JESUS
1.
¿QUIEN ES JESUS?
2.
VIDA DE JESUS.
3.
LA NATURALEZA DIVINA DE JESUS.
4.
LA NATURALEZA HUMANA DE JESUS.
5.
EL ISRAEL DE JESUS.
6.
APUNTES SOBRE JESUS Y SUS TIEMPOS.
7.
LOS APOSTOLES Y DISCIPULOS DE CRISTO.
8.
JESUS PARA LOS PAGANOS, JUDIOS Y MUSULMANES.
9.
EL VERDADERO ROSTRO DEL HIJO DE DIOS.
10.
FRASES CELEBRES SOBRE JESUS.
11.
LA AMARGA PASION DE CRISTO.
12.
FRASES CELEBRES SOBRE LA PASION DEL SEÑOR.
13.
LAS RELIQUIAS DEL SEÑOR.
14.
LA SABANA SANTA DE TURIN.
15.
EL VELO DE LA VERONICA.
16.
EL SUDARIO DE OVIEDO.
¿QUIEN ES JESUS?
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS
RELIGIOSAS.
Muchas sectas cristiana tienen diferentes opiniones
sobre el origen de Jesús, así por ejemplo:
-
Para los ADVENTISTAS DEL SEPTIMO DIA Y TESTIGOS DE
JEHOVA, Es la primera criatura creada por Dios, llamado también
el “Arcángel Miguel”.
-
Para los MORMONES, Era el hermano gemelo del
ángel rebelde Luzbel.
-
Para los PENTECOSTALES, es Dios Padre que se
hace hombre.
1.
¿QUE ENSEÑA LA IGLESIA CATOLICA?
-
Jesucristo es la segunda persona de la Santísima
Trinidad (Mateo 28,19; 2 Corintios 13,14).
-
En El existen dos naturalezas:
a.
NATURALEZA
DIVINA: Por
ser el Hijo del Todopoderoso: “Yo publicaré el decreto, el Señor me
ha dicho: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” (Salmo 2,7).
b.
NATURALEZA
HUMANA: Por
haber nacido de la Virgen María: “Y ahora, concebirás en tu vientre,
y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande,
y será llamado Hijo del Altísimo (Lucas 1,31-32).
2.
¿QUE CUALIDADES MENCIONA LA BIBLIA DE JESUS?
-
“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie
viene al Padre, sino por mí” (Juan 14,6).
-
“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el
único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan
17,3).
-
“Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla
de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la
tierra” (Filipenses 2,10).
-
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro
nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en el que podamos ser
salvos”. (Hechos 4,12).
3.
¿QUE FALSAS ACUSACIONES HICIERON LOS JUDIOS CONTRA
JESUS?
-
“Por buena obra no te apedreamos, sino por blasfemia;
porque tú, siendo hombre, te haces Dios” (Juan 10,33).
-
“Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa
fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios”
(Mateo 12,24).
4.
¿QUE RELACION HAY ENTRE CRISTO JESUS Y LA IGLESIA
CATOLICA?
-
“Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su
cuerpo, y él es su salvador” (Efesios 5,23).
-
“Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi
iglesia; y las puertas del infierno no podrán vencerla” (Mateo
16,18)
5.
¿CON QUE TITULOS Y CUALIDADES IDENTIFICA LA BIBLIA A
JESUS?
-
“Autor principal de la vida” (Hechos 3,15).
-
“Amén” (2 Corintios 1,19 -20; Apocalipsis 3,14).
-
“Apóstol” (Hebreos 3,1).
-
“Buen pastor” (Juan 10,11).
-
“Cordero de Dios” (Juan 1,29).
-
“Cristo, Mesías” (Juan 1,41).
-
“Dios Poderoso” (Isaías 9,6).
-
“Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos”
(Romanos 9,5).
-
“El Alfa y la Omega, el principio y el fin, el
primero y el último” (Apocalipsis
-
22,13).
-
“Emmanuel” (Isaías 7,14; Mateo 1,23).
-
“Estrella que saldrá de Jacob” (Números 24,17).
-
“El sol de la justicia” (Malaquías 4,2).
-
“Gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2,13).
-
“Hijo del Bendito” (Marcos 14,61).
-
“Hijo de David” (Mateo 21,9).
-
“Hijo de Dios” (Lucas 1,35).
-
“Hijo del Dios Altísimo” (Marcos 5,7; Lucas 1,32).
-
“Hijo del Dios viviente” (Mateo 16,16).
-
“Hijo del hombre” (Mateo 8,20).
-
“Hijo unigénito” (Juan 3,16).
-
“Imagen del Dios invisible, el primogénito de toda
creación” (Colosenses 1,15).
-
“Jesucristo, Hijo de Dios” (Marcos 1,1).
-
“Jesús Nazareno, Rey de los Judíos” (Juan 19,19).
-
“Juez de vivos y muertos” (Hechos 10,42).
-
“León de la tribu de Judá” (Apocalipsis 5,5).
-
“Lucero de la mañana” (Apocalipsis 22,16).
-
“Luz de las naciones” (Isaías 42,6).
-
“Luz de los hombres” (Juan 1,4).
-
“Maestro, y Señor” (Juan 13,13).
-
“Maravilloso consejero” (Isaías 9,6).
-
“Mediador entre Dios y los hombres” (1 Timoteo 2,5).
-
“Padre Eterno” (Isaías 9,6).
-
“Pastor del pueblo de Israel”
(Mateo 2,6; 15,24).
-
“Pastor y Obispo” (1 Pedro 2,25).
-
“Príncipe de la Paz” (Isaías 9,6).
-
“Príncipe de los pastores” (1
Pedro 5,4).
-
“Príncipe y Salvador” (Hechos 5,31).
-
“Resplandor de Dios” (Hebreos 1,3).
-
“Rey de Reyes y Señor de Señores” (Apocalipsis
19,16).
-
“Salvador, Cristo el Señor” (Lucas 2,11).
-
“Santo de Dios” (Marcos 1,29).
-
“Santo Hijo Jesús” (Hechos 4,27).
-
“¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20,28).
-
“Señor y Mesías” (Hechos 2,36).
-
“Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3,18).
-
“Sumo Sacerdote” (Hebreos 4,14-15).
-
“Testigo Fiel, el Primogénito de los muertos”
(Apocalipsis 1,5).
-
“Tronco de Jesé” (Isaías 11,1).
-
“Todopoderoso” (Apocalipsis 1,8).
-
“Ultimo Adán” (1 Corintios 15,45).
-
“Verbo de Dios” (Apocalipsis 19,13).
-
“Verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Juan 5,20).
VIDA DE JESUS
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
I.
CONTEXTO
HISTORICO
La vida de Jesús de Nazaret se
inicia cuando se cumple lo escrito por el profeta Isaías, al nacer
del seno de una doncella virgen judía en el año 749 de la fundación
de Roma, cuando Augusto César reinaba desde hacia 42 años. En aquel
entonces el País de Palestina era una de las cincuenta provincias de
este basto imperio que abarcaba casi toda Europa, el Norte de África
y el Medio Oriente.
Los judíos vivían una de sus
peores crisis en el ámbito político y social, la clase dominante era
regida por los Saduceos (los justos), quienes tenían el control del
Templo de Jerusalén, centro espiritual y de peregrinación del pueblo
hebreo. Estos a su vez rivalizaban doctrinalmente con los Fariseos
(los puros), y Escribas (Doctores de la Ley), encargados de las
Sinagogas, escuelas religiosas donde se hacía el estudio de los
libros sagrados de la Torá. Los Saduceos junto con los Fariseos
conformaban el llamado “Consejo de los Judíos” o “Sanedrín”, que
estaba constituido por setenta y un miembros incluido el Sumo
Sacerdote. Del mismo modo, se encontraban los Herodianos que
incluían la corte del rey Herodes el Grande, aliados de los romanos,
también estaban los publicanos quienes recogían los impuestos para
el César, entre ellos se hallaba el apóstol Mateo. Asimismo, los
Celotes Sicarios (así llamados por el pequeño puñal o “sica” que
utilizaban), eran guerrilleros que peleaban con las armas contra la
dominación extranjera, en este grupo había militado Simón, otro de
los compañeros de Jesús al igual que Barrabás; quien fue cambiado
por el Señor a petición de los habitantes de la Ciudad Santa para
morir crucificado. Finalmente, los Esenios (Hijos de la luz),
agrupaban comunidades de judíos que vivían aislados de los demás,
estos no son mencionados en los evangelios.
II. LA ANTIGUA
PALESTINA
Los Evangelios narran que el
Mesías nació en Belén, la ciudad del rey David; de cuya estirpe real
pertenecía su padre adoptivo José. Vivió treinta años en Nazaret y
murió en Jerusalén, capital de Israel. Ya en cuanto a su vida
pública la inicia a los treinta años de edad, cuando después de
haberse hecho bautizar por su primo Juan Bautista en el río
Jordán, empieza a recorrer durante tres años las aldeas y los campos
de las cuatro provincias de Palestina (Judea, Galilea, Samaria y
Perea) anunciando la “Buena Nueva”, en especial a los pobres y
marginados como los ancianos, las viudas, los huérfanos, los
extranjeros al igual que los pescadores del mar de Galilea; entre
los que se encontraban cuatro de sus apóstoles incluyendo a Pedro, a
quien Jesús prometió en la región de Cesarea que sobre él edificaría
su Iglesia al ser nombrado su primer pastor en la tierra. Esta labor
apostólica ha continuado hasta nuestros días hasta llegar al Papa
Benedicto XVI.
III. SU MISION
REDENTORA
Jesús o “Yehosuá” (en
hebreo), cuyo nombre significa “Yahveh Salva”, recibió el
título de “Mesías”(Messhiah en hebreo) o “Cristo” (Christós
en griego), que quiere decir “Ungido” o “Sagrado” (término que
identificaban a los reyes, sacerdotes y profetas del pueblo escogido
por Dios); de aquí surge la combinación de “Jesucristo” (Iesus
Christus en latín); también se le relaciona en las Escrituras
con la palabra griega “Kyrios” (Señor). Igualmente, para
demostrar su naturaleza y misión divina realizó grandes prodigios
como curar a los ciegos, leprosos, paralíticos, mudos, resucitar a
los muertos, como a su amigo Lázaro, expulsar demonios, transformar
el agua en vino, multiplicar en dos oportunidades los panes y los
peces para dar de comer a más de cinco mil personas, calmar la
tempestad con su voz, caminar sobre las aguas, y dejar ver su
resplandor glorioso en el monte Tabor a sus tres más cercanos
seguidores: Pedro, Santiago el “Mayor” y Juan, el discípulo amado.
La predicación de Jesús era de
fácil comprensión, resumiendo los mandatos de la ley mosaica en dos
grandes principios: “Amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo
como a ti mismo”. También hablaba de que su cuerpo y su sangre se
convertirían en una “Nueva Alianza” o “Pacto Eterno” en el que no
solamente estaban incluidos los judíos sino también los paganos,
llamados a formar por el bautismo una única Iglesia Universal
(Católica en griego). Para llevar este mensaje se valió
especialmente de ejemplos y comparaciones con la vida cotidiana
(parábolas). Sin embargo, fueron muchos los que no aceptaron tales
palabras, pues mientras Jesús les hablaba de un “reino en los
cielos”, ellos esperaban un rey guerrero como había sido David, que
los liberara del yugo de los idólatras romanos, y los
convirtiera en “reyes de este mundo”; esperanza que todavía anhelan
muchos de los llamados judíos ortodoxos. Todo esto le ocasionó una
serie de grandes peligros, destierros, intentos de asesinatos,
calumnias y traiciones por parte del Sanedrín (consejo de ancianos),
al mando del Sumo Pontífice Anás y su yerno Caifás (El primero
gobernó el sanedrín hasta el año 16, y Caifás del 16 al 40), quienes
se valieron de la codicia de Judas Iscariote para vender a su
Maestro por treinta monedas de plata, precio que era pagado en aquel
tiempo por un esclavo.
IV. LA PASION DEL
SEÑOR
El arresto y el juicio de Jesús se
produjo en tiempos de la Pascua, que era la máxima fiesta religiosa
en la que se celebra hasta nuestros días, la salida del pueblo judío
de la esclavitud en Egipto, comandados por Moisés. Ya en cuanto las
acusaciones en contra suya fueron tanto de carácter religioso porque
siendo un hombre se hacía llamar “Hijo de Dios”, y de orden
político, pues recibía de sus seguidores el título de “Rey de los
Judíos”, lo que era considerado un acto de rebeldía al entonces
emperador Tiberio César. Fue esta última denuncia lo que obligó al
procurador Poncio Pilatos (26 al 36) a sentenciarlo a la pena
capital de la Cruz, castigo solo reservado a los peores criminales y
soldados que desertaban de las filas imperiales; el mismo gobernador
romano mandó a colocar sobre la Cruz, el letrero de INRI, palabra
formada por las iniciales latinas “IESUS NAZARENUS, REX IUDIÓRUM”
(JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS).
Sobre la tortura de Cristo el
viernes santo, los evangelios nos narran de manera completa la gran
cantidad de sufrimientos que tuvo que padecer, tales como las burlas
y los insultos de los soldados, la coronación de espinas, los
latigazos, los golpes con una caña en la cabeza, los puñetazos en la
cara, el peso del madero desde el Pretorio romano hasta el monte
Gólgota o Calavera; y la terrible agonía de seis hora (9am a 3pm),
acompañada de calambres, desgarre muscular en los brazos y espalda,
las heridas abiertas, fiebre alta, deshidratación, un sudor frío que
le bañaba todo el cuerpo, hasta experimentar la muerte por asfixia,
según lo han concluido los médicos forenses.
V. LA
RESURRECCION Y LA NUEVA VENIDA
El domingo llamado El primer día
de la semana, una de sus más fieles seguidoras, María Magdalena
encuentra el sepulcro vacío; esta señal y las varias apariciones a
sus amigos son las dos pruebas bíblicas que testifican su triunfal
resurrección. Jesús permanece con sus apóstoles y discípulos
incluyendo a su madre María durante cuarenta días, y regresa al
cielo a la presencia del Padre en el monte de los Olivos. De aquí
solamente volverá a la tierra en el día del juicio final (Parusía),
donde será como un pastor que separe a las ovejas de las cabras;
los buenos a la vida eterna y los malos a la condenación por los
siglos de los siglos.
LA NATURALEZA
DIVINA DE JESUS
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
En el Antiguo Testamento el
profeta Isaías había revelado al pueblo de Israel que el “Hijo de
Dios” sería llamado el “Emmanuel” (7,14), que en Hebreo traduce
“Dios con nosotros”. Igualmente, el mismo profeta en otro de sus
apartes lo llamó también “Dios invencible” (9,6); el autor de la
carta a los Hebreos (1,8) agrega: “mas del Hijo dice (el Padre): Tu
trono, OH Dios, por el siglo del siglo, cetro de equidad es el cetro
de tu reino” (Véase también Salmo 45,6-7). Del mismo modo, el nombre
de “Jesús” quiere decir en hebreo “Dios salva”; así lo identificó el
Arcángel San Gabriel al anunciarle a la Virgen María su misión
(Lucas 1,31-33). Claro está, que el libro Bíblico donde más se hace
alusión a la naturaleza divina de Jesús se encuentra condensado en
el evangelio de San Juan; escrito en la ciudad de Efeso a finales
del siglo I, por petición de los obispos de Asia, para refutar y
aclarar el error teológico que empezaba a extender un hereje de
nombre Cerinto en compañía de los ebionitas, los cuales negaban esta
verdad de Fe. Así lo demuestra el párrafo inicial: “En el principio
era El Verbo [(Logos en griego) que quiere decir “la
Palabra”=Jesús], y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios (en
griego The-ós=Dios)” (1,1). Comparar con (1 Juan 1,1-3).
Las Sagradas Escrituras nos
indican que Jesús no fue “creado” sino “engendrado” por el Padre
Eterno (Salmo 2,7; Proverbios 8,25; Hechos 13,33; Hebreos 1,5; 5,5;
1 Juan 5,18). Por lo tanto, “ha venido de Dios” (Juan 6,46;
13,13), bajado del cielo (Juan 3,13), siendo de “naturaleza
divina” (Filipenses 2,6); “Porque todo lo que Dios es, se encuentra
plenamente en la persona de Cristo” (Colosenses 2,9). “Él es el
resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es”
(Hebreo 1,3). O también “la imagen del Dios invisible” (Colosenses
1,15). “Nadie ha visto jamás ha Dios, el hijo único, que es Dios y
que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado ha
conocer” (Juan 1,18). Dios quiso habitar en la persona de Cristo
(Colosenses 1,19), quien es de Dios (Juan 9,33; 1 Corintios 3,23) y
procede de Dios (Juan 7, 29; 8,42). “Porque así como el Padre tiene
vida en sí mismo, así también ha hecho que el Hijo tenga vida en sí
mismo” (Juan 5,26); pues la gloria de Dios brilla en la cara de
Jesucristo (2 Corintios 4,6). ” Cristo el que está por encima de
todas las cosas, Dios bendito por los siglos” (Romanos 9,5), es la
imagen viva de Dios (2 Corintios 4,4). Por esta razón, los fariseos
lo atacaban porque siendo un hombre se hacía igual a Dios (Juan
5,18; 10,33).
Percatados de esta verdad, Cristo
Jesús fue por eso adorado por los magos de Oriente (Mateo 2, 11),
por el ciego de nacimiento al que le dio la vista (Juan 9,35-38),
por las mujeres que se lo encontraron después de la resurrección
(Mateo 28,9), por los apóstoles cuando lo vieron regresar a la
presencia del Padre (Mateo 28,17; Lucas 24,52), por los ángeles del
cielo (Hebreos 1,6) y por los 24 ancianos del Apocalipsis (5,14).
Cómo si fuera poco, el mismo Señor Jesús puso de manifiesto varias
veces su naturaleza divina, pues “nadie conoce al hijo sino el
Padre, ni al padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el
hijo se lo quiera revelar“(Mateo 11,27), “el que no honra al hijo no
honra al Padre que lo envió” (Juan 5,23). “Yo y el Padre somos una
sola cosa” (Juan 10,30), “el Padre esta en mí y yo en el Padre”
(Juan 10,38); porque “todo lo que tiene el padre es mío” (Juan
16,15). Por todas estas declaraciones, el Unigénito de Dios puede
decir con autoridad: “Nadie va al Padre sino por mí, si me habéis
conocido a mí, conocéis también a mi Padre, y desde ahora lo
conocéis y lo veis” (Juan 14,7).
Asimismo, tanto San Pablo como San
Pedro nombran a Jesucristo en sus cartas como “Dios y Salvador”
(Tito 2,13; 2 Pedro 1,1); título que también recibe “Dios padre”
(Daniel 6, 27,1 Timoteo 2,3; 4,10; Tito 3,4). Es más, en la
resurrección del Mesías, el apóstol Tomás exclama maravillado y
convencido: “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20,28); Comparar con (1
Reyes 3,7: Salmo 86,12). Por su parte, San Juan concluye diciendo:
“Vivimos unidos al que es verdadero, es decir, a su hijo Jesucristo.
Este es el Dios verdadero y la vida eterna “(1 Juan 5,20), comparar
con (Juan 17,3).
LA NATURALEZA
HUMANA DE JESUS
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
El hijo de Dios sólo podía ser
verdaderamente el Redentor del género humano, si adoptaba
enteramente un cuerpo y un alma humana, con todo lo que implicaba
haber tenido nuestra propia naturaleza (Hebreos 2,14). Sin embargo,
por el mismo hecho de ser Dios, no tuvo en su vida terrenal caída
alguna. “Porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que
nosotros; sólo que él jamás pecó” (Hebreos 4,15), ya que “nunca
cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca” (Isaías 53,9; 1
Pedro 2,22), “El es santo, sin mancha, apartado de los pecadores”
(Hebreos 7,26), puesto que “ha sido hecho perfecto para siempre”
(7,28), como hombre celestial (1 Corintios 15,47).
“Cuando se cumplió el tiempo, Dios
envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de
Moisés” (Gálatas 4,4). “Por medio de los profetas, Dios había
comunicado este mensaje que trata de su Hijo Jesucristo, Nuestro
Señor, que como hombre es descendiente del rey David” (Romanos 1,
3-4; 2 Timoteo 2,8), porque El mismo “tomando naturaleza de siervo
nació como hombre” (Filipenses 2,7). En cuanto a lo humano es de
raza judía (Romanos 9,5), de la tribu de Judá (Hebreos 7,14), pues
“por un poco tiempo, Dios hizo (a su Hijo) algo menor que los
ángeles” (Hebreos 2,9), teniendo un desarrollo normal, ya que fue
creciendo en cuerpo y mente, gozando del favor de Dios y de los
hombres (Lucas 2,52; Proverbios 3,4). José enseñó a Jesús un oficio
a fin de que pudiera valerse por sí mismo, de modo que sus paisanos
no solo lo conocían como “el hijo del carpintero” (Mateo 13,55),
sino también como el “carpintero” de Nazaret (Marcos 6,3).
De la vida pública de Jesucristo
las Santa Biblia nos aportan una abundante información sobre las
necesidades físicas, virtudes y pasiones que sintió en carne propia.
Pues experimentó el aguijón del hambre (Mateo 4,2; 21,18; Lucas
24,41-42), le pide agua de beber a la mujer samaritana (Juan 4,6-8),
siente nuevamente sed cuando está en la cruz (Juan 19, 28-30). En
varias ocasiones llega al cansancio y el agotamiento físico (Marcos
4, 38; Juan 4,6), oraba en las madrugadas (Marcos 1,35) y al final
del día (Mateo 14,23). Predicaba el mensaje de la salvación en las
aldeas y pueblos de Israel (Mateo 9,35), en los caminos de Samaria
(Juan 4,5-6), a orillas del lago de Galilea (Marcos 3,9), en la
barca de Pedro (Lucas 5,2-3), en lo alto de un monte (Mateo 5,1;
Juan 6,3), en las sinagogas y en el templo de Jerusalén (Juan
18,20). Se retira a descansar a solas con sus apóstoles (Marcos 6,
30-32). Era un hombre pobre (2 Corintios 8,9), que no tenía “donde
recostar la cabeza” (Mateo 8,20). Vestía discretamente (Lucas 7,25),
cargaba una túnica (o capa) (Lucas 8,44), usaba bastón (Marcos 6,8)
y calzaba sandalias (Marcos 6,9). Su única posesión valiosa al morir
era la prenda que llevaba y sobre la que echaron suerte los soldados
romanos (Juan 19,23-24). No obstante, y a pesar de vestir
modestamente, su personalidad era atrayente, pues tenía una mirada
penetrante (Marcos 5,32-33; 8,33).
Los apóstoles y los discípulos
sienten temor y asombro, por sus predicaciones y prodigios (Marcos
4,41; 6,51; 9,6.32; 10,24.32), ya que conocía el corazón de los
hombres ((Juan 2,24-25; 6,64), hasta quienes pecaban gravemente se
sintieron cautivados hacía El (Mateo 9,9-13; Lucas 7,36-38;
19,1-10). Sus discípulos lo llamaban “Maestro y Señor” (Juan 13,13),
“poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el
pueblo” (Lucas 24,19), sus palabras son Espíritu y Vida (Mateo
23,8). Los fariseos sentían miedo, porque la gente estaba
sorprendida por sus enseñanzas (Marcos 11,18; Juan 7,15.32), al
igual que toda la multitud (Marcos 9,15), “porque lo hacia con plena
autoridad, y no como sus maestros de la ley” (Mateo 7,28-29; Lucas
4,22.32), ya que hablaba con la verdad (Marcos 12,14), sin necesidad
de gritar o levantar la voz (Isaías 42,2; Mateo 12,19), y por eso no
se dejó envolver es discusiones acaloradas. Incluso, cuando estuvo
sometido a presión, su manera de proclamar la verdad atraía a las
personas sinceras (Juan 7,32.40.45-46).
Cuando lo consideró necesario,
ilustraba sus predicaciones con ejemplos o pasajes de las Santas
Escrituras (Mateo 12,38-42; 15,1-9; 16,1-4; 21,13; Juan 6,45; 8,17).
Además, en vez de enseñar sus propias ideas, habló en nombre de
Aquel que lo había enviado (Juan 7,16-18; 8,28; 12,49; 14,10). Por
el contrario, cuando era obvio que hablar no serviría de nada, optó
sencillamente por quedarse callado (Marcos 15,2-5; Lucas 22, 67-70).
Por todas estas razones “la gente empezó a alabar a Dios, diciendo-
Un gran profeta ha aparecido entre nosotros” (Lucas 7,16), “Este es
Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea” (Mateo 21,11), “enseñaba en
las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos” (Lucas 4,15),
otros decían: “Es un buen hombre” (Juan 7,12), “Este es el Mesías”
(Juan 7,40-41), el “Hijo de David” (Mateo 15,22), el “Cristo de
Dios” (Lucas 23,35), “el Hijo de Dios, que ha venido al mundo” (Juan
11,27), el “Salvador del mundo” (Juan 4,42).
