NUESTRA SEÑORA DE LA ORACION
L'Ile Bouchard, Francia

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Primera aparición, 8 diciembre,1947
Jacqueline Aubry, de doce años, su hermana Jeanette, de 7 años y su prima Nicole Robin de 10, iban de regreso a la escuela después de almorzar. Jacqueline les invitó a pasar por la iglesia a rezar. Allí reciben la primera aparición, aproximadamente a la 1PM, en la Fiesta de la Inmaculada Concepción. 

Fueron al altar de la Virgen y comenzaron a rezar una década del rosario; pero no estaban aun por la mitad cuando Jacqueline, de repente, vio a una bella señora frente a ella. Estaba vestida de blanco, con las manos juntas en oración y un rosario sobre su mano derecha. A la izquierda, un ángel la contemplaba mientras le presentaba un lirio. Nicole y Jeanette también vieron la aparición.

La Señora les sonrió y Jacqueline pensó que deberían informar a alguien de lo ocurrido. Corrieron y se encontraron con Laura Croizon, de 8 años y su hermana Sergine, de 13 años. Las cinco niñas fueron al altar. Todas veían la aparición, excepto Sergine. Las otras tenían que describirle lo que veían. A la izquierda del altar de la Virgen hay un vitral de la Virgen de Lourdes, mientras que arriba había una estatua de Nuestra Señora de las Victorias (Todo está aun en la iglesia
>>). La aparición estaba varios pies sobre la tierra, entre el altar y la ventana. 

Las niñas describieron a una hermosa Señora, rodeada de una luz dorada. Llevaba un vestido blanco brillante con bordes dorados, una faja azul, y tenía consigo un rosario blanco. Su velo era blanco de un matiz diferente y le llegaba casi hasta los pies, aunque las niñas podían ver sus llamativos y largos cabellos rubios que le sobresalían frontalmente, en dos partes, y le llegaban hasta las rodillas. Su sonrisa era maravillosa, y ellas pensaban que su edad era aproximadamente 16 o 17 años.

El ángel, rodeado de una intensa luz blanca, se encontraba inclinado sobre su rodilla derecha en profunda contemplación, y llevaba una túnica blanca-rosada, también con bordes dorados. Al igual que la Señora, el ángel tenía ojos azules y cabellos rubios. En la mano derecha sostenía el tallo de un lirio, mientras tenía la mano izquierda colocada sobre su corazón. El ángel tenía alas blancas, también con ribetes dorados, cuyas plumas brillaban y se movían ligeramente con una "brisa" que las niñas no podían percibir. Las dos figuras se encontraban en una gruta rocosa.

La Señora se encontraba de pie sobre un bloque rectangular de piedra, decorado con una guirnalda que tenía cinco rosas de color rosado, y debajo de dicha guirnalda se encontraban las siguientes palabras inscriptas en letras doradas, de aproximadamente tres pulgadas de alto: "Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti". Esta es la invocación famosa de la Medalla Milagrosa en la aparición de Rue du Bac.

Una vez que las niñas hubieran explicado todo esto a Sergine, la Señora desapareció, y todos salieron de la iglesia. Jacqueline y Jeanette fueron apresuradamente a su casa a contarle a su madre lo que había pasado, pero ella no les creyó. Al volver al colegio, la noticia se difundió rápidamente, ya que Jacqueline volvió a relatar con entusiasmo a una de las hermanas, la Hna. Marie del Niño Jesús, que ella había visto a una bella Señora en la Iglesia, pero se preguntaba quién podría ser - ¿sería la Santísima Virgen? La Hermana creyó instantáneamente, pero temió una reacción general negativa.

El cura párroco, Fray Clovis Ségelle, y la directora, la Hna. Saint-Léon de la Cruz, acudieron al patio del colegio en ese momento, y no se sorprendieron con estos informes. Fray Ségelle manifestó que Jacqueline debió haber visto doble a través de los gruesos cristales de sus anteojos. Debido a su escasa visión y a una conjuntivitis crónica, Jacqueline tenía que usar anteojos y secarse continuamente los ojos.

