Santos y
teología del corazón - San Maximiliano Kolbe |
EL CALVARIO DE LA GUERRA
En septiembre de 1939 estalla la Segunda Guerra mundial. Sangre,
muerte, destrucción, crueldad, odio, bestialidad e infamia sin fin. Los
nazis, llenos de soberbia, invaden Polonia. En pocas semanas, el
ejercito y toda la nación polaca sufren la humillación de la derrota.
Quedan completamente subyugados.
Pocos días después, llega la Wermach, o ejercito de ocupación, que
sin miramiento alguno comete todo tipo de tropelía, saqueos y
vandalismos en la ciudad mariana: destrozan imágenes, encienden fogatas
con ornamentos sagrados, retiran y se llevan una buena parte de la
maquinaria tipográfica. El P. Kolbe, el fundador, esta presente ante
esos destrozos sacrílegos. No se deja dominar por el odio ni grita
venganza. Solo reza, llora y consuela... Pese al clima de odio al
enemigo, el perdona como Cristo en la Cruz; el ama a todos: "¡Animo
muchachos, la Inmaculada nos lo dio. La Inmaculada nos lo quito. Ella
bien sabe como están las cosas!".
El 19 de septiembre se presento en Niepokalanow la Wermacht alemana
con gritos: "Todos fuera!.. ¡Todos en marcha!.. Todos los frailes
fueron acorralados en el patio, encolumnados y cargados en camiones
rumbo al occidente. Pasaron de un campo de concentración a otro: de
Lamsdorf a Amtitz, de aquí a Ostrzeszow. Aun no se había llegado a los
horrores posteriores de los campos de concentración; sin embargo, no
faltaban los sufrimientos. Había de sobra dolor para poner a prueba
hasta a los mas fuertes: abusos, prepotencia, desprecio, violencia,
repugnante suciedad, hambre, frío, promiscuidad, piojos. Pese a todo,
había algo de libertad que permitía a los frailes tener vida común,
instalar una imagen en la repisa de un galpón, rezar y cantar juntos,
hacer su retiro espiritual.
El 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada, luego de tres meses de
encierro, fueron inexplicablemente liberados. Era un regalo de la
Virgen. Pero triste espectáculo les brindo Niepokalanow al regresar.
Primeramente, los bombardeos y los saqueos habían destrozado la mística
ciudad. Ahora, todo se hallaba ocupado por los deportados y desbandados.
Sin embargo, no hubo desmayo, sino que en seguida se organizo la vida
religiosa con tandas continuadas de Adoración ante el Santísimo.
De inmediato, la numerosa comunidad tuvo que enfrentar no tanto los
problemas culturales de las revistas y ediciones, cuanto los mas
prosaicos y graves de la subsistencia: comida, ropa, remedios, Para
resolverlos, como también para salir al encuentro de las necesidades
del pueblo de los alrededores, se abrieron talleres de herrería,
carpintería, mecánica, servicios automovilísticos, y también una
lechería. Ocasionalmente tuvieron que prestar servicios también a las
autoridades de ocupación. Niepokalanow brindo su asistencia a varios
miles de pobres desheredados, entre los cuales había un millar de judíos,
marcados por los nazis con una estrella amarilla sobre el pecho.
El P. Maximiliano había impartido a sus frailes estas pautas de
conducta: la caridad ha de estar abierta a todos sin discriminación;
sus únicos limites han de ser los de las posibilidades, que, gracias a
su gran espíritu de sacrificio, llegaban a los extremos de la misma
generosidad.
El P. Kolbe se las arregló para enviar mensajes a los hermanos
dispersos: "Trabajemos en la acción misionera. Conquistemos
para la Inmaculada otros corazones. Recemos mucho por la venida del
reino. Ofrezcámosle nuestros sufrimientos. Nuestra consigna sea ésta:
que la Inmaculada esté contenta de nosotros. Vivamos de amor.
Comuniquemos a los otros fuego de amor"
La Navidad de 1939 es Navidad de guerra: nuevos aprestos bélicos en
el frente ruso, carecen los alimentos y la calefacción, aumenta el
miedo, las persecuciones y arrestos... ¿Quien se acuerda de celebrar
Navidad? -El P. Maximiliano. Organiza una fiestecita infantil para los
muchos niños alojados en Niepokalanow: teatrillo, cantos, modestas
golosinas, para devolver a los niños un poco de alegría y hacer
brillar de nostalgia los ojos de las madres.
PRESIDIO
El P. Kolbe esta en la lista negra de la Policía Secreta. ¿Por que?
El Padre Kolbe es el superior de Niepokalanow, cuyas actividades
marianas tienen tanta influencia en toda Polonia. Los nazis quieren
destruir esa influencia y a la vez quieren vengarse de que de esos
talleres salía "El Pequeño Diario" cuya predica patriota y
católica tanto los había enfurecido. Peor mas aun, el P. Kolbe por su
sacerdocio, cultura y posición era dirigente notable. En el programa de
ocupación estaba previsto el exterminio de los intelectuales y
dirigentes. Además, en Niepokalanow se brindaba asilo a los judíos. A
los ojos antisemitas de los nazis, eso era un delito que merecía el
castigo de los campos de concentración.