También dio ánimo a sus esforzados
apóstoles (Juan, capítulos 13 a 17), y al tratar a los pecadores,
tenía en cuenta su determinación por cambiar (Lucas 7,37-50;
19,2-10), hasta tuvo que lidiar con las rivalidades que surgían
entre sus discípulos más allegados (Lucas 22,24). Asimismo,
despertaba admiración por sus milagros (Marcos 2,12; Mateo 15,31).
La gente decía: “¡Todo lo ha hecho bien! ¡Hasta hace oír a los
sordos y hablar a los mudos! (Marcos 7,37), “Y se difundió su fama
por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los
afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados,
lunáticos y paralíticos; y los sanó” (Mateo 4,24). En ocasiones,
personas poseídas por espíritus inmundos gritaban a Jesús. En esas
circunstancias, El conservaba la calma, recurriendo a su poder
divino para liberarlas de esa dominación maléfica (Marcos 1,23-28;
5,2-8.15).
Del mismo modo, el Salvador del
mundo fue profundamente sensible con las criaturas humanas (2
Corintios 10,1), a todos los que lo sigue los llama “amigos” (Juan
15,14), es tierno con los niños que se acercaban a su lado
(Marcos 10, 13-16), siente cariño ante la primera confesión del
Príncipe de la sinagoga (Marcos 10,20-21), es paciente y humilde de
corazón (Mateo 11,29), hasta el punto que dirigía a Dios su Padre
toda la alabanza y la honra (Marcos 10,17-18), al igual que sus
oraciones (Mateo 11,25), ama la justicia y odia la maldad (Hebreos
1,9), es eternamente misericordioso con los hombres (1 Juan 2,1;
Judas 21), intercede ante el tribunal de su Padre por toda la
humanidad (Romanos 8,34; 1 Timoteo 2,5; Hebreos 7,25), El es “santo
y justo” (Hechos 3,14). Multiplica en dos oportunidades los panes y
los peces, porque tiene compasión con la multitud hambrienta que lo
seguía a todas partes (Mateo 14, 13-21; 15, 32-38), así como también
por los enfermos (Mateo 14,14), y por los dos ciegos de Jericó que
le piden que les devuelva la vista (Mateo 20,34).
Se conmueve con el leproso que le
pide de rodillas que lo cure de su enfermedad (Marcos 1,40-42), por
la viuda de Naín que llora a su hijo muerto (Lucas 7,13), y por toda
la gente “porque estaban angustiados y desvalidos como ovejas, que
no tienen pastor” (Mateo 9,36; Marcos 6,34). Ama intensamente a
los apóstoles hasta el final (Juan 13, 1; 15, 9-10), y a toda la
humanidad (Efesios 3,19; 5,2). Tiene alegría por la buena cosecha
espiritual de los setenta y dos discípulos (Lucas 10,21), se admira
por la fe del capitán romano en Capernaum (Lucas 7,9), y asombro
ante la noticia de la muerte de Lázaro en Betania (Juan 11,33),
siente enojo y a la vez tristeza por los judíos que dudaban de su
poder curativo (Marcos 3,5; 9,19), reprende a Santiago y Juan por su
deseo de venganza contra los samaritanos (Lucas 9,55), además de ira
santa por los mercaderes que habían profanado el templo de Jerusalén
(Juan 2,13-16; Mateo 21, 12-13), llora por el terrible castigo que
le aguardaba a la Ciudad Santa (Lucas 19, 41-44), y por el
fallecimiento de su amigo (Juan 11, 35). Incluso, su sencillez se
vio probada al lavarles los pies a sus discípulos en el cenáculo,
antes de la última cena (Juan 13,5). Esta era una tarea que en la
costumbre judía lo realizaba un siervo o alguna mujer de la casa (1
Samuel 25,41; 1 Timoteo 5,10).
Al acercarse los días de su
trágico destino, sufre intensamente por la prueba que tendrá que
padecer (Marcos 8, 31; Lucas 12, 50; 24,26). Le duele la traición de
Judas (Juan 13, 21). Llegada la hora suprema vive una tremenda
angustia en el jardín de Getsemaní (Marcos 14, 35-36; Juan 12, 27),
hasta el punto de que su sudor se convirtió en grandes gotas de
sangre que le caían por el rostro (Lucas 22, 44). Pues “mientras
Cristo estuvo viviendo aquí en el mundo con voz fuerte y muchas
lágrimas, oró y suplicó a Dios; quien tenía poder para liberarlo de
la muerte” (Hebreos 5,7). “Era un hombre lleno de dolor,
acostumbrado al sufrimiento” (Isaías 53,3; 1 Pedro 2, 21). “Cuando
le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no
amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1
Pedro 2,23). “Porque tampoco Cristo buscó agradarse a si mismo, al
contrario, en él se cumplió lo que dice la Escritura: “Las ofensas
de los que te insultaban cayeron sobre mi.” (Romanos 15,3). O
también: “El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras
dolencias’” (Mateo 8,17). Ya en la cruz se encuentra abandonado por
su padre en los cielos (Mateo 27, 46; Salmo 22, 1-2). Finalmente
grita y muere con dolor (Mateo 27,50).
Todo esto pasó “porque Cristo
mismo sufrió la muerte por nuestros pecados, una vez para siempre.
El era bueno, pero sufrió por los malos, para llevarlos a ustedes a
Dios” (1 Pedro 3,18). “Así que Cristo, a pesar de ser Hijo,
sufriendo aprendió a obedecer” (Hebreos 5,8), y “se humilló a sí
mismo, y por obediencia fue a la muerte, a la vergonzosa muerte de
la cruz” (Filipenses 2,8). El “nos amó, y nos lavó de nuestros
pecados con su sangre” (Apocalipsis 1,5; Comparar con Gálatas 2,20).
Por esta razón, “no hay duda de que el secreto de nuestra
religión es muy grande: Cristo se manifestó en su condición de
hombre, triunfó en su condición de espíritu y fue visto por los
ángeles. Fue anunciado a las naciones, creído en el mundo y recibido
en la gloria” (1 Timoteo 3, 16).
San Cipriano, obispo mártir del
siglo III, tiene una preciosa oración sobre Jesús: “Hermanos
queridos, son muchos y grandes los beneficios de Dios, que la bondad
generosa y copiosa de Dios Padre y de Cristo ha realizado y
realizará por nuestra salvación; de hecho, para preservarnos, para
darnos una vida y podernos redimir, el Padre mandó al Hijo; el Hijo,
que había sido enviado, quiso ser llamado también Hijo del hombre
para convertirnos en hijos de Dios: se humilló para elevar al pueblo
que antes estaba postrado por tierra, fue herido para curar nuestras
heridas, se convirtió en esclavo para liberarnos a nosotros, que
éramos esclavos. Aceptó la muerte para poder ofrecer a los mortales
la inmortalidad. Estos son los numerosos y grandes dones de la
misericordia divina”.
EL ISRAEL DE
JESUS
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
En tiempos bíblicos el aceite de
oliva tenía muchos usos, entre ellos como alimento, cosmético,
combustible y medicamento. También era utilizado con otros
ingredientes para producir un fino bálsamo empleado por los profetas
para ungir a los reyes (1 Samuel 10.1). Asimismo, los buenos
anfitriones agasajaban a sus huéspedes untándoles la cabeza con este
preciado perfume (Lucas 7,36-38).
La ley mosaica especificaba los
animales que no podían comer los judíos:
-
El cerdo y el camello.
-
Las aves depredadoras.
-
Los peces que no tengan escamas o aletas.
Los animales bovinos, caprinos y
ovinos tienen que ser degollados por el Shojet, la persona más
piadosa de la comunidad.
La Torá (Biblia para los hebreos)
prohibía matar a un ternero antes de haber pasado los primeros siete
días con la madre; espantar a un pájaro que esté empollando para
tomar los huevos del nido, y cocinar el cordero en la primera leche
que da la madre (calostro).
De todas las aves que servía de
alimento para los judíos pobres, la más barata era el gorrión. Con
una moneda de asarion, se podía obtener dos pajaritos, y por dos
monedas cinco gorriones (Mateo 10,29-31; Lucas 12,6-7).
Ciudades bíblicas de Israel:
BELEN
(Casa de Pan):
Fue la aldea donde nació el rey David, José y Jesús.
NAZARET
(Flor de Galilea): Donde el Mesías vivió su vida privada por 30
años, lugar de origen de la Virgen María.
CANA DE GALILEA:
Donde el Divino Maestro realizó su primer milagro al transformar el
agua en vino. Lugar de nacimiento del apóstol Natanael.
CAFARNAUN
(Bella Ciudad): La segunda patria del Señor, donde más milagros
realizó, y donde predicó con mayor elocuencia. Aquí se encontraba
también la casa del apóstol Pedro.
TIBERIADES:
Situada junto al mar, fundada por Herodes Antipas, tetrarca de
Galilea; quien le dio este nombre en honor del emperador Tiberio
César.
SEBASTE:
En la antigua Samaria, en esta ciudad según la tradición Herodes
mandó a decapitar a Juan Bautista.
BETANIA
(Casa de la Pobreza): Lugar de descanso de Cristo en el hogar de sus
amigos los hermanos Lázaro, Marta y María Magdalena.
BETSAIDA
(Casa de los Pescadores): Cerca del río Jordán; cuna de los
apóstoles Andrés, Pedro y Felipe.
JERUSALEN
(Ciudad de la
Paz): La capital de Israel; aquí fue donde el Verbo de Dios murió y
resucitó.
EMMAUS:
El sitio donde el Salvador resucitado efectuó la “fracción del pan”
delante de sus discípulos Cleofás y Simón.
En la época de Cristo vivían en
Palestina dos millones y medio de judíos, la población de Jerusalén
era de unos 25 0 30000 habitantes; para la pascua podían llegar más
de 180000 peregrinos. Otros hebreos uno cuatro millones, vivían en
diferentes ciudades conocidas como diásporas, como: Siria, Asia
Menor, Babilonia y Alejandría en Egipto; otros comunidades más
pequeñas habían en Europa como en Roma.
Los pertenecientes a la raza de
Jesús recibían varios nombres: hebreos (como los llamabas los
romanos) que se deriva de Heber, un ascendiente de Abraham; también
eran conocidos como israelitas, por Israel, hijo de Isaac, quien
originalmente era Jacob hasta que un ángel le cambió el nombre; y
judíos, por ser descendientes de Judá, uno de los doce hijos de
Jacob. Por su parte, los hebreos llamaban a los paganos con el
título de gentiles.
Cuando los israelitas fueron
llevados cautivos a Asiria, el rey Salmanasar envió a Israel colonos
paganos que se entrelazaron con los pocos hebreos que quedaban.
Siendo este el origen del pueblo mestizo de los samaritanos. Estos
adoraban divinidades gentiles al lado del Dios verdadero, al cual
edificaron un templo sobre el monte Garicín, junto a Siquem, que
rivalizaba con el santuario de Jerusalén. Esta es la razón por la
que ambos pueblos vivían en constante enemistad.
En la ley mosaica, los esclavos
hebreos tenían que ser liberados en el séptimo año de la servidumbre
o en el año del jubileo. No obstante, si recibía buen trato de su
amo, el esclavo podía renunciar a su libertad (Exodo 21,5-6). En
tiempos de la Iglesia Apostólica esta practica era todavía muy común
(1 Corintios 12,13; Filemón 10-17).
Bajo la dominación romana los
jóvenes hebreos estaban exentos de pagar el servicio militar debido
a que no querían llevar armas ni marchar en día sábado. No obstante,
todos los judíos mayores de 20 años debían tributar al templo dos
dracmas al año, pagaderas en monedas especiales (siclo de plata,
medio siclo equivalía a dos dracmas).
Los pastores eran los más pobres y
marginados; tenidos como ladrones y mentirosos, entre ellos había
algunos que tenían defectos físicos y eran fuertemente despreciados
Los leprosos eran considerados
como “impuros”, tenían que vivir afuera de las ciudades, y cuando
entraban en ellas para pedir limosna lo hacían cubriéndose la cara
con un velo, y anunciar su paso al sonar de una campanilla.
Los discípulos del Señor estaban
conformados por pescadores, viudas, huérfanos, gente pobre, enfermos
y lisiados, ex prostitutas como María Magdalena, y extranjeros entre
romanos y griegos. Todo este grupo de personas eran llamadas por los
judíos como los “pobres de Yahvéh” (Anawim).
Jesús era uno de los nombres más
comunes para los varones, en la Palestina de aquel entonces.
Las mujeres israelitas se casaban
a partir de los 14 años, y los hombres después de los 16 años.
Cuando nacía un niño hebreo tenía
que ser circuncidado a los ocho días de nacido en el seno del hogar;
para las niñas había que esperar quince días para que se le
impusiera el nombre.
Los hijos primogénitos heredaban
el 50% de los bienes del padre, la otra mitad era repartida en
partes iguales entre los otros hermanos. Claro está, que el hijo
mayor tenía que ser el soporte moral y económico de la familia
cuando faltara el progenitor.
La sangre judía sólo se hereda por
la madre.
En la lengua en que fue escrito el
Antiguo Testamento, el hebreo, las palabras piadoso (hasid), justo
(saddiq) y santo (qados) no tienen femenino.
En la época patriarcal, el hombre
era dueño absoluto, sacerdote y maestro de la familia. Si fallecía
uno que tuviese hermanos, la mujer pasaba al más inmediato. Bajo los
jueces y los reyes las mujeres no podían tener bienes propios, si
poseían una herencia debían casarse dentro de su propia tribu.
Después de la menstruación o de un parto debían purificarse.
Posteriormente al tiempo del Exilio, la situación de la mujer judía
empeoró, no eran admitidas en el culto y su testimonio carecía de
valor ante los tribunales. Igualmente, estaban separadas de los
varones en el templo y las sinagogas, y exentas de peregrinar a
Jerusalén en las grandes festividades del año. Las escuelas eran
solo para los hombres, los maestros (escribas) no tenían
“discípulas”, ya que no merece la pena enseñarles la ley, pues sólo
están obligadas a cumplirla. Una mujer no debía estar sola en el
campo, y no era normal que un israelita conversara con una extraña,
había que hablar poco con ellas. No participaban de la vida pública,
cuando salían a la calle debían cubrirse el rostro, algunas incluso
no se descubrían ni siquiera en la casa. Solo el marido tenía el
derecho a romper el matrimonio exigiendo el divorcio, el adulterio
se castigaba con la pena capital, incluso solo eran respetadas si
tenía hijos, de lo contrario eran menospreciadas, las hijas son poco
más que bienes que se venden a los pretendientes que las compran, lo
mismo que un esclavo. Sin embargo, el Señor trató a la mujer en un
Plano de igualdad, entre sus discípulos se encontraban muchas de
ellas incluyendo a su madre María.
En la parábola que Jesús hace
alusión a una mujer pobre que barre toda la casa y al fin halla la
dracma que había extraviado, se refiere a la antigua costumbre en
que las mujeres de Palestina se adornaban la cabeza con un tocado
lleno de monedas. Estas monedas pertenecen a la dote de la esposa y
representan su propiedad más querida, tanto que ni siquiera se las
quitaban para dormir. La mujer que habla Cristo debía ser muy pobre,
pues diez dracmas eran muy poco en comparación de los cientos de
monedas de oro y plata que llevan hoy en día algunas mujeres
orientales. Además, vivía en una casa pequeña y sin ventanas, por lo
que tuvo que encender un candil para barrerla con cuidado.
En Palestina eran conocidos tres
idiomas:
A.
El hebreo, la lengua en que se escribieron los libros
sagrados. El Mesías empleó este idioma al leer el rollo del profeta
Isaías en la sinagoga de Nazaret (Lucas 4,16-21).
B.
El arameo, utilizado por el pueblo; incluyendo Jesús
en sus predicaciones.
C.
El griego, la lengua del comercio y de los
intelectuales. Los romanos hablaban entre ellos latín, y el griego
para sus actividades diarias; por lo que es probable que Jesús
empleara este idioma cuando fue interrogado por Poncio Pilatos en el
pretorio (Juan 18,28-40).
La Biblia que usaban los judíos de
la diáspora era una traducción griega del Antiguo Testamento
conocida como la Septuaginta, o Versión de los Setenta. Los primeros
cristianos emplearon extensamente esta traducción en sus enseñanzas.
Al formarse la nación de Israel,
Yahvé dio instrucciones sobre como quería que le adoraran, y entre
las cosas que le mandó a su pueblo figuraban las ofrendas y los
sacrificios. Algunas ofrendas consistían en frutos de la tierra, y
otras requerían el sacrificio de ciertos animales: toros, ovejas,
cabras, palomas y tórtolas. Se hacían holocaustos, es decir,
ofrendas quemadas que tenían que consumirse por completo en el
fuego, y también sacrificios de comunión, es los que quien traía la
ofrenda participaba comiendo de lo que se había sacrificado a Dios.
El sábado o sabbat era el día
consagrado a Yahveh. En el pensamiento hebreo tiene una connotación
de “júbilo”, “paz” y “luz”. El sabbat lo guardaban los judíos dentro
y fuera del país. Era descanso para todos, incluso para los
animales, no se puede trabajar ni ir a la guerra en ese día. Tres
toques de trompeta anunciaban el comienzo del día del descanso,
cuando desaparece la última luz del viernes, y dura hasta la puesta
del sol del sábado. Se celebra mediante reuniones familiares con
trajes de fiesta y una cena especial, con la bendición de la comida
y del vino; los judíos observantes de la ley acuden a la oración en
la sinagoga. Con el sábado solía también designarse una semana
entera, así por ejemplo se lee en Lucas (18,22): “ayuno dos veces el
sábado”, lo que quiere decir: “ayunó dos veces en la semana”. Tenían
los hebreos además el “año sabático”, donde cada siete años no se
debía sembrar en los campos, ni cultivar en los jardines.
Las principales fiestas religiosas
del judaísmo son:
-
LA PASCUA
(PESAH):
Entre marzo y abril, recordaba la liberación del pueblo escogido de
Egipto por Moisés.
-
PENTECOSTES
(SHAVUOT):
Cincuenta días después de la Pascua. Se celebra el aniversario de la
entrega de las tablas de la ley de Dios en el monte Sinaí.
-
LOS
TABERNACULOS (SUKKOT):
A fines de septiembre. Conmemora los días en que los israelitas
peregrinaban por el desierto y vivían en tiendas de campaña o en
cabañas de ramaje.
-
LA DEDICACION
DEL TEMPLO (ENCENIA):
A fines de diciembre. Hace alusión a la purificación del santuario y
del altar de los holocaustos, después de la profanación del rey
Antíoco.
-
EL DIA DE LA
PURIFICACION (YOM KIPPUR):
Estaba marcado por el ayuno y se solicitaba a Dios que borrara las
faltas cometidas por los hebreos. En su inicio se realiza una comida
festiva, alegre ya abundante, antes de de la puesta del sol (5:30
p.m.). Los judíos no vuelven a probar comida, ni agua hasta el
anochecer del día siguiente.
La cena pascual para los judíos
comenzaba con el sacrificio en el templo de Jerusalén de un cordero,
cuya sangre, llevada en vasijas de oro y plata por los sacerdotes,
se derramaba sobre el altar, mientras que se guardaba la carne para
cenar en las casas. El número de los comensales debía ser de 10 a 15
personas entre familiares o amigos. La cena se celebraba en memoria
de la salida de Egipto y en señal de comunión, renovando de esta
manera la alianza de Israel con Yahvéh. Antes de comer, se servía
una copa de vino, acompañada de una especie de aperitivo hecho con
hierbas amargas y pan sin levadura; seguidamente, se servía otra
copa. Entonces, el hijo menor de la familia o el más joven de los
asistentes preguntaban al padre o al presidente de la mesa qué
significaba aquellas costumbres tan extrañas. Y éste respondía
contando cómo Dios en otro tiempo libró a los hebreos de la
esclavitud del faraón; de modo que esta narración (“Anamnesis” o
memoria) entusiasta, que solía cantarse, se convertía
espontáneamente en alabanza al Todopoderoso (“Eulogia”) y en acción
de gracias (“Eucaristía”) al mismo tiempo. El “Haggada”, que así se
llamaba este relato, concluía para dar paso a la recitación de la
primera parte del Hallel (una serie de salmos, cuyos versículos eran
respondidos por los asistentes diciendo Aleluya). La comida
propiamente dicha comenzaba inmediatamente. El presidente de la mesa
tomaba entonces un pan ácimo en las manos, lo bendecía, lo partía y
lo distribuía a los presentes. Se continuaba con la comida del
cordero sin ritos especiales. Pero, al final, el presidente tomaba
la copa recién llenada de vino y la bendecía solemnemente dando
gracias por la cena pascual. Era el “cáliz de bendición” que pasaba
de mano en mano y todos bebían de él. La reunión terminaba recitando
la segunda parte del Hallel y con una cuarta copa ritual.
Durante la fiesta de la Pascua la
ciudad de Dios quedaba atestada, y los visitantes tenían que
alojarse en los pueblos vecinos o acampar en tiendas. Además de
reunirse con sus parientes y amigos, los peregrinos entraban al
templo para adorar al Todopoderoso, ofrecer sacrificios y leer la
Torá.
Las sinagogas eran lugares de
culto, escuelas bíblicas, hospederías y centro de difusión y
propagación del judaísmo entre los paganos. Poseían bienes propios,
fijaban los deberes de limosnas administraban la justicia, pudiendo
incluso infligir la pena de flagelación Originalmente aparecieron
en la antigua Babilonia, en el siglo VI a. de C. El número de las
sinagogas creció en el momento que se estableció la lectura pública
de la Torá. En ese entonces un simple local hacía las veces de lugar
de oración, después su diseño se destacó por ser de estilo
sencillo, rectangular, de forma alargada. En el fondo le localizaba
un nicho que contiene un cofre con los rollos de la Sagrada
Escritura, hay también un estrado para el lector y el comentador.
Las sinagogas estaban orientadas a la Ciudad de Dios, en ellas se
reservaban unos sillones para la gente importante, los hombres se
sientan en alfombras en el suelo, mientras que las mujeres con los
niños y esclavos se ponen aparte, parados. Solo se celebraba el
culto cuando al menos estuvieran presentes diez hebreos libres. El
jefe de cada sinagoga es escogido entre los notables de la aldea o
del barrio, preferentemente que fuera un escriba. El organizaba la
oración y el culto, designaba a los lectores, e invitaba a las
personas para hacer el comentario de lo leído (Véase Lucas 4,16-17;
Hechos 13,14-15; 15,21). En el año 70, los ejércitos romanos del
general Tito destruyeron la ciudad de Jerusalén, incluidos el templo
y la sala del sanedrín (consejo de ancianos judíos). Según algunos
escritos, la Ciudad Santa contaba con 400 sinagogas.
El servicio religioso comprendía
dos partes: la primera daba comienzo con una profesión de fe y la
lectura del decálogo, proclamándose luego las 18 bendiciones, leídas
por cualquiera de los presentes, a cuyo fin todos los demás
respondían “Amén”. Con la última bendición, el presidente daba su
propia bendición, si era sacerdote, o lo hacía en forma deprecatoria
en caso contrario. La segunda parte consistía en la lectura de
fragmentos de la ley y de los profetas, comentados por los
presentes, a invitación del jefe de la sinagoga.
Las sinagogas prestaban a los
pobres del lugar una asistencia social organizada mediante la
institución de la “caja” (quppah): todos los judíos estaban
obligados a depositar en la “caja” una cantidad proporcionada a sus
haberes. Cada semana, un comité de tres personas repartía lo
necesario para que los menesterosos pudieran comer dos veces al día.
Ahora bien, los rabinos o presidentes de la sinagoga llegaron al
acuerdo de excluir de esta asistencia a los que confesaran que Jesús
era el Mesías (Juan 9,22), como ocurrió con el ciego de nacimiento
(Juan 9,34). Por eso los primeros cristianos montaron su propia
organización a la que le dieron el nombre de “servicio cotidiano” o
“servicio a la mesa” (Hechos 6,1 ss).
Los niños asistían desde los seis
años a las sinagogas, a partir de los doce era considerado como
mayor de edad, y por lo tanto responsable del cumplimiento de la ley
mosaica, y además apto para leer los rollos sagrados. Para las niñas
no había una ceremonia especial.
En las sinagogas se recitaba la
shemá que incluía el Deuteronomio (6,5): “Tienes que amar al Señor
tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente”.
