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Mensajes del Corazón de Jesús a Sor Josefa Menéndez

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11 DE MAYO DE 1922

Jesús, refiriéndose a Su Sagrado Corazón, dice a Sor Josefa:

“Cuando te encuentres más apurada y más débil, ven aquí a buscar fortaleza”.

11 DE MAYO DE 1922

Jesús dice a Sor Josefa:

“Yo deseo aprisionarte del todo en Mi Corazón, porque Mi amor hacia ti es sin medida.  Y a pesar de todas tus faltas y todas tus miserias, quiero servirme de ti para dar a conocer a las almas Mi amor y Mi misericordia.  ¡Son tantas las que desconocen la bondad de Mi Corazón!  Y es mi único deseo, que estas almas que tanto amo, se pierdan en el abismo sin fondo de Mi Corazón”.

3 DE MAYO DE 1922

Jesús dice a Sor Josefa:

“…Cómo agrada a Mi Corazón perdonar faltas que son de pura fragilidad.  Quédate tranquila.  Porque eres así de frágil, he fijado Mi ojos en ti… Mi corazón te ama y se complace en tu miseria.  ¿Sabes cómo Me puedes consolar?  Amándome, sufriendo por las almas, no rehusándome nada”.

2 DE MAYO DE 1922

Jesús dice a Sor Josefa:

“¿No sabes que el demonio puede atormentarte pero no puede dañarte?  ¿Quién es más poderoso, él o Yo?”

24 DE ABRIL DE 1922

Sor Josefa habla con Jesús después de la Comunión acerca de los ataques del demonio.  Jesús le dice:

“No te preocupes.  Tenemos que librar a un alma de las manos del demonio y ésta es para ella la hora del peligro.  Así la podremos salvar.  ¡Son tantas las almas que corren riesgo de perderse!  Pero hay otras que Me consuelan y muchas vuelven a Mi Corazón”.

Sor Josefa le pregunta qué hacer por la conversión de un pecador que da mucho escándalo y Jesús le dice:

“Hay que poner Mi Corazón entre este pecador y Mi Eterno Padre.  Mi Corazón se apiadará de él y aplacará la ira divina.  Adió, Josefa; consuélame con tu amor y con tu abandono”.

22 DE ABRIL DE 1922

Jesús le dice  a Sor Josefa:

“Si te comunico estas cosas, es para que no retrocedas ante ningún sacrificio.  No lo dudes: lo que más te hace sufrir es lo que más Me consuela.  Y cuando menos te lo figuras, es cuando acercas más almas a Mi Corazón”.

Sor Josefa le dice confiadamente cuán agotada y sin fuerzas está y Jesús le responde:

“No necesito fuerzas, lo único que necesito es tu abandono.  La verdadera fortaleza está en Mi Corazón.  Quédate en paz…  No olvides que es la misericordia y el amor lo que obra en ti”.

21 DE ABRIL DE 1922

Sor Josefa habla con Jesús acerca de los ataques del demonio y Jesús le contesta:

“Josefa… me quiero valer de ti como instrumento de Mi misericordia para con las almas.  Pero si tú no te abandonas completamente a Mi Voluntad, ¿qué quieres que haga?  ¡Son tantas las almas que necesitan perdón!  Por esto, Mi Corazón busca víctimas* que le ayuden a reparar los ultrajes del mundo y, por su medio, derramar Mi misericordia.  ¿Qué te importa todo lo demás si estoy contigo para sostenerte?  Yo no te dejo.  ¿Qué más puedes pedir…?”

(* "almas víctimas”, que desean colaborar con Jesús en la salvación de las almas a través de su entrega total y amorosa)

17 DE ABRIL DE 1922

El día del Evangelio de los Discípulos de Emaús, Sor Josefa le pide a Jesús que se quede con ella, que ya es tarde.  Y Jesús se presentó enseguida, muy hermoso, y le dijo:

“Sí, me quedaré contigo…  Yo seré la luz de tu alma.  Se hace tarde, es verdad…  Dime, Josefa, ¿qué harías sin Mí?”

16 DE ABRIL DE 1922

Sor Josefa le pide perdón a Jesús y le cuenta de todas sus flaquezas y miserias.  Jesús, con amor indecible, le contesta:

“No es más feliz el que nunca ha necesitado perdón, sino más bien el que ha tenido que humillarse muchas veces”.

