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EL CALVARIO DE LA GUERRA En septiembre de 1939 estalla la Segunda Guerra mundial. Sangre, muerte, destrucción, crueldad, odio, bestialidad e infamia sin fin. Los nazis, llenos de soberbia, invaden Polonia. En pocas semanas, el ejercito y toda la nación polaca sufren la humillación de la derrota. Quedan completamente subyugados. Pocos días después, llega la Wermach, o ejercito de ocupación, que sin miramiento alguno comete todo tipo de tropelía, saqueos y vandalismos en la ciudad mariana: destrozan imágenes, encienden fogatas con ornamentos sagrados, retiran y se llevan una buena parte de la maquinaria tipográfica. El P. Kolbe, el fundador, esta presente ante esos destrozos sacrílegos. No se deja dominar por el odio ni grita venganza. Solo reza, llora y consuela... Pese al clima de odio al enemigo, el perdona como Cristo en la Cruz; el ama a todos: "¡Animo muchachos, la Inmaculada nos lo dio. La Inmaculada nos lo quito. Ella bien sabe como están las cosas!". El 19 de septiembre se presento en Niepokalanow la Wermacht alemana con gritos: "Todos fuera!.. ¡Todos en marcha!.. Todos los frailes fueron acorralados en el patio, encolumnados y cargados en camiones rumbo al occidente. Pasaron de un campo de concentración a otro: de Lamsdorf a Amtitz, de aquí a Ostrzeszow. Aun no se había llegado a los horrores posteriores de los campos de concentración; sin embargo, no faltaban los sufrimientos. Había de sobra dolor para poner a prueba hasta a los mas fuertes: abusos, prepotencia, desprecio, violencia, repugnante suciedad, hambre, frío, promiscuidad, piojos. Pese a todo, había algo de libertad que permitía a los frailes tener vida común, instalar una imagen en la repisa de un galpón, rezar y cantar juntos, hacer su retiro espiritual. El 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada, luego de tres meses de encierro, fueron inexplicablemente liberados. Era un regalo de la Virgen. Pero triste espectáculo les brindo Niepokalanow al regresar. Primeramente, los bombardeos y los saqueos habían destrozado la mística ciudad. Ahora, todo se hallaba ocupado por los deportados y desbandados. Sin embargo, no hubo desmayo, sino que en seguida se organizo la vida religiosa con tandas continuadas de Adoración ante el Santísimo. De inmediato, la numerosa comunidad tuvo que enfrentar no tanto los problemas culturales de las revistas y ediciones, cuanto los mas prosaicos y graves de la subsistencia: comida, ropa, remedios, Para resolverlos, como también para salir al encuentro de las necesidades del pueblo de los alrededores, se abrieron talleres de herrería, carpintería, mecánica, servicios automovilísticos, y también una lechería. Ocasionalmente tuvieron que prestar servicios también a las autoridades de ocupación. Niepokalanow brindo su asistencia a varios miles de pobres desheredados, entre los cuales había un millar de judíos, marcados por los nazis con una estrella amarilla sobre el pecho. El P. Maximiliano había impartido a sus frailes estas pautas de conducta: la caridad ha de estar abierta a todos sin discriminación; sus únicos limites han de ser los de las posibilidades, que, gracias a su gran espíritu de sacrificio, llegaban a los extremos de la misma generosidad. El P. Kolbe se las arregló para enviar mensajes a los hermanos dispersos: "Trabajemos en la acción misionera. Conquistemos para la Inmaculada otros corazones. Recemos mucho por la venida del reino. Ofrezcámosle nuestros sufrimientos. Nuestra consigna sea ésta: que la Inmaculada esté contenta de nosotros. Vivamos de amor. Comuniquemos a los otros fuego de amor" La Navidad de 1939 es Navidad de guerra: nuevos aprestos bélicos en el frente ruso, carecen los alimentos y la calefacción, aumenta el miedo, las persecuciones y arrestos... ¿Quien se acuerda de celebrar Navidad? -El P. Maximiliano. Organiza una fiestecita infantil para los muchos niños alojados en Niepokalanow: teatrillo, cantos, modestas golosinas, para devolver a los niños un poco de alegría y hacer brillar de nostalgia los ojos de las madres. PRESIDIO El P. Kolbe esta en la lista negra de la Policía Secreta. ¿Por que? El Padre Kolbe es el superior de Niepokalanow, cuyas actividades marianas tienen tanta influencia en toda Polonia. Los nazis quieren destruir esa influencia y a la vez quieren vengarse de que de esos talleres salía "El Pequeño Diario" cuya predica patriota y católica tanto los había enfurecido. Peor mas aun, el P. Kolbe por su sacerdocio, cultura y posición era dirigente notable. En el programa de ocupación estaba previsto el exterminio de los intelectuales y dirigentes. Además, en Niepokalanow se brindaba asilo a los judíos. A los ojos antisemitas de los nazis, eso era un delito que merecía el castigo de los campos de concentración. El P. Maximiliano presentía que vendrían para apresarlo pero seguía firme en compromisos. Estaba convencido de que su vida estaba en manos de Dios y que la Inmaculada velaba por todos. Seguía trabajando por la difusión de sus ideales marianos. Deseaba reeditar "El Caballero de la Inmaculada" para llevar autentica esperanza y paz a ciento de miles de hogares en tiempo de tanto dolor y confusión. Finalmente, en diciembre del 1940, luego de infinitas gestiones con los ocupantes invasores, pudo editar el ultimo numero, en el cual brillaba la belleza del amor mariano. Un día de febrero del 1941 por la mañana dos autos negros de la Gestapo se paran ante Niepokalanow. Los policías piden hablar con el P. Kolbe, quien al saber su llegada contesta con temblor al hermano portero: "¡Bien, bien, hijo mío!