El P. Maximiliano presentía que vendrían para apresarlo pero seguía
firme en compromisos. Estaba convencido de que su vida estaba en manos
de Dios y que la Inmaculada velaba por todos. Seguía trabajando por la
difusión de sus ideales marianos. Deseaba reeditar "El Caballero
de la Inmaculada" para llevar autentica esperanza y paz a ciento de
miles de hogares en tiempo de tanto dolor y confusión. Finalmente, en diciembre
del 1940, luego de infinitas gestiones con los ocupantes invasores, pudo
editar el ultimo numero, en el cual brillaba la belleza del amor
mariano.
Un día de
febrero del 1941 por la mañana dos autos negros de
la Gestapo se paran ante Niepokalanow. Los policías piden hablar con el
P. Kolbe, quien al saber su llegada contesta con temblor al hermano
portero: "¡Bien, bien, hijo mío!¡María!". Reúnen a todos
los frailes en el patio, mientras tanto ellos inspeccionan bruscamente
todo el convento. Hacia mediodía, el Padre Maximiliano y otros cinco
padres son obligados a introducirse en los autos. Parten para un viaje
sin retorno. El P. Maximiliano inicia su vía crucis sereno y tranquilo,
como siempre. Dejó su querida Niepokalanow, su predilecta ciudad
mariana, para no volver mas.
Para todo polaco, el "Pawiak" es el nombre de la terrible cárcel
de Varsovia, que "hace helar la sangre". Ahí ingreso el 17 de
febrero de 1941 el P. Maximiliano Kolbe.
AUSCHWITZ
El
campo de concentración de Auschwitz es llamado por los polacos:
"campo de la muerte", porque en sus campos, bloques y sótanos,
han perecido miserable y trágicamente, mas de cinco millones de
personas. Levantado sobre los escombros de unos cuarteles y granjas,
esta situado en la Polonia meridional, en una zona pantanosa, insalubre,
para que no hubiese testigos indiscretos de esa fabrica de muerte.
Rodeado por altas alambradas electrizadas y de torres de control. Allí
toda crueldad e infamia, toda bestialidad y aberración, toda atrocidad
y todos los horrores se habían dado cita para transformarlo en un
verdadero infierno. Continuas muertes por enfermedades y por inanición,
frío, fatigas agotadoras, escorbuto, disentería, traumas e
infecciones. El pelotón de fusilamiento acribillaba a docenas a la vez
contra un paredón forrado de caucho, para atenuar el ruido del disparo.
En la plaza de armas cinco personas subían a la banqueta. El verdugo
les colocaba el lazo al cuello. Con una patada a la banqueta quedaban
las víctimas suspendidas. Auschwitz se había hecho famoso por la
instalación de la primera cámara de gas. Lo que mas se temía no eran
las balas, ni las horcas, ni las cámaras de gas, sino los sótanos de
la muerte, o "Bunker", de la lenta agonía, del martirio
enloquecedor del hambre y de la sed.
En Auschwitz murieron millones de católicos y también, como es
sabido, millones de judíos. El objetivo mas profundo de Hitler en sus
masacres es poco conocido. El hecho es que el odiaba la revelación
divina confiada a Israel y también a Jesucristo, particularmente a la
Iglesia Católica.
Entra en Auschwitz el P. Maximiliano la tarde del 28 de mayo de
1941 con un transporte de otros 320 presos. Sobre el portón de
entrada había un letrero en alemán: "El trabajo libera". Era
una mentira mas. En realidad, al entrar los prisioneros, se les decía
que los judíos tenían el derecho de vivir dos semanas y los sacerdotes
católicos un mes.
Apenas llegan agotados, se pasa lista. Cada preso ha de pasar debajo
de una doble fila de sayones, los que armados de látigos y bastones, se
divierten sádicamente, golpeándolos o haciéndoles zancadillas, que
obligan los presos a saltos, manotazos, morisquetas y terribles
crispaciones. Todo esto provocaba en los verdugos burlas y risotadas.
Maximilano siempre iba al final de la línea de la enfermería a
pesar de la severa tuberculosis que padecía.
La mañana del 29 de mayo despertó a los 320 con un deshumanizante
programa. Desnudados, fueron sometidos a una ducha colectiva de
violentos chorros de agua fría. Después golpeados y escarnecidos
obscenamente por sus desnudeces, fueron revestidos de raídas casacas,
muchas de ellas aun manchadas de sangre. Cada casaca lleva un numero.
Desde ahora en adelante, cada preso no será mas que un numero. El del
Padre Maximiliano María Kolbe era el 16670.
Mas tarde, todo el grupo salió a la plaza de armas, para la asignación
a las brigadas de trabajo o bloques. El P. Kolbe en seguida fue ocupado
como peón en el acarreo de cantos rodados y arena para la construcción
de un muro alrededor del horno crematorio. El P. Kolbe consolaba a sus
compañeros y decía " todo lo que sufrimos, es por la
Inmaculada".
Un día, después de una tremenda paliza dada por el cabo que estaba
a cargo, y que lo había dejado mas muerto que vivo, el P. Kolbe fue
internado en el hospital, atacado de neumonía, con fiebre altísima y
con el rostro estriado de moretones. "Con su conducta ante el
sufrimiento, asombraba a médicos y enfermeros. Soportaba el dolor
virilmente y con completa resignación a la voluntad de Dios, solía
repetir: "Por Jesús soy capaz de padecer aun mas. La Inmaculada
esta conmigo y me ayuda".
EL MARTIRIO FINAL
Bloque 14, bunker de la muerte, donde mataron a S. Maximiliano |
El bloque 14 había salido para la cosecha de unas parcelas de trigo.
