Recopilado por SCTJM Aunque el aborto provocado seguramente tiene una historia tan larga como la historia de la humanidad, característicamente, en nuestros tiempos se busca su reconocimiento por las leyes, ya sea legalizándolo —es decir, dándole un status legal que hasta ese momento no tiene—; o despenalizándolo —es decir, quitándole la tipificación de delito y el castigo que por ello le corresponde según la legislación penal—. Es imprescindible no perder de vista —aunque no nos detendremos en ello por no ser materia del curso— que al hablar del aborto provocado y la intención de darle rango de ley estamos lindando con el misterio del mal. Es decir, el debate y la discusión sobre el aborto provocado —y sobre todo, la discusión sobre su legalización y despenalización— va más allá de lo puramente racional. ¿O es posible que un médico no sepa que con un aborto quirúrgico de menos de 20 semanas se está eliminando un ser humano?, ¿un médico con mediana formación se podría atrever a afirmar que ―nadie sabe cuándo se inicia la existencia de un ser humano?; ¿o cómo hace una persona en su sano juicio para pasar por alto que el ―aborto por nacimiento parcial en el tercer trimestre mata a un ser humano? Ninguna de estas respuestas tiene respuesta desde la razón; ni siquiera argumentando que existen fuertes poderes económicos implicados en la estrategia para legalizar o despenalizar el aborto. Estamos pues frente al misterio de la iniquidad y deberemos tener eso como telón de fondo. Ninguna explicación de la estrategia para alcanzar la legalización del aborto llega a ser suficientemente exhaustiva si no tiene como telón de fondo el misterio del mal. Finalmente, conviene saber cuál es la apreciación que tienen los que siguen la ideología pro-aborto sobre el uso de términos relacionados con lo legislativo. Sostienen que sus oponentes han ―creado la impresión de que el aborto es generalmente ilegal. Esto es incorrecto. Casi todos los países —según información que ellos sostienen que está ‘en continua revisión’— permiten el aborto por lo menos para salvar la vida de la mujer. […] Por lo tanto, es más preciso referirse al aborto como más o menos ‘legalmente restringido’ en lugar de ‘ilegal’. La precisión terminológica que señalan es válida y hay que estar preparados para saber evadirla o restarle importancia en la discusión.
La promoción del hedonismo y la erotización de la cultura. Con ello lo que se busca es trivializar lo sexual, quitarle la importancia especial que tiene en las relaciones personales y sobre todo arrancando las relaciones sexuales del contexto del amor matrimonial para interpretarlas como medio para obtener placer venéreo. Es decir, la sexualidad y más específicamente las relaciones sexuales son arrancadas de la personalidad y del ámbito matrimonial y de ese modo son convertidos en un objeto más en el mercado de consumo. La promoción de la promiscuidad y las desviaciones sexuales patológicas como ―orientaciones sexuales diversas que deben ser aceptadas bajo la ―perspectiva de género, es a la vez contexto y parte de la estrategia que busca la legalización o despenalización del aborto. Los ataques frontales a la Iglesia católica con el pretexto del ―estado laico como figura de ―lo moderno y como lo propio de las sociedades desarrolladas. Parte de esta estrategia de minar el trabajo de la Iglesia católica consiste en promover rupturas dentro de la misma Iglesia, o al menos pretende dar la idea de que la Iglesia en relación al aborto tiene ―opiniones divididas. Ejemplo de esto último es la organización ―Católicas por el Derecho a Decidir, que gozan de reconocimiento oficial en foros internacionales y en la misma Organización de las Naciones Unidas (ONU).
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