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De la vida antigua de San Enrique: Proveía a la paz y tranquilidad de la Iglesia
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San Enrique nace en Baviera el año 973, es descendiente de Otón el Grande y de Carlomagno. Nació en el castillo de su padre, el duque de Baviera, junto al río Danubio.
En su juventud vive junto a los monjes del monasterio benedictino de Hildesheim. De ellos recibe una educación completa fundamentada en el amor a Dios. Completa su educación bajo el obispo de Regensburg, San Wolfang. ¡Que preparación tan estupenda para ser un gran rey, sabiendo que todo rey, como todo cristiano, debe representar a Jesucristo, Rey de reyes!
En el 995 sucedió a su padre en el gobierno del ducado de Baviera. El 1002, es proclamado en Maguncia rey de Germanía. El 1014 el Papa Benedicto VIII lo consagra en Roma Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. El Papa, como reconocimiento de su celo por la fe le regala un globo de oro rematado en una cruz. Enrique lo agradece, entiende el simbolismo y lo manda llevar a la abadía de Cluny, Francia.
Su esposa es Cunegunda, santa mujer
San Enrique aplicó los valores evangélicos a las decisiones del gobierno comprendiendo que era su deber como rey reinar bajo la autoridad de Cristo. Se distinguió por su interés en la reforma de la vida de la Iglesia, en la defensa de sus derechos y en promover la actividad misionera. Fundó varios obispados y dotó monasterios. Influye en la conversión de San Esteban de Hungría, que se había casado con una hermana suya. Se opone al cisma del antipapa Gregorio y apoya a Benedicto VIII. Mantiene amistad con Odilón, abad de Cluny. Juntos trabajan en la reforma eclesiástica, restituyendo la disciplina y la observancia regular. Trabajó también mucho por la paz.
Al final de su vida, Enrique II, llamado con razón el Piadoso, se retira al monasterio de Vanne. El abad Ricardo le ordena volver al trono, pero muere poco después, el 13 de julio del 1024, en el castillo de Grona.
Fue canonizado el 1146 por S.S. Eugenio III.