LA CORREDENCION Y MEDIACIÓN DE NUESTRA SEÑORA
EN RELACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Por: Mark Miravalle, STD
Simposio Internacional sobre la Corredención Mariana, Inglaterra, 23 de
Febrero del 2000.
Es una tendencia de la naturaleza humana caída el creer que
ha dominado y capturado intelectualmente en forma total un dominio de verdad
revelada, la que en realidad llega mucho más allá de las capacidades limitadas
de la mente humana, y así previniendo un asombro reverencial apropiado por los
misterios de fe divinamente revelados.
La tentación racionalista es tan antigua como el mismo Paraíso (cf. Gén.
3:4-6), y su aceptación en la forma más radical es encarnada en ideologías y
movimientos yuxtapuestos tales como el Gnosticismo (y su expresión moderna como
"Nueva Era"), Comunismo y Francmasonería. Pero el racionalismo tiene
sus formas más sutiles en caminos más próximos al género del Apocalipsis.
Tendencias de minimalismo y desmitologismo han infectado en tiempos recientes el
cuerpo de la Teología en general, y los miembros específicos de la Mariología
no han sido inmunes a estas tendencias.
Quizá una mirada al Este Mariano puede ayudarnos aquí. No sólo la
sabiduría antigua de los Santos Cirilo, Efraín, Germano, Andrés y el
Damasceno, sino aún la más reciente encíclica cuaresmal del Patriarca
Bartolomeo I de 1998, manifiesta una armonía Bizantina entre la sobresaliente
erudición y el respeto humilde por la transcendencia del misterio Mariano, el
"otro Mariano" que escapa a la total comprensión del hombre en este
tiempo.
"La Señora, la Virgen Madre, brilla como la que concibió alegría para
el mundo. Brilla como el sentido de la historia; la meta de la creación; Ella
que hizo nuestra composición celestial. Ella brilla como…la gloria de las
vírgenes, el aliento de los cielos…la profundidad de misericordias; Ella, el
amor que conquista todo deseo.
Deliberadamente siguió a su Hijo, Dios en sí mismo, desde su nacimiento
hasta su Pasión y Cruz. Y el Dios-hombre desde lo alto de la Cruz, nos entregó
a todos a su Santísima Madre como nuestra Madre en el orden de la gracia.
Ella sostiene nuestra vida y santifica nuestro tiempo…Permanece con
nosotros, y con su amor divino, vigilantemente, envuelve toda nuestra vida.
Cuida de nosotros como bebés. Nos enseña como a niños. Nos atiende como al
enfermo. Nos eleva a una vida de esperanza como la que dio a luz a Dios.
Todos nosotros grandes o pequeños, el bebé recién nacido lo mismo que el
que está por morir, necesita la presencia de la Madre de Dios. Somos
purificados por medio de sus lágrimas; somos salvados a través de su divina
belleza; y mantenemos un silencio santo en la presencia de asombro
arrollador".1
De igual manera debemos buscar un asombro reverencial por la Teotokos y
Mediadora que es enteramente humana y sin embargo "indemne" de
humanidad, para estar en íntima relación con la Santísima Trinidad para la
gloria de Dios y la santificación del hombre, de forma que va más allá de la
comprensión humana. ¿Qué no será la primera pregunta del método occidental
gradual y quizá inconscientemente "¿ Puede ser esta verdad Mariana
entendida por otros?" en lugar de "¿Cómo podemos otorgar justicia y
reverencia propia a ese misterio Mariano revelado sobrenaturalmente?"
Más allá de todo esto, la cura para un racionalismo progresivo es una
humildad teológica del corazón. Por tanto, con una admisión garantizada de la
dimensión apolítica del misterio mediatorio Mariano en relación de Dios con
el hombre, echemos una mirada sobre una pequeña dimensión de la revelación meta-racional de la corredención y mediación
de Nuestra Señora en relación con la Santísima Trinidad, luchando en pequeña
medida de ver a María no como la ve el hombre, sino como Dios la ve.
