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Párrafo 1
LA IGLESIA EN EL DESIGNIO DE DIOS
I Los nombres y
las imágenes de la Iglesia
751 La palabra "Iglesia" ["ekklèsia", del
griego "ek-kalein" - "llamar fuera"] significa "convocación". Designa
asambleas del pueblo (cf. Hch 19, 39), en general de carácter
religioso. Es el término frecuentemente utilizado en el texto griego
del Antiguo Testamento para designar la asamblea del pueblo elegido en
la presencia de Dios, sobre todo cuando se trata de la asamblea del
Sinaí, en donde Israel recibió la Ley y fue constituido por Dios como
su pueblo santo (cf. Ex 19). Dándose a sí misma el nombre de
"Iglesia", la primera comunidad de los que creían en Cristo se
reconoce heredera de aquella asamblea. En ella, Dios "convoca" a su
Pueblo desde todos los confines de la tierra. El término "Kiriaké",
del que se deriva las palabras "church" en inglés, y "Kirche" en
alemán, significa "la que pertenece al Señor".
752 En el lenguaje cristiano, la palabra
"Iglesia" designa no sólo la asamblea litúrgica (cf. 1 Co 11, 18; 14,
19. 28. 34. 35), sino también la comunidad local (cf. 1 Co 1, 2; 16,
1) o toda la comunidad universal de los creyentes (cf. 1 Co 15, 9; Ga
1, 13; Flp 3, 6). Estas tres significaciones son inseparables de
hecho. La "Iglesia" es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero. La
Iglesia de Dios existe en las comunidades locales y se realiza como
asamblea litúrgica, sobre todo eucarística. La Iglesia vive de la
Palabra y del Cuerpo de Cristo y de esta manera viene a ser ella misma
Cuerpo de Cristo.
Los símbolos de la Iglesia
753 En la Sagrada Escritura encontramos
multitud de imágenes y de figuras relacionadas entre sí, mediante las
cuales la revelación habla del Misterio inagotable de la Iglesia. Las
imágenes tomadas del Antiguo Testamento constituyen variaciones de una
idea de fondo, la del "Pueblo de Dios". En el Nuevo Testamento (cf. Ef
1, 22; Col 1, 18), todas estas imágenes adquieren un nuevo centro por
el hecho de que Cristo viene a ser "la Cabeza" de este Pueblo (cf. LG
9) el cual es desde entonces su Cuerpo. En torno a este centro se
agrupan imágenes "tomadas de la vida de los pastores, de la
agricultura, de la construcción, incluso de la familia y del
matrimonio" (LG 6).
754 "La Iglesia, en efecto, es el redil
cuya puerta única y necesaria es Cristo(Jn 10, 1-10). Es también el
rebaño cuy pastor será el mismo Dios, como él mismo anunció (cf. Is
40, 11; Ez 34, 11-31). Aunque son pastores humanos quien es gobiernan
a las ovejas, sin embargo es Cristo mismo el que sin cesar las guía y
alimenta; El, el Buen Pastor y Cabeza de los pastores (cf. Jn 10, 11;
1 P 5, 4), que dio su vida por las ovejas (cf. Jn 10, 11-15)".
755 "La Iglesia es labranza o campo de
Dios (1 Co 3, 9). En este campo crece el antiguo olivo cuya raíz santa
fueron los patriarcas y en el que tuvo y tendrá lugar la
reconciliación de los judíos y de los gentiles (Rm 11, 13-26). El
labrador del cielo la plantó como viña selecta (Mt 21, 33-43 par.;
cf. Is 5, 1-7). La verdadera vid es Cristo, que da vida y fecundidad a
a los sarmientos, es decir, a nosotros, que permanecemos en él por
medio de la Iglesia y que sin él no podemos hacer nada (Jn 15, 1-5)".
756 "También muchas veces a la Iglesia se la
llama construcción de Dios (1 Co 3, 9). El Señor mismo se
comparó a la piedra que desecharon los constructores, pero que se
convirtió en la piedra angular (Mt 21, 42 par.; cf. Hch 4, 11; 1 P 2,
7; Sal 118, 22). Los apóstoles construyen la Iglesia sobre ese
fundamento (cf. 1 Co 3, 11), que le da solidez y cohesión. Esta
construcción recibe diversos nombres: casa de Dios: casa de Dios (1
Tim 3, 15) en la que habita su familia, habitación de Dios en
el Espíritu (Ef 2, 19-22), tienda de Dios con los hombres (Ap 21, 3),
y sobre todo, templo santo. Representado en los templos de
piedra, los Padres cantan sus alabanzas, y la liturgia, con razón, lo
compara a la ciudad santa, a la nueva Jerusalén. En ella, en efecto,
nosotros como piedras vivas entramos en su construcción en este mundo
(cf. 1 P 2, 5). San Juan ve en el mundo renovado bajar del cielo, de
junto a Dios, esta ciudad santa arreglada como una esposa embellecidas
para su esposo (Ap 21, 1-2)".