Aprovechando algún descuido de los guardias, un preso se fugó. Por la
tarde, al pasar lista, se descubrió el hecho. El terror congeló los
corazones de aquellos hombres. Todos sabían la terrible amenaza del
jefe: "Por cada evadido, 10 de sus compañeros de trabajo,
escogidos al azar, serian condenados a morir de hambre en el bunker o sótano
de la muerte.
A todos aterrorizaba el lento martirio del cuerpo, la tortura del
hambre, la agonía de la sed. Al día siguiente, los otros bloques
siguen sus faenas diarias. Los del bloque 14 han de quedar en posición
de atención en la explanada bajo el sol calcinante de verano, sin comer
ni beber. Tres horas pasan como la eternidad. El P. Maximiliano, el de
los pulmones agujereados por la tisis, el que acaba de salir del
hospital, siempre débil y enfermizo, resiste de pie, no desmaya ni cae.
El solía repetir: "En la Inmaculada todo lo puedo". A las 21
horas se distribuyo la comida. Pero no para el bloque 14. Estos pobres
observaron como sus raciones eran tiradas de las ollas al desagüe. Al
romper filas todos van a catres sabiendo que al día siguiente diez de
entre ellos serian escogidos para el bunker de la muerte. Ya había
ocurrido en dos ocasiones.
Al día siguiente, a las 18 horas, Fritsch, el comandante del campo,
se planta de brazos cruzados ante sus víctimas. Un silencio de tumba
sobre la inmensa explanada, atestada de presos sucios y macilentos.
"El fugitivo no ha sido hallado... Diez de ustedes serán
condenados al bunker de la muerte... La próxima vez serán
veinte".
Con total desprecio a la vida humana, los condenados son escogidos al
azar. ¡Este!... ¡Aquel!... grita el comandante. El ayudante Palitsch
marca los números de los condenados en su agenda. Aterrorizado, cada
condenado sale de las filas, sabiendo que es el final.
¡Adiós, adiós , mi pobre esposa!.. ¡Adiós , mis hijitos, hijitos
huérfanos! dice sollozando el sargento Francisco Gajownieczek.
Las palabras del sargento sin duda tocan el corazón de muchos
presos, pero en el corazón del padre Kolbe hacen mas. Mientras los diez
condenados responden al grito: "¡Quítense los zapatos!",
porque deben ir descalzos al lugar del suplicio; de improviso ocurre lo
que nadie podía imaginarse.
He aquí los testimonio de los que estaban presente:
"Después de la selección de los diez presos atestigua el Dr.
Niceto F. Wlodarski, el P. Maximiliano salió de las filas y quitándose
la gorra, se puso en actitud de ¡firme! ante el comandante. Este
sorprendido, dirigiéndose al Padre, dijo: "Que quiere este cerdo
polaco?". "El P. Maximiliano, apuntando la mano hacia F.
Gajownieczek, ya seleccionado para la muerte, contesto: "Soy
sacerdote católico polaco; soy anciano; quiero tomar su lugar, porque
el tiene esposa e hijos...".
"El comandante maravillado, pareció no hallar fuerza de hablar.
Después de un momento, con un gesto de la mano, pronunciando la palabra
¡Raus! ¡Fuera!..., ordeno a Gajowniczek que regresara a su fila. De
este modo, el P. Maximiliano María Kolbe tomo el lugar del
condenado".
"Parece increíble que el comandante Frisch haya borrado de la
lista al sargento, y haya aceptado el ofrecimiento del P.Kolbe, y que
mas bien no haya condenado a los dos al bunker de la muerte. Con un
monstruo como ese, todo era posible"
"Los diez pasaron ante nuestras filas", declara Fray
Ladislao Swies, palotino, "y entonces observe que el Padre Kolbe
seguía por ultimo, y sostenía a tientas a otro de los condenados, mas
débil que el, que no era capaz de caminar con sus propias
fuerzas".
A la Virgen dirige su oración: "Reina mía, Señora mía, has
mantenido tu palabra. ¡Es para esto que yo he nacido!".
"El sacrificio del P. Kolbe, mientras provocó la consternación
entre las autoridades del campo, provocó la admiración y el respeto de
los presos", (Sobolewski). "En el campo casi no se notaban
manifestaciones de amor al prójimo. Un preso rehusaba a otro un
mendrugo de pan. En cambio, el había dado su vida por un
desconocido" (Dr. Stemler)
El sol se estaba hundiendo en el horizonte detrás de las tétricas
alambradas. El cielo estaba tomando los colores rojos de los mártires.
"Fue una magnifica puesta del sol, una puesta nunca vista",
relatan los pocos supervivientes de esa tarde de fines de julio de 1941.
Entre el odio brilló mas fuerte el amor que la Virgen nos
concede. "No hay amor mas grande que dar la vida por un
amigo" (San Jn 15:13) .
Los diez condenados al hambre y la sed bajan al sótano de la muerte
del que solo salen cadáveres directamente al crematorio.
Bruno Borgowiec, un polaco encargado de retirar los cadáveres, dio
su testimonio: "Después de haber ordenado a los pobres presos que
se desnudaran completamente, los empujaron en una celda. En otras celdas
vecinas ya se hallaban otros veinte de anteriores procesos. Cerrando la
puerta, los guardias sarcásticamente decían: "Ahí se van a secar
como cascaras". Desde ese día los infelices no tuvieron ni
alimentos ni bebidas"
"Diariamente, los guardias inspeccionaban y ordenaban retirar
los cadáveres de las celdas. Durante estas visitas estuve siempre
presente, porque debía escribir los nombres-números de los muertos, o
traducir del polaco al alemán las conversaciones y los pedidos de los
presos.
