PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES
SOCIALES
PORNOGRAFÍA Y VIOLENCIA
EN LAS COMUNICACIONES SOCIALES: UNA RESPUESTA PASTORAL
Mayo, 1989.
Fuente: Vatican.va
INTRODUCCIÓN
1. En el curso de estos últimos años ha tenido lugar una revolución
mundial en el modo de percibir los valores morales, seguida de cambios
profundos en la manera de pensar y actuar de la gente. Los medios de
comunicación social han tenido y continúan teniendo un importante papel
en este proceso de transformación individual y social, en la medida que
introducen y reflejan nuevas actitudes y estilos de vida (1).
2. Algunos de estos cambios han resultado positivos. Hoy, como ha
afirmado recientemente el Papa Juan Pablo II, "la primera nota positiva
consiste en que muchos hombres y mujeres tienen plena conciencia de su
dignidad y de la de todo ser humano... Al propio tiempo, en un mundo
dividido y trastornado por conflictos de todo tipo, va creciendo la
convicción de una interdependencia radical y, por consiguiente, la
necesidad de una solidaridad que la asuma y la traduzca en el plano
moral" (2). Las comunicaciones sociales han contribuido mucho a que se
den estos cambios.
3. Pero muchos de estos cambios han sido negativos. Al lado de los
abusos de siempre se están dando nuevas violaciones de la dignidad
humana y de los valores e ideales cristianos. Y aquí también las
comunicaciones sociales tienen su parte de responsabilidad.
4. Si bien es cierto que estos medios -como afirma el Concilio Vaticano
II- "prestan grandes servicios al género humano", lo es igualmente que
"pueden ser utilizados contra los designios del Creador y convertidos en
instrumentos del mal"(3).
5. Uno de los fenómenos alarmantes de estos años ha sido la creciente
difusión de la pornografía y la generalización de la violencia en los
medios de comunicación social. Libros y revistas, cine y teatro,
televisión y videocasetes espacios publicitarios y las propias
telecomunicaciones muestran frecuentemente comportamientos violentos o
de sexualidad permisiva que casi llegan al umbral de la pornografía y
que son moralmente inaceptables.
6. La pornografía y la exaltación de la violencia son viejas realidades
de la condición humana que evidencian la componente más turbia de la
naturaleza humana dañada por el pecado. Durante el último cuarto de
siglo han adquirido una amplitud nueva y han pasado a constituir un
serio problema social. Mientras crece la confusión respecto de las
normas morales, las comunicaciones han hecho la pornografía y la
violencia accesibles al gran público, incluidos niños y jóvenes. Este
problema, que quedaba confinado antes en el ámbito de los países ricos,
ha comenzado, con la comunicación moderna a corromper los valores
morales de las naciones en vías de desarrollo.
7. Los medios de comunicación social pueden ser a la vez eficaces
instrumentos de unidad y comprensión mutua y transmisores de una visión
deformada de la vida, de la familia, de la religión y de la moralidad
-según una interpretación que no respeta la auténtica dignidad ni el
destino de la persona humana-(4). En particular, los responsables
familiares de muchas regiones del mundo han expresado una comprensible
preocupación respecto a los filmes, videocasetes y programas de
televisión que sus hijos están en condiciones de ver, así como
grabaciones que pueden oír y publicaciones que pueden leer. Y se niegan
a que los valores morales inculcados en el hogar queden destruidos por
producciones rechazables, en todas partes de fácil acceso gracias a
estos medios.
8. Se trata de ilustrar en este documento los efectos más graves de la
pornografía y la violencia en el individuo y en la sociedad, así como
señalar las causas principales del problema tal como se plantea hoy. Por
último se tratará de indicar los pasos necesarios que han de dar los
comunicadores profesionales, los padres y educadores, la juventud y el
público en general, las autoridades civiles y eclesiásticas, las
organizaciones privadas y religiosas, para poner el remedio necesario.