13 DE ABRIL DE 1922

El Jueves Santo Sor Josefa recibe la visita de San Juan Evangelista.  Era un joven alto, muy hermoso  y su túnica de un color como heliotropo o rojo algo apagado.  San Juan le dice a Sor Josefa:

“Nada temas (de los constantes ataques del demonio), tu alma es una azucena que Jesús guarda en Su Corazón...  Vengo a darte a conocer algunos sentimientos del Corazón del Divino Maestro en este gran día (Jueves Santo).  El amor le obliga a separarse de Sus discípulos; tenía que ser bautizado con bautismo de sangre.  Pero el amor le obliga también a quedarse con ellos, y así el amor le llevó a instituir el Sacramento de la Eucaristía”.

“¡Qué lucha sintió entonces Su Corazón!  ¡Cómo descansaría entrando en las almas puras… pero cómo se renovaría Su Pasión entrando en corazones manchados!  ¡Cómo se alegraba Su alma cuando se acercaba el momento de ir al Padre… pero qué tristeza sintió viendo que era uno de los doce, por El escogido, el que le había de entregar a la muerte, y que Su Sangre empezaba a ser inútil para aquella alma!”

“Su Corazón se anegaba en amor y el amor le hacía sentir la más terrible amargura, viendo tan poca correspondencia de parte de estas almas tan amadas.  Y ¿qué decir de lo que sintió al ver la ingratitud y frialdad de tantas almas escogidas…?”

2 DE ABRIL DE 1922

Otra de las almas del Purgatorio que visitan a Sor Josefa, le dice:

“He pasado siete años en pecado mortal y tres años enferma rehusando siempre confesarme.  Tenía bien abierto el infierno, y hubiera caído en él, si con tus sufrimientos de hoy, no me hubieses obtenido fuerza para confesarme y ponerme en gracia.  Ahora estoy en el Purgatorio y te ruego que pidas por mí, pues así como has podido salvarme, puedes sacarme pronto de esta cárcel tan triste”.

“Estoy en el Purgatorio por mi infidelidad…  No he correspondido al llamamiento divino.  Desde hacía doce años estaba resistiendo a mi vocación y viviendo en peligro de condenarme, pues para quitarme el remordimiento, me había entregado al pecado.  Doy gracias a la bondad divina que ha querido, por tus sufrimientos, darme valor para ponerme en gracia.  ¡Qué difícil era mi salvación!  Ahora te pido tengas piedad de mí y me saques pronto de este lugar de penas”.

Otra alma más dice:

“Ofrece por nosotras la Sangre de Nuestro Señor.  ¿Qué sería de nosotros si no hubiera almas para aliviarnos?”

2 DE ABRIL DE 1922

Una de las muchas almas que acuden a Sor Josefa pidiendo humildemente oraciones y sufragios, dice a Sor Josefa:

“Estoy aquí por bondad de Dios, porque mi gran orgullo me tenía abierta las puertas del infierno.  Tenía muchas personas debajo de mis pies… y ahora me pondría yo debajo del último de los pobres…  Ten compasión de mí… y haz actos de humildad para reparar mi orgullo.  Así podrás sacarme de este abismo”.

2 DE ABRIL DE 1922

Una de las muchas almas (del Purgatorio) que acuden a Sor Josefa pidiendo humildemente oraciones y sufragios le dice a Sor Josefa:

“¡Si las almas supieran cómo se pagan aquí los gustos innecesarios concedidos a la naturaleza!...  Ya he terminado mi destierro.  Ahora voy a la Eterna Patria”.

Otra alma le dice:

“¡Bendita sea la infinita bondad de Dios que quiere servirse de los sacrificios de otras almas para reparar nuestras infidelidades!  ¡Cuánta más gloria podía tener ahora en el Cielo, si mi vida hubiera sido otra!”

Otra alma más dice a Sor Josefa:

“No saben cuán diferentes se ven las cosas de la tierra, cuando se ha pasado a la eternidad.  Los cargos no son nada delante de Dios, tan sólo la pureza de intención con que se ejercen aun las más pequeñas acciones.  ¡Qué poca cosa es la tierra y todo lo que ella encierra!  Y a pesar de esto, ¡cuánto se la ama!  ¡Ah, la vida, por larga que sea, es nada en comparación de la eternidad!  No pueden figurarse los hombres lo que es un solo momento de purgatorio y cómo el alma se consume y se derrite en deseos de ver a Dios Nuestro Señor”.