Quisiera considerar la sublimidad de la relación de Nuestra Señora con la
Santísima Trinidad desde dos perspectivas: primeramente, la revelación
histórica y cronológica de María en relación con la Santísima Trinidad tal
y como está descrita en los siete puntos simplificados dentro de la
"Teología del Corazón"; y segundo, brevemente la relación
ontológica de María con las Tres Personas Divinas de la Trinidad, con especial
énfasis en su participación única en la acción Trinitaria de la
santificación humana, lo que más manifiesta su intimidad y "unión de
corazón" sin precedentes con las Tres Personas Divinas.
Punto 1. Abba, Padre de toda la humanidad, creó a la Inmaculada.
Podemos correctamente decir que el Corazón del Padre formó en forma única
y especifica el Corazón de María. Entendiendo el significado de la palabra
"corazón" como aquella que constituye el rincón más interno, el
santuario interno, el tabernáculo espiritual de la persona, ya sea divino o
humano, vemos que la creación y modelación sin paralelo del Corazón de la
Inmaculada por parte del Padre, es la más grande obra maestra de toda la
creación, de las cosas materiales y espirituales, de los coros angélicos y del
cosmos.
El Corazón de María es modelado no sólo libre de la mancha del pecado
original, no solamente intacto, sino positivamente formado por el Abba Padre con
una capacidad totalmente original para recibir a Dios. Ella es la Nueva Eva y la
Nueva Arca de la Alianza, construida por el Creador-Carpintero de una madera
incorruptible con la precisa misión de llevar la nueva y eterna alianza entre
Dios y el hombre. El Corazón del Padre nunca creo ni nunca volverá a crear
jamás un corazón humano formado como el Corazón de la Inmaculada.
Punto 2. Entonces, La Inmaculada Regresó Su Corazón al Padre en el acto
más grandioso de abandono que jamás haya presenciado la humanidad.
En la Anunciación, la pieza maestra del Abba lleva a cabo el resumen de la
consagración total, libre y personal en una entrega incondicional de regreso al
Padre de toda la humanidad. El "fíat" de la Inmaculada torna la
creación preeminente de Dios, de regreso a El mismo, la cima del abandono
humano en respuesta perfecta a la entrega inicial del Padre, tal y como nuestro
Santo Padre enseña: "Debe ser reconocido que antes que nadie fue Dios
mismo, el Padre Eterno, quien se entregó a sí mismo a la Virgen de Nazaret…".
2
Es el acto más grande de abandono humano por dos razones. Es el don más
grande creado libremente regresado al Abba; y está envuelto en aceptación
asentida de sufrimiento corredentivo.
Punto 3. Cuando la Inmaculada regresó su Corazón al Padre, Abba mandó al
Espíritu Santo a María, y el Corazón del Espíritu Santo implantó el
Corazón del Hijo en el seno de la Inmaculada.
En una segunda ocasión de comunión personal, el Espíritu y la Novia son
conjuntados. Después de su unión inicial providencial en la Inmaculada
Concepción, el Esposo Divino y la esposa humana son unidos en una unicidad tal
que San Maximiliano anota que no queda adecuadamente captada en la expresión
"esposa".
Sólo por una comparación analógica con la misma unión hipostática, en el
evento super histórico -llamando a la unión íntima de Sus corazones- puede
haber una atribución adecuada a la misteriosa unicidad entre la
"Inmaculada Concepción Divina" y la Inmaculada Concepción humana
para traer al Redentor del hombre.
La misma unicidad misteriosa de corazón entre el Espíritu y la Novia
conducirá a la unicidad de acción santificante captada en la declaración
Kolbeana: "La unión entre la Inmaculada y el Espíritu Santo es tan
indecible, aún más perfecta, que el Espíritu Santo actúa solamente a través
de la Santísima Virgen, su Esposa. Es por esto que es la Mediadora de todas las
gracias dadas por el Espíritu Santo. Y puesto que cada gracia es un don de Dios
Padre a través de su Hijo y por medio del Espíritu Santo, por tanto no hay
gracia de la que María no pueda disponer como de Ella misma, la cual no le es
dada con este propósito"3
Con la implantación del Corazón del Hijo en el seno de la Inmaculada, la
Madre queda llena de gracia del Padre, Hijo y Espíritu Santo, con una plenitud
de gracia inmensamente superior a la plenitud inicial recibida en la
concepción. Es el tabernáculo humano de la Trinidad y la Nueva Arca
inmaculada, encubierta y protegida por el Espíritu-Shekinah (cf. Ex. 13:21),
como la persona humana portadora de la Alianza Eterna entre la Divinidad y la
humanidad.