¡María!". Reúnen a todos los frailes en el patio, mientras tanto ellos inspeccionan bruscamente todo el convento. Hacia mediodía, el Padre Maximiliano y otros cinco padres son obligados a introducirse en los autos. Parten para un viaje sin retorno. El P. Maximiliano inicia su vía crucis sereno y tranquilo, como siempre. Dejó su querida Niepokalanow, su predilecta ciudad mariana, para no volver mas. Para todo polaco, el "Pawiak" es el nombre de la terrible cárcel de Varsovia, que "hace helar la sangre". Ahí ingreso el 17 de febrero de 1941 el P. Maximiliano Kolbe. AUSCHWITZ El campo de concentración de Auschwitz es llamado por los polacos: "campo de la muerte", porque en sus campos, bloques y sótanos, han perecido miserable y trágicamente, mas de cinco millones de personas. Levantado sobre los escombros de unos cuarteles y granjas, esta situado en la Polonia meridional, en una zona pantanosa, insalubre, para que no hubiese testigos indiscretos de esa fabrica de muerte. Rodeado por altas alambradas electrizadas y de torres de control. Allí toda crueldad e infamia, toda bestialidad y aberración, toda atrocidad y todos los horrores se habían dado cita para transformarlo en un verdadero infierno. Continuas muertes por enfermedades y por inanición, frío, fatigas agotadoras, escorbuto, disentería, traumas e infecciones. El pelotón de fusilamiento acribillaba a docenas a la vez contra un paredón forrado de caucho, para atenuar el ruido del disparo. En la plaza de armas cinco personas subían a la banqueta. El verdugo les colocaba el lazo al cuello. Con una patada a la banqueta quedaban las víctimas suspendidas. Auschwitz se había hecho famoso por la instalación de la primera cámara de gas. Lo que mas se temía no eran las balas, ni las horcas, ni las cámaras de gas, sino los sótanos de la muerte, o "Bunker", de la lenta agonía, del martirio enloquecedor del hambre y de la sed. En Auschwitz murieron millones de católicos y también, como es sabido, millones de judíos. El objetivo mas profundo de Hitler en sus masacres es poco conocido. El hecho es que el odiaba la revelación divina confiada a Israel y también a Jesucristo, particularmente a la Iglesia Católica. Entra en Auschwitz el P. Maximiliano la tarde del 28 de mayo de 1941 con un transporte de otros 320 presos. Sobre el portón de entrada había un letrero en alemán: "El trabajo libera". Era una mentira mas. En realidad, al entrar los prisioneros, se les decía que los judíos tenían el derecho de vivir dos semanas y los sacerdotes católicos un mes. Apenas llegan agotados, se pasa lista. Cada preso ha de pasar debajo de una doble fila de sayones, los que armados de látigos y bastones, se divierten sádicamente, golpeándolos o haciéndoles zancadillas, que obligan los presos a saltos, manotazos, morisquetas y terribles crispaciones. Todo esto provocaba en los verdugos burlas y risotadas. Maximilano siempre iba al final de la línea de la enfermería a pesar de la severa tuberculosis que padecía. La mañana del 29 de mayo despertó a los 320 con un deshumanizante programa. Desnudados, fueron sometidos a una ducha colectiva de violentos chorros de agua fría. Después golpeados y escarnecidos obscenamente por sus desnudeces, fueron revestidos de raídas casacas, muchas de ellas aun manchadas de sangre. Cada casaca lleva un numero. Desde ahora en adelante, cada preso no será mas que un numero. El del Padre Maximiliano María Kolbe era el 16670. Mas tarde, todo el grupo salió a la plaza de armas, para la asignación a las brigadas de trabajo o bloques. El P. Kolbe en seguida fue ocupado como peón en el acarreo de cantos rodados y arena para la construcción de un muro alrededor del horno crematorio. El P. Kolbe consolaba a sus compañeros y decía " todo lo que sufrimos, es por la Inmaculada". Un día, después de una tremenda paliza dada por el cabo que estaba a cargo, y que lo había dejado mas muerto que vivo, el P. Kolbe fue internado en el hospital, atacado de neumonía, con fiebre altísima y con el rostro estriado de moretones. "Con su conducta ante el sufrimiento, asombraba a médicos y enfermeros. Soportaba el dolor virilmente y con completa resignación a la voluntad de Dios, solía repetir: "Por Jesús soy capaz de padecer aun mas. La Inmaculada esta conmigo y me ayuda". EL MARTIRIO FINAL El bloque 14 había salido para la cosecha de unas parcelas de trigo. Aprovechando algún descuido de los guardias, un preso se fugó. Por la tarde, al pasar lista, se descubrió el hecho. El terror congeló los corazones de aquellos hombres. Todos sabían la terrible amenaza del jefe: "Por cada evadido, 10 de sus compañeros de trabajo, escogidos al azar, serian condenados a morir de hambre en el bunker o sótano de la muerte. A todos aterrorizaba el lento martirio del cuerpo, la tortura del hambre, la agonía de la sed. Al día siguiente, los otros bloques siguen sus faenas diarias. Los del bloque 14 han de quedar en posición de atención en la explanada bajo el sol calcinante de verano, sin comer ni beber. Tres horas pasan como la eternidad. El P. Maximiliano, el de los pulmones agujereados por la tisis, el que acaba de salir del hospital, siempre débil y enfermizo, resiste de pie, no desmaya ni cae. El solía repetir: "En la Inmaculada todo lo puedo". A las 21 horas se distribuyo la comida. Pero no para el bloque 14. Estos pobres observaron como sus raciones eran tiradas de las ollas al desagüe. Al romper filas todos van a