SANTA
TERESA BENEDICTA
DE LA CRUZ
-EDITH STEIN
9 de Agosto
Ver también sus escritos:
Cartas y documentos
-Ed.
Monte Carmelo
-El
Misterio de la Navidad
-Edith Stein
-Cruz: única esperanza
Libro recomendado
Judía de nacimiento, abraza la
fe católica ya siendo profesora de universidad y reconocida filósofa.
Entra en las
Carmelitas
descalzas y muere víctima de los nazis en
Aushwitz.
Canonizada por Juan Pablo II el 11 de Octubre, 1998
Consideró su conversión a la
fe católica como una conversión también hacia una mas profunda
identificación con su
identidad judía.
Su
testimonio ilustra dos temas inseparables: La unidad entre el judaísmo y
la fe católica y el valor del sufrimiento.
"Sta. Edith Stein vio en el holocausto un aspecto del sufrimiento
expiatorio... un valor redentivo para todo el mundo (y) un vínculo
específico entre su sacrificio y la gracia especial necesaria para
propiciar la conversión de los judíos" Salvation is from the Jews,
de Roy Schoeman. La santa murió con un grupo compuesto casi
enteramente de judíos bautizados.
Teresa Benedicta de la Cruz,
(Edith Stein)- Biografía
Nació el 12 de octubre de 1891, en la entonces ciudad alemana de Breslau
(hoy Wroclaw-capital de la Silesia, que pasó a pertenecer a Polonia
después de la Segunda
Guerra Mundial).
Ella era la menor de los 11 hijos que tuvo el matrimonio Stein. Sus
padres, Sigfred y Auguste, dedicados al comercio, eran judíos. Él murió
antes de que Edith cumpliera los dos años, y su madre hubo de cargar con
la dirección del comercio y la educación de sus hijos.
Edith escribió de sí misma que de niña era muy sensible, dinámica,
nerviosa e irascible, pero que a los siete años ya empezó en ella a
madurar un temperamento reflexivo. Pronto se destacaría por su
inteligencia y por su capacidad de estar abierta a los problemas que la
rodean.
En plena adolescencia deja la escuela y la religión porque no encuentra
en ellas sentido para la vida. Surgen sus grandes dudas existenciales
sobre el sentido de la vida del hombre en general, y se percata de la
discriminación que sufre la mujer. Desde ahí inicia su búsqueda,
motivada por un sólo principio: "estamos en el
mundo para servir a la humanidad".
Fue una brillante estudiante de fenomenología, en la Universidad de
Gottiengen. Husserl la escoge antes que a Martín Heidegger (uno de los
filósofos más importantes del siglo XX) para ser su asistente de
cátedra. Como mujer, en la época de 1916 esto era un logro
impresionante. Partiendo de una personalidad marcada fuertemente por la
determinación, la tenacidad, terquedad y seguridad en sí misma, recibió
el título de Filosofía de la Universidad de Friburgo.
Siendo una mujer con una personalidad de alta tensión y fuertemente
pasional, así como totalmente racionalista y atea, en el fondo mismo de
su corazón, la semilla de la generosidad y servicio a la humanidad
causaba un profundo cuestionamiento existencial. Fue así que decidió
enlistarse en la Cruz Roja como enfermera durante la primera Guerra
mundial. Sus palabras fueron: "ahora mi vida no
me pertenece. Todas mis energías están al servicio del gran
acontecimiento. Cuando termine la Guerra, si es que vivo todavía, podré
pensar de nuevo en mis asuntos personales. Si los que están en las
trincheras tienen que sufrir calamidades, porqué he de ser yo una
privilegiada?"
Todo esto revela la búsqueda de un alma buena, de un alma que en ese
momento no conocía a Dios pero que, sin embargo, ante el sufrimiento
ajeno, se hace solidaria. En 1915 recibe la “medalla al valor".