Jacqueline manifestó que las otras niñas también habían visto a la Señora, y por lo tanto Fray Ségelle y la Hna. Saint-Léon decidieron cuestionarlas por separado. Cada una expuso el mismo relato, y de regreso al colegio, Jacqueline habló una vez más con la directora, quien la despidió bruscamente, y al mismo tiempo le insinuó que ella hubiera permanecido en la iglesia si la Señora era realmente tan bella como decía. Jacqueline no perdió tiempo en buscar a las otras niñas y conducirlas de vuelta al altar de la Virgen, donde fueron gratamente sorprendidas al ser recibidas por la sonriente Señora.

No obstante, cuando se arrodillaron ante ella, su expresión se volvió extremadamente triste cuando pronunció lentamente sus primeras palabras "Digan a los niños pequeños que recen por Francia, ya que su necesidad es grande." Jacqueline, aún sin estar segura de quien era la Señora, susurró a Jeanette y a Laura pidiéndoles que preguntaran a la Señora si ella era su "Maman du Ciel", (Madre del Cielo). Así lo hicieron, y la respuesta fue "¡Pero por supuesto yo soy vuestra Madre del Cielo!" Jacqueline preguntó luego acerca del ángel. La Señora lo miró, y el ángel se volvió a las niñas y les dijo: "Yo soy el ángel Gabriel."

La Virgen besa las manos de las niñas

María se volvió luego a las niñas y les pidió sus manos para besarlas, inclinándose para alcanzar las manos de Jacqueline y Nicole. Pero las otras dos niñas eran mucho más pequeñas y no podían alcanzar la altura suficiente. Jacqueline las tomó, una después de la otra, y las levantó como si no tuvieran prácticamente ningún peso.

Las cuatro niñas dieron fe de la solidez y el calor de la mano de María y del contacto de sus labios. Antes de desaparecer en una nube de polvo plateado, ella les pidió que volvieran esa tarde a las cinco y al día siguiente a la una. Luego de que las niñas salieran de la iglesia, se dieron cuenta de que tenían un óvalo blanco brillante sobre los dedos, pero antes de que volvieran al colegio, estos rastros, que habían logrado mostrar a una mujer local, habían desaparecido.

Jacqueline y Nicole hablaron acerca de lo que había pasado, y después de clases las separaron y les pidieron que escribieran los relatos de sus experiencias, que coincidían. Cuando las niñas volvieron a sus casas, advirtieron que sus padres no estaban dispuestos a creerles, y solo Jacqueline pudo volver a la iglesia, para el rosario y la Bendición del Santísimo Sacramento en honor a la fiesta de la Inmaculada Concepción.

María se apareció y la llamó, pero mientras Jacqueline deliberaba si acudir o no a su encuentro, volviéndose hacia la Hna. Saint-Léon para obtener su permiso, asumiendo que ella también podía ver la aparición, la campana sonó para la Bendición, y cuando ella volvió a mirarla, la aparición se había desvanecido. Pero cuando el Santísimo Sacramento había vuelto al tabernáculo, María se apareció nuevamente.


Al día siguiente, el martes 9 de Diciembre,
a la una de la tarde, las cuatro niñas se reunieron en la iglesia, y por lo tanto se estableció el esquema general para los eventos de la semana. Ellas se arrodillaron junto al altar de la Virgen y comenzaron a rezar el Ave María, cuando repentinamente una esfera dorada brillante, de aproximadamente tres pies de ancho, provino de la pared y se desplegó como una cortina rectangular de luz plateada, sobre la cual la gruta rocosa sobresalió en relieve.

Los largos y dorados cabellos de María, que tanto habían impresionado a las niñas el primer día, estaban en ese momento escondidos bajo su velo. El ángel estaba arrodillado del otro lado, aunque las palabras escritas sobre las rocas habían cambiado. Ahora decían: "Je suis I’Immaculeéé Conception", (Yo soy la Inmaculada Concepción). Nuevamente, se les presentaron importantes palabras de una aparición mariana previa, esta vez la de Lourdes.

