TIEMPO DE CUARESMA
Lecturas de la liturgia de las horas
MARTES SANTO
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 12, 1-13
Teniendo a Cristo por guía, corramos en la carrera
SEGUNDA LECTURA
Del libro de San Basilio Magno, Obispo, sobre el Espíritu Santo
(Cap. 15, 35: PG 32, 127-130)
Es una sola muerte en favor del mundo
y una sola resurrección de entre los muertos
Nuestro Dios y Salvador realizó su plan de salvar al hombre levantándolo
de su caída y haciendo que pasara del estado de alejamiento, al que le
había llevado su desobediencia, al estado de familiaridad con Dios.
Éste fue el motivo de la venida de Cristo en la carne, de sus ejemplos
de vida evangélica, de sus sufrimientos, de su cruz, de su sepultura y
de su resurrección: que el hombre, una vez salvado, recobrara, por la
imitación de Cristo, su antigua condición de hijo adoptivo.
Y así, para llegar a una vida perfecta, es necesario imitar a Cristo, no
sólo en los ejemplos que nos dio durante su vida, ejemplos de
mansedumbre, de humildad y de paciencia, sino también en su muerte, como
dice Pablo, el imitador de Cristo: Muriendo su misma muerte, para
llegar un día a la resurrección de entre los muertos.
Mas, ¿de qué manera podremos reproducir en nosotros su muerte?
Sepultándonos con Él por el bautismo. ¿En qué consiste este modo de
sepultura, y de qué nos sirve el imitarla? En primer lugar, es
necesario cortar con la vida anterior. Y esto nadie puede conseguirlo
sin aquel nuevo nacimiento de que nos habla el Señor, ya que la
regeneración, como su mismo nombre indica, es el comienzo de una vida
nueva. Por esto, antes de comenzar esta vida nueva, es necesario poner
fin a la anterior. En esto sucede lo mismo que con los que corren en el
estadio: éstos, al llegar al fin de la primera parte de la carrera,
antes de girar en redondo, necesitan hacer una pequeña parada o pausa,
para reemprender luego el camino de vuelta; así también, en este cambio
de vida, era necesario interponer la muerte entre la primera vida y la
posterior, muerte que pone fin a los actos precedentes y da comienzo a
los subsiguientes.
¿Cómo podremos, pues, imitar a Cristo en su descenso a la región de los
muertos? Imitando su sepultura mediante el bautismo. En efecto, los
cuerpos de los que son bautizados quedan, en cierto modo, sepultados
bajo las aguas. Por esto el bautismo significa, de un modo misterioso,
el despojo de las obras de la carne, según aquellas palabras del
Apóstol: Fuisteis circuncidados con una circuncisión no hecha por
hombres, cuando os despojaron de los bajos instintos de la carne, por la
circuncisión de Cristo. Por el bautismo fuisteis sepultados con Él,
ya que el bautismo en cierto modo purifica el alma de las manchas
ocasionadas en ella por el influjo de esta vida en carne mortal, según
está escrito: Lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Por
esto reconocemos un solo bautismo salvador, ya que es una sola la muerte
en favor del mundo y una sola la resurrección de entre los muertos, y de
ambas es figura el bautismo.