Jesús, hijo del pueblo de Israel
Catequesis de SS Juan Pablo II
11- IV-1987
Ver:
judaísmo
1. En la catequesis anterior hablamos de las dos genealogías de
Jesús: la del Evangelio según Mateo (Mt 1,1-17) tiene una estructura
'descendente', es decir, enumera los antepasados de Jesús, Hijo de
María, comenzando por Abrahán. La otra, que se encuentra en el Evangelio
de Lucas (Lc 3, 23-38), tiene una estructura 'ascendente': partiendo de
Jesús llega hasta Adán.
Mientras que la genealogía de Lucas indica la conexión de Jesús con
toda la humanidad, la genealogía de Mateo hace ver su pertenencia la
estirpe de Abrahán. Y en cuanto hijo de Israel, pueblo elegido por Dios
en a antigua Alianza, al que directamente pertenece, Jesús de Nazaret es
a pleno título miembro de la gran familia humana.
2. Jesús nace en medio de este pueblo, crece en su religión y en su
cultura. Es un verdadero israelita, que piensa y se expresa en arameo
según las categorías conceptuales y lingüísticas de sus contemporáneos y
sigue las costumbres y los usos de su ambiente. Como israelita es
heredero fiel de la Antigua Alianza.
Es un hecho puesto de relieve por San Pablo cuando, en la Carta a los
Romanos, escribe respecto a su pueblo: 'los israelitas, cuya es a
adopción, y la gloria, y las alianzas, y la legislación, y el culto y
las promesas; cuyos son los patriarcas y de quienes según la carne
procede Cristo' (Rom 9, 4-5). Y en la Carta a los Gálatas recuerda que
Cristo ha 'nacido bajo la ley' (Gal 4, 4).
3. Como obsequio a la prescripción de la ley de Moisés, poco después
del nacimiento Jesús fue circuncidado según el rito, entrando así
oficialmente a se r parte del pueblo de a alianza: 'Cuando se hubieron
cumplido los ocho días para circuncidar al niño, le dieron el nombre de
Jesús' (Lc 2, 21).
El Evangelio de la infancia, aunque es pobre en pormenores sobre el
primer periodo de la vida de Jesús, narra sin embargo que 'sus padres
iban cada año a Jerusalén en la fiesta de la Pascua' (Lc 2, 41),
expresión de su fidelidad a la ley y a la tradición de Israel. 'Cuando
era ya de doce años, al subir sus padres, según el rito festivo' (Lc 2,
42), 'y volverse ellos, acabados los días, el Niño Jesús se quedó en
Jerusalén sin que sus padres lo echasen de ver' (Lc 2, 43). Después de
tres días de búsqueda 'le hallaron en el templo, sentado en medio de los
doctores, oyéndolos y preguntándoles' (Lc 2, 46). La alegría de María y
José se sobrepusieron sin duda sus palabras, que ellos no comprendieron:
'¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe de las
cosas de mi Padre?' (Lc 2, 49).
4. Fuera de este suceso, todo el periodo de la infancia y de a
adolescencia de Jesús en el Evangelio está cubierto de silencio. Es un
período de 'vida oculta', resumido por Lucas en dos simples frases:
Jesús 'bajó con ellos (con María y José) y vino a Nazaret y les estaba
sujeto' (Lc 2, 51), y: 'crecía en sabiduría y edad y gracia ante Dios y
ante los hombres' (Lc 2, 52).
5. Por el Evangelio sabemos que Jesús vivió en una determinada
familia, en la casa de José, quien hizo las veces de padre del Hijo de
María, asistiéndolo, protegiéndolo y adiestrándolo poco a poco en su
mismo oficio de carpintero. A los ojos de los habitantes de Nazaret
Jesús aparecía como 'el hijo del carpintero' (Cfr. Mt 13, 55). Cuando
comenzó a enseñar, sus paisanos se preguntaban sorprendidos: '¿No es
acaso el carpintero, hijo de María?...' (Cfr. Mc 6, 2-3). Además de la
madre, mencionaban también a sus 'hermanos' y sus 'hermanas', es decir,
aquellos miembros de su parentela ('primos'), que vivían en Nazaret,
aquellos mismos que, como recuerda el Evangelista Marcos, intentaron
disuadir a Jesús de su actividad de Maestro (Cfr. Mc 3,
21).Evidentemente ellos no encontraban en El algún motivo que pudiera
justificar el comienzo de una nueva actividad; consideraban que Jesús
era y debía seguir siendo un israelita más.