Las niñas también pudieron ver partes de una palabra escrita en letras doradas sobre el pecho de María: "Ma ... cat", pero no comprendían lo que ellas significaban; sus manos tapaban la parte del medio de lo que sería revelado después como, "Magnificat", el nombre tradicional dado al cántico de alabanza de María expresado durante la Visitación a Isabel, (Lc 1,46-55), que tuvo lugar poco después de la Anunciación.

La Sra. Trinson, quien era propietaria de una tienda de zapatos de la ciudad, se juntó luego con las niñas. La Virgen María, con una expresión seria, mostró a las niñas la cruz dorada de su rosario, y les pidió que la besaran. Jacqueline y Nicole se levantaron para hacer esto, y la Sra. Trinson se sorprendió al ver a Jacqueline repetir su hazaña del día anterior, levantando a las dos niñas más pequeñas como si fueran muñecas, tan livianas como una pluma, a fin de que ellas también pudieran besar la cruz dorada. El metal era frío a sus labios y las niñas pudieron percibir en la Virgen María una sensación de pesar.

La Virgen hizo luego una hermosa, pero muy lenta, señal de la cruz. Le llevó dos minutos completarla, y las niñas imitaron sus movimientos; la Sra. Trinson observaba todo con gran asombro. Al término de eso, María manifestó a las niñas que les comunicaría un secreto que podrían revelar en tres días, y con gran énfasis mencionó: "Recen por Francia, que en estos días se encuentra en gran peligro". Luego, Ella pidió que el sacerdote acudiera a ese lugar a las dos de la tarde, con las niñas y una multitud, de tal modo a que todos pudieran rezar. Ella también pidió una gruta, y que su imagen y la del ángel estuvieran colocadas en ella, prometiendo bendecirles cuando así lo hicieran. Luego de eso, la aparición se desvaneció.

Fray Ségelle, no obstante, rehusó ir a las dos, y por lo tanto Jacqueline, Jeanette y Laura, con aproximadamente otros veinte niños, y treinta adultos, se reunieron en la iglesia. Luego de que hubieran rezado diez Ave Marías, la Virgen y el ángel se aparecieron como antes, proveniendo de un círculo dorado. Ella pidió himnos y oraciones, antes de decirles que volvieran cada día a la una de la tarde, hasta que todo hubiera terminado. A las cinco y treinta, Fray Ségelle informó al arzobispo acerca de los eventos del día. Ese mismo día, para sorpresa general, los comunistas decidieron cancelar su huelga general.


En el tercer día, el miércoles 10 de Diciembre,
ciento cincuenta personas esperaron en la iglesia la siguiente aparición de María. De pronto, la Virgen se hizo presente, y de nuevo solicitó una versión cantada del Ave María, antes de pedir a las niñas que le besaran la mano. La multitud, al igual que la Sra. Trinson, se sorprendió al ver a la frágil Jacqueline repetir su hazaña de levantar a las dos niñas más pequeñas.

Curación milagrosa de la vista
La madre de Jacqueline le dijo a su hija que pidiera un milagro de tal modo a que todos pudieran creer, a lo cual María respondió: "No he venido aquí a hacer milagros, sino a decirles que recen por Francia. No obstante, mañana tú verás claramente y no necesitarás más usar anteojos".

Luego, María dijo a las niñas que les iba a contar un secreto, y que debían prometer no revelarlo. Ellas accedieron a esto, y, luego del secreto, la Virgen les pidió que regresaran al día siguiente a la misma hora, antes de desaparecer en la esfera dorada. Esta aparición había durado aproximadamente un cuarto de hora. Como en el caso de otras apariciones auténticas, las niñas no pudieron ser persuadidas, de ninguna manera, a revelar el secreto.

Naturalmente, la gente deseaba saber cual había sido la respuesta al pedido de un milagro, y las niñas comentaron que María había dicho que a partir del día siguiente, Jacqueline vería claramente y no necesitaría usar anteojos. A las cinco de la tarde, Fray Ségelle entrevistó a Jacqueline, y menospreció la idea de que sus ojos, que realmente se encontraban en una condición terrible, pudieran mejorar de un día para otro.

