Juan Pablo II canonizó el 16 de Mayo del 2004 a la cirujana y pediatra Gianna Beretta Molla, quién entregó libremente su propia vida a los 39 años de edad, el 28 de abril de 1962, para salvar a su cuarto hijo, Gianna Emanuela, que estaba por nacer. Optó por no someterse a un tratamiento de cáncer que hubiese matado a la criatura.
Se le había recomendado un aborto. Al negarse, murió al desarrollar una peritonitis séptica muy dolorosa. Como médico, ella sabía muy bien la realidad de su condición, pero prefirió morir para dar vida a su hija.
Pablo VI describió a Gianna como "una madre que, para dar a luz a su bebé, sacrificó la suya propia en una inmolación deliberada".
Gianna Molla, de la Arquidiócesis de Milán, era miembro de la Acción Católica. Ella dijo de su trabajo: "Como el sacerdote toca a Jesús, así nosotros los médicos tocamos a Jesús en los cuerpos de nuestros pacientes."
Le gustaba esquiar, tocar el piano y escuchar conciertos. Su esposo Pietro Molla, ingeniero, vive en Milán, describió a su esposa como una persona completamente normal que constantemente decía que sus hijos eran su gozo, su orgullo y su tesoro. El Cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos dijo: "Ella vivió su matrimonio y maternidad con gozo, generosidad y absoluta fidelidad a su misión"
En el libro "Primo Piano: Gianna" (Gianna de cerca), Molla cita a su esposa: - "No se puede amar sin sufrir o sufrir sin amor". -"¡Miren a las madres que verdaderamente aman a sus hijos, cuantos sacrificios hacen! Están prestas para cualquier cosa, aun hasta dar sus propias vidas."
El cuerpo mortal reposa en el cementerio de Mésero, a 4 kilómetros de Magenta, Italia.
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Confío en vos, dulce Madre
Gianna nació el 4 de octubre de 1922, en Magenta, ciudad vecina a Milán. Sus padres –rectos, justos y temorosos de Dios– junto con su hermana Amalia, la formaron espiritualmen te. A partir de su Primera Comunión, en Abril de 1928, Gianna acompañaba a su madre a Misa todos los días.
De carácter ameno y semblante sonriente, su rostro irradiaba equilibrio, amenidad, pureza y un corazón generoso, con una fe contagiante que atraía a todos a la Iglesia.
A los 15 años participó de un retiro espiritual según el método de San Ignacio de Loyola, que la llevó a hacer un firme propósito: “mil veces morir antes que cometer un pecado mortal”.
Al fallecer su madre, Gianna se encomendó a María Santísima con estas palabras: “Confío en vos, dulce Madre, y tengo la certeza de que nunca me abandonaréis”.
Santa Gianna Beretta Molla fue siempre muy devota de la Virgen. Prueba de ello son las constantes referencias que ella hace sobre la Virgen en los encuentros con las muchachas de la Acción Católica y en las cartas a su novio y más tarde esposo. Quiso prepararse para su matrimonio con Pietro con un triduo de oración: ella se dirigiría al Santuario de la Asunción en Magenta, él, Pietro, al de la Virgen del Buen Consejo en Ponte Nuovo. Así le escribió a Pietro el 4 de septiembre de 1955: «La Virgen unirá nuestras oraciones y deseos y, dado que la unión hace la fuerza, Jesús no podrá dejar de escucharnos y ayudarnos».
Durante el verano de 1957, mientras esperaba a Mariolina, la segunda hija, le escribió al marido: «Gracias, Pietro queridísimo, por tus oraciones. La Virgen te escuchará y tendremos así otra bella criatura como nuestro querido Pierluigi». Dos años después, mientras esperaba a Laura y estaba cansada por el embarazo, le escribía también a Pietro: “Confío en la Virgen y estoy segura de que también esta vez me ayudará”.
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Misión de médica, salud del cuerpo, salud del alma
En 1942, Gianna se matriculó en la Facultad de Medicina. Tenía un concepto preciso y sublime de esta profesión. Más que un trabajo, la medicina era para ella una misión: “No olvidemos que en el cuerpo de nuestro paciente existe un alma inmortal. Seamos honestos y médicos de fe”. A sus pacientes, la Dra. Gianna daba no solamente asistencia médica, sino también una verdadera ayuda espiritual, y muchas veces les auxiliaba para que recibieran el sacramento de la Confesión. Alentó a muchas madres próximas al parto transmitiéndoles la alegría de recibir al hijo como un don de Dios y a rechazar o desistir del aborto.
