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Santos y  Teología del Corazón - Santa María Magdalena de Pazzi




Memoria Opcional: 25 de Mayo

«Figura emblemática de un amor vivo que remite a la esencial dimensión mística de toda vida cristiana»
S.S. Benedicto XVI


Nace en Florencia, Italia en 1566, de familia afluente. Su nombre de bautismo es Catalina.

Recibe su educación en el convento de San Juan de Florencia. A los diez años hace un voto de virginidad. Sus padres le presionaron para que se casara pero ella se negó por ser fiel a su vocación a la vida religiosa.

A la edad de de 16 años entró en las Carmelitas  descalzas en el convento de Santa María de los Angeles en Florencia. Recibió el hábito en 1583, tomando el nombre María Magdalena. El 29 de mayo del 1584 estando tan enferma que se temía que no se recuperase, hizo su profesión como religiosa.

Desde que recibió el hábito hasta su muerte experimentó una serie de raptos y éxtasis.

Después de su profesión experimentó éxtasis diarios por 40 días consecutivos. Al final de este tiempo parecía estar cerca de la muerte. Sin embargo se recuperó milagrosamente. En adelante, a pesar de su mala salud, pudo cumplir con esmero las obligaciones que le asignaban y practicar una penitencia muy fuerte. 

Algunas características de sus raptos y éxtasis:

1- Los raptos eran a veces tan fuertes que la inducían a movimientos rápidos (ej: hacia un objeto sagrado).
2- Frecuentemente podía, en éxtasis, llevar a cabo su trabajo con perfecta compostura y eficiencia.
3- Durante sus momentos de rapto expresaba máximas del amor divino y consejos para la perfección de las almas, especialmente para las religiosas. Estas fueron copiadas por sus hermanas religiosas y han sido publicadas. A veces hablaba en nombre propio mientras otras en nombre de una u otra de las Personas de la Santísima Trinidad.
4- Los estados de éxtasis de ninguna forma interferían con el servicio de la santa en la comunidad. Manifestaba un fuerte sentido común, un gobierno estricto y disciplinado, acompañado por una gran caridad por lo que era muy amada hasta su muerte.

Fue sucesivamente maestra de externas, de junioras, de novicias y finalmente, en 1604, superiora.

Hizo muchos milagros y poseía dones extraordinarios. Como maestra de novicias era notable su milagroso don de leer las mentes, no solo de las novicias sino también de personas fuera del convento. Con frecuencia veía las cosas a distancia. Se dice que en una ocasión vio milagrosamente a Santa Catalina de Ricci en su convento en Prato, leyendo una carta que le había enviado y escribiendo la respuesta aunque nunca se habían conocido de manera natural. Tenía el don de profecía y de curación.

Por cinco años (1585-90) Dios permitió que sufriese la prueba de una terrible desolación interna, fuertes tentaciones y ataques diabólicos externos. Por su valiente adhesión al Señor y su humildad venció la prueba y creció en virtud. Después experimentó gran consolación.

Tenía la llamada a orar y hacer penitencia por la reforma de "todos los estados de vida en la Iglesia" y por la conversión de todos los hombres.

Enseñó que el sufrimiento nos lleva a un profundo nivel espiritual y ayuda a salvar el alma. Por eso amaba el sufrimiento por amor a Dios y las salvación de las almas.

Sus últimos tres años estuvo inválida con grandes sufrimientos que aceptó con gozo heroico hasta el final. Murió en el convento el 25 de Mayo de 1607.

Innumerables milagros ocurrieron después de su muerte.

Beatificada: 8 Mayo, 1626 por el Papa Urbano VIII
Canonizada: 28 Abril 1669 por el Papa Clemente IX

Su cuerpo está incorrupto en la iglesia de Santa Maria degli Angeli en Florencia.


El Papa presenta a Santa María Magdalena de Pazzi
«maestra de espiritualidad» para todos.
Carta por el IV centenario del fallecimiento de la mística de Florencia
29 mayo 2007 (ZENIT.org).

La mística italiana Santa María Magdalena de Pazzi tiene el don, para todos, «de ser maestra de espiritualidad –afirma Benedicto XVI-, particularmente para los sacerdotes», por quienes tuvo especial predilección.

En el IV centenario de la muerte de la santa carmelita, el Papa anima a que las celebraciones por este aniversario «contribuyan a dar a conocer cada vez más esta luminosa figura, que a todos manifiesta la dignidad y la belleza de la vocación cristiana».