Los padres de Jacqueline se encontraban en un dilema; ellos eran católicos no practicantes y su padre estaba enfadado por ciertos comentarios con respecto a su hija. Pero la transparente sinceridad de su hija mayor lo había impactado profundamente. Tendrían que esperar y ver lo que ocurría a la mañana siguiente.


Cuarto día
Jueves 11 de diciembre. Cuando Jacqueline se despertó, pudo abrir los ojos sin ninguna dificultad y tenía una visión normal. Llamó a sus padres con gozo, quienes se sobrecogieron de alegría al ver que los ojos de su hija fueron curados tan milagrosamente. Su padre acudió rápidamente a buscar al Fray Ségelle, quien exclamó al ver a Jacqueline: "¡Entonces es verdad que Ella ha descendido y ha estado entre nosotros!"  El padre contactó inmediatamente con el arzobispo y se le pidió que estuviera presente en la siguiente aparición.

Hacia la una de la tarde la difusión de este milagro había garantizado una iglesia repleta. La Virgen María apareció y pidió que cantaran el Ave María, entonces preguntó: "¿Rezan por los pecadores?" Ellas respondieron que sí lo hacían, y les pidió que rezaran todos juntos diez Ave Marías, pero ella solamente rezaba la primera parte de cada oración, el mensaje del ángel Gabriel, y no la segunda parte.

Jacqueline le pidió que sanara a la gente por quien las niñas habían pedido, a lo cual la Virgen respondió que ella prometía que habría "felicidad en las familias". Antes de irse la Virgen preguntó de nuevo acerca de la gruta. Después de esto, las niñas fueron cuestionadas por separado en la sacristía.


El quinto día
E
l viernes 12 de Diciembre, trescientas personas se encontraban en la iglesia para el encuentro de la una de la tarde. Cuando María apareció, las niñas pudieron ver algo nuevo: la Señora llevaba puesta una "corona" hecha de doce rayos brillantes, cada uno de aproximadamente un pie de largo, dos azules y angostos en el centro y cinco más anchos a cada lado, de color rojo, amarillo, verde, rosado y rojo-marrón.

Esta vez, la Virgen tenía las manos colocadas más abajo, por lo tanto se podía leer la palabra "Magnificat". Las niñas pensaban que la corona se asemejaba a un arco iris. Luego, Ella les pidió que cantaran el Ave María, antes de pedirles que rezaran, como en el día anterior, diez Ave Marías. Luego de esto, ella dijo: ¿"Rezan por los pecadores?" a lo cual respondieron "Si, Señora", y luego ella continuó: "Bien, sobre todo recen mucho por los pecadores". Jacqueline le pidió un milagro, pero María repitió su afirmación previa de que Ella no había venido para hacer milagros, sino para pedir oraciones por Francia. Luego de rezar otra decena del rosario, desapareció y de nuevo se les hizo preguntas a las niñas acerca de lo que habían visto y oído.


El sexto día
E
l sábado 13 de diciembre, quinientas personas se encontraban en la iglesia a la una de la tarde, cuando la Virgen se apareció de nuevo, pero esta vez sin la corona. María pidió nuevamente oraciones, invocaciones e himnos, mientras Jacqueline repetía su pedido de un milagro, para escuchar la respuesta, "Más adelante". Luego, después de más oraciones e invocaciones, la Virgen les dijo que Ella se aparecería al día siguiente por última vez. De nuevo, las niñas fueron interrogadas posteriormente.


Séptimo y último día de las apariciones,
E
l domingo 14 de diciembre, L’lle Bouchard estaba repleta de peregrinos y en la iglesia de St. Gilles, una multitud de la rebasaba, habiendo aún más personas en su exterior. Mientras esperaban a las niñas, la gente rezaba el rosario – muchos no habían rezado en años.