EFECTOS DE LA PORNOGRAFÍA Y LA VIOLENCIA
9. La experiencia cotidiana confirma los estudios realizados en el mundo
entero acerca de las consecuencias negativas de la pornografía y de las
escenas de violencia que transmiten los medios de comunicación social
(5). Se entiende por pornografía, en este contexto, la violación merced
al uso de las técnicas audiovisuales, del derecho a la privacidad del
cuerpo humano en la naturaleza masculina y femenina, una violación que
reduce la persona humana y el cuerpo humano a un objeto anónimo
destinado a una mala utilización con la intención de obtener una
gratificación concupiscente. La violencia, en este contexto, puede ser
entendido como la presentación destinada a excitar instintos humanos
fundamentales hacia actos contrarios a la dignidad de la persona, y que
describe una fuerza física intensa ejercida de manera profundamente
ofensiva y a menudo pasional. Los especialistas a veces no están de
acuerdo sobre el impacto de este fenómeno y sobre el modo en que afecta
a los individuos y los grupos aquejados por el mismo, pero las líneas
maestras de la cuestión aparecen claras, limpias e inquietantes.
10. Nadie puede considerarse inmune a los efectos degradantes de la
pornografía y la violencia, o a salvo de la erosión causada por los que
actúan bajo su influencia. Los niños y los jóvenes son especialmente
vulnerables y expuestos a ser víctimas. La pornografía y la violencia
sádica deprecian la sexualidad, pervierten las relaciones humanas,
explotan los individuos -especialmente las mujeres y los niños-,
destruyen el matrimonio y la vida familiar, inspiran actitudes
antisociales y debilitan la fibra moral de la sociedad.
11. Es evidente que uno de los efectos de la pornografía es el pecado.
La participación voluntaria en la producción y en la difusión de estos
productos nocivos ha de ser considerada como un serio mal moral. Además,
esta producción y difusión no podrían tener lugar si no existiera una
demanda. Así, pues, quienes hacen uso de estos productos no sólo se
perjudican a sí mismos, sino que también contribuyen a la promoción de
un comercio nefasto.
12. Una exposición frecuente de los niños a la violencia en las
comunicaciones sociales puede resultar turbadora para ellos, al ser
todavía incapaces de distinguir claramente la fantasía de la realidad.
Además, la violencia sádica en estos medios puede condicionar a las
personas impresionables, sobre todo a los jóvenes, hasta el punto de que
la lleguen a considerar normal, aceptable y digna de ser imitada.
13. Se ha dicho que puede haber una vinculación sicológica entre la
pornografía y la violencia sádica. Una cierta pornografía ya es
abiertamente violenta en su contenido y expresión. Quienes ven, escuchan
o leen un material así corren el riesgo de introducirlo en el propio
comportamiento. Acaban perdiendo el respeto hacia los demás, en cuanto
hijos de Dios y hermanos y hermanas de la misma familia humana. Una
vinculación tal entre pornografía y violencia sádica tiene especiales
implicaciones para quienes están afectados de ciertas enfermedades
mentales.
14. También la llamada pornografía blanda ("soft core") puede paralizar
progresivamente la sensibilidad, ahogando gradualmente el sentido moral
de los individuos hasta el punto de hacerles moral y personalmente
indiferentes a los derechos y a la dignidad de los demás.
La pornografía -como la droga- puede crear dependencia y empujar a la
búsqueda de un material cada vez más excitante ("hard core") y perverso.
La probabilidad de adoptar comportamientos antisociales crecerá en la
medida que se vaya dando este proceso.
15. La pornografía favorece insalubres preocupaciones en los terrenos de
la imaginación y el comportamiento. Puede interferir en el desarrollo
moral de la persona y en la maduración de las relaciones humanas sanas y
adultas, especialmente en el matrimonio y en la familia, que exigen
confianza recíproca y actitudes e intenciones de explícita integridad
moral.
16. La pornografía, además, cuestiona el carácter familiar de la
sexualidad humana auténtica. En la medida en que la sexualidad se
considere como una búsqueda frenética del placer individual, más que
como una expresión perdurable del amor en el matrimonio, la pornografía
aparecerá como un factor capaz de minar la vida familiar en su
totalidad.
17. En el peor de los casos, la pornografía puede actuar como agente de
incitación o de reforzamiento, un cómplice indirecto, en agresiones
sexuales graves y peligrosas, tales como la pedofilia, los secuestros y
asesinatos.
18. Una de las consecuencias fundamentales de la pornografía y de la
violencia es el menosprecio de los demás, al considerarles como objetos
en vez de personas. La pornografía y la violencia suprimen la ternura y
la compasión para dejar su espacio a la indiferencia, cuando no a la
brutalidad.