catres sabiendo que al día siguiente diez de entre ellos serian escogidos para el bunker de la muerte. Ya había ocurrido en dos ocasiones. Al día siguiente, a las 18 horas, Fritsch, el comandante del campo, se planta de brazos cruzados ante sus víctimas. Un silencio de tumba sobre la inmensa explanada, atestada de presos sucios y macilentos. "El fugitivo no ha sido hallado... Diez de ustedes serán condenados al bunker de la muerte... La próxima vez serán veinte". Con total desprecio a la vida humana, los condenados son escogidos al azar. ¡Este!... ¡Aquel!... grita el comandante. El ayudante Palitsch marca los números de los condenados en su agenda. Aterrorizado, cada condenado sale de las filas, sabiendo que es el final. ¡Adiós, adiós , mi pobre esposa!.. ¡Adiós , mis hijitos, hijitos huérfanos! dice sollozando el sargento Francisco Gajownieczek. Las palabras del sargento sin duda tocan el corazón de muchos presos, pero en el corazón del padre Kolbe hacen mas. Mientras los diez condenados responden al grito: "¡Quítense los zapatos!", porque deben ir descalzos al lugar del suplicio; de improviso ocurre lo que nadie podía imaginarse. He aquí los testimonio de los que estaban presente: "Después de la selección de los diez presos atestigua el Dr. Niceto F. Wlodarski, el P. Maximiliano salió de las filas y quitándose la gorra, se puso en actitud de ¡firme! ante el comandante. Este sorprendido, dirigiéndose al Padre, dijo: "Que quiere este cerdo polaco?". "El P. Maximiliano, apuntando la mano hacia F. Gajownieczek, ya seleccionado para la muerte, contesto: "Soy sacerdote católico polaco; soy anciano; quiero tomar su lugar, porque el tiene esposa e hijos...". "El comandante maravillado, pareció no hallar fuerza de hablar. Después de un momento, con un gesto de la mano, pronunciando la palabra ¡Raus! ¡Fuera!..., ordeno a Gajowniczek que regresara a su fila. De este modo, el P. Maximiliano María Kolbe tomo el lugar del condenado". "Parece increíble que el comandante Frisch haya borrado de la lista al sargento, y haya aceptado el ofrecimiento del P.Kolbe, y que mas bien no haya condenado a los dos al bunker de la muerte. Con un monstruo como ese, todo era posible" "Los diez pasaron ante nuestras filas", declara Fray Ladislao Swies, palotino, "y entonces observe que el Padre Kolbe seguía por ultimo, y sostenía a tientas a otro de los condenados, mas débil que el, que no era capaz de caminar con sus propias fuerzas". A la Virgen dirige su oración: "Reina mía, Señora mía, has mantenido tu palabra. ¡Es para esto que yo he nacido!". "El sacrificio del P. Kolbe, mientras provocó la consternación entre las autoridades del campo, provocó la admiración y el respeto de los presos", (Sobolewski). "En el campo casi no se notaban manifestaciones de amor al prójimo. Un preso rehusaba a otro un mendrugo de pan. En cambio, el había dado su vida por un desconocido" (Dr. Stemler) El sol se estaba hundiendo en el horizonte detrás de las tétricas alambradas. El cielo estaba tomando los colores rojos de los mártires. "Fue una magnifica puesta del sol, una puesta nunca vista", relatan los pocos supervivientes de esa tarde de fines de julio de 1941. Entre el odio brilló mas fuerte el amor que la Virgen nos concede. "No hay amor mas grande que dar la vida por un amigo" (San Jn 15:13) . Los diez condenados al hambre y la sed bajan al sótano de la muerte del que solo salen cadáveres directamente al crematorio. Bruno Borgowiec, un polaco encargado de retirar los cadáveres, dio su testimonio: "Después de haber ordenado a los pobres presos que se desnudaran completamente, los empujaron en una celda. En otras celdas vecinas ya se hallaban otros veinte de anteriores procesos. Cerrando la puerta, los guardias sarcásticamente decían: "Ahí se van a secar como cascaras". Desde ese día los infelices no tuvieron ni alimentos ni bebidas" "Diariamente, los guardias inspeccionaban y ordenaban retirar los cadáveres de las celdas. Durante estas visitas estuve siempre presente, porque debía escribir los nombres-números de los muertos, o traducir del polaco al alemán las conversaciones y los pedidos de los presos. "Desde las celdas donde estaban los infelices, se oían diariamente las oraciones recitadas en voz alta, el rosario y los cantos religiosos, a los que se asociaban los presos de las otras celdas. En los momentos de ausencia de los guardias yo bajaba al sótano para conversas y consolar a los compañeros. Loas fervorosas oraciones y cantos a la Virgen se difundían por todo el sótano. Me parecía estar en una iglesia. Comenzaba el P. Maximiliano y todos los otros respondían. A veces estaban tan sumergidos en las oraciones, que no se daban cuenta de la llegada de los guardias para la acostumbrada visita. Sólo a los gritos de estos, las voces se apagaban. "Al abrir las celdas, los pobres infelices, llorando a lágrima viva, imploraban un trozo de pan y agua, pero les era negado. Si alguno de entre los más fuertes se acercaba a la puerta, en seguida recibía de los guardias patadas al vientre, tanto que cayendo atrás sobre el cemento, moría en el acto o era fusilado. "Del martirio que han debido padecer los pobres condenados a una muerte tan atroz, da testimonio el hecho de que los cubos estaban siempre vacíos y secos. De lo cual hay que concluir que los desgraciados, a causa de la sed, tomaban la propia orina". "El P. Maximiliano se comportaba heroicamente. Nada pedía y de nada se quejaba. Daba animo a los demás. Persuadía a los presos a esperar de que el fugitivo sería