"Desde las celdas donde estaban los infelices, se oían
diariamente las oraciones recitadas en voz alta, el rosario y los cantos
religiosos, a los que se asociaban los presos de las otras celdas. En
los momentos de ausencia de los guardias yo bajaba al sótano para
conversas y consolar a los compañeros. Loas fervorosas oraciones y
cantos a la Virgen se difundían por todo el sótano. Me parecía estar
en una iglesia. Comenzaba el P. Maximiliano y todos los otros respondían.
A veces estaban tan sumergidos en las oraciones, que no se daban cuenta
de la llegada de los guardias para la acostumbrada visita. Sólo a los
gritos de estos, las voces se apagaban.
"Al abrir las celdas, los pobres infelices, llorando a lágrima
viva, imploraban un trozo de pan y agua, pero les era negado. Si alguno
de entre los más fuertes se acercaba a la puerta, en seguida recibía
de los guardias patadas al vientre, tanto que cayendo atrás sobre el
cemento, moría en el acto o era fusilado.
"Del martirio que han debido padecer los pobres condenados a una
muerte tan atroz, da testimonio el hecho de que los cubos estaban
siempre vacíos y secos. De lo cual hay que concluir que los
desgraciados, a causa de la sed, tomaban la propia orina".
"El P. Maximiliano se comportaba heroicamente. Nada pedía y de
nada se quejaba. Daba animo a los demás. Persuadía a los presos a
esperar de que el fugitivo sería hallado y ellos serían liberados.
"Por su debilidad recitaba las oraciones en voz baja. Durante
toda visita, cuando ya casi todos estaban echados sobre el pavimento, se
veía al P. Maximiliano de pie o de rodillas en el centro, mirando con
ojos serenos a los llegados. Los guardias conocían su sacrificio, sabían
también que todos los que estaban con el morían inocentemente. Por
esto, manifestando respeto por el P. Kolbe, decían entre si: "Este
sacerdote es todo un caballero. ¡Hasta ahora no hemos visto nada
semejante!".
Así pasaron dos semanas, mientras tanto los presos morían uno tras
otro. Al termino de la tercera semana, solo quedaban cuatro, el P. Kolbe
entre ellos.
A las autoridades pareció que las cosas se alargaban demasiado. La
celda era necesaria para otras víctimas. "Por esto, un día, el 14
de agosto, condujeron al director de la sala de enfermos, el criminal
Boch, el cual propino a cada uno una inyección endovenosa de ácido fénico.
El P. Kolbe, con la plegaria en los labios, el mismo ofreció el brazo
al verdugo.
"Partidos los guardias con el verdugo, volví a la celda donde
encontré al P. Kolbe sentado", narra Borgowiec, "recostado en
la pared, con los ojos abiertos y concentrados en un punto y la cabeza
reclinada hacia la izquierda (era su posición habitual). Su cuerpo
limpio y luminoso. Su rostro lucia sereno y bello, radiante, mientras
los demás muertos estaban tendidos sobre el pavimento, sucios y con los
signos de la agonía en el rostro.
"En el campo por meses se recordó el heroico acto del
sacerdote. Durante cada ejecución se recordaba el nombre de Maximiliano
Kolbe.
"La impresión del hecho se me grabó eternamente en la
memoria".
La Inmaculada se lo llevó la víspera de su gran fiesta: La Asunción.
Moría un santo sacerdote en Auschwitz, mártir por Dios, de la Virgen y
por un padre de familia. El padre Kolbe venció al mal con el poder del
amor. Murió tranquilo, rezando hasta el último momento. Según el
certificado de defunción del campo, P. Maximiliano María Kolbe falleció
a las 12:50 del 14 de agosto de 1941. Tenia 47 años."
El día siguiente, 15 de agosto, el cadáver del P. Kolbe
fue llevado al horno crematorio. Cinco meses antes en la misma mañana
del arresto, el P. Maximiliano María Kolbe así escribía en su agenda
personal (02-17-1941):
"La Inmaculada, que había sido todo el poema de su vida, la luz
de su inteligencia y de su genio, el latido de su corazón, la llama de
su apostolado, el éxtasis de su plegaria, su inspiradora y guía, su
fortaleza y su sonrisa, la Reina de sus "ciudades" y la Dama
de sus caballeros, en breve la vida de su vida; Ella quiso, arrebatárselo
en luz de gloria entre los ángeles que festejaban su supremo
triunfo".
Cumplió su deseo máximo: "Concédeme alabarte, Virgen Santa,
concédeme alabarte con mi sacrificio. Concédeme por ti, solo por ti,
vivir, trabajar, sufrir, gastarme, morir..."
San Maximiliano se encontró en medio de un gran choque espiritual en
la batalla que se libra en el mundo entre la Inmaculada Virgen María y
Satanás. El supo dar la talla y vencer con las armas del amor. Como
respuesta a la brutalidad del trato de los guardias de la prisión, San.
Maximiliano era siempre obediente, manso y lleno de perdón. Aconsejaba
a todos sus compañeros de prisión a confiar en la Inmaculada: "¡Perdonen!",
"Amen a sus enemigos y oren por los que os persiguen". . Es
una batalla que ahora, con su ejemplo e intercesión debemos nosotros
luchar.