Estas palabras sagradas se les enseñaban a los niños desde pequeños
y son las últimas que se dicen antes de morir. Incluso se deja
constancia de ellas por escrito en el mezuzot, un pergamino con este
texto del Pentateuco que escribe un sofer (escriba diplomado), es
revisado al menos dos veces cada siete años por el rabino de la
ciudad y se pone en el marco de las puertas de la casa.
Todas las ceremonias religiosas
sin excepción son conducidas por un rabino. Un rabino es doctor de
la ley mosaica, jefe espiritual y religioso de una comunidad en
particular. Preside los oficios, oraciones, bendice las uniones
matrimoniales y celebra las exequias fúnebres. Antiguamente gozaba
de autoridad jurídica dado su carácter de hombre sabio en la
teología judía; sin embargo, no eran considerados como clérigo
propiamente dicho.
Los hijos varones eran instruidos
por sus padres en la ley y en el rezo de la “Shemá Yisrael” o credo
israelita.
Tres veces al día debía rezar el
judío la oración de las 18 bendiciones, y esto de cara a Jerusalén,
de pie, con las manos extendidas y la vista baja.
Los judíos de familias importantes
mandaban a sus hijos entre los 16 o 18 años, a estudiar con algún
rabino o sabio famoso, como lo hizo Saulo de Tarso (más tarde el
apóstol Pablo), con Gamaliel.
El Sanedrín era una especie de
tribunal supremo nacional de los judíos, formado por 71 miembros y
un presidente, procedentes de las familias más influyentes de
Jerusalén. Probablemente se formó en la época de los Macabeos, hacia
el siglo III AC., era conformado tanto por saduceos como fariseos.
Cuando se abolió la realiza aumentó su importancia, ya que
representaba la principal autoridad autónoma frente al poderío
extranjero de los romanos. El Sanedrín tenía competencia no sólo en
el ámbito civil según la ley mosaica, sino también hasta cierto
punto en el plano penal y administrativo, podía ordenar arrestos por
medio de sus propios oficiales de justicia. La sentencia de un
condenado a muerte de gran importancia tenía que ser confirmada por
el procurador romano como sucedió con Jesús; caso contrario fue la
lapidación del diácono Esteban. Después de la destrucción de la
ciudad santa en el año 70, este consejo de ancianos fue abolido y
remplazado por el Bet din, un tribunal de justicia que sólo tenía
autoridad moral y religiosa.
Según la creencia judía, el Mesías
debía de cumplir ciertos requisitos para ser considerado como el
enviado de Dios:
-
No podía ser el propio Adonai (Dios).
-
Difundiría el conocimiento universal del Dios Único.
-
Según las profecías bíblicas construiría el tercer
templo de Jerusalén.
-
Reuniría a todos los hebreos de regreso a la tierra
de Israel.
-
Traería la paz mundial mediante un reinado mesiánico
como fue el del rey David.
-
Acabaría con el mal en el mundo.
Hay una antigua oración que se
pronuncia hasta el día de hoy en las sinagogas en la que se refiere
a la esperanza en el Reino del Mesías del linaje de David.
APUNTES SOBRE
JESUS Y SUS TIEMPOS
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
El profeta Isaías identificó al
Hijo del Altísimo como el “Príncipe de la paz” (9,6).
Jesús nació en el año 749 del
imperio romano, Augusto César reinaba desde hacia 31 años; y para
resaltar su grandeza y poderío hizo cerrar en señal de paz universal
(llamada la Pax Romana), el templo del dios Jano, uno de los más
importantes de la capital romana. Este acontecimiento había sido
profetizado por Daniel, diciendo que “Dios ha dado a un imperio la
fuerza y la gloria gozando de una paz universal, luego aparecerá,
por fin, otro reino que suscitará Dios y durará para siempre”
(6,26).
Otros profetas del Antiguo
Testamento, había presagiado hechos importantes en la vida del
Mesías, es así como Miqueas, 730 años antes de que naciera, dijo que
sería en Belén; Isaías, pronosticó 734 años antes, que nacería de
una virgen; y Zacarías, 800 años atrás, anunció que el Galileo sería
vendido por 30 monedas.
Escritores y pensadores paganos
habían proclamado también el advenimiento de un Hombre Salvador, así
por ejemplo:
Confucio (500 a.C.), mencionó en
la China a un “Santo” que era “un rey al que hemos de reconocer para
poder salvarnos”.
Sócrates (399 a.C.), filósofo
griego, habló de un “Sabio universal”.
Tácito (116 d.C.), y Suetonio (120
d.C.); escritores romanos, afirmaban que “era universal la creencia
en antiguas profecías de que de Oriente vendría el Rey del mundo”.
El profeta Zoroastro (siglo III
a.C.), de la antigua Persia (hoy Irán), inspirado en una revelación
divina, anunció la llegada de un redentor llamado Saoshyant, quien
nacería de una madre virgen, para traer la resurrección a los
muertos y un juicio final, con un cielo como premio y un infierno
como castigo.
En la Galia (actual Francia), se
adoraba en los bosques sagrados a una virgen de la que nacería un
hijo esperado de mucho tiempo atrás, y cuyo culto conocido como el
de la “Virgen Madre”, guardaba relación con la diosa “Astaré” para
los fenicios.
A las sibilas (adivinas que
predecían el futuro en Roma) se les atribuye:
El nacimiento de Cristo.
El eclipse solar cuando murió en
la cruz.
La resurrección de los muertos.
El día del juicio final.
En el siglo XIII, San Buenaventura
relataba en un sermón de Navidad, que en el día del nacimiento del
Mesías pasaron cosas asombrosas:
Una estrella brillante apareció en
el cielo, por el lado de Oriente, en ella se veía la figura de un
hermoso niño en cuya cabeza relucía una cruz.
En Roma, al medio día apareció
sobre el capitolio, junto al sol, un círculo dorado, teniendo en el
centro una bellísima mujer, portando un niño. Viendo esta señal el
emperador Augusto ofreció incienso y se negó desde entonces a ser
llamado dios.
La gruta donde nació el Salvador
es mencionada en el proto-evangelio de Santiago, libro apócrifo del
siglo II. San Justino mártir, escribió en el año 155 que la Virgen
María había puesto al Niño Dios en un pesebre de una cueva muy
cercana al pueblo que, según San Epifanio, sería la misma de la
versión original del evangelio. Esta gruta era mostrada a los
peregrinos poco después del año 200 y era conocida como la cueva de
la Natividad. Orígenes aseguró haber visitado personalmente en el
año 248 el mismo recinto y el pesebre de Belén.
El emperador Adriano (117-138),
ordenó levantar en este lugar una estatua del dios Adonis para
borrar el recuerdo de este acontecimiento. La emperatriz Santa Elena
en el año 330 la transformó en un magnifico santuario conocido como
la “Basílica de la Natividad”. En el 529, judíos samaritanos la
quemaron, por lo que el emperador Justiniano (527-565) la reedificó,
quedando así hasta hoy. Hoy en día está en poder de los ortodoxos
griegos, que la comparten con los padres franciscanos y la comunidad
cristiana armenia.
La puerta de la basílica mide un
metro con veinte, por dos razones:
Para que los infieles (sarracenos)
no pudieran ingresar a caballo.
Para que los devotos entren en
ella casi agachados, por eso se le llama la “puerta de la
humildad”.
Sobre el año del nacimiento de
Nuestro Señor Jesucristo se tiene por seguro que fue 6 o 7 años
antes de la era actual. El error se debió a los cálculos hechos por
el clérigo romano Dionisio el “exiguo” en el siglo IV.
Según una piadosa tradición el
Unigénito de Dios nació un día domingo hacia la media noche.
La palabra Navidad viene del latín
“Nativitas”, o sea “nacimiento del Señor”. Mientras que los
católicos romanos la celebramos el 25 de diciembre, los ortodoxos lo
hacen el 6 de enero y los armenios el 18 del mismo mes.
El 25 de diciembre se celebraba la
fiesta de Mitra, el dios solar, en esta época los romanos gozaban de
paz y la gente se repartía regalos, este acontecimiento se extendía
hasta el día de año nuevo. La Iglesia Católica en el siglo IV bajo
el reinado de Constantino cristianizó esta fiesta, teniendo en
cuenta que Jesús es “el sol de la justicia” (Malaquías 4,2), “La luz
verdadera que alumbra a toda la humanidad” (Juan 1,9), también
llamado “luz de las naciones” (Isaías 42,6).
Existen tres cosas en común entre
Cristo y el dios persa Mitra:
Ambos nacerían en una cueva.
Serían visitados por pastores.
Morirían para salvar la humanidad.
En los años del Mesías hubo cuatro
gobernantes que llevaron el nombre de Herodes:
Herodes el “grande”, rey de
Israel; que mandó a matar a los niños inocentes en Belén. Nacido en
el año 73 a.C. en la población de Ashekelon, hoy al sur de Tel Aviv,
se declaró judío a pesar de que sus padres no lo eran y fue nombrado
gobernador de Galilea a los 25 años. Luego fue declarado “rey de los
judíos” por el senado romano en el año 44 a.C. A Herodes se le
recuerda de forma ambivalente. Por un lado se habla de su crueldad y
despotismo y por otro, de la estabilidad y el florecimiento
económico que hubo en su tiempo. Reinó durante algo menos de 40
años, dejando estructuras monumentales por la que se le dio el
título de “el gran constructor”: Es de valor significativo la
elaboración del segundo Templo de Jerusalén, la ciudad portuaria de
Cesarea en el norte del país, la fortaleza de Masada a orillas del
Mar Muerto, y su gran palacio en Jericó, al que le dio el nombre de
“Herodion”.
El historiador hebreo Josefo en su
libro “antigüedades Judías”, narra como Herodes mientras se
encontraba en su palacio en el monte Sión, empezó a sufrir de unas
úlceras malignas, ningún alimento podía saciar el hambre que lo
devoraba. Su cuerpo lleno de gusanos exhalaba un olor fétido, sus
miembros hinchados por la hidropesía. Sus médicos lo trasladaron a
las aguas de Callirhoe, cerca de Jericó. Se le sumergió en un baño
de aceite y betún sin ningún resultado. En un arranque de
desesperación, intentó atravesarse el corazón con un puñal e hizo
matar a su hijo Antípatro acusado de haber querido asesinarlo. Cinco
días después falleció este cruel tirano, hacia el año 4 a.C.
Herodes Antipas, tetrarca de
Galilea y de Perea (hijo del anterior); mandó a decapitar a Juan
Bautista. Seis años después de este crimen es derrotado por el rey
de los árabes y apartado de su reino. El emperador Calígula lo
desterró a Lugdunum, hoy Lión, en las Galias; donde fue estrangulado
hacia el año 40.
Herodes Agripa I (Nieto de Herodes
el Grande), quien ajustició al apóstol Santiago y encarceló a Pedro.
El libro de los Hechos de los Apóstoles afirma que “un ángel del
Señor hizo que Herodes cayera enfermo, por no haber dado honor a
Dios, y murió comido de gusanos (la lepra)”. (12,23).
Herodes Agripa II, delante de
quien compadeció Pablo cuando estuvo visitando a Festa en Cesárea.
Los cuatro momentos importantes en
la vida del Hijo de Dios en el mundo son:
Su nacimiento por medio de la
Virgen María.
Su muerte en la cruz.
Su triunfal resurrección.
El regreso al cielo a la presencia
del Padre Eterno.
En Nazaret se encuentran:
La casa de San José, que sirvió de
morada a la sagrada Familia, y donde Jesús pasó treinta años de su
vida privada; aquí hay una basílica franciscana.
La iglesia ortodoxa griega que se
localiza sobre la antigua sinagoga en la que Cristo Jesús leyó y
enseño las Escrituras.
Hay otro santuario pequeño,
rescatado del islamismo en el siglo XIX, es una capilla en donde se
venera la llamada “Mesa de Cristo”. Se tiene como seguro que en ella
comió Jesús con sus discípulos después de la resurrección.
De Herodías no se tiene más
noticias, mientras que su hija Salome, se sabe que poco después del
martirio del Bautista, se casó con su tío Filipo, hijo de Herodes el
Grande. Enviudó y se casó otra vez con su sobrino Aristóbulo, que le
dio tres hijos. Una antigua leyenda asegura que en un día muy frío
de invierno se puso a bailar sobre un lago congelado recordando la
danza con que había concedido la cabeza del profeta. El hielo se
quebró y se abrió bajo sus pies, cortándole la cabeza cuando su
cuerpo se hundió hasta el cuello. Los que la acompañaban pudieron
recuperar la cabeza pero no el cuerpo, que desapareció bajo las
aguas.
Las tres tentaciones que Cristo
Jesús resistió al Demonio en el desierto son:
Convertir las piedras en pan.
Tirarse de lo alto del templo de
Jerusalén, para que los ángeles del cielo lo salvaran.
Que se arrodillara para adorarlo.
Jesucristo actuaba como un rabino
(maestro), ya que enseñaba en la sinagoga, reúne a un grupo de
discípulos, discute con los otros rabinos sobre la ley, utiliza como
ellos refranes y parábolas, recurre a la autoridad de la ley y los
profetas, conoce las cuestiones discutidas en las escuelas
rabínicas, pero sobre todo se diferencia de los demás maestros por
dos razones:
1. Su peculiar modo de interpretar
la Torá. Sólo él se atreve a decir: “Habéis oído que se dijo a los
antiguos, pero yo os digo”.
2. Aunque los otros rabinos
evitaban el trato con los pecadores públicos, los gentiles, los
leprosos, los samaritanos y las mujeres; Jesús en cambio se juntaba
con todos ellos.
Uno de los títulos que más
utilizaba el Ungido de Dios para referirse así mismo, era el de
“Hijo del hombre”, reconociendo su misión mesiánica para salvar a su
pueblo (Daniel 7,3-14).
Cuando el primogénito de Dios en
los evangelios se refería a las “llamas eternas del Infierno”,
señalaba al basurero de Gehenna, cerca de Jerusalén; en el valle de
Jinón. Este lugar humeaba día y noche sin parar gracias a la cal,
los desperdicios de la Ciudad Santa, y los cuerpos de los animales
“impuros” y de los criminales que eran crucificados. Desde los
primeros tiempos del cristianismo se tomo ese nombre para significar
con él el “infierno”, lugar de castigo eterno para los condenados.
Los lugares donde el Unigénito de
Dios dio a conocer la Buena Nueva fueron:
Las sinagogas.
El Templo de Jerusalén.
Aldeas y campos.
En las casas.
A orillas del mar subido en una
barca.
En año 1986 se encontró cerca del
mar de Galilea, los restos de una embarcación judía de los tiempos
de Cristo, algunos creen que es la misma barca de Pedro donde el
Primogénito de Dios predicó el evangelio.
Para Orígenes la expulsión de los
mercaderes del templo, fue uno de los hechos más importantes en la
vida de Cristo.
Santa Fotina, es considerada como
la mujer samaritana a la que Nuestro Señor le pidió de beber agua.
Según diversos relatos se trasladó a Cartago con uno de sus hijos;
allí predicó el evangelio y murió en prisión en tiempos del
emperador Nerón
María Magdalena, la discípula fiel
del Maestro, y primer testigo de su resurrección; según una
tradición griega fue a vivir a Efeso, en donde probablemente murió.
Lázaro hermano de Marta y de la
anterior, según una antigua tradición oriental fue obispo y mártir
de Chipre en el reinado de Nerón. Sus reliquias fueron trasladadas
en el año 900 por el emperador León VI, de Chipre a Constantinopla
juntos con las de su hermana María Magdalena, que habían sido
encontrada en Efeso. Desde el siglo IV, los cristianos de Jerusalén,
iban en procesión a su tumba en Betania de Judea, el sábado antes
del domingo de ramos.
La entrada triunfal del Salvador a
la Ciudad Santa montado en un burro, fue de la misma forma como lo
hacían los antiguos reyes de Israel (Zacarías 9,9).
La mañana del 14 del mes de Nisán,
jueves, el cordero de un año, escogido con especial cuidado, macho y
sin mácula, era llevado al templo para ser sacrificado, esparciendo
su sangre sobre el altar de los holocaustos y ser comido después con
los ritos prescriptos en la ley mosaica.
Según la tradición la casa del
Cenáculo pertenecía a la familia del evangelista San Marcos. Aquí
sucedieron hechos sobresalientes:
La celebración de la última cena
el jueves santo.
El Señor resucitado se aparece a
los apóstoles.
La venida del Espíritu Santo en la
fiesta del Pentecostés.
Pedro liberado de prisión por un
ángel, se encuentra con los discípulos que oraban por él.
San Epifanio, narraba que el
Cenáculo fue preservado de la destrucción de Jerusalén en el año 70
de nuestra era, por los ejércitos romanos.
En un exorcismo un demonio de
nombre A-Ka-Bor confesó por boca del poseso, que “eran tales los
sufrimientos de Cristo en el huerto de los Olivos, que se sentía
totalmente perdido y abandonado por el Padre... como si hubiera sido
uno de los mayores pecadores”.
Los médicos han explicado que el
“sudor de sangre” de Jesús en el huerto del Getsemaní, se debe a
ciertos casos de tensión mental extrema.
A las afueras de la Ciudad Santa
en el valle de la Gehenna, se encuentran unas cuevas, una de ellas
se llama la del “refugio de los apóstoles”; porque según la
tradición, ocho de ellos se escondieron en aquel lugar después del
arresto del Señor.
En el valle de Kidrón hay una
serie de cámaras funerarias excavadas en la roca, según una
tradición del siglo VI, en una de ellas permaneció Santiago el
“Menor” desde que Jesús es hecho prisionero hasta su resurrección.
Al lado, se encuentra la tumba de Zacarías, padre de Juan Bautista.
Descendiendo del monte Sión, está
la “gruta del arrepentimiento” en la iglesia de San Pedro en
Gallicante (del canto del gallo). Según la tradición, en esta cueva
fue donde el apóstol habiendo salido del palacio de Caifás, lloró
amargamente.
En el siglo primero, los romanos
nombraban a los sumos sacerdotes judíos. El rico José Caifás fue
elegido por Valerio Grato, y ocupó ese puesto más tiempo que todos
sus predecesores. Posiblemente atribuía este hecho a su habilidad
como diplomático y a su amistad personal con Pilato. Tres años
después de la muerte y resurrección del Señor, Caifás perdió el
favor de las autoridades romanas y fue destituido, la orden partió
del gobernador de Siria Lucio Vitelio, superior directo de su amigo
Pilato.
En noviembre de 1990, se encontró
en el “bosque de la paz” a la salida de Jerusalén, una tumba de
piedra caliza con la inscripción “Yehosef bar Caiafa”, que en arameo
significa “José, hijo de Caifás”. Los arqueólogos comprobaron que
los restos que contenían eran de un hombre de unos 60 años de edad,
y dedujeron que podría tratarse de José -conocido habitualmente como
Caifás- que cita el historiador judío Flavio Josefo y que fue sumo
sacerdote del templo de Jerusalén entre los años 18 al 36 de nuestra
era.
En el Talmud de Babilonia (libro
histórico y religioso judío), escrito hacia el año 500, en la parte
llamada “Sanedrín”, se narra que el gran consejo de ancianos lanzó
contra Cristo la gran ex comunión que equivalía a la pena de muerte
contra el culpable y contra los que le dieran asilo. La sentencia
era pública al sonido de las trompetas,
por los sacerdotes que precedían las asambleas de las cuatrocientas
sinagogas de la Ciudad Santa. Por esta razón, Jesucristo, fue
Declarado excluido solemnemente de la sinagoga, y proclamado como
mago y seductor del pueblo de Dios (Véase Tito 1,14).
Las acusaciones que se hicieron
contra el Divino Maestro fueron:
Perdonar los pecados en su Nombre.
Recibir poder de Satanás.
Hacer milagros el día sagrado
(sábado).
Creerse superior al templo de
Jerusalén.
Hacerse llamar Hijo de Dios.
Hacerse llamar rey de los judíos.
El juicio contra el Hijo del
hombre, a la luz de los códigos judíos y romanos, presentó las
siguientes anomalías:
Arresto con soborno y
conspiración.
Pruebas insuficientes.
Falsos testigos.
Ausencia de citación y acusaciones
formales.
Juicio adelantado en horas
impropias y en día prohibido por la ley judía
Carencia de abogado defensor.
Doble juicio por el mismo delito.
Doble castigo por la misma falta.
El nombre de Poncio Pilato es uno
de los tres que aparecen en el Credo Católico, junto con el de Jesús
y el de la Virgen María.
Justino Mártir, dijo lo siguiente
con respecto a la muerte de Jesús: “Por las Actas de Poncio Pilatos
puedes determinar que estas cosas sucedieron”. Además, según el
mismo Padre Apostólico estos mismos registros mencionaban los
milagros del Señor, de los cuales dice: “De las Actas de Poncio
Pilatos puedes aprender que El hizo esas cosas”.
Antiguos relatos afirman que en el
año 36, Pilato fue llamado desde Roma por el emperador Tiberio
reprochándole la muerte del Nazareno, cuando llegó a la Ciudad
Eterna, Tiberio Había muerto, y su sucesor Calígula, no le ofreció
ningún puesto, por lo que murió amargado en una villa que había
construido entre Roma y Baias. Por su parte, el teólogo e
historiador de la Iglesia Eusebio de Cesárea, al igual que la obra
apócrifa titulada “Muerte de Pilatos”, dice que el antiguo prefecto
de Judea experimentó atroces tormentos obsesionado por la aparición
de aquel hombre que hizo crucificar, acabó suicidándose al ahogarse
en un lago suizo cerca de un monte que aún hoy se llama Pilatus.
Algunas leyendas afirman por el contrario, que se convirtió al
cristianismo tras la muerte de Jesús convencido por su esposa,
Claudia Procura, y murió mártir durante las persecuciones desatadas
por Nerón. Incluso se cree que fue bautizado por el propio apóstol
Pedro. La Iglesia Copta lo venera como santo al lado de su esposa, y
celebra la fiesta religiosa de ambos el 25 de junio.
Según la beata estigmatizada Ana
Catalina Emerich, la madera con que se hizo la cruz de Cristo,
pertenecía a un bosque cuyo terreno pertenecía al templo de
Jerusalén. Fue construida en la plaza detrás del tribunal del
Caifás.
La vía dolorosa que recorrió Jesús
al Gólgota, era un camino de piedra en forma ascendente de menos de
un kilómetro.
En el trayecto se encuentra con
varios personajes:
María su Madre, y el apóstol Juan.
La Verónica que le limpió el
rostro.
Un grupo de mujeres que las llamó
“hijas de Jerusalén”.
Simón el Cirineo, que le ayudó a
cargar la cruz.
Sobre la mujer que le secó la cara
al Señor, la tradición la nombra como “Sefarina” o “Berenice”, y la
identifican con la hemorroisa que fue curada de su enfermedad al
tocar el borde del vestido del Señor. El título de Verónica sería
una alusión al sagrado rostro, las palabras: Vero (latín=verdadero),
E icono (griego=imagen) quiere decir “verdadera imagen”. Cuando
Saulo persiguió a la Iglesia naciente, esta santa mujer dejó
Palestina, llevándose consigo la preciada reliquia.
Sobre el hombre que le ayudó a
Cristo Jesús a llevar el madero al Calvario, se sabe que era de
Cirene, en Africa. Se convirtió en un discípulo fervoroso, mientras
que sus dos hijos: Alejandro y Rufo, fueron apóstoles de la
verdadera fe.
Los peregrinos que visitan la
ciudad de Jerusalén intramuros, pueden hacer el recorrido de las
quince estaciones de la vía dolorosa, de acuerdo a los lugares
establecidos por la antigua tradición cristiana:
I.
En la explanada del castillo de Antonia, residencia
de Pilatos durante su permanencia en la Ciudad de Dios, hoy en día
la escuela El Omaría, se encontraba originalmente la capilla
franciscana de la coronación con espinas y la flagelación.
II.
Donde la cruz fue puesta sobre Jesús, está frente al
arco romano llamado del Ecce Homo, allí el procurador entregó al
Mesías a la multitud. El cuerpo principal del monumento está junto a
la calle, mientras que la parte norte del arco puede ser vista en la
iglesia y convento de las Hermanas de Sión. Todavía se puede
observar los restos del pavimento construido por Adriano en el
siglo II d.C., con varios juegos tallados en la piedra, que servía
de entretenimiento a los soldados romanos.
III.
En la calle de la puerta de Damasco (o calle del rey
Salomón), hay una capilla polaca, con una columna rota en la pared,
donde el Señor cayó bajo el peso de la cruz.
IV.
Una segunda placa en la pared de una capilla armenio
católica, marca el sitio del encuentro del Divino Hijo con su Madre.
V.
En otra capilla franciscana donde la vía dolorosa
dobla a la derecha, señala el lugar donde el Simón el Cirineo le
ayudó a cargar el madero a Cristo Jesús.
