Lunes Santo
"María,
tomando una libra de unguento de nardo legítimo, ungió los pies de
Jesús". Jn. 12, 3
Santa Magdalena siempre fue la perfumista del Señor que la escogía y la
llama para Si para ejercer este oficio. EI día de su conversión, llevaba
el unguento precioso con el cual embalsamó a Jesús. En la cena que
siguió a la resurrección de Lázaro, llevaba un frasco de perfumes y
también lo llevó a la sepultura de Jesús. Es decir, siempre hizo el
oficio de perfumista.
También
hay otra cosa admirable en ella: que esta siempre a los pies de Jesús:
cuando se convirtió, en el banquete de casa de Lázaro, al pie de la Cruz
y en la Resurrección... ¡Que dichosas seriáis, queridas Hijas, si a lo
largo de vuestra vida, por nada dejaseis de estar a los pies del
Salvador, viviendo en humildad y sumisión; imitando y siguiendo a esta
reina de las perfumistas y más aún a la Reina de todas las reinas, la
Virgen, nuestra querida Señora, de la cual, Santa Magdalena, era tan
devota que jamás la abandono.
También,
Nuestra Señora, quería mucho a esta santa, más que a todas las demás que
la seguían. Acompañó a la Virgen en la muerte de su Hijo, cuando le
sepultaron, en el camino de vuelta, y siempre estuvo junto a Ella hasta
que partió para la Santa Gruta, junto a Marsella, a seguir con su
penitencia. Allí llevó una vida más divina que humana, sin dejar por
ello de estar con el corazón a los pies del Salvador.
¡Qué falta
nos hace, a ejemplo de esta gran santa, hacernos pequeñas y rebajadas, a
los pies de Nuestro Señor!
Pero
además hay que ofrecer el perfume, hay que llevar, a nuestro Maestro, un
corazón amante para que ÉI le penetre y le despegue de sí mismo, como
hacen el unguento precioso y el bálsamo que, al caer sobre algodón, se
mezclan y se unen de tal forma, cada vez más, poco a poco, que ya no se
sabe si el algodón esta perfumado o si es perfume; ni si el perfume es
algodón o el algodón perfume. ¡Qué feliz es un alma así! En la
tranquilidad de su corazón conserva amorosamente el sentimiento de la
presencia de Dios.
Sermón de San
Francisco de Sales. X, 81,87.
Tratado del Amor de Dios. V, 10.
Martes Santo
"Ahora ha sido glorificado el
Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en El". Jn. 13, 31
¿No sabías, Teótimo, que el Sumo Sacerdote de la Ley llevaba sobre su
espalda y su pecho los nombres de los hijos de Israel: o sea, piedras
preciosas sobre las cuales estaban grabados los nombres de los jefes de
Israel?
Ahí tienes a Jesús, nuestro gran
Obispo, mírale y considera que ÉI nos lleva sobre sus hombros, aceptando
la carga de rescatarnos por su muerte, y muerte de cruz.
¡Oh, Teótimo!, el alma del
Salvador nos conocía a todos con nombre y apellido; pero especialmente
en el día de la Pasión, cuando ofrecía sus lágrimas, sus oraciones, su
sangre y su vida por todos; sus pensamientos de amor iban especial mente
para ti: ¡Oh Padre Eterno!, tomo sobre Mí y cargo con todos los pecados
del pobre Teótimo para sufrir los tormentos de la muerte y el se vea
libre y pueda vivir; que yo sea crucificado con tal que el sea
glorificado.
¡Oh amor soberano del Corazón de
Jesús! ¿Qué corazón podrá bendecirte suficientemente?
Así, en su maternal pecho, su
Corazón divino preveía, disponía, merecía, impetraba todos los
beneficios que tenemos y no solamente en general por todos, sino en
particular por cada uno; nos preparaba esos movimientos, esos
atractivos, esas inspiraciones y esas suavidades mediante los cuales nos
va alimentando el corazón para la vida eterna.
Miremos esa voluntad eterna que
nos destina esos beneficios, y el Corazón del Salvador que nos los ha
merecido a costa de tantas penas, sobre todo por su muerte y su pasión.