hallado y ellos serían liberados. "Por su debilidad recitaba las oraciones en voz baja. Durante toda visita, cuando ya casi todos estaban echados sobre el pavimento, se veía al P. Maximiliano de pie o de rodillas en el centro, mirando con ojos serenos a los llegados. Los guardias conocían su sacrificio, sabían también que todos los que estaban con el morían inocentemente. Por esto, manifestando respeto por el P. Kolbe, decían entre si: "Este sacerdote es todo un caballero. ¡Hasta ahora no hemos visto nada semejante!". Así pasaron dos semanas, mientras tanto los presos morían uno tras otro. Al termino de la tercera semana, solo quedaban cuatro, el P. Kolbe entre ellos. A las autoridades pareció que las cosas se alargaban demasiado. La celda era necesaria para otras víctimas. "Por esto, un día, el 14 de agosto, condujeron al director de la sala de enfermos, el criminal Boch, el cual propino a cada uno una inyección endovenosa de ácido fénico. El P. Kolbe, con la plegaria en los labios, el mismo ofreció el brazo al verdugo. "Partidos los guardias con el verdugo, volví a la celda donde encontré al P. Kolbe sentado", narra Borgowiec, "recostado en la pared, con los ojos abiertos y concentrados en un punto y la cabeza reclinada hacia la izquierda (era su posición habitual). Su cuerpo limpio y luminoso. Su rostro lucia sereno y bello, radiante, mientras los demás muertos estaban tendidos sobre el pavimento, sucios y con los signos de la agonía en el rostro. "En el campo por meses se recordó el heroico acto del sacerdote. Durante cada ejecución se recordaba el nombre de Maximiliano Kolbe. "La impresión del hecho se me grabó eternamente en la memoria". La Inmaculada se lo llevó la víspera de su gran fiesta: La Asunción. Moría un santo sacerdote en Auschwitz, mártir por Dios, de la Virgen y por un padre de familia. El padre Kolbe venció al mal con el poder del amor. Murió tranquilo, rezando hasta el último momento. Según el certificado de defunción del campo, P. Maximiliano María Kolbe falleció a las 12:50 del 14 de agosto de 1941. Tenia 47 años." El día siguiente, 15 de agosto, el cadáver del P. Kolbe fue llevado al horno crematorio. Cinco meses antes en la misma mañana del arresto, el P. Maximiliano María Kolbe así escribía en su agenda personal (02-17-1941): "La Inmaculada, que había sido todo el poema de su vida, la luz de su inteligencia y de su genio, el latido de su corazón, la llama de su apostolado, el éxtasis de su plegaria, su inspiradora y guía, su fortaleza y su sonrisa, la Reina de sus "ciudades" y la Dama de sus caballeros, en breve la vida de su vida; Ella quiso, arrebatárselo en luz de gloria entre los ángeles que festejaban su supremo triunfo". Cumplió su deseo máximo: "Concédeme alabarte, Virgen Santa, concédeme alabarte con mi sacrificio. Concédeme por ti, solo por ti, vivir, trabajar, sufrir, gastarme, morir..." San Maximiliano se encontró en medio de un gran choque espiritual en la batalla que se libra en el mundo entre la Inmaculada Virgen María y Satanás. El supo dar la talla y vencer con las armas del amor. Como respuesta a la brutalidad del trato de los guardias de la prisión, San. Maximiliano era siempre obediente, manso y lleno de perdón. Aconsejaba a todos sus compañeros de prisión a confiar en la Inmaculada: "¡Perdonen!", "Amen a sus enemigos y oren por los que os persiguen". . Es una batalla que ahora, con su ejemplo e intercesión debemos nosotros luchar. El 17 de Octubre de 1971, luego de dos milagros obtenidos gracias a su intercesión, el Padre Maximiliano Kolbe fue beatificado por el Papa Paulo VI. En su mensaje el Papa proclamó: "Maximiliano Kolbe ha sido un apóstol del culto a la Virgen, contemplada en su primer, originario y privilegiado esplendor, el de su propia definición en Lourdes: "LA INMACULADA CONCEPCION. Resulta imposible separar el nombre, la actividad, la misión del Beato Kolbe, del nombre de María Inmaculada....Ningún titubeo estorbe nuestra admiración, nuestra adhesión a esa consigna que el Beato nos deja en herencia" Un compatriota suyo, el Papa Juan Pablo II lo canonizó en 1982: Mártir de la caridad. El mismo Papa sufrió mucho en la misma guerra y Dios lo libró de la muerte para que pueda ser testigo de la victoria de la Inmaculada en San Maximiliano Kolbe. San Maximiliano es uno de los patrones de nuestra comunidad:
En inglés: HOMILY FOR THE BEATIFICATION OF ST. MAXIMILIAN MARY KOLBE The following was the homily given by His Holiness Pope Paul VI on the occasion of the beatification of the Servant of God, Fr. Maximilian Mary Kolbe on October 17, 1971 Maximilian Kolbe-Blessed! What does this mean? It means that the Church recognizes in him an exceptional figure, a man in whom God's grace and the soul have so interacted as to produce a stupendous life. Anyone who observes it closely discovers this symbiosis of a dual operating principle, the divine and the human. One is mysterious, the other can be experienced; One is transcendent but interior, the other natural but complex, and expanded to the point of reaching that extraordinary image of moral and spiritual greatness that we call holiness; that is, perfection reached on the religious parameter, which as we know, soars towards the infinite heights of the Absolute. 