Una vez más, María y el ángel visitaron a las niñas en una aparición que duró aproximadamente media hora. De nuevo la Virgen pidió oraciones e himnos, luego de los cuales Jacqueline leyó algunos mensajes que se le había dado, incluyendo uno de la Hna. Marie que decía: "¿qué debemos hacer para consolar a nuestro Señor por el sufrimiento que los pecadores le producen?" La respuesta fue: "Recen y hagan sacrificios". Luego de más oraciones e invocaciones, María pidió que la gente cantara el Magnificat, y Fray Ségelle les hizo participar a todos en esto. Luego, Ella volvió a enfatizar la necesidad de rezar por los pecadores.

El rayo de luz milagrosa

Dándose cuenta de que la aparición pronto se terminaría, Jacqueline le pidió a la Virgen que diera alguna prueba de su presencia, a lo cual María respondió con una sonrisa: "Antes de partir, enviaré un rayo brillante de luz solar". Luego, comenzó a bendecir a la multitud. En ese momento un misterioso rayo de luz solar penetró a través de la ventana suroeste del coro, iluminando el punto preciso de la aparición. El rayo creció en intensidad cubriendo un área mayor y forzando a aquellos que se encontraban cerca del altar de la Virgen a cubrirse los ojos. Los afectados también mencionaron el calor de este rayo. Las niñas estaban de espaldas a la luz, pero los afectados estaban colocados de tal forma en que podían ver sus rostros, y las flores que sostenían, se veían iluminadas suavemente por centelleos y luces de colores, como si se hubieran producido por una reflexión proveniente del interior de la gruta.

Este rayo de luz solar era inexplicable en términos naturales, ya que la luz solar normal no se expande como un abanico a partir de un único punto -para que esto ocurriera, el sol hubiera tenido que estar situado virtualmente fuera de la ventana. Además, este rayo, dado su punto de entrada, debió haber sido bloqueado por algunos de los pilares ubicados en la zona del coro. Asimismo, pruebas posteriores demostrarían que era físicamente imposible que un rayo normal de luz solar hubiera iluminado esa parte de la iglesia en el día invernal en cuestión, y por lo tanto nos encontramos en presencia de un milagro.

Al terminar el fenómeno, Fray Ségelle dio a los presentes, varios de los cuales se encontraban llorando, la Bendición con el Santísimo Sacramento, y una vez más las niñas fueron minuciosamente examinadas. Ellas afrontaron muchos más cuestionamientos durante los meses siguientes por parte de los curiosos, y muchas otras pruebas hasta que tuvo que intervenir la policía, pero ellas permanecieron fieles a su testimonio.

Reconocimiento eclesiástico

El obispo autorizó la construcción de una gruta, luego del pedido de la Virgen, y también permitió peregrinaciones a la iglesia. El culto de Notre-Dame de la Prière, "Nuestra Señora de la Oración", ha sido reconocido, y dicho reconocimiento fue reafirmado en Noviembre de 1988 por Monseñor Honoré, arzobispo de Tours, en una carta publicada en el boletín de la parroquia de L’lle Bouchard.

Varias investigaciones eclesiásticas se realizaron con respecto a las apariciones, siendo la más importante la del Vicario General de la diócesis, Monseñor Fiot.

Sucesivos arzobispos de Tours han permitido la habilitación de una gruta, la colocación de ciertas imágenes de María y el ángel en la iglesia de San Gilles, y la autorización de las crecientes peregrinaciones a L’lle Bouchard. Asimismo, el teólogo francés Fray Vernet, publicó un extenso estudio favorable a las apariciones en 1992.

Lamentablemente, luego de retirarse Fray Ségelle, hasta la primavera de 1998, una serie de sacerdotes que no favorecían a las apariciones estuvieron a cargo de la parroquia, y esto retrasó la aprobación oficial.

El 8 de diciembre del 2001 el Arzobispo de Tours, André Vingt-Trois, dio su aprobación oficial a las apariciones >>>.  

Traducción del inglés, Teresa Galiano.


