San
Juan Bautista Rossi, Confesor
1698 - 1764
Fiesta 23 de Mayo
Nació en 1698, cerca de Génova,
Italia. Cuando tenía diez años, fue a su pueblo de veraneo un
matrimonio muy piadoso. Ellos notaron la piedad del joven, por lo
que pidieron permiso a sus padres para llevarlo a su casa en Génova
para educarlo allá. A la casa de este matrimonio iban frecuentemente
de visita padres capuchinos a pedir ayuda para los pobres. Estos
religiosos recomendaron al joven ante el Padre Provincial. Este hizo
arreglos para que estudiase en Roma.
En el Colegio Romano hizo estudios con gran aplicación, ganándose la
simpatía de sus profesores y compañeros. Fue ordenado sacerdote a
los 23 años.
Leyó un libro algo exagerado que recomendaba hacer penitencias muy
fuertes y se dedicó a mortificarse en el comer, en el beber y en el
dormir, tan exageradamente que le sobrevino una depresión nerviosa
que lo dejó varios meses sin poder hacer nada. Logró rehacer sus
fuerzas, pero de ahí en adelante tuvo siempre que luchar contra su
mala salud. Aprendió que la mejor mortificación es aceptar los
sufrimientos y trabajos de cada día, hacer bien en cada momento lo
que tenemos que hacer y tener paciencia con las personas y las
molestias de la vida.
Desde cuando era seminarista sentía una gran predilección por los
pobres, los enfermos y los abandonados. El Sumo Pontífice había
fundado un albergue para recibir a las personas que no tenían en
dónde pasar la noche y allá fue por muchos años el joven Juan
Bautista a atender a los pobres y necesitados, a enseñarles el
catecismo y prepararlos para recibir los sacramentos. Se llevaba
varios compañeros más, sobre los cuales él ejercía una gran
influencia. También le agradaba irse por las madrugadas al mercado
donde llegaban los campesinos a vender sus productos. Allí enseñaba
catecismo a los niños y a los mayores y preparó a muchos para hacer
la confesión y recibir la Primera Comunión.
Los primeros años de su sacerdocio no se atrevía casi a confesar
porque le parecía que no sabría dar los debidos consejos. Pero un
día un santo obispo le pidió que se dedicara por algún tiempo a
confesar en su diócesis. Allí descubrió Juan Bautista que este era
el oficio para el cual Dios lo tenía destinado. Al volver a Roma le
dijo a un amigo: "Antes yo me preguntaba cuál sería el camino para
lograr llegar al cielo y salvar muchas almas. He descubierto que la
ayuda que yo puedo dar a los que se quieren salvar es confesarlos.
Es increíble el gran bien que se puede hacer en la confesión".
Se fue a ayudar a un sacerdote en un templo a donde acudían muy
pocas personas. Pero desde que comenzó Rossi a confesar allí, el
templo se vio frecuentado por centenares y centenares de penitentes
que venían a ser absueltos de sus pecados. Cada penitente le traía
otras personas para que se confesaran con él y las conversiones que
se obraban eran admirables.
El Sumo Pontífice le encomendó el oficio de ir a confesar y a
predicar a los presos en las cárceles y a los empleados que dirigían
las prisiones. Y allí consiguió muchas conversiones. De todas partes
lo invitaban para que fuera a confesar enfermos, presos y gentes que
deseaban convertirse. A muchos sitios tenía que ir a predicar
misiones y obtenía del cielo numerosas conversiones. En los
hospitales era estimadísimo confesor y consolador de los enfermos.
Sus amigos de siempre fueron los pobres, los desamparados, los
enfermos, los niños de la calle y los pecadores que deseaban
convertirse. Para ellos vivió y por ellos desgastó totalmente su
vida. El se mantenía siempre humilde y listo a socorrer a todo el
que le fuera posible.
El 23 de mayo del año 1764, sufrió un ataque al corazón y murió a la
edad de 66 años. Su pobreza era tal que el entierro tuvieron que
costeárselo de limosna. A su funeral asistieron 260 sacerdotes, un
arzobispo, muchos religiosos e inmenso gentío. La misa de réquiem la
cantó el coro pontificio de la Basílica de Roma.