Tratado del Amor de Dios. Libro XII, cap. 12, pag.
548. Edit. Denfert.
Miércoles
Santo
"Entonces se fue uno de los
Doce, lla¬mado Judas Iscariote, a los príncipes de las Sacerdotes y les
dijo: ¿Qué me que¬réis dar y yo os lo entrego?". Mt. 26, 14-15
EI Espíritu Santo nos advierte: "EI que esta de pie, cuide de no caer".
Y en el Padrenuestro decimos: "no nos dejes caer en la tentación".
Nunca estamos seguros e
invariables en lo referente a conservar el amor de Dios. EI primer ángel
y Judas, que lo habían tenido, lo perdieron; y David y San Pedro también
fallaron en un tiempo.
Me diréis: ¿Cómo es posible que
quien tiene el amor de Dios pueda perderlo?, porque el amor, donde
reside, resiste al pecado. Por tanto, ¿cómo puede entrar allí el pecado?
Si el amor es fuerte como la muerte, duro en el combate como el
infierno, ¿cómo pueden las fuerzas de la muerte o del infierno, es
decir, los pecados, vencer al amor, el cual por lo menos le iguala en
fuerza y las sobrepasa en ayuda y en derecho?
¿Cómo puede ser que un alma que
razona, una vez que ha saboreado tan gran dulzura como es la del amor
divino pueda jamás, voluntariamente, tragar las aguas amargas de la
ofensa a Dios?
Querido Teótimo, hasta los mismos
cielos están estupefactos y los ángeles se quedan pasmados de asombro al
ver esta prodigiosa miseria del corazón humano, que abandona un bien tan
amable para apegarse a cosas tan deplorables.
Mientras estamos en este mundo,
nuestro espíritu esta sujeto a mil humores y miserias y por consecuencia
fácilmente cambia, y muda en su amor. Solamente en el cielo ya no
estaremos sujetos a cambios y permaneceremos inseparablemente unidos por
amor a nuestro soberano Bien.
Porque es imposible ver a la
Divinidad y no amarla. Pero aquí abajo, la entrevemos solamente a través
de las sombras de la fe y nuestro conocimiento no es tan grande que no
deje aun espacio para que entre la sorpresa de los otros bienes
aparentes, los cuales se deslizan entre las oscuridades que se mezclan
con la certeza y verdad de la fe. Se deslizan insensiblemente como
raposas y demuelen nuestra viña florida.
Tratado del Amor de Dios. Libro IV, cap. 19, pags.
168, 170, 175. Edit. Denfert.
Jueves Santo
"Amarás al Señor, tu
Dios, con todo tu corazón". Lc. 10, 27
Consideremos un poco cual es el amor que el Señor nos tiene y por el que
somos tan profundamente amados.
Os ruego que os fijéis en el
encanto que pone el Salvador para expresarnos el ardor de su pasión de
amor, tanto en sus palabras y afectos como en sus obras.
En sus palabras lo vemos
claro, pues nunca habló tanto de ningún tema como del amor suyo hacia
nosotros y del deseo que tiene de que le amemos. Ved que celoso esta de
nuestro amor:"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma, con todos tus pensamientos, con todas tus fuerzas, con todo tu
espíritu y con todo lo que tu eres, es decir, todo lo que tu puedas.
En el Santísimo Sacramento
parece que nunca se cansa de invitar a los hombres a recibirlo, pues nos
inculca en forma admirable todo el bien que tiene preparado para los que
se acercan a ÉI dignamente. "Yo soy el Pan de vida" y tantas otras
frases... Y hablando de su muerte, dice: "Con gran deseo he deseado
celebrar esta Pascua con vosotros y nadie tiene amor más grande que el
que da la vida por sus amigos".
¿No creéis, queridas Hijas,
que tenemos una gran obligación de responder, en cuanto podamos, a este
amor incomparable con el que hemos sido y somos amados por Nuestro
Señor?
Esta claro que se lo
debemos; por lo menos pongamos empeño en dárselo. Amar a Dios con todo
el corazón, ¿que otra cosa es sino amarle con todo nuestro amor, nuestro
ardiente amor? Para llegar a esto, no debemos amar demasiadas otras
cosas, al menos con particular afecto.