VI.
Unos pocos metros hacia el oeste, hallamos el
oratorio del convento de las “Pequeñas Hermanas de Jesús”, donde la
tradición sitúa la casa de la Verónica, quien enjugó el rostro del
Unigénito de Dios.
VII.
Cruzando el basar principal en la calle de Jan Ez
Zeit, se localiza una gran columna romana en una capilla
franciscana, por donde el Hijo del hombre abandonó la ciudad en
dirección al Gólgota, y cayó por segunda vez. La tradición refiere
que aquí era colocada la tablilla en la que figuraba la causa de la
condena. Por eso el nombre cristiano del lugar: “Puerta de la
Sentencia”.
VIII.
Pasando el hospicio alemán de San Juan, a la
izquierda, se observa una cruz latina gravada sobre una de las
paredes del monasterio griego, en la que las mujeres lloraban y se
lamentaban.
IX.
La vía dolorosa propiamente dicha termina aquí,
aunque esta estación es recordada con una columna romana en el
monasterio copto, donde el pesado leño hizo caer por tercera vez al
Santo de Dios.
Las cinco últimas estaciones se
encuentran dentro de la iglesia del santo sepulcro:
X.
Una escalera conduce a la capilla del despojamiento
de Jesús.
XI.
Lugar decorado con estupendos mosaicos, indican el
sitio donde el Ungido del Altísimo fue clavado a la cruz.
XII.
El altar de los ortodoxos griegos se alza sobre la
roca del calvario, donde fue levantada la cruz de Cristo y la de los
dos ladrones. Es de estilo oriental y ricamente adornada. Al lado de
la roca, se muestra una hendidura, debido al temblor de tierra que
hubo aquel día.
XIII.
Piedra del ungüento en la que fue colocado el cuerpo
del Redentor.
XIV.
El lugar más santo de la cristiandad, la sepultura
del Señor. Encerrada en esta sagrada cámara fue erigida por los
cruzados, sobre restos bizantinos del tiempo del emperador
Constantino.
XV.
Bajorrelieve de Jesucristo saliendo glorioso de la
tumba. Esta en la capilla de los franciscanos junto al santo
sepulcro.
El Vía Crucis es una expresión
latina que significa “camino de la Cruz”. Su origen se remonta al
siglo V, cuando los peregrinos recorrían todos los santos lugares de
la pasión, en cada uno de ellos se detenían recitando himnos y
oraciones. Hasta el siglo X no se indicó división de estaciones, y
hasta el siglo XIII no se determinó el lugar preciso por donde
Cristo caminó cargando la cruz. En un principio las estaciones
fueron cuatro, en el siglo XVI quedó establecido su número en
catorce, pero Juan Pablo II le agregó una más, la de la
resurrección.
Con respecto a la leyenda del
“judío errante”, existen dos versiones; una occidental y otra
oriental, considerándose más antigua la primera de ellas:
La leyenda occidental asegura que
se llamaba Ashaverus, que era zapatero y que tenía una pequeña
tienda a la entrada de Jerusalén, cerca del sitio por donde el
Mesías pasó con la cruz a cuestas, Habiendo solicitado Jesús al
judío que le dejara descansar un momento, éste se negó y
encolerizado lo golpeó con una herramienta al tiempo que le decía
“anda”. Por este acto Ashaverus recibió la condena del Hijo de Dios,
quien le dijo: “Yo luego descansaré, pero tú andarás sin cesar hasta
que vuelva”. Desde entonces aquel judío comenzó a recorrer la
Tierra, y sus cansados pies jamás pudieron detenerse porque cada vez
que quería hacerlo las palabras de Cristo eran la fuerza que lo
impulsaban a continuar.
La leyenda oriental afirma
que el nombre del judío era Cortafilo, y que oficiaba como
portero de Poncio Pilatos. Cuando sacaron al Mesías de la presencia
del gobernador romano, le dio una puñalada por la espalda,
diciéndole “anda”. Jesucristo le respondió: “El Hijo del hombre se
va, pero tú esperarás a que vuelva”. Después de esto Cortafilo se
convirtió al cristianismo recibiendo el bautizo de manos de Ananías,
quien le dio el nombre de José; pero continuando su
peregrinación en este Mundo. Dicen que el judío errante no lleva
más que cinco monedas de cobre. Hay quienes afirman que lo han visto
en varios lugares e incluso un autor de la Edad Media, logró
establecer que cada cien años sufre una terrible enfermedad que se
recupera, pues no puede morir sino hasta el fin de los tiempos.
Las siete palabras del Mesías en
la cruz fueron:
“Padre, perdónales porque no saben
lo que hacen” (Lucas 23,34).
“Hoy estarás conmigo en el
paraíso” (Lucas 23,43).
“He ahí a tu Hijo”. “He ahí a tu
Madre” (Juan 19,26-27).
“Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me
has abandonado?” (Marcos 15,34; Mateo 27,46)
“Tengo sed” (Juan 19,28).
“Todo está cumplido” (Juan 19,30).
“Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu” (Lucas 23,46).
En los tiempos del Mesías algunos
crucificados tardaban días enteros en morir, otros en cambio eran
rematados de tres maneras:
Les atravesaban el corazón con una
lanza, como hicieron con el Señor.
Les partían las piernas para que
fallecieran por asfixia, como hicieron con los dos ladrones.
Los golpeaban con un mazo en
el pecho, para provocar un paro cardiaco.
Sobre el eclipse solar que se
produjo el viernes santo (Lucas 23, 44-45), fue predicho por el
profeta Amos (8,9); y testificado por los historiadores profanos
como Thallus Liberto, en el reinado del emperador Tiberio; quien
dice que en ese tiempo “Una horrible Oscuridad cubrió el universo
entero”. Flegón, liberto por el emperador Adriano, escribió cien
años después “que hubo en esa época un eclipse de sol tan completo,
como nadie lo vio semejante”.
Después de morir el Redentor del
mundo, se produjo un temblor de tierra, que partió transversalmente
la roca del calvario, como se ve hoy en día (Mateo 27,50-51).
En Jerusalén hay dos lugares que
se discuten podría ser el sitio donde estuvo la tumba de Cristo
Jesús (Mateo 27,60):
La basílica del Santo Sepulcro o
de la Resurrección: Ha sido venerada durante dieciséis siglos como
el lugar más sagrado del cristianismo. Fue construida por el
emperador Constantino; hoy en día su custodia está en poder de las
iglesias católica, ortodoxa griega y armenia.
El jardín de la tumba: se
encuentra afuera de las murallas de la Ciudad Santa, es un sepulcro
tallado en piedra, fue descubierto en 1867. Data del período de la
ocupación romana, y se piensa que pertenecía a José de Arimatea. Hay
Además una colina cercana en forma de cráneo humano, Que hace
recordar al Calvario o Gólgota (calavera). Este sitio es reconocido
por muchas iglesias protestantes como el lugar bíblico de la
crucifixión.
De manera errónea otras personas
han querido identificar el lugar donde está el cuerpo del Hijo de
Dios, así por ejemplo:
En 1980, un grupo de arqueólogos
encontraron los sarcófagos de la supuesta familia de Jesús en
Talpiot, un barrio de Jerusalén. En total son diez osarios de piedra
caliza, pero solamente seis tenían inscripciones: “Yeshua bar Yosef”
(Jesús hijo de José), “María” (la madre del profeta), “Matia”
(Mateo, en hebreo, probable pariente de Jesús), “Yose” (apodo para
Yosef), “Mariamene e Mara” (María la del maestro, según el
documento apócrifo Actas de Felipe identifica a María Magdalena) y
“Yehuda bar Yeshua” (Judas hijo de Jesús, en arameo). Los
investigadores calculan que en el primer siglo de la era cristiana,
solo podían existir unas mil tumbas en la Ciudad Santa, y que en
ellas solo el 20% de los osarios tenían inscripciones. El nombre de
“Jesús”, “Yeshua” o “Yehoshua” era muy común en el pueblo hebreo, y
se ha hallado 71 veces en 900 cuevas judías de entierros,
encontradas en la ciudad vieja de Jerusalén y 1 de cada 4 mujeres se
llamaba “María”. La Autoridad de Antigüedades de Israel, tiene la
custodia de los sarcófagos, y uno de sus voceros declaró en 1996 que
la probabilidad de que los ataúdes pertenecieran a Jesús y su
familia era “casi de cero”. Los sarcófagos sin restos humanos de
“Jesús” y el de “María Magdalena”, fueron llevados a Nueva York en
marzo del 2007. Ambos no tienen más de un metro de largo y unos 50
centímetros de alto y ancho. El que supuestamente pertenece al
Mesías es más sencillo y el de la Magdalena presenta un par de
ornamentos.
Para los seguidores de la secta
evangélica islámica “Adhmadayya”, Cristo sobrevivió a la cruz, y
murió de viejo a los 120 años; su tumba se localiza en Srinagar, la
capital del estado de Cachemira, al norte de la India; donde el
Mesías fue en busca de las diez tribus perdidas de Israel.
En 1935, el sacerdote sintoísta
Koma Takeuchi, anunció según un documento hebreo perteneciente a su
familia, que había Descubierto el sepulcro de Jesucristo en una
colina de Salingo, pueblo septentrional del Japón.
Las dos pruebas bíblicas de la
resurrección del Hijo del Altísimo, son:
La tumba vacía que encontró María
Magdalena el día domingo.
Las diversas apariciones a los
apóstoles y discípulos.
El Evangelio narra las siguientes
apariciones del Señor Resucitado:
-
A María Magdalena.
-
A las otras piadosas mujeres.
-
A los dos discípulos de Emaús.
-
Al apóstol Pedro.
-
A los apóstoles en ausencia de Tomás.
-
A todos los apóstoles en compañía de Tomás.
-
A muchos discípulos a orillas del lago de Tiberíades.
-
De nuevo a los apóstoles en las montañas de Galilea.
-
Al apóstol Santiago el Menor.
-
A todos los apóstoles en el Monte de los Olivos en el
momento de subir al cielo.
San Esteban, el diácono
(servidor), que fue el primer mártir del cristianismo (hacia el año
37), al ser lapidado en presencia de Saulo a las afueras de la
Ciudad Santa por orden del sanedrín, por el delito de blasfemia
(Mentira religiosa). En el siglo V el sacerdote Luciano escribió a
cerca del descubrimiento de las reliquias del santo, las que hoy se
cree, reposan en la iglesia de San Lorenzo en Roma.
En el libro del Apocalipsis se
presenta a Jesús con varios simbolismos: “alfa y omega”, “lucero de
la mañana”, “león de la tribu de Judá”, “tronco de Jesé”, “cordero
degollado”, “Hijo del hombre”, “jinete en caballo blanco”, “palabra
de Dios”, “rey de reyes y señor de señores” y “vástago de David”.
En el siglo IV, San Gregorio
Nacianceno, gran doctor de la Iglesia de Oriente, compuso un hermoso
himno, que declara que Jesucristo “no se despojó de ninguno de los
aspectos constitutivos de su naturaleza divina, y a pesar de ello me
salvó como un médico que se inclina sobre las heridas fétidas…Era de
la estirpe de David, pero fue el creador de Adán. Era de carne, pero
también ajeno al cuerpo. Fue engendrado por una madre, pero por una
madre virgen; era limitado pero también inmenso. Y fue recostado en
un pesebre, pero una estrella guió a los Magos, que llegaron
trayéndole dones y ante El doblaron las rodillas. Como un mortal
luchó contra el demonio, pero, invencible, venció al tentador con un
triple combate…Fue víctima, pero también Sumo Sacerdote, fue
sacrificador, y sin embargo era Dios. Ofreció a Dios su sangre y de
este modo purificó a todo el mundo. Una cruz le alzó de la tierra,
pero el pecado fue traspasado con clavos…Descendió adonde estaban
los muertos, pero resurgió del infierno y resucitó a muchos que
estaban muertos. El primer acontecimiento es precisamente el de la
miseria humana, pero el segundo muestra la riqueza de ser
incorporal…Esa forma terrena la asumió el Hijo inmortal, pues te
ama”.
LOS APOSTOLES Y DISCIPULOS
DE CRISTO
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
El título de apóstol quiere decir
“enviado”, eran doce por las doce tribus de Israel, ellos fueron:
Andrés y Pedro: Hermanos y
pescadores del mar de Galilea.
Santiago el “Mayor” y Juan el
“Discípulo amado”: Hijos de Zebedeo y Salomé, eran Pescadores y
amigos de los dos primeros. Por sus temperamentos Jesús les dio el
título de “Hijos del trueno”.
Santiago el “Menor” y Judas Tadeo:
Hermanos y primos del Señor.
Felipe y Bartolomé (Natanael):
Amigos.
Mateo el “publicano”: Cobrador de
impuestos.
Simón el “ex Celote”
(guerrillero).
Tomás el “gemelo”.
Judas el “traidor”.
Nuestro Señor les dio varias
misiones y poderes:
Predicar el evangelio (La buena
nueva).
Perdonar los pecados.
Bautizar.
Celebrar la eucaristía.
Hacer milagros en su Nombre.
Expulsar demonios.
Hablar varios idiomas.
Resucitar a los muertos.
Según la tradición cristiana el
final de los apóstoles y algunos discípulos, fue el siguiente:
Andrés: Predicó el evangelio en
Asia Menor, murió crucificado en forma de X en Patras de Acaya. Sus
reliquias fueron trasladas a Constantinopla y después a Amalfi. Su
cabeza llevada a Roma en 1462, fue restituida a Grecia por el papa
Pablo VI.
Pedro: Crucificado en Roma por el
emperador Nerón hacia el año 64 0 67. Sus restos se encuentran en el
Vaticano.
Santiago el “Mayor”: Evangelizó
España, fue decapitado en Jerusalén en el año 42, fue el primer
apóstol en dar su vida por el Divino Maestro. Su cuerpo fue
trasladado a la región de Galicia (España). Hoy se encuentra en la
iglesia de Santiago de Compostela.
Juan: Después de la resurrección
está casi constantemente junto a Pedro. Tertuliano narra que bajo
el emperador Domiciano fue echado a una caldera de aceite hirviente
ante la puerta latina de Roma, de la que salió milagrosamente ileso,
después fue desterrado a la isla de Patmos. Según se cree, en
emperador Nerva lo puso en libertad, y murió de anciano en la ciudad
de Efeso.
Santiago el “Menor”: Obispo de la
Ciudad de la Paz después del martirio de Santiago el “Mayor”. Fue
arrojado del pináculo del templo y luego apedreado en el año 61 0
62, por el sumo sacerdote Anás II.
Judas Tadeo: Predicó en Judea,
Samaria, Siria, Arabia, Mesopotamia y en la lejana Libia. Murió en
Beirut, aunque otros relatos afirman que él y San Simón sufrieron el
martirio en Suanis (Persia).
Bartolomé: Evangelizó en Arabia y
la India, después se dirigió a Armenia donde suscitó fuertes
envidias de los sacerdotes paganos, el hermano del rey Polimio, de
nombre Astiage, dio la orden de despellejarlo y luego decapitarlo.
Felipe: Murió crucificado en
Hierápolis bajo el reinado de Domiciano o de Trajano a la edad de 87
años. Se dice que sus reliquias fueron llevadas a Roma y colocadas
junto a las de Santiago el “Menor” en la iglesia de los Santos
Apóstoles.
Tomás: Su labor apostólica la
realizó en la India donde fue martirizado.
Mateo: Predicó entre los judíos y
después en otros pueblos, una antigua tradición menciona que como
jefe misionero no murió mártir; en cambio, otra fuente menos segura,
afirma que fue lapidado, quemado y decapitado en Etiopía; de donde
sus Restos fueron llevados a Paestum, en el Golfo Salernitavo, y en
el siglo X a Salerno donde se encuentra hasta nuestros días.
Simón: Se cree que con el apóstol
Judas Tadeo recorrieron las provincias del imperio persa. Otra
fuente atestigua que fue a Egipto, Libia y Manitania; padeció el
martirio durante el imperio de Trajano, en el año 107, a la edad de
120 años.
Matías: Eusebio, el historiador de
la Iglesia, consigna que fue uno de los setenta discípulos de Jesús:
Los apócrifos le sitúan predicando en Judea y más tarde de
Capadocia, junto al Mar Caspio. Otros lo desplazan hasta Etiopía
donde le quemaron los ojos y fue después decapitado. Sus supuestas
reliquias fueron trasladadas de Jerusalén a Roma por la emperatriz
Sana Elena, madre de Constantino el Grande.
Pablo: Decapitado en Roma por el
emperador Nerón, y por la misma época de Pedro, el príncipe de los
apóstoles. Sus reliquias están en las iglesias de San Pablo
extramuros y San Juan de Letrán.
Bernabé: Evangelizó al lado de
Pablo en Antioquía, Chipre, Italia. Murió en Chipre, pero también
escritos apócrifos hablan de su martirio por lapidación a manos de
los judíos hacia el año 70 en la diáspora de Salamina.
Marcos (o Juan Marcos): Era primo
o sobrino de Bernabé, compañero de Pedro en sus viajes misioneros en
Oriente y en Roma, donde escribió su evangelio. Probablemente murió
en el año 68 de muerte natural, y según otra crónica, como mártir
en Alejandría (Egipto), atado con una cuerda en el cuello, luego
arrojaron su cuerpo a las llamas. Sus reliquias se encuentran al
parecer en la Basílica de Venecia (Italia).
Lucas: Acompañó a Pablo desde su
segundo viaje apostólico, falleció a la edad de 84 años en Beocia.
Timoteo: Fue puesto al frente de
la iglesia de Efeso, donde permaneció hasta su martirio a causa de
un motín popular en el año 97.
Tito: Obispo de Creta, evangelizó
en Dalmacia; murió en Creta en edad avanzada.
Simón: El ya mencionado Eusebio de
Cesarea, autor de Historia Eclesiástica, afirma que remplazó a su
hermano Santiago el “Menor” como obispo de la Ciudad Santa por más
de cuatro décadas, hasta que sufrió el martirio durante las
persecuciones de Trajano; tenía más de cien años.
Judas Iscariote: Se ahorcó a las
afueras de Jerusalén, “cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y
todas sus entrañas se derramaron” en un terreno que fue conocido
como Acéldama, que quiere decir “campo de sangre”, está ubicado al
sur del monte Sión. Este lugar es un grupo de sepulcros excavados en
la roca, que con en tiempos de los cruzados fueron reunidos bajo una
misma gruta con el objetivo de formar un osario inmenso. En él
recibían sepultura desde los primeros siglos, los peregrinos muertos
en la Ciudad Santa.
JESUS PARA LOS PAGANOS,
JUDIOS Y MUSULMANES
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
A parte de los libros del Nuevo
Testamento se encuentran diversos relatos históricos que comprueban
la existencia de Jesús en Israel, en el siglo I de nuestra era.
I. JESUS Y LOS ESCRITORES
PAGANOS
El historiador romano Tácito
hacia el año 115 escribía en su obra “Anales de Roma”, que en los
tiempos del emperador Nerón, con el fin de terminar las acusaciones
en contra suya por el incendio de Roma (año 64), éste echó la culpa
a cierta gente llamados “cristianos”; miembros de un movimiento
fundado por un tal Cristo, quien fue castigado a muerte por el
procónsul Poncio Pilatos, en la época del reinado de Tiberio César
(14-37 d.C.).
Suetónio (120 d.C.), habla de
Jesús en su historia “Vida de los Doce Césares”, pero de una manera
vaga e imprecisa, pues dice que “en tiempos del emperador Claudio
(54 d.C.), se produjo algunos tumultos entre los judíos de Roma,
impulsores de Chresto” (Hechos 18,1-2). Este nombre aparece también
en otros escritos contemporáneos y se le pude relacionar con
“Cristo”, (Ungido o Sagrado en griego), título con que se reconoce a
Jesús en su ministerio público.
Plinio el joven, procónsul de
Bitania, en una carta enviada al emperador Trajano hacia el año 112
d.C., narra la expansión del cristianismo en Asia Menor, en “donde
se cantan himnos religiosos en honor de cierto Cristo como si fuera
un Dios”. Afirmaba además que los cristianos del siglo primero
estaban dispuestos a morir por su creencia en El.
El filósofo Celso, en el año 180
d.C., en su libro”Doctrina Verdadera”, hace alusión en contra de
Jesucristo, diciendo: “Oprobio tuyo el haber nacido en una aldea
judía de una mujer lugareña pobre hilandera…y si eres Hijo de Dios,
¿! Cómo es que en tu pasión no te ayudó tu Padre ni fuiste tú capaz
de ayudarte a ti mismo!?...” ¡Cómo es, que, llegando a la mayoría de
edad no reinaste sino que, todo un Hijo de Dios anduviste
míseramente mendigando, escondiéndote de miedo de acá para allá!?”.
“Porque a los judíos, en vez de hacerles señores de toda la tierra,
no les has dejado un lugar en ella; y a vosotros (los cristianos),
si es que aún queda alguno que anda por ahí errante o se esconde, se
le busca para darle muerte”.
II. JESUS EN EL JUDAISMO
Los textos judíos más antiguos
que hablan sobre Jesús de Nazaret, se encuentran en el Talmud
(Enseñanza), escrito a finales del siglo I de nuestra era. En uno de
sus apartes habla erróneamente que “colgaron a Jesús la víspera de
la fiesta de Pésaj (la Pascua). Pero el pregonero se acercó ante él
durante cuarenta días [y dijo]: Este sale fuera para ser lapidado
porque practica la hechicería y ha seducido y dividido a Israel.
Todo el que sepa algo en su favor, que venga y abogue por él. Pero
no hallaron nada en su favor y le colgaron la víspera de la fiesta
de Pésaj…Fue un seductor…Simpatizaba con el gobierno (romano). En
otro pasaje agrega: “Nuestro maestros enseñaron: Cinco discípulos
tuvo Jesús: Matai, Nakai, Nezer, Buni y Toda”.
El juicio histórico de estos dos
textos es mínimo. La memoria judía se limita solamente a citar el
nombre de Jesús y posiblemente al del apóstol Mateo (Matai), y al
echo de que Jesús fue ajusticiado. Se afirma que Jesús practicó la
hechicería (hizo milagros), que sedujo y desavió a Israel; además,
que tuvo cinco discípulos y que fue ajusticiado la víspera de la
fiesta del Pésaj. Uno pregonero invoca a los posibles
testigos que podían haberle salvado la vida, pero no halló ninguno.
Por consiguiente no puede haber la menor duda sobre su culpabilidad.
Se acentúa, en fin, que no fueron los judíos, sino la fuerzas de
ocupación romanas quienes ajusticiaron a Jesús, y ello a pesar de
que “simpatizaba con el Gobierno”, lo que, una vez más, es la prueba
concluyente de su culpabilidad.
De un total de cerca de 15000
páginas, los escritos talmúdicos apenas dedican 15 a la persona de
Jesús. Dicho de otra manera, el más célebre de los hijos del Pueblo
de Dios, sólo es citado de pasada, ya que los hebreos de la época
consideraban al cristianismo como una secta más o menos importante
de la que había que tomar distancia y hacer claridad.
Por su parte, Flavio Josefo
(37-100 d.C.), fariseo e historiador judío, quien después de la
destrucción de Jerusalén en el año 70, sirvió en la corte del
emperador Vespasiano, en Roma. En este período escribió dos de sus
más importantes obras: “Guerra Judías” y “Antigüedades Judías”
(75-79). En el primer libro menciona a Juan el Bautista, y comenta
su muerte a manos del tetrarca de Galilea, Herodes. En otro pasaje
habla que” [Anán, el sumo sacerdote] reunió el sanedrín. Llamó a
juicio al hermano (primo) de Jesús que se llamó Cristo; su nombre
era Jacobo [o Santiago]”.
En su segundo volumen agrega que
“existió hacia este tiempo Jesús, hombre sabio, si cabe llamarlo
hombre, ya que hizo obras extraordinarias de maestro de los hombres
que acogen la verdad. Atrajo a sí muchos judíos y griegos; era el
Cristo, y habiéndole castigado Pilatos en la cruz, por denuncias de
los fariseos, no por eso dejaron los suyos de amarlo. Se les
apareció al tercer día (de su muerte) nuevamente vivo, lo cual ya
había sido anunciado por los profetas al igual que otras cosas
admirables respecto a él. Aun hoy no ha decaído la tribu que de él
son llamados los cristianos”.
Alrededor de un siglo después de
la muerte de Cristo, Justino Mártir escribió una obra llamada
Diálogo con Trifón, en ella dijo: “Ustedes (los judíos) han enviado
por todo el mundo a hombres escogidos y ordenados para proclamar que
una herejía impía y desaforada había procedido de cierto Jesús, un
engañador galileo, a quien crucificamos, pero a quien por la noche
sus discípulos robaron de la tumba donde había sido puesto”. Ahora
bien, Trifón era judío, y el Diálogo con Trifón se compuso para
defender el cristianismo contra el judaísmo.