CAUSAS DEL PROBLEMA
19. Uno de los motivos básicos de la difusión de la pornografía y de la
violencia sádica, en el ámbito de los medios de comunicación, parece ser
la propagación de una moral permisiva, basada en la búsqueda de la
satisfacción individual a todo coste. Un nihilismo moral de la
desesperación se añade a ello que acaba haciendo del placer la sola
felicidad accesible a la persona humana.
20. Un cierto número de causas más inmediatas contribuyen ulteriormente
a la escalada de la pornografía y la violencia en los media. Entre estas
cabe citar:
el beneficio económico. La pornografía es una industria lucrativa.
Algunos sectores de la industria de las comunicaciones han sucumbido
trágicamente a la tentación de explotar la debilidad humana,
especialmente la de los jóvenes y la de las mentes impresionables, para
obtener provecho de producciones pornográficas y violentas. Esta
industria pornográfica, en algunas sociedades, resulta lucrativa hasta
el punto de que se ha vinculado al crimen organizado;
falsos argumentos libertarios. La libertad de expresión exige, según
algunos, la tolerancia hacia la pornografía, aún a precio de la salud
moral de los jóvenes y del derecho a la intimidad, así como un ambiente
de pública decencia. Algunos, también erróneamente, afirman que el mejor
medio de combatir la pornografía consiste en legalizarla. Estos
argumentos son a veces propuestos por grupos minoritarios que no se
suman a los criterios morales de la mayoría y que se olvidan de que a
cada derecho corresponde una responsabilidad. El derecho a la libertad
de expresión no es un absoluto. La responsabilidad pública de promover
el bien moral de los jóvenes, de garantizar el respeto de las mujeres,
de la vida privada y de la decencia pública muestra claramente que la
libertad no puede equipararse al libertinaje;
la ausencia de leyes cuidadosamente preparadas o su no aplicación, para
la protección del bien común, en particular de la moralidad de los
jóvenes;
confusión y apatía por parte de muchos incluso miembros de la comunidad
religiosa, los cuales se consideran erróneamente a sí mismos extraños a
la problemática de la pornografía y de la violencia en los media, o sin
posibilidades de contribuir a la solución del problema.
RESPUESTAS AL PROBLEMA
21. La propagación de la pornografía y de la violencia a través de los
medios de comunicación social es una ofensa a los individuos y a la
sociedad y plantea un problema urgente que exige respuestas realistas
por parte de las personas y los grupos. El legítimo derecho a la
libertad de expresión y al intercambio libre de información ha de ser
protegido. Al mismo tiempo, hay que salvaguardar el derecho de los
individuos, de las familias y de la sociedad a la vida privada, a la
decencia pública y a la protección de los valores esenciales de la vida.
22. Se hará referencia a siete sectores con especiales deberes en la
materia: profesionales de la comunicación, padres, educadores, juventud,
público en general, autoridades públicas e Iglesia y grupos religiosos.
23. Profesionales de la comunicación. Sería desleal sugerir que todos
los medios y todos los comunicadores están implicados en este negocio
nocivo. Son muchos los comunicadores que se distinguen por sus
cualidades personales y profesionales. Tratan de asumir su
responsabilidad aplicando con fidelidad las normas morales y les anima
un gran deseo de servicio al bien común. Se merecen nuestra admiración y
estímulo, especialmente los que se dedican a la creación de sanos
esparcimientos familiares.
Se invita encarecidamente a estos comunicadores a unirse para la
elaboración y aplicación de códigos éticos en materia de comunicación
social y publicidad, inspirados en el bien común y orientados al
desarrollo integral del hombre. Estos códigos se hacen especialmente
necesarios en el contexto de la televisión, que permite que las imágenes
entren en los hogares, allí donde los niños se encuentran a su aire y
sin vigilancia. El auto control es siempre el mejor control, así como la
autodisciplina, en el seno de los propios medios, es la primera y más
deseable de las líneas de defensa contra quienes buscan provecho
mediante la producción de programas pornográficos y violentos que
envilecen los medios de comunicación y corrompen la sociedad misma.
Se urge vivamente a los comunicadores a que, también a través de estos
medios, hagan conocer las medidas necesarias que pongan un dique a la
marea de la pornografía y de la exaltación de la violencia en la
sociedad.
