Í

 

 

 

 

 



 

Rezo del Angelus Domini en el Campus Fidei
Río de Janeiro, 28 de julio de 2013

 

AlocuciÓn del Santo padre
Ver Video


Queridos hermanos y hermanas

Al final de esta Celebración Eucarística, con la cual elevamos a Dios nuestro canto de alabanza y gratitud por todas las gracias recibidas durante esta Jornada Mundial de la Juventud, quisiera antes agradecer a Monseñor Orani Tempesta y al Cardenal Rylko las palabras que me dirigieron. Les agradezco también a ustedes, queridos jóvenes, por todas las alegrías que me dieron en estos días. ¡Gracias! Llevo a cada uno de ustedes en mi corazón.

Ahora dirigimos nuestra mirada a la Madre del cielo, la Virgen María. En estos días, Jesús les ha repetido con insistencia la invitación a ser sus discípulos misioneros; ustedes escucharon la voz del Buen Pastor que los llamó por su nombre y ustedes reconocieron la voz que les llamaba (cf. Jn 10,4). ¿No es verdad que, en esta voz que resuena en sus corazones, sintieron la ternura del amor de Dios? ¿No es verdad que ustedes experimentaron la belleza de seguir a Cristo, juntos, en la Iglesia? ¿No es verdad que ustedes han comprendido mejor que el Evangelio es la respuesta al deseo de una vida todavía más plena? (cf. Jn 10,10). ¿No es verdad?

La Virgen Inmaculada intercede por nosotros en el Cielo como una buena madre que cuida de sus hijos. Que María nos enseñe con su vida qué significa ser discípulo misionero. Cada vez que rezamos el Angelus, recordamos el evento que ha cambiado para siempre la historia de los hombres. Cuando el ángel Gabriel anunció a María que iba a ser la Madre de Jesús, del Salvador, Ella, aún sin comprender del todo el significado de aquella llamada, se fió de Dios y respondió: «Aquí está la esclava del Señor, que se haga en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Pero, ¿qué hizo inmediatamente después? Después de recibir la gracia de ser la Madre del Verbo Encarnado, no se quedó con aquél regalo; se sintió responsable y marchó, salió de su casa y se fue rápidamente a ayudar a su pariente Isabel, que tenía necesidad de ayuda (cf. Lc 1,38-39); realizó un gesto de amor, de caridad, y de servicio concreto, llevando a Jesús en su seno. Y este gesto lo hizo diligentemente.

Está aquí, queridos amigos, nuestro modelo. Aquella que recibió el don más precioso de Dios, como primer gesto de respuesta se pone en camino para servir y llevar a Jesús. Pidamos a la Nuestra Señora que nos ayude también a nosotros a transmitir la alegría de Cristo a nuestros familiares, a nuestros compañeros, a nuestros amigos, a todas las personas. ¡Nunca tengan miedo de ser generosos con Cristo! ¡Vale la pena! Salgan y vayan con valentía y generosidad, para que cada hombre y cada mujer puedan encontrar al Señor.

Queridos jóvenes, ya tenemos marcado el encuentro para la próxima Jornada Mundial de la Juventud, en 2016, en Cracovia, Polonia. Por la intercesión materna de María, pidamos la luz del Espíritu Santo para el camino que nos llevará a esta nueva etapa de gozosa celebración de la fe y del amor de Cristo.

Ahora recemos juntos…

 

Regresar a la página principal...