NIÑOS
QUE MUEREN SIN BAUTIZAR.
Niños,
natos o nonatos, que mueren sin el bautismo de agua.
¿Pueden llegar a la visión beatífica en el cielo?. Esta pregunta ha sido
discutida por siglos y dio lugar al concepto teológico llamado
"limbo" que, aunque muy conocido, no es ni nunca fue dogma de la
Iglesia.
Aunque el magisterio de la Iglesia no
se ha definido sobre esta cuestión, hay principios de la doctrina Católica que deben ser
tomados en cuenta. El
Segundo Concilio de Lyons (1274) y el Concilio de Florencia (1438-45) explícitamente
definen que aquellos que mueren con “sólo el pecado original” (Peccato
vel solo originali) no alcanzan el cielo.
Pero
en muchos casos la falta de bautismo no es por negligencia ni rechazo. Sabemos
que, de acuerdo a la voluntad salvífica universal de Dios, de alguna forma El
da a todas las personas la oportunidad de alcanzar el cielo. Por
eso hay que considerar las palabras del Concilio Vaticano II en la
Constitución Dogmática sobre la Iglesia:
Aquellos
que, sin tener culpa propia, no conocen el Evangelio de Cristo o de su
Iglesia, pero que sin embargo buscan a Dios con un corazón sincero, y,
movidos por la gracia, tratan a través de sus acciones de hacer Su voluntad,
como la conocen a través de los dictados de su conciencia - ésos también
podrán conseguir la salvación eterna” (Lumen
Gentium, 16)
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña:
En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia
sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las
exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que
todos los hombres se salven (Cf. 1Tim 2,4) y la ternura de Jesús con los
niños, que le hizo decir: "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se
lo impidáis" (Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de
salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Por eso es más apremiante
aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a
Cristo por el don del santo Bautismo. -Catecismo 1261
En cuanto a cuando es que un niño debe de ser bautizado, el ritual
Romano dice, “la consideración principal es el bienestar del niño(a), que no
debe de ser desposeído del beneficio del sacramento.”
De ahí que, “si el niño(a) está en peligro de muerte, deberá ser
bautizado sin demora.”
¿Qué sucede con los niños fallecidos sin el bautismo?
Responde el teólogo Peter Gumpel, S.J.
14 diciembre 2004 www.ZENIT.org -¿A qué lugar
del cielo van las almas de los niños que mueren antes del parto o, poco después,
y por lo tanto antes de ser bautizados? ¿Dónde van los niños abortados?
«Según la doctrina católica, todos nacen con el pecado original, nadie puede
entrar en la visión beatífica si no supera el pecado original. La vía normal es
la de ser bautizado, es un medio infalible para asegurar la plena felicidad en
la visión beatífica»
--Pero, ¿qué sucede a quienes mueren sin bautismo?
--Gumpel: Aunque en la historia ha habido opiniones diversas, el supremo
Magisterio de la Iglesia ofrece documentos y afirmaciones muy precisos.
En especial, en la lucha entre san Agustín y Pelagio, este último negaba el
pecado original, mientras que Agustín, doctor de la Iglesia, afirmaba su
existencia. En el tiempo de san Agustín, existía la doctrina, según la cual,
fuera de la Iglesia no hay salvación, por lo que los no bautizados, adultos o
recién nacidos, se creía que no podían entrar en la visión salvífica.
En este contexto, san Agustín habla de los niños muertos sin bautismo y piensa
que su destino es el infierno, diciendo que están sujetos a las llamas del
infierno, aunque añade que son «llamas mitigadísimas». Ante esta consideración
tan dura, se presenta el problema de si san Agustín no habría considerado una
suplencia al bautismo por el agua. Por ejemplo el bautismo de deseo.
Los catecúmenos que habían mostrado su voluntad de entrar en la Iglesia,
mediante el bautismo, quizá se podían salvar. Incluso los catecúmenos no
bautizados con el agua, pero que sufrían el martirio por la fe en Cristo, podían
sin duda salvarse. En este caso, se introduce el concepto de bautismo de sangre.
San Agustín no consideró la cuestión de las personas que desean entrar en la
Iglesia.
--Santo Tomás de Aquino propone una visión distinta de la san Agustín, ¿en que
cambia?
--Gumpel: Así es. Santo Tomás y los escolásticos abandonan la teoría de san
Agustín por la que los niños no bautizados irían al infierno, aunque fuera éste
en forma mitigada, y construyen una forma intermedia, conocida como «limbo». Se
trata de una construcción teológica, para explicar la situación de los seres
humanos que mueren y no están en el cielo.
--Esta teoría del «limbo», ¿ha sido alguna vez presentada por la Iglesia como
materia de fe?
