Ángelus
"Presbíteros dedicados a la Iglesia como esposos fieles"
S.S. Benedicto XVI
Junio 28, 2009
www.zenit.org
Autor: Oliver-Bonjoch
Queridos hermanos y hermanas:
Con la celebración de las Primeras Vísperas de los santos Pedro
y Pablo, que presidiré esta tarde en la basílica de San Pablo
Extramuros, se cierra el Año Paulino, abierto en el segundo
milenario del nacimiento del Apóstol de las gentes.
Ha sido un verdadero tiempo de gracia en el que, mediante las
peregrinaciones, las catequesis, numerosas publicaciones y
diversas iniciativas, la figura de San Pablo ha sido propuesta
de nuevo en toda la Iglesia y su vibrante mensaje ha reavivado
en todas partes, en las comunidades cristianas, la pasión por
Cristo y por el Evangelio.
Demos, por tanto, gracias a Dios por el Año Paulino y por todos
los dones espirituales que nos ha traído.
La divina providencia ha dispuesto que hace unos días, el 19 de
junio, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, haya sido
inaugurado otro año especial, el Año Sacerdotal, con motivo del
150º aniversario de la muerte –dies natalis- de Juan María
Vianney, el Santo Cura de Ars.
Un ulterior impulso espiritual y pastoral que –estoy seguro-
traerá muchos beneficios al pueblo cristiano y especialmente al
clero.
¿Cuál es la finalidad del Año Sacerdotal? Como he escrito en la
carta especial que he enviado a los sacerdotes, busca contribuir
a promover el esfuerzo de renovación interior de todos los
sacerdotes para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy
sea más fuerte y eficaz.
El apóstol Pablo constituye al respecto un modelo espléndido a
imitar, no tanto en la concreción de la vida –la suya, de hecho,
fue realmente extraordinaria-, sino en el amor por Cristo, en el
celo por el anuncio del Evangelio, en la dedicación a la
comunidad y en la elaboración de eficaces síntesis de teología
pastoral.
San Pablo es un ejemplo de sacerdote totalmente identificado con
su ministerio –como lo será también el Santo Cura de Ars-,
consciente de llevar un inestimable tesoro, que es el mensaje de
la salvación, pero de llevarlo en un “recipiente de barro” (Cf.
2 Cor 4,7); por lo que él es fuerte y humilde al mismo tiempo y
está íntimamente convencido de que todo es mérito de Dios, todo
es gracia suya.
“El amor de Cristo nos posee –escribe el apóstol-, y esto bien
puede ser el lema de cada sacerdote, que el Espíritu “encadena”
(Cf. Hch 20,22) para hacer de él un fiel administrador de los
misterios de Dios (Cf. 1 Cor 4, 1-2): el presbítero debe ser
todo de Cristo y todo de la Iglesia, a la que está llamado a
dedicarse con amor indiviso, como un esposo fiel a su esposa.
Queridos amigos, junto con la de los santos apóstoles Pedro y
Pablo, invocamos ahora la intercesión de la Virgen María, para
que obtenga del Señor abundantes bendiciones para los sacerdotes
durante este Año Sacerdotal recién iniciado.
La Virgen, a quien San Juan María Vianney tanto amó e hizo amar
a sus feligreses, ayude a cada sacerdote a reavivar el don de
Dios que está en él en virtud de las Sagradas Órdenes, para que
crezca en santidad y esté dispuesto a dar testimonio, si es
necesario hasta el martirio, de la belleza de su total y
definitiva consagración a Cristo y a la Iglesia.
[Al final de la audiencia, el Papa saludó a los peregrinos en
varios idiomas. En español, dijo:]
Saludo con afecto a los fieles de lengua española, y de modo
particular a los miembros del Instituto Misioneras y Misioneros
Identes, venidos a Roma para dar gracias a Dios por la
celebración del cincuenta aniversario de su fundación.
Invito a todos a fortalecer vuestra fe y esperanza, mediante el
trato asiduo con Cristo en la oración, para llevar a todo el
mundo el testimonio de vuestro amor a Dios. Feliz domingo.
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