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La vocación del matrimonio
Persuadida de la importancia del apostolado, durante algunos años alimentó el deseo de ser misionera laica consagrándose a Dios en el servicio de la Evangelización. Vivió un tiempo en la incertidumbre del camino a elegir. Para decidir bien, rezaba mucho, pedía oraciones y consejos, pero también pasó por una gran perturbación interior con respecto a su proyecto de vida. En vez de ofuscarse, intensificó las oraciones para conocer mejor la voluntad del Creador. Cuando comprendió que la voluntad de Dios era que constituyera una familia, se orientó decididamente hacia el matrimonio consciente que “nuestra felicidad terrena y la eterna depende de vivir bien nuestra vocación”.
Un encuentro no casual, bendecido por Dios En la fiesta de la Inmaculada Concepción de 1954, se celebraba en Mesero la fiesta de la ordenación sacerdotal de Fray Lino Gara-vaglia, hoy obispo de las diócesis de Cesena e Sarsina (Italia). Tanto Pedro, el futuro novio, como Gianna fueron invitados a la Misa y el almuerzo. Al día siguiente, Pedro Molla escribía a Gianna “Me acuerdo de ti cuando, con tu sonrisa larga y gentil, saludabas a Fray Lino y a sus parientes. Me acuerdo de ti cuando hacías devotamente la Señal de la Cruz antes del café. Me acuerdo de ti todavía cuando estabas en oración durante la bendición del Santísimo Sacramento”. Gianna, que también tenía la certeza de haber tenido ese día un “óptimo encuentro”, le respondió “deseo hacerte feliz y ser la buena esposa que tu deseas: comprensiva y dispuesta a los sacrificios que la vida nos pedirá. Pienso en darme totalmente para formar una familia verdaderamente cristiana. Es verdad que tendremos que enfrentar dolores y sacrificios, pero si deseamos siempre uno el bien al otro, con la ayuda de Dios venceremos todos los obstáculos”.
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Heroíco amor maternal por amor de Dios
Después de tres embarazos dolorosos, al comienzo del cuarto se hizo indispensable una cirugía debido a un tumor en el útero. Fidelísima a sus principios morales y religiosos, decidió, sin dudar, que el médico se preocupase, en primer lugar, no en la operación que salvaría su vida, sino en la salvación de la vida de la criatura. Así relata su marido esos momentos: “Con una incomparable fuerza de voluntad y con inmutable empeño, continuó su misión de madre hasta los últimos días de su embarazo. Rezaba o meditaba.
La sonrisa y la serenidad que infundían la belleza, la vivacidad y la salud de sus tres 'tesoros' eran casi siempre velados con una inquietud interior. Temía que su criatura naciese con sufrimientos. Rezaba para que no fuese así. Muchas y muchas veces, me pedía disculpas si me causaba preocupaciones. Me decía que nunca había tenido necesidad de tanta amabilidad y comprensión como ahora. Mientras se aproximaba el período del parto, afirmó explícitamente, con tono firme y al mismo tiempo sereno, con una mirada profunda que jamás olvidaré: “Si deben decidir entre la criatura y yo, no duden: prefieran a la criatura, yo lo exijo, ¡sálvenla! Yo hago la voluntad de Dios y Dios providenciará lo necesario para mis hijos”.
En septiembre de 1961, al cumplirse el segundo mes de embarazo, es presa del sufrimiento. El diagnóstico: un tumor en el útero. Se hace necesaria una intervención quirúrgica. Antes de ser intervenida, suplica al cirujano que salve, a toda costa, la vida que lleva en su seno, y se confía a la oración y a la Providencia. Se salva la vida de la criatura. Ella da gracias al Señor y pasa los siete meses antes del parto con incomparable fuerza de ánimo y con plena dedicación a sus deberes de madre y de médico. Se estremece al pensar que la criatura pueda nacer enferma, y pide al Señor que no suceda tal cosa. Algunos días antes del parto, confiando siempre en la Providencia, está dispuesta a dar su vida para salvar la de la criatura: «Si hay que decidir entre mi vida y la del niño, no dudéis; elegid -lo exijo- la suya. Salvadlo». La mañana del 21 de abril de 1962 da a luz a Gianna Emanuela.