19 DE MARZO Y 2 DE ABRIL DE 1922

Sor Josefa continúa escribiendo acerca de sus descensos temporales al infierno, los cuales le ayudarán a finalmente tomar la decisión de olvidarse por completo de sí misma y colaborar de lleno con Jesús y Su plan para salvar las almas.  Sus narraciones son una valiosísima ayuda para aquellas almas que desean amar más a Jesús, así como a regresar al Señor aquellas que están en riesgo de condenarse.  Sor Josefa escribe:

“…El diablo estaba muy furioso porque quería que se perdieran tres almas…  Gritaba con rabia: `¡Que no se escapen…! ¡que se van…!  ¡Fuerte…!  ¡fuerte!´  Esto así, sin cesar, con unos gritos de rabia que contestaban, de lejos, otros demonios.  Durante varios días presencié estas luchas…  Yo supliqué al Señor que hiciera de mí lo que quisiera con tal que estas almas no se perdiesen.  Me fui también a la Virgen y ella me dio gran tranquilidad porque me dejó dispuesta a sufrirlo todo para salvarlas, y creo que no permitirá que el diablo salga victorioso…”

“El demonio gritaba mucho: `…Estad atentas a todo lo que las pueda perturbar…!  ¡Que no se escapen… haced que se desesperen´.  Era tremenda la confusión que había de gritos y de blasfemias.  Luego oí que decía furioso:  `¡No importa!  Aún me quedan dos…  Quitadles la confianza…´  Yo comprendí que se le había escapado una, que había pasado ya a la eternidad, porque gritaba: `Pronto… de prisa… que estas dos no se escapen…  Tomadlas, que se desesperen…  Pronto, que se nos van´.   En seguida, con un rechinar de dientes y una rabia que no se puede decir, yo sentía esos gritos tremendos: `¡Todavía tengo una y no dejaré que se la lleve…!´   El infierno todo ya no fue más que un grito de desesperación, con un desorden muy grande y los diablos chillaban y se quejaban y blasfemaban horriblemente.  Yo conocí con esto que las almas se habían salvado.  Mi corazón saltó de alegría, pero me veía imposibilitada para hacer un acto de amar…  

Sor Josefa, aún en medio de su experiencia en el infierno escribe: “no siento odio hacia Dios como estas otras almas, y cuando oigo que maldicen y blasfeman, me causa mucha pena; no sé qué sufriría para evitar que Nuestro Señor sea injuriado y ofendido…   Siento mucho tormento.  Es como si entrase por la garganta un río de fuego que pasa por todo el cuerpo, y unido al dolor que he dicho antes.  Como si me apretasen por detrás y por delante con planchas encendidas…  No sé decir lo que sufro… es tremendo tanto dolor…  Parece que los ojos salen de su sitio y como si tirasen para arrancarlos…  Los nervios se ponen muy tirantes.  El cuerpo está como doblado, no se puede mover ni un dedo…  El olor que hay tan malo, no se puede respirar *, pero todo esto no es nada en comparación del alma, que conociendo la bondad de Dios, se ve obligada a odiarle y, sobre todo, si Le ha conocido y amado, sufre mucho más…”

* Josefa despedía este hedor intolerable siempre que volvía de una de sus visitas al infierno o cuando la arrebatada y atormentaba el demonio: olor de azufre, de carnes podridas y quemadas que, según fidedignos testigos, se percibía sensiblemente durante un cuarto de hora y a veces media hora; y cuya desagradable impresión conservaba ella misma mucho tiempo más todavía.

