El
pensamiento del Cardenal J. Ratzinger
Periodistas de la agencia Zenit entrevistan al Cardenal Ratzinger
El anuncio de Cristo y su Evangelio en un mundo
relativista es para Benedicto XVI uno de los desafíos
centrales de la Iglesia. Así lo explicó el cardenal Joseph Ratzinger,
prefecto de la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe, en este
encuentro con periodistas, entre los que se encontraban varios
redactores de Zenit, el 30 de noviembre de 2002, que mantuvo en la
Universidad Católica San Antonio de Murcia al participar en el Congreso
Internacional de Cristología.
Ofrecemos esta larga entrevista en el que se reflejan algunos de los
rasgos característicos de quien es considerado como uno de los teólogos
más grandes contemporáneos.
--Algunos interpretan en muchas ocasiones el hecho de anunciar a
Cristo como una ruptura en el diálogo con las demás religiones ¿Cómo es
posible anunciar a Cristo y dialogar al mismo tiempo?
--Cardenal Ratzinger: Diría que hoy realmente se da una dominación
del relativismo. Quien nos es relativista parecería que es alguien
intolerante. Pensar que se puede comprender la verdad esencial es visto
ya como algo intolerante. Pero en realidad esta exclusión de la verdad
es un tipo de intolerancia muy grave y reduce las cosas esenciales de la
vida humana al subjetivismo. De este modo, en las cosas esenciales ya no
tendremos una visión común. Cada uno podría y debería decidir como
puede. Perdemos así los fundamentos éticos de nuestra vida común.
Cristo es totalmente diferente a todos los fundadores de otras
religiones, y no puede ser reducido a un Buda, o a un Sócrates, o un
Confucio. Es realmente el puente entre el cielo y la tierra, la luz de
la verdad que se nos ha aparecido. El don de conocer a Jesús no
significa que no haya fragmentos importantes de verdad en otras
religiones. A la luz de Cristo, podemos instaurar un diálogo fecundo con
un punto de referencia en el que podemos ver cómo todos estos fragmentos
de verdad contribuyen a una profundización de nuestra propia fe y a una
auténtica comunión espiritual de la humanidad.
--¿Qué le diría usted a un joven teólogo? ¿Qué aspectos de la
cristología le aconsejaría estudiar?
--Cardenal Ratzinger: Es importante, ante todo, conocer la Sagrada
Escritura, el testimonio vivo de los Evangelios, tanto de los sinópticos
como del Evangelio de san Juan, para escuchar la auténtica voz. En
segundo lugar, son muy importantes los grandes concilios, sobre todo el
Concilio de Calcedonia, así como los sucesivos Concilios que aclararon
el significado de esa gran fórmula sobre Cristo, verdadero Dios y
verdadero hombre. La novedad de que es realmente es Hijo de Dios, y
realmente hombre, no es una apariencia, por el contrario une Dios al
hombre. En tercer lugar, le sugiero profundizar en el misterio pascual:
conocer este misterio del sufrimiento y de la resurrección del Señor y
de este modo conocer qué es la Redención. La novedad de que Dios, en la
persona de Jesús, sufre, lleva nuestros sufrimientos, comparte nuestra
vida, y de este modo crea el paso a la auténtica vida en la
Resurrección. Se trata de todo el problema de la liberación de la vida
humana, que hoy está comprendida en el misterio pascual, por una parte
se relaciona con la vida concreta de nuestro tiempo y, por otra, se
representa en la liturgia. Me parece central precisamente este nexo
entre liturgia y vida, ambas fundadas en el misterio pascual.
--¿Qué ha aprendido el cardenal Ratzinger que no supiera ya el
teólogo Ratzinger?
--Cardenal Ratzinger: La substancia de mi fe en Cristo ha seguido siendo
siempre la misma: conocer a este hombre que es Dios que me conoce, que
--como dice san Pablo-- se ha entregado por mí. Está presente para
ayudarme y guiarme. Esta substancia ha seguido siendo siempre igual. En
el transcurso de mi vida he leído a los Padres de la Iglesia, a los
grandes teólogos, así como la teología presente. Cuando yo era joven era
determinante en Alemania la teología de Bultmann, la teología
existencialista; después fue más determinante la teología de Moltmann,
teología de influencia marxista, por así decir. Diría que en el momento
actual el diálogo con las demás religiones es el punto más importante:
comprender cómo por una parte Cristo es único, y por otra parte cómo
responde a todos los demás, que son precursores de Cristo, y que están
en diálogo con Cristo.
