ORACIONES ANTE JESÚS
EUCARÍSTICO....
Bajo
las especies consagradas del pan y del vino, Cristo mismo, vivo y
glorioso, está presente de manera verdaderamente, real y
substancialmente con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad (1).
Después
de comulgar, procura tomar unos minutos, para dar gracias. Es un acto de
fe hacia Jesús continuar un rato después de Misa
dándole gracias por la Comunión recibida. Estas oraciones le ayudarán:
Acto
de fe
¡Señor mío
Jesucristo!, creo que verdaderamente estás dentro de mí con tu
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, y lo creo más firmemente que si lo
viese con mis propios ojos.
Acto de adoración
¡Oh, Jesús mío!, te
adoro presente dentro de mí, y me uno a María Santísima, a los Ángeles
y a los Santos para adorarte como te mereces.
Acto de acción de
gracias
Te doy gracias, Jesús
mío, de todo corazón, porque has venido a mi alma. Virgen
Santísima, Ángel de mi guarda, Ángeles y Santos del Cielo, dad por
mí gracias a Dios.
ADORACIÓN
EUCARÍSTICA
DE JUAN PABLO II
Nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal
como somos.
«Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido
que tú eres el Hijo de Dios» (Jn. 6,69).
Tu presencia en la Eucaristía ha comenzado con el sacrificio de la
última cena y continúa como comunión y donación de todo lo que eres.
Aumenta nuestra FE.
Por medio de ti y en el Espíritu Santo que nos comunicas, queremos
llegar al Padre para decirle nuestro SÍ unido al tuyo.
Contigo ya podemos decir: Padre nuestro.
Siguiéndote a ti, «camino, verdad y vida», queremos penetrar en el
aparente «silencio» y «ausencia» de Dios,
rasgando la nube del Tabor para escuchar la voz
del Padre que nos dice: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi
complacencia: Escuchadlo» (Mt. 17,5).
Con esta FE, hecha de escucha contemplativa, sabremos iluminar
nuestras situaciones personales, así como los diversos sectores de la
vida familiar y social.
Tú eres nuestra ESPERANZA, nuestra paz, nuestro mediador, hermano y
amigo.
Nuestro corazón se llena de gozo y de esperanza al saber que vives
«siempre intercediendo por nosotros» (Heb.
7,25).
Nuestra esperanza se traduce en confianza, gozo de Pascua y camino
apresurado contigo hacia el Padre.
Queremos sentir como tú y valorar las cosas como las valoras tú.
Porque tú eres el centro, el principio y el fin
de todo.
Apoyados en esta ESPERANZA, queremos infundir en el mundo esta escala
de valores evangélicos por la que Dios y sus dones salvíficos ocupan
el primer lugar en el corazón y en las actitudes de la vida concreta.
Queremos AMAR COMO TÚ, que das la vida y te comunicas con todo lo que
eres.
Quisiéramos decir como San Pablo: «Mi vida es Cristo» (Flp. 1,21).
Nuestra vida no tiene sentido sin ti.
Queremos aprender a «estar con quien sabemos nos ama», porque «con tan
buen amigo presente todo se puede sufrir». En ti aprenderemos a
unirnos a la voluntad del Padre, porque en la
oración «el amor es el que habla» (Sta. Teresa).
Entrando en tu intimidad, queremos adoptar determinaciones y actitudes
básicas, decisiones duraderas, opciones fundamentales según nuestra
propia vocación cristiana.
CREYENDO, ESPERANDO Y AMANDO, TE ADORAMOS con una actitud sencilla de
presencia, silencio y espera, que quiere ser también reparación, como
respuesta a tus palabras: «Quedaos aquí y velad conmigo» (Mt.
26,38).
Tú superas la pobreza de nuestros pensamientos, sentimientos y
palabras; por eso queremos aprender a adorar admirando el misterio,
amándolo tal como es, y callando con un
silencio de amigo y con una presencia de donación.
El Espíritu Santo que has infundido en nuestros corazones nos ayuda a
decir esos «gemidos inenarrables» (Rom. 8,26) que se traducen en
actitud agradecida y sencilla, y en el gesto
filial de quien ya se contenta con sola tu
presencia, tu amor y tu palabra.
En nuestras noches físicas y morales, si tú estás presente, y nos
amas, y nos hablas, ya nos basta, aunque muchas veces no sentiremos la
consolación.
Aprendiendo este más allá de la ADORACIÓN, estaremos en tu intimidad o
«misterio». Entonces nuestra oración se convertirá en respeto
hacia el «misterio» de cada hermano y de cada
acontecimiento para insertarnos en nuestro
ambiente familiar y social y construir la historia con este silencio
activo y fecundo que nace de la contemplación.
Gracias a ti, nuestra capacidad de silencio y de adoración se
convertirá en capacidad de AMAR y de SERVIR.
Nos has dado a tu Madre como nuestra para que nos enseñe a meditar y
adorar en el corazón. Ella, recibiendo la Palabra y poniéndola en
práctica, se hizo la más perfecta Madre.
Ayúdanos a ser tu Iglesia misionera, que sabe meditar adorando y
amando tu Palabra, para transformarla en vida y comunicarla a todos
los hermanos. Amén.
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Esta página es obra de Las Siervas de
los Corazones Traspasados de Jesús y María.
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