--Gumpel: En 1954, realicé un estudio que considero exhaustivo, en el que
examiné todos los argumentos a favor de la tesis expresada por el Magisterio
infalible hecho con autoridad. Estudié todos los concilios ecuménicos, y llegué
a la conclusión de que el «limbo» no es una respuesta obligatoria. Ha sido una
opinión que se ha repetido a lo largo del tiempo, sin hacer un examen histórico
critico de los concilios ecuménicos.
Antes del Vaticano II, se preparó un esquema titulado «Para salvar en su pureza
el depósito de la fe».De modo especial, por impulso de la Facultad Teológica de
Nápoles, en el documento se incluyó el undécimo capítulo, que condenaba
formalmente a quienes atacaban al «limbo».
Cuando el proyecto llegó a la Comisión general preparatoria, la comisión más
importante para la preparación del Concilio, hubo tales objeciones, por parte de
los cardenales y otros obispos, que se decidió cancelar este capítulo. La
comisión citó para ello explícitamente el estudio que realicé y que luego fue
publicado.
--¿Qué dice sobre este tema el Catecismo de la Iglesia Católica?
--Gumpel: El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado en 1992, dedica el
número 1261 a los niños muertos sin bautismo y allí se lee que se puede esperar
que puedan llegar a la visión beatifica.
Se trata de un elemento de máxima importancia, que abre la vía a un punto de
vista más abierto, y se trata de un pronunciamiento del magisterio ordinario de
la Iglesia. No podemos decir con certeza que se salvarán. Podemos esperar, y el
hecho de que podamos esperar, como dice el Catecismo, es una clave
interpretativa. Nadie espera o puede esperar legítimamente algo si está seguro
de que es imposible.
--¿Cuál es el fundamento de esta esperanza?
--Gumpel: La primera consideración que hay que hacer es que, cada ser humano,
aunque haya estado como embrión o como feto en el útero, forma parte de la
familia humana y, ontológicamente, en su ser, tiene una relación con todos los
hombres y, por tanto, también con Jesucristo, que es la cabeza de la nueva
humanidad, el nuevo Adán.
Por la Sagrada Escritura, conocemos la voluntad salvífica de Dios. Cristo es el
redentor de todos y quiere que todos se salven. Además Cristo ha fundado la
Iglesia, un organismo visible, y ha instituido el sacramento del bautismo. Y,
siendo el bautismo un medio infalible, debemos hacer todo lo posible por
bautizar a las personas.
Pero, ¿qué hacemos con aquellos que, sin que nadie tenga la culpa, no pueden
recibir el bautismo de agua? Tiene que haber otro medio para mantener el
designio salvífico de Dios.
No sabemos cuál es este medio. Hay muchas teorías. Por ejemplo, ¿los niños
pequeñitos seguirán siendo así o, después de la muerte, tendrán un estado
diverso? ¿Es posible que tengan una iluminación divina, con la posibilidad de
elegir a favor o contra Dios?
Otros recuerdan el deseo de aquellos padres, buenos católicos, que han concebido
un niño y que, ciertamente lo habrían llevado a bautizar si hubiera sido
posible, y se preguntan si no basta el deseo de los padres, o si basta el deseo
de la Iglesia.
Ciertamente si nosotros no podemos indicar con certeza con qué medio podrían ser
salvados, queda el hecho de su unión con Cristo y la voluntad salvífica
universal. Este es el punto central.
--¿Por qué el Papa ha pedido a la Comisión Teológica Internacional que
profundice este estudio?
--Gumpel: Hoy el problema es más complejo porque, con las leyes que han
legalizado el aborto, a muchos niños que podrían haber deseado el bautismo se
les quita la vida.
No conozco en detalle la intención del Santo Padre, pero no pienso que quiera
volver atrás. La cuestión es más bien de índole pastoral porque, cuando escribí
aquellos artículos en 1954, había pocos casos pero hoy, con la multiplicación
del número de abortos y los intentos de manipulación de los fetos, el número de
seres humanos implicados ha aumentado mucho.
--Queda por último el misterio del alma y su destino...
--Gumpel: Sí. Nosotros nos tomamos en serio un ser humano pequeñísimo, apenas
concebido, y lo llamamos persona humana. Si es así, ¿cuál será su estado final,
será un feto? ¿Crecerá? Es cierto que está ya separado del cuerpo pero si
decimos que tiene un alma, ¿como será esta alma? ¿Quedará este alma en estado de
feto, de niño, o se desarrollará?
Como cristianos rechazamos netamente cualquier aproximación eugenésica. Los
niños minusválidos, por ejemplo, no quedan con su limitación cuando entran en la
visión beatífica, porque ya no hay cuerpo, y el alma no tiene minusvalías.
El alma de estos niños no tiene los obstáculos del cuerpo, y puede llegar al
pleno desarrollo de sus facultades mentales. Por tanto, son muchas las razones
por las que vale la pena tener esperanza.
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