Beato Miguel Rúa
† 1910
San Juan Bosco, en 1852,
se encontró en la calle con unos jóvenes
que le pedían alguna medalla. A cada uno le obsequió su medalla, menos
a uno pálido y delgaducho, de noble mirada, al cual el santo
le dijo: "A ti sólo te doy esto", al mismo
tiempo el santo hacía un gesto con su mano
derecha como si partiera su propio brazo izquierdo en la mitad.
El joven no entendió ni se atrevió a preguntar,
pero 30 años más tarde, le preguntará a Don Bosco: "¿Qué me quiso
decir en mi niñez cuando me ofreció regalarme la mitad de su brazo?",
y el santo le responderá: "Te quise decir que los dos obraríamos
siempre ayudándonos el uno al otro y que tú serías mi mejor
colaborador". San Juan Bosco una vez mas probó ser un
gran profeta pues así fue en verdad.
Miguel Rúa nació en Turín (Italia) de una modesta familia. Hizo sus
estudios de primaria con los Hermanos Cristianos que lo apreciaron
mucho porque era sin duda el alumno de mejor conducta que tenían en su
escuela. Y resultó que al Instituto de
los Hermanos iba San Juan Bosco a confesar y los alumnos se
encariñaron de tal manera con este amable santo que ya no aceptaban
confesarse con ningún sacerdote que no fuera él. Rúa fue uno de los
que se dejaron ganar totalmente por la impresionante simpatía y
santidad del gran apóstol.
Al quedar huérfano de padre, empezó a frecuentar el Oratorio de Don
Bosco, donde los muchachos pobres de la ciudad iban a pasar alegre y
santamente los días festivos. Allí oyó un día que el santo le
preguntaba: "Miguelín: ¿nunca has deseado ser sacerdote?". Al
jovencito le brillaron los ojos de emoción y le respondió: "Si, lo he
deseado mucho, pero no tengo cómo hacer los estudios".
"Pues te vienes cada día a mi casa y yo te daré clases de latín", le
dijo Don Bosco. Y así empezó el joven sus clases de secundaria.
Más tarde Don Bosco lo envió a que recibiera clases de un excelente
profesor de la ciudad, y cuando le pidió informes acerca de su alumno,
el profesor respondió: "Es el mejor de la clase en todo: en
aplicación, en conducta y en buenos modales".
San Juan Bosco deseaba mucho fundar una comunidad religiosa para
educar a los jóvenes, y se propuso formar a sus futuros religiosos de
entre sus propios alumnos. Al primero que
eligió para ello fue al joven Rúa. Le impuso la sotana y se interesó
porque fuera haciendo sus estudios lo más completamente posible.
En 1856 Don Bosco hizo una votación entre los centenares de alumnos de
su Oratoria de Turín (en el cual había muchos internos). Las preguntas
eran estas: 1ª. ¿Cuál es el más santo y piadoso de los oratorianos?
2ª. ¿Cuál es el más simpático y buen compañero de todo el Oratorio? La
segunda pregunta la ganó
Santo Domingo
Savio. La primera la ganó por amplia
votación el joven Rúa. La votación de aquellos jóvenes
resultó ser muy acertada pues ambos llegaron a ser formalmente
reconocidos por la Iglesia por su santidad.
Rúa fue el primer alumno de Don Bosco que,
ordenado de sacerdote, se quedó a colaborarle
en su obra. Fue también el primer director de colegio salesiano y el
hombre de confianza que acompañó durante 37 años al gran apóstol en
todas sus empresas apostólicas. En él depositaba San Juan Bosco toda
su confianza y era en todo como su mano derecha.
Del beato Miguel Rúa hizo San Juan Bosco el siguiente
elogio: "Si Dios me dijera: hágame la lista de las mejores
cualidades que desea para sus religiosos, yo no sé qué cualidades me
atrevería a decir, que ya no las tenga el Padre Miguel Rúa".
Cuando el Padre Rúa fue nombrado para ser director del primer colegio
salesiano que se fundaba fuera de Turín, le pidió a su maestro Don
Bosco que le trazara un plan de comportamiento, y el santo le escribió
lo siguiente: "Ante todo trate de hacerse querer, más que de hacerse
temer. Recuerde lo que decía San
Vicente de
Paúl: ‘Yo tenía un carácter demasiado serio y un temperamento
amargo, y me di cuenta de que si no hay amabilidad, se hace más mal
que bien en el apostolado. Y me propuse adquirir un modo de ser amable
y bondadoso’. Este sea su plan de comportamiento". Miguel Rúa conservó
toda su vida estos consejos y llegó a practicarlos de manera
admirable.
San Juan Bosco decía al final de su vida: "Si el Padre Rúa quisiera
hacer milagros, los haría, porque tiene la virtud suficiente para
conseguirlos". El era humilde y no hablaba de sus
logros. Pero un día, ya ancianito, le preguntaron los
religiosos jóvenes: "Padre, ¿nunca le ha sucedido algún hecho
extraordinario?". Y él, por bromear, les dijo: "Sí, un día me dijeron:
ya que está reemplazando a Don Bosco que era tan milagroso, por favor
coloque sus manos sobre una enferma que está moribunda. Yo lo hice, y
tan pronto como le coloqué las manos sobre la cabeza, en ese mismo
instante... ¡la pobre mujer se murió!".
Cuando San Juan Bosco era ya muy ancianito, el Santo Padre León XIII
le dijo: "Dígame cuál es su sacerdote de mayor reemplazo". El santo le
dijo que era Miguel Rúa y este recibió el encargo Pontificio de
reemplazar a Don Bosco cuando muriera. Y así lo hizo en 1888 al morir
el santo. Quedó Rúa elegido como Superior General de los salesianos y
en los 22 años que dirigió la Congregación Salesiana, esta multiplicó
por cinco el número de sus religiosos y abrió casas y obras sociales
en gran cantidad de países.
Los salesianos decían: "Si alguna vez se perdiera nuestra Regla o
nuestros Reglamentos, bastaría observar cómo se porta el Padre Rúa,
para saber ya qué es lo que los demás debemos hacer". Su exactitud era
admirable. Siempre amable y bondadoso, comprensivo con todos y lleno
de paciencia, pero exactísimo en el cumplimiento de todos sus deberes.
Cuando Rúa tenía apenas unos 25 años, un día se enfermó muy gravemente
y mandó llamar a San Juan Bosco para que le impusiera los santos óleos
y le llevaran el viático. El santo respondió: "Miguel no se muere
ahora, ni aunque lo lances de un quinto piso". Y después explicó el
por qué decía esto. Es que en sueños había visto que todavía en el año
1906 (40 años después) estaría Miguel Rúa extendiendo la comunidad
salesiana por muchos países del mundo. Y a él personalmente le dijo
después: "Miguel: cuando ya seas muy anciano y al llegar a una casa
alguien te diga: ‘Ay padre, ¿por qué se ha envejecido tan
exageradamete?’, prepárate porque ya habrá llegado la hora de partir
para la eternidad". Y así sucedió. Al principio del año 1910, el Padre
Rúa fue a Sicilia a visitar un colegio salesiano y un antiguo
discípulo suyo, al verlo le dijo: "Ay padre, ¿por qué se ha envejecido
tan exageradamente?". El santo sacerdote palideció y se preparó
para bien morir.
El 6 de abril de 1910, después de exclamar:
"Salvar el alma, eso es lo más importante", expiró santamente. Había
dedicado su vida con todo su
corazón a comunicar el amor de Dios según el
carisma que recibió de San Juan Bosco.