Versión Inglesa

The girls described a beautiful Lady, surrounded by a golden light, wearing a brilliant white dress edged with gold, and a blue sash, and carrying a white rosary. Her veil was a white of a different hue and fell down to near her feet, while the girls could see her striking long blond hair falling down the front of her body, in two parts, to her knees. Her smile was wonderful, and they thought her to be aged about 16 or 17.

The angel, surrounded by an intense white light, was kneeling on his right knee in profound contemplation, and wore a rosy-white robe, also edged with gold. Like the Lady he had blue eyes and blond hair. In his right hand he held out a lily stalk, while his left hand was placed upon his heart. He had white wings, also trimmed with gold, whose feathers shone and moved slightly in a "breeze" the children could not feel. The two figures were in a rocky grotto.

The Lady stood on a rectangular stone block, decorated with a garland of five pink roses, while on the rocks just below were the following words in letters of gold, about three inches high: "O Marie conççue sans pééchéé, priez pour nous qui avons recours à vous." (O Mary conceived without sin, pray for us who have recourse to you). This is the invocation made famous at the Rue du Bac.

Once the girls had explained all this to Sergine, the Lady disappeared, and they all made way their way out of the church. Jacqueline and Jeanette rushed home to tell their mother, but she did not believe them. Once back at school the news spread very quickly, as Jacqueline excitedly recounted to one of the sisters, Sr. Marie de L'Enfant Jésus, that she had seen a beautiful Lady in the Church, but wondered who she might be——was she the Blessed Virgin? The Sister believed instantly, but feared a negative general reaction.

The parish priest, Fr Clovis Ségelle, and the head teacher, Sr. Saint-Léon de la Croix, came into the school yard just then, and were not impressed by these reports. Fr Ségelle said that Jacqueline must have been seeing double through her thick glasses——and indeed, because of her poor vision and chronic conjunctivitis, Jacqueline did have to wear glasses and continually wipe her eyes.

Jacqueline explained that the other girls had also seen the Lady, and so Fr Ségelle and Sr. Saint-Léon decided to question them separately. Each gave the same account, and as school began again, Jacqueline spoke once more with the head teacher, who dismissed her curtly, while managing to give her the impression that she should have stayed in the church if the Lady was really so beautiful. Jacqueline took up this idea, and lost no time in fetching the other girls and leading them back to the altar of the Virgin, where they were delighted to be beckoned by the smiling Lady.

As they knelt before her, though, her expression became extremely sad as she slowly uttered her first words: "Tell the little children to pray for France, for her need is great." Jacqueline, still not sure who the lady was, then whispered to Jeanette and Laura to ask the Lady if she was their "Maman du Ciel," (Heavenly Mother). They did so, and the reply was "But of course I am your Maman du Ciel!" Jacqueline then asked about the angel. The Lady looked at him, and he turned towards the girls and said: "I am the angel Gabriel."

Mary then turned back to the girls and asked for their hands to kiss, bending low to reach the hands of Jacqueline and Nicole. But the other two girls were much smaller and could not reach high enough. Jacqueline took them up, one after the other, and lifted them up at arms length, as though they were practically weightless.

All four testified to the solidity and warmth of Mary's hand and the touch of her lips. Before disappearing in a cloud of silvery dust, she asked them to return that evening at five o'clock and the next day at one o'clock. After the girls left the church, they noticed a shining white oval on their fingers, but before they got back to school these traces, which they did manage to show to a local woman, had faded.

Jacqueline and Nicole spoke of what had happened, and after class they were separated and asked to write out accounts of their experiences, which were matching. Once the girls got home they found their parents not inclined to believe them, and only Jacqueline was able to return to the church, for the rosary and Benediction of the Blessed Sacrament in honor of the feast of the Immaculate Conception.

Mary appeared and beckoned to her, but as she debated whether to go forward or not, looking back toward Sr. Saint-Léon for permission, assuming that she too could see the apparition, the bell rang for Benediction, and when she looked back the apparition was gone. But once the Blessed Sacrament had been returned to the tabernacle, Mary reappeared.