Punto 4: El Corazón de la Madre entonces alimenta y nutre el Corazón del
Hijo en su seno, dándole vida humana y salud; y cuando el Hijo nació, formó
Su Corazón humano con el Suyo propio, alimentándolo y nutriéndolo con su
propio Corazón.
Imagínense la unión espiritual y física de corazón entre la Madre y el
Hijo antes de que el Hijo viera la luz del día. Nueve meses de sangre,
nutrición y amor nutriente del Corazón de la Madre al Corazón humano del Hijo
oculto en su seno; nueve meses de santificación perpetua Eucarística del
Sagrado Corazón del Hijo oculto en el seno del Inmaculado Corazón de la Madre.
Así empieza la encarnación, unión inseparable de los Dos Corazones.
Y es aquí donde la misión eterna de la Redención y la Corredención toma
carne.
En la aclamación de la extinta Madre Teresa: "Desde luego, Ella es la
Corredentora. Le dio su cuerpo a Jesús, y el cuerpo de Jesús es lo que nos
salvó" 4
"Hemos sido santificados por medio del ofrecimiento del cuerpo de
Jesucristo de una vez por todas" (Heb. 10:10).
Punto 5. La unión absoluta entre el Corazón de la Madre y el Corazón del
Hijo se completó cuando en la cruz, el Hijo, quien fue traído a la humanidad a
través de la Madre por el Espíritu Santo y como un don de amor del Padre, entregó
a su Madre a los corazones de toda la humanidad como la Madre de todos los
Pueblos.
Aquí se encuentra el punto culminante de la Redención y la Co-redención y
la revelación póstuma al mundo de la unión de los Dos Corazones. Contenido
dentro del don de la Madre está la verdad de dicho don: de que el Corazón del
Hijo fue traído al mundo a través del Corazón de la Madre, quien formó Su
Corazón humano con el Suyo propio. Esto preparara al Corazón de la Madre para
la mejor formación de otros corazones humanos para que estén en completa
unión con el Corazón de Su Hijo.
El precio de este unión de corazón por parte de la Madre, unión de
corazón que contiene y refleja la alianza misma entre la Divinidad y la
humanidad, será una "crucifixión espiritual" en unicidad con el Hijo
y en obediencia al Padre:
"…Aceptando y asistiendo al sacrificio de su Hijo, María es el
amanecer de la Redención…Crucificada espiritualmente con su Hijo crucificado
(cf. Gál. 2:20), contempló con amor heroico la muerte de su Dios, ‘consintió
amorosamente a la inmolación de esta Víctima que ella misma había traído (Lumen
Gentium, 58)…"
De hecho, en el Calvario se unió a sí misma con el sacrificio de su Hijo
conduciendo al establecimiento de la Iglesia; su corazón maternal a lo más
profundo de la voluntad de Cristo ‘para unir en uno sólo a los hijos
dispersos de Dios" (Jn. 11:52). Habiendo sufrido por la Iglesia, María
merece ser la Madre de todos los discípulos de su Hijo, la Madre de su unidad…
Puesto que estuvo unida de manera especial a la Cruz de su Hijo, también
tuvo el privilegio de experimentar su Resurrección. De hecho, el rol de María
como Corredentora no cesó con la glorificación de su Hijo"5;
Juan Pablo II.
"María permanece en el punto crucial de la historia humana y
especialmente en el punto crucial de la historia de la mujer…como Co-redentora
al lado del Redentor, emerge del orden natural. Ambos, la Madre y el Hijo brotan
de la raza humana…"6; Sta. Edith Stein. "Sufre junto con
su Hijo, y en su espíritu experimenta Su muerte"7; von Baltazar.
"Por la naturaleza de su obra, el Redentor debe tener asociada a su
Madre con su obra. Por esta razón, la invocamos con el título de Corredentora.
Nos dio al Salvador, lo acompañó en la obra de la Redención hasta la Cruz
misma, compartiendo con El las penas de la agonía y la muerte, en la cual,
Jesús consumó la Redención de la humanidad e inmediatamente bajo la Cruz, en
los últimos momentos de su vida, fue proclamada por el Redentor como nuestra
Madre, la Madre del universo entero"8; Pío XI.
