Agustín de
Hipona y la filosofía
1. Introducción.
1.1. Cristianismo y filosofía.
2. Agustín de Hipona.
2.1. La actitud filosófica en San Agustín.
2.2. Relaciones entre fe y razón.
2.3. El problema del conocimiento.
2.4. Dios y la creación.
2.5. El problema del hombre.
2.6. La "ciudad de Dios". Influencia histórica de San Agustín.
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1. Introducción.
1.1. Cristianismo y filosofía.
La filosofía cristiana será el resultado de un intento de síntesis
entre los dos supuestos fundamentales de la tradición filosófica
pagana, (la inteligibilidad natural del mundo y la razón como
facultad principal del conocimiento), y las verdades reveladas por
la nueva religión.
No se debe olvidar que el cristianismo no es una filosofía, porque
los conocimientos que aportan provienen de una autoridad fuera de la
razón humana. Además según avanza el Imperio Romano el saber
filosófico tradicional se teñía de aptitudes y conceptos religiosos.
Podemos hablar de filosofía cristiana desde el momento en que
algunos cristianos utilizaron la filosofía griega con fines
apologéticos que favorecieran la difusión de la nueva religión.
Esos primeros cristianos son los llamados Padres de la Iglesia, y
así la primera filosofía cristiana se llama patrística.
La revelación cristiana es la culminación natural del saber
filosófico. Este principio provocará que los filósofos descubran un
nuevo campo de reflexión, nuevos temas, por ejemplo la creación, la
contingencia del mundo, la espiritualidad del hombre humano.
La filosofía patrística encontró fundamentalmente 3 corrientes
filosóficas asentadas en su época:
1- El neoplatonismo, en principio el más atractivo para el
cristianismo, por la distinción entre el mundo de las ideas y el
mundo sensible, queriéndose identificar lo sobrenatural, lo divino,
la salvación eterna con el mundo de las ideas.
2- El aristotelismo, que era más difícil de cristianizar por su
empirismo y "materialismo".
3- El estoicismo, fue una filosofía ética posterior a Platón. Uno de
sus principales representantes fue Séneca, que propugnaba el dominio
de la razón sobre las inclinaciones naturales del hombre, en contra
de los hedonistas, epicureístas, que afirmaban que el fin del hombre
era la felicidad en los placeres.
La filosofía patrística se puede dividir en 3 períodos:
1.- Período de formación hasta el concilio de Nicea en el 325. En
este período habrá dos corrientes claramente enfrentadas, una
benevolente con la cultura y filosofía griega y otra contraria que
es la que menos fortuna tuvo1.
2.- Período de apogeo que va desde el concilio de Nicea hasta la
segunda mitad del siglo V.
3.- Período de decadencia que en el imperio de Oriente llega hasta
el siglo VIII, mientras que en Occidente llega hasta la mitad de la
Edad Media, como mínimo hasta el sg. XIII.
2. Agustín de Hipona
2.1. La actitud filosófica de S. Agustín.
El punto de partida de S. Agustín está cerca del de la filosofía
helenística. Las escuelas posteriores a Aristóteles creyeron que el
fin del estudio filosófico apuntaba a conseguir la felicidad. Sin
embargo S. Agustín, lejos de las posiciones naturalistas de estas
escuelas cree que la felicidad sólo es posible en el plano
sobrenatural. El único camino para conseguirla es partiendo de la
interioridad del alma humana que asciende progresivamente hasta el
Ser Supremo. Aquí está el primer recuerdo a la filosofía de Platón;
con matices S. Agustín es el encargado de cristianizar la filosofía
platónica.
Su teología está por ello unida al problema del hombre, el filósofo
es el hombre que busca la verdad partiendo de su propia contingencia
(mutabilidad), para transcender hasta Dios que siendo lo más íntimo
al alma humana desborda su contingencia.
Hay por lo tanto una teologización de la filosofía, pero sin olvidar
lo antropológico (ciencia del hombre).
Podemos concluir que en S. Agustín la filosofía no es solo un
sistema racional sino una estructura unida a la religión, que se
descubre con una especial actitud del hombre que volviendo a su
interioridad se eleva hasta Dios.
2.2. Relaciones entre fe y razón.
Como para S. Agustín lo importante es explicar la relación entre el
alma humana y Dios, entonces fe y razón no son más que medios o
instrumentos que se exigen mutuamente para encontrar la verdad.