--¿Qué debe hacer una Universidad católica, portadora de la verdad de
Cristo, para hacer presente la misión evangelizadora del cristianismo?
--Cardenal Ratzinger: Es importante que en una Universidad católica no
se aprenda sólo la preparación para una cierta profesión. Una
Universidad es algo más que una escuela profesional, en la que aprendo
física, sociología, química.... Es muy importante una buena formación
profesional, pero si fuera sólo esto no sería más que un techo de
escuelas profesionales diferentes. Una Universidad tiene que tener como
fundamento la construcción de una interpretación válida de la existencia
humana. A la luz de este fundamento podemos ver el lugar que ocupan cada
una de las ciencias, así como nuestra fe cristiana, que debe estar
presente a un alto nivel intelectual.
Por este motivo, en la escuela católica tiene que darse una formación
fundamental en las cuestiones de la fe y sobre todo un diálogo
interdisciplinar entre profesores y estudiantes para que juntos puedan
comprender la misión de un intelectual católico en nuestro mundo.
--Ante la búsqueda actual de espiritualidad, mucha gente recurre a la
meditación trascendental. ¿Qué diferencia hay entre la meditación
trascendental y la meditación cristiana?
--Cardenal Ratzinger: En pocas palabras, diría que lo esencial de la
meditación trascendental es que el hombre se expropia del propio yo, se
une con la universal esencia del mundo; por tanto, queda un poco
despersonalizado. Por el contrario, en la meditación cristiana no pierdo
mi personalidad, entro en una relación personal con la persona de
Cristo, entro en relación con el «Tú» de Cristo, y de este modo este
«yo» no se pierde, mantiene su identidad y responsabilidad. Al mismo
tiempo se abre, entra en una unidad más profunda, que es la unidad del
amor que no destruye. Por tanto, diría en pocas palabras, simplificando
un poco, que la meditación trascendental es impersonal, y en este
sentido «despersonalizante». Mientras que la meditación cristiana es «personalizante»
y abre a una unidad profunda que nace del amor y no de la disolución del
yo.
--Usted es prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe,
lo que antes se llamaba la Inquisición. Mucha gente desconoce los
dicasterios vaticanos. Creen que es un lugar de condena. ¿En qué
consiste su trabajo?
--Cardenal Ratzinger: Es difícil responder a esto en dos palabras.
Tenemos dos secciones principales: una disciplinar y otra doctrina.
La disciplinar tiene que ocuparse de problemas de delitos de sacerdotes,
que por desgracia existen en la Iglesia. Ahora tenemos el gran problema
de la pederastia, como sabéis. En este caso, debemos sobre todo ayudar a
los obispos a encontrar los procedimientos adecuados y somos una especie
de tribunal de apelación: si uno se siente tratado injustamente por el
obispo, puede recurrir a nosotros.
La otra sección, más conocida, es doctrinal. En este sentido, Pablo VI
definió nuestra tarea como «promover» y «defender» la fe. Promover, es
decir, ayudar el diálogo en la familia de los teólogos del mundo, seguir
este diálogo, y alentar las corrientes positivas, así como ayudar a las
tendencias menos positivas a conformarse con las tendencias más
positivas. La otra dimensión es defender: en el contexto del mondo de
hoy, con su relativismo, con una oposición profunda a la fe de la
Iglesia en muchas partes del mundo, con ideología agnóstica, atea, etc.,
la pérdida de la identidad de la fe tiene lugar con facilidad. Tenemos
que ayudar a distinguir auténticas novedades, auténticos progresos, de
otros pasos que implican una pérdida de identidad de la fe.
Tenemos a disposición dos instrumentos muy importantes para este
trabajo, la Comisión Teológica Internacional, con 30 teólogos propuestos
por cinco años a propuesta de los obispos; y la Comisión Bíblica, con 30
exegetas, también ellos propuestos por los obispos. Son foros de
discusión para los teólogos para encontrar por así decir un
entendimiento internacional incluso entre las diferentes escuelas de
teología, y un diálogo con el Magisterio.
