inocencia y
desnudez
Audiencia General del 19 de diciembre de 1979
1. ¿Qué es la vergüenza y cómo explicar su ausencia en el estado de
inocencia originaria, en la profundidad misma del misterio de la
creación del hombre como varón y mujer? De los análisis
contemporáneos de la vergüenza -y en particular del pudor sexual- se
deduce la complejidad de esta experiencia fundamental, en la que el
hombre se expresa como persona según la estructura que le es propia.
En la experiencia del pudor, el ser humano experimenta el temor en
relación al «segundo yo» (así, por ejemplo, la mujer frente al
varón), y esto es sustancialmente temor por el propio «yo». Con el
pudor el ser humano manifiesta casi «instintivamente» la necesidad
de la afirmación y de la aceptación de este «yo» según su justo
valor. Lo experimenta al mismo tiempo dentro de sí, como al
exterior, frente al «otro». Se puede decir, pues, que el pudor es
una experiencia compleja también en el sentido que, como alejando un
ser humano del otro (la mujer del varón), al mismo tiempo busca su
cercanía personal, creándoles una base y un nivel idóneos.
Por la misma razón el pudor tiene un significado fundamental en
cuanto a la formación del ethos en la convivencia humana, y
especialmente en la relación varón-mujer. El análisis del pudor
indica con claridad lo profundamente que está arraigado en las
relaciones mutuas, lo exactamente que expresa las reglas esenciales
en la «comunión de las personas» y del mismo modo lo profundamente
que toca la dimensión de la «soledad» originaria del hombre. La
aparición de la «vergüenza» en la sucesiva narración bíblica del
capítulo 3 del Génesis, tiene un significado pluridimensional, y a
su tiempo nos convendrá emprender de nuevo su análisis.
En cambio, ¿qué significa su ausencia originaria en el Génesis 2,
25: «Estaban desnudos sin avergonzarse de ello»?
2. Ante todo, es necesario establecer que se trata de una real no
presencia de la vergüenza, y no de una carencia de ella o de un
subdesarrollo de la misma. Aquí no podemos sostener de modo alguno
una «primitivización» de su significado. Por lo tanto, el texto del
Génesis 2, 25 no sólo excluye decididamente la posibilidad de pensar
en una «falta de vergüenza», o sea, la impudicia, sino aún más,
excluye que se la explique mediante la analogía con algunas
experiencias humanas positivas, como por ejemplo, las de la edad
infantil o las de la vida de los llamados pueblos primitivos. Estas
analogías no sólo son insuficientes, sino que pueden ser además
engañosas. Las palabras del Génesis 2, 25 «sin avergonzarse de
ello», no expresan carencia, sino al contrario, sirven para indicar
una especial plenitud de conciencia y de experiencia, sobre todo la
plenitud de comprensión del significado del cuerpo, unida al hecho
de que «estaban desnudos».
Que se deba comprender e interpretar así el texto citado, lo
testifica la continuación del relato yahvista en el que la aparición
de la vergüenza, y especialmente del pudor sexual, está vinculada
con la pérdida de esa plenitud originaria. Presuponiendo, pues, la
experiencia del pudor como experiencia «de límite», debemos
preguntarnos a qué plenitud de conciencia y de experiencia y, en
particular, a qué plenitud de comprensión del significado del cuerpo
corresponda el significado de la desnudez originaria, de la que
habla el Génesis 2, 25.
3. Para contestar a esta pregunta, es necesario tener presente el
proceso analítico hecho hasta ahora, que tiene su base en el
conjunto del pasaje yahvista. En este contexto, la soledad
originaria del hombre se manifiesta como «no-identificación» de la
propia humanidad con el mundo de los seres vivientes (animalia) que
le rodean.
Esta «no-identificación», después de la creación del hombre como
varón y mujer, cede el puesto al descubrimiento feliz de la
humanidad propia «con la ayuda» del otro ser humano; así el varón
reconoce y vuelve a encontrar la propia humanidad «con la ayuda» de
la mujer (Gén 2, 25). Esto realiza, al mismo tiempo, una percepción
del mundo, que se efectúa directamente a través del cuerpo («carne
de mi carne»). Es la fuente directa y visible de la experiencia que
logra establecer su unidad en la humanidad. Por esto, no es difícil
entender que la desnudez corresponde a esa plenitud de conciencia
del significado del cuerpo, que se deriva de la típica percepción de
los sentidos. Se puede pensar en esta plenitud con categorías de
verdad del ser o de la realidad, y se puede decir que el varón y la
mujer originariamente habían sido dados el uno al otro precisamente
según esta verdad, en cuanto «estaban desnudos». En el análisis del
significado de la desnudez originaria, no se puede prescindir en
absoluto de esta dimensión, Este participar en la percepción del
mundo -en su aspecto «exterior»- es un hecho directo y casi
espontáneo, anterior a cualquier complicación «crítica» del
conocimiento y de la experiencia humana, y aparece estrechamente
unido a la experiencia del significado del cuerpo humano. Así ya se
podría percibir la inocencia originaria del «conocimiento».
