Los
Corazones Traspasados de Jesús y María
Madre Adela Galindo,
Fundadora SCTJM
(Artículo
escrito para la edición del Domingo de Ramos del periódico de la
Arquidiócesis de Miami, "La Voz Católica")
El Corazón traspasado de Jesús
En el Evangelio de San Juan capítulo 13,1, leemos: “(Jesús)
habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el
extremo”. Este amar hasta el extremo significa que su Corazón no ha
escatimado en nada para manifestar su amor a los hombres.
Jesús nos amó hasta el extremo de entregar su Cuerpo, su Sangre y su
Corazón en la Cruz. “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres
y que no ha escatimado en nada por salvarles y demostrarles mi amor”,
dijo Jesús a Santa Margarita María de Alacoque mientras le mostraba
físicamente Su Corazón. ¡Cuánto desea Jesús que comprendamos la anchura
y la longitud, la altura y la profundidad (Ef 3,17) del amor de su
Corazón! ¡Cuánto desea que nos dispongamos a contemplar, como San Juan,
los misterios de amor de su Corazón traspasado!
En la narración de la crucifixión, San Juan nos dice: “Al llegar a
Jesús, como lo vieron muerto... uno de los soldados le traspasó el
costado con una lanza y al instante salió sangre y agua”. (S. Jn 19,37)
Qué momento para San Juan, quien recostó su cabeza en el pecho de Cristo
en la última cena y escuchó sus latidos de amor oblativo por la
humanidad. Al contemplar el Corazón traspasado se adentraba en los
grandes misterios del amor de Jesús. Esta es la razón porque el
evangelista exclamaría en su primera carta: “Dios es Amor”. ¿Cómo no
exclamar esta verdad, cuando ante sus ojos se manifestó el amor que no
escatimó en nada por abrir las puertas del Reino a la humanidad y que
dejó la llaga de su costado como el eterno acceso del hombre al Corazón
de Dios.
Contemplar la llaga de su Corazón traspasado es adentrarnos en la
escuela del amor. Esa llaga, que es causada por la lanza del rechazo de
los hombres, es la que Jesús convierte en el acceso directo a su Corazón
y al reino de los Cielos. ¿No es conmovedor Su amor? ¿No es esta llaga
el signo más claro de la oblación generosa de su Corazón? ¿No es acaso
el sello de su amor y de su sacrificio? ¿No es su Corazón traspasado el
triunfo del amor? Porque el amor triunfa cuando vence al mal, cuando da
vida después de la muerte; cuando responde a la dureza del corazón
humano ofreciendo su vida, su Corazón. Esta es la gran victoria del
Corazón traspasado, que el Amor no siendo amado, como nos dice S.
Francisco de Asís, responde amando hasta el extremo.
El amor del Corazón de Cristo convierte la llaga causada por el
desprecio de los hombres en la fuente de vida, de donde manan gracias de
salvación: “El Sagrado Corazón de Jesús fue traspasado por la lanza en
la cruz para que fluyesen de él tesoros de gracia para todos los
hombres. Es como una fuente perenne de vida que da esperanza a cada
hombre. Del Corazón de Cristo crucificado nace la nueva humanidad,
redimida del pecado”. (SS. Juan Pablo II, 1997) .
De su Corazón traspasado nace la Iglesia. El dolor abrazado por amor
tiene la capacidad de redimir, de salvar y de dar vida. San Maximiliano
Kolbe repetía constantemente a sus frailes: “El amor es fecundo, solo el
amor crea y da vida”. Cristo da vida a la Iglesia después de muerto.
Cuando su Corazón es golpeado por la lanza, se abre una llaga. De esta
fuente abierta, nacen la Iglesia y los Sacramentos. ¡Qué poder fluye del
Corazón traspasado! ¡Qué triunfo del amor sobre la muerte!... “El amor
es más fuerte que la muerte” (Ct 8,6). El amor es más fuerte que la
muerte porque la vence, y la vence porque no deja de dar vida aun
después de la muerte.
El Corazón traspasado de María
A esta poderosa fecundidad del Corazón traspasado de Jesús,
está plenamente unido el Corazón de María, traspasado místicamente junto
al Corazón de su Hijo. En Lucas 2,35, se nos narra como Simeón profetiza
el destino doloroso de Jesús, del cual participaría su Madre. “Éste está
puesto para caída y elevación de muchos y para ser señal de
contradicción- y a ti misma una espada te traspasará el corazón”. Estas
palabras le indican la concreta dimensión histórica en la cual el Hijo
llevaría a cabo su misión mesiánica, es decir, en la incomprensión,
rechazo y dolor. A este camino doloroso, pero fecundo, estaría unida de
manera única y singular la Madre. El Corazón de María, unido
indisolublemente al de su Hijo, recorrería el mismo destino. “Al pie de
la Cruz, una espada traspasa el Corazón de María, cumpliendo así las
palabras de Simeón... unido totalmente al sacrificio redentor de su
Hijo, está el sacrificio maternal de su Corazón”. (JPII, 1988) .
El Santo Padre habla de esta participación singular de la Virgen en el
sufrimiento redentor, como una “crucifixión espiritual”, como “un
traspaso espiritual”, cuyo propósito es dar vida a través de la apertura
del corazón. La maternidad espiritual de María sobre los hombres alcanza
su plena realización en el Calvario cuando de manera explícita Jesús
dice desde la cruz: “Mujer he aquí a tu hijo; hijo he aquí a tu Madre”.
(Jn 19).
Juan Pablo II, en su visita al Santuario de Fátima en 1982, nos explicó
que estas palabras de Jesús abrieron el Corazón de María para su
maternidad espiritual sobre la Iglesia: “Cuando Jesús dijo: Mujer he
aquí a tu hijo, abrió de una manera nueva el Corazón de la Madre. Un
poco más tarde el soldado traspasa el Corazón de Jesús. Con estas
palabras, el Corazón de María es abierto para recibir a los que el
Corazón traspasado de Jesús iba a alcanzar con su poder redentor”.
Igual que el Corazón de Jesús en el momento del traspaso dio a luz a la
Iglesia y quedó eternamente abierto para derramar gracias de salvación
sobre la humanidad, el Corazón de María unido espiritualmente al
traspaso de su Hijo, quedó abierto para siempre para acoger con amor
materno a los que aceptan la redención de su Hijo y para ejercer su
mediación materna sobre todos los hombres y en todo momento histórico.
Solo el amor triunfa
¡Contemplen al que traspasaron! (Jn 19,37). Cuán necesaria es
esta contemplación para adentrarnos en la escuela del amor. El amor del
Corazón de Jesús fue capaz de transformar la muerte en vida; el dolor en
redención; la llaga de su costado en puerta abierta y fuente de
salvación. El amor del Corazón de María fue capaz por su comunión
perfecta e incondicional a la obra redentora, de recorrer el mismo
destino de su Hijo, hasta llegar al pie de la Cruz. Del Corazón
traspasado de Cristo hemos recibido salvación, liberación, redención.
¡Cuántas gracias fluyen a través de la llaga de su Corazón! Del Corazón
traspasado de María nace su maternidad espiritual, que la ejerce siempre
con generosa solicitud, con su poderosa intercesión y con su mediación
materna sobre la Iglesia y el mundo.
Que nuestra contemplación del amor de los Corazones traspasados de Jesús
y María mueva profundamente nuestros corazones, para que nos convirtamos
en testigos vivientes del amor que contemplamos. “El hombre del Tercer
Milenio necesita el Corazón de Cristo para conocer a Dios y para
conocerse a sí mismo; lo necesita para construir la civilización del
amor”. (Juan Pablo II, 1999).