Homilía de la Misa
conmemorando los 25 años de vida consagrada:
Madre Adela Galindo, Madre Fundadora de SCTJM y FCTJM
“Hagamos un lugar en nuestros corazones para Dios – Mucho
depende de ello”
Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe
13 de agosto, 2010
Querida Madre y queridas Hermanas –
Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María; rama
laical – Apóstoles de la Familia de los Corazones
Traspasados, hermanos sacerdotes asociados a la Familia,
queridos peregrinos, hermanos y hermanas:
Nos congregamos como familia debajo de
la imagen viviente de Nuestra Señora de Guadalupe, la
Estrella de la Nueva Evangelización, hoy hacemos memoria de
aquel día particular 25 años atrás, el 15 de agosto de 1985,
en el santuario mariano de Shoenstatt, en la Republica
Dominicana, cuando nuestra querida Madre Fundadora, Madre
Adela Galindo, dio su fiat total y definitivo al Señor – “Si
- Hágase” – un acto de disponibilidad total y sencilla
madurez y confianza virginal – un total don oblativo de su
persona respondiendo a las palabras del Señor que escucho en
la Misa: “Déjame traspasar tu corazón para que otros tengan
vida.” Las palabras del Señor fueron un don y una tarea
confiada a nuestra Madre para encarnar de manera particular
la identidad y misión revelada un año atrás en ese mismo
santuario: vivir la vocación del pelicano – ser una imagen
viva del amor Mariano-Eucarístico para que muchos corazones
tuviesen vida. Por un simple, total y completo fiat, y la
fidelidad con que lo ha vivido en estos 25 años, es que
podemos estar reunidos hoy en esta Basílica, en este hogar
Mariano, donde también nosotros venimos a dar gracias a
Nuestra Señora cuyo Fiat ha traído a Dios a nosotros y a
través de quien El continua visitándonos. En las lecturas de
hoy podemos descubrir la razón esencial de nuestra
celebración.
En la primera lectura tomada del libro
del profeta Ezequiel escuchamos de la fidelidad alianzal de
Dios y la infidelidad de Israel con su divino Esposo. Para
Ezequiel y para muchos profetas del Antiguo Testamento, la
alianza del Señor con Israel era una unión sagrada, un
matrimonio, empezando con los desposorios de la joven Israel
en Egipto, el intercambio de votos en el Sinaí, la
maduración de su unión en el desierto, cruzando el Jordan, y
finalmente entrando en la tierra prometida. Dios ha tomado a
Israel para si y ha “hecho un espacio” para ella, dándole un
lugar donde habitar, para ser libre, “para fructificar,
multiplicarse, llenar la tierra y gobernarla.” Ezequiel,
quien escribe 700 años después durante el exilio de
Babilonia, es un sacerdote que sirvió en el Templo de
Jerusalén y ahora se sienta a las orillas cerca al río
Éufrates con otros exiliados lejos de la Tierra Santa. El ve
con los ojos de su corazón que Israel ha sido exilado de su
tierra como reparación por sus pecados. El exilio es un
signo externo de una realidad interna de que Israel ha sido
infiel a su divino Esposo: años atrás ya Israel ha dejado
la tierra en su corazón. Israel ha roto la alianza con el
Señor y ahora sufre por su pecado, pero Ezequiel escucha la
promesa del Señor a su amada: “Recordare la alianza que
pacte contigo cuando eras joven, y haré una alianza eternal
contigo.” Dios devolver a Israel la tierra. En el salmo
Isaías habla unas palabras similares de esperanza: Un día
Israel “va a poder sacar aguas con gozo de la fuente de
salvación.” Israel volver a recibir la bendición de la
alianza de amor del Señor desde el Templo Santo, pero para
que esto pase Israel necesita poner su confianza solo en el
“Santo de Israel”: “para cantar las alabanzas al Señor por
sus grandes proezas.” Lo que Ezequiel e Isaías pueden ver es
que Israel debe adquirir nuevamente un corazón puro y
virginal para el Señor y así cantar un “Magnificat” para El.