El 17 de Octubre de 1971, luego de dos milagros obtenidos gracias a
su intercesión, el Padre Maximiliano Kolbe fue beatificado por el Papa
Paulo VI. En su mensaje el Papa proclamó: "Maximiliano Kolbe ha
sido un apóstol del culto a la Virgen, contemplada en su primer,
originario y privilegiado esplendor, el de su propia definición en
Lourdes: "LA INMACULADA CONCEPCION. Resulta imposible separar el
nombre, la actividad, la misión del Beato Kolbe, del nombre de María
Inmaculada....Ningún titubeo estorbe nuestra admiración, nuestra
adhesión a esa consigna que el Beato nos deja en herencia"
Un compatriota suyo, el Papa Juan Pablo II lo canonizó en 1982: Mártir
de la caridad. El mismo Papa sufrió mucho en la misma guerra y Dios lo
libró de la muerte para que pueda ser testigo de la victoria de la
Inmaculada en San Maximiliano Kolbe.
San Maximiliano es uno de los patrones de nuestra
comunidad:
-
Las Siervas de los Corazones
Traspasados de Jesús y de María.
(
www.corazones.org
) Su testimonio heróico de amor radical a Jesucristo, a la Virgen
María, a la Iglesia y a cada persona están siempre ante nosotros.
Numerosos otros institutos y organizaciones han sido
fundados por el o lo tienen como patrón:
-
Los Frailes Franciscanos de la Inmaculada
-
Las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada
-
La Academia de la Inmaculada
-
El movimiento "Misión de la Inmaculada
Mediatrix" y otros.
En inglés:
HOMILY FOR THE BEATIFICATION OF ST. MAXIMILIAN MARY
KOLBE
His Holiness Pope Paul VI
The following was the homily given by His
Holiness Pope Paul VI on the occasion of the beatification of the
Servant of God, Fr. Maximilian Mary Kolbe on October 17, 1971
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Maximilian Kolbe-Blessed! What does this mean? It
means that the Church recognizes in him an exceptional figure, a man in
whom God's grace and the soul have so interacted as to produce a
stupendous life. Anyone who observes it closely discovers this symbiosis
of a dual operating principle, the divine and the human. One is
mysterious, the other can be experienced; One is transcendent but
interior, the other natural but complex, and expanded to the point of
reaching that extraordinary image of moral and spiritual greatness that
we call holiness; that is, perfection reached on the religious parameter,
which as we know, soars towards the infinite heights of the Absolute. 'Blessed,'
therefore, means worthy of that veneration permitted by the Church in
certain places and among certain groups, a veneration that implies
admiration of the one who is their object because of some unusual and
magnificent reflection of the Sanctifying Spirit in him. It means 'saved
and glorious.' It means 'citizen of heaven' with all the peculiar signs
of a citizen of earth; it means 'brother and friend' whom we know is
still ours, more so than ever, in fact, because he is identified as an
active member of the Communion of Saints, which is the Mystical Body of
Christ, the Church, living both in time and in eternity. It means,
therefore, 'advocate and protector' in the kingdom of love, together
with Christ "who is always able to save those who approach God
through him, since he forever lives to make intercession for them"
(Heb. 7,25: cf.Rom. 8,34). Finally, it means 'exemplary specimen'-a type
of man to whom we can conform our way of life, since he, the Blessed, is
recognized as having the apostle Paul's privilege of being able to say
to the Christian people "I beg you then, be imitators of me" (I
Cor. 4, 16).
Life of Fr. Maximilian Kolbe
This is what we can think of Maximilian Kolbe, the
new Blessed, from today onwards. But who is Maximilian Kolbe? We know
him well! He is so close to our generation and so imbued with the actual
life and experiences of our times that everything is known about him.
Rarely does a beatification process deal with such a wealth of documents.
Just for the sake of our modern passion for historical truth, we include
almost as an epigraph, the biographical sketch of Father Kolbe written
by one of the most assiduous of the scholars devoted to him.
Fr. Maximilian Kolbe was born in Zdunska Wola near
Lodz on January 8, 1894. In 1907 he entered the Seminary of the
Franciscan Conventuals. He was sent to Rome to continue his
ecclesiastical studies at the Pontifical Gregorian University and the
Seraphicum of his Order. When still a student, he founded a movement,
the Militia Immaculatae. Ordained a priest on April 28,1918, he returned
to Poland and began his Marian apostolate, particularly with the monthly
publication Rycerz Niepokalanej (The Knight of the Immaculata), which
reached a press run of one million copies in 1938. In 1927 he founded
Niepokalanow (City of the Immaculata), a center of religious life and of
various forms of apostolate. In 1930 he left for Japan where he founded
another similar institution. Returning to Poland permanently, he
dedicated himself wholly to his work with various religious publications.
The Second World War found him at the head of the most imposing
publishing complex in Poland. On September 19, 1939 he was arrested by
the Gestapo, who deported him to Lamsdorf, Germany, then temporarily to
the concentration camp at Amtitz. Released on December 8, 1939, he
returned to Niepokalanow, resuming his interrupted activity. Arrested
again in 1941, he was put into Pawiak Prison in Warsaw, and then
deported to the concentration camp at Oswiecim (Auschwitz). Having
offered his life for an unknown man condemned to death, as a reprisal
for the escape of a prisoner from their block, he was sentenced to a
starvation bunker. He prepared his co-victims for death, and on August
14, 1941, on the eve of the Feast of the Assumption, he was finished off
with an injection of phenol. His body was cremated.
