TIEMPO DE CUARESMA
Lecturas de la liturgia de las horas
SÁBADO
SANTO
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 4, 1-13
Empeñémonos en entrar en el descanso del Señor
SEGUNDA LECTURA
De una Homilía antigua sobre el grande y Santo Sábado
(PG 43, 439. 451. 462-463)
El descenso del Señor al abismo
¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran
silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme.
La tierra está temerosa y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la
carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo. Dios ha muerto
en la carne y ha puesto en conmoción al abismo.
Va a buscar a nuestro primer padre como si éste fuera la oveja perdida.
Quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Él, que es al mismo tiempo Dios e Hijo de Dios, va a librar de sus
prisiones y de sus dolores a Adán y a Eva.
El Señor, teniendo en sus manos las armas vencedoras de la cruz, se
acerca a ellos. Al verlo, nuestro primer padre Adán, asombrado por tan
gran acontecimiento, exclama y dice a todos: «Mi Señor esté con
todos.» Y Cristo, respondiendo, dice a Adán: «Y con tu espíritu.» Y,
tomándolo por la mano, lo levanta, diciéndole: «Despierta, tú que
duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz.»
Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he
hecho tu hijo; y ahora te digo que tengo el poder de anunciar a los que
están encadenados: “Salid”, y a los que se encuentran en las
tinieblas: "iluminaos”,
y a los que duermen: “Levantaos.”
A ti te mando:
Despierta, tú que duermes, pues no te creé para
que permanezcas cautivo en el abismo; levántate de entre los muertos,
pues yo soy la vida de los muertos. Levántate, obra de mis manos;
levántate, imagen mía, creado a mi semejanza. Levántate, salgamos de
aquí, porque tú en mí, y yo en ti, formamos una sola e indivisible
persona.
Por ti, yo, tu Dios, me he hecho tu hijo; por ti, yo, tu Señor, he
revestido tu condición servil; por ti, yo, que estoy sobre los cielos,
he venido a la tierra y he bajado al abismo; por ti, me he hecho hombre,
semejante a un inválido que tiene su cama entre los muertos; por
ti, que fuiste expulsado del huerto, he sido entregado a los judíos en
el huerto, y en el huerto he sido crucificado.
Contempla los salivazos de mi cara, que he soportado para devolverte tu
primer aliento de vida; contempla los golpes de mis mejillas, que he
soportado para reformar, de acuerdo con mi imagen, tu imagen deformada;
contempla los azotes en mis espaldas, que he aceptado para aliviarte el
peso de los pecados, que habían sido cargados sobre tu espalda;
contempla los clavos que me han sujetado fuertemente al madero, pues los
he aceptado por ti, que maliciosamente extendiste una mano al árbol
prohibido.
Dormí en la cruz, y la lanza atravesó mi costado, por ti, que en el
paraíso dormiste, y de tu costado diste origen a Eva. Mi costado ha
curado el dolor del tuyo. Mi sueño te saca del sueño del abismo. Mi
lanza eliminó aquella espada que te amenazaba en el paraíso.
Levántate, salgamos de aquí. El enemigo te sacó del paraíso; yo te
coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celeste. Te prohibí que
comieras del árbol de la vida, que no era sino imagen del verdadero
árbol; yo soy el verdadero árbol, yo, que soy la vida y que estoy unido
a ti. Coloqué un querubín que fielmente te vigilara; ahora te concedo
que el querubín, reconociendo tu dignidad, te sirva.
El trono de los querubines está a punto, los portadores atentos y
preparados, el tálamo construido, los alimentos prestos; se han
embellecido los eternos tabernáculos y moradas, han sido abiertos los
tesoros de todos los bienes, y el reino de los cielos está preparado
desde toda la eternidad.
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