“Leccioens
de la naturaleza”
Diácono Vicente
Moreno, miembro de la Familia de los Corazones Traspasados de Jesús y María.
Por qué y para qué sufrir? Es este un interrogante siempre
presente en los momentos cruciales de nuestra existencia y para
el cual no tenemos respuesta satisfactoria. El sufrimiento está
encarnado en nuestra naturaleza como secuela de la rebelión del
hombre en contra de cocreador. Es propio de una naturaleza caída
sentir en lo más profundo de su ser la incertidumbre y el dolor
que las lecciones de la creación nos imparte con cada
acontecimiento inesperado con el cual nos vemos forzados a
detener nuestro camino para reevaluar nuestras acciones. Los
desastres naturales son los “gemidos de parto” a los cuales se
refiere San Pablo como los acontecimientos necesarios para
corregir el error humano y para dar lugar a una “nueva
creación”. En los albores de este nuevo año, y cuando aun
estaban resonando en nuestros oídos los parabienes, las
felicitaciones y el bullicio con que recibíamos al 2010, se ha
presentado la tragedia dantesca en nuestra hermana nación de
Haití, dando lugar a una nueva interpelación desesperada
dirigida a nuestro Dios. Revisando mis archivos sobre el tema
del sufrimiento y las tragedias que enmarcan nuestras vidas, he
encontrado un breve artículo de un autor anónimo en el cual se
analiza de una manara coherente la relación de nuestro
sufrimiento con el misterio de la Salvación articulo que
quisiera citar, veamos:
“El sufrimiento humano es un misterio, un misterio que se
enmarca dentro del misterio de la Redención de Cristo, un
misterio para el cual no hay una respuesta como la que
esperamos, un misterio al cual Cristo no responde sino que llama
para que le sigamos en su sufrimiento y colaboremos con El en la
salvación del mundo y el triunfo final de las fuerzas del Bien.
Dicho esto, veamos cuáles son las actitudes que tenemos ante una
situación de sufrimiento. En cuanto aparecen los primeros
síntomas de sufrimiento, la tendencia inicial es de oposición y
viene entonces una pregunta que nunca falta: ¿Por qué? ¿Por qué
a mí? Y esta pregunta no tiene respuesta al menos en un primer
momento cuando miramos el sufrimiento desde el ángulo meramente
humano. El misterio del sufrimiento es un proceso. Luego de esa
oposición y cuestionamientos iniciales viene un momento de
impotencia en que algunos recurren a Dios, también preguntándole
por qué. Y Dios tampoco responde. La respuesta divina es más
bien una invitación, una llamada de Cristo a seguirlo en su
sufrimiento... un misterio. Cristo nos responde desde la Cruz y
nos invita a tomar la cruz del sufrimiento. Y ante esta
invitación, podemos seguir oponiéndonos, actitud que no ayuda,
pues la cruz se hace más pesada. O podemos tomar la cruz,
imitando a Cristo en su sufrimiento, respondiendo a su llamado
“toma tu cruz y sígueme” (Lc. 9, 23). Al principio podemos
tomarla con temor, con miedo al sufrimiento, creyendo que la
aceptación lleva al agravamiento. Pero los que han sufrido y han
entregado su sufrimiento a Cristo saben por experiencia que, al
unir su sufrimiento al de Cristo, enseguida la cruz del
sufrimiento se aliviana. ¿Por qué se aliviana? Porque Cristo
mismo nos ayuda a llevarla. Cristo nos invita a compartir su
sufrimiento y al compartir los nuestros con los de Cristo, al
unir nuestro sufrimiento al de Cristo, no es que desaparece la
causa del sufrimiento, pero nuestro sufrimiento parece diluirse
en los sufrimientos de Cristo. También un misterio. Pero prueba,
prueba si estás sufriendo, trata de entregar y de ofrecer tus
sufrimientos a Cristo y verás. Entonces podemos comenzar a
entender para qué es el sufrimiento: para colaborar con Cristo
en la salvación del mundo y en nuestra propia salvación. Por eso
se oye hablar de ofrecer el sufrimiento por alguien, por la
conversión de las almas, por la propia conversión. Así lo
hicieron muchos santos, algunos de los cuales al principio
también pudieron haberse rebelado. Sabemos que muchos, de hecho,
se convirtieron y comenzaron su camino de santidad por una
situación de sufrimiento. Así son los caminos y las maneras de
Dios: incomprensibles si los miramos con nuestra miopía humana,
racionalista, mundana. El Papa Juan Pablo II en su Carta
Apostólica Salvici Doloris, en la que explica el misterio del
sufrimiento humano, iba aún más lejos y nos decía que el
sufrimiento se enmarca, además, dentro de la lucha entre las
fuerzas del Bien y las del mal, y que nuestros sufrimientos,
unidos a los de Cristo colaboran en el triunfo final de las
fuerzas del Bien (cfr. SD, 26). El sufrimiento, entonces, es un
misterio, un misterio que se convierte en una invitación de
Cristo a seguirle y a colaborar con El en la salvación del mundo
y en el triunfo final de las fuerzas del Bien.”
En este artículo el autor claramente hace énfasis en el hecho de
que humanamente ninguna respuesta aclarara el misterio del
sufrimiento, pero que el mismo puede ser comprendido si lo
unimos al sufrimiento de Cristo, y que esa unión debe reflejarse
necesariamente en gestos de amor y de solidaridad con el hermano
que sufre. En estos días en los que hemos experimentado con
dolor y frustración la tragedia de nuestros hermanos haitianos,
hemos igualmente presenciado através de los medios de
comunicación las aleccionadoras imágenes de la comunidad
internacional aunando esfuerzos para mitigar el dolor y la
angustia de un pueblo que con gran estoicismo ha llevado una
dura cruz. Aun hay mucho camino para recorrer en esta
incomprensible tarea de reconocer que el mal es una secuela de
nuestra naturaleza caída pero que gracias a la Redención
recibida de Cristo, todo lo podemos en El, que como bien lo
afirmara su Santidad Juan Pablo II, en la colaboración con
Cristo esta la clave para vencer el mal.
Laus Deo
Esta página
es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María