Por lo tanto fe y razón no se excluyen, sino que se complementan. Ni
creer es algo irracional, ni el conocimiento racional (de Dios)
destruye la fe. Para superar estas posiciones excluyentes, S.
Agustín propone que la fe se sitúe al comienzo y al final de la
especulación racional. Primero como una condición necesaria para que
se ponga en marcha una investigación sobre temas que de otra manera
permanecerían ignorados, (la fe es guía y pauta de la razón), por
otro lado la investigación racional dirige al hombre hacia la fe,
ésta elimina las dudas consolidando el conocimiento racional.
2.3. El problema del conocimiento.
El problema del conocimiento es para S. Agustín el problema de
justificar la verdad, porque esto está conectado con la posibilidad
de que el hombre alcance la felicidad. Si ésta sólo es perfecta en
Dios, de lo que se trata es de buscar un tipo de conocimiento que
nos lleve a Dios. Dios es el que fundamenta y hace posible el grado
más alto de conocimiento humano: el conocimiento de lo universal y
lo necesario, que para S. Agustín son las verdades eternas.
Para S. Agustín el conocimiento es una visión (Platón). El
conocimiento para Platón es el de las ideas. Esa visión es posible
gracias a la acción iluminadora de Dios sobre la inteligencia para
que pueda alcanzar las verdades eternas que con mucho exceden su
contingencia2 y finitud3. El precedente a esta concepción del
conocimiento está en Platón que afirmaba que la idea de bien era el
sol del conocimiento intelectual. Los neoplatónicos decían que lo
UNO irradiaba luz sobre toda la realidad y todo esto es compatible
con la concepción evangélica que identifica a Cristo con la luz del
mundo.
La acción iluminadora de Dios para S. Agustín no es un auxilio
sobrenatural sino algo estrictamente racional.
La luz natural de la razón procede de Dios y capacita a la mente
para contemplar las verdades universales y necesarias. Nosotros
tenemos noticia de la existencia real de las cosas por la sensación,
y realizamos una comparación entre esos entes finitos y las ideas
eternas e inmutables gracias a la iluminación divina. Quiere superar
S. Agustín la teoría de la reminiscencia de Platón, es decir, no es
necesario que el alma haya contemplado las verdades eternas en una
vida anterior, lo que es necesario es que Dios eterno y inmutable
abra nuestra mente para acceder a ellas. Y esta iluminación no es
una visión o experiencia directa de la divinidad (ontologismo), sino
la capacidad natural que Dios nos ha dado.
2.4. Dios y la creación.
Tres temas trata la teología natural o teodicea de S. Agustín:
1- Las pruebas de la existencia de Dios.
2- El problema de la esencia metafísica(3) de Dios.
3- El problema de la creación.
1.- Si Dios no es objeto de experiencia inmediata se requiere una
prueba de su existencia. S. Agustín aporta una serie de argumentos
entre los que destaca el de las verdades eternas. La mente posee
verdades inmutables, es decir verdades "que no son tuyas ni mías, ni
de ningún otro, sino que están presentes en todos por igual". Hay
conocimientos que se imponen necesariamente al hombre, y que
transcendiendo la razón finita humana deben fundarse en el SER. Si
hay conocimientos universales y necesarios y ningún ser particular y
contingente puede ser su fundamento es porque refleja la necesidad
de Dios, es decir se presentan como la entrada para la demostración
de su existencia.
2.- Demostrada la existencia de Dios hay que pasar a estudiar su
esencia. La esencia metafísica de Dios se encuentra en la
inmutabilidad. Frente a toda realidad contingente y mutable de la
realidad creada Dios se erige como el SER sumamente perfecto. Todo
ente finito no posee la plenitud del ser, por ser esencialmente
mudable. Dios en cambio es imposible pensar que cambie, porque lo
posee todo, lo que no quiere decir que sea estático, quiere decir
que es perfecto. Sus atributos fundamentales son conocer, crear y
amar, con un poder difusivo que llegando hasta el hombre le permite
a éste encontrarse con Él.
3.- Dios para S. Agustín es el fundamento de las ideas platónicas.
El mundo inteligible de Platón tiene ahora un fundamento teológico.