El día 28 de abril, también por la mañana, entre indecibles dolores y repitiendo la jaculatoria «Jesús, te amo; Jesús, te amo», muere santamente. Tenía 39 años. Sus funerales fueron una gran manifestación llena de emoción profunda, de fe y de oración. La Sierva de Dios reposa en el cementerio de Mésero, a 4 kilómetros de Magenta.
El amor disipa todos los miedos
Gianna Beretta Molla es una señal del tiempo presente, una invitación a defender la vida, a respetarla con todas sus consecuencias.
Juan Pablo II el día de su canonización la llamó mensajera sencilla, pero muy significativa, del amor divino. Pocos días antes de su matrimonio, en una carta a su futuro esposo, escribió: "El amor es el sentimiento más hermoso que el Señor ha puesto en el alma de los hombres". A ejemplo de Cristo, que "habiendo amado a los suyos (…), los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1), esta santa madre de familia se mantuvo heroicamente fiel al compromiso asumido el día de su matrimonio. El sacrificio extremo que coronó su vida testimonia que sólo se realiza a sí mismo quien tiene la valentía de entregarse totalmente a Dios y a los hermanos. Ojalá que nuestra época redescubra, a través del ejemplo de Gianna Beretta Molla, la belleza pura, casta y fecunda del amor conyugal, vivido como respuesta a la llamada divina.
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El milagro
La protagonista del milagro, ocurrido el 9 de noviembre de 1977 en un hospital brasileño, fue una joven parturienta quien se curó de septicemia infección generalizada del organismo. Las religiosas del hospital habían pasado la noche encomendando su curación a la intercesión de Gianna, cuya figura les era conocida porque el promotor del hospital era un hermano de la beata, médico y misionero capuchino en ese país. El Papa aprobó el decreto que reconocía sus virtudes heroicas y la beatificó.
Beatificada
En 1994, año de la familia, por Juan Pablo II, quien la propuso como modelo para todas las madres. El Papa elogió a Gianna, quién no eludió el sacrificio, confirmando así su virtud heroica.
Si hubiese estado aun en el mundo en el año en que fue beatificada, Gianna hubiese tenido setenta y dos años.
Canonización
El milagro atribuido a la intercesión de Gianna Molla que abrió paso a la canonización: Elisabete Arcolino Comparini, con tres meses de embarazo, perdió todo el líquido amniótico. Ella y su esposo le pidieron a la beata Molla y la niña nació bien en mayo del 2000. El nacimiento es científicamente inexplicable. La llamaron Gianna Maria.
Santa Gianna, ruega por nosotros y por las madres e hijos que corren peligro en este momento
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Sus Escritos
“Esta vez será un alumbramiento difícil, y tendrán que salvar a una o al otro – quiero que salven a mi bebé”.
Hoy hay mucha superficialidad en nuestro trabajo (médico). Nos ocupamos de cuerpos, y muchas veces incompetentemente… Debemos hacer bien nuestra parte. Estudiar nuestra ciencia. Debemos ser médicos honestos, llenos de fe. Debemos cuidar de nuestros pacientes con bondad y dulzura, recordando que éstos son nuestros hermanos y hermanas; tener delicadeza y respeto. No olvidar que también hay que servir al alma de la persona enferma.
"¡Si supieras que diferente se juzgan las cosas a la hora de la muerte!... Que vanas parecen ciertas cosas a las que les dábamos tanta importancia en el mundo"
Nosotros [los médicos] tenemos la ocasión que el sacerdote no tiene. Nuestra misión no acaba cuando la medicina no sirve ya de nada. Hay que llevar el alma a Dios y entonces nuestra palabra adquiere autoridad. Cada médico tiene que entregarlo [al enfermo] al Sacerdote. ¡Cuántos médicos católicos así son necesarios!
Cuanto más se siente el deseo de dar mucho, tanto más a menudo se necesita recurrir al manantial que es Dios.