A Partir del siglo X, empieza a
circular la llamada “Toledot Jeshua” (las generaciones de
Jesús). De este anti-evangelio judío, leído secretamente sobretodo
en la Edad Media, circularon numerosas versiones. Se presentaba a
Jesús como hijo ilegítimo de María y del soldado romano Pandera. Su
educación religiosa corrió a cargo de los rabinos. Más tarde, se
dedico a la magia. Cuando cosió en su piel un pergamino con el
Tetragrama (YHVH en hebreo), recibió poderes sobrenaturales,
que puso al servicio del mal. Finalmente, fue desenmascarado como
falso profeta y crucificado. Sus discípulos tras haber robado su
cadáver, proclamaron que había resucitado.
Hoy en día ciertas corrientes
del judaísmo incluyendo a algunos rabinos, están de acuerdo en
admitir que “Yeshua de Nazaret”, fue un profeta del pueblo
antiguo de Israel, pero no es el Mesías (Ungido) de Dios. Por el
contrario, también existen los llamados “judíos mesiánicos”, quienes
reconocen a “Yeshua” como el Mesías (Mashiaj) esperado
por Israel. Están unidos en la fe con los hermanos y hermanas
gentiles (no judíos), pero conservan su autonomía, su independencia,
sus tradiciones, los mandamientos, las festividades religiosas
ordenadas en la Torá al pueblo hebreo, las bendiciones y
oraciones en las sinagogas (Ayodá), su ancestral liturgia, la
circuncisión, llevan el tallit, el kipah y los
tefillim; guardan el Sabath, observan la Kashrut,
el ayuno prescrito en la ley mosaica y otras costumbres. A estas
observaciones se añade la fe en las sagradas escrituras del Nuevo
Testamento. El Espíritu Santo es Ruaj haKodesh; el nombre de
Dios lo suelen escribir omitiendo una vocal, para indicar que es un
nombre impronunciable: Di-s. Un sacerdote es un cohén
y un obispo es un bishof; la Eucaristía se le llama Seudat
y el bautismo Tevilá; el Evangelio es la Besurá,
mientras que el Antiguo Testamento es el Tanak, y el Nuevo
Testamento es B´rit Hajadashá.
Algunos de estos “judíos
mesiánicos” se consideran cercanos o incluso hermanos con la Iglesia
Católica; otros en cambio, se ven y proclaman como hostiles a lo que
ellos consideran engañados de esta misma institución.
III. JESUS EN EL ISLAM
El Islam (Sometimiento a Dios)
es la tercera de las tres grandes religiones monoteístas. Consideran
como sagrado la Torá (Enseñanza) escrita por Moisés, los
Evangelios (Buena Nueva) de Jesús, y el Corán (Versos
Sagrados) de Mahoma. En su doctrina se habla de dieciocho profetas (Yahyas)
precursores del Islam: dieciséis del Antiguo Testamento desde Adán,
Sem, Noé, Abraham, Ismael, José, Moisés, David, Salomón y otros;
contando con dos del Nuevo Testamento: Juan el Bautista y Jesús,
Hasta llegar al último y gran profeta Mahoma (el Amado, el Alabado),
con el que Alá (El Misericordioso), cierra la revelación
sagrada. Los islámicos sólo prestan atención a Jesús (´Isa)
en la medida que se habla de él en el Corán. Tienen cierta
veneración a su madre María, quien junto con Fátima (la hija de
Mahoma), son las dos mujeres más importantes en el mundo musulmán.
También creen que Jesús y María no fueron tocadas por Satán en el
momento de nacer. Por eso no lloraron, algo que sí ocurre con el
resto de los seres humanos
Hay un primer texto coránico en
el que se describe el nacimiento de la madre de Jesús (el Bendito de
Dios): María es hija de Imrán y de Ana; ésta consagra la niña a Alá
ya antes de nacer. Todavía niña, María es llevada a una celda del
Templo de Jerusalén, donde es educada por su tío el sacerdote
Zacarías. Cada vez que éste entra en su celda, halla en ella un
alimento milagroso.
En otro pasaje del texto
islámico describe el anuncio del nacimiento de Jesús por medio del
arcángel Gabriel. Algunos intérpretes del Corán opinan que Jesús fue
engendrado por este ser celestial, aunque de una manera
absolutamente inusual. María concibió a su hijo cuando se puso una
túnica sobre la que antes había soplado Gabriel. También se narra el
nacimiento de Jesús con dolores de parto de su madre debajo de una
palmera, de la que brotó un manantial de agua con que María calma la
sed.
El Corán afirma que Jesús no es
el “Hijo de Dios”, sino el “Hijo de María”, quien es un gran profeta
con poderes para hacer milagros. Se habla de curaciones de leprosos
y ciegos, de resurrecciones de muertos, de su predicación. No
Obstante, no admiten su muerte redentora en la cruz, ni su triunfal
resurrección. “Los judíos ciertamente crucificaron el cuerpo del
Mesías, es decir, al hombre Jesús, pero los clavos no pudieron
llegar hasta el Mesías espíritu, porque Alá lo elevó al paraíso”. El
profeta Jesús (como enviado de Dios), será resucitado antes del día
del Juicio Final, y todos los judíos y cristianos creerán en él.
Tras su muerte, será sepultado en la ciudad de Medina, junto a
Mahoma, fundador del Islam.
EL VERDADERO ROSTRO DEL
HIJO DE DIOS
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
I. CONTEXTO GENERAL
El personaje más importante de
la historia de la humanidad es sin lugar a dudas Jesús de Nazaret.
No obstante, los evangelistas guardaron silencio sobre su aspecto
físico. La ausencia de una descripción fisonómica se debe a que la
cultura hebraica, tenía prohibido toda representación artística de
lo humano, para no caer en la idolatría. Como el cristianismo en sus
comienzos fue considerada una secta neo-judía, que observaba muchas
de las prácticas comunes de la ley mosaica. Por eso, los primeros
seguidores del Señor no se preocuparon en perpetuar una imagen suya.
II. LOS RELATOS BIBLICOS
A. ANTIGUO TESTAMENTO:
En los textos
veterotestamentarios hay una referencia sobre la figura humana del
Verbo Encarnado:”! Eres el más hermoso de los hombres ¡…Por eso Dios
te bendigo para siempre” (Salmo 45,2). Igualmente, los escritores
sagrados pusieron por escrito algunas profecías sobre su dolorosa
pasión:
“Pero yo no soy un hombre, sino
un gusano; ¡Soy el hazmerreír de la gente¡ Los que me ven, se burlan
de mí; me hacen muecas.” (Salmo 22,6-7).
“Ofrecí mis espaldas para que me
azotara y dejé que me arrancaran la barba. No retiré mi cara de los
que me insultaban y escupían” (Isaías 50, 6).
“Así como muchos se asombraron
de él, al ver su semblante, tan desfigurado que había perdido toda
apariencia humana” (Isaías 52,14).
“No tenía belleza ni esplendor,
su aspecto no tenía nada atrayente; los hombres lo despreciaban y lo
rechazaban…Como a alguien que no merece ser visto” (Isaías 53, 2-3).
B. NUEVO TESTAMENTO:
En el evangelio de San Lucas nos
narra que Jesús empezó su vida pública cuando era un varón de raza
judía, y de unos treinta años de edad (3,23), tendría también una
contextura atlética por sus muchas caminatas en las provincias de
Israel. Asimismo, hay algunas indicaciones sobre su aspecto
fisonómico después de su resurrección. Como cuando se presenta a los
discípulos con las marcas de la crucifixión (Lucas 24,40; Juan 20,
20.27), pero por tener ya un cuerpo glorioso y divino, tiene la
facultad de aparecerse bajo la apariencia de un jardinero, a María
Magdalena (Juan 20, 14-15), o “bajo otra figura”, a los discípulos
camino a Emaús (Lucas 24,15-16). Su rostro era muy distinto del que
les era familiar a los que le conocían (Lucas 24,31; Juan 20,16;
21,4.7). San Pablo puede decir entonces que Cristo Jesús es “el
hombre celestial” (1 Corintios 15,47).
En el libro de las Revelaciones
hay un apunte que hablan sobres la apariencia simbólica de
Jesucristo:
“El Hijo del Hombre (estaba),
vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido en el pecho
con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como
blanca nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al
bronce bruñido, refulgentes como en un horno; y su voz como
estruendo de muchas aguas. … de su boca salía una espada aguda de
dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su
fuerza”. (1,13-16).
En esta visión en la isla de
Patmos, San Juan ve al Señor con las vestiduras propias del sumo
sacerdote. Sólo el sumo sacerdote del templo de Jerusalén llevaba la
túnica blanca y un cinturón de oro a la altura del pecho. Lo observa
además con cabello blanco, signo de sabiduría eterna. Los ojos son
de fuego, porque todo lo ve. Sus pies son de bronce, inamovibles,
siempre permanece fiel a su promesa. Su voz es como el estruendo de
las olas del mar, la voz de Jesús se sigue escuchando poderosamente
a través de los tiempos. De la boca del Mesías sale una espada de
doble filo, pues la palabra de Dios es como una espada de doble filo
que penetra hasta lo más profundo del alma humana. Su rostro es como
un sol brillante, solamente El es el verdadero sol de justicia, que
alumbra a toda la humanidad.
III. VISION DE ANA
CATALINA EMMERICH
La beata mística Ana Catalina
Emmerich describe en una visión la imagen humana de la segunda
persona de la Trinidad:
“El color de la piel de Jesús,
como el de María, era delicado, con una ligera tonalidad rosada. Por
las muchas caminatas y los viajes en los últimos tres años su cara
se había ido volviendo morena. Jesús era de tórax amplio pero no era
velludo, como Juan el Bautista, que lo tenía cubierto de un pelo
rojizo. Sus hombros eran anchos, sus brazos robustos, sus muslos
macizos, sus rodillas fuertes y endurecidas como las del hombre que
ha viajado mucho, los muslos largos y las pantorrillas musculosas,
sus pies eran de bella forma y sólidamente construidos, sus manos
eran hermosas, de dedos largos y finos, y, sin ser delicadas, no
eran como las de un hombre que las emplea en trabajos penosos. Su
cuello no era corto, pero sí robusto, su cabeza, hermosamente
proporcionada, de frente alta y ancha, y un rostro de óvalo puro; el
cabello era de color cobre oscuro, no era muy espeso, y quedaba
abierto naturalmente en lo alto de la frente para luego caer sobre
sus hombros; llevaba barba corta y acabada en punta”.
IV. EL ARTE CRISTIANO
En Occidente, las primeras
imágenes que representan a Jesucristo, aparecieron a mediados del
siglo II en las catacumbas romanas. Las más antiguas pinturas
muestran al Ungido como un joven altivo, con cabello corto y rizado
a la costumbre romana (o como el dios Apolo), tal como se puede ve
en la estatua llamada “Cristo como maestro de los hombres”, que se
conserva en el museo de Las Termas, en la Ciudad Eterna.
Posteriormente, las figuras de la primera mitad del siglo III, lo
describen como un varón de mediana edad con cabello y barba larga, y
con las mismas características que ha conservado la tradición
bizantina y occidental desde el siglo IV.
La Iglesia Católica definió que
“como el Verbo se hizo carne asumiendo una verdadera humanidad, por
eso se puede pintar y hacer imágenes sagradas de la faz humana del
Hijo de Dios” (Concilio de Letrán, año 649). El creyente que veneré
un lienzo o imagen sagrada, “venera a la persona representada en
ella” (Concilio de Nicea II, año 787). Comparar con (1 Juan 1,1-3).
V. TESTIMONIO DE LOS
PADRES DE LA IGLESIA
Entre los Padres de la Iglesia
las opiniones sobre el aspecto físico del Divino Maestro, eran muy
diversas:
Orígenes (siglo III), describió
al Unigénito de Dios con dos apariencias; una humana, que era la que
se presentaba a todos, y la otra divina y resplandeciente, como la
que contemplaron los apóstoles Pedro, Santiago y Juan en la
Transfiguración en el monte Tabor (Mateo 17,2; Lucas 9,29). Aun
cuando siempre era el mismo, no por eso les aparecía igual a todos.
Como sucedió en el huerto de Getsemaní, en el que los esbirros que
lo buscaban y que lo habían visto con frecuencia necesitaron de
Judas para que les indicase quién era (Mateo 26,48).
Clemente de Alejandría (siglo
III), agrega: “No era la belleza de la carne la que El ostentaba
sino la verdadera del alma y del cuerpo; la de aquélla en cuanto
obraba el bien, la de éste en la inmortalidad del alma”.
Tertuliano (siglo III), escribía
que “el Señor andaba por el mundo vestido con toscos paños y era
corriente su aspecto y sus modales, la insignificancia y la pobreza
era el aura de su persona”. Eusebio de Césarea (siglo IV), comenta
estas palabras de Tertuliano hablando “de la insignificancia y
oscuridad de Cristo y de la humillación del hombre exterior y
visible”.
San Agustín (siglo V), aclara
que “cualquiera que haya sido el rostro humano de Cristo es único,
y sin embargo, cada uno lo imagina y todos de maneras muy diversas.
De hecho no lo conocemos, no sabemos sino que se hizo hombre”.
Otros santos como Juan
Crisóstomo y Jerónimo (siglo IV), Anselmo (Siglo XII), y Tomás de
Aquino (siglo XIII); resaltaban más bien el semblante torturado de
Cristo en su pasión y muerte, basándose en los texto antes citados
del Antiguo Testamento.
El escritor cristiano Andrés
(hacía el año 710), Metropolitano de Creta, haciendo alusión de una
tradición atribuida al evangelista San Lucas, de un retrato de
Cristo; comentó: “También el (historiador) judío (Flavio) Josefo,
cuenta que el Señor Jesús fue visto de la misma manera: con cejas
unidas, los ojos bellos, el rostro alargado y de buena estatura”. Si
dicha pintura existió, no hay rastros de ella.
VI. DEVOCIONES
PARTICULARES
EL SAGRADO CORAZON DE
JESUS:
Se inicia con Santa María
Margarita Alacoque (1647-1690), monja francesa de la órden de la
Visitación, a la que Cristo Jesús se le presenta en tres
oportunidades entre los años de 1673 a 1674, en el convento de
Paray-Le-Monial (Francia). La santa relata que el “Maestro
Jesucristo” se le aparecía reluciente de gloria, con sus cinco
llagas brillantes, para encomendarle la propagación de la fe a su
Sagrado Corazón entre llamas, y diciéndole: “He aquí el Corazón que
tanto ha amado a los hombres”.
La santa vidente señala después,
la necesidad de venerar al Sagrado Corazón bajo la forma de una
imagen, que reprodujera la figura presentada a ella en estas
apariciones.
JESUS DE LA DIVINA
MISERICORDIA:
Su artífice fue Santa Faustina
Kowalska (1905-1938), religiosa polaca de la congregación de Las
Hermanas de la Caridad de la Madre de Dios. Cuando se encontraba en
su convento en Cracovia (Polonia), tuvo un 22 de Febrero de 1931,
una aparición de Nuestro Señor vestido de blanco. Una mano estaba en
ademán de bendecir, y con la otra tocaba el vestido en el pecho. De
su mano salían dos rayos de luz. El uno rojo y el otro blanco, que
representaban la sangre y el agua que brotaron de la herida con la
lanza en su costado (Juan 19,34). El Príncipe de la Paz le manda a
pintar una imagen suya de esta manera, y que lleve esta inscripción:
“Jesús yo confió en Ti”. Además le confesó: “Esta misma mirada que
aparece en mi rostro es la misma que desde la cruz dirigí a favor de
los pecadores”.
Cuando en 1934 un artista pintó
según las indicaciones de la vidente el cuadro de Cristo, Sor
Faustina no quedó contenta porque le parecía que el retrato era
muchísimo menos hermoso de cómo ella lo había visto. Pero el Señor
le aclaró: “Puedes estar tranquila, pues por medio de esta imagen y
esta devoción yo voy a atraer personas, en diversos países hacia mi
misericordia”.
VII. LEYENDAS PIADOSAS
La tradición sobre la existencia
de una milagrosa impronta de Cristo es muy antigua y se remonta a
los tiempos del rey Abgar, soberano de la ciudad de Edesa (Hoy Urfa,
en el extremo oriental de Turquía), quien aquejado de una enfermedad
incurable, escribió por el año 30 o 32 de nuestra era una carta a
Jesucristo, y se la envió por medio de su mensajero Hannan o
Ananías:
“Abgar, rey de Edesa, saluda a
Jesús, el buen Salvador que ha aparecido en Jerusalén:
Han llegado a mis oídos noticias
referentes a ti y a las curaciones que, por lo visto, realizas sin
necesidad de medicinas ni de hierbas. Pues, según dicen, devuelves
la vista a los ciegos y la facultad de andar a los cojos; limpias a
los leprosos y expulsas espíritus inmundos y demonios; devuelves la
salud a los que se encuentran aquejados de largas enfermedades y
resucitas a los muertos.
Al oír, pues, todo esto acerca
de ti, he dado en pensar una de estas dos cosas: o que tú eres Dios
en persona, que has bajado del cielo y obras estas cosas, o bien que
eres el Hijo de Dios y (por eso) realizas estos portentos. Esta es
la causa que me ha impulsado a escribirte, rogándote al propio
tiempo te tomes la molestia de venir hasta mí y curar la dolencia
que me aqueja.
He oído decir, además, que los
judíos murmuran contra ti y que pretenden hacerte mal. Sé bien,
pues, que mi ciudad es muy pequeña, pero noble, y nos basta para los
dos”.
A esta carta respondió el
Enviado de Dios con otra que decía:
“Abgaro: Dichoso de ti por creer
en mí sin haberme visto. Pues escrito está acerca de mí que los que
me hubieren visto no creerán en mí, para que los que no me hayan
visto crean y tengan vida.
Por lo que se refiere al objeto
de tu carta, en la que me rogabas viniera hasta ti, (he de decirte
que) es de todo punto necesario que yo cumpla íntegramente mi
misión; y que, cuando la hubiere cumplido, suba de nuevo al lado de
Aquél que me envió.
Más, cuando estuviere allí, te
enviaré uno de mis discípulos para que cure tu dolencia y te dé vida
a ti y a los tuyos”.
Con la legendaria
correspondencia se le añadió una coletilla según la cual Hannan o
Ananías, que era pintor quiso hacer un retrato del Salvador. Preparó
para ello los colores que le parecieron adecuados, pero le era
imposible retratar el rostro porque éste cambiaba a cada instante.
Jesús entonces aplicó su cara a un lienzo y dejó en él impresa su
faz.
Uno de los testimonios profanos
más valiosos acerca de la apariencia física y la personalidad del
Redentor del Mundo, la encontramos en la célebre carta que Publio
Léntulo, procónsul de Judea (anterior a Poncio Pilatos), envió al
emperador Tiberio César, en Roma. Este manuscrito se conserva en
casa de SS Cesarini en Roma. Es la siguiente:
“Te envió, majestad, la
respuesta que con tanta ansiedad esperabas. Últimamente ha hecho su
aparición en Judea un hombre dotado de extraordinario poder; lo
llaman el Gran Profeta; sus discípulos lo apellidan Hijo de Dios. Su
verdadero nombre es Jesús. A diario se cuentan de El raros
prodigios: resucita a los muertos, cura todas las enfermedades y
tiene asombrado a Jerusalén con su extraordinaria doctrina. Es de
aspecto majestuoso, de resplandeciente fisonomía llena de suavidad;
a la vez severo y dulce, inspira respeto y amor a quien lo ve. Su
cabello es del color del vino y desciende ondulado sobre la espalda,
donde se parte en dos, al estilo Nazareno. Su frente es pura y
altiva; tiene la piel bronceada y limpia; su boca y su nariz son
perfectas; su barba abundante y del mismo color de los cabellos; sus
ojos son azules, plácidos y brillantes; sus manos finas y largas;
sus brazos, de una gracia encantadora. Es semejante a su madre que
es la más bella figura que se haya visto en estos contornos. En sus
dichos y sentencias es grave y preciso. Es la expresión más pura de
la virtud, y de una sabiduría que supera con mucho a la de los más
grandes genios. Cuando reprende y condena es terrible; cuando
instruye y exhorta, su palabra es dulce y acariciadora. Nadie lo ha
visto reír, pero muchos lo han visto llorar. Va con los pies
descalzos y la cabeza descubierta. Viéndolo a distancia hay quien lo
desprecie, pero estando en su presencia no hay quien no se
entremezcla con hondo respeto. Cuantos se acercaron a El dicen haber
recibido enormes beneficios, pero hay quienes lo acusan de ser un
peligro para el César porque afirma que reyes y esclavos son todos
iguales ante Dios…Mándame sobre el particular lo que quieras y serás
prontamente obedecido.”
P. Léntulo.
Hay que resaltar que ambos
relatos no son más que piadosas leyendas, sin ningún valor
histórico.
VIII. EL HOMBRE DE LA FOTO
El periodista estadounidense
David Scoott, fue enviado en 1967, a cubrir el conflicto entre
Israel y Egipto, conocido como la “guerra de los seis días”. En un
bombardeo de la aviación egipcia, Scoott debió resguardarse en un
refugio antiaéreo situado al pie de una colina en el desierto del
Sinaí. Una bomba cayó cerca y tapó la entrada. Paso un rato,
mientras se encontraba en medio de la oscuridad e incomunicado con
el exterior, sintió que empezaba a faltarle el aire. Mientras oraba,
vio la imagen de Jesús que se encontraba de pie. Tomó con dificultad
su cámara fotográfica y la accionó; luego perdió el conocimiento y
horas más tarde fue rescatado por la Cruz Roja.
Cuando se recuperó, mandó a
revelar el rollo y encontró en la última foto el rostro que había
visto en el refugio. Fue tal su impacto, que regresó a los Estados
Unidos e ingresó en un seminario católico, más tarde se ordenó de
sacerdote. Mientras estudiaba, escribió en 1975 un artículo titulado
“Jesucristo vive, yo lo vi y lo fotografié”. Dicho testimonio lo
siguió proclamando hasta el día de su muerte.
La fotografía en blanco y negro
fue estudiada por expertos en el tema, quienes afirmaron que dicho
rostro es de una persona humana, y al sobreponerla con la impronta
de la Sábana de Turín; concluyeron que ambos coinciden
perfectamente.
FRASES CELEBRES
SOBRE JESUS
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
Yo soy la luz del mundo; el que me
sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Juan 8,12.
Yo soy el buen Pastor. Juan 10,11.
Yo soy la resurrección y la vida;
el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Juan 11,25.
Yo soy el camino, y la verdad, y
la vida; nadie va al Padre, sino por mí. Juan 17,6.
Jesús nos amó hasta el fin. Juan 13,1.
Sin Jesús nada podemos hacer. Juan 15,5.
El que no está con Jesús está
contra El. Lucas 11,23.
Si con tu boca reconoces a Jesús
como Señor, y con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzarás
la salvación. San Pablo (Romanos 10,9).
A todo puedo hacerle frente, pues
Cristo es quien me sostiene. San Pablo (Filipenses 4,13).
Ya no soy yo quien vive, sino que
es Cristo quien vive en mí. San Pablo (Gálatas 2,20).
Jesús es el mismo ayer, hoy y
siempre. Hebreos 13,8.
En el Antiguo Testamento se
esconde el Nuevo, y en el Nuevo (en la persona de Cristo) se hace
realidad el Antiguo (Comparar con Mateo 13,17). San Agustín.
Aprende de Cristo lo que no
aprendes de los hombres. San Agustín.
El Sermón del monte, es el resumen
de la doctrina cristiana. San Agustín.
Quien vive con Cristo, no tiene
miedo de encontrarse con El. San Agustín.
Jesús es el camino de la verdad
que conduce a la vida. San Agustín.
El verbo se hizo carne, para poder
morir por nosotros. San Agustín.
Dulcísimo Jesús no seas mi juez
sino mi salvador. San Jerónimo Emiliani.
La primera pobreza de los pueblos
es no conocer a Cristo. Beata Teresa de Calcuta.
Jesucristo es el sacramento de
Dios Padre. P. Jorge Cadavid.
La única libertad en el hombre que
ha durado dos mil años, es la de Jesús; porque está fundada en el
amor. Paride Tabán. Obispo católico en el Sudán.
Jesús se ha convertido en el
personaje más popular, estudiado e influyente de la historia
religiosa de la humanidad. Hyman Enelow. Rabino judío.
Todo el mundo ha sido creado por
causa del Mesías. (Sanhedrín 98 b). Antigua tradición judía.
No sé de nadie que haya hecho más
por la humanidad que Jesús. Mohandas Gandhi.
