Allí están los tres amores: Jesús, María, las almas que tanto ama
Nuestro Señor y no quiere que se pierdan, habiendo por ellas derramado
Su Sangre.
Le decía Jesús: "Piensa en Mí y en las almas. En Mí, para amarme; en
las almas para salvarlas (22 de agosto de 1934). Añadía: la renovación
de este Acto debe ser frecuente, incesante: Día por día, hora por hora,
minuto por minuto"(21 de mayo de 1936).
"Consolata, di a las almas que prefiero un Acto de amor a cualquier
otro don que pueda ofrecerme"... " Tengo sed de amor"... (16 de
diciembre de 1935).
Este Acto señala el camino del cielo. Con él cumplimos con el
mandamiento principal de la Ley: Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu
corazón, con toda tu alma, con toda tu mente"... y a tu prójimo como a
ti mismo.
Con este continuo Acto de Amor damos a Dios lo más excelente: que es
amor a las almas. Con esta Jaculatoria nos podemos comunicar
constantemente con Dios. Cada hora, cada minuto, es decir, siempre que
lo queremos. Y lo podemos hacer sin esfuerzo, con facilidad. Es una
oración perfecta; muy fácil para un sabio como para un ignorante. Tan
fácil para un niño como para un anciano; cualquiera que sea puede
elevarse a Dios mediante esta forma. Hasta un moribundo puede
pronunciarla más con el corazón que con los labios.
Esta oración comprende todo:
Las almas del Purgatorio, las de la Iglesia militante, las almas
inocentes, los pecadores, los moribundos, los paganos, todas las almas.
Con ella podemos pedir la conversión de los pecadores, la unión de las
Iglesias, por la santificación de los sacerdotes, por las vocaciones del
estado sacerdotal y religioso. En un acto subido de amor a Dios y a la
Santísima Virgen María y puede decidir la salvación de un moribundo,
reparar por mil blasfemias, como ha dicho Jesús a Sor Consolata, etc.,
etc.
"¿Quieres hacer penitencia? ¡Ámame!", dijo Nuestro Señor a Sor
Consolata. A propósito, recordemos las palabras de Jesucristo al Fariseo
Simón sobre Magdalena penitente: "Le son perdonados muchos pecados,
porque ha amado mucho".
Un "Jesús, María, os amo, salvad las almas" pronunciado al
levantarse, nos hará sonreír durante el día; nos ayudará a cumplir mejor
nuestros deberes, en la oficina, en el campo, en la calle, etc. Se
pronuncia con facilidad, sin distraerse y con agrado.
Un "Jesús, María, os amo, salvad las almas", santifica los sudores,
suaviza las penas. Convierte la tristeza en alegría. Sostiene y consuela
luchas de la vida. Ayuda en las tentaciones. Hace agradable el trabajo.
Convierte en alegría el llanto. Fortalece y consuela en las
enfermedades. Y trae las bendiciones sobre los trabajos y sobre las
familias.
Un "Jesús, María, os amo, salvad las almas".
Ayudará a calmar tu indignación, a convertir tu ira en mansedumbre.
Sabrás mostrarte benévolo al que te ofende. Volver el bien por el mal.
Conduce a efectos nobles; palabras verdaderas, obras grandes y
sacrificios heroicos, iluminará tu entendimiento con luces
sobrenaturales; estimulará el bien, retraerá el mal. Obtendrá el
arrepentimiento al pecador; en el justo avivará la fe y le hará suspirar
por la felicidad eterna.
Dios merece ser amado por ser nuestro Sumo Bien. Esta Jaculatoria es
un dulce cántico para Jesús y María.
¡Cuán dulce es repetirlo frecuentemente! ¡Cuán agradable es avivar el
fuego de amor a Dios!
Y habiéndolo pronunciado millares de veces durante tu vida, ¡cuán
alegre será tu hora de la muerte, y qué gozosa volará tu alma al abrazo
de Jesús y María en el cielo!
Dijo Jesús a Sor Consolata:
"Recuerda que un Acto de amor decide la salvación eterna de un alma
y, vale como reparación de mil blasfemias. Sólo en el cielo conocerás su
valor y fecundidad para salvar almas".
"No pierdas tiempo, todo Acto de amor es un alma".
Cuando tengas tiempo libre y no tengas otra cosa que hacer, toma tu
corona del Rosario en tus manos y a cada cuenta repite: "Jesús, María,
os amo, salvad las almas"... En cuatro o cinco minutos habrás hecho
pasar por tus dedos todas las cuentas y habrás salvado 55 almas de
pecadores, habrás reparado por 55.000 blasfemias.
Y si esto lo repites varias veces o muchas veces al día podrás salvar
centenares y miles y hasta millones de almas... Y esto sin ser misionero
entre los paganos, ni predicador...
¡Cuánto consuelo en la hora de la muerte y cuánta gloria tendrás en
el cielo!
Dice San Agustín: "Quién salva un alma, asegura su propia salvación",
y quién salva centenares y millares y hasta millones de almas, con un
medio tan fácil y tan sencillo, sin salir de su casa, ¿que premio no
tendrá en el cielo?
Nuestro Señor le pedía a Sor Consolata que repitiera frecuentemente
ese acto de amor hasta ser incesante, es decir, continuamente, porque
continuamente van muchas almas al infierno porque no hay quién las
salve... Repitamos todo lo que podamos esta Acto de amor: "JESUS, MARIA,
OS AMO SALVAD LAS ALMAS", para que sean muchas las almas que arranquemos
al infierno para hacerlas felices eternamente en el cielo. Las almas que
salvamos con este Acto de Amor, será un día nuestra corona de gloria en
el cielo.
Cuando uno está ocupado con trabajos manuales, se puede repetir este
Acto de Amor con la mente y tiene su mismo valor como lo dijo un día
Nuestro Señor Jesucristo a Sor Consolata.
Ha habido almas que han salvado varios millones de almas, con este
medio tan sencillo...
Y nosotros por qué no podríamos hacer lo mismo en lugar de perder un
tiempo tan precioso en charlas inútiles; repitamos frecuentemente este
Acto de Amor, y así acumularemos tesoros preciosísimos para el Cielo.
"JESUS, MARIA, OS AMO, SALVAD LAS ALMAS":
-por la Iglesia y por el Papa
-por la santificación de los sacerdotes
-por las almas del Purgatorio
-por los agonizantes
-por los que se
confiesan sacrílegamente
-por los que no asisten a misa los domingos
-por
los misioneros
-por los enfermos
-por la conversión de los pecadores
-por la mayor santificación de los justos
En las dudas, en las tentaciones.
En las dificultades de la vida, Por algún intención en particular.
Podemos enseñarlo también a nuestros amigos y parientes que lo recen,
que lo propaguen. Gran alivio sentirá el moribundo si se le sugiere al
morir.
Al levantarnos sea nuestro pensamiento. Al acostarnos nuestra última
oración.
Los que se salvaron están en el cielo por haber amado a Dios. Los
grados de gloria en el cielo se miden por la intensidad del amor que las
almas practicaron en la vida.
Sólo entonces nos daremos cuenta de lo que vale un Acto de Amor y de
su fecundidad en salvar almas.
Sor Consolata le pidió un día a Jesús: "Jesús enséñame a orar". Y he
aquí la Divina respuesta: " ¿No sabes orar?" ¿Hay acaso oración más
hermosa y que sea más grata que el Acto de Amor?