19 DE MARZO DE 1922

Sor Josefa enfrenta fuertes tentaciones ante el camino que Jesús le propone recorrer, y los descensos temporales al infierno que ella experimenta le ayudarán a finalmente tomar la decisión de olvidarse por completo de sí misma y colaborar de lleno con Jesús y Su plan para salvar las almas.  Estas duras descripciones son un tesoro para todas las almas, tanto para las que están en riesgo de condenarse como las que desean amar más a Jesús.  Sor Josefa escribe:

“…Otra vez he bajado a ese abismo, me parece que he pasado allí muchos años (aunque ha sido sólo unas pocas horas), he sufrido mucho, pero lo que me atormenta sobre todo es creerme incapaz de amar a Nuestro Señor; así que cuando vuelvo otra vez a la vida, me vuelvo loca de alegría; creo que Le amo más que nunca y para demostrárselo estoy dispuesta a sufrir todo lo que El quiera; sobre todo, creo que amo y estimo mi vocación con locura…  Esto que veo me da mucha fuera para sufrir; veo el provecho de los sacrificio, aún de los más pequeños; Nuestro Señor los recoge y de todo se sirve para salvar a las almas.  Qué gran ceguedad no querer sufrir cosas tan pequeñas, primero por librarse uno mismo, y después por librar a tantas almas de estos terribles tormentos…”

“…Cuando entro en el infierno, oigo unos gritos de rabia y de alegría, porque hay un alma más que participa en sus tormentos.  No me acuerdo entonces de haber estado allí otras veces, sino que me parece que es la primera vez.  También creo que ha de ser para toda la eternidad y eso me hace sufrir mucho, porque recuerdo que conocía y amaba a Dios, que estaba en la Religión, que me ha concedido muchas gracias y muchos medios para salvarme…  ¿Qué he hecho para perder tanto bien…?  ¿Cómo he sido tan ciega…?  ¡Y ya no hay remedio…!  También me acuerdo de mis Comuniones, de que era novicia, pero lo que más me atormenta es que amaba a nuestro Señor muchísimo…  Lo conocía y era todo mi tesoro…  No vivía sino para El…  ¿Cómo ahora podré vivir sin El…?  Sin amarlo… oyendo siempre estas blasfemias y este odio… siento que el alma se oprime y se ahoga…  Yo no sé explicarlo bien porque es imposible…”

16 DE MARZO DE 1922

Sor Josefa continúa escribiendo acerca de sus descensos temporales al infierno y sus encuentros con el maligno:

“…Pasé por un pasillo que no tenía fin, y luego, (los demonios) dándome un empujón, me hizo como doblarme y encogerme, me metieron en uno de aquellos nichos, donde parecía que me apretaban con planchas encendidas y como que me pasaban agujas muy gordas en el cuerpo, que me abrasaban.  En frente de mí y cerca, tenía almas que me maldecían y blasfemaban.  Es lo que más me hizo sufrir… pero lo que no tiene comparación con ningún tormento es la angustia que siente el alma, viéndose apartada de Dios.  Me pareció que pasé muchos años en este infierno, aunque sólo fueron seis o siete horas…  Luego sentí que tiraban otra vez de mí y después de ponerme en un sitio muy oscuro, el demonio, dándome como una patada me dejó libre.  No puedo decir lo que sintió mi alma cuando me di cuenta que estaba viva y que todavía podía amar a Dios…”

16 DE MARZO DE 1922

A las diez de la noche Sor Josefa empezó a sentir de nuevo el ruido tremendo de cadenas y gritos.  Estaba llena de miedo.  Ella escribe:

“Sería algo más de las doce cuando de repente vi delante de mí al demonio que decía: `atadle los pies… atadle las manos´.  Perdí conocimiento de dónde estaba y sentí que me ataban fuertemente, que tiraban de mí, arrastrándome.  Otras voces decían: `no son los pies los que hay que atarle… es el corazón´.  Y el diablo contestó: `ese no es mío´.  Me parece que me arrastraron por un camino muy largo.  Empecé a oír muchos gritos, y en seguida me encontré en un pasillo muy estrecho.  En la pared hay como un nicho, de donde sale mucho humo pero sin llama, y muy mal olor.  Yo no puedo decir lo que se oye, toda clase de blasfemias y de palabras impuras y terribles.  Unos maldicen su cuerpo…  otros maldicen a su padre o madre…  otros se reprochan a ellos mismos el no haber aprovechado tal ocasión o tal luz para abandonar el pecado.  En fin, es una confusión tremenda de gritos de rabia y desesperación…”

14 DE MARZO DE 1922

Ante el sufrimiento de Sor Josefa por haber pedido a Jesús que no la llevara por el camino que El deseaba para ella, Santa Magdalena Sofía se le aparece, llevándole un mensaje de Jesús:

“No olvides, hija mía, que nada sucede que no entre en los planes de Dios”.

