“Debe hacerse
todo esfuerzo para combatir el antisemitismo”
Llegada al aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv
S.S. BENEDICTO XVI
Mayo 11, 2009
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Señor presidente,
Señor primer ministro,
excelencias, señoras y señores,
gracias por vuestra calurosa acogida en el Estado de Israel, en
esta tierra que es considerada santa por millones de creyentes
en todo el mundo. Estoy agradecido al presidente, el señor
Shimon Peres, por sus amables palabras y aprecio la oportunidad
que se me ofrece de realizar esta peregrinación a una tierra
hecha santa por las huellas de patriarcas y profetas, una tierra
a la que los cristianos tienen una particular veneración como
lugar de los acontecimientos de la vida, muerte y resurrección
de Jesucristo. Tomo mi lugar en una larga fila de peregrinos
cristianos a estos lugares, una fila que se remonta en el tiempo
hasta los primeros siglos de la historia cristiana y que, estoy
seguro, seguirá prolongándose en el futuro. Como muchos otros
antes que yo, vengo para rezar en los lugares santos, a rezar de
forma especial por la paz - paz aquí en Tierra Santa y paz en
todo el mundo.
Señor presidente, la Santa Sede y el Estado de Israel comparten
muchos valores, el primero entre ellos el compromiso de reservar
a la religión su legítimo lugar en la vida de la sociedad. El
justo orden de las relaciones sociales presupone y exige el
respeto por la libertad y la dignidad de todo ser humano, que
cristianos, musulmanes y judíos creen igualmente creado por un
Dios amoroso y destinado a la vida eterna. Cuando la dimensión
religiosa de la persona humana es negada o marginada, se pone en
peligro el fundamento mismo de una correcta comprensión de los
derechos humanos inalienables.
Trágicamente, el pueblo judío ha experimentado las terribles
consecuencia de ideologías que niegan la dignidad de toda
persona humana. Es justo y conveniente que, durante mi
permanencia en Israel, yo tenga la oportunidad de honrar la
memoria de los seis millones de judíos víctimas de la Shoá, y de
rezar para que la humanidad no tenga que ser nunca más testigo
de un crimen de una enormidad semejante. Desafortunadamente, el
antisemitismo sigue levantando su repugnante cabeza en muchas
partes del mundo. Esto es totalmente inaceptable. Debe hacerse
todo esfuerzo para combatir el antisemitismo allí donde se
encuentre, y para promover el respeto y la estima hacia los
pertenecientes a todo pueblo, raza, lengua y nación en todo el
mundo.
Durante mi permanencia en Jerusalén, tendré también el placer de
encontrar muchos líderes religiosos distintos de este país. Una
cosa que las tres grandes religiones monoteístas tienen en común
es una especial veneración por esta Ciudad Santa. Es mi
ferviente esperanza que todos los peregrinos a los santos
lugares tengan la posibilidad de acceder a ellos libremente y
sin restricciones, de tomar parte en ceremonias religiosas y de
promover el digno mantenimiento de los edificios de culto
colocados en los espacios sagrados. Que puedan cumplirse las
palabras de la profecía de Isaías, según el cual muchas naciones
afluirán al monte de la Casa del Señor, para que Él les enseñe
sus caminos y éstos puedan caminar por sus senderos, senderos de
paz y de justicia, senderos que llevan a la reconciliación y a
la armonía (cfr Isaías 2,2-5).
Aunque el nombre de Jerusalén significa "ciudad de la paz", es
del todo evidente que durante décadas la paz ha eludido
trágicamente a los habitantes de esta tierra santa. Los ojos del
mundo están sobre los pueblos de esta región, mientras éstos
luchan por llegar a una solución justa y duradera de los
conflictos que han causado tanto sufrimiento. Las esperanzas de
innumerables hombres, mujeres y niños por un futuro más seguro y
estable dependen del éxito de las negociaciones de paz entre
israelíes y palestinos. En unión con todos los hombres de buena
voluntad, suplico a cuantos están investidos de responsabilidad
que exploren toda vía posible para la búsqueda de una solución
justa a las enormes dificultades, para que ambos pueblos puedan
vivir en paz en una patria que sea la suya, dentro de fronteras
seguras e internacionalmente reconocidas. Al respecto, espero y
rezo para que pronto se pueda crear un clima de mayor confianza,
que haga a las partes capaces de realizar progresos reales en el
camino hacia la paz y la estabilidad.
A los obispos y a los fieles católicos hoy aquí presentes les
dirijo una especial palabra de saludo. En esta tierra donde
Pedro recibió la tarea de apacentar a las ovejas del Señor,
llego como sucesor de Pedro para realizar mi ministerio en medio
de vosotros. Será mi especial alegría unime a vosotros para
concluir las celebraciones del Año de la Familia, que tendrán
lugar en Nazaret, patria de la Sagrada Familia de Jesús, María y
José. Como dije en mi mensaje para la Jornada Mundial de la
Paz,. La familia es "la primera e indispensable maestra de paz"
(n. 3), y por tanto tiene un papel vital que llevar a cabo para
sanar las divisiones presentes en la sociedad humana en todos
los niveles. A las comunidades cristianas de Tierra Santa digo:
a través de vuestro fiel testimonio de Aquel que predicó el
perdón y la reconciliación, a través de vuestro compromiso en
defender la sacralidad de toda vida humana, podéis ofrecer una
contribución particular para que acaben las hostilidades que
durante tanto tiempo han afligido a esta tierra. Rezo para que
vuestra continua presencia en Israel y en los Territorios
Palestinos traigan mucho fruto de cara a promover la paz y el
respeto recíproco entre todas las gentes que viven en las
tierras de la Biblia.
Señor Presidente, Señoras y Señores, una vez más os agradezco
por vuestra acogida y os aseguro mis sentimientos de buena
voluntad. ¡Que Dios de fuerza a su pueblo! ¡Que Dios bendiga a
su pueblo con la paz!
[Traducción de Inma Álvarez
© Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana]
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