Para nosotros es fundamental la colaboración con los obispos. Si es
posible, deben resolver los problemas los obispos. Pero con frecuencia
se trata de teólogos que tienen fama internacional y, por tanto, el
problema supera las posibilidades de un obispo, de modo que es llevado a
la Congregación. Aquí promovemos el diálogo con estos teólogos para
llegar, si es posible, a una solución pacífica. Sólo en poquísimos casos
se da una solución negativa.
--Este último año ha sido difícil para los católicos por el espacio
que han tenido en los medios de comunicación los escándalos atribuidos a
sacerdotes. Algunos han hablado de campaña contra la Iglesia. Usted,
¿qué piensa?
--Cardenal Ratzinger: También en la Iglesia los sacerdotes son
pecadores, pero estoy personalmente convencido de que la permanente
presencia de pecados de sacerdotes católicos en la prensa, sobre todo en
Estados Unidos, es una campaña construida, pues el porcentaje de estos
delitos entre sacerdotes no es más elevado que en otras categorías, o
quizá es más bajo. En Estados Unidos vemos continuamente noticias sobre
este tema, pero menos del 1% de los sacerdotes son culpables de actos de
este tipo. La permanente presencia de estas noticias no corresponde a la
objetividad de la información ni a la objetividad estadística de los
hechos. Por tanto, se llega a la conclusión de que es querida,
manipulada, que se quiere desacreditar a la Iglesia. Es una conclusión
muy lógica y fundada.
--Se debate el que en los preámbulos de la futura Constitución
europea aparezca la palabra de Dios y referencias al pasado cristiano de
Europa. ¿Piensa usted que puede haber una Europa unida de espaldas a su
pasado cristiano?
--Cardenal Ratzinger: Estoy convencido de que Europa no debe ser sólo
algo económico, político, sino que tiene necesidad de fundamentos
espirituales. Es un hecho histórico que Europa es cristiana, y que ha
crecido sobre el fundamento de la fe cristiana, que sigue siendo el
fundamento de los valores para este continente, que a su vez ha influido
en otros continentes. Me parece indispensable tener un fundamento de
valores y, si nos preguntamos cuál es este fundamento, nos damos cuenta
que no hay otro fuera de los grandes valores de la fe cristiana, por
encima de las confesiones, y por ello para mí es indispensable el que en
esta Constitución futura de Europa se hable de los fundamentos
cristianos de esta Europa.
No quisiera caer en el error de construir un catolicismo político. La fe
no indica inmediatamente recetas políticas, pero indica los fundamentos.
Por una parte, la política tiene su autonomía, pero por otra parte no
hay una separación total entre política y fe. Existen fundamentos de la
fe que crean después un espacio libre para la razón política. Por tanto,
la pregunta es qué es lo que pertenece a estos fundamentos para que
pueda funcionar la política. ¿Cuáles son los aspectos que deben dejarse
libres?
En primer lugar, es fundamental tener una visión moral antropológica y
aquí la fe nos da la luz. Para tener esta visión antropológica, que
garantiza la libertad de la razón política, ¿es necesaria la persona de
Dios? Estoy convencido de que una moral que no conoce a Dios se
fragmenta y, por tanto, al menos la gran intuición de que hay un Dios
que nos conoce y nos indica la figura del hombre, como imagen de Dios,
pertenece a estos fundamentos. Además [citar a Dios] no es un acto de
violencia contra nadie, no destruye la libertad de nadie, sino que abre
a todos el espacio libre para poder construir una vida realmente humana,
moral.
--Hay profesores de seminario del País Vasco que llegan a justificar
el terrorismo de ETA o no lo condenan tajantemente. Parece ser que hay
conexiones entre estos sacerdotes y la teología de la liberación. Se
habla incluso de una Iglesia indígena vasca. ¿Qué decisiones se pueden
tomar contra esto?
--Cardenal Ratzinger: En este caso se aplica simplemente lo que la
Congregación para la Doctrina de la Fe dijo entre los años 1984
[instrucción «Libertatis nuntius»] y 1986 [instrucción «Libertatis
conscientia»] sobre la teología de la liberación. Ciertamente el
cristianismo se relaciona con la libertad, pero la verdadera libertad no
es una libertad política. La política tiene su autonomía, esto ha sido
subrayado sobre todo por el Concilio Vaticano II y no debe ser
construida por la fe como tal, debe tener su racionalidad. De la Sagrada
Escritura no se pueden deducir recetas políticas y muchos menos
justificaciones del terrorismo. Me parece que por lo que se refiere a
este caso específico ya está dicho todo en las dos instrucciones de
nuestra Congregación para la teología de la liberación. La novedad del
mesianismo cristiano consiste en que Cristo no es inmediatamente el
mesías político, que realiza la liberación de Israel, como se esperaba.