Sor Josefa desahoga su pena inmensa, creyendo que las consecuencias de su falta son graves e irreparables.  Santa Magdalena Sofía le contesta:

“Sí, hija mía, puedes reparar, si de esta caída sacas mucha humildad y una generosidad mayor”.

6 DE MARZO DE 1922

Tres días después que Sor Josefa expresara a Jesús el deseo de no seguir el camino que El deseaba para ella, Sor Josefa oye aullidos infernales que le impresionan profundamente.  Son voces de condenados que le echan en cara su falta de generosidad, entre gritos de desesperación y de rabia:

          “Estoy aquí para siempre donde ya nunca jamás podré amar…  ¡qué corto ha sido el placer!  Y en cambio ¡el castigo es eterno…!  ¿Qué queda? ¡Odiarte con odio infernal…!  ¡Y para siempre…!”

Sor Josefa escribe aterrada: “¡Oh!  ¡Saber la pérdida de un alma que jamás podré remediar!  Saber que un alma maldecirá al Señor por toda la eternidad y ¡no poderlo remediar!  Aunque sufriera yo todos los tormentos del mundo…  ¡Dios mío!  Esto me destroza!  Mil veces morir antes que ser responsable de la pérdida de un alma”.

3 DE MARZO DE 1922

Sor Josefa escribe para su gran humillación, que le suplicó a Jesús que no la llevara por el camino que El la ha estado llevando.  Y Jesús, mirándola con mucha tristeza le dijo:

“No te puedo abandonar porque te amo demasiado; pero sí así lo quieres, hágase tu voluntad…  La herida de Mi Corazón nadie sino tú la podrá cerrar”.

Jesús le quitó la corona de espinas que le había dado anteriormente y la Cruz, con las cuales Sor Josefa compartía el sufrimiento del Señor, y luego se fue.

Sor Josefa escribe en los siguientes días el terrible tormento que sufre a causa de su resistencia al Señor, el saber que había herido a Jesús y el temor que si El ya no volvía, su vida sería un martirio.  Pero Jesús no la abandona sino que se valdrá de esta decisión de Sor Josefa para hacerla pasar a la etapa más misteriosa de su vida, incrementando su humildad, su fe y su abandono, que ella jamás hubiera podido alcanzar por sus propias fuerzas.  Esta nueva etapa será, además,  de incomparable beneficio para todas las personas que lean sus escritos.

2 DE MARZO DE 1922

Jesús, ante la necesidad de encontrar almas generosas que expíen los pecados de las almas que no Le aman y Lo desprecian, dice a Sor Josefa:

“Ve a pedir permiso enseguida (a las Madres).  Necesito almas que Me consuelen y reparen, y si aquí no las encuentro, ¿dónde iré?”

Jesús regresa la noche del 3 de marzo y le dice a Sor Josefa:

“Déjame al menos descansar en ti, Josefa, ya que son tantas las almas que Me apenan.  ¡Estas almas que tanto amo…!  ¡Cuántas se pierden!...  Si supieras cuánto Me ofenden no rehusarías Mi Cruz.  ¿Sabes cuál es Mi Cruz?  El darme libertad para llamarte cuando Te necesite, sin mirar el sitio, ni la hora, ni la ocupación.  Bástate saber que pido consuelo.  Si Yo estoy contigo, ¿qué importa que el mundo entero esté contra ti?”

1 DE MARZO DE 1922

El Miércoles de Ceniza, ante la expresión de dolor de Jesús en cuanto a que El es muy poco amado e incluso despreciado, Sor Josefa le contesta que en esa casa (el Convento) y en todas partes hay muchas almas que Lo aman.  El Señor responde:

          “Sí; pero quisiera aquellas (las que Le aman poco y Le desprecian)…  ¡Las amo demasiado para dejarlas!”

Sor Josefa se ofrece por ellas de nuevo, con la intención de hacerlo hasta que ellas se arrepintieran, y Jesús le dijo, varias veces:

“Recoge la Sangre que derramé en Mi Pasión.  Pide perdón por el mundo entero, por estas almas que conociéndome Me ofenden…  Y ofrécete para expiar tantos pecados”.