Otras características humanas de su carácter brillaron en ese período:
su amabilidad, paz, silencio, servicio y dominio de sí misma. Todo el
mundo la quería. Dios ya estaba preparando su alma para un día reinar en
ella.
El Momento de la Conversión
En el año 1921, tras la muerte de un amigo muy cercano, Edith
decide acompañar a la viuda, Hedwig Conrad, que también es muy amiga
suya. Edith pensaba que se iba a encontrar con una mujer totalmente
desconsolada ante la pérdida de su esposo tan querido. La muerte le
causaba siempre un impacto interior muy grande, porque le hacia sentir
la urgencia de dar respuesta a los grandes interrogantes de la vida. En
este momento de su vida, ya vivía interiormente una cierta kenósis, pues
había experimentado el vacío de las aspiraciones de las ideas
filosóficas. Éstas no eran capaces de llenar su alma, ni de calmar su
deseo de una verdad más profunda, más completa. Reconocía que en ellas
quedaban grandes vacíos y lagunas. Edith buscaba más.
Fue por tanto de gran impacto para ella, encontrar que su amiga, no sólo
no estaba desconsolada, sino que tenía una gran paz y gran fe en Dios.
Viéndola, Edith deseaba conocer la fuente de esta paz y de esta fe.
Mientras estaba en casa de la viuda Conrad, Edith tiene acceso a leer la
biografía de quien pasaría a ser su maestra de vida interior y su Madre
Fundadora, Santa Teresa de Jesús. Una vez
que lo comienza, Edith no pudo soltar el libro, sino que pasó toda la
noche leyendo hasta terminarlo. Intelectual y lógica como era, leía y
analizaba cada página hasta que finalmente su raciocinio se sometió a la
gracia haciéndola pronunciar aquellas palabras desde su corazón
femenino: "ésta es la verdad".
La fenomenóloga brillante quiere rendirse a la gracia, pero atraviesa
crisis profundas. Crisis a las que su voluntad se resiste. Edith estudia
incansablemente "los fenómenos" que se van sucediendo en su alma, se
apasiona por "explicar" qué es lo que pasa sin lograrlo. Esto la lleva a
tener un cansancio crónico pero que finalmente le muestra lo que es el
poder de la gracia de Dios en el alma.
Ella misma escribe: "hay un estado de sosiego en Dios, de total
relajación de toda actividad espiritual, en el que no se hacen planes
ningunos, no se toman decisiones de ninguna clase y, sobre todo, no se
actúa, sino que todo el porvenir se deja a la voluntad de Dios, se
abandona uno totalmente al "destino". Edith ha descubierto la verdad y
se entrega: Seré Católica.
Unos pocos meses más tarde, sin más, Edith entra en una Iglesia
Católica, y después de la Santa Misa, busca al sacerdote en la sacristía
y le comunica su deseo de ser bautizada. Ante el asombro del Padre y
cuestionamiento de su preparación para recibir el sacramento y de ser
iniciada en la Fe Católica, Edith responde simplemente: ‘Haga la
prueba.”
El día 1 de enero de 1922, Edith es bautizada Católica. Añade a su
nombre el de Hedwig, en honor a su amiga quien fue instrumento en su
conversión. Su bautismo es fuente de inmensas gracias. Ella reconoce, admirablemente, que su inserción en
el Cuerpo Místico de Cristo como Católica, lejos de robarle su identidad
como Judía, más bien le da cumplimiento y un sentido más profundo.
Al ser Católica se siente mas Judía; encuentra en Jesucristo el
sentido de toda su fe y vida como Judía. Este doble aspecto, crea en
Edith un corazón auténticamente reconciliador entre las dos religiones.