Su Corazón con sangre, su Corazón con lágrimas, juntos redimen el mundo.
"He ahí a tu Madre" (Jn. 19:26), un don del Corazón del Redentor
para cada corazón humano, para todas las gentes y naciones. Aún así, se
requiere de obediencia para aceptar este don el que, paradójicamente, puede ser
adecuadamente sobrevalorizado por el corazón humano después de que ha sido
recibido, abierto y llevado "a su propia casa" (Jn. 19:27).
Punto 6. También es el Corazón de la Madre quien dio a toda la humanidad el
Corazón Divino del Padre, a través del Corazón del Hijo, puesto que el
Corazón de Jesús revela y manifiesta el Corazón del Abba Padre.
El Corazón del Hijo es la manifestación del Corazón del Padre, dándole
carne por medio del Corazón de la Madre y perforado por adopción humana.
"Al llegar la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo nacido de
mujer" (Gál. 4:4). La única missio que une los Corazones del Hijo
y de la Madre, una missio que está ordenada por y revela al mismo tiempo
el Corazón del Padre, es el amor-redentor que produce "hijos
adoptivos" (Gál. 4:5).
Y es el Espíritu del Hijo y el Esposo de la Mujer que gimen en los corazones
de los adoptados, en reconocimiento eterno de que el origen de la misión del
amor redentivo y corredentivo proviene del Corazón del Abba, el Corazón del
Santificador iluminando e inspirando el corazón de los adoptados para clamar ¡Abba,
Padre! (Gál. 4:6).
Punto 7. Ahora la Madre de todos los pueblos, dada a nosotros como Madre por
el Corazón del Hijo, busca alimentar y nutrir los corazones de la humanidad
como lo hizo con el Corazón humano de Su Hijo.
Cuando los corazones de la humanidad hayan sido alimentados y nutridos
espiritualmente por el Corazón de la Madre y Ella haya formado los corazones
del hombre como sólo la Inmaculada puede hacerlo, entonces llevará nuestros
corazones a la unión con el Corazón del Hijo como sólo Ella puede hacerlo.
Conoce el Corazón del Hijo como ninguna otra criatura terrenal o celeste.
La Madre del Corazón del Hijo desea formar personal e individualmente los
corazones de la humanidad, para una comunión de corazón con el Corazón
Eucarístico de Jesús, el que, por una perfecta disposición de la Santísima
Trinidad, es alcanzable sólo a través de la formación directa por el Corazón
de la Madre. Es sólo a través del Corazón de la Madre que la humanidad puede
ser llevado al rincón más íntimo del Corazón del Hijo.
El Corazón de la Inmaculada es el portal entre la Divinidad y la humanidad;
el facilitador y traductor de la Divinidad para la humanidad, tal que permita
hacer la Divinidad recibible y entendible para el corazón humano.
El Corazón de María, que es providencialmente moldeada y destinada por la
Santísima Trinidad como la Inmaculada que forma todos los corazones humanos con
capacidad espiritual para recibir a Dios, y que alimenta los corazones del
hombre de gracias Trinitarias con una eficacia inconmensurable, debe ser
debidamente reconocida y reverenciada como la Madre de todos los Pueblos.
Tal y como se manifiesta en la Corredención y Mediación
Sus títulos son sus obras; sus títulos son sus funciones. Sus títulos
manifiestan la necesaria unión de corazón entre el Corazón Inmaculado y las
Tres Divinas Personas, misma que permite tal participación íntima en la
acción Trinitaria en favor de la santificación del hombre.
Sus títulos son sus obras maternales y alimentadoras para el hombre, pero
primero revelan una unicidad de corazón con las Tres Divinas personas,
individual y colectivamente, tal que le permite ser la portadora de la alianza
entre la Divinidad y la humanidad.
Hija y Corredentora por el Padre-Creador
A pesar de ser común y propiamente yuxtapuesta con el Redentor como el
título lo denota, también debe ser entendido que la misión de la Corredentora
es iniciada por el Abba Padre. La Hija Virgen es modelada inmaculada desde el
principio por el Padre Creador, para que desde el principio la Mujer pueda
compartir íntimamente en el aplastamiento del Mentiroso y su descendencia (Gén.
3:15).