24. Padres. Se invita a los padres a que multipliquen sus esfuerzos en
orden a una completa formación moral de niños y jóvenes. La cual supone
una educación en favor de una actitud sana hacia la sexualidad humana,
basada en el respeto a la dignidad de la persona como hija de Dios, en
la virtud de la castidad y en la práctica de la autodisciplina. Una vida
familiar equilibrada, en la que los padres sean fieles practicantes y
totalmente entregados el uno al otro y a sus hijos, constituirá la
escuela ideal para la formación a los sanos valores morales.
Los niños y jóvenes de nuestro tiempo necesitan la educación que les
permita discernir los programas y madurar en su condición de usuarios
responsables de la comunicación. El ejemplo de los padres es
determinante en esta materia. La pasividad o autoindulgencia de cara a
ciertos programas será fuente de malentendidos perjudiciales para la
juventud. Hay que dar especial importancia -para el bien de los jóvenes-
al ejemplo de los padres en lo que concierne a la autenticidad de su
amor y a la ternura que sepan manifestar en su vida matrimonial; así
como a su disponibilidad a discutir con los hijos las cuestiones de
interés, en una atmósfera amable y afectuosa. Conviene no olvidar que,
cuando se está educando, "se obtiene más con una explicación que
prohibiendo"(6).
25. Educadores. Los principales colaboradores de los padres, en la
formación moral de los jóvenes, son los educadores. Las escuelas y los
programas educativos han de promover e inculcar los valores éticos y
sociales, de cara a garantizar la unidad y el sano desarrollo de la
familia y de la sociedad.
Los programas de mayor valor serán en el contexto educativo, aquellos
que formen a los jóvenes a una actitud crítica y a una capacidad de
discernimiento en el uso de la televisión, de la radio y de los otros
medios de comunicación social. De este modo los jóvenes serán también
capaces de resistir a las manipulaciones y sabrán luchar contra los
hábitos meramente pasivos en la escucha y visión de estos medios.
Hay que subrayar la importancia de que las escuelas sepan poner de
relieve el respeto a la persona humana, el valor de la vida familiar y
la importancia de la integridad moral personal.
26. Jóvenes. Los jóvenes contribuirán a poner muros al avance de la
pornografía y la violencia en los media si saben responder,
positivamente, a las iniciativas de sus padres y educadores y asumir sus
responsabilidades en lo que reclama capacidad de decisión moral, así
como en la elección de sus diversiones.
27. El público. El público en general debe también hacer oír su voz. Los
ciudadanos -incluidos los jóvenes- tienen la tarea de expresar
individual y colectivamente su punto de vista respecto a productores,
intereses comerciales y autoridades civiles. Se hace urgente mantener un
diálogo continuado entre los comunicadores y los representantes del
público, a fin de que quienes actúan en las comunicaciones sociales
estén al corriente de las exigencias reales e intereses de los usuarios.
28. Autoridad pública. Los legisladores, los encargados de la
administración del Estado y de la justicia están llamados a dar una
respuesta al problema de la pornografía y de la violencia sádica
difundidas por los medios de comunicación. Se han de promulgar leyes
sanas, se han de clarificar las ambiguas y se han de reforzar las leyes
que ya existen.
Dadas las implicaciones internacionales que presentan la producción y
distribución de material pornográfico, hay que actuar a nivel regional,
continental e internacional de cara a controlar con éxito este insidioso
tráfico. Quienes han tomado ya iniciativas de este tipo merecen todo
nuestro apoyo y estímulo(7).
Las leyes y los agentes de la ley tienen el deber sagrado de proteger el
bien común, especialmente el que concierne a la juventud y a los
miembros más vulnerables de la comunidad.
Ya hemos señalado algunos de los efectos negativos de la pornografía y
la violencia. Cabe sacar también la conclusión de que se pone en tela de
juicio y amenaza el bien común especialmente cuando este material se
produce, expone y distribuye sin restricciones ni reglamentos.
La autoridad civil está obligada a emprender una rápida acción de cara
al problema, allí donde exista, y a emanar criterios preventivos en
donde la cuestión comience a plantearse o todavía no haya llegado a ser
angustiosa y urgente.