Este era el modelo de Barrabás, que querían alcanzar inmediatamente
incluso con el terrorismo la liberación de Israel. Cristo creó otro
modelo de liberación, que se ha realizado en la comunidad apostólica, y
en la Iglesia tal y como se ha constituido, conformado, y testimoniado
en el Nuevo Testamento. Pero, como decía, ya todo está dicho en esas dos
instrucciones.
--Si hacemos un balance de la actividad inaudita del Papa Juan Pablo
II, ¿cuál será la contribución más importante de este papado? ¿Cómo
recordará el cristianismo a este Papa?
--Cardenal Ratzinger: No soy un profeta, por eso no me atrevo a decir
qué es lo que dirán en cincuenta años, pero creo que será sumamente
importante el hecho de que el Santo Padre haya estado presente en todas
las partes de la Iglesia. De este modo, ha creado una experiencia
sumamente viva de la catolicidad y de la unidad de la Iglesia. La
síntesis entre catolicidad y unidad es una sinfonía, no es uniformidad.
Lo dijeron los Padres de la Iglesia. Babilonia era uniformidad, y la
técnica crea uniformidad. La fe, como se ve en Pentecostés en donde los
apóstoles hablan todos los idiomas, es sinfonía, es pluralidad en la
unidad. Esto aparece con gran claridad en el pontificado del Santo Padre
con sus visitas pastorales, sus encuentros.
Pienso que algunos documentos serán importantes para siempre: quiero
mencionar las encíclicas «Redemtoris missio», la «Veritatis splendor»,
la «Evangelium vitae» y también «Fides et ratio». Son cuatro documentos
que serán realmente monumentos para el futuro.
Por último, me parece que se recordará su apertura a las demás
comunidades cristianas, a las demás religiones del mundo, al mundo
profano, a las ciencias, al mundo político. En esto, él ha hecho siempre
referencia a la fe y a sus valores, pero al mismo tiempo ha mostrado
también que la fe es capaz de entrar en diálogo con todos.
--¿Cuál es la aportación de Juan Pablo II al diálogo interreligioso?
--Cardenal Ratzinger: El Santo Padre ve su misión propia como una misión
de conciliación en el mundo, una misión de paz. Mientras en el pasado
por desgracia se daban guerras de religión, el Santo Padre quiere
mostrar que la justa relación entre las religiones no es la guerra, no
es la violencia, es el diálogo, y el intento de comprender los elementos
de verdad que se dan en las demás religiones. El Santo Padre no pretende
relativizar la unicidad de Cristo, que es el Camino, la Verdad, y la
Vida, pero quiere mostrar que esta verdad sobre Cristo no puede
anunciarse con violencia o con el poder humano, sino sólo con la fuerza
de la verdad. Y para eso se requiere un contacto humano de diálogo y de
amor, como hicieron los apóstoles en la gran misión de la Iglesia
antigua: sin servirse del poder mundano, utilizando la fuerza de
convicción. El testimonio del sufrimiento, el testimonio de la caridad y
del diálogo convenció al mundo antiguo. El Santo Padre trata simplemente
de renovar esta fuerza de diálogo y de amor de los primeros siglos en la
relación con las religiones.
--Se ha dicho que es necesario convocar un nuevo Concilio Vaticano
III para que la Iglesia se vaya adaptando a los nuevos tiempos. Usted,
¿qué opina?
--Cardenal Ratzinger: Ante todo, yo diría que es un problema práctico.
No hemos realizado suficientemente la herencia del Vaticano II, estamos
trabajando todavía para asimilar e interpretar bien esta herencia, pues
los procesos vitales requieren tiempo. Una medida técnica se puede
aplicar rápidamente, pero la vida tiene caminos mucho más largos. Se
requiere tiempo para que crezca un bosque, se requiere tiempo para que
crezca un hombre... De este modo, estos caminos espirituales, como el de
la asimilación de un Concilio, son caminos de vida, que tienen necesidad
de una cierta duración, y que no se pueden recorrer de un día para otro.
