La Virgen María, corredentora
P. Georges Cottier,
OP, teólogo de la Casa Pontificia,
conocido como el «teólogo del Papa»,
29 de mayo, 2002. Publicado
en http://www.clerus.org
En el hermoso capitulo conclusivo de la Constitución Conciliar "Lumen
gentium" sobre la Iglesia dedicado a la Virgen María, leemos: "Así
también la Beata Virgen participó en la peregrinación de la fe y
sirvió fielmente su unión con el Hijo hasta Cruz, donde estaba, no sin
un proyecto divino, (cf. Jn 19, 25), sufriendo profundamente con su
Primogénito y asociándose con ánimo materno a su sacrificio,
amorosamente conforme con la inmolación de la víctima que generó; y,
al final, por el mismo Jesús moribundo en la cruz, fue ofrecida cual
madre al discípulo con estas palabras: Mujer, ahí tienes a tu hijo (cf.
Jn 19, 26-27)" (n. 58).
Estas palabras de gran intensidad, son el eco de una larga tradición
auténtica del Magisterio. La Madre del hijo de Dios hecho hombre y
consagrada, debajo de la Cruz, Madre de su Cuerpo Místico.
Posteriormente será proclamada Madre de la Iglesia por Pablo VI. Este
título ilumina el sentido de la "íntima unión" de María con la
Iglesia, en la cual ocupa "de manera eminente y singular" el "primer
lugar" (cf. n. 63). Es en su persona que la Iglesia ha alcanzado
aquella perfección que la vuelve sin manchas ni arruga (cf. Ef 5, 27).
Ella representa el modelo --"typus"-- de la Iglesia. Hay que
considerar que María no está fuera de la Iglesia, sino que es su
miembro eminente y ejemplar, además de ejercer una función materna
sobre la Iglesia. El misterio de la Iglesia y el misterio de María se
incluyen y se iluminan recíprocamente.
¿Cómo explicarlo? El Concilio, después de recordar las palabras del
Apóstol (1 Tim 2, 5-6): "Dios es único y único también es el mediador
entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre, que en el tiempo fijado
dio el testimonio; se entregó para rescatar a todos", y agrega que "la
función materna de María hacia los hombres, de ninguna manera oscurece
o disminuye esta única mediación de Cristo, sino que enseña su
eficacia" (n. 60).
La vida de gracia, participación a la vida divina, existe en principio
y en la plenitud de Cristo, Cabeza del Cuerpo Místico, para ser
comunicada a su Cuerpo que es la Iglesia. Con esta comunicación,
Cristo atrae a la Iglesia a cada uno de sus miembros, para asimilarlos
a Él, para conformarse con Él y para participar del don de sí mismo al
Padre, a través del cual salvó a la humanidad. Cristo es el único
mediador: el don de sí mismo es total e infinitamente suficiente para
la salvación del mundo, y nos hace partícipes de Su Iglesia, como
signo de su amor y de la profundidad de la unión en la que introduce
al cristiano. Como cada vida, la vida de la gracia es fecunda, trae su
fruto en abundancia. Se realiza aquí una ley, tanto para la Iglesia
como para María, en proporción a sus singulares privilegios.
El texto del Concilio que hemos citado lo hace resaltar con fuerza:
"Bajo la Cruz, María sufre profundamente con su Unigénito; se asocia
con ánimo materno a su sacrificio; aceptando amorosamente la
inmolación de la víctima que ella generó": ¿qué es lo que significan
estas afirmaciones que indican que María tuvo una parte activa en el
misterio de la Pasión y en la obra Redentora?
El mismo Concilio precisa: la Madre del divino Redentor fue
"generosamente asociada a su obra, con un título absolutamente único":
"(...) sufriendo con su Hijo, el agonizante en la Cruz, Ella colaboró
de manera totalmente especial a la obra del Salvador, con obediencia,
con la fe, la esperanza y la ardiente caridad, para restaurar la vida
sobrenatural de las almas. Por esto, Ella se convirtió para nosotros
en la Madre en el orden de la gracia" (n. 61).
"Después de su asunción en el cielo, no ha interrumpido esta función
salvífica, sino que, con su múltiple intercesión, sigue ofreciéndonos
los dones a nosotros, asegurándonos nuestra salvación eterna".
Por esta razón María "es invocada por la Iglesia con los títulos de
abogada, auxiliadora, socorredora, mediadora" (n. 62).
¿Podemos agregar al título de mediadora el de corredentora? A luz de
lo expuesto, la respuesta es afirmativa. En efecto, el mismo Concilio,
para evitar cualquier interpretación falsa, agrega que el empleo de
estos títulos es legítimo sólo a condición que sea entendido "de tal
manera que nada sea detraído o añadido a la dignidad y a la eficacia
de Cristo, único mediador" (ibid).
Se notará que este título de corredentora no aparece en el texto
Conciliar. Se puede pensar que esta ausencia querida, obedecía a una
motivación ecuménica. El uso del término necesitaba de ulteriores
reflexiones.
Es verdad que, si el término de corredención tenía que evocar una
yuxtaposición y una adición a la obra Redentora del Salvador, tenía
que ser rechazado vigorosamente. Es en cuanto predestinada, suscitada,
contenida en el sacrificio Redentor de Cristo, de manera subordinada,
participante, en total dependencia de Él como se entiende la
corredención de María bajo la Cruz, así como Ella está plenamente
compenetrada de la intercesión del Hijo en la gloria, su mediación de
intercesión hacia el cielo.
El Concilio ha enunciado el principio que, interpretando una intuición
de la fe, conforma toda la reflexión teológica en este campo: "Cada
saludable influencia de la Beata Virgen hacia los hombres no nace de
una necesidad objetiva, sino de una disposición puramente gratuita de
Dios, y brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo; por lo
tanto se funde sobre la mediación de éstos, de ésta depende en
absoluto y alcanza toda su eficacia, no impidiendo mínimamente la
unión inmediata de los creyentes con Cristo, sino facilitándola"
(n.60).
A la luz de este principio, comprendemos en que sentido María, a
titulo único, es corredentora y como de manera proporcional la Iglesia
es también corredentora. Comprendemos, además, en qué sentido la
vocación de todos los bautizados a la santidad, nos lleva a participar
en el misterio de la salvación. Cada una de estas participaciones es
como una Epifanía de la fecundidad de la Cruz de Jesús.