NO HAY FE SIN
RAZON, NI RAZON SIN FE
Algunos
puntos de la encíclica «Fides et ratio», en la que el Juan
Pablo II hace frente
al fundamentalismo y el nihilismo
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CIUDAD
DEL VATICANO, 15 de oct 98. -Zenit.- «La relación actual entre la fe
y la razón exige un atento esfuerzo de discernimiento, ya que tanto
la fe como la razón se han empobrecido y debilitado una ante la
otra. La razón, privada de la aportación de la Revelación, ha
recorrido caminos secundarios que tienen el peligro de hacerle
perder de vista su meta final. La fe, privada de la razón, ha
subrayado el sentimiento y la experiencia, corriendo el riesgo de
dejar de ser una propuesta universal. Es ilusorio pensar que la fe,
ante una razón débil, tenga mayor incisividad; al contrario, cae en
el grave peligro de ser reducida a mito o superstición. Del mismo
modo, una razón que no tenga ante sí una fe adulta no se siente
motivada a dirigir la mirada hacia la novedad y radicalidad del
ser».
Esta es, en síntesis,
la esencia de la carta encíclica «Fides et ratio», presentada esta
mañana a la prensa internacional en la oficina de información de la
Santa Sede. Frente a un tema tan complejo, el pensamiento del Papa
es clarísimo. La encíclica que supera de manera decisiva las
posiciones radicales del cientificismo y del fideísmo. Los
cientificistas creen sólo en la razón, negando la fe; los fideístas
hablan sólo de la fe y ven la razón como un peligro mortal.
El Papa, por el
contrario, se coloca en la tradición de la Iglesia que ya con San
Agustín y Santo Tomás de Aquino hablan de fe y de razón como dos
realidades llamadas a vivir necesariamente en armonía. «La fe y la
razón --escribe al inicio de la encíclica-- son como las dos alas
con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de
la verdad».
La respuesta al
nihilismo Tras recorrer las etapas históricas que han
llevado a la separación entre la fe y la razón, Juan Pablo II
afronta los peligros modernos, entre los que se encuentran el
cientificismo, el pragmatismo y el nihilismo. «Los éxitos innegables
de la investigación científica y de la tecnología contemporánea han
contribuido a difundir la mentalidad cientificista, que parece no
encontrar límites», afirma el pontífice y añade: «Esto lleva al
empobrecimiento de la reflexión humana... La mentalidad
cientificista ha conseguido que muchos acepten la idea según la cual
lo que es técnicamente realizable llega a ser por ello moralmente
admisible».
Auténtica
esclavitud «No menores peligros conlleva el pragmatismo
--alerta el Santo Padre--, actitud mental propia de quien, al hacer
sus opciones, excluye el recurso a reflexiones teoréticas o a
valoraciones basadas en principios éticos». Cientificismo y
pragmatismo llevan al nihilismo que, según considera el pontífice, «aun
antes de estar en contraste con las exigencias y los contenidos de
la palabra de Dios, niega la humanidad del hombre y su misma
identidad». La conclusión es dramática: «Una vez que se ha quitado
la verdad al hombre, es pura ilusión pretender hacerlo libre. En
efecto, verdad y libertad, o bien van juntas o juntas perecen
miserablemente».
Este camino conduce
inexorablemente a la desesperación: según estas teorías, «el tiempo
de las certezas ha pasado irremediablemente; el hombre debería ya
aprender a vivir en una perspectiva de carencia total de sentido,
caracterizada por lo provisional y fugaz. Muchos autores, en su
crítica demoledora de toda certeza e ignorando las distinciones
necesarias, contestan incluso la certeza de la fe». Según Juan Pablo
II, «han llevado la investigación filosófica a perderse en las
arenas movedizas de un escepticismo general». Constata que «La
legítima pluralidad de posiciones ha dado paso a un pluralismo
indiferenciado, basado en el convencimiento de que todas las
posiciones son igualmente válidas. Este es uno de los síntomas más
difundidos de la desconfianza en la verdad que es posible encontrar
en el contexto actual». Y concluye: «En consecuencia, han surgido en
el hombre contemporáneo, y no sólo entre algunos filósofos,
actitudes de difusa desconfianza respecto de los grandes recursos
cognoscitivos del ser humano».
Defensa ante la
dictadura tecnológica Por esta razón, el Santo Padre
considera que «para estar en consonancia con la palabra de Dios es
necesario, ante todo, que la filosofía encuentre de nuevo su
dimensión sapiencial de búsqueda del sentido último y global de
la vida. Esta primera exigencia, pensándolo bien, es para la
filosofía un estímulo utilísimo para adecuarse a su misma naturaleza.
En efecto, haciéndolo así, la filosofía no sólo será la instancia
crítica decisiva que señala a las diversas ramas del saber
científico su fundamento y su límite, sino que se pondrá también
como última instancia de unificación del saber y del obrar humano,
impulsándolos a avanzar hacia un objetivo y un sentido definitivos.
Esta dimensión sapiencial se hace hoy más indispensable en la medida
en que el crecimiento inmenso del poder técnico de la humanidad
requiere una conciencia renovada y aguda de los valores últimos. Si
a estos medios técnicos les faltara la ordenación hacia un fin no
meramente utilitarista, pronto podrían revelarse inhumanos, e
incluso transformarse en potenciales destructores del género
humano».
Saber orgánico
Juan Pablo II termina lanzando un llamamiento a los filósofos
para que «profundicen en las dimensiones de la verdad, del bien y de
la belleza, a las que conduce la palabra de Dios». El pontífice
expresa su admiración por los científicos --«valerosos pioneros de
la investigación científica, a los cuales la humanidad debe tanto de
su desarrollo actual»-- y les exhorta «a continuar en sus esfuerzos
permaneciendo siempre en el horizonte sapiencial en el cual
los logros científicos y tecnológicos están acompañados por los
valores filosóficos y éticos, que son una manifestación
característica e imprescindible de la persona humana».
Por último, el Papa
plantea un objetivo ambicioso: «Deseo expresar firmemente la
convicción de que el hombre es capaz de llegar a una visión unitaria
y orgánica del saber. Éste es uno de los cometidos que el
pensamiento cristiano deberá afrontar a lo largo del próximo milenio
de la era cristiana».
Tomado de
Zenit. ZS98101501
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