LA EUCARISTIA DELEITA
Autor: Beatriz Alatorre
“¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1). Santo
Tomás aplica este versículo del Cantar de los Cantares a la Eucaristía.
Este es uno de los efectos de la Eucaristía: DELEITAR. (“Delectat”, dice
Santo Tomás). Así como la comida material deleita al cuerpo, este manjar
espiritual deleita al alma.
Por eso: “¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).
Este sacramento da espiritualmente la gracia junto con la caridad. De
ahí que San Juan Damasceno lo compara con el carbón encendido que vio el
profeta Isaías: “Como el carbón no es simple leña, sino leña con fuego,
así el pan de la comunión no es pan corriente, sino pan unido a la
divinidad”.
¡Oh cosa milagrosa!
“¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).
Enseña San Gregorio Magno que: “el amor de Dios no está ocioso, sino
que, teniéndolo, obra cosas grandes”, se sigue que este sacramento tiene
de suyo eficacia, no sólo para dar el hábito de la gracia y de la virtud
-en especial de la caridad-, sino también para excitar el acto de la
caridad, porque como dice San Pablo “el amor de Cristo nos apremia” (2
Cor 5, 14). Con el amor de Cristo “el alma se fortalece, espiritualmente
se deleita y de algún modo se embriaga con la dulzura de la divina
bondad” enseña Santo Tomás.
El alma... “¡se deleita y de algún modo se embriaga!”
De ahí que: “¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5,
1).
Por eso exclamamos en el “Anima Christi”: “sangre de Cristo,
¡embriáganos!”.
¡Oh cosa milagrosa!
A este deleite llama Santo Tomás efecto actual o caridad actual y,
también fervor, porque implica actualidad y actualidad tensa. La gracia
de la Eucaristía, que los teólogos llaman gracia cibativa, entre otras
cosas produce en acto el sustentar la vida espiritual, el aumentarla, el
desarrollarla, el reparar las fuerzas que se pierden, dando mayor gracia
y mayor caridad habituales. Pero más allá de la actualidad del hábito
está la actualidad del acto en el que prorrumpe el hábito poseído. La
Eucaristía produce en las almas el amor a Dios. Por eso cuando estamos
en la Misa amamos más; por eso la Misa nos hace bien, porque nos enseña
a amar más al prójimo al enseñarnos a amar más a Dios.
También se le llama gozo a este deleite que produce la Eucaristía,
porque proviene de la percepción actual del bien que se posee -¡nada
menos que Cristo!-, para lo cual no debe haber distracción en la
recepción -sacramental o espiritual- de la Eucaristía. Muchas almas
pierden el deleite actual de la Eucaristía... ¡porque están distraídas
en Misa o en la Adoración! ¡Deja de lado las tontas distracciones!:
“¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).
El deleite que produce la Eucaristía no es necesariamente sensible, ni
de un afecto sensible tampoco. Se trata de un gozo espiritual, de un
gozo profundo del alma, de un gozo sobrenatural que proviene de la
apreciación del gran bien que se recibe: el Señor, ¡Jesucristo!, con
todo lo que Él es y con todo lo que Él tiene. Por eso dice Don Miguel de
Cervantes Savedra, en una poesía:
¡Oh cosa milagrosa!
El deleite consiste sustancialmente en la prontitud de la voluntad para
las obras virtuosas de la vida cristiana.
Además de las distracciones actuales, o sea en el momento de la
comunión, ¿qué otras cosas impiden el deleite de la Eucaristía? Los
pecados veniales. Las faltas veniales actuales impiden el efecto actual
de la Eucaristía; no el habitual pero sí el actual. La dulzura
espiritual es infalible por parte del sacramento, pero el afecto actual
a las faltas veniales o la distracción actual en el momento de la
Comunión -sacramental o espiritual-, impiden el efecto del gozo actual,
del fervor espiritual, del deleite o del amor actual, que es todo lo
mismo.
"Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).
Decía Urbano IV de la Eucaristía: memorial admirable y estupendo,
deleitable, suave... en el cual se gusta todo deleite y toda suavidad de
sabor y se paladea la misma dulzura de Dios...” Y León XIII: “derrama en
(las almas) gozos dulcísimos, que exceden en mucho a cuanto los hombres
puedan en este punto entender y ponderar”.
Por eso: Amigos queridos, ”¡Comed, ... bebed, ...embriagaos!” (Cant 5,
1).
¡Oh cosa milagrosa!
Panem de coelo praestitisti eis. Omne delectamentum in se habentem.
Nos diste, Señor, el pan del cielo. ¡Qué contiene en sí todo deleite!