"Bienvenida
del ministro franciscano al Santo Padre en el Monte Nebo"
Fray José Rodrígez Carballo, ofm
Mayo 9, 2009
www.zenit.org
Santo Padre, le doy la bienvenida en nombre de todos los frailes
menores que viven en Tierra Santa y de toda la Orden con el
saludo de san Francisco: ¡Que el Señor le dé la Paz!
Aquí, sobre el Monte Nebo, a las puertas de la tierra prometida,
le damos la bienvenida en el comienzo de su peregrinación a
Tierra Santa. Aquí Moisés, al finalizar el éxodo, tuvo la
garantía de que vería la tierra que el Señor había prometido a
su pueblo. La promesa de Dios se hacía finalmente realidad.
Moisés había guiado a Israel durante cuarenta años, durante
cuarenta años había sido la voz de Dios para el pueblo y la voz
del pueblo ante Dios. Él recibió del Señor la ley y la consignó
al pueblo de Israel para que la observara. Ayudó al pueblo a
crecer en la fe, exhortándolo y sosteniéndolo en los momentos de
desánimo, pero también amonestándolo y reprendiéndolo cuando la
tentación de las cebollas que comían en Egipto se hacía más
fuerte. Gracias a Moisés Israel había aprendido a conocer mejor
a su Señor: un Dios providente que no abandona jamás a su
pueblo; que durante el camino es la luz que alumbra en las
tinieblas y descanso en las fatigas; que va al encuentro de sus
hijos con el maná caído del cielo y con el agua de la roca; que
desciende a una tienda para estar en medio de ellos y con ellos
se hace peregrino. Moisés de esta forma no sólo guió al pueblo
de la Alianza hacia esta tierra sino que, sobre todo, lo condujo
hacia su Señor y Salvador.
Santo Padre, usted hoy ha querido hacerse peregrino,
recordándonos que esta es la condición del pueblo de Dios. En
este viaje no está solo. Queremos acompañarle, queremos
seguirle, como en un tiempo el pueblo de Israel siguió a Moisés
y se dejó conducir por él. También nosotros hoy nos sentimos
como en el desierto y tenemos necesidad de que alguien que nos
conduzca hacia el Señor, de alguien que nos ayude a conocerlo
siempre más como un Padre providente y misericordioso, como
nuestro Señor Jesucristo nos lo ha revelado. Con frecuencia nos
invade el desánimo y el miedo cuando el camino se hace áspero y
duro. Hay veces en que parece que el mal prevalece. Dondequiera
que dirijamos la mirada, vemos guerras y violencia. Una gran
parte de la humanidad está sometida bajo la pobreza mientras que
los derechos humanos más elementales son pisoteados. Por la sed
de riqueza y de poder los hombres no dejan de devastar la
creación, que se les había entregado para que la cuidaran. La fe
en la promesa de la tierra donde fluyen leche y miel, del Reino
que crece sin hacer ruido, como el pequeño grano de la mostaza,
corre el riesgo de desvanecerse en nuestros corazones y nos
invade la tentación de dejar el arado y volver la vista atrás.
Aquí, sobre este monte, un hermano nuestro, fray Michele
Piccirillo, al que hace poco el Señor ha llamado a su seno, ha
dedicado la vida entera para permitirnos gustar la belleza de
estos lugares, sacando a la luz obras maestras perdidas y
sepultadas desde hace siglos. Su obra, además de un inmenso
valor científico, nos enseña que está en la naturaleza profunda
del hombre el caminar siempre a la búsqueda de la verdadera
belleza.
Santidad, en esta peregrinación nos confiamos a usted. Lleve
nuestras súplicas al Señor y diríjanos una vez más aquella
Palabra, que es la única que nos puede dar la salvación.
Ayúdenos a descubrir la belleza de nuestra vocación, la belleza
de ser discípulos del Resucitado. Entonces, como los discípulos,
tendremos el valor de dejar a nuestras espaldas nuestro vivir
cómodo y seguro para ponernos de nuevo en marcha por los caminos
del mundo, testimoniando a todos la alegría de la Pascua.
Fray José Rodrígez Carballo ofm
Ministro general
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