Oficio de lectura, 26 de mayo,
San Felipe Neri,
Presbítero
Estad siempre
alegres en el Señor
De los sermones de
san Agustín, obispo
Sermón 171, 1-3, 5
El Apóstol nos manda alegrarnos, pero en el Señor,
no en el mundo. Pues, como afirma la Escritura: El que
quiere ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios. Pues del
mismo modo que un hombre no puede ser dos señores, tampoco puede
alegrarse en el mundo y en el Señor.
Que el gozo en el Señor sea el triunfador,
mientras se extingue el gozo en el mundo. El gozo en el Señor
siempre debe ir creciendo, mientras que el gozo en el mundo ha de ir
disminuyendo hasta que se acabe. No afirmamos esto como si no
debiéramos alegrarnos mientras estamos en este mundo, sino en el
sentido de que debemos alegrarnos en el Señor también cuando estamos
en este mundo.
Pero alguno puede decir: «Estoy en el mundo, por
tanto, si me alegro, me alegro allí donde estoy». ¿Pero es que por
estar en el mundo no estás en el Señor? Escucha al apóstol Pablo
cuando habla a los atenienses, según refieren los Hechos de los
apóstoles, y afirma de Dios, Señor y creador nuestro: En él
vivimos, nos movemos y existimos. El que está en todas partes,
¿en dónde no está? ¿Acaso no nos exhortaba precisamente a esto?
El Señor está cerca; nada os preocupe.
Gran cosa es ésta: el mismo que asciende sobre
todos los cielos está cercano a quienes se encuentran en la tierra.
¿Quién es éste, lejano y próximo, sino aquel que por su benignidad
se ha hecho próximo a nosotros?
Aquel hombre que cayó en manos de unos bandidos,
que fue abandonado medio muerto, que fue desatendido por el
sacerdote y el levita y que fue recogido, curado y atendido por un
samaritano que iba de paso, representa a todo el género humano. Así,
pues, como el Justo e Inmortal estuviese lejos de nosotros, los
pecadores y mortales, bajó hasta nosotros para hacerse cercano quien
estaba lejos.
No nos trata como merecen nuestros pecados
pues somos hijos. ¿Cómo lo probamos? El
Hijo unigénito murió por nosotros para no ser el único hijo. No
quiso ser único quien, único, murió por todos. El Hijo único de Dios
ha hecho muchos hijos de Dios. Compró a sus hermanos con su sangre,
quiso ser reprobado para acoger a los réprobos, vendido para
redimirnos, deshonrado para honrarnos, muerto para vivificarnos.
Por tanto, hermanos, estad alegres en el
Señor, no en el mundo: es decir, alegraos en la verdad, no en
la iniquiedad; alegraos con la esperanza de la eternidad, no con las
flores de la vanidad. Alegraos de tal forma que sea cual sea la
situación en la que os encontréis, tengáis presente que
el Señor está cerca; nada os preocupe.
Oración
Señor Dios, que no cesas de enaltecer a tus
siervos con la gloria de la santidad, concédenos que el Espíritu
Santo nos encienda con aquel mismo fuego con que abrasó el corazón
de san Felipe Neri. Por nuestro Señor Jesucristo.