29. Iglesia y grupos religiosos. La primera responsabilidad de la
Iglesia consiste en la enseñanza constante y clara de la fe y, asimismo
de la verdad moral objetiva, incluidas aquellas verdades referentes a la
moral sexual. Una era de permisividad y de confusión moral como la
nuestra pide que la voz de la Iglesia sea profética, lo que la hará
aparecer a menudo como signo de contradicción.
La llamada "ética" de la gratificación individual inmediata se opone
fundamentalmente a la realización plena e integral de la persona humana.
La educación a la vida familiar y a la inserción responsable en la vida
social exige la formación a la castidad y la autodisciplina. La
pornografía y la violencia generalizada tienden a ofuscar la imagen
divina en cada persona humana, debilitan el matrimonio y la vida
familiar y dañan gravemente a los individuos y a la sociedad.
En donde sea posible, la Iglesia está llamada a colaborar con otras
Iglesias cristianas, comunidades y grupos religiosos a fin de enseñar y
promover este mensaje. Debe igualmente empeñar a sus personas e
instituciones en una acción formativa al uso de los medios de
comunicación social y su papel en la vida individual y social. En este
campo los padres merecen una asistencia y atención especial.
Por estos motivos, la formación a la comunicación debiera ser parte de
los programas educativos de las escuelas católicas y de otras
iniciativas educativas de la Iglesia, así como en la formación en los
seminarios(8). Cabe decir lo mismo para los programas de formación de
religiosos y religiosas y de los miembros de los institutos seculares,
así como para la formación permanente del clero y la catequesis
parroquial de jóvenes y adultos. Tanto sacerdotes como religiosos y
religiosas que trabajan en la educación pastoral debieran comenzar por
ellos mismos dando ejemplo de discernimiento en medios escritos y
audiovisuales.
30. Por último, una actitud de pura restricción o de censura por parte
de la Iglesia de cara a estos medios no resulta ni suficiente ni
apropiada. La Iglesia tiene, al contrario, que iniciar un diálogo
continuo con los comunicadores conscientes de sus responsabilidades.
Debe animarles y sostenerles en su misión allí donde sea posible y
deseable. Los comunicadores católicos y sus organizaciones, con sus
perspectivas y experiencias propias, están llamados a jugar un papel
decisivo en tales conversaciones.
31. La crítica y las organizaciones católicas, al evaluar
concienzudamente las producciones y publicaciones en función de
criterios morales claros y substanciales, ofrecen una valiosa asistencia
a los profesionales de la comunicación y a las familias. Asimismo, las
orientaciones que ofrecen los documentos ya existentes sobre
comunicación social -incluidas las recientes tomas de posición de
numerosos obispos sobre la pornografía y la violencia- merecen ser
cuidadosamente estudiadas y objeto de aplicación sistemática.
32. El presente documento quiere ser una respuesta a las preocupaciones
ampliamente expresadas por familias y Pastores de la Iglesia, a quienes
se invita a una reflexión -de carácter ético y práctico- cada vez más
amplia acerca del problema de la pornografía y la violencia en los
medios de comunicación social. Al tiempo que se anima a todos a poner en
práctica la advertencia de San Pablo: "No te dejes vencer por el mal;
antes bien, vence el mal con el bien". (Rm 12, 21).
Ciudad del Vaticano, 7 de mayo de 1989, XXIII Jornada mundial de las
Comunicaciones Sociales.
John P. Foley
Presidente
Pierfranco Pastore
Secretario
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Notas
1. Communio et progressio, 22.
2. Sollicitudo rei socialis, 26.
3. Inter mirifica, 2a.
4. Familiaris consortio, n. 76; cf. Mensaje de Juan Pablo II para la
Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 1 de mayo de 1980
5. Entre ellos cabe citar: 1. Pornography: The Longford Report, Ricerche
- Mursia, Milán, Italia, 1978; 2. Final Report of the Attorney General's
Commission on Pornography, Rutledge Hill Press, Nashville, Tennessee,
U.S.A, 1986; 3. ISPES, "Istituto di Studi Politici, Economici e Sociali",
I e II Rapporto sulla Pornografia in Italia, Roma, Italia, 1986 y 1988.
7. La CEE, Comunidad Económica Europea, el Consejo de Europa y la
UNESCO, entre otras organizaciones, están actuando en este sentido.
8. Cf. Congregación para la Educación Católica, Orientaciones para la
formación de los futuros sacerdotes en los medios de comunicación
social, Ciudad del Vaticano, 1986