Amarle con todo lo que somos
es abandonarle todo nuestro ser para permanecer totalmente sometidos a
su Amor.
Sermón de San Francisco de
Sales; 30 de septiem¬bre de 1618. IX, 198.
Viernes Santo
"Jesús Nazareno, Rey de los
judíos". Jn. 19, 19
Para hablar de la Pasión, mediante la cual fuimos rescatados todos,
tomaré como tema las palabras del título que Pilatos hizo escribir sobre
la Cruz: "Jesús Nazareno, Rey de los judíos".
Jesús quiere decir Salvador, así
que ha muerto porque es salvador y para salvar hacía falta morir.
Rey de los judíos, o sea que es
Salvador y Rey al mismo tiempo. Judío significa "confesar"; por tanto es
Rey pero de solo aquellos que le confiesen, y ha muerto para rescatar a
los confesores; si, realmente ha muerto y con muerte de cruz.
Ahí tenemos pues, las causas de la muerte de Jesucristo: la primera, que
era Salvador, santo y Rey; la segunda, que deseaba rescatar a aquellos
que le confiesen.
Pero, ¿no podía Dios dar al mundo
otro remedio sino la muerte de su Hijo? Ciertamente podía hacerlo; ¿es
que su omnipotencia no podía perdonar a la naturaleza humana con un
poder absoluto y por pura misericordia, sin hacer intervenir a la
justicia y sin que interviniese criatura alguna?
Sin duda que podía. Y nadie se
atrevería a hablar ni censurarle. Nadie, porque es el Maestro y Dueño
soberano y puede hacer todo lo que le place.
Ciertamente pudo rescatarnos por
otros medios, pero no quiso, porque lo que era suficiente para nuestra
salvación no era suficiente para satisfacer su Amor.
Y que consecuencia podríamos sacar
sino que, ya que ha muerto por nuestro Amor, deberíamos morir también
por ÉI, y si no podemos morir de amor, al menos que no vivamos sino sólo
para ÉI.
Sermón de San Francisco de Sales. Viernes Santo, 25 de
marzo de 1622. X, 360.
Sábado Santo
Los hombres se pasan la vida
pensando en lo que harán cuando se vayan a morir y en cómo dejar claras
sus últimas voluntades... Y para ello, hacen su testamento aún en plena
salud, por temor a que los dolores mortales les impidan manifestar sus
intenciones. Pero Nuestro Señor sabía que ÉI conservaba su vida y la
entregaría cuando quisiera y dejó su testamento para la hora de la
muerte.
EI Salvador no quiso dejarnos su
testamento hasta la Cruz, un poco antes de morir y allí, antes que nada,
lo selló. Su sello no es otro sino ÉI mismo, como había hecho decir a
Salomón, hablando por medio de él a un alma devota: "Ponme como un sello
sobre tu corazón".
ÉI aplicó su sello sagrado cuando
instituyó el Santísimo y adorabilísimo Sacramento del Altar.
Después hizo su testamento, manifestando sus últimas voluntades sobre la
cruz, un poco antes de morir, haciendo a cada hombre coheredero suyo.
Su testamento son las divinas
palabras que pronunció sobre la cruz. Me voy a fijar en dos: dice el
buen ladrón:"Señor, acuérdate de mi cuando estés en tu Reino"; a lo que
Jesús responde: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso".
Palabra de gran consuelo, porque
lo que ha hecho su Bondad por el buen ladrón, lo hará por todos sus
otros hijos de la Cruz, que son los cristianos.
Dichosos hijos de la Cruz, pues
tenéis la seguridad de que os vais a arrepentir; tenéis la seguridad de
que será vuestro Redentor y de que os va a dar la gloria.
Mirando a su Madre de pie, junto a
la Cruz, con el discípulo amado, le dijo: "Mujer, he ahí a tu hijo" y
puso en su corazón... ¿qué clase de amor? el amor materno.
Y María acepto por suyos a todos
los hijos de la Cruz y se convirtió en Madre nuestra.
Regresar a la página de Semana
Santa»»