Después de su bautismo emergió en ella, como fruto directo, la seguridad
de su vocación a la vida religiosa. Ella misma escribía a su hermana
Rosa en una ocasión: "Un cuerpo, pero mucho miembros. Un Espíritu, pero
muchos dones. ¿Cuál es el lugar de cada uno? Ésta es la pregunta
vocacional. La misma no puede ser contestada sólo en base de auto-examen
y de un análisis de los posibles caminos. La solución debe ser pedida en
la oración y en muchos casos debe ser buscada a través de la
obediencia".
Es difícil a una mujer tan acostumbrada a la vida independiente y con la
tenacidad de su carácter someterse a la obediencia. Pero en efecto, lo
hizo.
Vida Apostólica
Edith deseaba entrar casi inmediatamente a la vida religiosa,
pero el Padre que en ese momento la aconsejaba espiritualmente,
reconociendo los dones extraordinarios que ella poseía, la disuade,
considerando que aún tenía mucho bien que hacer por medio de sus
actividades “en el mundo”. Así, Edith empieza un periodo de apostolado
fecundo y de un alcance impresionante.
Empieza a trabajar como maestra en la escuela de formación de maestras
de las dominicas de Santa Magdalena. Aquí establece amistosas relaciones
con varias profesoras y alumnas, amistades que durarán toda su vida.
Además de sus clases, escribe, traduce, e imparte conferencias. Durante
estos años realizó, además de otros trabajos menores, dos obras
voluminosas: La traducción al alemán de las cartas y diarios del
Cardenal Newman, y la traducción, en dos tomos, de las Cuestiones sobre
la verdad de Santo Tomás de Aquino. Este se convertirá en base
fundamental para sus obras filosóficas, escritas luego en el Carmelo.
También durante esta época, da varias conferencias y programas radiales
dentro y fuera de Alemania, siendo reconocida notablemente por sus
colegas.
Aún en medio de tanta actividad apostólica, Edith busca siempre que
puede, sobre todo en Semana Santa, la soledad y la paz de la abadía
benedictina de Beuron. Su amor a la Liturgia de la Iglesia la lleva a
pasar horas en la capilla y a celebrar las diferentes horas de oración
junto con los benedictinos. Cuando más tarde debe escoger un nombre
religioso, decide agregarse el nombre de Benedicta, en reconocimiento de
las muchas gracias que recibió durante sus horas con la orden
benedictina.
En 1933, las situaciones políticas en Alemania van empeorando. El 1 de
abril de 1933, el nuevo Gobierno nazi ordena a los profesores no-arios
que abandonen “de forma espontánea”, sus profesiones. Aunque teme por la
situación cada vez más precaria para los judíos, Edith y su director
espiritual reconocen que, por esta eventualidad, no hay nada que ya le
impida su entrada al Carmelo, lo cual ha sido su sueño mas constante
durante los últimos 11 años. Y así, en el momento más fecundo de su
profesión, Edith decide escuchar y acceder a la voz de su corazón,
abrazando la vida religiosa. La famosa y brillante conferencista
católica renuncia al mundo y voluntariamente pasa a ser parte del
anonimato por tanto tiempo anhelado.
"¡Una verdadera locura!" ¿Cómo a alguien se le ocurre renunciar a la
fama y al éxito de esa manera especialmente después de tanta lucha?
Ella, que hubiera sido nombrada "Filósofa del siglo XX" si no se hubiese
retirado... Pero Stein desapareció de la vida pública y la Orden del
Carmelo abrió sus puertas a una de las grandes pensadoras de nuestra
época.
Su Familia
En este momento, sería oportuno destacar lo que significa
todo esto para la familia de Edith y sobre todo para su mamá. Más que su
profesión, y más que su trabajo a favor de la mujer y sus derechos, fue
la incomprensión de su mamá, lo que le causó un verdadero martirio
interior a la santa. Para su madre, los actos de Edith constituían una
traición familiar que no aceptaría jamás. Su madre, que nunca había
comprendido su conversión al catolicismo, sufre un duro golpe con la
nueva decisión de su hija más querida de entrar en la vida religiosa, y
se niega a escuchar sus explicaciones. Edith abraza este profundo
sufrimiento que traspasó su corazón, por seguir la voluntad de Dios,
costara lo que costara.
