Oficio de lectura,
lunes octava
de pascua
Alabanza de Cristo
Melitón de Sardes
Homilía sobre la Pascua 2-7. 100-103
Fijaos bien, queridos hermanos: el
misterio de Pascua es a la vez nuevo y antiguo, eterno y pasajero,
corruptible e incorruptible, mortal e inmortal.
Antiguo según la ley, pero nuevo según la
Palabra encarnada. Pasajero en su figura, pero eterno por la gracia.
Corruptible por el sacrificio del cordero, pero incorruptible por la
vida del Señor. Mortal por su sepultura en la tierra, pero inmortal por
su resurrección de entre los muertos.
La ley es antigua, pero la Palabra es
nueva. La figura es pasajera, pero la gracia eterna. Corruptible el
cordero, pero incorruptible el Señor, quien, inmolado como cordero,
resucitó como Dios.
Porque él fue como un cordero llevado
al matadero, y sin embargo no era un cordero; y como una oveja
enmudecía, y sin embargo no era una oveja: en efecto, ha pasado la
figura y ha llegado la realidad: en lugar de un cordero tenemos a Dios,
en lugar de una oveja tenemos un hombre, y en el hombre, Cristo, que lo
contiene todo.
El sacrificio del cordero, el rito de la
Pascua y la letra de la ley tenían por objetivo final a Cristo Jesús,
por quien todo acontecía en la ley antigua y, con razón aún mayor, en la
nueva economía.
La ley se convirtió en la Palabra y de
antigua se ha hecho nueva (ambas salieron de Sión y de Jerusalén). El
mandamiento se transformó en gracia y la figura en realidad: el cordero
vino a ser el Hijo; la oveja, hombre y el hombre, Dios.
El Señor, siendo Dios, se revistió de la
naturaleza de hombre: sufrió por el que sufría, fue encarcelado en bien
del que estaba cautivo, juzgado en lugar del culpable, sepultado por el
que yacía en el sepulcro. Y resucitando de entre los muertos, exclamó
con voz potente: ¿Quién tiene algo contra mí? ¡Que se me acerque!
Yo soy –dice– quien he librado al condenado, yo quien he vivificado al
muerto, yo quien hice salir de la tumba al que ya estaba sepultado.
¿Quién peleará contra mí? Yo soy –dice– Cristo; el que venció la muerte,
encadenó al enemigo, pisoteó el infierno, maniató al fuerte, llevó al
hombre hasta lo más alto de los cielos; yo, en efecto, que soy Cristo.
Venid, pues, vosotros todos, los hombres
que os halláis enfangados en el mal, recibid el perdón de vuestros
pecados. Porque yo soy vuestro perdón, soy la Pascua de salvación, soy
el cordero degollado por vosotros, soy vuestra agua lustral, vuestra
vida, vuestra resurrección, vuestra luz, vuestra salvación y vuestro
rey. Puedo llevaros hasta la cumbre de los cielos, os resucitaré, os
mostraré al Padre celestial, os haré resucitar con el poder de mi
diestra.
Oración
Señor Dios, que por medio del bautismo
haces crecer a tu Iglesia, dándole siempre nuevos hijos, concede a
cuantos han renacido en la fuente bautismal vivir siempre de acuerdo con
la fe que profesaron. Por nuestro Señor Jesucristo
Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María
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