1 DE MARZO DE 1922

Jesús, con Su Divina Faz ensangrentada, continúa diciendo a Sor Josefa el Miércoles de Ceniza:

          “Pide perdón por los pecados del mundo.  ¡Cuántos pecadores!...  ¡Cuántas almas perdidas!  Y almas que Me conocen, que Me amaron un día, pero hoy prefieren el goce y el placer.  ¿Por qué así Me maltratan?  ¿No les he dado pruebas bastantes de Mi amor?  Y ellas correspondieron, pero ahora Me ponen debajo de sus pies… se burlan de Mí…  Mis designios sobre ellas se frustran…  ¿Dónde hallaré consuelo?”

1 DE MARZO DE 1922

Jesús se presenta a Sor Josefa el Miércoles de Ceniza, con Su Divina Faz ensangrentada y le dice:

          “No hay una sola criatura en la tierra tan despreciada y ultrajada como Yo.  ¡Pobres pecadores!  Les he dado la vida y ellos buscan darme la muerte.  Estas almas que tan caro Me costaron no sólo Me olvidan, sino que llegan a convertirme en objeto de burla y desprecio.  Tú, Josefa, ven, acércate a Mí… descansa en este Corazón y participa de Su amargura…  Consuélame…  Amame…  Mira que son muchas las almas que Me llenan de dolor; repara por las que deberían hacerlo y no lo hacen”.

27 DE FEBRERO DE 1922

Jesús dice a Sor Josefa:

          “Un grupito de almas fieles alcanza misericordia para un gran número de pecadores.  Mi Corazón no puede permanecer insensible a tantas súplicas…  Buscaba quién Me consolara y lo encontré”.

27 DE FEBRERO DE 1922

Jesús ora junto a Sor Josefa.  Ella lo ve con Sus Manos juntas, Sus Ojos levantados al Cielo y Su silencio; todo en El habla de Su Divina y constante ofrenda al Padre Celestial.  El Señor dice luego a Sor Josefa:

          “Di a las Madres (del Convento) que esta casa es para Mí un jardín de delicias.  Aquí vengo a buscar consuelo cuando los pecadores Me hacen sufrir.  Diles que soy el Dueño de esta casa y que es un refugio amado donde descansa Mi Corazón…  No busco ni deseo grandes cosas.  Lo que pido, lo que Me consuela, es el amor que mueve a obrar.  Sí, es el amor, sólo amor… y ese amor Me lo dan Mis almas”.

27 DE FEBRERO DE 1922

A causa de los días de Carnaval, Jesús dice a Sor Josefa:

          “¡Cómo Me ofenden las almas!, pero lo que más Me duele es que ellas mismas se precipitan ciegamente a su perdición.  Ya puedes comprender cuánto sufro al ver cómo se pierden tantas almas que Me han costado la vida.  Este es Mi dolor: que Mi Sangre sea inútil para ellas.  Vamos los dos a reparar y desagraviar a Mi Padre Celestial”.

26 DE FEBRERO DE 1922

A causa de los días de Carnaval, Jesús dice a Sor Josefa:

          “Vengo a refugiarme aquí, porque lo que son las murallas para una ciudad, eso son las almas fieles para Mi Corazón.  Me defienden y Me consuelan.  El mundo corre a su perdición.  Busco almas que reparen tantas ofensas, pues Mi Corazón se consume en deseos de perdonar.   Sí… perdonar a Mis amados hijos por los cuales derramé toda Mi Sangre…  ¡Pobre almas!  ¡Cuántas se pierden!  ¡Cómo se precipitan en el infierno…!  Pero no temas; si no te apartas de Mí, serás fuerte con Mi misma fortaleza y Mi poder será tu poder”.

26 DE FEBRERO DE 1922

Sor Josefa pregunta a Jesús cómo puede ella reparar la ingratitud de los pecadores puesto que El conoce su pequeñez, y Jesús le responde:

          “Entra en Mi Corazón.  Aquí hallarás fortaleza para sufrir.  No pienses en tu pequeñez.  Poder tiene Mi Corazón para sostenerte.  Es tuyo; ofrécelo al Padre Celestial…  No vivas más que esta vida que es vida de amor, de sufrimiento y de reparación”.

