EL BEATO PAPA PIO IX
El Beato Papa Pio IX
Fuente: Zenit
Pío IX, en el siglo Giovanni Maria Mastai Ferretti,
nació el 13 de mayo de 1792 en Senigallia. Fué elegido pontífice el
16 de junio de 1846, suscitando esperanzas en los ambientes
patrióticos liberales y católicos: uno de los primeros actos fue la
promulgación de una amnistía para los prisioneros políticos y
consintió algunas reformas en el Estado Pontificio. En los primeros
dos años del pontificado, se ganó el título de papa liberal,
patriótico y reformador.
En abril de 1848, cuando era evidente que la masonería
internacional fomentaba atentados, revoluciones y desórdenes contra
el Papado y las naciones tradicionalmente católicas, Pío IX tomó
distancia de las facciones más radicales de los patriotas italianos.
A raiz del desencadenamiento de motines insurreccionales en Roma, se
trasladó a Gaeta, mientras que en la ciudad eterna se proclamaba poco
después, en 1849, la República Romana por parte de Giuseppe Mazzini,
Carlo Armellini e Aurelio Saffi. Las iglesias fueron saqueadas
mientras Mazzini se incautaba de obras de arte, propiedad de la
Iglesia, para pagar a la masonería británica que había anticipado
el dinero necesario para tomar Roma.
Gracias a la intervención de las tropas francesas,
la República romana cayó y el Papa pudo volver a la capital en 1850.
Desde entonces, el Pontífice puso en marcha una política de
intransigencia («Non possumus») hacia las exigencias del poder
laico, convirtiéndose en el adversario más acérrimo del ala
anticlerical de la masonería.
En 1854, proclamó el dogma de la Inmaculada
Concepción y, en el primer Concilio Vaticano (1869_70), el
dogma de la infalibilidad papal. En 1864, promulgó la encíclica
«Quanta cura», con el anexo del «Sillabus», una lista de
enseñanzas prohibidas, con la que la iglesia condenaba los errores
del momento y conceptos liberales e iluministas. Con la llegada de la
unidad de Italia, el último papa_rey se vió desposeido de las
regiones de la Romaña (1859), Umbría, las Marcas (1860) y, en 1870,
la misma Roma, con la conocida toma de Porta Pia, el 20 de septiembre,
que marcó el fin del poder temporal de los papas.
Desde entonces, la masonería italiana celebra su
propia fiesta anual, justamente el 20 de septiembre, en recuerdo de la
victoria contra la Iglesia. Los documentos antimasónicos del
Pontificado de Pío IX son unos 124 y se subdividen en 11 encíclicas,
61 cartas breves, 33 discursos y alocuciones y documentos de varios
dicasterios eclesiásticos. Según Pío IX, todos los males que se
abatieron en aquél tiempo sobre la Iglesia y sobre la sociedad
provenían del ateismo y del cientismo del siglo XVII, postulado por
la masonería y exaltado por la Revolución Francesa. En la encíclica
«Qui pluribus» (9/10/1849), Pio IX habla de «hombres ligados por
una unión nefanda» que corrompen las costumbres y combaten la fe en
Dios y en Cristo postulando el naturalismo y el racionalismo y, sobre
todo, poniendo en marcha el conflicto entre ciencia y fe. Otro error
atribuido a este círculo de pensadores es el hablar de progreso como
un mito y contraponerlo a la fe.
Ante estas acusaciones precisas, la Masonería
reaccionó con un desdén violento. En primer lugar, convocó un «Anticoncilio
masónico, Asamblea de librepensadores» con la idea de liderar un
movimiento internacional dedicado a combatir sin tregua al Vaticano.
Entre los escritos que se difundieron para esta convocatoria
masónica, había uno que decía «El Anticoncilio quiere luz y
verdad, quiere ciencia y razón, no fe ciega, no fanatismo, no dogmas,
no hogueras. La infalibilidad papal es una herejía. La religión
católica romana es una mentira; su reino es un delito».
En esta situación de beligerancia contínua, Pío
IX no perdió el ánimo y siguió su trabajo para compactar la Iglesia
en torno a un principio de unidad. Atribuyó gran importancia a la
espiritualidad popular, a la relación con los santos, especialmente a
María a través del reconocimiento de las apariciones de La
Salette y de Lourdes.
Dió impulso a procesiones, peregrinaciones y todas las formas de
piedad popular. En 1870, inauguró un nuevo modo de elección de
obispos y prelados, elegidos no ya preferentemente entre los notables
sino entre los sacerdotes comunes, allí donde se manifestasen los
méritos pastorales. Su popularidad creció enormemente. Fue obstinado
en no aceptar ningún arreglo con el Estado italiano. Murió el 7 de
febrero de 1878, pero la masonería trató de perseguirlo
encarnizadamente incluso tras la muerte. En la noche del 12 al 13 de
julio de 1881, su féretro fue trasladado del Vaticano al cementerio
del Verano. La masonería organizó una manifestación irreverente,
con lanzamiento de piedras, imprecaciones, blasfemias, y canciones
vulgares y obscenas, contra el cortejo fúnebre, que a su vez
respondía con la recitación del rosario, los salmos, el oficio de
difuntos y pías jaculatorias.