La misión redentora-corredentora viene del Padre, es dirigida por el Padre y
lleva a la gloria del Padre como es debido (cf. Gál. 4:6), y de aquí también
con el rol de Corredentora: La criatura más grandiosa de Abba y la criatura
más horrenda de Abba en guerra absoluta, con ramificación eterna para el resto
de las criaturas de Abba (cf. Apo. 12:1-6).
Madre y Mediadora con el Hijo-Mediador
En respuesta a la invitación arcangélica, la Inmaculada verdaderamente
medía a la humanidad con la Divinidad en el acto de dar carne a la Palabra, y
así se convierte en Madre y Mediadora para el Hijo (Lc 1:38). Como Sn.
Agustín nos recuerda, lo que es físicamente para el Hijo, así lo es para el
Cuerpo espiritual de su Hijo, para los miembros de ese Cuerpo9 –Madre
y Mediadora con y supeditada al Hijo-Mediador de todos los pueblos.
Primero Ella medió al Autor de toda gracia para la familia humana. Luego
Ella medía toda la gracia del Autor de la familia humana. Su mediación, una
participación sin precedentes en la mediación única de Cristo (1 Tim 2:5),
manifiesta el poder y la gloria de El (cf. L.G. 60), que testifica, y
debidamente lleva, a la alabanza de ambos.
Esposa y Abogada en el Espíritu-Abogado
El Esposo Divino y la esposa humana que llegaron juntos a la voluntad del
Padre de toda la humanidad para traer el Corazón del Hijo, ahora continúan en
unión inefable de corazón para llevar las peticiones de la humanidad al
Corazón del Hijo. El Espíritu y la Novia, el primero Divino y la segunda
humana, santifican como uno solo. En términos Kolbeanos, la "Inmaculada
Concepción increada"10 y la Inmaculada Concepción creada,
Divino el primero, humana la segunda, actúan como uno solo. De la misma manera,
el Divino Abogado (cf. Jn. 15:16) y la Abogada humana, uno Divino y la otra
humana, actúan como uno en llevar las necesidades pedidas de los corazones
humanos al Corazón del Hijo.
Y así como en el Cenáculo vemos a la Abogada humana "por sus oraciones
implorando los dones del Espíritu quien la cubrió con su sombra en la
Anunciación" (L.G. 59), así también hoy, la Abogada humana
implora al Espíritu-Abogado por un nuevo Pentecostés, en respuesta y
cumplimiento de las necesidades de todos los corazones humanos; por la presencia
y reino renovado del Corazón del Hijo en cada corazón humano.
Conclusión
Por tanto esforcémonos por un enfoque y metodología más Trinitaria para la
Mariología del Tercer Milenio, humildemente buscando y orando para captar y
comprender más el amor Trinitario y la visión de la Nueva Arca entre la
Divinidad y la humanidad. Que la Madre de Todos los Pueblos pronto sea vista en
su más completa gloria, para la alegría de la Santísima Trinidad y para la
mayor salvación y santificación de su familia humana.
___________________
1
Patriarca Ecuménico Bartolomeo I,
"Encíclica Universal de Cuaresma sobre la Madre de Dios y Madre de Todos
Nosotros en el Orden de la Gracia", Marzo de 1998.
2 Redemptoris Mater, n. 39
3 "Carta al P. Salezy Mikolaczyk, 28 de Julio de 1935, como fue
encontrada en Monteau-Bonamy, La Inmaculada Concepción y el Espíritu Santo,
p. 99.
4 Audiencia con la Madre Teresa, 14 y 15 de Agosto de 1993, Calcuta,
India.
5 Alocución Papal en el Santuario de Nuestra
Señora de la Alborada, Guayaquil, 31 de Enero de 1985 [ORE, 876:7].
6 Edith Stein, "Problemas de la Educación de la Mujer" en
Mujer.
7 Hans urs von Balthazar, La Girnalda de Tres Dobleces, Ignatius Press,
p. 102.
8 Alocución Papal a los Peregrinos de Vicenza, 30 de Noviembre de
1933, L’Osservatore Romano, 1 de Dic. 1933.
9 San Agustín, cf. De s. Virginitate 6,6
10 Cf. Manteau-Bonamy, La Inmaculada Cancepción y el Espíritu Santo, Ch. 2.
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