El Señor me quiso mucho. Vos sos el hombre que deseaba encontrar, pero no te niego que más de una vez me pregunto: “¿seré yo digna de él?”. Si, de vos Pietro, porque me siento lisa y llanamente nada, tan incapaz que a pesar de desear enormemente hacerte feliz, temo no poder lograrlo. Y entonces rezo así al Señor: “Señor, vos que ves mis sentimientos y mi buena voluntad, socorreme y ayudame para que pueda ser la esposa y madre que Vos deseás que sea y que yo pienso que también Pietro desea”.DE LA CARTA A SU NOVIO (11 DE MARZO DE 1955)
Encarnarse, ¿qué quiere decir? Quiere decir hacer que la verdad sea visible en la propia persona, hacer que la verdad sea afable, ofreciendo en nosotras mismas un ejemplo atrayente y de ser posible heroico. Para el hombre es siempre necesario ver, palpar, sentir, no se deja fácilmente conquistar por una palabra. El decir algo, solamente, no arrastra, mostrar si. Si Jesús hubiera invitado a practicar la pobreza solo con su discurso de la montaña «Bienaventurados los pobres…» pocos habrían buscado la felicidad en la pobreza. Pero él nació pobre, vivió pobre y murió pobre, así su ejemplo atrajo a Francisco de Asís y a todo ese ejército de almas que quiso seguirlo en la pobreza. […] Encarnarse quiere decir hacer que la verdad se torne visible en nuestra persona, es decir manifestar mediante vuestra humanidad a Jesucristo y a la belleza de la vida vivida según el Evangelio. Debemos ser las testigos vivientes de la grandeza y de la belleza del cristianismo. DE UNA REUNIÓN DEL CENÁCULO DE LAS ASPIRANTES DE LA ACCIÓN CATÓLICA (12 DE DICIEMBRE DE 1946)
Una madre o una esposa que lleva en su corazón las siete espadas de los dolores morales, a los que agrega la cruz de una salud débil o de la miseria, en una familia numerosa, ¡esa mujer es una mártir, una santa, sin que deba sufrir otro tormento, solamente si sabe amar como puede amar! […] «Amemos la cruz» y recordemos que para cargarla no estamos solas, está con nosotras Jesús que nos ayuda y, tal como dice San Pablo, en Él que nos conforta todo podemos. DE LOS APUNTES PARA LA CONFERENCIA DE SAN VICENTE (1947 – 1948)
No debemos en el apostolado ponernos nosotros en primer lugar, proclamarnos nosotros mismos, sino que debemos en cambio desaparecer y dar siempre el primer lugar a Jesucristo. Miren a San Juan Bautista. Los fariseos acuden a él para preguntarle si es el Mesías, pero él les responde: «No, no soy yo; yo no soy digno siquiera de desatarle las correas de las sandalias, más miren, allí está el Mesías» y señala a una persona envuelta en un manto. Y noten algo, a los mismos que lo escuchaban, a sus fieles, los manda para que vayan hacia Él y les dice: «Es necesario que Él, el Cristo, crezca, y que yo disminuya» ¡Qué humildad, qué desinterés! DE UNA REUNIÓN DEL CENÁCULO DE LAS ASPIRANTES DE LA ACCIÓN CATÓLICA (18 DE NOVIEMBRE DE 1946)
A uno le gustaría estar siempre bien, escapar del dolor, gozar… Para la salvación de las almas no basta la oración, la palabra, es necesario unir algo de nosotros, alguna gota de nuestra sangre, un poco de nosotros mismos. Que Jesús sea nuestro modelo. Llevar con alegría día a día la cruz que Jesús nos manda, con alegría. DE LAS CONFIDENCIAS HECHAS A SU HERMANA, SOR VIRGINIA, DURANTE LOS ÚLTIMOS DÍAS DE VIDA
«Sonreír a Dios, de quien nos viene todo don. Sonreír al Padre con las oraciones más perfectas, al Espíritu Santo. Sonreír a Jesús, acercándonos a la Santa Misa, a la Comunión, a la Visita al Santísimo. Sonreír a quien personifica a Cristo, el Papa. Sonreír a quien personifica a Dios, el confesor, incluso cuando nos exhorta a renuncias tajantes. Sonreír a la Virgen Santa, ejemplo al que debemos sujetar nuestra vida de manera tal que, a quien nos mire, podamos suscitarle solo santos pensamientos. Sonreír a nuestro ángel custodio, porque nos fue dado por Dios para conducirnos al Paraíso. Sonreír a los padres, hermanos, hermanas, porque debemos ser llamas de alegría, incluso cuando nos impongan deberes que vayan en contra de nuestra soberbia.Sonreír siempre, perdonando las ofensas. Sonreír en la sociedad, evitando toda crítica y murmuración. Sonreír a todos aquellos que el Señor nos manda durante la jornada. El mundo busca la alegría pero no la encuentra, porque está lejos de Dios. Nosotros, que comprendimos que la alegría viene de Jesús, con Jesús en el corazón llevemos la alegría. Él será la fuerza que nos ayudará». DEL CUADERNO DE APUNTES DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE 1938 (16-18 DE MARZO DE 1938)