El culmen de la agresión tuvo lugar cuando el
cortejo fúnebre pasó por el puente Sant'Angelo. Al grito de
«¡muerte al Papa, muerte a los curas!», un grupo de desalmados
trató de arrojar el cadáver de Pío IX al Tíber. Pero los
católicos apretaron las filas en torno a los restos mortales del
pontífice y rechazaron el ataque. A la luz de estos acontecimientos,
el reconocimiento de la virtud heroica del nuevo beato hace justicia a
una persona de gran espesor humano y a un gran Papa.
Pio IX fue beatificado el 30 de Septiembre del
2000.
La causa de beatificación de Pío IX fue una de las más largas y
difíciles de la historia de la Iglesia. Fue puesta en marcha por Pío
X, el 11 de febrero de 1907. Relanzada, por Benedicto XV, sin gran
éxito, y también Pío XI animó el proyecto. Tras la segunda guerra
mundial, la instructoría canónica fue reiniciada por Pío XII, el 7
de diciembre de 1954. Con Pablo VI la causa experimentó importantes
avances: se completó la «positio», es decir, la recogida de las
actas del proceso canónico, el análisis de la vida del candidato a
la santidad, los interrogatorios de los testigos y las evaluaciones de
los historiadores y de los teólogos.
El decreto sobre el ejercicio heroico de las
virtudes teologales y cardinales fue promulgado por la Congregación
para las Causas de los Santos, el 6 de julio de 1985, y aprobado por
Juan Pablo II. Entre las virtudes del Pontífice, figuran el amor sin
reservas por la iglesia, la caridad y la gran estima por el sacerdocio
y los misioneros. El milagro atribuido a Pío IX, verificado por la
Consulta de médicos el 15 de enero de 1986, es la curación
inexplicable de una religiosa francesa.
Fuente: Zenit, ZS99122305
Pío IX defendió a los judíos
La campaña contra el Papa Pio IX (1792-1878),
alcanzó su colmo con la protesta del gobierno israelita que expresó
a la Santa Sede su más profundo descontento por la beatificación de
Pío IX ("Jerusalem Post", 3 de septiembre 2000). En relidad
como lo recordó Mons. Carlo Liberati, de la Congregación para las
Causas de los Santos, en dos entrevistas acordadas a los diarios
italianos "Corriere della Sera" y "Avvenire", Pío
IX fue "el promotor de la liberación de los judíos del ghetto.
Hizo suprimir las labores indignas y humillantes que estaban asignadas
a los judíos. Declaró que no eran 'extranjeros' y ordenó colocar
patrullas encargadas de protegerlos contra una rebelión popular que
explotó efectivamente contra esta emancipación del ghetto".
En lo que concierne al caso de Edgardo Mortara, el
niño judío que, a la edad de dos años en riesgo de morir fue
bautizado por una doméstica católica y fue luego educado por la
Iglesia contra el parecer de sus padres, Mons. Liberati declaró que
"lo que nadie nunca ha querido recordar, es que cuando Edgardo
Mortara llegó a la edad de la adolescencia, se le dejó libre de
regresar a su casa. Pasó un mes con sus padres pero en seguida decidió
quedarse en Roma y hacerse sacerdote. Una vez sacerdote se reconcilió
con sus padres. Edgardo Montara fue uno de los primeros testigos que
se pronunciaron a favor de la beatificación de Pío IX, haciendo una
declaración en el proceso canónico".
El Papa Pío IX permanece incorrupto.
El 4 de abril pasado en Roma, en la cripta de la basílica
de San Lorenzo al Verano, se desarrolló el reconocimiento del cuerpo
del venerable Pío IX que reposa desde el 13 de julio de 1881, tres años
después de su muerte acaecida el 7 de febrero de 1878, en el
Vaticano. En la ceremonia del acto de reconocimiento de los restos
mortales de Pío IX estaban presentes, entre otros, el Postulador de
la Causa de Beatificación, Mons. Bruneno Gherardini, S. Emin. el
cardenal Jorge Medina Estévez, Pref. de la Congregación para el
Culto Divino, el Obispo emérito de Senigallia, Mons. Odo Fusi Pecci,
representantes de la Curia Romana, sacerdotes y religiosas venidos
inclusive del extranjero.
"Pío IX - escribió Mons. Carlo Liberati -
conservado casi perfectamente desde el último reconocimiento, hecho
bajo Pío XII, del 25 de octubre al 24 de noviembre de 1956, apareció
en toda la serenidad de su humanidad tal como se recuerda en la
documentación fotográfica, en la iconografía tradicional y
establecida por la descripción hecha de los textos en las actas de
procedimiento. Si es permitido referirnos a los análisis de autores y
agiógrafos modernos de gran valor, como el inolvidable Piero
Bargellini y el P. Domenico Mondrone s.j., hechas para educar e
invitar a la santidad, podremos definirlo como un hombre dotado de una
gran humanidad y de una impresionante dignidad, hecha aún más
significativa por la serenidad del rostro intacto en la majestad
silenciosa de la muerte" (Mons. Carlo Liberati, La ricognizione
dei resti mortali del venerabile Papa Pio IX en "L'Ossevatore
Romano", 9 de abril 2000, p. 4).