Entrada al Convento de Colonia
El 15 de abril de 1934, toma el hábito carmelitano y cambia
su nombre a Teresa Benedicta de la Cruz. Son muchos quienes
traducen su nombre como Teresa “bendecida por la cruz”. Ella no ha
tomado su nombre a la ligera; ha entendido bien que abrazar la vida
religiosa no tiene otro fin que la entrega generosa del alma en la cruz,
en unión con el Crucificado, para el bien de las almas.
Ella escribe: “Mira hacia el Crucificado. Si
estás unida a él, como una novia en el fiel cumplimiento de tus santos
votos, es tu sangre y Su sangre preciosa las que se derraman. Unida a
él, eres como el omnipresente. Con la fuerza de la Cruz, puede estar en
todos los lugares de aflicción.”
Y también: “Hay una vocación a sufrir con
Cristo y por lo tanto a colaborar en su obra de redención. Si estamos
unidos al Señor, entonces somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo.
Todo sufrimiento llevado en unión con el Señor es un sufrimiento que da
fruto porque forma parte de la gran obra de redención.”
El 21 de abril de 1935, acabado el año de noviciado, hace su primera
profesión religiosa y el 21 de abril de 1938, su profesión solemne.
Es durante estos años que concluyó una de las más admirables y profundas
de sus obras, no ya para brillar, sino para obedecer. Se trata de la
gran obra titulada: Ser Finito y Eterno. En esta obra,
Edith trata las preguntas mas existenciales del hombre; reconoce la sed
infinita que posee el hombre de conocer la verdad y de experimentar su
fruto, entendido desde la realidad de lo eterno y lo trascendental. Y
así busca unir las dos fuentes que conducen al hombre al conocimiento de
si mismo y de la verdad: la fe y la filosofía.
Una vez mas, la situación de los judíos y de los que los acogen o apoyan
empeora. Y ante la hostilidad creciente, sobre todo después de la famosa
noche de los “Cristales Rotos” (entre el 9 y 10 de noviembre de 1938),
Edith pide trasladarse del Carmelo de Colonia para evitar peligros a la
comunidad. Es trasladada, --junto con su hermana Rosa, quien, después de
la muerte de la mamá, se había convertido al Catolicismo como Edith y
era una hermana lega de la comunidad- al Convento Carmelita de Holanda.
Es aquí donde Edith empieza a escribir, en 1941, su última y más ilustre
obra: La Ciencia de la Cruz. Hecha por obediencia a sus
superiores, más que una obra intelectual, es el fruto de su propio
camino interior de inmolación y victimazgo en imitación al Cordero
Inmolado. Teresa Benedicta de la Cruz ha deseado con todo su ser, dar
respuesta a la vocación de la entrega total, hasta la Cruz. Entrega su
propia vida a favor de los pecadores, y por la liberación de su pueblo,
de la situación tan horrenda que viven bajo los nazis. El estar detrás
de las puertas del Carmelo no ha acallado las voces del sufrimiento de
su pueblo, ni del horror de la guerra. La Hermana Teresa está
profundamente preocupada por la situación del pueblo judío en general, y
ve en su entrega sacrificial la oportunidad de responder. Este deseo
creciente del ofrecimiento de sí misma como víctima por su pueblo, por
la conversión de Alemania y por la paz en el mundo, se hace cada vez más
vivo. Su modo de apostolado se había transformado en el apostolado del
sufrimiento.
Ella escribe: “Yo hablaba (en una ocasión) con
el Salvador y le decía que sabía que era su Cruz la que ahora había sido
puesta sobre el pueblo judío. La mayoría no lo comprendían; mas aquellos
que lo sabían, deberían echarla de buena gana sobre sí en nombre de
todos. Al terminar el retiro, tenía la más firme persuasión de que había
sido oída por el Señor. Pero dónde había de llevarme la Cruz, aún era
desconocido para mí.”
