Santa Felícita y sus siete hijos mártires
Iglesia de San Peter am Perlach, de los jesuitas. Augsburgo,
Alemania. En la misma iglesia está Maria Knotenlöserin (Desatanudos)
Foto Corazones.org |
Santa Felicita de
Roma y
sus 7 hijos mártires.
23 de Noviembre
beheaded in 165 at Rome, Italy; buried in the cemetery of Maximus beside
the Via Salaria, Rome; relics in Capuchin church at Montefiascone,
Tuscany, Italy
En el año 150 vivía en Roma una noble viuda cristiana llamada
Felicita que tenía siete hijos, fervorosos discípulos de Cristo. Madre e
hijos fueron encarcelados por la fe. A todos se les fue poniendo uno por
uno ante la alternativa de apostatar o morir, más, ayudados por las
heroicas palabras de aliento de su madre, todos aquellos jóvenes
prefirieron la muerte en testimonio de fidelidad al Salvador. Madre e
hijos murieron mártires bajo el emperador Antoninus.
"¡Ea!"
–respondió el mayor de los hijos al juez que le inducía traicionar a
Cristo-, acaba ya con tu charla; sábete que yo quiero permanecer fiel.
Idénticas respuestas dieron los otros seis, y todos fueron muriendo por
la fe ante los ojos de aquellos a quienes todavía no había llegado el
turno. Y la madre, que había sufrido y muerto, por decirlo así, con cada
unos de sus hijos, concluyó aquella inmolación heroica sufriendo cuatro
meses después la gloriosa muerte del martirio. ¡Que recibimiento le
harían sus hijos en el cielo! De la madre hace conmemoración la Iglesia
el día 23 de noviembre, mientras que el 10 de julio celebra la fiesta de
los siete santos hermanos.
Enterrados en el cementerio de Maximus, en la Via Salaria, Roma.
Reliquias en la Iglesia capuchina de Montefiascone, Italia.
Entre los siete hijos de Santa Felicita hay uno –el penúltimo, llamado
Alejandro-, cuyos sagrados despojos fueron trasladados durante la
temprana Edad Media, a la villa de Wildeshausen, en la actual provincia
de Oldemburgo. No podemos imaginarnos la solemnidad y el gran concurso
de gente, procedente de toda Alemania, con que fueron trasladadas las
sagradas reliquias. Hoy todavía podemos seguir el itinerario de aquella
solemne procesión, pues doquiera los restos del santo se detenían una
noche, allí las gentes se encargaban de edificar un templo en honor del
joven mártir. Por eso hay en Alemania tantas iglesias dedicadas a San
Alejandro.