'Blessed,' therefore, means worthy of that veneration permitted by the Church in certain places and among certain groups, a veneration that implies admiration of the one who is their object because of some unusual and magnificent reflection of the Sanctifying Spirit in him. It means 'saved and glorious.' It means 'citizen of heaven' with all the peculiar signs of a citizen of earth; it means 'brother and friend' whom we know is still ours, more so than ever, in fact, because he is identified as an active member of the Communion of Saints, which is the Mystical Body of Christ, the Church, living both in time and in eternity. It means, therefore, 'advocate and protector' in the kingdom of love, together with Christ "who is always able to save those who approach God through him, since he forever lives to make intercession for them" (Heb. 7,25: cf.Rom. 8,34). Finally, it means 'exemplary specimen'-a type of man to whom we can conform our way of life, since he, the Blessed, is recognized as having the apostle Paul's privilege of being able to say to the Christian people "I beg you then, be imitators of me" (I Cor. 4, 16). Life of Fr. Maximilian Kolbe This is what we can think of Maximilian Kolbe, the new Blessed, from today onwards. But who is Maximilian Kolbe? We know him well! He is so close to our generation and so imbued with the actual life and experiences of our times that everything is known about him. Rarely does a beatification process deal with such a wealth of documents. Just for the sake of our modern passion for historical truth, we include almost as an epigraph, the biographical sketch of Father Kolbe written by one of the most assiduous of the scholars devoted to him. Fr. Maximilian Kolbe was born in Zdunska Wola near Lodz on January 8, 1894. In 1907 he entered the Seminary of the Franciscan Conventuals. He was sent to Rome to continue his ecclesiastical studies at the Pontifical Gregorian University and the Seraphicum of his Order. When still a student, he founded a movement, the Militia Immaculatae. Ordained a priest on April 28,1918, he returned to Poland and began his Marian apostolate, particularly with the monthly publication Rycerz Niepokalanej (The Knight of the Immaculata), which reached a press run of one million copies in 1938. In 1927 he founded Niepokalanow (City of the Immaculata), a center of religious life and of various forms of apostolate. In 1930 he left for Japan where he founded another similar institution. Returning to Poland permanently, he dedicated himself wholly to his work with various religious publications. The Second World War found him at the head of the most imposing publishing complex in Poland. On September 19, 1939 he was arrested by the Gestapo, who deported him to Lamsdorf, Germany, then temporarily to the concentration camp at Amtitz. Released on December 8, 1939, he returned to Niepokalanow, resuming his interrupted activity. Arrested again in 1941, he was put into Pawiak Prison in Warsaw, and then deported to the concentration camp at Oswiecim (Auschwitz). Having offered his life for an unknown man condemned to death, as a reprisal for the escape of a prisoner from their block, he was sentenced to a starvation bunker. He prepared his co-victims for death, and on August 14, 1941, on the eve of the Feast of the Assumption, he was finished off with an injection of phenol. His body was cremated. But in a ceremony such as this, the biographical data, in a way, dissolve in the dazzling splendor of the principle lines of the many faceted figure of the new Blessed. Let us fix gaze for a moment on these lines which characterize him and entrust him to our memories. Secret of Kolbe's Sanctity--Love and Devotion to Mary Maximilian Kolbe was an apostle of the formal religious veneration of the Blessed Virgin, seen in her first, original privileged splendor, as she defined herself at Lourdes: the Immaculate Conception. It is impossible to separate the name, the activity and the mission of Blessed Kolbe from that of Mary Immaculate. It was he who instituted the Militia Mariae Immaculatae here in Rome, even before he was ordained a priest, on October 16, 1917. We can commemorate its anniversary today. It is well known how the humble and meek Franciscan with incredible audacity and extraordinary organizational genius developed the initiative and spread devotion to the Mother of Christ, contemplated as "clothed with the sun" (cf. Rev. 12, 1). This devotion was the focal point of his spirituality, his apostolate and his theology. Let no hesitation restrain our admiration and commitment to all that our new Blessed had left us as a heritage and an example, as if we too were distrustful of such and exaltation of Mary in view of two other theological movements, the Christological and ecclesiological, which seem to compete today with the Mariological. On the contrary, there is no competition, for in Father Kolbe's Mariology, Christ holds not only the first place but the only necessary and sufficient place in the economy of salvation. His love of the Church and its salvational mission was never forgotten either in his doctrinal outlook or in his apostolic aim. On the contrary, it is precisely from our Lady's complementary, subordinate role in regard to Christ's universal, saving design for man that she derives all of her prerogatives and greatness. How well we know it! And Kolbe, in accord with the whole of Catholic doctrine, the whole liturgy and the entire theology of the interior life, sees Mary included in God's plan of salvation as the "term fixed by eternal counsel," as the woman filled with grace, as the Seat of Wisdom, as the woman destined from eternity to be the Mother of Christ, as the Queen of the Messianic Kingdom, and at the same