But in a ceremony such as this, the biographical
data, in a way, dissolve in the dazzling splendor of the principle lines
of the many faceted figure of the new Blessed. Let us fix gaze for a
moment on these lines which characterize him and entrust him to our
memories.
Secret of Kolbe's Sanctity--Love and Devotion to Mary
Maximilian Kolbe was an apostle of the formal
religious veneration of the Blessed Virgin, seen in her first, original
privileged splendor, as she defined herself at Lourdes: the Immaculate
Conception. It is impossible to separate the name, the activity and the
mission of Blessed Kolbe from that of Mary Immaculate. It was he who
instituted the Militia Mariae Immaculatae here in Rome, even before he
was ordained a priest, on October 16, 1917. We can commemorate its
anniversary today.
It is well known how the humble and meek Franciscan
with incredible audacity and extraordinary organizational genius
developed the initiative and spread devotion to the Mother of Christ,
contemplated as "clothed with the sun" (cf. Rev. 12, 1). This
devotion was the focal point of his spirituality, his apostolate and his
theology.
Let no hesitation restrain our admiration and
commitment to all that our new Blessed had left us as a heritage and an
example, as if we too were distrustful of such and exaltation of Mary in
view of two other theological movements, the Christological and
ecclesiological, which seem to compete today with the Mariological. On
the contrary, there is no competition, for in Father Kolbe's Mariology,
Christ holds not only the first place but the only necessary and
sufficient place in the economy of salvation. His love of the Church and
its salvational mission was never forgotten either in his doctrinal
outlook or in his apostolic aim. On the contrary, it is precisely from
our Lady's complementary, subordinate role in regard to Christ's
universal, saving design for man that she derives all of her
prerogatives and greatness.
How well we know it! And Kolbe, in accord with the
whole of Catholic doctrine, the whole liturgy and the entire theology of
the interior life, sees Mary included in God's plan of salvation as the
"term fixed by eternal counsel," as the woman filled with
grace, as the Seat of Wisdom, as the woman destined from eternity to be
the Mother of Christ, as the Queen of the Messianic Kingdom, and at the
same time as the Handmaid of the Lord, chosen to participate in the
Redemptive Act as Mother of the God-Man, our Saviour. "Mary is the
one through whose intercession men reach Jesus and the one through whom
Jesus reaches men" (L. Bouver: Le trone de la Sagesse; p. 69).
Therefore our Blessed is not to be reproved, nor the
Church with him, because of their enthusiam for the formal religious
veneration of the Mother of God. This veneration with its rites and
practices will never fully achieve the level it merits, nor the benefits
it can bring precisely because of the mystery that unites her to Christ,
and which finds fascinating documentation in the New Testament. The
result will never be a "Mariolatry," just as the seen will
never be darkened by the moon; nor will the mission of salvation
specifically entrusted to the ministry of the Church ever be distorted
if the latter honors in Mary an exceptional Daughter and a Spiritual
Mother. The characteristic aspect, if you like, and the original quality
of Blessed Kolbe's devotion, of his "hyperdulia" to Mary, is
the importance he attributes to it with regard to the present needs of
the Church, the efficacy of her prophecy about the glory of the Lord and
the vindication of the humble, the power of her intercession, the
splendor of her exemplariness, the presence of her maternal charity. The
Council confirmed us in these certainties, and now from heaven Father
Kolbe is teaching us and helping us to meditate upon them and live them.
This Marian profile of our new Blessed places him among the great saints
and seers who have understood, venerated and sung the mystery of Mary.
The Heroic Death of Fr. Maximilian
Next let us consider the tragic and sublime
conclusion of Maximilian Kolbe's innocent and apostolic life. It is
mainly to this that we owe the glorification of the meek humble, hard-working
religious, exemplary follower of St. Francis and knight in love with
Mary Immaculate that the Church celebrates today. The circumstances of
his departure from this life are so horrible and harrowing that we would
prefer not to speak of them, and never to contemplate them again, in
order not to see the depths of inhuman degradation to which the abuse of
power can lead, an abuse which seeks to make a pedestal of grandeur and
glory from the impassive cruelty it inflicts upon helpless beings that
it has degraded to the rank of slaves and doomed to extermination. There
were millions of these victims sacrificed to the pride of force and the
madness of racism. Nevertheless it is necessary to scan this dark
picture again in order to pick out, here and there, the gleams of
surviving humanity. Alas, history cannot forget these frightful and
tragic pages. And so it cannot but fix its horrified gaze on the
luminous points that reveal, but at the same time overcome, their
inconceivable darkness.
One of these points, perhaps the one glowing most
brightly, is the calm, drained figure of Maximilian Kolbe. A serene hero,
always pious and sustained by a paradoxical, yet reasonable confidence.
His name will remain among the great; it will reveal what reserves of
moral values lay among those unhappy masses, petrified by horror and
despair.
Over this immense vestibule of death hovers a divine
and imperishable word of life, that of Jesus revealing the secret of
innocent suffering: to be the expiation, the victim, the burnt sacrifice
and, above all, to be love for others. "There is no greater love
than this; to lay down one's life for one's friends" (Jn. 15:13).
Jesus was speaking of himself in the imminence of his sacrifice for the
salvation of men. Men are all friends of Jesus, if they at least listen
to his words. Father Kolbe fulfilled his maxim of redeeming love in the
fatal concentration camp of Oswiecim. And this by a double title.
Kolbe--Perfect Exemplar of Priesthood
Who among us does not recall the incomparable episode?