De la misma manera, que no podemos pensar en ningún otro autor que
realice sus obras sin tener una idea de lo que va a ejecutar, Dios
creó el mundo según unos modelos que son las ideas inmutables y
eternas que existían previamente en la mente del creador. Esta
doctrina se llama ejemplarismo. Teniendo en cuenta que el auténtico
ser está en Dios y en sus ideas, el mundo contingente debe su
esencia y su existencia (su ser) al creador (según la doctrina
cristiana a través del Verbo, segunda persona de la Trinidad, o Dios
Hijo).
¿Cómo es posible que la contingencia de la creación proceda del ser
necesario, o si es inmutable como crea en un momento determinado?.
Para S. Agustín, Dios posee eternamente los modelos o las ideas, y
la creación consiste en la identificación de su voluntad y la
realización del mundo, en un acto eterno, incluyendo el tiempo que
no es más que la sucesión de los momentos que pasan los seres
creados al desarrollarse, según las leyes y el orden previsto por
Dios.
2.5. El problema del hombre.
S. Agustín recoge la tradición de Platón. El alma es una sustancia
completa unida accidentalmente al cuerpo. Rechaza S. Agustín la
teoría hilemórfica aplicada al hombre. La concepción de S. Agustín
es dualista.
Sobre el origen del alma el pensamiento de S. Agustín pasa por dos
etapas. En la primera defiende el traduccionismo, es decir, el alma
se transmite directamente de padres a hijos en el momento de la
generación. S. Agustín piensa así con el fin de defender un dogma
cristiano:. el carácter universal del pecado original.
En una segunda etapa opta por el creacionismo, es decir, el alma
espiritual del hombre está creada directamente por Dios, pero no
define el momento de dicha creación.
La estructura del alma manifiesta la "imagen y semejanza" de Dios al
crearla. La misma naturaleza del hombre hace posible encontrar a
Dios en su interior. La estructura del alma es la siguiente:
Formando una unidad indisoluble el hombre posee tres facultades,
memoria, entendimiento y voluntad, que para S. Agustín se
corresponden con la Trinidad de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
2.6. La "Ciudad de Dios". Influencia histórica de San Agustín.
El saqueo de Roma llevado a cabo por los bárbaros en el 410 hizo
revivir la idea de que la seguridad del Imperio Romano estaba unida
al paganismo. El cristianismo había minado los cimientos del
Imperio. Contra estas ideas escribe S. Agustín el libro "La ciudad
de Dios" hacia el año 412. S. Agustín presentó la historia y el
presente como la eterna lucha entre las fuerzas del bien y del mal,
dirigidas por la providencia divina. El providencialismo es la tesis
que entiende el desarrollo de la historia del hombre movido por Dios
en orden a la consecución del bien universal. La providencia lo
abarca todo, la existencia del bien que Dios quiere, y la presencia
del mal que Dios permite para que se obtenga de él beneficios
mayores. Así para S. Agustín el proceso histórico es la lucha entre
la ciudad terrenal (la construida por el egoísmo humano) y la ciudad
de Dios, dirigida por la caridad. En realidad al hombre siempre le
mueve el amor, que puede tener un doble sentido, el primero hacia
intereses materiales y el otro hacia la caridad. El hombre elige
libremente entre los dos sentidos. Según la opción la historia
avanzará negativa o positivamente, pero siempre en orden al fin que
la providencia de Dios ha previsto.
La filosofía cristiana en S. Agustín tiene a su símbolo por haber
sido capaz de armonizar cierta filosofía helenística y la revelación
cristiana. Cuando la Iglesia toma la tarea de la reconstrucción
intelectual de Europa tras la caída del Imperio Romano no habrá más
autoridad que la de S. Agustín, incluso cuando se realicen otras
síntesis, a partir del siglo XII incluyendo la más importante la de
Tomás de Aquino.
Tras un período dominado por la corriente continuadora del tomismo
(escolástica), en el Renacimiento, y en el sg. XVII encontramos la
influencia de S. Agustín, en el racionalismo, por ejemplo de
Descartes y Leibniz, incluso la herejía protestante de Lutero
pretende retornar a S. Agustín.
En nuestros días el llamado personalismo cristiano del sg. XX, toma
de S. Agustín muchas de las ideas fundamentales sobre el hombre, y
por otro lado su falta de sistematismo es más cercano al modo de
hacer filosofía hoy, que al de otras épocas.