Finalidad y Método de la Exposición
de la Doctrina Mariana
Audiencia General, Juan
Pablo II
miércoles, 5 de Enero de 1996
1. Siguiendo la constitución dogmática Lumen
gentium, que en el capítulo VIII quiso iluminar cuidadosamente la
misión de la bienaventurada Virgen en el misterio del Verbo encarnado y
del cuerpo místico, así como los deberes de los redimidos para con la
Madre de Dios, quisiera proponer ahora , en esta catequesis, una
síntesis esencial de la fe de la Iglesia sobre María, aunque reafirmo,
con el Concilio, que no pretendo "exponer una mariología
completa" ni resolver las cuestiones que todavía los teólogos no
han aclarado del todo" (Lumen gentium, 54).
Deseo escribir, ante todo, "la misión de la
bienaventurada Virgen en el misterio del Verbo encarnado y del Cuerpo
místico" (ib.), recurriendo a los datos de la Escritura y de la
Tradición apostólica y teniendo en cuenta el desarrollo doctrinal que
se ha alcanzado en la Iglesia hasta nuestros días.
Además, dado que el papel de María en la
historia de la salvación esta estrechamente unido al misterio de Cristo
y de la Iglesia, no perderé de vista estas referencias esenciales que,
dando a la doctrina mariana su justo lugar, permiten descubrir su vasta
e inagotable riqueza.
La investigación sobre el misterio de la Madre
del Señor es verdaderamente muy amplia y ha requerido el esfuerzo de
numerosos pastores y teólogos en el curso de los siglos. Algunos,
queriendo poner de relieve los aspectos centrales de la mariología, la
han tratado a veces junto con la cristología o la eclesiología. Pero,
aun teniendo en cuenta su relación con todos los misterios de la fe,
María merece un tratado especifico que destaque su persona y su misión
en la historia de la salvación a la luz de la Biblia y de la tradición
eclesial.
2. Además, siguiendo las indicaciones
conciliares, parece inútil exponer cuidadosamente los "deberes de
los redimidos para con la Madre de Dios, Madre de Cristo y Madre de los
hombres, especialmente de los creyentes" (ib.).
En efecto, el papel que el designio divino de la
salvación asigna a María requiere de los cristianos no solo acogida y
atención, sino también opciones concretas que traduzcan en la vida las
actitudes evangélicas de aquella que precede a la Iglesia en la fe y la
santidad. Así, la Madre del Señor esta destinada a ejercer una
influencia especial en el modo de orar de los fieles. La misma liturgia
de la Iglesia reconoce su puesto singular en la devoción y en la vida
de todo creyente.
Es preciso subrayar que la doctrina y el culto
mariano no son frutos del sentimentalismo. El misterio de María es una
verdad revelada que se impone a la inteligencia de los creyentes, y que
a los que en la Iglesia tienen la misión de estudiar y enseñar les
exige un método de reflexión doctrinal no menos riguroso que el que se
usa en toda la teología.
Por lo demás, Jesús mismo había invitado a sus
contemporáneos a no dejarse guiar por el entusiasmo al considerar a su
madre, reconociendo en María, sobre todo, a la que es bienaventurada
porque oye la palabra de Dios y la cumple (cf. Lc 11,28).
No solo el afecto, sino sobre todo la luz del
Espíritu debe guiarnos para comprender a la Madre de Jesús y su
contribución a la obra de salvación.
3. Sobre la moderación y el equilibrio que hay
que salvaguardar tanto en la doctrina como en el culto mariano, el
Concilio exhorta encarecidamente a los teólogos y a los predicadores de
la palabra divina "a que eviten con cuidado toda falsa
exageración..." (Lumen gentium, 67).
Las exageraciones provienen de cuantos muestran
una actitud maximalista, que pretende extender sistemáticamente a
María las prerrogativas de Cristo y todos los carismas de la Iglesia.
Por el contrario, en la doctrina mariana es
necesario mantener siempre la infinita diferencia existente entre la
persona humana de María y la persona divina de Jesús. Atribuir a
María lo máximo no puede convertirse en una norma de la
mariología, que debe atenerse constantemente a lo que la revelación
testimonia acerca de los dones que Dios concedió a la Virgen en razón
de su excelsa misión.
Del mismo modo, el Concilio exhorta a los
teólogos y predicadores a evitar "una excesiva estrechez de
espíritu" (ib.), es decir, el peligro de minimalismo, que puede
manifestarse en posiciones doctrinales, en interpretaciones exegéticas
y en actos de culto, que pretenden reducir y hasta quitar la importancia
a María en la historia de la salvación, así como a su virginidad
perpetua y a su santidad.
Conviene evitar siempre esas posiciones extremas,
en virtud de una fidelidad coherente y sincera a la verdad revelada, tal
como se expresa en la Escritura y en la Tradición apostólica.
4. El mismo concilio nos brinda un criterio que
permite discernir la autentica doctrina mariana: "En la santa
Iglesia (María) ocupa el lugar mas alto después de Cristo y el mas
cercano a nosotros" (Lumen gentium, 54).
El lugar mas alto: debemos descubrir esta altura
conferida a María en el misterio de la salvación. Se trata, sin
embargo, de una vocación totalmente referida a Cristo.
El lugar mas cercano a nosotros: nuestra vida esta
profundamente influenciada por el ejemplo y la intercesión de María.
Con todo, hemos de preguntarnos acerca de nuestro esfuerzo por estar
cerca de ella. Toda la pedagogía de la historia de la salvación nos
invita a dirigir nuestra mirada a la Virgen. La ascesis cristiana de
todas las épocas invita a pensar en ella como modelo de adhesión
perfecta a la voluntad del Señor. María, modelo elegido de santidad,
guía los pasos de los creyentes en el camino hacia el paraíso.
Mediante su cercanía a las vicisitudes de nuestra
historia diaria, María nos sostiene en las pruebas y nos alienta en las
dificultades, señalándonos siempre la meta de la salvación eterna. De
este modo, se manifiesta cada vez mas su papel de Madre: Madre de su
hijo Jesús y Madre tierna y vigilante de cada uno de nosotros, a
quienes el Redentor, desde la cruz, nos la confió para que la acojamos
como hijos en la fe.
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