time as the Handmaid of the Lord, chosen to participate in the Redemptive Act as Mother of the God-Man, our Saviour. "Mary is the one through whose intercession men reach Jesus and the one through whom Jesus reaches men" (L. Bouver: Le trone de la Sagesse; p. 69). Therefore our Blessed is not to be reproved, nor the Church with him, because of their enthusiam for the formal religious veneration of the Mother of God. This veneration with its rites and practices will never fully achieve the level it merits, nor the benefits it can bring precisely because of the mystery that unites her to Christ, and which finds fascinating documentation in the New Testament. The result will never be a "Mariolatry," just as the seen will never be darkened by the moon; nor will the mission of salvation specifically entrusted to the ministry of the Church ever be distorted if the latter honors in Mary an exceptional Daughter and a Spiritual Mother. The characteristic aspect, if you like, and the original quality of Blessed Kolbe's devotion, of his "hyperdulia" to Mary, is the importance he attributes to it with regard to the present needs of the Church, the efficacy of her prophecy about the glory of the Lord and the vindication of the humble, the power of her intercession, the splendor of her exemplariness, the presence of her maternal charity. The Council confirmed us in these certainties, and now from heaven Father Kolbe is teaching us and helping us to meditate upon them and live them. This Marian profile of our new Blessed places him among the great saints and seers who have understood, venerated and sung the mystery of Mary. The Heroic Death of Fr. Maximilian Next let us consider the tragic and sublime conclusion of Maximilian Kolbe's innocent and apostolic life. It is mainly to this that we owe the glorification of the meek humble, hard-working religious, exemplary follower of St. Francis and knight in love with Mary Immaculate that the Church celebrates today. The circumstances of his departure from this life are so horrible and harrowing that we would prefer not to speak of them, and never to contemplate them again, in order not to see the depths of inhuman degradation to which the abuse of power can lead, an abuse which seeks to make a pedestal of grandeur and glory from the impassive cruelty it inflicts upon helpless beings that it has degraded to the rank of slaves and doomed to extermination. There were millions of these victims sacrificed to the pride of force and the madness of racism. Nevertheless it is necessary to scan this dark picture again in order to pick out, here and there, the gleams of surviving humanity. Alas, history cannot forget these frightful and tragic pages. And so it cannot but fix its horrified gaze on the luminous points that reveal, but at the same time overcome, their inconceivable darkness. One of these points, perhaps the one glowing most brightly, is the calm, drained figure of Maximilian Kolbe. A serene hero, always pious and sustained by a paradoxical, yet reasonable confidence. His name will remain among the great; it will reveal what reserves of moral values lay among those unhappy masses, petrified by horror and despair. Over this immense vestibule of death hovers a divine and imperishable word of life, that of Jesus revealing the secret of innocent suffering: to be the expiation, the victim, the burnt sacrifice and, above all, to be love for others. "There is no greater love than this; to lay down one's life for one's friends" (Jn. 15:13). Jesus was speaking of himself in the imminence of his sacrifice for the salvation of men. Men are all friends of Jesus, if they at least listen to his words. Father Kolbe fulfilled his maxim of redeeming love in the fatal concentration camp of Oswiecim. And this by a double title. Kolbe--Perfect Exemplar of Priesthood Who among us does not recall the incomparable episode? "I am a Catholic priest," he said, offering his own life unto death-and what a death!-to save the life of an unknown companion sentenced to the starvation bunker in blind reprisal. What a magnificent moment! His offer was accepted. It came from a heart trained to give itself. It was as natural and spontaneous as if it were a logical consequence of his priesthood. Is not a priest a "second Christ?" Was not Christ the Priest, the redeeming victim of mankind? What a glory it is for us priests, and what a lesson, to find in Blessed Maximilian such a splendid exemplification of our consecration and of our mission! What a warning he addresses to us in this hour of uncertainty, when at times human nature would like to assert its rights to the detriment of our supernatural vication to follow Christ through the total gift of ourselves to him! What a consolation it must be for that close-knit, faithful legion, so beloved and noble, of good priests and religious who, filled with the legitimate and praiseworthy desire to transcend personal mediocrity and social frustration, understand their mission just as he did. "I am a Catholic priest, and for this reason I offer my life to save those of others." Such would seem to be the commission which the new Blessed leaves especially to us, ministers of God's Church, and in some way to all in the Church who accept the Spirit. The Apostle of Unity And to this priestly title we can add another, one which shows that Blessed Maximilian's sacrifice was motivated by a friendship: he was a Pole. As a Pole he was condemned to that unhappy concentration camp, and as