“Teneis un gran
valor ante Dios”
S.S. Benedicto XVI
Mayo 13, 2010
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CC0 Dominio publico
Queridos
hermanos
y hermanas
Antes de acercarme hasta vosotros, llevando en las manos la
custodia con Jesús Eucaristía, quisiera dirigiros unas palabras
de aliento y de esperanza, que hago extensivas a todos los
enfermos que nos acompañan a través de la radio y la televisióny a quienes, aun sin tener esa posibilidad, se unen a nosotros
mediante los vínculos más profundos del espíritu, es decir,
mediante la fe y la oración.
Hermano mío y hermana mía, tú tienes “un valor tan grande para
Dios que se hizo hombre para poder com-padecer Él mismo con el
hombre, de modo muy real, en carne y sangre, como nos manifiesta
el relato de la Pasión de Jesús. Por eso, en cada pena humana ha
entrado uno que comparte el sufrir y el padecer; de ahí se
difunde en cada sufrimiento la con-solatio, el consuelo del amor
participado de Dios y así aparece la estrella de la esperanza”
(Enc. Spe salvi, 39). Con esta esperanza en el corazón, podrás
salir de las arenas movedizas de la enfermedad y de la muerte, y
permanecer de pie sobre la roca firme del amor divino. En otras
palabras, podrás superar la sensación de la inutilidad del
sufrimiento que consume interiormente a las personas y las hace
sentirse un peso para los otros, cuando, en realidad, vivido con
Jesús, el sufrimiento sirve para la salvación de los hermanos.
¿Cómo es posible esto? Las fuentes de la fuerza divina manan
precisamente en medio de la debilidad humana. Es la paradoja del
Evangelio. Por eso, el divino Maestro, más que detenerse en
explicar las razones del sufrimiento, prefirió llamar a cada uno
a seguirlo con estas palabras: “El que quiera venirse conmigo…
que cargue con su cruz y me siga” (cf. Mc 8, 34). Ven conmigo.
Participa con tu sufrimiento en esta obra de la salvación del
mundo, que se realiza mediante mi sufrimiento, por medio de mi
Cruz. A medida que abraces tu cruz, uniéndote espiritualmente a
la mía, se desvelará a tus ojos el significado salvífico del
sufrimiento. Encontrarás en medio del sufrimiento la paz
interior e incluso la alegría espiritual.
Queridos enfermos, acoged esta llamada de Jesús que pasará junto
a vosotros en el Santísimo Sacramento y confiadle todas las
contrariedades y penas que afrontáis, para que se conviertan
–según sus designios– en medio de redención para todo el mundo.
Vosotros seréis redentores en el Redentor, como sois hijos en el
Hijo. Junto a la cruz… está la Madre de Jesús, nuestra Madre.
[©Libreria Editrice Vaticana]
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es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María
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