Ante
la tentación de dejarse vencer por el cansancio
¡Madre Inmaculada! ¡Qué no nos cansemos! ¡Madre nuestra! ¡Una
petición! ¡Que no nos cansemos!
Si, aunque el desaliento por el poco fruto o por la ingratitud
nos asalte, aunque la flaqueza nos ablande, aunque el furor del enemigo
nos persiga y nos calumnie, aunque nos falten el dinero y los auxilios
humano, aunque vinieran al suelo nuestras obras y tuviéramos que empezar
de nuevo… ¡Madre querida!... ¡Que no nos cansemos!
Firmes, decididos, alentados, sonrientes siempre, con los ojos
de la cara fijos en el prójimo y en sus necesidades, para socorrerlos, y
con los ojos del alma fijos en el Corazón de Jesús que está en el
Sagrario, ocupemos nuestro puesto, el que a cada uno nos ha señalado
Dios. ¡Nada de volver la cara atrás!, ¡Nada de cruzarse de brazos!, ¡Nada de estériles lamentos! Mientras nos quede una gota de sangre que derramar, unas monedas que repartir, un poco de energía que gastar, una palabra que decir, un aliento de nuestro corazón, un poco de fuerza en nuestras manos o en nuestros pies, que puedan servir para dar gloria a Él y a Ti y para hacer un poco de bien a nuestros hermanos… ¡Madre mía, por última vez! ¡Morir antes que cansarnos!
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