Cuando obremos en conformidad con
las enseñanzas de Cristo, en el sermón de la montaña; habremos
resuelto los problemas de la humanidad. Mohandas Gandhi.
A Cristo se le acepta o se le
rechaza, pero no se le discute. Franco Seffirelli.
Jesús se muestra a todos los
hombres pero los deja libres para acogerlo o rechazarlo, para
conocerlo o ignorarlo. Jean Guiatton.
Todos los imperios de este mundo
han sido fundados por la fuerza, el de Jesucristo ha sido el único
que ha sido fundado por el amor. Napoleón Bonaparte.
LA AMARGA PASION
DE CRISTO
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
La beata Ana Catalina Emmerich
(1774-1824), nació en el seno de una familia humilde en el norte de
Alemania. A la edad de 28 años ingresó en un convento agustino,
después de trabajar como costurera y empleada doméstica. En 1813
enfermó, y permaneció inmóvil en su casa hasta su muerte; además se
hicieron visibles los estigmas. Tuvo visiones sobre la pasión de
Jesucristo, que fueron pasadas por escrito por el poeta alemán
Clemente Brentano, su primera publicación fue en 1833. (El siguiente
artículo es un resumen sobre dicha revelación particular que ha sido
aceptada por la Iglesia Católica).
PREPARATIVOS PARA
LA PASCUA
El miércoles santo, 12 de Nisá,
Nuestro Señor come junto con sus amigos, en casa de Simón el
leproso, en Betania, y allí mismo, María Magdalena ungió por última
vez con perfume los pies de Jesús.
El 13 de Nisá, jueves santo, antes
del amanecer Jesucristo manda a Pedro, a Santiago y a Juan, a buscar
en Jerusalén a Helí, cuñado de Zacarías de Hebrón, en cuya casa el
Señor había anunciado el año anterior la muerte de Juan el Bautista.
Helí tenía únicamente un hijo, que era levita, y amigo de San Lucas.
Fue él el encargado de conducir a los tres apóstoles al cenáculo
propiedad de Nicodemo y José de Arimatea, para celebrar la cena de
la pascua.
EL CENACULO
Se encontraba del lado sur del
monte Sión, no lejos de las ruinas del castillo de David, antes de
la construcción del templo, el arca de la alianza estuvo depositada
allí en el sótano durante un largo Período. Fue el mismo lugar de
residencia del profeta Malaquías, donde escribió su Libro sobre el
santísimo sacramento y el sacrificio de la nueva alianza. Cuando
casi toda Jerusalén fue destruida por los babilonios, esta casa fue
respetada.
En esta morada el Mesías oraba y
hacia milagros, los discípulos también se quedaban con frecuencia
para pasar la noche.
EL CALIZ DE LA
ULTIMA CENA
Pertenecía a Serafía (la
Verónica), era muy antiguo y había estado guardado mucho tiempo en
el santo templo. Esta santa mujer lo había comprado en un mercado de
antigüedades; Cristo lo utilizó en varias oportunidades. Desde el
día de la última cena pasó a ser custodiado por la comunidad
cristiana, y quedó depositado en la iglesia de Jerusalén, otras de
las pequeñas copas utilizadas en aquella ocasión se encuentran en
Antioquía y en Efeso.
El gran cáliz había sido de la
casa de Abraham, el sacerdote Melquisedec lo llevó consigo desde la
tierra de Semíramis al Canaán, lo utilizó para el sacrificio, cuando
ofreció pan y vino en presencia del santo patriarca.
JESUS ENTRA EN
JERUSALEN
En la mañana del jueves santo,
mientras los apóstoles estaban ocupados en la ciudad santa con los
preparativos de la pascua, Jesús, que se había quedado en Betania,
se despide de las santas mujeres, de Lázaro, y de su Bendita Madre,
quien le anuncia en secreto todo lo que le iba a suceder con su
pasión, muerte y resurrección; le dijo también que celebraría
espiritualmente con ella la última cena.
El Hijo del Hombre y los apóstoles
salieron de Betania y se encaminaron a la ciudad de Dios, con ellos
iban siete discípulos; entre ellos estaba Juan y Marcos, el hijo de
la pobre viuda que el jueves anterior había ofrecido su último
dinero en el templo mientras el Señor predicaba. Las santas mujeres
con María lo siguieron al cabo de un rato.
LA ULTIMA CENA
Cristo y sus discípulos comen el
cordero pascual en el cenáculo, dividido en tres partes:
Jesús con los doce apóstoles en la
sala principal.
Doce discípulos en una sala
lateral.
María y las santas mujeres en otra
habitación.
Jesús instruye a los apóstoles
sobre la penitencia y el arrepentimiento, todos reconocieron sus
pecados, excepto Judas. Seguidamente les lava los pies a cada uno de
ellos, recibiendo una especie de absolución espiritual.
El Ungido de Dios bendijo el pan y
se lo entrega a los apóstoles, el pan entraba en la boca de ellos
como una sustancia brillante, sólo Judas permanece en tinieblas. La
Santísima Virgen recibió el Sacramento de la eucaristía
espiritualmente en la otra sala. Acabada de la cena se guardó lo que
había quedado del pan consagrado, con el que los apóstoles
comulgaron después de la resurrección. Fue Juan quien administró
también el Santísimo Sacramento a la Madre del Hijo de Dios.
La visionaria estigmatizada no
recuerda si el Señor comiera o bebiera del pan y el vino consagrado,
tampoco vio que anteriormente lo hubiera hecho Melquisedec.
Durante la celebración de la
pascua, una figura terrorífica estuvo al lado de Judas, además vio
tres demonios a su alrededor cuando sale del cenáculo; parecían irle
alumbrando el camino, para cumplir su traición.
Jesús termina la santa cena cerca
de las nueve de la noche, y después de despedirse de su Madre, y de
las santas mujeres se dirige con sus amigos cantando salmos al monte
de los Olivos, su alma estaba profundamente turbada, y su tristeza
iba en aumento.
JESUS EN EL MONTE
DE LOS OLIVOS
Eran las once de la noche cuando
llegaron al Getsemaní, el Hijo de Dios deja a ocho de sus
compañeros, mientras se lleva consigo a Pedro, Santiago y Juan
adentro del huerto de los olivos; después El sólo se oculta en una
gruta, a su alrededor había un círculo de figuras horribles que se
le acercaban cada vez más. En este mismo sitio habían ido Adán y
Eva, tras ser expulsados del Paraíso para lamentar su pena.
Aquí Cristo Jesús tiene varias
visiones:
Satanás le muestra todos los
pecados de la humanidad desde el principio hasta el fin del mundo.
El príncipe del mal le atribuye
haber sido el causante de la muerte de los niños inocentes en Belén,
de los padecimientos de José y María en Egipto, de la decapitación
de Juan Bautista, de haber separado a muchas familias en su nombre,
de no haber curado a todos los enfermos, de la muerte de los cerdos
endemoniados en el mar.
Los ángeles bajaron del cielo para
mostrarle, todos los sufrimientos que había de soportar por el
perdón de los pecados.
El Hijo del Altísimo contempla las
penalidades futuras de sus apóstoles, discípulos, de la iglesia
primitiva, ve las persecuciones a la Iglesia Católica a través de
los siglos; las herejías, los cismas y las apostasías, los
sacrilegios, el fanatismo religioso, los malos pastores, el orgullo
de los padres de la reforma protestante. Ve además a Satanás que le
arrebataba con violencia a una multitud de almas redimidas con su
Sangre.
El Maligno adoptaba varias formas,
como una gigantesca sombra negra, como un tigre, toro, lobo, dragón
o serpiente con una corona en la cabeza. El enorme reptil conducía
innumerables legiones de los enemigos de Cristo de cada época y
nación, armados con todo tipo de destructivas armas; igualmente, lo
insultaba y maldecía, lo hería y le pegaba con renovada rabia.
El Emmanuel observa en el limbo a
Adán y Eva, a los patriarcas y profetas, y a todos los hombres
justos, que esperaban su llegada al mundo inferior con tal
intensidad, que lo fortifica y reanima.
Los ángeles de Dios le muestran
todas las multitudes de los bienaventurados de los tiempos futuros,
que juntando sus esfuerzos a los méritos de su pasión, debían
reunirse por medio de El con el Padre Eterno.
La última visión incluía el beso
de Judas, la huida de los discípulos, los insultos de Anás y Caifás,
la negación de Pedro, el tribunal de Pilatos, la burla de Herodes,
los azotes, la coronación de espinas, La condena a muerte, el camino
con la cruz, la crucifixión, las burlas de los fariseos en el
calvario, el dolor espiritual de María, sus últimas palabras en el
madero, la lanza del costado, y su muerte. Nuestro Señor lo acepta
todo voluntariamente ofreciéndolo por amor a la humanidad.
Después de este trance su rostro
estaba cubierto de grandes gotas de sangre que le caían sobre el
rostro pálido, tenía los cabellos pegados a la cabeza, y la barba
ensangrentada y en desorden, como si la hubieran querido arrancar,
su vestidura también estaba empapada con sangre y sudor.
Sus manos quedaron impresas en al
piedra de la gruta, esta cueva llegó hacer más adelante objeto de
veneración.
Aparece luego un ángel vestido
como sacerdote que le da a comer una hostia y un vino traídos del
cielo.
EL ARRESTO
Poco antes de que Judas recibiera
el precio de su traición, un fariseo había salido con siete esclavos
a un bosque perteneciente al templo, para traer la madera con que
harían la cruz de Cristo. Este instrumento de muerte fue hecho en un
patio detrás del tribunal de Caifás.
Judas llega al huerto de los
Olivos acompañado de seis fariseos y veinte soldados del templo,
armados con palos y linternas. Jesús se acerca a la tropa y dijo en
voz alta: “¿A quién buscáis? “ Los jefes de los soldados
respondieron: “A Jesús de Nazaret”. “Soy Yo”, al oír esto en dos
oportunidades los soldados cayeron a tierra, los únicos que no lo
hicieron fueron cuatro esbirros (esclavos egipcios), los seis
Fariseos y Judas; porque estaban completamente entregados al poder
de Demonio. En Cambio todos los soldados se convirtieron luego al
cristianismo, incluyendo a Maleo al que Pedro le corta una oreja,
este se convierte instantáneamente, y durante la pasión sirvió de
mensajero entre María y los otros amigos de Nuestro Señor.
Los esbirros ataron al Mesías con
la brutalidad de un verdugo, haciéndole sangrar sus manos, alrededor
del pecho salían cuatro cuerdas con las que lo tiraban de un lado al
otro, el Señor estaba descalzo, y fue obligado a andar por caminos
llenos de piedras y lodo, acompañado de toda clase de insultos y
burlas, los seis fariseos lo pinchaban constantemente con la punta
de sus bastones.
Cuando llegaron a la mitad del
puente del río Cedrón, lo aventaron al agua, si Dios no lo hubiera
protegido la simple caída hubiera bastado para matarlo; las marcas
de sus rodillas, pies y manos, quedaron milagrosamente impresas en
la piedra donde cayó.
Jesús no había bebido nada desde
su agonía en los olivos, pero si lo hizo en las aguas del Cedrón,
repitiendo las palabras proféticas de los Salmos: “En el camino
beberé agua del torrente”.
Desde el monte de los olivos hasta
la casa de Anás, el Unigénito de Dios se cae siete veces.
JESUS ANTE ANAS
A medianoche el Mesías fue
llevado al palacio de Anás y conducido a una gran sala, donde estaba
sentado este sumo sacerdote rodeado de veintiocho consejeros. Jesús
permanece de pie, silencioso y con la cabeza baja.
Cuando Anás empieza a interrogarlo
sobre su doctrina, Este responde que siempre había hablado en
público en el templo y la sinagoga, ante esta respuesta que
desconcierta al anciano judío; un esbirro dio con su mano cubierta
con un guante de hierro, una Bofetada en el rostro del Señor,
cayendo de lado sobre los escalones, la sangre corre por su rostro,
mientras todos lo insultaban y se reían.
JESUS EN
CONDUCIDO A CAIFAS
Posteriormente, el Santo de Dios
fue conducido ante Caifás, quien estaba sentado rodeado por los
setenta miembros del sanedrín; a ambos lados estaban los escriba y
los falsos testigos. Jesús fue Introducido entre gritos, insultos y
golpes. Caifás arremete con preguntas burlescas, mientras los
verdugos le pegaban y empujaban
Las acusaciones que le hacen son:
Se hacía llamar rey, profeta e
hijo de Dios.
Los fariseos eran una generación
adúltera y raza de víboras.
Revolucionaba al pueblo contra las
autoridades religiosas judías.
Curaba el día sagrado del sábado.
No observaba los ayunos impuestos
por la ley mosaica.
Se reunía a comer y beber con
publicanos, prostitutas y paganos.
Engañaba al pueblo con palabras de
doble sentido.
Sanaba a los enfermos y echaba
demonios en su nombre.
Profetizaba la destrucción de
Jerusalén.
Siempre hablaba de su reino.
Repudiaba el divorcio.
Se hacía llamar el Pan de Vida
Eterna.
De esta manera, sus palabras,
enseñanzas y parábolas fueron desfigurabas, mezcladas con injurias y
presentadas como crímenes; aunque entre los mismos testigos se
contradecían entre sí.
La acusación final y de mayor
peso, fue presentada por Caifás sobre su origen divino; a lo que El
responde firmemente: “Yo soy el Cristo, el hijo de Dios vivo”.
En cuanto Caifás sale del tribunal
con los ancianos del consejo, los esbirros habían ido arrancándole
puñados del pelo de su barba, lo habían escupido, dado bofetadas,
pegándole además con palos puntiagudos. Le pusieron sobre la cabeza
coronas de paja y de corteza de árbol, y se la volvían a quitar
saludándolo con expresiones insultantes; le quitaron las vestiduras
y le echaron sobre los hombros una capa vieja, le apretaron el
cuello con una cadena, le ataron las manos sobre el pecho, colocaron
una caña entre ellas y le escupieron el rostro. Le taparon los
ojos con un sucio trapo le pegaron, le echaron lodo en la cara.
En todo este tiempo el recinto estaba lleno de figuras diabólicas;
pero alrededor del Hijo del Altísimo, se veía un halo de luz.
María, Juan, la Magdalena y
algunas santas mujeres, estuvieron presentes en la entrada de la
sala de Caifás; igualmente, se encontraron con Pedro después de que
hubo negado tres veces al Divino Maestro.
JESUS EN LA
CARCEL
El Primogénito de Dios fue puesto
en un pequeño calabozo bajo la sala de Caifás, fue atado a un pilar
y no le permitieron que se apoyara en él, de modo que apenas podía
sostenerse sobre sus pies, cansados, heridos e hinchados. El Señor
seguía rogando por sus enemigos, y cuando al fin le dieron un
instante de reposo, estaba llegando el amanecer.
Tan pronto como sale el sol el
sumo sacerdote Anás y Caifás, y una parte de los miembros del
sanedrín, llevaron a Jesús ante el gobernador romano Poncio Pilatos,
para que legalizara la sentencia De muerte, ya que sus leyes
religiosas no se lo permitían sin su consentimiento.
LA DESESPERACION
DE JUDAS
Mientras llevaban a Jesús a casa
de Pilatos, Judas, se da cuenta que lo iban a crucificar, en el
templo arroja al suelo las monedas. Luego echa a correr a las
afueras de Jerusalén; el Demonio le repetía al oído: “Caín, ¿Qué has
hecho a tu hermano? “. Llega al basurero de la ciudad santa, y lleno
de desespero, coge su cinturón Y se cuelga de un árbol, cuando se
hubo ahorcado, su cuerpo se revienta y sus entrañas caen al piso.
JESUS ANTE
PILATOS
El Unigénito de Dios fue conducido
por las partes más frecuentadas de Jerusalén, las injurias y los
malos tratos no cesaban, mucha gente se burlaba de El llamándolo
rey, y echando en el suelo palos y trapos, le cantaban canciones que
hacían alusión a su entrada triunfal entre ramos de palma. Jesús se
encuentra en el camino con su madre, Juan y la Magdalena, El la mira
con gran amor y ternura.
En el pretorio Jesús fue
presentado ante el gobernador romano, eran como las seis de la
mañana. Pilatos estaba rodeado de oficiales y soldados romanos. El
había oído hablar mucho de Jesús, al verlo tan horriblemente
desfigurado por los malos tratos, se admira que conservara una
expresión de dignidad en su rostro.
Las acusaciones que presentan ante
el procurador romano, fueron:
Era el cabecilla de una
conspiración contra el imperio romano.
Faltaba a la ley del sábado.
Decía que si comían su carne y
bebían su sangre no tendrían vida eterna.
Animaba al pueblo a no pagar el
impuesto al emperador.
Pretendía proclamarse rey,
entrando en Jerusalén con honores reales.
Predicaba que era el Cristo, el
Ungido de Dios, el Mesías, el rey prometido a Israel.
Pilatos decide interrogar a Jesús
a solas, y se da cuenta que era un hombre inocente, y al darse
cuenta que era de Galilea, decide Mandarlo ante Herodes, que se
encontraba en la ciudad por la fiesta religiosa.
Cuando Nuestro Señor es conducido
a la casa de Herodes, la esposa de Pilatos de nombre Claudia Procla
le cuenta los extraordinarios sueños y visiones, y le ruega que no
le haga ningún daño.
JESUS ANTE
HERODES
El palacio de Herodes no estaba
lejos de la casa del procónsul romano, cuando este lo ve lleno de
golpes, con el cabello desordenado, la cara ensangrentada y la
túnica manchada; ordena primero que lo laven. Cuando lo vuelven a
traer a su presencia, manda que le dieran un vaso con vino, pero
Jesús lo rechaza, luego le hace muchas preguntas, pero el Siervo de
Dios con la cabeza baja no le habla, porque Herodes estaba
excomulgado a causa de su Matrimonio adúltero con Herodias, y por
haber ordenado la muerte de Juan el Bautista.
El gobernador de Galilea ordena a
sus soldados que conduzcan al Mesías a un gran patio donde lo visten
como rey con un saco blanco y un pedazo de tela roja, se inclinan
ante El, lo empujan, lo injurian, lo escupen, le arrojan lodo, tres
veces se cae por los fuertes golpes, invisiblemente los ángeles le
ungían la cabeza, sin este socorro del cielo lo hubieran matado en
ese momento. Después de esto, Herodes lo regresa a Pilatos.
JESUS ES LLEVADO
DE HERODES A PILATOS
Los enemigos del Hijo de Dios
llenos de rabia por toda la pérdida de tiempo, lo llevan de vuelta
por un camino más largo, cayendo varias veces al suelo y
levantándolo con patadas y golpes en la cabeza. Alrededor de la ocho
la comitiva llega al palacio de Pilatos.
Cuando Jesús llega de nuevo a la
casa del procurador romano, su túnica se enreda entre los pies y cae
sobre los escalones de mármol blanco, que se manchan con su sangre.
Por costumbre de la pascua, se
dejaba libre a un prisionero, y Pilatos pone al pueblo judío a
escoger entre el Santo de Dios y Barrabás, que era un convicto de
asesinato durante una revuelta, y de muchos otros crímenes. En la
plaza se eleva un clamor general: “Libera a Barrabás”, entonces
Pilatos dijo: “¿Qué queréis que haga con Jesús, el que se llama El
Cristo?”. Todos gritaron: “! Crucifícale!” . Pilatos deja libre a
Barrabás y condena a Jesús a la flagelación.
LA FLAGELACION
Los verdugos colocaron a Cristo en
una columna de azotes, fueron seis hombres en tres turnos de a dos,
estaban medio borrachos; Nuestro Señor temblaba y se estremecía, El
mismo se acaba quitar sus vestiduras con sus manos hinchadas y
ensangrentadas; los verdugos lo atan de espaldas con las manos
levantadas a unos anillos de arriba, mientras que sus pies atados
también a la parte inferior apenas tocaban el suelo.
Los dos primeros flageladores
comenzaron a azotarlo desde la cabeza hasta los pies, con unas varas
de madera flexible. El cuerpo del Salvador estaba cubierto de muchas
llagas, y su sangre corría Por el piso. Por todas partes se oía las
injurias y las burlas contra la inocente víctima.
Los segundos verdugos usaron unas
varas de espino, con nudos y puntas. Sus golpes rasgaron toda la
piel del Mesías, y su sangre les salpica sus brazos.
Los dos últimos utilizaron unos
látigos con correas que tenían en las puntas unas bolas de hierro,
con las que arrancaron la carne con cada golpe.
Después cambiaron a Jesús de
posición, y le pegaron en la cara con otra vara, sus gemidos eran
cada vez más débiles. La horrible flagelación había durado cuarenta
y cinco minutos seguidos. Cuando lo desataron El Hijo del Hombre
cae al suelo bañado en su propia sangre, en un gran esfuerzo toma
el lienzo y se cubre. Mientras estaba tirado al pie de la columna,
un ángel le ofrece de beber de una vasija un brebaje luminoso que
le da nuevas fuerzas.
Los soldados a patadas y palazos
lo obligan a levantarse, mientras todo esto pasaba la Santísima
Virgen ve y sufre en su alma todo lo que padecía su Santo Hijo.
Claudia Procla le envía una pieza de tela con la que sería
después envuelto el cuerpo del Redentor. Eran las nueve de la mañana
cuando se acaba la cruel tortura.
LA CORONACION DE
ESPINAS
En medio del patio pusieron un
banquillo y lo llenaron de piedras puntiagudas, le colocan una capa
vieja, lo sientan y le ponen una corona hecha de espinas en su
cabeza, la mayoría de las puntas estaban hacia dentro. Luego le
ponen una caña en las manos, y con esta misma le pegan en la cabeza,
con tal fuerza que los ojos del Salvador se llenaron de sangre. Se
arrodillan ante El con burla, le escupen la cara y lo abofetean
gritándole: “Salve, rey de los judíos”. Jesús siente una ardiente
sed a causa de la alta fiebre provocada por las heridas. Sólo su
sangre que caía de su cabeza refrescaba sus labios; esta espantosa
escena dura media hora.
ECCE HOMO
Jesús cubierto con la capa roja,
la corona de espinas y el cetro de caña en sus manos, es presentado
ante Pilatos. Este dijo entonces a la multitud: “!Ecce Homo!”(“!He
aquí al hombre!”). Los sacerdotes y el pueblo contestaron: “!
Mátalo!” !Crucifícalo!”. Pilatos se lava las manos, y los judíos
gritaron ”Que su sangre caiga sobre nosotros y nuestros hijos”. Pero
el Mesías y su Madre no cesaban de orar por sus enemigos, y muchos
judíos se convierten después de la muerte de Jesucristo.
Ese día la esposa de Pilatos,
Claudia Procla, abandona a sus esposos y se une a los amigos del
Señor, incluyendo al diácono Esteban y al apóstol Pablo.
JESUS CARGA SU
CRUZ HASTA EL CALVARIO
Después de la sentencia de muerte,
Jesús es obligado a cargar su propia cruz, El se arrodilla, la
abraza y la besa tres veces; los verdugos colocaron el pesado madero
sobre su hombro derecho, ángeles invisibles lo ayudan a levantarla,
pues no hubiera podido con ella. Pilatos a caballo inicia el
cortejo, acompañado de oficiales romanos, soldados y fariseos; Jesús
camina descalzo, temblando, lleno de llagas y heridas, devorado por
la fiebre, la sed y el cansancio, su cara estaba ensangrentada
e hinchada, su barba y sus Cabellos manchados de sangre, en todo
este trayecto el Señor oraba, detrás iban los dos ladrones, mientras
uno maldecía y lo insultaba, el otro permanecía en silencio.
Las calles eran muy estrechas y
sucias, la gente de Jerusalén lo insultaba desde las ventanas, los
esclavos le arrojaban lodo, y hasta los niños le tiraban piedras o
se las echaban bajo sus pies.
Había en el camino una enorme
roca, cuando Jesús llega a este sitio los verdugos lo empujaron,
cayendo por primera vez.
María, Juan, la Magdalena y las
santas mujeres, se encontraban esperando el paso del Salvador,
algunos judíos al reconocer a su Madre la insultaban y se burlaban
de su pena, pero Ella estaba mirando a su Hijo que se acercaba; aquí
cae por segunda vez, la Bendita Madre en medio de los soldados y los
verdugos se abraza a El. Los verdugos la gritaban, pero algunos
soldados romanos tuvieron compasión, y aunque se vieron obligados a
separarla ninguno le pone las manos encima.
Más adelante, Jesús cae por
tercera vez, a poca distancia se encontraba un pagano llamado Simón
el Cirineo acompañado de sus tres hijos, este fue obligado para que
ayudara al Galileo a llevar la cruz. Al principio se molesta pero el
Señor llorando lo mira con tal ternura que se siente conmovido; el
día después de la pascua, fue a ver a los apóstoles y les pide ser
instruido y bautizado por ellos, sus Dos hijos mayores de nombre
Rufo y Alejandro, se unen más adelante a los discípulos del Divino
Maestro. El tercero era más joven y fue también compañero de San
Esteban.