757 "La Iglesia que es llamada también "la
Jerusalén de arriba" y "madre nuestra" (Ga 4, 26; cf. Ap 12,
17), y se la describe como la esposa inmaculada del Cordero inmaculado
(Ap 19, 7; 21, 2. 9; 22, 17). Cristo `la amó y se entregó por ella
para santificarla' (Ef 5, 25-26); se unió a ella en alianza
indisoluble, `la alimenta y la cuida' (Ef 5, 29) sin cesar" (LG 6).
II Origen,
fundación y misión de la Iglesia
758 Para penetrar en el Misterio de la Iglesia,
conviene primeramente contemplar su origen dentro del designio de la
Santísima Trinidad y su realización progresiva en la historia.
Un designio nacido en el corazón del Padre
759 "El Padre eterno creó el mundo por una
decisión totalmente libre y misteriosa de su sabiduría y bondad.
Decidió elevar a los hombres a la participación de la vida divina" a
la cual llama a todos los hombres en su Hijo: "Dispuso convocar a los
creyentes en Cristo en la santa Iglesia". Esta "familia de Dios" se
constituye y se realiza gradualmente a lo largo de las etapas de la
historia humana, según las disposiciones del Padre: en efecto, la
Iglesia ha sido "prefigurada ya desde el origen del mundo y preparada
maravillosamente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua
Alianza; se constituyó en los últimos tiempos, se manifestó por la
efusión del Espíritu y llegará gloriosamente a su plenitud al final de
los siglos" (LG 2).
La Iglesia, prefigurada desde el origen del mundo
760 "El mundo fue creado en orden a la Iglesia"
decían los cristianos de los primeros tiempos (Hermas, vis.2, 4,1; cf.
Arístides, apol. 16, 6; Justino, apol. 2, 7). Dios creó el mundo en
orden a la comunión en su vida divina, "comunión" que se realiza
mediante la "convocación" de los hombres en Cristo, y esta
"convocación" es la Iglesia. La Iglesia es la finalidad de todas las
cosas (cf. San Epifanio, haer. 1,1,5), e incluso las vicisitudes
dolorosas como la caída de los ángeles y el pecado del hombre, no
fueron permitidas por Dios más que como ocasión y medio de desplegar
toda la fuerza de su brazo, toda la medida del amor que quería dar al
mundo:
Así como la voluntad de Dios es un acto y se llama
mundo, así su intención es la salvación de los hombres y se llama
Iglesia (Clemente de Alej. paed. 1, 6).
La Iglesia, preparada en la Antigua Alianza
761 La reunión del pueblo de Dios comienza en
el instante en que el pecado destruye la comunión de los hombres con
Dios y la de los hombres entre sí. La reunión de la Iglesia es por así
decirlo la reacción de Dios al caos provocado por el pecado. Esta
reunificación se realiza secretamente en el seno de todos los pueblos:
"En cualquier nación el que le teme [a Dios] y practica la justicia le
es grato" (Hch 10, 35; cf LG 9; 13; 16).
762 La preparación lejana de la reunión
del pueblo de Dios comienza con la vocación de Abraham, a quien Dios
promete que llegará a ser Padre de un gran pueblo (cf Gn 12, 2; 15,
5-6). La preparación inmediata comienza con la elección de Israel como
pueblo de Dios (cf Ex 19, 5-6; Dt 7, 6). Por su elección, Israel debe
ser el signo de la reunión futura de todas las naciones (cf Is 2, 2-5;
Mi 4, 1-4). Pero ya los profetas acusan a Israel de haber roto la
alianza y haberse comportado como una prostituta (cf Os 1; Is 1, 2-4;
Jr 2; etc.). Anuncian, pues, una Alianza nueva y eterna (cf. Jr 31,
31-34; Is 55, 3). "Jesús instituyó esta nueva alianza" (LG 9).
La Iglesia, instituida por Cristo Jesús
763 Corresponde al Hijo realizar el plan de
Salvación de su Padre, en la plenitud de los tiempos; ese es el motivo
de su "misión" (cf. LG 3; AG 3). "El Señor Jesús comenzó su Iglesia
con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del Reino
de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras" (LG 5). Para
cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos
en la tierra. La Iglesia es el Reino de Cristo "presente ya en
misterio" (LG 3).
