Cultura de amor y vida: La Familia |
EL MATRIMONIO: UNA COMUNIÓN DE VIDA Y
AMOR
Carta Pastoral de Mons. Victor Galeone
Obispo de San Augustine, Florida
Julio 10 de 2003.
Hermanos y hermanas en el Señor,
1. Actualmente algunas legislaciones de estados están considerando leyes
que redefinirían el matrimonio como una unión estable de dos adultos sin
importar el género. Tal legislación equipararía las uniones del mismo
sexo con el matrimonio tradicional. Además, continúan extendiéndose los
divorcios hasta el punto que las parejas pueden obtener un divorcio por
Internet por un costo de 50 a 300 dólares.
Estos últimos acontecimientos son simplemente los síntomas de un
desorden mucho más serio. En tanto este desorden no sea cortado de raíz,
me temo que esto seguirá produciendo el fruto de matrimonios fracasados
y empeorando el comportamiento sexual a todos los niveles de la
sociedad.
¿Cuál es este desorden? La anticoncepción. La práctica está tan
extendida que envuelve al 90% de las parejas casadas en algún momento de
su matrimonio, implicando a todas las denominaciones. Puesto que uno de
las principales funciones del obispo es enseñar, los invito a
reconsiderar lo que la Iglesia afirma sobre este tema y, lo más
importante, por qué.
I. El plan de Dios para el matrimonio.
2. La gran mayoría de la gente de hoy en día considera la anticoncepción
un tema fuera de discusión. De manera que etiquetarla como un desorden
suena a gran exageración. Y revisarla se parece a estudiar algo que cae
en el vacío. Pero la anticoncepción es un tema a considerar, un tema
absolutamente vital. Para comprender por qué está mal, es necesario
primero entender lo que Dios consideró originalmente que debía ser el
matrimonio. En los primeros capítulos del Génesis aprendemos que Dios
mismo diseña el matrimonio con un propósito doble: para comunicar vida y
amor.
3. Hay dos relatos de la creación en el libro del Génesis. El primer
relato tiene lugar en el capítulo primero: «Creó, pues, Dios al ser
humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó»
(1). El siguiente versículo contiene el primer mandamiento dado por
Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra». Vemos así que el
primer propósito de Dios para el matrimonio es el dar vida.
Sin el amor que envuelve a marido y mujer, la vida humana dejaría de
existir en esta tierra.
En el segundo relato de la creación en Génesis 2, aprendemos que el otro
propósito que Dios tiene para el matrimonio es el dar amor: «No es bueno
que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada» (2). Sí, Dios
piensa en el marido y la mujer para que sean amigos íntimos, apoyándose
el uno en el otro en el amor mutuo y duradero. En consecuencia, el
matrimonio existe para comunicar vida y amor.
4. Los dos propósitos del matrimonio están mutuamente interconectados
hasta ser inseparables. Primero, hay que recordar que Jesús eliminó la
posibilidad del divorcio al aplicar estas palabras a la unión del hombre
y de la mujer: «Los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son
dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el
hombre» (3).
En otras palabras, los esposos forman una entidad orgánica, como la
cabeza y el corazón – no mecánica, como la cerradura y la llave. La
separación de la cabeza o del corazón del cuerpo –al contrario que la
retirada de una llave de su cerradura- provoca la muerte del organismo.
Así ocurre también con el divorcio. Asimismo, ha sido Dios quien ha
combinado los aspectos del matrimonio de dar amor y dar vida en un uno y
en el mismo acto.
Por lo tanto, no podemos separar a través de la anticoncepción lo que
Dios unió en el acto conyugal más de lo que podemos separar a través del
divorcio lo que Dios unió en la misma unión matrimonial (4).
II. El lenguaje corporal del amor conyugal.
5. Antes de examinar lo que la Iglesia enseña sobre la anticoncepción,
quisiera hacer una digresión por un momento. Según el Papa Juan Pablo II,
Dios pensó que el amor matrimonial se expresara en un lenguaje especial
– el lenguaje corporal del acto sexual (5). De hecho, la comunicación
sexual utiliza muchos de los mismos términos que utiliza la comunicación
verbal: cópula, conocer (carnalmente), concebir, etc... (6). Con esto en
mente, vamos a plantear algunas preguntas:
-- ¿Es normal que una esposa se ponga auriculares mientras escucha a su
marido?
-- ¿Es normal que un marido se tape la boca con la mano, mientras habla
con su esposa?