a Pole he was willing to give up his life for that of a fellow countryman, Francis Gajowniczeck. How many thoughts come to our minds at the memory of this human, social and ethnical aspect of the voluntary death of Maximilian Kolbe, a son of noble Catholic Poland! This nation's historic destiny of suffering seems to document, in this typical and heroic case, the centuries-old vocation of the Polish people to find in its shard passion a single, united conscience; a knightly mission for freedom achieved in the pride of the spontaneous sacrifices of its sons and daughter, and their readiness to give themselves for one another and to overcome their vivacity in invincible concord; and indelible Catholic character which makes of it a living and suffering member of the universal Church; a firm conviction that the secret of its renascent prosperity lies in the miraculous but tear-stained protection of the Blessed Virgin. These are the iridescent rays of light issuing from the new Polish martyr: they show us the true visage of his country and lead us to ask Blessed Maximilian, its emblematic hero, for firmness in faith, ardor in charity, prosperity and peace for all his people. The Church and the whole world will rejoice over it together! Amen. HOMILIA DE LA CANONIZACION POR S.S. JUAN PABLO II HOMILY AT THE CANONIZATION OF ST. MAXIMILIAN MARY KOLBE His Holiness Pope John Paul II The following was the homily given by His Holiness Pope John Paul II on the occasion of the canonization of the Blessed Maximilian Mary Kolbe on October 10, 1982 "Greater love has no man than this, that a man lay down his life for his friends" (John 15:13). From today on, the Church desires to address as "Saint" a man who was granted the grace of carrying out these words of the Redeemer in an absolutely literal manner. For towards the end of July, 1941, when the camp commander ordered the prisoners destined to die of starvation to fall in line, this man-Maximilian Maria Kolbe-spontaneously came forward and declared himself ready to go to death in the place of one of them. This readiness was accepted and, after more than two weeks of torment caused by starvation, Father Maximilian's life was ended with a lethal injection on August 14, 1941. All this happened in the concentration camp at Auschwitz where during the last war some four million people were put to death, including the Servant of God, Edith Stein (the Carmelite Sister Teresa Benedicta of the Cross), whose cause for beatification is in progress at the competent Congregation. Disobedience to God-the Creator of life who said, "Thou shalt not kill"-caused in that place the immense holocaust of so many innocent persons. And so at the same time, our age has thus been horribly stigmatized by the slaughter of the innocent. Father Maximilian Kolbe, himself a prisoner of the concentration camp, defended in that place of death an innocent man's right to life. Father Kolbe defended his right to life, declaring that he was ready to go to death in the man's place, because he was the father of a family and his life was necessary for his dear ones. Father Maximilian Maria Kolbe thus reaffirmed the Creator's exclusive right over innocent human life. He bore witness to Christ and to love. For the Apostle John writes: "By this we know love, that he laid down his life for us. And we ought to lay down our lives for the brethren" (1 John 3:16). The Church has venerated Father Maximilian as "Blessed" since 1971. By laying down his life for a brother, he made himself like Christ. Gathered today before the Basilica of St. Peter in Rome, we wish to express the special value which Father Maximilian Kolbe's death by martyrdom has in the eyes of God. "Precious in the sight of the Lord is the death of his saints." These are the words we have repeated in today's responsorial psalm. It is truly precious and inestimable! Through the death which Christ underwent on the Cross, the redemption of the world was achieved, for this death has the value of supreme love. Through the death of Father Maximilian Kolbe, a shining sign of this love was renewed in our century which is do seriously and in so many ways threatened by sin and death. In this canonization liturgy there seems to appear before us that "martyr of love" of Oswiecim (as Paul VI called him), saying: "O Lord, I am thy servant. I am thy servant, the son of thy handmaid. Thou has loosed my bonds" (Psalm 115 (116):16). And as though gathering together in one sacrifice the whole of his life, he-a priest and a spiritual son of saint Francis-seems to say: "What shall I render to the Lord for his bounty to me? I will lift up the cup of salvation and call on the name of the Lord" (Psalms 115 (116):12). These are words of gratitude. Death undergone out of love-in the place of one's brother-is an heroic act of man. It is an act through which, together with the one already beatified, we glorify God. For from God comes the grace of such heroism, of this martyrdom. Therefore let us today glorify God's great work in man. Before all of us gathered here, Father Maximilian Kolbe lifts up his "cup of salvation." In it is contained the sacrifice of his whole life, sealed with the martyr's death "for a brother." Maximilian prepared for this definitive sacrifice by following Christ from the first years of his life in Poland. From these years comes the mysterious vision of two crowns-one white and one red. From these our saint does not choose. He accepts them both. From the years of his