6. La actividad pública de Jesús comenzó a los treinta años cuando
tuvo su primer discurso en Nazaret: '...según su costumbre, entró el día
de sábado en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le
entregaron un libro del Profeta Isaías...' (Lc. 4, 16-17). Jesús leyó el
pasaje que comenzaba con las palabras: 'El Espíritu del Señor está sobre
mi, porque me ungió para evangelizar a los pobres ' (Lc 4, 18). Entonces
Jesús se dirigió a los presentes y les anunció: 'Hoy se cumple esta
escritura que acabáis de oír...'(Lc. 4, 21 )
7. En su actividad de Maestro, que comienza en Nazaret y se extiende
a Galilea y a Judea hasta la capital, Jerusalén, Jesús sabe captar y
valorar los frutos abundantes presentes en la tradición religiosa de
Israel. La penetra con inteligencia nueva, hace emerger sus valores
vitales, pone a la luz sus perspectivas proféticas. No duda en denunciar
las desviaciones de los hombres en contraste con los designios del Dios
de a alianza.
De este modo realiza, en el ámbito de la única e idéntica Revelación
divina, el paso de lo 'viejo' a lo 'nuevo', sin abolir la ley, sino más
bien llevándola a su pleno cumplimiento (Cfr. Mt 5, 17). Este es el
pensamiento con el que se abre la Carta a los Hebreos: 'Muchas veces y
en muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros padres por
ministerio de los Profetas; últimamente, en estos días, nos habló por su
Hijo..' (Heb 1, 1).
8. Este paso de lo 'viejo' a lo 'nuevo' caracteriza toda la enseñanza
del 'Profeta' de Nazaret. Un ejemplo especialmente claro es el sermón de
la montaña, registrado en el Evangelio de Mateo Jesús dice: 'Habéis oído
que se dijo a los antiguos: No matarás... Pero yo os digo que todo el
que se irrita contra su hermano será reo de juicio' (Cfr. Mt 5, 21)22).
'Habéis oído que fue dicho: No adulterarás: pero yo os digo que todo el
que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón' (Mt
5, 27-28). 'Habéis oído que fue dicho: amarás a tu prójimo y aborrecerás
a tu enemigo; pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los
que os persiguen' (Mt. 5, 43-44).
Enseñando de este modo, Jesús declara al mismo tiempo: 'No penséis
que yo he venido a abrogar la ley o los Profetas, no he venido a
abrogarlas, sino a consumarlas' (Mt 5, 17).
9. Este 'consumar' es una palabra clave que se refiere no sólo a la
enseñanza de la verdad revelada por Dios, sino también a toda la
historia de Israel, o sea, del pueblo del que Jesús es hijo. Esta
historia extraordinaria, guiada desde el principio por la mano poderosa
del Dios de a alianza, encuentra en Jesús su cumplimiento. El designio
que el Dios de la alianza había escrito desde el principio en esta
historia, haciendo de ella la historia de la salvación, tendía a la
'plenitud de los tiempos' (Cfr. Gal 4, 4), que se realiza en Jesucristo.
El Profeta de Nazaret no duda en hablar de ello desde el primer discurso
pronunciado en la sinagoga de su ciudad.
10. Especialmente elocuentes son las palabras de Jesús referidas en
el Evangelio de Juan cuando dice a sus contrarios: 'Abrahán, vuestro
padre, se regocijó pensando en ver mi día' y ante su incredulidad: '¿No
tienes aún cincuenta años y has visto a Abrahán?', Jesús confirma aún
más explícitamente: 'En verdad, en verdad os digo: antes que Abrahán
naciese, era yo' (Cfr. Jn 8, 56-58). Es evidente que Jesús afirma no
sólo que El es el cumplimiento de los designios salvíficos de Dios,
inscritos en la historia de Israel desde los tiempos de Abrahán, sino
que su existencia precede al tiempo de Abrahán, llegando a identificarse
como 'El que es' (Cfr. Ex 3, 14) Pero precisamente por esto, es El,
Jesucristo, el cumplimiento de la historia De Israel, porque 'supera'
esta historia con su Misterio. Pero aquí tocamos otra dimensión de la
cristología que afrontaremos más adelante.
11 Por ahora concluyamos con una última reflexión sobre las dos
genealogías que narran los dos Evangelistas Mateo y Lucas. De ellas
resulta que Jesús es verdadero hijo de Israel y que, en cuanto tal,
pertenece a toda la familia humana. Por eso, si en Jesús, descendiente
de Abrahán, vemos cumplidas las profecías del Antiguo Testamento, en El,
como descendiente de Adán, vislumbramos, siguiendo la enseñanza de San
Pablo, el principio y el centro de la 'recapitulación' de la humanidad
entera (Cfr. Ef 1, 10).