Por eso creo que no ha llegado el momento de un nuevo Concilio. Este no
es el problema primario, pero sería también un problema práctico. En el
Vaticano II tuvimos dos mil obispos y era ya sumamente difícil poder
tener una reunión de diálogo; ahora tendríamos cuatro mil obispos y creo
que habría que inventar técnicas para el diálogo.
Quisiera recordar algo que sucedió en el siglo IV, siglo de grandes
concilios. Cuando invitaron diez años después de un concilio a san
Gregorio Nazianceno a participar en un nuevo concilio, dijo: «¡No! Yo no
voy. Ahora tenemos que seguir trabajando sobre el otro. Tenemos tantos
problemas. ¿Para qué queréis convocar inmediatamente otro?». Creo que
esta voz algo emotiva nos muestra que se requiere tiempo para asimilar
un concilio.
En el tiempo intermedio entre dos grandes concilios, son necesarias
sobre todo otras formas de contacto entre los episcopados: los Sínodos
en Roma, por ejemplo. Es necesario sin duda mejorar el procedimiento,
pues hay demasiados monólogos. Tenemos que encontrar realmente un
proceso sinodal, de un camino en común. Después están los sínodos
continentales, regionales, etc. El trabajo efectivo de las Conferencias
Episcopales. El encuentro de las Conferencias Episcopales con la Santa
Sede. Nosotros [en la Curia romana] vemos en el transcurso de cinco años
a todos los obispos del mundo. Hemos mejorado mucho estas visitas «ad
limina», que antes eran muy formales y que ahora son auténticos
encuentros de diálogo. Por tanto, tenemos que mejorar estos instrumentos
para tener un permanente diálogo entre todas las partes de la Iglesia y
entre todas las partes con la Santa Sede, para llegar a una mejor
aplicación del Concilio Vaticano II. Y después veremos...
--¿Cómo mantener la fidelidad a la Iglesia y favorecer la comunión,
estando abiertos a que el Espíritu nos lleve hasta la verdad completa.
Es decir, ¿cómo es posible no caer en el extremo de rigidez y ruptura?
--Cardenal Ratzinger: Creo que es una cuestión sobre todo de la
maduración de la fe personal. Aparentemente fidelidad y apertura parecen
excluirse. Pero yo creo que la auténtica fidelidad al Señor Jesús, y a
su Iglesia, que es su Cuerpo, es una fidelidad dinámica. La verdad es
para todos y todos están creados para llegar al Señor. Sus brazos
abiertos en la cruz simbolizan para los Padres de la Iglesia al mismo
tiempo la máxima fidelidad --el Señor es clavado en la cruz-- y el
abrazo al mundo, para atraer al mundo hacia sí, y dejar espacio a todos.
Por tanto, una auténtica fidelidad al Señor participa en el dinamismo de
la persona de Cristo, que puede abrirse a los diferentes desafíos de la
realidad, del otro, del mundo, etc. Pero al mismo tiempo, encuentra ahí
su identidad profunda, que no excluye nada que sea verdadero, sólo
excluye la mentira. En la medida en que entramos en comunión con Cristo,
en su amor que nos acepta a todos y nos purifica a todos, en la medida
en que participamos en la comunión con Cristo, podemos ser fieles y
abiertos.
--¿En qué situación se encuentra actualmente la comunicación
ecuménica del concepto de Iglesia? Después de la instrucción «Dominus
Iesus» (6 de agosto de 2000) de la Congregación para la Doctrina de la
Fe se dieron críticas entre representantes de las Iglesias evangélicas,
pues no aceptaron o no entendieron bien declaraciones suyas, pues usted
decía que más que Iglesias debían ser consideradas como comunidades
cristianas.
--Cardenal Ratzinger: El tema exigiría una discusión larga. En primer
lugar, se nos dijo que. si en la «Dominus Iesus», sólo hubiéramos
hablado del carácter único de Cristo, toda la cristiandad habría quedado
encantada con este documento, todos se hubieran unido en un aplauso a la
Congregación. «¿Por qué habéis añadido el problema eclesiológico que ha
suscitado críticas?», nos han preguntado.
Sin embargo, era necesario hablar también de la Iglesia, pues Jesús creó
este Cuerpo, y Él está presente a través de los siglos a través de su
Cuerpo, que es la Iglesia. La Iglesia no es un espíritu que revolotea.