youth, in fact, Maximilian was filled with the great love of Christ and the desire for martyrdom. This love and this desire accompanied him along the path of his Franciscan and priestly vocation, for which he prepared himself both in Poland and in Rome. This love and this desire followed him through all the places of his priestly and Franciscan service in Poland and in his missionary service in Japan. Immaculate Virgin Inspired His Life The inspiration of his whole life was the Immaculata. To her he entrusted his love for Christ and his desire for martyrdom. In the mystery of the Immaculate Conception there revealed itself before the eyes of his soul that marvelous and supernatural world of God's grace offered to man. The faith and works of the whole life of Father Maximilian show that he thought of his cooperation with divine grace as a warfare under the banner of the Immaculate Conception. This Marian characteristic is particularly expressive in the life and holiness of Father Kolbe. His whole apostolate, both in his homeland and on the missions, was similarly marked with this sign. In Poland and in Japan the centers of this apostolate were the special cities of the Immaculata-Niepokalanow in Poland and Mugenzai no Sono in Japan. God Found Him Worthy of Himself What happened in the starvation bunker in the concentration camp at Oswiecim (Auschwitz) on August 14, 1941? The reply is given in today's liturgy. "God tested" Maximilian Maria "and found him worthy of himself" (Wisdom 3:5). God tested him "like gold in the furnace and like a sacrificial burnt offering he accepted him" (Wisdom 3:6).Even if "in the sight of men he was punished," yet "his hope is full of immortality." For "the souls of the righteous are in the hands of God and no torment will ever touch them." And when-humanly speaking-torment and death came to them, when "in the eyes of men they seemed to have died...", when "their departure from us was thought to be an affliction...", "they are in peace." They experience life and glory "in the hands of God" (Wisdom 3:1-4). This life is the fruit of death like Christ's death. Glory is the sharing of his resurrection. So what happened in the starvation bunker, on August 14, 1941? There were fulfilled the words spoken by Christ to the Apostles that they "should go and bear fruit and that their fruit should abide" (John 15:16). In a marvelous way the fruit of the tragic death of Maximilian Kolbe endures in the Church and the world! In Their Minds It Was Not "Death" Men saw what happened in the camp at Auschwitz. And even if to their eyes it must have seemed that a companion of their torment "dies," even if humanly speaking they could consider "his departure" as "a disaster," nevertheless in their minds this was not simply "death." Maximilian did not die but "gave his life...for his brother." In that death, terrible from the human point of view, there was the whole definitive greatness of the human act and of the human choice. He spontaneously offered himself up to death out of love. And in this human death of his there was the clear witness borne to Christ: the witness borne in Christ to the dignity of man, to the sanctity of his life, and to the saving power of death in which the power of love is made manifest. Maximilian's Death a Sign of Victory Precisely for this reason the death of Maximilian Kolbe became a sign of victory. This was victory won over all systematic contempt and hate for man and for what is divine in man-a victory like that won by our Lord Jesus Christ on Calvary. "You are my friends if you do what I command you" (John 15:14). The Church accepts this sign of victory-won through the power of Christ's redemption-with reverence and gratitude. She seeks to discern its eloquence with all humility and love. As ever when the Church proclaims the holiness of her sons and daughters, as also in the present case, she seeks to act with all due exactness and responsibility, searching into all the aspects of the life and death of the Servant of God. Yet at the same time the Church must be careful, as she reads the sign of holiness given by God in his earthly Servant, not to allow its full eloquence and definitive meaning to go unnoticed. And so, in judging the cause of Blessed Maximilian Kolbe even after his Beatification, it was necessary to take into consideration many voices of the People of God-especially of our Brothers in the episcopate of both Poland and Germany-who asked that Maximilian Kolbe be proclaimed as a martyr saint. Before the eloquence of the life and death of blessed Maximilian, it is impossible no to recognize what seems to constitute the main and essential element of the sign given by God to the Church and the world in his death. Does not this death-faced spontaneously, for love of man-constitute a particular fulfillment of the words of Christ? Does not this death make Maximilian particularly like unto Christ-the Model of all Martyrs-who gives his own life on the Cross for his brethren? Does not this death possess a particular and penetrating eloquence for our age? Does not this death constitute a particularly authentic witness of the Church in the modern world? And so, in virtue of my apostolic authority, I have decreed that Maximilian Maria Kolbe-who after his Beatification was venerated as a Confessor-shall henceforeward be venerated also as a Martyr! "Precious in the eyes of the Lord is the death of his faithful ones!" Amen
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