El pueblo sufría y la Hermana Teresa, por amor, desea sufrir con él.
“El amor desea estar con el amado.”
Decidida en su vocación a la Cruz a favor de su pueblo y de los
pecadores, la Hermana Teresa hace una petición por escrito a su Priora,
pidiendo permiso para ofrecerse como víctima:
“Querida Madre, permítame Vuestra Reverencia,
el ofrecerme en holocausto al Corazón de Jesús para pedir la verdadera
paz: que la potencia del Anticristo desaparezca sin necesidad de una
nueva guerra mundial y que pueda ser instaurado un orden nuevo. Yo
quiero hacerlo hoy porque ya es medianoche. Sé que no soy nada, pero
Jesús lo quiere, y Él llamará aún a muchos más en estos días.”
Como Católica, la Hermana Teresa, vive su realidad judía en
plenitud. Es llamada a responder como respondió la Reina Ester a favor
de su pueblo. Su función consiste en interceder con toda el alma y con
una disposición total para conseguir lo que pide, incluso contando con
la posible pérdida de la vida. Pero lo hace en total unión con el
ofrecimiento del Divino Mesías. Quiere colaborar en lo que falta a la
Pasión de Cristo.
Ella escribe: “Y
es por eso que el Señor ha tomado mi vida por todos. Tengo que pensar
continuamente en la Reina Ester que fue arrancada de su pueblo para
interceder ante el rey por su pueblo. Yo soy una pobre e impotente
pequeña Ester, pero el rey que me ha escogido es infinitamente grande y
misericordioso. Esto es un gran consuelo.”
En 1942 empiezan las
deportaciones de judíos. Luteranos, calvinistas y católicos acuerdan
leer el mismo día un texto conjunto de protesta en sus servicios
religiosos. La Gestapo amenaza a todas las autoridades cristianas de
Holanda con extender la orden de deportación a los judíos conversos a
sus credos. Los calvinistas y los luteranos dan marcha atrás, pero Pío
XII se mantiene firme. El texto de condena se lee en todas las iglesias
católicas de Holanda. La venganza se cumple unos días mas tarde. Las SS
invaden el convento del Carmelo de Echt y se llevan a dos monjas judías
conversas: Edith y Rosa Stein.
No era la primera vez que la
Iglesia protestaba y sufría. Ya el día de la Pascua de
1939, la encíclica de Pío XI condenando duramente el nazismo, se había
leído desde todos los púlpitos de Alemania. Muchos sacerdotes y
católicos comprometidos habían sufrido graves consecuencias.
Esta condenaba ocurrió antes que Francia e Inglaterra se decidieran
contra Hitler.
Esta vez las fuerzas
Nazi de Ocupación, en retaliación por las declaraciones
de los obispos católicos de Holanda en contra de las deportaciones de
los judíos, declaran a todos los católicos-judíos “apartidas”. A la
vista de los graves peligros que corren en Holanda, la comunidad del
Carmelo comienza los trámites para que Edith y Rosa puedan emigrar a
Suiza, pero los intentos no dan resultado. El 2 de agosto del año 1942,
miembros de la SS se presentan en el convento y apresan a la Hermana
Teresa Benedicta de la Cruz y a su hermana Rosa para conducirlas al
campo de concentración de Auschwitz. Al salir del convento, la Hermana
Teresa cogió tranquilamente a su hermana de la mano y le dijo:
“¡Ven, hagámoslo por nuestro pueblo!”