"I am a Catholic priest," he said, offering his own life unto
death-and what a death!-to save the life of an unknown companion
sentenced to the starvation bunker in blind reprisal. What a magnificent
moment! His offer was accepted. It came from a heart trained to give
itself. It was as natural and spontaneous as if it were a logical
consequence of his priesthood. Is not a priest a "second Christ?"
Was not Christ the Priest, the redeeming victim of mankind? What a glory
it is for us priests, and what a lesson, to find in Blessed Maximilian
such a splendid exemplification of our consecration and of our mission!
What a warning he addresses to us in this hour of uncertainty, when at
times human nature would like to assert its rights to the detriment of
our supernatural vication to follow Christ through the total gift of
ourselves to him! What a consolation it must be for that close-knit,
faithful legion, so beloved and noble, of good priests and religious who,
filled with the legitimate and praiseworthy desire to transcend personal
mediocrity and social frustration, understand their mission just as he
did. "I am a Catholic priest, and for this reason I offer my life
to save those of others." Such would seem to be the commission
which the new Blessed leaves especially to us, ministers of God's Church,
and in some way to all in the Church who accept the Spirit.
The Apostle of Unity
And to this priestly title we can add another, one
which shows that Blessed Maximilian's sacrifice was motivated by a
friendship: he was a Pole. As a Pole he was condemned to that unhappy
concentration camp, and as a Pole he was willing to give up his life for
that of a fellow countryman, Francis Gajowniczeck. How many thoughts
come to our minds at the memory of this human, social and ethnical
aspect of the voluntary death of Maximilian Kolbe, a son of noble
Catholic Poland! This nation's historic destiny of suffering seems to
document, in this typical and heroic case, the centuries-old vocation of
the Polish people to find in its shard passion a single, united
conscience; a knightly mission for freedom achieved in the pride of the
spontaneous sacrifices of its sons and daughter, and their readiness to
give themselves for one another and to overcome their vivacity in
invincible concord; and indelible Catholic character which makes of it a
living and suffering member of the universal Church; a firm conviction
that the secret of its renascent prosperity lies in the miraculous but
tear-stained protection of the Blessed Virgin. These are the iridescent
rays of light issuing from the new Polish martyr: they show us the true
visage of his country and lead us to ask Blessed Maximilian, its
emblematic hero, for firmness in faith, ardor in charity, prosperity and
peace for all his people. The Church and the whole world will rejoice
over it together! Amen.
HOMILIA DE LA CANONIZACION POR S.S. JUAN PABLO
II
EN INGLES
HOMILY AT THE CANONIZATION OF ST. MAXIMILIAN MARY KOLBE
His Holiness Pope John Paul II
The following was the homily given by His Holiness
Pope John Paul II on the occasion of the canonization of the Blessed
Maximilian Mary Kolbe on October 10, 1982
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"Greater love has no man than this, that a
man lay down his life for his friends" (John 15:13).
From today on, the Church desires to address as
"Saint" a man who was granted the grace of carrying out these
words of the Redeemer in an absolutely literal manner.
For towards the end of July, 1941, when the camp
commander ordered the prisoners destined to die of starvation to fall in
line, this man-Maximilian Maria Kolbe-spontaneously came forward and
declared himself ready to go to death in the place of one of them. This
readiness was accepted and, after more than two weeks of torment caused
by starvation, Father Maximilian's life was ended with a lethal
injection on August 14, 1941.
All this happened in the concentration camp at
Auschwitz where during the last war some four million people were put to
death, including the Servant of God, Edith Stein (the Carmelite Sister
Teresa Benedicta of the Cross), whose cause for beatification is in
progress at the competent Congregation. Disobedience to God-the Creator
of life who said, "Thou shalt not kill"-caused in that place
the immense holocaust of so many innocent persons. And so at the same
time, our age has thus been horribly stigmatized by the slaughter of the
innocent.
Father Maximilian Kolbe, himself a prisoner of the
concentration camp, defended in that place of death an innocent man's
right to life. Father Kolbe defended his right to life, declaring that
he was ready to go to death in the man's place, because he was the
father of a family and his life was necessary for his dear ones. Father
Maximilian Maria Kolbe thus reaffirmed the Creator's exclusive right
over innocent human life. He bore witness to Christ and to love. For the
Apostle John writes: "By this we know love, that he laid down his
life for us. And we ought to lay down our lives for the brethren"
(1 John 3:16).
The Church has venerated Father Maximilian as "Blessed"
since 1971. By laying down his life for a brother, he made himself like
Christ.
Gathered today before the Basilica of St. Peter in
Rome, we wish to express the special value which Father Maximilian
Kolbe's death by martyrdom has in the eyes of God.
"Precious in the sight of the Lord is the death
of his saints." These are the words we have repeated in today's
responsorial psalm. It is truly precious and inestimable! Through the
death which Christ underwent on the Cross, the redemption of the world
was achieved, for this death has the value of supreme love. Through the
death of Father Maximilian Kolbe, a shining sign of this love was
renewed in our century which is do seriously and in so many ways
threatened by sin and death.
In this canonization liturgy there seems to appear
before us that "martyr of love" of Oswiecim (as Paul VI called
him), saying: "O Lord, I am thy servant. I am thy servant, the son
of thy handmaid. Thou has loosed my bonds" (Psalm 115 (116):16).
And as though gathering together in one sacrifice the
whole of his life, he-a priest and a spiritual son of saint Francis-seems
to say: "What shall I render to the Lord for his bounty to me? I
will lift up the cup of salvation and call on the name of the Lord"
(Psalms 115 (116):12).
