Santos y
teología del corazón - San Pio de Pietrelcina |
San Padre
Pío:
BONDADOSO CON LOS PECADORES
Anecdota tomada de
Los Milagros del P. Pío, P. Luis Butera V.
(Producciones Humanas, A.C.), pg. 84.
Para con los curiosos, los hipócritas y los mentirosos, el P. Pío era
severo, muy severo. No así para con los pecadores arrepentidos.
Un día llegó a San Giovanni Rotondo la riquísima señora Luisa
Vairo movida
por pura curiosidad y un poco para desafiar la opinión pública.
Al llegar a la Iglesia, donde confesaba el P. Pío, sintió una
grandísima angustia por sus pecados, que
estalló en llanto, sin preocuparse de los
presentes. Nadie pudo consolarla. Se le avisó
al P. Pío, quien se le acercó, diciéndole:
-Tranquilícese, hija. La misericordia de Dios no tiene límites y la
sangre de Jesús lava todos los pecados del mundo.
-Quiero confesarme, Padre. -Dijo la señora desconocida que una hora
antes se hubiera burlado de una tal propuesta.
-Primero cálmese, le contestó el Padre; vuelva mañana.
La señora pasó toda la noche trayendo a la mente todos los pecados de
su vida. ¡No se confesaba desde su infancia!
Al día siguiente, delante del Padre Pío, no pudo decir una sola
palabra. Sentía un nudo en la garganta que le
impedía confesarse. Viéndole así, el P. Pío le
presentó la lista de todos sus pecados, a los
cuales contestaba simplemente con un 'sí'.
Cuando pareció terminar, el Padre le preguntó: -¿No te acuerdas más?
La señora se sintió profundamente turbada, y calló.
El Padre Pío la miró y esperó la respuesta. Finalmente
contestó:
-Me acuso también de esto... Y confesó el más
grande de sus pecados.
-¡Bendito sea Dios! -exclamó alegremente el P. Pío-
¡Era esto lo que yo esperaba!
Una vez convertida, la señora Vairo siguió el ejemplo de los grandes
penitentes. Una mañana de invierno, ella
decidió ir a la iglesia descalza. Hacía mucho
frío y estaba lloviendo. El camino era lodoso y con abundante grava
que cortaba los pies.
Empapada de la lluvia y con los pies ensangrentados, llegó a la puerta
de la iglesia y en vez de entrar se desmayó.
Al despertar vió al P. Pío que le dijo: "hija mía, también en
la santa penitencia es necesario no pasarse".
Luego, tocándola suavemente en la espalda, le dijo: "Afortunadamente
esta agua no moja..." Grande fue la sorpresa de
todos los presentes al ver que de pronto, los
vestidos de la señora quedaron secos.
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es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María
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