Estas palabras eran eco de unas que había escrito mucho
antes pero con la misma dedicación y determinación:
“Yo sólo deseo que la muerte me encuentre en un
lugar apartado, lejos de todo trato con los hombres, sin hermanos de
hábito a quienes dirigir; sin alegrías que me consuelen, y atormentada
de toda clase de penas y dolores. He querido que Dios me pruebe como a
sierva, después de que Él ha probado en el trabajo la tenacidad de mi
carácter; he querido que me visite en la enfermedad, como me ha tentado
en la salud y la fuerza; he querido que me tentase en el oprobio, como
lo ha hecho con el buen nombre que he tenido ante mis enemigos. Dígnate,
Señor, coronar con el martirio la cabeza de tu indigna sierva.”
En la Cima de la Cruz
Al ser tomadas del Convento de Holanda, primero son
trasladadas la Hermana Teresa y Rosa, al campo de concentración de
Mersforrt. A empujones y golpes de culata las metieron en barracones
llenos de suciedad. Tenían que dormir sobre somieres de hierro sin
colchón; a los servicios tenían que ir en grupo y las vigilaban mientras
los utilizaban. Los hombres del SS se divertían colocando a las monjas
contra la pared y apuntando hacia ellas los fusiles sin el seguro. En
aquella horrible situación, una gran paz emanaba de Edith Stein.
En la noche del 4 de agosto, obligaron de nuevo a los prisioneros a
subir a los medios de transporte, llevándoles hacia el norte del país.
Durante este traslado, eran muchos los que morían por las asfixia y
otros se volvían locos por la desesperación. La caravana se detuvo en un
lugar descampado, y entre bosques y prados, obligaron a las 1200
personas que llevaban a ir hacia el campo de Westerbork.
Durante toda esta trayectoria horrenda, los prisioneros quedaban
admirados ante la serenidad de Edith. Algunos de los sobreviventes dan
testimonio de la paz interior de la santa:
“Las lamentaciones en el campamento, y el nerviosismo en los recién
llegados, eran indescriptibles. Edith Stein iba de una parte a otra,
entre las mujeres, consolando, ayudando, tranquilizando como un ángel.
Muchas madres, a punto de enloquecer, no se habían ocupado de sus hijos
durantes días. Edith se ocupaba inmediatamente de los pequeños, los
lavaba, peinaba y les buscaba alimento.”
Otro dice:
“Había una monja que me llamó inmediatamente la atención y a la que
jamás he podido olvidar, a pesar de los muchos episodios repugnantes de
los que fui testigo allí. Aquella mujer, con una sonrisa que no era una
simple máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve la certeza de que me
hallaba ante una persona verdaderamente grande. En una conversación dijo
ella: “El mundo está hecho de contradicciones; en último término nada
quedará de estas contradicciones. Sólo el gran amor permanecerá. ¿Cómo
podría ser de otra manera?”
Y finalmente otro:
“Tengo la impresión de que ella pensaba en el sufrimiento que preveía,
no en su propio sufrimiento, --por eso estaba bastante tranquila,
demasiado tranquila, diría yo--, sino en el sufrimiento que aguardaba a
los demás. Cuando yo quiero imaginármela mentalmente sentada en el
barracón, todo su porte externo despierta en mí la idea de una Pietá sin
Cristo.”
Después de varios tormentos y humillaciones indescriptibles, el 7 de
agosto, apenas salido el sol, Edith y su hermana, junto con unos mil
judíos, son trasladados una vez más. Su destino es Auschwitz. Llegan al
campo de concentración el mismo 9 de agosto y los prisioneros son
conducidos inmediatamente a la cámara de gas. Es ahí donde Edith
encuentra la culminación de su ofrecimiento como Esposa de Cristo. Muere
como mártir, ofreciéndose como holocausto para la salvación de las
almas, por la liberación de su pueblo y por la conversión de Alemania.
Con la oración de un Padrenuestro en los labios, Edith da el sentido mas
pleno a su vida, entregándose por todos, por amor...
Sin duda podemos declarar que la vida de Teresa fue bendecida por la
Cruz. Con su vida, la Hermana Teresa repite las palabras de su gran
madre espiritual, Sta Teresa de Ávila: “No me arrepiento de haberme
entregado al Amor.”