Estos ejemplos son tan anormales que parecen absurdos. ¿Si tal
comportamiento resulta anormal para la comunicación verbal, por qué
toleramos que una esposa use un diafragma o la píldora, o un marido
utilice un condón durante la comunicación sexual?
6. Todavía peor, ¿cómo se puede justificar que un marido sufra la
intervención de un cirujano en sus robustas cuerdas vocales, o a una
esposa se le quiten los tímpanos quirúrgicamente? En el área de la
comunicación sexual, ¿en qué se diferencian estos horroríficos ejemplos
de una vasectomía o de una ligadura de trompas?
¿No es tarea de un cirujano el quitar un órgano sólo cuando está enfermo
y amenaza la vida humana? ¿Si los testículos o los ovarios no están
enfermos, sobre la base de qué estamos frustrando su propósito? ¿Podría
ser que estemos adoctrinados por la cultura de la muerte por lo que
consideramos ahora que un bebé es una enfermedad, de la que nos debemos
inmunizar a través de la esterilización?
7. ¡Sí, hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios! Jesús nos
reveló la vida interna de Dios como una Trinidad de personas. Por
consiguiente, el lenguaje del cuerpo de la unión conyugal entre un
hombre y una mujer debe reflejar la propia vida interna de Dios, el amor
mutuo entre el Padre y el Hijo, que es la persona del Espíritu Santo.
Desde la primera página hasta la última, la Biblia es una historia de
amor.
Comienza en el Génesis con el matrimonio de Adán y Eva y termina en el
libro del Apocalipsis con el banquete festivo del Cordero – el
matrimonio de Cristo y su Esposa, la Iglesia. Desde toda la eternidad
Dios anhela darse a nosotros en matrimonio. Nadie ha expresado este
hecho de modo más gráfico que el profeta Isaías: «Porque como se casa
joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de
esposo por su novia se gozará por ti tu Dios» (7).
San Pablo embelleció este tema cuando escribió: «Maridos, amad a
vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo
por ella» (8). Cómo se entregó Cristo por la Iglesia? ¡Completamente
hasta la última gota de su sangre! El no retuvo nada. Si los maridos han
de amar a sus esposas como Cristo amó, ¿pueden guardarse algo para sí?
¿hasta su fertilidad?
III. Anticoncepción: diciendo mentiras con nuestros cuerpos.
8. Puesto que Dios formó nuestros cuerpos macho y hembra para comunicar
tanto la vida como el amor, cada vez que un marido o una esposa frustra
deliberadamente este doble propósito por medio de la anticoncepción,
están diciendo una mentira. El lenguaje del cuerpo del acto conyugal
dice, «Yo soy todo tuyo», pero el dispositivo anticonceptivo agrega,
«excepto en cuanto a mi fertilidad».
En términos reales, se están mintiendo el uno al otro con sus cuerpos.
Incluso pero, están usurpando tácitamente el papel de Dios. Frustrando
el propósito del abrazo de amor conyugal, están diciendo a Dios: «Puedes
haber hecho nuestros cuerpos para ayudarnos a transmitir la vida a un
alma inmortal, pero has cometido un error – un error que intentamos
corregir. Tú puedes ser Señor de nuestras vidas – pero no de nuestra
fertilidad».
9. Hace 35 años, Pablo VI dijo en esencia la misma cosa cuando publicó
su encíclica «Humanae Vitae»: «Esta doctrina, muchas veces expuesta por
el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha
querido, y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre
los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el
significado procreador» (9).
El Papa Pablo condenó toda forma de anticoncepción como impropia de la
dignidad de la persona humana. Surgió contra su enseñanza una oleada de
disentimiento enfadado. Católicos y no católicos regañaron a la par «al
viejo célibe del Vaticano» por haberse equivocado al leer los signos de
los tiempos y obstaculizar así la entrada plena de la Iglesia en la era
moderna. Pero el Santo Padre estaba simplemente exponiendo la enseñanza
de la Iglesia que no ha tenido cambios desde sus comienzos, mantenida
por todas las denominaciones cristianas hasta que la Iglesia anglicana
hizo la primera ruptura en la Conferencia de Lambeth en 1930 (10). En
esencia – aunque no lo expresara con estas palabras exactas- estaba
declarando: «No es un derecho del hombre el separar lo que Dios ha
unido. Intentar hacerlo pondría al hombre en el lugar de Dios, y
atraería una serie de males indecibles sobre la sociedad».