La procesión sigue su marcha
cuando Serafia, a quien desde ese día se conoce como Verónica (de
Vera e Icon, que quiere decir: “Verdadero Rostro”), ella se abre
paso entre los soldados y los esbirros, y le limpia la ante al Hijo
del Altísimo con un lienzo, quedando milagrosamente impreso.
Verónica guarda esta reliquia en su casa, después de su muerte fue
para la Madre de Cristo, y luego para la iglesia, por medio de los
apóstoles.
Antes de abandonar la ciudad
amurallada los esbirros empujan a Jesús a un lodazal, Simón el
Cirineo, en su intento de evitar el charco, ladea la cruz, causando
la cuarta caída. Al salir de Jerusalén el Santo de los santos se
encuentra con un grupo de mujeres vírgenes y madres pobres con
sus hijos En brazos, cuando las ve llorar, les profetiza la
destrucción de la ciudad de Dios. En este sitio Pilatos se vuelve a
su palacio.
El último tramo era un camino de
piedra en forma ascendente, hasta el monte Calvario; el Ungido de
Dios cae otras dos veces. Cien soldados romanos fueron encargados de
vigilar el lugar de la ejecución, al lado de fariseos, saduceos,
escribas, gente pobre, extranjeros y paganos, esclavos y muchas
mujeres. Eran cerca del medio día cuando Cristo Jesús llega al lugar
de la crucifixión; una niebla rojiza empieza a oscurecer el cielo.
También llegó al Gólgota la madre
del Redentor, su sobrina María, hija de Cleofás, Salomé de
Jerusalén, María de Helí, María, la hermana mayor de la Virgen, que
era ya vieja y se parecía mucho A Ana, su madre; Verónica, Juana
Cusa, Susana, María, la madre de Marcos, Salomé, mujer de Zebedeo,
Ana, sobrina de San José, la Magdalena y Juan, el discípulo amado.
El lugar también estaba rodeado de
demonios bajo formas diversas; como serpientes y sapos. Igualmente,
había ángeles sobre Jesús, y otros al lado de la Santísima Virgen y
los amigos del Señor.
LA CRUCIFIXION
Los esbirros le quitan la túnica
de lana blanca sin costura que su Madre le había confeccionado, lo
que provoca que sus heridas que estaban pegadas se abrieran
nuevamente. El Hijo del Hombre temblaba, su cuerpo estaba cubierto
de llagas y manchas negras, azules y coloradas, sus hombros y su
espalda desgarrados hasta los huesos, su rostro desfigurado por los
golpes, los ojos inyectados de sangre, tenía las manos y los pies
hinchados. Le ofrecieron de beber un vaso de vinagre con hiel, pero
El, sin decir nada, voltea la cabeza y no lo toma. Jesús queda
completamente desnudo, pero Un hombre llamado Jonadab, sobrino de
San José, le ofrece un lienzo con el que se cubre.
A continuación, colocan al Mesías
sobre la cruz, y extienden su brazo derecho traspasando la mano con
un clavo grueso y largo, su sangre salpica los brazos de sus
verdugos; éstos al ver que la mano izquierda no llegaba al agujero
que habían abierto al madero, ataron entonces unas cuerdas y jalaron
con tanta fuerza que dislocaron su brazo. Asimismo, con unas cuerdas
tiraron sus pies y los clavaron con un solo clavo; la dislocación
fue tan horrible Que se oye crujir su pecho. También amarraron
cuerdas a sus manos, brazos y pies para que no se desgarraran por el
peso del cuerpo en la cruz.
Eran las doce y cuarto cuando el
Señor fue crucificado, es ese mismo momento en el templo resuenan
las trompetas que anuncian la inmolación del cordero pascual.
Cuando Jesús fue alzado da un
grito de dolor, a causa de la sacudida sus huesos dislocados
chocaron unos con otros. Los pies Quedaron lo bastante cerca del
suelo, la sangre corría por todo el cuerpo hasta mojar la tierra.
Debajo de la cruz de Cristo estaba
la tumba de Adán.
La Santísima Madre al pie de la
cruz, sentía en su alma cada insulto y cada nuevo tormento infligido
a su amado Hijo. Los fariseos se burlaban de Ella y la increpaban.
Los dos ladrones fueron después
crucificados, habían sido acusados de asesinar a una mujer con su
hijo. Estaban en prisión desde mucho antes de la condena. El ladrón
de la izquierda era de más edad, maestro y corruptor del otro. Se
les solía llamar como Gesmas y Dimas. Los dos formaban parte de una
banda de asaltantes en la frontera con Egipto, y en uno de sus
refugios, años atrás se había hospedado una noche la Sagrada
Familia. Dimas era un niño leproso que su madre, por consejo de
María, lavó con el agua Donde había bañado al Niño Dios; y con la
que se curó al instante como premio a la atención que su madre había
tenido con Ellos. Fue este el ladrón arrepentido al que Jesucristo
le promete el paraíso.
Las cruces de Gesmas y Dimas
estaban clavadas un poco más abajo y ligeramente vueltas hacía la
del Unigénito de Dios.
Un criado de Nicodemo y José de
Arimatea, compra la túnica de lana de Jesús que los soldados se iban
a jugar a los dados.
Los cien soldados romanos fueron
relevados por otros cincuenta, éstos estaban al mando de Abenadar,
árabe de nacimiento, bautizado después con el nombre de Ctesifón. El
segundo al mando, que se llamaba Casio y recibió más adelante el
nombre de Longino; todos estos militares romanos se volvieron luego
cristianos.
Hacía las doce y media el cielo se
oscurece en Jerusalén, las calles se cubren de una niebla espesa,
los animales aullaban y se escondían, los pájaros caían muertos al
piso, muchos hombres Subían a los tejados y se lamentaban, otros
estaban tendidos en las calles, mientras que otros caminaban a
ciegas.
Las personas que se encontraban en
el Calvario se dividieron en dos grupos: unos lloraban y los otros
maldecían.
LA MUERTE DE
CRISTO
Con el paso de las horas Jesús se
iba poniendo cada vez más pálido, un sudor frío le bañaba el cuerpo;
poco después de las tres de la tarde da un grito, inclina la cabeza
y entrega su espíritu. Su alma sale como una forma luminosa,
penetrando en la tierra al pie de la cruz, con una multitud de
ángeles, entre los que estaba Gabriel.
Fue el capitán romano Abenadar
quien reconoce que Jesús “era verdaderamente el Hijo de Dios”. El
abandona el monte Gólgota y se va hacia las grutas del valle de
Hinón, donde les anuncia a los discípulos que se encontraban
escondidos la muerte del Salvador. Igualmente, muchos fariseos
adoptaron la nueva fe. Casio, que era bizco fue quien le atraviesa
el costado derecho, la punta de su lanza traspasa el corazón y sale
por el lado izquierdo del pecho; al retirarla mana un chorro de
sangre y agua que le cura la vista. Después de su bautismo con el
nombre de Longino, fue nombrado diácono, y lleva siempre la sangre
del Redentor, pasando el resto de su vida en penitencia y oración.
Cuando Cristo Jesús muere ocurren
hechos sorprendentes:
La tierra tiembla, y se parte el
suelo del Calvario entre la cruz del Mesías y la de Gesmas.
Muchas almas del limbo vuelven a
entrar en sus cuerpos mortales, para dar testimonio de la divinidad
de Jesús, entre los habitantes de la ciudad santa.
El velo del templo se rasga de
arriba abajo.
Los espíritus del sumo sacerdote
Zacarías y el profeta Jeremías, se aparecen cerca del altar,
proclamando a los sacerdotes judíos el fin del antiguo sacrificio y
el principio del nuevo pacto.
Parte de las murallas de la ciudad
de Dios se derriban.
A las cuatro de la tarde todo
termina, y los muertos volvieron a sus tumbas.
A los dos ladrones les rompen con
martillos los brazos por debajo y por encima de los codos, al igual
que las piernas por encima y por debajo de las rodillas. Gesmas daba
horribles gritos, y por eso le pegaron tres golpes sobre el pecho,
para acabarlo de matar; Dimas en cambio da un gemido y muere. Sus
cuerpos fueron llevados a un lado del Gólgota para cubrirlos con
tierra.
EL DESCENDIMIENTO
DE LA CRUZ
José de Arimatea pide permiso a
Pilatos para depositar el cuerpo del Señor en un sepulcro nuevo no
lejos del Calvario; Nicodemo había comprado todos los ungüentos y
perfumes necesarios para embalsamarlo, según la costumbre judía.
El desprendimiento de Jesús en la
cruz ocurre después de las cuatro de la tarde, los dos ancianos
judíos fueron los encargados de bajarlo, y depositaron su cuerpo en
los brazos de su Madre, Ella contemplando sus heridas, cubría de
besos su cara ensangrentada, la Magdalena reposaba sobre sus pies,
que bañaba con lágrimas y secaba con sus cabellos.
Posteriormente, la Santísima
Virgen lava con una esponja todas las heridas y llagas de la cara y
el cuerpo de su único Hijo; luego llena de ungüentos y de perfumes
los estigmas de los clavos y la llaga del costado. Magdalena echa
un frasco de bálsamo en la herida de la lanza, las santas mujeres
ponen también hierbas en las heridas de las manos y los pies.
José y Nicodemo cubren luego el
cuerpo con el lienzo, que milagrosamente queda impreso con todas sus
heridas. Esta santa sábana permanece después en una ciudad, cercana
al lugar de origen de los tres Magos de Oriente.
EL SEPULCRO
La procesión al sepulcro fue
seguida con cantos de los salmos, la gruta había sido excavada
recientemente, después de depositar el cuerpo del crucificado
cerraron la tumba con una pesada roca.
María, las santas mujeres y Juan,
se reúnen con los apóstoles y otros discípulos en el cenáculo. Por
la noche llega también de Betania Lázaro, Marta, la viuda de Naín,
Diva la samaritana, y María la sufanita.
Pilatos por petición de Caifás y
los principales judíos, manda a poner una guardia en el sepulcro al
mando de Casio.
El cuerpo del Señor permanece
dentro de la tumba rodeado de luz, mientras los ángeles lo adoraban.
JESUS BAJA A LOS
INFIERNOS
El alma de Jesucristo fue a tres
partes diferentes:
El limbo o llamado también el seno
de Abraham, donde estaban las almas de Adán Y Eva, los patriarcas,
los reyes y profetas de Israel; incluyendo a Juan Bautista.
El purgatorio donde se hallaban
las almas de paganos piadosos.
El infierno que es un lugar lleno
de ira, discordia, desesperación, injurias, aullidos y lamentos
eternos; está rodeado de prisiones, cavernas, desiertos y lagos de
fuego. Todos los allí condenados, incluyendo a Lucifer y los
demonios, tuvieron que adorar a Jesús.
Cuando se acaba el día sábado, la
Santísima Virgen se encontraba orando en una habitación del
cenáculo, y un ángel vino a decirle que su Hijo estaba cerca. Ella
sale sola de la ciudad y ve a Nuestro Señor resplandeciente con una
multitud de almas liberadas por El. La visión la llena de gozo, pero
al regresar, ella no dijo nada de lo que había sucedido.
Las almas redimidas del limbo y
el purgatorio se elevaron detrás del alma del Redentor a la
Jerusalén Celestial, que es un lugar con palacios y jardines, llenos
de flores y de frutos maravillosos.
Hacia las once de la noche la
Virgen María sale sola del cenáculo, cuando estaba llegando al
Calvario, se encuentra nuevamente con su Hijo, su cuerpo
resplandecía.
LA RESURRECCION
DEL SEÑOR
En la madrugada del domingo, el
alma luminosa del Hijo de Dios se une a su cuerpo, y se levanta
dentro del sepulcro. En ese instante un demonio de forma monstruosa
con cola de serpiente, y una cabeza de dragón, sale de la tierra. La
mano del Salvador tenía un estandarte, él pisa la cabeza del dragón,
y le pega tres veces en la cola con el palo del estandarte, con lo
que desaparece.
La tierra tiembla y un ángel del
cielo aparta la piedra del sepulcro y se sienta en ella; Casio entra
a la tumba y ve los lienzos en el piso sin ver al Señor.
Poco después la Magdalena y
algunas santas mujeres fueron también al sepulcro, ellas en compañía
de Salomé, una mujer rica De Jerusalén, y pariente de San José;
entran en la gruta que se encontraba vacía.
Casio fue a cortarle todo lo que
había acontecido a Pilatos, pero éste no cree y piensa que todo era
producto de visiones fantasiosas.
La Magdalena les avisa a los
apóstoles en el cenáculo que se habían llevado el cuerpo de su
Divino Maestro, y regresa al sepulcro; Pedro y Juan la siguen de
lejos.
La discípula de Cristo se
encuentra con el resucitado vestido de blanco, con una atajo en la
mano, y sobre la cabeza un sombrero de corteza de árbol; al
principio no lo reconoce pero al hablar con El regresa a la ciudad,
eran más o menos las dos y media de la madrugada.
Juan y Pedro llegan después,
ingresan al sepulcro que permanecía solo, Pedro se lleva consigo
los lienzos con que habían envuelto el cuerpo del Hijo del Hombre.
Un grupo de las santas mujeres
también se encuentra en el sepulcro con Cristo resucitado.
Igualmente, el Señor se deja ver a
Santiago el Menor y a Judas Tadeo cerca del cenáculo. Muchos
discípulos en Israel vieron también apariciones semejantes.
Caifás y los sacerdotes del
templo, les pagan a los soldados que habían estado en la tumba, para
que afirmaran que los discípulos del nazareno habían robado su
cuerpo. Esta mentira también fue difundida por los fariseos, los
saduceos, los herodianos; y en las sinagogas de la ciudad de Dios.
Sin embargo, después del Pentecostés muchos hebreos adoptaron la
doctrina de Cristo.
La visionaria estigmatizada ve
finalmente al sumo sacerdote Anás como poseído del Demonio, fue
encerrado y nunca volvió a ser visto públicamente. Caifás también
terminó perdiendo la razón. Por Su parte, Pilatos buscó inútilmente
a su mujer por toda la ciudad; ella estaba escondida en la casa de
Lázaro, en Jerusalén. Esteban le llevaba comida, y le contaba todo
lo que había sucedido.
Así termina la relación de estas
visiones, que abarcan desde el 18 de febrero hasta el 6 de abril,
del año 1823.
FRASES CELEBRES
SOBRE LA PASION DEL SEÑOR
AUTOR. GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
La cruz de Jesucristo es la llave
del paraíso, el báculo del débil, la estrella del penitente, el
escudo de los fieles, la espada de los tentados, la prenda de los
que le aman, y la fuente de todas las gracias. -Papa San Dámaso.
Jesús se hizo víctima, para que tú
y yo caminemos en victoria. -Papa San León Magno.
La cruz de Cristo es la causa de
todas las bendiciones. -Papa San León Magno.
La pasión de Cristo se prolonga
hasta el final de los siglos. -Papa León Magno.
En la cruz de Cristo encontramos
gozo y paz. -Papa Juan Pablo II.
El pagano desprecia la cruz de
Cristo, porque no la entiende. -San Agustín.
La primera causa de la pasión de
Jesús, es, que Dios quiere ser más amado que temido. -Santo Tomás de Aquino.
Aprendo más contemplando el
crucifijo que leyendo todos los otros libros. -Santo Tomás de Aquino.
No puede haber Cristo sin cruz.
-San Juan de la Cruz.
Viendo todo lo que Jesucristo ha
hecho por mí, yo ahora que hago por El. -San Ignacio de Loyola.
Vale más una meditación de quince
minutos sobre la pasión de Cristo, que toda una semana de ayuno y
oración. -San Ignacio de Loyola.
No hay cosa que encienda tanto el
amor a Dios, como la memoria de la pasión de su Hijo. -San Vicente de Paúl.
La cruz de Cristo es el compás de
nuestra vida, y el espejo de nuestra alma. -San Rosendo.
La obra de Dios nace y crece al
pie de la cruz. -San Daniel Comboni.
Pon los ojos en el crucificado, y
el peso de tus sufrimientos se hará más liviano. -Santa Teresa de Jesús.
El único camino para llegar al
cielo es la santa cruz de Cristo. -Santa Rosa de Lima.
La muerte de amor que deseo es la
de Jesús en la cruz. -Santa Teresita de Lisieux.
La cruz es el regalo que Jesús
prepara a las almas que se consagran todas a El. -Santa Gema Galgani.
En la cruz está la suma de toda
virtud, y en ella se encuentra la perfección de la santidad.
-Beato Tomás de Kempis. La Imitación de Cristo.
La cruz de Cristo fortalece al
débil y hace humilde al fuerte. -Beato Apor Vilmos. Obispo Mártir.
Cuando más abrazamos la cruz, más
estrechamos a Jesús que está clavado en ella. -Beato Charles de Foucauld.
La cruz de cada uno es suave si se
lleva acompañada con Cristo Jesús. -P. Luis Bossa.
Nuestro sufrimiento unido a la
pasión de Cristo, tiene un poder inmenso sobre el corazón de Dios.
-P. Cristoforo.
La fuerza del cristiano nace en la
cruz de Cristo. -Pablo Maurino.
En Cristo crucificado reside la
verdadera teología y el conocimiento de Dios. -Martín Lutero.
LAS RELIQUIAS DEL
SEÑOR
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
Para la Iglesia Católica nuestra
fe debe estar centrada en la persona de Jesucristo, hay que advertir
que ninguno de los objetos relacionados con El, han sido
considerados como 100% auténticos por las autoridades eclesiásticas;
Aunque algunos gocen de gran popularidad o respaldo histórico,
arqueológico y científico. Estas “reliquias de Cristo” que se
encuentran en iglesias, monasterios y conventos tienen como
finalidad ser un instrumento para que el creyente medite en los
aspectos importantes de su vida en la tierra. Aquí describimos
los más sobresalientes:
El papa Teodoro I (642-649),
trasladó los restos de las tablas de la santa cuna, desde la
basílica de la Natividad en belén a la de Santa María mayor en Roma.
En el destierro de la Sagrada
Familia a Egipto, a su llegada a la ciudad de Sakha (hoy Bikha
Isous), el Niño Jesús puso sus pies sobre una roca y dejó allí sus
sagradas huellas. El hallazgo de esta reliquia pétrea se realizó en
1986, mientras un grupo de arqueólogos efectuaba unas excavaciones
en la iglesia local de la Virgen María.
Según el testimonio de Santa Paula
y Santa Silvia en el siglo IV, no lejos de la ciudad de Tiberíades,
los primeros cristianos visitaban una iglesia en cuyo interior
estaba la piedra sobre la que Jesús colocó los cinco panes y los dos
peces para obrar el milagro.
En el Cenáculo o habitación alta
de la Ultima Cena en el monte Sión, se encuentra una piedra que
indica el lugar donde Cristo se sentó.
En Roma en la basílica mayor de
San Juan de Letrán, se observa un trozo de la mesa en la que el
Señor celebró con los apóstoles la fiesta de la pascua el Jueves
Santo.
El “Santo Grial” o también llamado
“Santo Cáliz”, fue la copa utilizada por el Divino Maestro en la
Ultima Cena. Dice la tradición que San Pedro había llevado el
preciosos vaso de Jerusalén a Roma, entregándole la custodia a la
familia de su discípulo San Marcos. Los pontífices la habían
utilizado para celebrar la Eucaristía hasta el siglo III, cuando San
Lorenzo, diácono encargado de los Bienes de la iglesia, se vio
obligado a distribuirlos entre los pobres para evitar que cayeran en
las manos del codicioso emperador Valeriano. El santo diácono sólo
guardó el cáliz, enviándolo a su ciudad natal de Huesca, en España,
con una carta suya escrita poco antes de su martirio.
En Huesca estuvo hasta el año 713,
cuando el obispo y los cristianos de los Pirineos huyeron de la
invasión de los moros, entonces el “Santo Grial” peregrinó por
varios lugares hasta llegar al monasterio de San Juan de la Peña, en
Zaragoza; de donde fue trasladado a Valencia en el año 1424, por el
rey don Alfonso “el magnánimo”, quien lo colocó en una capilla donde
se venera hasta la fecha.
El “Santo Cáliz” original es un
vaso de ágata de unos 17 centímetros de alto, le fueron añadidos una
base de oro y piedras preciosas, y dos asas al estilo de los cálices
de la Edad Media. Esta es una de las “reliquias de Cristo” que posee
mayor y más constante tradición histórica.
En la basílica del Getsemaní en
Jerusalén, en el centro del presbiterio se halla la roca en la que
el Salvador del mundo, se apoyó para orar con gotas de sangre al
Padre Eterno.
Dice una antigua tradición que en
el camino del huerto de los Olivos a la casa de Caifás, se ve hoy en
día cerca del puente del río Cedrón, una piedra de inmensas
dimensiones en la que Nuestro Señor fue empujado por sus captures;
dejando impresa en ella sus rodillas, pies y manos.
En la torre Antonia en Jerusalén
se encontraba el tribunal romano donde Poncio Pilatos condenó a
muerte al Hijo del hombre. Aquí en el atrio fue levantada en los
primeros tiempos una basílica, donde se veneraba una piedra que se
dice Jesús había dejado las huellas de sus pies. La basílica fue
destruida en el año 614. También en el monte de los Olivos dentro de
una mezquita se halla una pisada del pie del Señor antes de regresar
al cielo.
Otras pisadas del Mesías se
encuentran en una pequeña iglesia sobre la Vía Apia en Roma. Dice el
relato que estas huellas se remontan al encuentro de Pedro con
Jesús, que iba caminando a la Ciudad Eterna para ser crucificado
nuevamente; dándole a entender con esto al apóstol, que él también
sería martirizado.
En la iglesia de Santa Prassede
del siglo V, se conserva una columna de mármol verde blanco de unos
sesenta centímetros de altura procedente de la Ciudad Santa; en la
que fue atado y flagelado Cristo Jesús. Esta reliquia fue llevada a
Roma en 1222 por el cardenal Giovanni Colonna cuando regresaba de la
IV cruzada.
La “Scala Sancta” que el Unigénito
de Dios subió al pretorio para entrevistarse con el procurador
romano, es de mármol blanco de veintiocho gradas, algunas con la
sangre después de la flagelación. Fue traslada a Roma en el año 326
por orden del emperador Constantino, y se encuentra cerca de la
basílica de San Juan de Letrán. Los fieles que van a visitarla
suelen subirla de rodillas en señal de penitencia.
El “Velo de la Verónica” con el
que se limpió el rostro del Redentor camino al Calvario, permaneció
hasta el año 1600 en la basílica de San Pedro del Vaticano. Hoy se
conserva en un convento en el pueblito de Pescar en la región
italiana de Abrozzo, y es conocido como el “rostro santo de
Manopepello”. Hay que anotar que según los análisis científicos los
rasgos del rostro de la Verónica coinciden con el de la Sábana Santa
de Turín.
Las más importantes reliquias
relacionadas con la pasión del Señor fueron encontradas por la
emperatriz Santa Helena en su viaje de peregrinación a Tierra Santa
hacia el año 320 –25; así lo constata el historiador romano Eusebio,
y testimonios de San Cirilo de Jerusalén (+386), y de otros
escritores del siglo IV.
La “Túnica Sagrada” es una prenda
confeccionada sin costura de una sola pieza, que mide 1.57 metros de
largo por 1.09 de ancho, y tiene mangas hasta la mitad del brazo;
está confeccionada en lino y lana, y es de un matiz oscuro. Según se
creé fue elaborada por la propia Virgen María. Esta túnica fue la
que llevó el Mesías el viernes Santo, y que fue echada a la suerte
de los dados por los soldados romanos en el Gólgota (Juan 19,
23-24). El Hecho de no haber sido dividido el “Manto Santo”, fue
visto por los Padres de la Iglesia como un símbolo de la unidad a la
que están llamados todos los cristianos (Juan 10,16; 17, 21). Santa
Helena la encontró en Jerusalén y la donó a la ciudad de
Tréveris (Alemania), donde es custodiada en la Catedral que
mandó a edificar su hijo Constantino. Desde el siglo XVI ha sido
expuesta a la veneración pública en varias ocasiones.
En otra iglesia francesa la de
Argentevil, se dice que también tiene el verdadero “Manto de
Cristo”; las huellas de sangre encontradas en ella son similares a
las de la sábana de Turín.
A parte del hallazgo de la “Santa
Túnica”, la emperatriz romana realizó excavaciones cerca del monde
Calvario, en donde encontró las siguientes reliquias:
La “Vera Cruz” fue identificada de
las otras dos de los ladrones, gracias a la prueba que propuso San
Macario; la del Hijo de Dios fue separada después de haber curado a
un enfermo, y volver a la vida a un muerto.