Edith Stein fue canonizada como mártir en 1998 por el Papa Juan Pablo
II, quien le dio el titulo de “mártir de amor”.
En octubre de 1999, fue declarada co-patrona de
Europa.
Su último testamento:
El telegrama que Edith había enviado a la Priora de Echt
antes de ser llevada a Auschwitz, contenía esta declaración: "No
se puede adquirir la ciencia de la Cruz más que sufriendo verdaderamente
el peso de la cruz. Desde el primer instante he tenido la convicción
íntima de ello y me he dicho desde el fondo de mi corazón: Salve, OH
Cruz, mi única esperanza".
Sta. Teresa Benedicta de la Cruz... Ruega por nosotros!
De los escritos
espirituales de Santa Teresa Benedicta de la Cruz
(Edith Stein Weke, II.
Band, Verborgenes Leben ‘Vida Escondida’ Freiburg-Basel-Wien 1987, S.
124-126)
Ave Crux, spes unica
“Te saludamos,
Cruz santa, única esperanza nuestra” Así lo decimos en la Iglesia en el
tiempo de Pasión, tiempo dedicado a la contemplación de los amargos
sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo.
El mundo está en llamas: la lucha entre Cristo y el Anticristo ha
comenzado abiertamente, por eso si te decides en favor de Cristo, ello
puede acarrearte incluso el sacrificio de la vida.
Contempla al Señor que ante ti cuelga del madero, porque ha sido
obediente hasta la muerte de Cruz.
Él vino al mundo no para hacer su voluntad, sino la del Padre. Si
quieres ser la esposa del Crucificado debes renunciar totalmente a tu
voluntad y no tener más aspiración que la de cumplir la voluntad de
Dios.
Frente a ti el Redentor pende de la Cruz despojado y desnudo, porque ha
escogido la pobreza. Quienquiera seguirlo debe renunciar a toda posesión
terrena.
Ponte delante del Señor que cuelga de la Cruz, con corazón quebrantado;
Él ha vertido la sangre de su corazón con el fin de ganar el tuyo. Para
poder imitarle en la santa castidad, tu corazón ha de vivir libre de
toda aspiración terrena; Jesús crucificado debe ser el objeto de toda tu
tendencia, de todo tu deseo, de todo tu pensamiento.
El mundo está en llamas: el incendio podría también propagarse a nuestra
casa, pero por encima de todas las llamas se alza la cruz,
incombustible. La cruz es el camino que conduce de la tierra al cielo.
Quien se abraza a ella con fe, amor y esperanza se siente transportado a
lo alto, hasta el seno de la Trinidad.
El mundo está en llamas: ¿Deseas apagarlas? Contempla la cruz: del
Corazón abierto brota la sangre del Redentor, sangre capaz de extinguir
las mismas llamas del infierno. Mediante la fiel observancia de los
votos, mantén tu corazón libre y abierto; entonces rebosarán sobre él
los torrentes del amor divino, haciéndolo desbordar fecundamente hasta
los confines de la tierra.
Gracias al poder de la cruz puedes estar presente en todos los lugares
del dolor a donde te lleve tu caridad compasiva, una caridad que dimana
del Corazón Divino, y que te hace capaz de derramar en todas partes su
preciosísima sangre para mitigar, salvar y redimir.
El Crucificado clava en ti los ojos interrogándote, interpelándote.
¿Quieres volver a pactar en serio con Él la alianza? Tú sólo tienes
palabras de vida eterna. ¡Salve, Cruz, única esperanza!
RESPONSORIO 1Co 1, 24b
R. Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos,
necedad para los gentiles; * Pero para los llamados, judíos o griegos,
un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
V. El deseo de mi corazón y mi plegaria pidiendo su salvación suban
hasta el Señor. * Pero para los llamados.