En el Evangelio, el mandato del Señor
en griego es: “o dunamenos xorein xwreitw,” lo que significa
literalmente: “aquel que pueda hacer un espacio, que lo
haga.” No es una opción – es un mandato. Haz espacio para
Dios en tu vida. La palabras en griego usualmente se derivan
del verbo hebreo raham, la que en el lenguaje común
se asocia a la vocación particular de la mujer, quien, por
el don de la maternidad, “hace espacio” para que una nueva
vida se de en su vientre. El vientre de la mujer era
referido como “rahamin” – el lugar sagrado donde “se hace
espacio” para que la vida humana se conciba, se alimente y
crezca con seguridad. En la medida que Israel experimentaba
la ternura de la alianza de amor de Dios, rahamim,
fue siendo identificado como “la compasión de Dios” – El
Dios que “hace espacio” en su corazón para su amada. Estas
palabras del Señor, de manera particular, nos llevan ante
Aquella de quien su imagen viviente podemos contemplar en
esta Basílica. Nuestra Señora es la Virgen Inmaculada cuyo
fiat “ha hecho un espacio” definitivo e irrevocable para
Dios en el mundo: por que por su si, Dios esta
verdaderamente entre nosotros. Cuando el ángel le revelo la
voluntad de Dios, ella “hizo espacio” para Su plan: ella
confió toda su persona y su vida a El. Por su fiat – que fue
su camino perpetuo de su “peregrinación de fe” desde los
años ocultos en Nazaret hasta el Calvario, el Cenáculo y su
gloriosa Asunción – Nuestra Señora “hizo espacio” para Dios
en su Corazón y en su Vientre Inmaculado, y a través de
ella, Dios “hizo espacio” para nosotros en la Llaga de su
Sagrado Corazón. María se entrego a Dios, y a través de
María, Dios se entrego a nosotros. A través de la compasión
de nuestra Señora, la pasión del Señor nos salva. Por el
misterio del deseo de Dios de elevar nuestros corazones
humanos a una plena y total cooperación con su plan
salvifico, la redención alcanza su plenitud en la
co-redención. La obra salvífica de Dios, su trabajo en la
historia, alcanza plenitud cuando nosotros cooperamos con El
de una forma madura y generosa. La redención ha alcanzado
plenitud en María. Entonces las palabras del Señor en Mateo
19 y la esperanza profética de Ezequiel e Isaías encuentran
su total y completa respuesta humana en María – Ella quien
es el tipo y la figura del Pueblo de Dios, la presencia e
imagen viviente, la perfección de la Iglesia en persona.
“Quien pueda hacer un espacio, que lo
haga.” Estas palabras de nuestro Señor revelan la silueta
Mariana de la Iglesia y revelan la realidad y la forma del
aniversario que celebramos: somos un carisma Mariano –
nacido del rahamim de una mujer – por que esta
Familia es un don particular del corazón de Nuestra Señora.
En los designios misteriosos de la Divina Providencia,
nuestra Madre Fundadora fue llamada a realizar un
“intercambio de corazón” con Nuestra Señora. Como Familia
estamos unidos espiritualmente a este intercambio a través
el don de un carisma: lo haremos viviendo de acuerdo al
espíritu, la mente y el propósito de nuestra Madre
Fundadora: seguimos un camino de santidad y la misión en el
corazón de la Iglesia, para vivir de acuerdo al Espíritu, la
Mente y el Propósito de Nuestra Señora. Contemplando el fiat
de nuestra Señora, podemos concluir con la lógica y la
fuerza propia de los sencillos de corazón que tenemos que
“hacer espacio” para que se de la voluntad de Dios en
nuestras vidas por que mas de lo que podemos imaginar
depende de ello: porque nuestra Señora “hizo un espacio”
para Dios en su Corazón y en su Vientre, la Iglesia – la
Familia de Jesús – existe; porque nuestra Madre Fundadora
“hizo un espacio” para Dios en su corazón y en su vientre,
nuestra Familia espiritual existe. Al dar gracias hoy, lo
hacemos con una mayor responsabilidad de guardar, custodiar,
entender y vivir el don y la tarea confiada a nosotros en
este carisma Mariano – de amar hasta el extremo.
“El que pueda hacer un espacio, que lo
haga.” Al escuchar estas palabras en el Evangelio y dar
gracias por el Fiat de nuestra Madre Fundadora, “hacemos
memoria” de otro fiat, un fiat que continua resonando en
nuestros corazones dentro de este hogar Mariano que es su
casa, un fiat encarnado con las palabras: “No tengan miedo!
Remad mar adentro!” Hermanos, aquí en esta Basílica,
nuestra Señora “hizo espacio” para la misión petrina de
nuestro amado Juan Pablo II en el corazón de la Iglesia y en
el corazón del mundo. Ella le comunico el don y la tarea de
su pontificado mariano a ser un Papa peregrino: como Ella,
que fuera a través de las montañas y océanos de la historia
y de la humanidad llevándola Cristo a otros y proclamando el
Evangelio. En los versículos de Mateo 19 – el texto
fundamental de su magisterial Teología del Cuerpo –
nuestro amado padre espiritual, Ven. Juan Pablo II, continua
invitándonos a regresar al “principio” – guardar, cuidar la
gracia original de nuestro carisma Mariano, para “hacer
espacio” en nuestros corazones para este don de Dios en el
corazón de la Iglesia – por este camino de santidad y misión
– y habiéndolo hecho, con una renovada gratitud, madurez,
determinación y en comunión amorosa y fiel con nuestra Made
Fundadora fijar nuestros corazones con gozo y serenidad en
nuestra Señora de Guadalupe, la Estrella de la Nueva
Evangelización. Desde este hogar Mariano, en este
aniversario, en la barca de Pedro confiamos nuestro ser a
Ella – para ser su presencia y llevar a Cristo en nosotros –
de remar mar adentro en este tercer milenio de la era
Cristiana, de “hacer espacio” para Dios en el mundo, con un
ardor y vigor renovado ser testigos, siervos y apóstoles de
amor hasta el extremo y así cooperar con la obra salvífica
de Dios construyendo una nueva civilización de amor y vida.
Todo por el corazón de Jesús a través
del Corazón de María para que el Amor siempre triunfe. +