«Igual que en vida, agarrándose a las campanas, llamaba a sus hermanas de comunidad con el grito: "¡Venid a amar al Amor!", que la gran mística, desde Florencia, desde su seminario, desde los monasterios carmelitas que se inspiran en ella, pueda todavía hoy hacer oír su voz en toda la Iglesia, difundiendo el anuncio del amor de Dios por toda criatura humana», desea el Santo Padre.

Son palabras que dirige Benedicto XVI en una carta al cardenal Ennio Antonelli, arzobispo de Florencia (Italia). El purpurado las leyó el viernes pasado, en la celebración eucarística en la catedral local por la carmelita, nacida el 2 de abril de 1566 y fallecida el 25 de mayo de 1607.

En su misiva, el Papa profundiza en la biografía de la santa florentina, «figura emblemática de un amor vivo que remite a la esencial dimensión mística de toda vida cristiana», y da gracias a Dios por el don de la religiosa, «que cada generación redescubre especialmente cercana en saber comunicar un ardiente amor por Cristo y por la Iglesia».

Bautizada con el nombre de Catalina, desde niña tuvo una especial sensibilidad por la vida sobrenatural y se sintió atraída al coloquio íntimo con Dios.

Hizo la Primera Comunión poco antes de cumplir diez años; días después se entregó para siempre al Señor con una promesa de virginidad.

De noble familia, mantuvo el deseo de asemejarse más «a su Esposo crucificado» -escribe Benedicto XVI- y maduró la decisión de dejar el mundo y entrar en el Carmelo de Santa María de los Ángeles, donde en 1583 recibió el hábito de la comunidad y el nombre de sor María Magdalena.

Al año, gravemente enferma, pidió pronunciar la profesión antes del tiempo establecido. En la Solemnidad de la Santísima Trinidad –27 de mayo de 1584-, llevada al coro en camilla, emitió para siempre ante el Señor sus votos de castidad, pobreza y obediencia.

«Desde este momento tuvo inicio una intensa época mística» -recuerda el Papa-, de la que procede la fama de los éxtasis de la joven religiosa.

También pasó por largos años de purificación interior, entre pruebas y grandes tentaciones, un contexto en el que se enmarca su ardiente compromiso por la renovación de la Iglesia.

«Como Catalina de Siena, se sintió "obligada" a escribir algunas cartas para pedir al Papa, a los cardenales de la Curia, a su arzobispo y a otras personalidades eclesiásticas un decidido empeño para la "Renovación de la Iglesia", como dice el título del manuscrito que las contiene»; fueron doce cartas dictadas en éxtasis, «tal vez nunca enviadas, pero que permanecen como testimonio de su pasión por la "Sponsa Verbi" [Esposa del Verbo, la Iglesia. Ndr]», apunta Benedicto XVI.

Su dura prueba terminó en Pentecostés de 1590; pudo entonces dedicarse con toda energía al servicio de la comunidad, en particular a la formación de las novicias.

Sor María Magdalena tuvo el don de vivir la comunión con Dios de una forma cada vez más interiorizada, convirtiéndose en punto de referencia para toda la comunidad, que hasta la fecha la sigue considerando «madre».

«El amor purificado que latía en su corazón le abrió al deseo de la plena conformidad con Cristo, su Esposo, hasta compartir con Él el desnudo padecimiento de la cruz», subraya el Papa.

La enfermedad le hizo sufrir intensamente los tres últimos años de su vida, que concluyó en la tierra el 25 de mayo de 1607. Antes de dos décadas el Papa Urbano VIII la proclamó beata. En 1669 Clemente IX la incluyó en el catálogo de los santos.

Su cuerpo incorrupto es meta de peregrinaciones constantes.

El monasterio donde la santa vivió es actualmente sede del seminario arzobispal de Florencia, que la venera como patrona. La celda que ocupó es ahora una capilla.

«Santa María Magdalena de Pazzi permanece como una presencia espiritual para las carmelitas de la antigua observancia» -señala Benedicto XVI-, quienes ven en ella «la "hermana" que recorrió enteramente la vía de la unión transformante con Dios y que indica en María la "estrella" del camino hacia la perfección».

«Para todos, esta gran santa tiene el don de ser maestra de espiritualidad, especialmente para los sacerdotes, hacia los cuales alimentó siempre una verdadera pasión», concluye.
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