10. Muchos se mofaron de las consecuencias calamitosas que el Papa Pablo
predijo si se extendía la anticoncepción. Entre sus predicciones
estaban: 1) aumento de la infidelidad conyugal; 2) Descenso general de
la moralidad, especialmente entre los jóvenes; 3) maridos que ven a sus
esposas como meros objetos sexuales; y 4) gobiernos forzando a su gente
a programas masivos de control de nacimientos.
Treinta y cinco años más tarde el paisaje moral se presenta con la
rígida realidad siguiente: 1) El porcentaje de divorcios se ha
triplicado. 2) El número de enfermedades de transmisión sexual ha
aumentado de 6 a 50. 3) La pornografía gana más que todas las entradas
de deportes profesionales y entretenimientos legítimos en conjunto. 4)
En el tercer mundo se fuerza a la esterilización a mujeres sin que lo
sospeche, con la política de un niño por pareja de China en la
vanguardia. Hoy, incluso los críticos de la «Humanae Vitae» admiten que
su enseñanza fue profética (11).
11. Muchos católicos que hacen uso de los anticonceptivos sostienen que
no están haciendo nada malo puesto que están obedeciendo a los dictados
de su conciencia.
Después de todo, ¿no enseña la Iglesia que debemos seguir nuestra
conciencia para decidir si un comportamiento es correcto o erróneo? Sí,
eso es cierto-siempre y cuando se trate de una conciencia rectamente
formada.
Específicamente, todos debemos conformar nuestras conciencias
individuales a la ley natural y a los Diez Mandamientos, tal como
tenemos que ajustar nuestros relojes a la hora solar (el horario de
Greenwich). Si un reloj va demasiado rápido o demasiado lento, pronto
nos dirá que es hora de acostarnos cuando esté amaneciendo. Y decir que
debemos acomodar nuestra conciencia individual a un comportamiento que
contradice claramente la ley de Dios es como afirmar que debemos regir
nuestras vidas por un reloj, aún cuando éste nos diga que la noche es
día (12).
IV. La planificación familiar natural: diciendo la verdad con nuestros
cuerpos.
12. Me temo que mucho de lo que he dicho parece muy crítico con las
parejas que utilizan anticonceptivos. En realidad, no las estoy culpando
de lo que ha ocurrido en las últimas décadas. No es un fallo suyo. Con
raras excepciones, debido a nuestro silencio somos los obispos y
sacerdotes los culpables (13).
Una carta que recibí de un joven padre el año pasado es ejemplo de
muchas otras: «Al inicio de nuestro matrimonio, Jan y yo utilizamos
anticoncepción artificial como todos los demás. La cultura de hoy en día
nos decía que era una cosa normal el hacerlo. Conocíamos las enseñazas
‘oficiales’ de la Iglesia contra ella, pero no se nos enseñó el porqué.
Incluso hicimos que los sacerdotes nos dijeran que era una decisión
personal, si sentíamos la necesidad de usar la anticoncepción, estaba
bien. Pero las parejas necesitan que se les enseñe porqué la
anticoncepción está mal. Nunca se nos enseñó que la píldora es un
abortivo, que posiblemente puede abortar a un niño (recién concebido)
sin que lo sepamos. No se nos enseñó que el control artificial de
nacimientos es un obstáculo para construir un matrimonio sano. No
sabíamos que había una alternativa más sana, aprobada por la Iglesia, al
control artificial de nacimientos».
13. Mientras que la anticoncepción siempre es incorrecta, hay una forma
moralmente aceptable para que las parejas casadas espacien sus hijos –
la planificación familiar natural. Las parejas pueden regular los
nacimientos al abstenerse del acto conyugal durante el periodo fértil de
la mujer. Los instructores de la planificación familiar natural enseñan
a las parejas cómo identificar los días fértiles, que pueden durar entre
7 y 10 días por ciclo.
La planificación familiar natural tiene algunas ventajas: es
científicamente sana, no tiene efectos secundario dañinos, y no exige
costo alguno tras los gastos iniciales de material. Los estudios han
demostrado que la planificación familiar natural, cuando se sigue
cuidadosamente, puede tener una efectividad en retrasar el embarazo del
99%. Esto equivale a la píldora y es mejor que cualquier método de
barrera. Lo mejor de todo, mientras se cumple con la voluntad de Dios,
el marido y la mujer descubren las funciones hermosamente formadas de su
fertilidad, aumentan su intimidad, y profundizan en el amor del uno por
el otro.
14 ¿Pero en qué se diferencia la planificación familiar natural de la
anticoncepción? ¿Y por qué tanta incomodidad, si el objetivo es el
mismo? Para entender la diferencia, uno debe tener en cuenta que tener
una recta intención para una acción no justifica siempre los medios.