26 DE FEBRERO DE 1922

Jesús se presenta a Sor Josefa durante la Misa, mostrando Su Corazón, hermosísimo; muy encendido, parecía el sol.  El Señor le dice:

          “Este Corazón es el que da vida a las almas.  El fuego de Su amor es más fuerte que la indiferencia y la ingratitud de los hombres.  Este Corazón es el que da impulso a las almas escogidas, para consumirse y morir, si es preciso, para probarme Su amor…  Los pecadores Me llenan de amargura.  ¿No querrás reparar su ingratitud, tú que eres víctima de Mi amor?”

25 DE FEBRERO DE 1922

Se acercan los días de Carnaval.  Sor Josefa encuentra a Jesús en el oratorio cargando con la Cruz.  El Señor le dice:

          “Consuélame, Josefa, porque las almas Me crucifican de nuevo.  Mi Corazón es un abismo de dolor.  Los pecadores Me pisotean y Me desprecian.  Nada hay para ellos menos digno del amor que Su Creador”.

Por la noche, pasadas las diez, Jesús vuelve con una Cruz muy pesada, la corona de espinas y ensangrentada Su Divina Faz.  Jesús dice a Sor Josefa:

“Mira cómo estoy.  ¡Cuántos pecados se cometen!  ¡Cuántas almas se pierden…!  Vengo a buscar alivio en estas almas (del Convento) que no viven más que para consolarme”.

Jesús se queda unos instantes en silencio, con las Manos juntas.  Está muy triste, pero muy hermoso.  Sus Ojos hablan más que Sus Labios.  Después agrega:

“Muchas almas corren a su perdición y Mi Sangre en inútil para ellas.  Pero las almas que aman se inmolan y se consumen como víctimas de reparación, atraen la misericordia de Dios.  Esto es lo que salva al mundo” (es la cooperación de las almas al Sacrificio de Jesús).

nota del traductor: “El Señor se mostraba a Sor Josefa como revestido actualmente del dolor de los pecados de hoy.  Sabemos que Su Santa Humanidad Gloriosa ya no puede sufrir.  Pero actuaba delante de ella, como lo hizo con Santa Margarita María, los sufrimientos que Le causaban en Su Pasión los pecados y las ofensas de ahora.  Josefa discernía muy bien los consuelos que su participación en los dolores de Jesucristo habían proporcionado a Su Corazón, ya que en la obra de Su Pasión todo le estaba presente”.

23 DE FEBRERO DE 1922

En la cercanía de los días de Carnaval, en que el desenfreno de las pasiones multiplica, como en ninguna época del año, las ofensas a Dios, Jesús dice a Sor Josefa:

          “Quisiera estar un poquito contigo…  Ama, Josefa; el amor consuela, el amor se humilla, el amor lo hace todo.  En estos días en que tanto se Me ofende, quiero que seas Mi Cireneo: Me ayudarás a llevar la cruz.  Es la cruz del amor…  La cruz del amor a las almas.  Tú Me consolarás y los dos sufriremos por ellas”.

          Al día siguiente, la Santísima Virgen confirma esta petición de su Divino Hijo:

          “Sí, hija mía, si eres dócil y generosa, serás el consuelo de Su Corazón y del mío; Jesús será glorificado en tu miseria…”.   Posando la Virgen su mano en la cabeza de Sor Josefa, añade: “Mira cómo ofenden y ultrajan a Jesús los mundanos.  No desperdicies la menor ocasión de reparar y ofrecerlo todo por las almas.  Sufre con gran amor”.

19 DE FEBRERO DE 1922

Jesús dice a Sor Josefa después de la Elevación en la Misa, mostrándole Sus Llagas resplandecientes de luz:

          “Aquí traigo a Mis almas para que se purifiquen y se abrasen.  Aquí encuentran la verdadera paz y Yo espero encontrar en ellas el verdadero consuelo”.

          Sor Josefa le pregunta que cómo podemos consolarle, estando tan llenos de miserias y debilidades.  Jesús respondió, señalando Su Corazón:

          “No Me importa, con tal que vengan a Mí llenas de amor y confianza.  Yo puedo suplir todo lo que les falta”.

18 DE FEBRERO DE 1922

Jesús dice a Sor Josefa:

          “Quiero que tu alimento sea: amor y humildad, y no olvides que has de vivir abandonada a Mi Voluntad y siempre alegre, porque Mi Corazón cuida de ti con inmensa ternura”.