4. Sin embargo, no se puede individuar el significado de la desnudez
originaria considerando sólo la participación del hombre en la
percepción exterior del mundo; no se puede establecer sin descender
a lo íntimo del hombre. El Génesis 2, 25 nos introduce precisamente
en este nivel y quiere que nosotros busquemos allí la inocencia
originaria del conocer. Efectivamente, es necesario explicar y
medir, con la dimensión de la interioridad humana, esa especial
plenitud de la comunicación interpersonal, gracias a la cual varón y
mujer «estaban desnudos sin avergonzarse de ello».
El concepto de «comunicación», en nuestro lenguaje convencional, ha
sido casi alienado de su más profunda, originaria matriz semántica.
Sobre todo se vincula a la esfera de los medios, esto es, en su
mayor parte a lo que sirve para el entendimiento, el intercambio, el
acercamiento. Sin embargo, es lícito suponer que, en su significado
originario y más profundo, la «comunicación» estaba y está
directamente unida a sujetos, que se «comunican» precisamente a base
de la «común unión» existente entre sí, tanto para alcanzar, como
para expresar una realidad que es propia y pertinente sólo a la
esfera de sujetos-personas. De este modo el cuerpo humano adquiere
un significado completamente nuevo, que no puede ser colocado en el
plano de la restante percepción «externa» del mundo. Efectivamente,
el cuerpo expresa a la persona en su ser concreto ontológico y
existencial, que es algo más que el «individuo», y por lo tanto
expresa el «yo» humano personal, que construye desde dentro su
percepción «exterior».
5. Toda la narración bíblica, y especialmente el texto yahvista,
muestra que el cuerpo a través de la propia visibilidad manifiesta
al hombre y, manifestándolo, hace de intermediario, es decir, hace
que el varón y la mujer, desde el comienzo, «comuniquen» entre sí
según esa communio personarum querida por el Creador precisamente
para ellos. Sólo esta dimensión, por lo que parece, nos permite
comprender de manera apropiada el significado de la desnudez
originaria. A este propósito, cualquier criterio «naturalista» está
destinado a equivocarse, mientras por el contrario, el criterio
«personalista» puede servir de gran ayuda. El Génesis 2, 25 habla
ciertamente de algo extraordinario que está fuera de los límites del
pudor conocido mediante la experiencia humana, y que al mismo tiempo
decide la plenitud particular de la comunicación interpersonal,
arraigada en el corazón mismo de esa comunión, que ha sido revelada
y desarrollada así. En esta relación, las palabras «sin avergonzarse
de ello» pueden significar (in sensu obliquo) solamente una
profundidad original al afirmar lo que es inherente a la persona, lo
que es «visiblemente» femenino y masculino, a través de lo cual se
constituye la «intimidad personal» de la comunicación recíproca en
toda su radical sencillez y pureza. A esta plenitud de percepción
«exterior», expresada mediante la desnudez física, corresponde la
plenitud «interior» de la visión del hombre en Dios, esto es, según
la medida de la «imagen de Dios» (cf. Gén 1, 17). Según esta medida,
el hombre «está» realmente desnudo («estaban desnudos»; Gén 2, 25)
(1) antes aún de darse cuenta de ello (cf. Gén 3, 7-10).
Deberemos completar todavía el análisis de este texto tan
importante, durante las meditaciones que seguirán.
Notas
(1) Dios, según las palabras de la Sagrada Escritura, penetra a la
criatura que delante de El está totalmente «desnuda»: «No hay cosa
creada que no sea manifiesta en su presencia, antes son todas
desnudas» (pánta gymná) y manifiestas a los ojos de Aquel a quien
hemos de dar cuenta» (Heb 4, 13). Esta característica pertenece en
particular a la Sabiduría Divina: «La sabiduría... por su pureza se
difunde y lo penetra todo» (Sab 7, 24).
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de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María.
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