764 "Este Reino se manifiesta a los hombres en
las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo" (LG 5). Acoger
la palabra de Jesús es acoger "el Reino" (ibid.). El germen y el
comienzo del Reino son el "pequeño rebaño" (Lc 12, 32), de los que
Jesús ha venido a convocar en torno suyo y de los que él mismo es el
pastor (cf. Mt 10, 16; 26, 31; Jn 10, 1-21). Constituyen la verdadera
familia de Jesús (cf. Mt 12, 49). A los que reunió así en torno suyo,
les enseñó no sólo una nueva "manera de obrar", sino también una
oración propia (cf. Mt 5-6).
765 El Señor Jesús dotó a su comunidad de una
estructura que permanecerá hasta la plena consumación del Reino. Ante
todo está la elección de los Doce con Pedro como su Cabeza (cf. Mc 3,
14-15); puesto que representan a las doce tribus de Israel (cf. Mt 19,
28; Lc 22, 30), ellos son los cimientos de la nueva Jerusalén (cf. Ap
21, 12-14). Los Doce (cf. Mc6, 7) y los otros discípulos (cf. Lc
10,1-2) participan en la misión de Cristo, en su poder, y también en
su suerte (cf. Mt 10, 25; Jn 15, 20). Con todos estos actos, Cristo
prepara y edifica su Iglesia.
766 Pero la Iglesia ha nacido principalmente
del don total de Cristo por nuestra salvación, anticipado en la
institución de la Eucaristía y realizado en la Cruz. "El agua y la
sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado son signo
de este comienzo y crecimiento" (LG 3 ."Pues del costado de Cristo
dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia"
(SC 5). Del mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán
adormecido, así la Iglesia nació del corazón traspasado de Cristo
muerto en la Cruz (cf. San Ambrosio, Luc 2, 85-89).
La Iglesia, manifestada por el Espíritu Santo
767 "Cuando el Hijo terminó la obra que el
Padre le encargó realizar en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo
el día de Pentecostés para que santificara continuamente a la Iglesia"
(LG 4). Es entonces cuando "la Iglesia se manifestó públicamente ante
la multitud; se inició la difusión del evangelio entre los pueblos
mediante la predicación" (AG 4). Como ella es "convocatoria" de
salvación para todos los hombres, la Iglesia, por su misma naturaleza,
misionera enviada por Cristo a todas las naciones para hacer de ellas
discípulos suyos (cf. Mt 28, 19-20; AG 2,5-6).
768 Para realizar su misión, el Espíritu Santo
"la construye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos"
LG 4). "La Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y
guardando fielmente sus mandamientos del amor, la humildad y la
renuncia, recibe la misión de anunciar y establecer en todos los
pueblos el Reino de Cristo y de Dios. Ella constituye el germen y el
comienzo de este Reino en la tierra" (LG 5).
La Iglesia, consumada en la gloria
769 La Iglesia "sólo llegará a su perfección en
la gloria del cielo" (LG 48), cuando Cristo vuelva glorioso. Hasta ese
día, "la Iglesia avanza en su peregrinación a través de las
persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios" (San Agustín, civ.
18, 51;cf. LG 8). Aquí abajo, ella se sabe en exilio, lejos del Señor
(cf. 2Co 5, 6; LG 6), y aspira al advenimimento pleno del Reino, "y
espera y desea con todas sus fuerzas reunirse con su Rey en la gloria"
(LG 5). La consumación de la Iglesia en la gloria, y a través de ella
la del mundo, no sucederá sin grandes pruebas. Solamente entonces,
"todos los justos desde Adán, `desde el justo Abel hasta el último de
los elegidos' se reunirán con el Padre en la Iglesia universal" (LG
2).
III El
misterio de la Iglesia
770 La Iglesia está en la historia, pero al
mismo tiempo la transciende. Solamente "con los ojos de la fe" (Catech.
R. 1,10, 20) se puede ver al mismo tiempo en esta realidad visible una
realidad espiritual, portadora de vida divina.
La Iglesia, a la vez visible y espiritual
771 "Cristo, el único Mediador, estableció en
este mundo su Iglesia santa, comunidad de fe, esperanza y amor, como
un organismo visible. La mantiene aún sin cesar para comunicar por
medio de ella a todos la verdad y la gracia". La Iglesia es a la vez:
– "sociedad dotada de órganos jerárquicos y el Cuerpo
Místico de Cristo;
– el grupo visible y la comunidad espiritual,
– la Iglesia de la tierra y la Iglesia llena de bienes del cielo".
Estas dimensiones juntas constituyen "una realidad
compleja, en la que están unidos el elemento divino y el humano" (LG
8):
Es propio de la Iglesia "ser a la vez humana y
divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la
acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin
embargo, peregrina. De modo que en ella lo humano esté ordenado y
subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la
contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos" (SC 2).
