"paz
en la tierra a todos los hombres de buena voluntad"
Discurso en la ceremonia de bienvenida a los Territorios
Palestinos
S.S. Benedicto XVI
Mayo 13, 2009
www.zenit.org
Señor presidente,
queridos amigos:
Os saludo a todos de corazón y agradezco calurosamente al señor
presidente, Mahmoud Abbas, sus palabras de bienvenida. Mi
peregrinación a la tierra de la Biblia no habría estado completa
sin una visita a Belén, la Ciudad de David y del nacimiento de
Jesucristo. No podría haber venido a Tierra Santa sin aceptar la
gentil invitación del presidente Abbas a visitar estos
Territorios para saludar a la población palestina. Conozco lo
mucho que habéis sufrido y lo que seguís sufriendo a causa de la
agitación que ha afligido a esta tierra durante decenas de años.
Mi corazón está con las familias que se han quedado sin hogar.
Esta tarde, visitaré el Campo de Refugiados Aida para expresar
mi solidaridad con la gente que ha perdido tanto. A aquellos de
vosotros que lloráis la pérdida de familiares y personas
queridas en las hostilidades, particularmente en el reciente
conflicto de Gaza, os aseguro mi más profunda compasión y el
recuerdo frecuente en la oración. De hecho, os tengo a todos
vosotros en mis oraciones diarias e imploro ardientemente al
Todopoderoso por la paz, una paz justa y duradera, en los
Territorios Palestinos y en toda la región.
Señor presidente, la Santa Sede apoya los derechos de su
población a una soberana patria palestina en la tierra de
vuestros antepasados, segura y en paz con sus vecinos, en el
interior de unas fronteras reconocidas internacionalmente.
Incluso si en la actualidad ese objetivo parece lejos de
lograrse, le insto, a usted y a toda su población, a mantener
viva la llama de la esperanza, esperanza en que puede
encontrarse una vía de encuentro entre las legítimas
aspiraciones, tanto de los israelíes como de los palestinos,
hacia la paz y la estabilidad. En palabras del difunto Papa Juan
Pablo II, no puede haber "paz sin justicia ni justicia sin
perdón" (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del año
2002). Imploro a todas las partes implicadas en este largo
conflicto que aparten todo rencor y división que puedan quedar
todavía en el camino de la reconciliación y lleguen a todos por
igual, con generosidad y compasión y sin discriminación. Una
coexistencia pacífica entre las poblaciones de Oriente Medio
sólo puede conseguirse con un espíritu de cooperación y respeto
mutuo, en el que los derechos y la dignidad de todos sean
reconocidos y respetados. Os pido a todos vosotros, pido a
vuestros líderes, que tomen un compromiso renovado para trabajar
por estos objetivos. En particular pido a la comunidad
internacional que utilice su influencia a favor de una solución.
Creo y confío que, a través de un honesto y constante diálogo,
con todo el respeto a las peticiones de justicia, se puede
conseguir una paz duradera en estas tierras.
Es mi ardiente esperanza que los graves problemas que afectan a
la seguridad en Israel y en los Territorios Palestinos sean
pronto lo suficientemente mitigados como para permitir una mayor
libertad de movimiento, especialmente respecto a los contactos
entre familiares y al acceso a los lugares santos. Los
palestinos, como cualquier otro pueblo, tienen un derecho
natural a casarse, a formar una familia y a acceder al trabajo,
la educación y a la asistencia médica. Rezo también para que,
con la ayuda de la comunidad internacional, el trabajo de
reconstrucción pueda realizarse rápidamente allí donde casas,
escuelas u hospitales han sido dañados o destruidos,
especialmente durante el reciente conflicto de Gaza. Esto es
esencial para que la población de esta tierra pueda vivir en
condiciones que favorezcan la paz duradera y la prosperidad. Una
infraestructura estable ofrecerá a vuestros jóvenes mejores
oportunidades para adquirir valiosas especialidades y obtener
empleos remunerados y les habilitará para ofrecer su aportación
en la construcción de la vida de vuestras comunidades. Hago este
llamamiento a los muchos jóvenes presentes hoy en los
Territorios Palestinos: no permitáis que la pérdida de vidas
humanas y la destrucción de las que habéis sido testigos,
despierten resentimiento o amargura en vuestros corazones. Tened
el coraje de resistir cualquier tentación que sintáis de
recurrir a los actos de violencia o de terrorismo. Por el
contrario, dejad que lo que habéis experimentado renueve vuestra
determinación de construir la paz. Dejaos llenar de este
profundo deseo de ofrecer una contribución duradera al futuro de
Palestina, para que pueda ocupar el lugar que le corresponde en
el escenario mundial. Dejaos inspirar por sentimientos de
compasión hacia todos los que sufren, por el celo por la
reconciliación y por una firme confianza en la posibilidad de un
futuro más luminoso.
Señor presidente, queridos amigos reunidos aquí en Belén, invoco
sobre toda la población palestina la bendición y la protección
de nuestro Padre celestial, y rezo fervientemente para que se
cumpla el canto que los ángeles cantaron en este lugar: "paz en
la tierra a todos los hombres de buena voluntad".
Gracias. Y que Dios esté con vosotros.
[Traducción del original inglés realizada por Patricia Navas
© Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana]
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