The next day, Tuesday 9 December, at one o'clock, all four girls assembled in the church, and so the general pattern for the week's events was set. They knelt by the Virgin's altar and began to pray Hail Marys, when suddenly a shining golden sphere, about three feet across, came out of the wall and unfolded itself as a rectangular curtain of silvery light, on which the rocky grotto stood out in relief.

Mary's long golden hair, which had so impressed the girls on the first day, was now hidden underneath her veil. The angel was kneeling on the other side, while the words on the rocks had changed. Now they read: "Je suis l'Immaculeé Conception," (I am the Immaculate Conception). Again they were being presented with important words from a previous Marian apparition, this time Lourdes.

They could also see parts of a word written in letters of gold across Mary's breast: "Ma ...cat," but didn't understand what they meant; her hands hid the middle part of what would be revealed later as, "Magnificat," the traditional name given to Mary's song of praise uttered during the Visitation to Elizabeth, (Lk 1:46-55), which took place shortly after the Annunciation.


The girls were then joined by a certain Madame Trinson, who owned a shoe shop in the town. Mary, with a grave expression, showed the girls the golden cross of her rosary, and asked them to kiss it. Jacqueline and Nicole both stood up to do this, and Madame Trinson was amazed to see Jacqueline repeat her feat of the previous day, lifting up the two younger girls as though they were dolls, as light as a feather, in order that they too could kiss the golden cross. The metal was cold to their lips and they were penetrated with a sense of Mary's grief.

The Virgin then made a beautiful, but extremely slow, sign of the cross. It took two minutes to complete, and the girls copied her movements, with Madame Trinson looking on in astonishment. Once this was over Mary said that she would tell them a secret that they could reveal in three days, and with great emphasis said: "Pray for France, which in these days is in great danger." Then she asked that the priest come at two o'clock, with the children and a crowd, so that they could all pray. She also asked for a grotto, and that her statue and that of the angel should be placed in it, promising to bless them once this was done. With that the apparition disappeared.

Fr Ségelle, however, refused to come at two, and so Jacqueline, Jeanette and Laura, with about twenty other children, and thirty adults, assembled in the church. After they had said ten Hail Marys, the Virgin and the angel appeared as before, out of the golden ball. She asked for hymns and prayers, before telling them to return each day at one o'clock, until everything was over. At five-thirty Fr Ségelle informed the archbishop of the day's events. That same day, to general surprise, the Communists decided to call off their general strike.

On the third day, Wednesday 10 December, one hundred and fifty people waited in the church for the next appearance of Mary. Suddenly the Virgin was present, and again she requested a sung version of the Hail Mary, before asking the girls to kiss her hand. The crowd, like Madame Trinson, were amazed to see the frail Jacqueline repeat her feat of lifting the two smallest girls.

Then Jacqueline's mother called out to her daughter requesting a miracle so that all would believe, to which Mary replied: "I have not come here to perform miracles, but to tell you to pray for France. However, tomorrow you will see clearly and you won't need to wear glasses any more."

Then Mary told the girls that she was going to tell them a secret, which they must promise not to reveal. They agreed to this, and, after the secret the Virgin asked them to return again the next day at the same time, before disappearing into the golden ball. This apparition had lasted about a quarter of an hour. As in the case of other authentic apparitions, the girls could not be persuaded, by any means, to divulge the secret.


Naturally enough, the people wanted to know what the answer to the request for a miracle had been, and the girls related that Mary had said that from tomorrow Jacqueline would see clearly and not need glasses. At five o'clock, Fr Ségelle interviewed Jacqueline, and poured scorn on the idea that her yes, which were really in a dreadful condition, could possibly improve overnight.

Jacqueline's parents were in something of a quandary; they were non-practicing Catholics, and her father had been embarrassed by remarks concerning his daughter, and become angry. But the transparent sincerity of his eldest daughter had struck him deeply, and now they would have to wait and see what the morning brought.

When Jacqueline woke up, she was able to open her eyes without any difficulty and had normal vision. She called to her parents in delight, who were overjoyed at seeing their daughter's eyes cured so miraculously. Her father rushed to get Fr Ségelle, who exclaimed on seeing Jacqueline: "So it's true that She has descended among us!" The priest immediately contacted the archbishop and was told to be present at the next apparition.