Sor Josefa se lamenta de no saber vencerse y que está llena de miedo, porque no corresponde a Su bondad, y Jesús le contesta:

          “No temas, échate en Mi Corazón, déjate guiar y esto basta”.

17 DE FEBRERO DE 1922

Jesús dice a Sor Josefa:

          “¡Pobre Josefa!  ¿Qué harías si no tuvieras Mi Corazón?    Pero, no temas; cuantas más miserias encuentro en ti, con más ternura te amo”.

14 DE FEBRERO DE 1922

Jesús dice a Sor Josefa:

          “Si tú tienes hambre de recibirme, Yo también tengo hambre de que Me reciban mis almas.  ¡Es tanto el consuelo que encuentro entrando en su corazón!”

1 DE ENERO DE 1922

Jesús dice a Sor Josefa:

          “El demonio no tiene más poder que el que le viene de arriba…  Yo estoy por encima de todos los enemigos”.

1 DE ENERO DE 1922

Jesús dice a Sor Josefa:

          “Necesito almas que amen, almas que reparen, víctimas que se inmolen… pero, sobre todo, almas que se abandonen”.

1921

4 DE DICIEMBRE DE 1921

En medio de los ataques del maligno a Sor Josefa, la Santísima Virgen María aparece y el enemigo, entre gritos de rabia, huye.  María le dice a Sor Josefa:

          “Nada temas, hija mía.  Yo estoy aquí.  El maligno te puede atormentar pero no te puede dañar.  Está furioso por las almas que se le escapan.  ¡Valen tanto las almas!  No puedes comprender el valor que tiene un alma”.

29 DE NOVIEMBRE DE 1921

Jesús le dice a Sor Josefa:

          “Ahora tú vives en Mí y Yo soy tu fortaleza.  ¡Ten ánimo!  ¡Lleva Mi cruz!”

28 DE NOVIEMBRE DE 1921

Cuando Jesús le pide a Sor Josefa que reparen juntos, ella le confiesa ser poca cosa.  Jesús le responde:

          “No mires tu poquedad, Josefa, mira la omnipotencia de Mi Corazón que te sostiene.  Soy tu Fortaleza y el reparador de tu miseria.  Yo te daré fuerza para sufrir todo lo que deseo que sufras”.

28 DE NOVIEMBRE DE 1921

Jesús dice a Sor Josefa:

          “Déjame descansar en ti…  Repara las ofensas con las que las almas afligen Mi Corazón.  ¡Cuántas de Mis escogidas no son lo que debieran ser!”

26 DE NOVIEMBRE DE 1921

Jesús dice a Sor Josefa:

          “Te he dejado descansar un poquito, Josefa; ahora déjame que descanse en ti.  Deseo darte Mi cruz unos momentos, ¿la quieres?  ¡Hay tantas almas que Me abandonan y tantas que se pierden!  Y lo más triste es que a muchas las he colmado de dones y he fijado en ellas los ojos; en cambio, Me corresponden unas con frialdad y muchas con ingratitud.  ¡Qué pocas son, qué pocas, las que me devuelven amor por amor!”

22 DE NOVIEMBRE DE 1921

Jesús, señalando Su Corazón encendido, se empezó a abrir la Herida y le dijo a Sor Josefa:

          “Mira cómo Mi Corazón se consume de amor por las almas.  Así quiero que tú también te abrases en deseos de su salvación.  Entra en este Corazón, y unida a El, repara…  Sí, tenemos que reparar.  Yo soy la Gran Víctima; tú una víctima pequeñita, que uniéndote a Mí, puedes ser del agrado del Padre”.

22 DE NOVIEMBRE DE 1921

Jesús dice a Sor Josefa:

          “He hecho contigo una alianza de amor y misericordia.  El amor no se cansa.  La misericordia no se agota”.

21 DE OCTUBRE DE 1921

Jesús dice a Sor Josefa:

“Vengo porque Me has llamado”.

Josefa le pregunta qué ha de hacer para reparar y Jesús le contesta:

“¿Qué has de hacer?  Amar…  amar…  amar…”.

20 DE OCTUBRE DE 1921

La Santísima Virgen María, llena de ternura, dice a Sor Josefa sumergida en una dura lucha de varios días de tribulación:

“No temas sufrir.  ¡Cuántas almas se han acercado al Corazón de Jesús en estos días de tentaciones!”

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Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María