Paraíso. No podemos imaginar cuán bello es, cuán grande es. En el Paraíso no sufriremos más; no habrá más personas antipáticas, enemigas; gozaremos inmensamente. En esta tierra estamos todos contentos cuando entra en nosotros una pequeña porción de gloria. En el Paraíso en cambio, la gloria nos rodeará, nos encontraremos en un mundo de paz, alegría y consolación. […] Propósito: pedirle al Señor que me conduzca al Paraíso. […] De esta manera rezaré y con la ayuda de Dios entraré en el Reino de los Cielos con todos los santos y las demás almas santas. DE LOS APUNTES DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE 1938 (16-18 DE MARZO DE 1938)
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Extracto de la Homilia de S.S. Juan Pablo II en su canonización
"Mi paz os doy" (Jn 14, 27). En el tiempo pascual escuchamos a menudo esta promesa de Jesús a sus discípulos. La verdadera paz es fruto de la victoria de Cristo sobre el poder del mal, del pecado y de la muerte. Los que lo siguen fielmente se convierten en testigos y constructores de su paz.
7. Gianna Beretta Molla fue mensajera sencilla, pero muy significativa, del amor divino. Pocos días antes de su matrimonio, en una carta a su futuro esposo, escribió: "El amor es el sentimiento más hermoso que el Señor ha puesto en el alma de los hombres". A ejemplo de Cristo, que "habiendo amado a los suyos (...), los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1), esta santa madre de familia se mantuvo heroicamente fiel al compromiso asumido el día de su matrimonio. El sacrificio extremo que coronó su vida testimonia que sólo se realiza a sí mismo quien tiene la valentía de entregarse totalmente a Dios y a los hermanos. Ojalá que nuestra época redescubra, a través del ejemplo de Gianna Beretta Molla, la belleza pura, casta y fecunda del amor conyugal, vivido como respuesta a la llamada divina. 8. "Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde" (Jn 14, 28). Las vicisitudes terrenas de estos seis nuevos santos nos estimulan a perseverar en nuestro camino, confiando en la ayuda de Dios y en la protección materna de María. Que desde el cielo velen ahora sobre nosotros y nos sostengan con su poderosa intercesión.
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NOVENA A SANTA GIANNA MOLLA
Dios, Padre nuestro,
te alabamos y te bendecimos
porque en Santa Gianna Beretta Molla
nos has concedido y dado a conocer
a una mujer, testigo del Evangelio,
como joven, esposa, madre y médico.
Te damos gracias también
porque por medio de la entrega de su vida
nos enseñas a acoger y honrar a toda criatura humana.
Tú, Señor Jesús,
has sido para ella referencia privilegiada:
te ha sabido reconocer
en la belleza de la naturaleza;
cuando se preguntaba qué camino debía tomar en la vida,
te buscaba y quería servirte del mejor modo posible;
en el amor conyugal ha sido signo
de tu amor por la Iglesia y por la humanidad;
como tú, buen samaritano, se ha detenido
junto a toda persona enferma, pequeña y débil;
siguiendo tu ejemplo y por amor,
se ha dado totalmente, engendrando nueva vida.
Espíritu Santo, fuente de toda perfección,
concédenos también a nosotros sabiduría,
inteligencia y valor para que,
siguiendo el ejemplo de santa Gianna y por su intercesión,
en la vida, personal, familiar y profesional,
sepamos ponernos al servicio de todo hombre y de toda mujer
para crecer así en el amor y en la santidad.
Amén.
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www.saintgianna.org
Biografía en www.vatican.va
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