Los restos de la “santa Cruz”
fueron distribuidos en tres lugares:
-
La parte mayor del “Leño Santo” fue dejado en
Jerusalén, en la iglesia del Santo Sepulcro, al cuidado del santo
obispo Macario. En el año 600 el rey persa Cosroes, pagano y enemigo
de la religión católica invadió la tierra santa de Palestina, y
ayudado por los judíos y samaritanos fue desbastando todos los
templos católicos incluyendo la basílica del Santo Sepulcro, y
llevándose la reliquia del “Madero Sagrado”. El emperador Heraclio
de Constantinopla logró derrotarlo y quitarle la reliquia que se
había robado, devolviéndola nuevamente a la Ciudad Santa.
-
Otra parte de la “Santa Cruz” fue colocada por la
emperatriz dentro de una gran estatua de plata, que representaba a
su hijo Constantino, para que, colocada sobre una altísima columna
del pórfido de Constantinopla, se viera en toda la ciudad.
-
La última parte del “Santo Madero” fue mandado a
Roma en el año 325. El mismo emperador Constantino, construyó en su
honor la basílica mayor de la “Santa Cruz de Jerusalén”.
Otros trozos fueron regalados a
través de los tiempos por los papas a diversas iglesias del mundo,
como a la catedral de París y otras iglesias francesas.
En una capilla dentro del Vaticano
se encuentran tres astillas.
El Papa San Gregorio Magno (590
–604), obsequió un pedazo al rey visigodo español Recaredo.
En España se afirma que se
encuentra un fragmento en la iglesia de Santo Toribio de Liébana, en
la provincia norteña de Santander. La tradición asegura que fue
traído de Jerusalén en el siglo V por el mismo santo, quien era
obispo de Astorga, y contemporáneo del papa San León I el grande
(440 –446).
De la misma Ciudad Santa el
emperador Heraclio (610 –641), tras su triunfo sobre los persas,
trasladó otro tanto a Constantinopla (Turquía).
El “Letrero de INRI” que mandó a
colocar Poncio Pilatos se halla en la basílica de la Santa Cruz, y
es un fragmento de color tabaco y comido por la carcoma; en donde
todavía se puede leer las palabras latinas “NAZARENUS Y JUDEORUM”.
La “Corona de Espinas” que
pusieron sobre la cabeza de Nuestro Señor, se conserva algunas
astillas; tres se encuentran en la basílica de la Santa Cruz. Otras
espinas se guardan en la catedral de Notre Dame en París; y son
exhibidas el Viernes Santo. En la Catedral de Tréveris también hay
espinas y un clavo de la cruz de Cristo.
Otros “Clavos de la Crucifixión”
están distribuidos de la siguiente manera:
Uno en la basílica de la Santa
Cruz, y tiene unos diez centímetros de largo con una punta cuadrada
de un centímetro.
El segundo clavo se halla en la
corona que era utilizada por los reyes de Italia, y fue regalada a
la catedral de Milán (Italia)
El último está en el asta de una
de las “Lanzas de San Longinos”.
Otras reliquias relacionadas con
la muerte y resurrección del Verbo de Dios, y que no son atribuidas
a Santa Helena; son las siguientes:
La esponja con que le dieron de
beber vinagre al Señor, se halla en la Basílica de San Juan de
Letrán.
La “Lanza de San Longinos”, quien
fue el centurión romano que le atravesó el costado de Cristo,
después de haber muerto en la cruz. Se encuentran cuatro lanzas que
pueden ser la verdadera:
Una se halla en San Pedro del
Vaticano, esta fue encontrada en 1098 por los cruzados en Antioquia,
luego fue regalada por el sultán Beyazil II al papa Inocencio VIII
en 1492; cuando Jerusalén era ocupada por los musulmanes.
Otra fue llevada en tiempos de las
cruzadas y se conserva en la iglesia de Saint Chapelle de París; a
la que el papa Benedicto XIV (1740 –1758), calificó como auténtica.
La tercera se venera en una
iglesia de Cracovia (Polonia).
La última que tenía en su asta un
clavo de la crucifixión, permanecía en el museo de Hofborg, en
Austria. Se dice que esta lanza fue un talismán poderoso para
Constantino el Grande, para el rey franco Carlos Martel, que expulsó
de Francia a los árabes en el siglo VIII, para Carlomagno y para el
emperador romano Federico Barbaroja. Según la leyenda todos los que
la había poseído resultaban victoriosos. Posteriormente, Adolfo
Hitler la trasladó a Nuremberg, donde fue colocada en una iglesia
que ordenó convertir en un santuario nazi. Después de terminar la II
Guerra Mundial, la preciada lanza fue devuelta nuevamente al museo
de Hofborg.
Dentro de la basílica del Santo
Sepulcro en la Ciudad de Dios, se encuentra la llamada “Piedra de la
Unción”. Este es el lugar donde Nicodemo y José de Arimatea
embalsamaron con mirra y aloe el cuerpo de Cristo, antes de darle
sepultura.
La “Sábana Santa” es la tela con
que fue envuelto el cuerpo del Señor al ser bajado de la cruz. En el
lienzo se observa todas las huellas de la crucifixión, que quedaron
impresas según algunos científicos, por el calor del cuerpo en el
momento de la resurrección. El “Santo Sudario” como también se le
conoce, es una pieza de lino de 1.10 metros de ancho con 4.30 de
largo; fue conservada al parecer por el apóstol Pedro (Lucas 24,12).
En la actualidad está guardado en un relicario de plata en la
catedral de Turín (Italia). Es la “reliquia de Cristo” que ha sido
mayormente analizada por la ciencia moderna.
El “Sudario de Oviedo” es un paño
pequeño que cubrió el rostro del Mesías, según la costumbre judía de
enterrar a sus muertos. Fue hallado por San Pedro y San Juan en la
tumba vacía (Juan 20, 7). El “Sudario de Oviedo” se conserva en la
catedral de esta ciudad española desde el siglo VIII, fue sacado de
Jerusalén en el año 614, después del ataque de los persas.
Curiosamente, muestras de laboratorio han comparado manchas de
sangre iguales al rostro de las Sábana Santa.
En Nazaret hay una capilla donde
se venera un enorme bloque calcáreo que la tradición ha llamado la
“mesa de Cristo”, se tiene por seguro que en esa piedra comió el
Señor con sus discípulos después de la resurrección.
LA SABANA SANTA
DE TURIN
AUTOR. GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
I. RECUENTO HISTORICO
Según una antigua tradición
proveniente de la iglesia naciente, el apóstol Pedro conservó el
manto con que fue envuelto el cuerpo de Jesús, después de haber sido
bajado de la cruz, y que él mismo encontró en el sepulcro vacío el
domingo de resurrección. (Lucas 24,12). San Cirilo de Jerusalén y
San Gregorio Naciaceno, del siglo III, Juan, patriarca de
Constantinopla y San Germán, obispo de París del siglo IV, San
Leandro de Sevilla del siglo VI, o Beda del siglo VIII; relataban
que el “lienzo de Cristo” existía. La primera ciudad donde fue
expuesto fue en Edesa (hoy Urfa), edificada entre la Anatolia y
Persia. En un manuscrito del siglo VI se cuenta que el rey Ukhamm
(9-46 d.C.), al saber que en Jerusalén un gran profeta había sido
crucificado, logró obtener la “efigie” del santo, milagrosamente
estampada sobre un lienzo de lino. Fue además Edesa el primer estado
del mundo en adoptar el cristianismo. Posteriormente, el papa
Gregorio II, en el año 726, habla de un sudario con una imagen que
no estaba elaborada por la mano del hombre, y en el año 769, en el
sínodo de Letrán se nombra la imagen milagrosa, aunque no se
menciona las marcas del cuerpo, porque al parecer se encontraba
doblado.
Seguidamente, la reliquia fue
llevada a Constantinopla (hoy Estambul) en Turquía, capital del
nuevo imperio romano, en el año 994; y fue exhibida en la basílica
de Santa María del Faro. Allí permaneció hasta la cuarta cruzada,
cuando la ciudad fue saqueada por los franceses, en el año 1203. En
Europa el lienzo estuvo primero en poder de los templarios, hasta
1307; luego pasó a manos del duque Geoffroy de Charny, quien lo
expuso en la iglesia de Lirey. Después fue llevada a Turín en 1578,
a la casa de los Saboya, desde entonces ha permanecido bajo la
custodia de la arquidiócesis de Turín, en la capilla real de la
catedral de San Juan Bautista.
II. LA SABANA
SANTA Y LA CIENCIA MODERNA
En el año 1898, el abogado turinés
Secondo Pía, reveló una serie de placas fotográficas del lienzo, en
las que en sus negativos refleja la Imagen de un hombre cubierto
de heridas, y con la misma fisonomía que se le atribuye al
Hijo de Dios. Del mismo modo, En diferentes períodos del siglo XX se
hicieron estudios al santo sudario que mide 4,36 metros de largo y
1,10 de ancho. En total se han tomado más de 32.000 fotografías y
más de 1.000 exámenes científicos. En julio del 2002 el lino fue
sometido a una rigurosa limpieza para quitarle el polvo acumulado
por siglos, el sudario se cosió a una nueva tela esterilizada, los
restos retirados fueron clasificados y guardados; además se tomaron
imágenes a través de un escáner y se elaboró un mapa digital
completo de la reliquia, que se conserva en argón, gas inerte que
impide un proceso de oxidación. En 1988, las universidades de
Arizona, Oxford y de Zurich sometieron el lino a la prueba de
radiocarbono 14, para determinar su antigüedad, que fue situada
entre los siglos XIII y XIV de nuestra era. Se creyó que la pieza
era una falsificación de la Edad Media; sin embargo, en 1992 el
sabio ruso Dimitri Kouznetsou demostró que la sábana de Turín es
mucho más antigua. Argumentó que el incendio en 1532 provocó una
especie de rejuvenecimiento, por las altas temperaturas que sufrió
el lino mientras se encontraba guardado en un relicario de plata, en
la catedral francesa de Chambery. Los daños del tejido fueron
remendados por las monjas clarisas de este templo en 1534. Incluso,
los resultados obtenidos por los rayos X, han demostrado que este
manto rectangular, corresponde a un tejido a mano de tipo “espina de
pescado”, utilizado en Egipto y en Palestina desde el siglo III a.C.
Su material era de hilo de algodón de tipo “herbaceum”, cultivado
sólo en el Cercano Oriente.
En el 2004, la doctora suiza,
Mechthild Flury- Lemberg, experta en la historia de los tejidos,
aseguró que “el lienzo era auténtico”. Otra prueba para demostrar su
autenticidad, está en las inscripciones en letras mayúsculas que a
simple vista no se pueden verse, encontradas en varias partes del
lienzo. Las palabras estaban escritas en griego, latín y hebreo; una
de ellas dice IN NECEM que podría significar “vas a morir”, otros
textos son: IHEOY “Jesús” en griego, y NAZAPHNO, término que puede
traducirse como “Nazareno”. Igualmente, dos científicos italianos
descubrieron que la imagen del rostro se ve igual en la parte de
atrás del sudario, lo que hace difícil cualquier falsificación.
Se logró por computadora una
imagen del hombre en tres dimensiones, en caso de que el lienzo
hubiera sido una simple pintura, habría producido una impronta
plana, distorsionada y sin estética. En la sábana sólo se
distinguen dos colores: un Suave sepia en la forma
del cuerpo y un marrón oscuro proveniente de las manchas de
sangre. La figura que aparece por ambos lados del lino es una
combinación de sombras oscuras y claras. Algunas penetran levemente
en la pieza, mientras otras ni siquiera fueron tocadas. Se tomaron
muestras de 37 lugares distintos del tejido, pero no se pudo extraer
ningún tipo de colorante artificial; en cambio las manchas de
sangre son fluorescentes, Al igual que los remiendo de las
quemaduras. Se recogieron además fragmentos de polvo, hongos,
esporas, y polen de 28 especies distintas, algunas correspondían a
20 clases de plantas muy antiguas, de las 59 encontradas en su
totalidad. Unas procedían de pinos silvestres que sólo florecían en
las llanuras de Siria y de Palestina, otras eran de la región del
Mar Negro y algunas más recientes de Francia e Italia. Del polvo
encontrado en el sudario, se hicieron muestras comparativas con las
halladas en el museo arqueológico de Turín, y se extrajeron muestras
de partículas de polvo de momia y tejido funerario del Valle de los
reyes, que datan del año 1100 a.C. Se comprobó que ambos tejidos
contenían una importante cantidad de sal refinada y de excelente
calidad, proveniente de las deltas del Nilo.
III. LAS MARCAS
DE LA CRUCIFIXION
El santo sudario ha sido llamado
como el “quinto evangelio”, debido a la gran información que
contiene sobre la pasión del Señor. Los científicos dedujeron que el
hombre del lienzo debió de medir 1.80 metros de altura y pesar 80
kilogramos, sus cabellos son largos y recogidos en una trenza. El
rostro refleja una fisonomía serena y llena de dignidad; pese a
mostrar visibles muestras de tortura. Tiene los ojos cerrados, la
nariz fracturada, el pómulo Derecho y el labio superior hinchados
por fuertes golpes ocasionados con una vara. En la frente y
alrededor de la cabeza hay 30 heridas, estas fueron hechas por una
corona de espinas largas y afiladas, provenientes de arbustos que
florecen en el Mediterráneo. En el cuerpo quedaron señales de unas
120 marcas Producidas por un azote romano de dos correas con puntas
de plomo, de ellas brotó sangre y suero. También se hicieron
estudios comparativos por medio de fotografías infrarrojas con el
“manto Sacro” o vestido blanco que se conserva en la iglesia
francesa de Argentelvil, en el que se cree fue el que llevó Jesús
hasta la cruz; se descubrieron manchas de sangre, en los mismos
lugares de las heridas del ajusticiado del sudario. Otras heridas en
el omóplato izquierdo y el hombre derecho producidas por un gran
peso. Se halló manchas de sangre hechas por un clavo que le atravesó
la muñeca izquierda, y una lesión en la rodilla izquierda a
consecuencias de varias caídas. Marcas de una cuerda que le
sujetaban las piernas, y en el centro del pie derecho una
herida del clavo que fue empleado para fijar ambos pies. Hay una
similitud de acuerdo a la trayectoria que produciría los clavos de
la crucifixión, traídos a Roma en el año 325 por la emperatriz Santa
Elena, y que están en la basílica de la Santa Cruz. La herida del
costado derecho fue provocada por una lanza de hoja afilada, que
penetró entre la quinta y la sexta costilla e hizo manar sangre y
líquido del pericardio. El”espectro” identificó que la sangre humana
del lino era muy antigua y pertenecía al tipo AB.
IV. COMPARACION
CON OTRAS RELIQUIAS
Del rostro de la sábana se
lograron varios descubrimientos, pues se comparó con el velo de la
Verónica, que es el paño con el que fue enjugada la cara del Mesías
camino al calvario, y que se conserva en una iglesia italiana,
ambos son iguales. Asimismo, se hallaron 130 Marcas de sangre
idénticas con el sudario que se conserva en Oviedo (España); que es
un pequeño paño que cubrió el rostro del Señor, y que fue hallado
también por San Pedro en la tumba vacía (Juan 20,7). El
manto se encuentra en la catedral de Oviedo desde el siglo XII, y
según las crónicas, fue sacado de Jerusalén en el año 614, cuando la
Ciudad Santa fue arrasada por los persas. En las fotografías tomadas
a gran escala sobre los ojos de la víctima, se encontraron las
marcas de dos monedas sobre los párpados, lo que concuerda con la
antigua costumbre hebrea. La moneda del lado derecho pertenece al
procurador Poncio Pilatos, acuñada entre los años 22 al 32 d.C. La
del lado izquierdo es del emperador Tiberio César, del año 29 d.C.
V. ASOMBROSO
DESCUBRIMIENTO
Los médicos forenses explicaron
que la muerte de aquel condenado debió de haber llegado después de
una terrible agonía de varias horas. El cadáver fue cubierto con una
gran cantidad de mirra y áloe, sustancias utilizadas en el rito
fúnebre judío; estos componentes han sido identificados en todo
el lienzo. Los expertos han concluido que la imagen pudo
haberse formado por un fuerte resplandor de energía, producto del
calor del cuerpo de Cristo en el momento de la resurrección.
EL VELO DE LA VERONICA
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS
Del velo con el que la Verónica le
enjugó el rostro sudoroso y ensangrentado de Cristo, cuando caminaba
con la cruz a cuestas camino del Calvario; se estima que existen en
todo el mundo al menos 20 santuarios que dicen ser el custodio de
esta reliquia. De hecho su proliferación era tanta que el papa
Urbano VIII (1623-1644) hizo desaparecer otras copias del sudario
del Señor. Sin embargo, en un pequeño pueblo italiano llamado
Manoppello, en los Abruzos, de los montes Apeninos, a unos 200
kilómetros de Roma, se encuentra una iglesia que guarda al parecer
la verdadera reliquia del “Manto de la Verónica”, conocida
antiguamente como “la madre de todas los iconos”, su cuidado está
confiada a los Frailes Menores Capuchinos. La Santa Faz de color
marrón, es un lienzo de “lino fino”, de 17x24 centímetros. El padre
jesuita alemán, Heinrich Pfeiffers, profesor de iconografía e
historia del arte cristiano en la Universidad Pontificia Gregoriana
de Roma, ha estudiado durante más de una década este manto, y ha
sido el primer científico en asegurar que se trata del auténtico
Velo de la Verónica que antes se custodiaba en el Vaticano.
En el libro apócrifo de los Hechos
de Pilato (siglo VI), se habla de una piadosa mujer que le secó la
cara al Señor en el Vía Crucis. La tradición la nombra como
“Sefarina” o “Berenice”, y la identifican con la hemorroisa que fue
curada de su enfermedad al tocar el borde del vestido del Señor. El
título de Verónica sería una alusión al “Sagrado Rostro”. Las
palabras: Vero (latín=verdadero), E icono (griego=imagen) quiere
decir “Verdadera Imagen”. En el mismo texto se narra de como Tiberio
César aquejado de una grave enfermedad manda a un emisario suyo de
nombre Volusiano para traer ante su presencia a un médico judío
llamado Jesús, que curaba con su sola palabra. Cuando Poncio Pilatos
le cuenta sobre su ajusticiamiento, Volusiano se contacta con la
Verónica, quien le relata de que manera el Señor había dejado
impresa su divino rostro en un manto de su propiedad. Ambos se
embarcan hasta Roma con la preciada reliquia, y cuando es mostrada
ante el augusto emperador, éste al igual que muchos otros enfermos
se cura de sus dolencias. Es de anotar, que esta piadosa tradición
cristiana ya era conocida en el siglo IV.
Históricamente sobre la permanecía
de la Santa Imagen de la Verónica en la Ciudad Eterna, se tiene
noticias en el año 1300, con motivo del primer año santo de los
anales de la Iglesia Católica. En esa ocasión dicho lienzo se
convirtió en una de las “Maravillas de Roma” para los peregrinos que
pudieron visitar la Basílica de San Pedro en el Vaticano. El rastro
de esta reliquia se perdió en los años sucesivos al año santo de
1600, cuando el manto fue hallado en Manopppello. Según estudios de
la época se creé que en 1608, durante la restauración de la Basílica
Mayor, realizada por el papa Pablo V, se derribó la capilla en la
que se custodiaba y es probable que en esa ocasión fuera robada la
Tela Santa. En 1618, el archivista del Vaticano Giacomo Grimaldi
hizo una lista de los objetos de la antigua Basílica, en la que
habla del relicario que custodiaba el sudario, especificando que los
cristales estaban rotos. El padre Pfeiffer explica que en el velo de
Manoppello, en el margen inferior, se puede ver todavía un pequeño
fragmento de cristal del anterior relicario, lo que demostraría su
procedencia del Vaticano.
Según la “Relación Histórica”,
escrita en 1646 por el sacerdote capuchino Donato da Bomba, en 1608
una señora, Marzia Leonelli, para sacar a su esposo de la cárcel,
vendió por 400 escudos el Velo de la Verónica (que había recibido
como dote), a Donato Antonio de Fabritiis. Dado que la reliquia no
se encontraba en buenas condiciones, de Fabritiis la entregó en 1638
a los padres capuchinos de Manoppello. Fray Remigio da Rapino
recortó los bordes del sudario y lo coloco entre dos marcos de
madera de nogal. Los marcos y los cristales son los que todavía hoy
conservan el velo en este santuario.
Por otra parte, el profesor Donato
Vittori, de la Universidad de Bari, hizo un examen del manto en 1997
con rayos ultravioleta, descubriendo la inexistencia de pintura
sobre el lienzo. A través de sofisticadas técnicas fotográficas
digitales, se ha podido constatar que la imagen es idéntica en ambos
lados del velo, como si fuera una diapositiva, vista de lejos es
completamente invisible. La iconógrafa y religiosa alemana, Blandina
Pascalis Schloemer, ha demostrado que la imagen de la Sábana Santa
de la Catedral de Turín (Italia) se sobrepone perfectamente al Santo
Rostro de Manoppello con más de diez puntos de referencia, como: los
mismos rasgos somáticos, el rostro oval ligeramente redondo
asimétrico, cabellera larga, un mechón de cabellos sobre la frente,
la boca ligeramente abierta, la mirada dirigida hacia arriba. En
suma: la misma iconografía de Cristo Jesús que influyó en la Iglesia
de Oriente. Igualmente, el padre Pfeiffer ha recogido las
principales obras artísticas de la historia del cristianismo que se
inspiran en el velo de la Verónica, desde los murales en las
catacumbas romanas del siglo IV, hasta que Pablo V prohibiera su
reproducción, tras el probable robo en el Vaticano, y todas parecen
tener por modelo la reliquia de Manoppello.
Del mismo modo, el sudario
presenta las típicas características de la pasión del Redentor
descripta en los evangelios, como: la cara golpeada, la frente
ensangrentada, la nariz contusa y una mejilla hinchada (Juan 18,22;
Marcos 15,17; Mateo 27,30). En la actualidad el “Lienzo de la
Verónica” se encuentra exhibido en un altar, acompañado con un juego
de luces que hace que el Rostro Santo adquiera diferentes
expresiones.
EL SANTO SUDARIO DE OVIEDO
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS
Hay una reliquia relacionada con
la Pasión de Jesús, conocida como el “Sudario de Oviedo”, paño
pequeño que según la tradición, cubrió su rostro y que fue hallado
por San Pedro y San Juan en la tumba vacía (Juan 20,7). Este lienzo
se encuentra desde el siglo VII en la catedral de esta ciudad
española, y según las crónicas, fue sacada de Jerusalén en el año
614, cuando la Ciudad Santa fue atacada por los persas. Varios
investigadores entre los que se encuentran catedráticos y profesores
de prestigio internacional, además de unos treinta científicos
especialistas en física, química y diversas ramas de la medicina,
han estudiado el Manto de Oviedo. A simple vista lo único que se
observa en la tela es un conjunto de orificios y manchas que no
guardan una forma determinada. Sin embargo, los análisis revelaron
que éstas eran manchas de sangre humana, y más concretamente de la
sangre de un cadáver.
Se sabe que tras la muerte del
individuo la cabeza quedó péndula, fuertemente flexible sobre la
barbilla e inclinada a la derecha. Una de las manchas impregnadas en
el sudario, muestra que éste fue colocado sobre la cabeza cuando aún
permanecía en posición vertical, es decir, cuando el crucificado se
encontraba todavía en la cruz. Tras el descendimiento y la
acomodación de los brazos al pecho, la caja toráxica volvió a su
posición normal. En este momento el edema pulmonar, toda una serie
de líquidos que se estancan en los pulmones, debió fluir hacia el
exterior por la boca y la nariz, impregnando la barba, el bigote y
una parta de la tela. Estos efectos son normales en la fase
“postmortem” de las personas muertas por crucifixión.
Otro tipo de manchas se produjeron
al colocar el cadáver sobre su costado derecho, impregnando algunas
partes del rostro con la nariz y la frente. El resto de las manchas
se produjeron en el traslado hasta la tumba con la salida de más
líquido al exterior. Después estos descubrimientos, el equipo
investigador realizó unas aproximaciones entre la reliquia de Oviedo
y la Sábana Santa de Turín. Expertos en fotografía han informado que
se hallaron 130 muestras de sangre que son idénticas en ambos
mantos, como por ejemplo los orificios de las heridas producidas por
la corana de espinas. Según, ellos, esto indica que ambos lienzos
habían tocado la cabeza de la misma persona. Del mismo modo, se
detectó el mismo tipo de sangre (AB) en ambos sudarios.