Por ejemplo, dos parejas distintas quieren sacar adelante a sus
familias. La primera pareja lo hace a través de un empleo legítimo,
mientras que la otra lo hace traficando con drogas ilegales. O dos
personas quieren perder peso. La primera lo lleva a cabo sometiéndose a
una estricta dieta, mientras que la otra persona come en exceso y luego
se induce el vómito. O para volver a nuestra analogía del lenguaje del
cuerpo. Decir que la planificación familiar natural no se diferencia de
la anticoncepción es como decir que quedarse callado es lo mismo que
decir una mentira.
Pablo VI expresó la misma idea de modo más poético: «Usufructuar, en
cambio, el don del amor conyugal respetando las leyes del proceso
generador significa reconocerse no árbitros de las fuentes de la vida
humana, sino más bien administradores del plan establecido por el
Creador» (14).
15. ¿Qué pensaría usted de un científico que descubriera la cura contra
el cáncer pero rechazara el divulgarla? ¿De cara al cáncer espiritual
que ataca hoy a la familia, cómo puede uno explicar la reticencia de
nosotros, obispos y sacerdotes, al predicar la buena nueva de la
enseñanza plena de la Iglesia sobre el amor y la vida matrimonial?
Considere esta estadística: hoy en día al menos el 30% de todos los
matrimonios acaban en divorcio, en comparación de sólo el 3% de quienes
utilizan la planificación familiar natural. Desde que se vulgarizó el
uso de la anticoncepción a principios de los sesenta hasta el presente,
ha habido un aumento, en correspondencia, en la incidencia de divorcios.
¿Cómo se explica un aumento tan dramático de matrimonios fallidos? Como
veíamos en el parágrafo 4, separar lo que Dios ha unido en el acto
conyugal por medio de la anticoncepción acaba teniendo repercusiones en
lo que Dios ha unido en la unión matrimonial – es decir, el divorcio. La
solución es clara. Lo que se necesita es valor.
16. Para ir en contra del silencio que rodea la enseñanza de la Iglesia
en esta área, como vuestro obispo, pido que las siguientes directrices
se pongan en práctica en nuestra diócesis:
-- Todos los ministros de pastoral deberían estudiar el mensaje
liberador de la «teología del cuerpo» de Juan Pablo II para compartirlo
con los demás (16).
-- Los confesores deberían familiarizarse con el «Vademécum para
Confesores sobre algunos Aspectos de la Moralidad en la Vida Conyugal».
-- Cuando sea apropiado, los sacerdotes y diáconos deberían presentar en
sus homilías la enseñanza de la Iglesia que trata del matrimonio,
incluyendo por qué el comportamiento anticonceptivo es incorrecto.
-- La adecuada instrucción sobre planificación familiar natural se
convierte en parte integrante de todos los programas de preparación al
matrimonio.
-- La instrucción en nuestras escuelas superiores, grados superiores en
las clases de educación religiosa, y las clases RCIA deberían enseñar
con claridad la inmoralidad de aquellas formas de comportamiento sexual
condenadas por la Iglesia, incluyendo la anticoncepción.
17. Para finalizar, quisiera citar un artículo de Roberta Roane que
apareció en el National Catholic Reporter. Ella comenzaba afirmando:
«Sí, yo estaba viva y era fértil en 1968. Tenía 19 años y sabía que la
píldora era un don de Dios y la ‘Humanae Vitae’ algo verdaderamente
carcamal. La píldora iba a eliminar los embarazos adolescentes, la
desarmonía conyugal y los problemas de población mundial...» Tras
relatar su odisea de tener tres hijos mientras cambiaba de la píldora,
al DIU, a los condones, continúa:
«Finalmente, mi marido y yo llegamos a un momento crucial. En un momento
muy bajo en nuestro matrimonio, encontramos a grandes personas que nos
impulsaron a dar de verdad nuestras vidas al Señor y ser castos en
nuestro matrimonio».
«Aquello ventiló nuestras mentes. Pensamos que eso significa ‘fuera
sexo’. Eso no es lo que significa. Significa respetar la unión corporal
como un acto sagrado. Significa actuar como una pareja con amor, una
pareja con sagrado temor, no como una pareja de gatos en celo. Para mi
marido y para mí, significa la planificación familiar natural... y no
les quiero engañar, es una disciplina difícil. La planificación familiar
natural y una actitud casta hacia el sexo en el matrimonio nos abrieron
un mundo nuevo. Nos llevó a mi marido y a mí a un camino que es tan
profundo, tan sólido, que es difícil de describir. Algunas veces resulta
difícil, pero eso nos hace incluso estar más cercanos. Nos reverenciamos
mutuamente. Y cuando estamos juntos, somos como recién casados».