This was the fourth day, Thursday 11 December, and by one o'clock the report of this miracle had ensured a full church. Mary appeared and requested that they sing the Hail Mary, before asking: "Do you pray for sinners?" They replied that they did, and then she led them through ten Hail Marys, but only said the first part of each prayer, the angel Gabriel's message, and not the second part.

Jacqueline asked her to heal people who had petitioned the girls for cures, to which the Virgin replied that she promised that there would be "happiness in families." Before disappearing she again asked about the grotto. After this, the girls were questioned separately in the sacristy.

On the fifth day, Friday 12 December, three hundred people were in the church for the one o'clock rendezvous. When Mary appeared, the girls could see something new: now she was wearing a "crown" made up of twelve shining rays, each about a foot long, two narrow blue ones in the center and then five wider ones to each side, colored red, yellow, green, pink and a brownish red.

Now the Virgin held her hands lower so the word "Magnificat" could be read. The girls thought the crown resembled a rainbow. She then asked them to sing the Hail Mary, before leading them, as on the previous day, in ten spoken Hail Marys. After this she said: "Do you pray for sinners?" to which they replied "Yes, Madame," and then she continued: "Good, above all pray a lot for sinners." Jacqueline asked for a miracle, but Mary repeated her previous statement that she had not come to perform miracles, but to ask for prayers for France. After another decade of the rosary she disappeared, and again the girls were questioned separately as to what they had seen and heard.

For the sixth day of the apparitions, Saturday 13 December, five hundred people were in the church at one o'clock, as the Virgin appeared again, but this time without the crown. Mary again asked for prayers, invocations and hymns, as Jacqueline repeated her request for a miracle, to hear the reply, "Later." Then after more prayers and invocations, the Virgin told them that she would appear the next day for the last time. Again the children were interrogated afterwards.

The last day of the apparitions, Sunday 14 December, saw L'Ile Bouchard crowded with pilgrims and the church of St Gilles jammed solid with two thousand people, while more gathered outside. While waiting for the girls, the congregation prayed the rosary——many had not prayed in years——as the young seers took their places for the last time.

Once more, Mary and the angel were before them, for an apparition which lasted over half an hour. Again prayers and hymns were requested, after which Jacqueline read some messages that had been given to her, including one from Sr. Marie which said: "Madame, what should we do to console our Lord for the suffering sinners cause him?" The response was: "Pray and make sacrifices."  After more prayers and invocations, Mary requested that the congregation sing the Magnificat, and Fr Ségelle led everyone in this, and later still she reemphasized the need to pray for sinners. Realizing that the apparition would soon be over, Jacqueline asked the Virgin to give some proof of her presence, to which Mary responded with a smile: "Before I go I will send a bright ray of sunlight."

With that, she began to bless the crowd, and as she did so, a mysterious ray of sunshine streamed in through a pane in the southwest window of the choir, illuminating the precise spot of the apparition. It grew in strength and began to cover a larger area, forcing those near the altar of the Virgin to shield their eyes. Those affected also remarked on the heat of this ray. The girls had their backs to the light, but those placed so they could see their faces, and the flowers they held, saw them gently lit by marvelous sparkles and colored lights, as if by reflection from the jewel-like interior of the grotto.

This ray of sunlight was inexplicable in natural terms, since normal sunlight does not spread out like a fan from a single point——for this to happen the sun would need to have been situated virtually outside the window. Moreover, this ray, given its point of entry, should have been blocked by some of the pillars of the choir. In addition, subsequent tests would show that it was physically impossible for a normal ray of sunlight to have illuminated that particular part of the church on the winter's day in question, and so we are in the presence of a miracle.

After it was over, Fr Ségelle gave the congregation, many of whom were in tears, Benediction of the Blessed Sacrament, and once more the girls were closely examined. They faced much further questioning over the next few months from the curious, and many other trials, but remained faithful to their testimony.

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