Donde está María, allí está Cristo
Santo Padre JPII
Fiesta de la Visitación de la Virgen, 31 de mayo
del 2001
"María se puso en camino y fue aprisa a la montaña..." (Lc 1, 39)
Resuenan en nuestro corazón las palabras del evangelista san Lucas:
"En cuanto oyó Isabel el
saludo de María, (...) quedó llena de Espíritu
Santo" (Lc 1, 41). El encuentro entre la Virgen y su
prima Isabel es una
especie de "pequeño Pentecostés". Quisiera subrayarlo esta noche,
prácticamente
en la víspera de la gran solemnidad del Espíritu Santo. En la narración
evangélica, la Visitación sigue inmediatamente a la Anunciación: la
Virgen santísima, que lleva en su seno al
Hijo concebido por obra del
Espíritu Santo, irradia en torno a sí gracia y gozo espiritual. La
presencia
del Espíritu en ella hace saltar de gozo al hijo de Isabel, Juan,
destinado a preparar el
camino del Hijo de Dios hecho hombre.
Donde está María, allí está Cristo; y donde está Cristo, allí está su
Espíritu Santo, que procede del Padre y de él en el misterio
sacrosanto de la vida trinitaria. Los Hechos de los Apóstoles subrayan
con razón la presencia orante de María en el Cenáculo, junto con los Apóstoles
reunidos en espera de recibir el "poder desde lo alto". El "sí" de la Virgen, "fiat",
atrae sobre la humanidad el don de Dios: como en la Anunciación,
también en Pentecostés. Así sigue sucediendo en el camino de la
Iglesia.
Reunidos en oración con María, invoquemos una abundante efusión del
Espíritu Santo sobre la Iglesia entera, para que, con velas desplegadas, reme
mar adentro en el nuevo milenio. De modo
particular, invoquémoslo sobre
cuantos trabajan diariamente al servicio de la Sede apostólica, para
que el
trabajo de cada uno esté siempre animado por un espíritu de fe y de celo
apostólico. Es muy significativo que en el último día de mayo se celebre la fiesta
de la Visitación. Con esta
conclusión es como si quisiéramos decir que cada
día de este mes ha sido para nosotros una
especie de visitación. Hemos vivido durante el mes de mayo una continua visitación, como la
vivieron María
e Isabel. Damos gracias a Dios porque la liturgia nos propone de nuevo
hoy este acontecimiento bíblico .
A todos vosotros, aquí reunidos en tan gran número, deseo que la
gracia de la visitación mariana,
vivida durante el mes de mayo y especialmente
en esta última tarde, se prolongue en los días
venideros.
(©L'Osservatore Romano - 8 de junio de 2001)