«Es triste decirlo, he cumplido los 35 años cuando me he dado cuenta
finalmente de que la Iglesia tenía razón en todo. No la Iglesia que
presenta Charli Curran y que se podría definir como \"sé sincero y sigue
adelante\", sino la Iglesia verdadera, la Iglesia que hemos encontrado
en la Couple to Couple League, la Iglesia católica».
«La Iglesia tiene razón sobre la anticoncepción («apesta»), tiene razón
sobre el matrimonio (es un sacramento), tiene razón sobre la felicidad
humana (fluye-no, inunda cuando abrazas la voluntad de Dios). Nos ha
hecho profundos. Ha abierto nuestros corazones al amor» (17).
Roberta Roane está repitiendo simplemente lo que San Pablo dijo hace
muchos siglos: «¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del
Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no
os pertenecéis? ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a
Dios en vuestro cuerpo» (18).
NOTAS
(1) Génesis 1:27. La Escritura siempre considera a los niños una
bendición (Salmos 127:3) y la esterilidad una deshonra (Lucas 1:25).
(2) Génesis 2:18.
(3) Marcos 10:8,9.
(4) John F. Kipley desarrolla este tema en «Birth Control and Christian
Discipleship», CCL, Cincinnati, 1994.
(5) «Teología del Cuerpo», Audiencias de los Miércoles, 5 de marzo de
1980.
(6) El significado inicial de la cópula es un «intercambio de
pensamientos». En tiempos de Shakespeare se acostumbraba a utilizar el
verbo saber como un eufemismo de tener relaciones sexuales. Concebir
todavía se aplica tanto a la comunicación sexual como a la verbal:
«Concibió su primer hijo» / «No puedo concebir cómo ha ocurrido».
(7) Isaías 62:5.
(8) Efesios 5:25.
(9) «Humanae Vitae», No. 12.
(10) John F. Noonan, en su señalado estudio, «Contraception» (Cambridge:
Harvard University Press, 1965), detallaba la historia de la práctica
anticonceptiva desde los tiempos antiguos hasta el presente. Aporta
documentación de que, desde la «Dídaje» (año 80 de nuestra era) hasta la
Conferencia de Lambeth en 1930, todas las denominaciones cristianas, sin
excepción, consideraron la anticoncepción intrínsecamente inmoral.
(11) En un artículo que apareció en U. S. News & World Report (1 de
julio de 1996, pág. 57), el prominente antropólogo Lionel Tiger culpa al
uso extensivo de la píldora de muchos de los problemas de hoy, que
empezaron en los sesenta: «Como ocurre con frecuencia, la tecnología (en
este caso la anticoncepción) ha generado un resultado inesperado: más
abortos, más familias de un solo padre, más hombres que abandonan su
papel de buenos proveedores y una mayor tasa de divorcios».
(12) Adaptado de «Good Work», The Dorothy Day Book (Templegate).
(13) El Papa Gregorio Magno reprendió a los obispos de su tiempo por ser
débiles pastores porque no levantaban su voz cuando era su deber:
«Pastores que faltos de valor dudan en proclamar lo que deberían, por
culpa del respeto humano. Como la voz de la Verdad nos dice, tales son
‘mercenarios que huyen refugiándose en silencio cuando aparece el lobo’»
(PL 77, 30).
(14) «Humanae Vitae», No. 13.
(15) Los estudios difieren en el porcentaje de divorcios de las parejas
que utilizan la planificación familiar natural. El Centro para el
Control y Prevención de Enfermedades dice que es del 5%, mientras que
Family of the Americas afirma que es menos del 2%.
(16) Los Rvdos. Richard Hogan y John LeVoir han escrito un comentario
sobre la teología del cuerpo de Juan Pablo II, en «Covenant of Love»,
Ignatius Press (1992). Para una versión simplificada del texto de las
audiencias de Juan Pablo II, monseñor Vicent Walsh ha publicado «The
Theology of the Body» (Key of David Publications). Y Christopher West,
anterior director de la Oficina de Matrimonio y Vida Familiar de la
Archidiócesis de Denver (http://www.theologyofthebody.net), tiene unos
excelentes audio comentarios sobre el mismo tema.
(17) National Catholic Reporter, 31 de octubre de 1986.
(18) 1 Corintios 6, 19-20.
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