Estoy convencido de que [en la «Dominus Iesus»] hemos interpretado de
manera totalmente fiel la «Lumen Gentium» del Vaticano II, mientras que
en estos últimos treinta años hemos ido atenuando el texto. De hecho,
nuestros críticos, nos han dicho que nos hemos quedado en la letra del
Concilio, pero que no hemos entendido el Concilio. Al menos reconocen
que somos fieles a la letra.
La Iglesia de Cristo no es una utopía ecuménica, no es algo que hacemos
nosotros, no sería la Iglesia de Cristo. Por eso estamos convencidos de
que la Iglesia es un Cuerpo, no es sólo una idea, pero esto no excluye
diferentes modos de una cierta presencia de la Iglesia incluso fuera de
la Iglesia católica que son especificados por el Concilio. Me parece
evidente que existen, por tanto matices, y es comprensible que esto
genere debates dentro de la Iglesia.
--¿Piensa que la Iglesia, especialmente en el mundo occidental, está
preparada para afrontar la descristianización y el vacío de la fe tan
grande que hay? O, ¿todavía se da entre los hombres de Iglesia una
visión de cristiandad, y no de una Iglesia misionera?
--Cardenal Ratzinger: Creo que en este sentido tenemos mucho que
aprender. Nos ocupamos demasiado de nosotros mismos, de las cuestiones
estructurales, del celibato, de la ordenación de las mujeres, de los
consejos pastorales, de los derechos de estos consejos, de los
sínodos... Trabajamos siempre sobre nuestros problemas internos y no nos
damos cuenta de que el mundo tiene necesidad de respuestas, no sabe cómo
vivir. Esta incapacidad de vivir del mundo se ve en la droga, en el
terrorismo, etc. Por tanto, el mundo tiene sed de respuestas, y nosotros
nos quedamos en nuestros problemas. Estoy convencido de que si salimos
al encuentro de los demás y presentamos a los demás de manera apropiada
el Evangelio, se relativizarán y resolverán incluso los problemas
internos. Para mí este es un punto fundamental: tenemos que hacer el
Evangelio accesible al mundo secularizado de hoy.
--¿Cuál cree que puede ser el punto de partida para coordinar el
crecimiento del poder técnico y científico de la humanidad con la fe y
la moral?
--Cardenal Ratzinger: Es algo que hay que descubrir de nuevo, pues
los paradigmas científicos cambian, y de este modo la situación del
diálogo entre ciencia y fe se encuentra ante nuevos desafíos. Un
instrumento importante, por ejemplo, es la Academia Pontificia de las
Ciencias, de la que ahora soy también miembro, y de hecho hace poco he
participado por primera vez en una de sus reuniones. Hasta ahora era
solamente una asamblea de científicos: físicos, biólogos, etc.; ahora
han entrado también filósofos y teólogos. Hemos visto que es difícil el
diálogo entre las ciencias y la filosofía y la teología pues son modos
totalmente diferentes de afrontar la realidad, con métodos diferentes,
etc. Uno de estos académicos --era especialista en la investigación del
cerebro humano-- dijo: existen dos mundos inconciliables, por una parte
tenemos la ciencia exacta para la cual --en su campo-- no hay libertad,
no hay una presencia del espíritu, y por otra parte, me doy cuenta de
que soy un hombre y sé que soy libre. Por tanto, según él, son dos
mundos diferentes y no tenemos la posibilidad de conciliar estas dos
percepciones del mundo. Él mismo reconocía que creía en los dos mundos:
en la ciencia que niega la libertad y en su experiencia de hombre libre.
Pero de este modo no podemos vivir, sería una esquizofrenia permanente.
En esta situación actual de una aguda especialización metodológica por
parte de ambas partes, debemos buscar la manera en la que uno descubra
la racionalidad del otro y encontrar un auténtico diálogo. Por el
momento no existe una fórmula. Por eso es sumamente importante el que se
encuentren exponentes de las dos partes del pensamiento humano: las
ciencias, y la filosofía y la teología. Así pueden descubrir que ambas
son expresiones de la razón auténtica, pero deben comprender que la
realidad es una y que el hombre es uno. Por eso es muy importante que,
en la Universidades, las facultades no estén una junto a otra, sino que
estén en un contacto permanente, en el que aprendemos a pensar con los
demás y a encontrar la unidad de la realidad.
Fuente: www.zenit.org.
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