These are words of gratitude. Death undergone out of
love-in the place of one's brother-is an heroic act of man. It is an act
through which, together with the one already beatified, we glorify God.
For from God comes the grace of such heroism, of this martyrdom.
Therefore let us today glorify God's great work in
man. Before all of us gathered here, Father Maximilian Kolbe lifts up
his "cup of salvation." In it is contained the sacrifice of
his whole life, sealed with the martyr's death "for a brother."
Maximilian prepared for this definitive sacrifice by
following Christ from the first years of his life in Poland. From these
years comes the mysterious vision of two crowns-one white and one red.
From these our saint does not choose. He accepts them both. From the
years of his youth, in fact, Maximilian was filled with the great love
of Christ and the desire for martyrdom.
This love and this desire accompanied him along the
path of his Franciscan and priestly vocation, for which he prepared
himself both in Poland and in Rome. This love and this desire followed
him through all the places of his priestly and Franciscan service in
Poland and in his missionary service in Japan.
Immaculate Virgin Inspired His Life
The inspiration of his whole life was the Immaculata.
To her he entrusted his love for Christ and his desire for martyrdom. In
the mystery of the Immaculate Conception there revealed itself before
the eyes of his soul that marvelous and supernatural world of God's
grace offered to man.
The faith and works of the whole life of Father
Maximilian show that he thought of his cooperation with divine grace as
a warfare under the banner of the Immaculate Conception. This Marian
characteristic is particularly expressive in the life and holiness of
Father Kolbe. His whole apostolate, both in his homeland and on the
missions, was similarly marked with this sign. In Poland and in Japan
the centers of this apostolate were the special cities of the Immaculata-Niepokalanow
in Poland and Mugenzai no Sono in Japan.
God Found Him Worthy of Himself
What happened in the starvation bunker in the
concentration camp at Oswiecim (Auschwitz) on August 14, 1941?
The reply is given in today's liturgy. "God
tested" Maximilian Maria "and found him worthy of himself"
(Wisdom 3:5). God tested him "like gold in the furnace and like a
sacrificial burnt offering he accepted him" (Wisdom 3:6).Even if
"in the sight of men he was punished," yet "his hope is
full of immortality." For "the souls of the righteous are in
the hands of God and no torment will ever touch them." And when-humanly
speaking-torment and death came to them, when "in the eyes of men
they seemed to have died...", when "their departure from us
was thought to be an affliction...", "they are in peace."
They experience life and glory "in the hands of God" (Wisdom
3:1-4).
This life is the fruit of death like Christ's death.
Glory is the sharing of his resurrection. So what happened in the
starvation bunker, on August 14, 1941?
There were fulfilled the words spoken by Christ to
the Apostles that they "should go and bear fruit and that their
fruit should abide" (John 15:16).
In a marvelous way the fruit of the tragic death of
Maximilian Kolbe endures in the Church and the world!
In Their Minds It Was Not "Death"
Men saw what happened in the camp at Auschwitz. And
even if to their eyes it must have seemed that a companion of their
torment "dies," even if humanly speaking they could consider
"his departure" as "a disaster," nevertheless in
their minds this was not simply "death." Maximilian did not
die but "gave his life...for his brother." In that death,
terrible from the human point of view, there was the whole definitive
greatness of the human act and of the human choice. He spontaneously
offered himself up to death out of love.
And in this human death of his there was the clear
witness borne to Christ: the witness borne in Christ to the dignity of
man, to the sanctity of his life, and to the saving power of death in
which the power of love is made manifest.
Maximilian's Death a Sign of Victory
Precisely for this reason the death of Maximilian
Kolbe became a sign of victory. This was victory won over all systematic
contempt and hate for man and for what is divine in man-a victory like
that won by our Lord Jesus Christ on Calvary.
"You are my friends if you do what I command you"
(John 15:14). The Church accepts this sign of victory-won through the
power of Christ's redemption-with reverence and gratitude. She seeks to
discern its eloquence with all humility and love.
As ever when the Church proclaims the holiness of her
sons and daughters, as also in the present case, she seeks to act with
all due exactness and responsibility, searching into all the aspects of
the life and death of the Servant of God.
Yet at the same time the Church must be careful, as
she reads the sign of holiness given by God in his earthly Servant, not
to allow its full eloquence and definitive meaning to go unnoticed. And
so, in judging the cause of Blessed Maximilian Kolbe even after his
Beatification, it was necessary to take into consideration many voices
of the People of God-especially of our Brothers in the episcopate of
both Poland and Germany-who asked that Maximilian Kolbe be proclaimed as
a martyr saint.
Before the eloquence of the life and death of blessed
Maximilian, it is impossible no to recognize what seems to constitute
the main and essential element of the sign given by God to the Church
and the world in his death.
Does not this death-faced spontaneously, for love of
man-constitute a particular fulfillment of the words of Christ? Does not
this death make Maximilian particularly like unto Christ-the Model of
all Martyrs-who gives his own life on the Cross for his brethren? Does
not this death possess a particular and penetrating eloquence for our
age? Does not this death constitute a particularly authentic witness of
the Church in the modern world?
And so, in virtue of my apostolic authority, I have
decreed that Maximilian Maria Kolbe-who after his Beatification was
venerated as a Confessor-shall henceforeward be venerated also as a
Martyr!
"Precious in the eyes of the Lord is the death
of his faithful ones!" Amen
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