos a poder pensar en otra cosa si, aunque no queramos, tropezaremos con Él en todo? ¿No ve que lo llena todo y en todo está trabajando por usted y por mí?

 

Te encargo que siempre tengas como base de tu conducta el cumplir fielmente la ley de Dios y los mandamientos de la Santa Iglesia nuestra madre. Procura que en tu casa se rece en familia y que tus hijos vean a sus padres practicar la religión, no a medias, sino en todas las cosas. Es la mejor herencia que puedes dejarles. De todo lo mucho que nosotros debemos a nuestros padres, cuya vida conserve el Señor muchos años, el mayor beneficio ha sido educarnos cristianamente y Dios les premiará este bien que nos han hecho. Procurad rezar el Rosario a la Virgen y no olvides que quien a Dios tiene nada le falta, sin hacer caso de cómo piensan otros, pues bien sabes que hay muchas cabezas destornilladas.

 

Al final de la vida nos queda la santidad.




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