¡Qué humildad y qué sublimidad! Es la tienda de
Cadar y el santuario de Dios; una tienda terrena y un palacio
celestial; una casa modestísima y una aula regia; un cuerpo mortal y
un templo luminoso; la despreciada por los soberbios y la esposa de
Cristo. Tiene la tez morena pero es hermosa, hijas de Jerusalén. El
trabajo y el dolor del prolongado exilio la han deslucido, pero
también la hermosa su forma celestial (San Bernardo, Cant. 27, 14).
La Iglesia, Misterio de la unión de los hombres con
Dios
772 En la Iglesia es donde Cristo realiza y
revela su propio misterio como la finalidad de designio de Dios:
"recapitular todo en El" (Ef 1, 10). San Pablo llama "gran misterio" (Ef
5, 32) al desposorio de Cristo y de la Iglesia. Porque la Iglesia se
une a Cristo como a su esposo (cf. Ef 5, 25-27), por eso se convierte
a su vez en Misterio (cf. Ef 3, 9-11). Contemplando en ella el
Misterio, San Pablo escribe: el misterio "es Cristo en vosotros, la
esperanza de la gloria" (Col 1, 27).
773 En la Iglesia esta comunión de los hombres
con Dios por "la caridad que no pasará jamás"(1 Co 13, 8) es la
finalidad que ordena todo lo que en ella es medio sacramental ligado a
este mundo que pasa (cf. LG 48). "Su estructura está totalmente
ordenada a la santidad de los miembros de Cristo. Y la santidad se
aprecia en función del 'gran Misterio' en el que la Esposa responde
con el don del amor al don del Esposo" (MD 27). María nos precede a
todos en la santidad que es el Misterio de la Iglesia como la "Esposa
sin tacha ni arruga" (Ef 5, 27). Por eso la dimensión mariana de la
Iglesia precede a su dimensión petrina" (ibid.).
La Iglesia, sacramento universal de la salvación
774 La palabra griega "mysterion" ha
sido traducida en latín por dos términos: "mysterium" y "sacramentum".
En la interpretación posterior, el término "sacramentum" expresa mejor
el signo visible de la realidad oculta de la salvación, indicada por
el término "mysterium". En este sentido, Cristo es El mismo el
Misterio de la salvación: "Non est enim aliud Dei mysterium, nisi
Christus" ("No hay otro misterio de Dios fuera de Cristo") (San
Agustín, ep. 187, 34). La obra salvífica de su humanidad santa y
santificante es el sacramento de la salvación que se manifiesta y
actúa en los sacramentos de la Iglesia (que las Iglesias de Oriente
llaman también "los santos Misterios"). Los siete sacramentos son los
signos y los instrumentos mediante los cuales el Espíritu Santo
distribuye la gracia de Cristo, que es la Cabeza, en la Iglesia que es
su Cuerpo. La Iglesia contiene por tanto y comunica la gracia
invisible que ella significa. En este sentido analógico ella es
llamada "sacramento".
775 "La Iglesia es en Cristo como un sacramento
o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de
todo el género humano "(LG 1): Ser el sacramento de la unión íntima de
los hombres con Dios es el primer fin de la Iglesia. Como la comunión
de los hombres radica en la unión con Dios, la Iglesia es también el
sacramento de la unidad del género humano. Esta unidad ya está
comenzada en ella porque reúne hombres "de toda nación, raza, pueblo y
lengua" (Ap 7, 9); al mismo tiempo, la Iglesia es "signo e
instrumento" de la plena realización de esta unidad que aún está por
venir.
776 Como sacramento, la Iglesia es instrumento
de Cristo. Ella es asumida por Cristo "como instrumento de redención
universal" (LG 9), "sacramento universal de salvación" (LG 48), por
medio del cual Cristo "manifiesta y realiza al mismo tiempo el
misterio del amor de Dios al hombre" (GS 45, 1). Ella "es el proyecto
visible del amor de Dios hacia la humanidad" (Pablo VI, discurso 22
junio 1973) que quiere "que todo el género humano forme un único
Pueblo de Dios, se una en un único Cuerpo de Cristo, se coedifique en
un único templo del Espíritu Santo" (AG 7; cf. LG 17).
Resumen
777 La palabra "Iglesia" significa
"convocación". Designa la asamblea de aquellos a quienes convoca la
palabra de Dios para formar el Pueblo de Dios y que, alimentados con
el Cuerpo de Cristo, se convierten ellos mismos en Cuerpo de Cristo.
778 La Iglesia es a la vez camino y término
del designio de Dios: prefigurada en la creación, preparada en la
Antigua Alianza, fundada por las palabras y las obras de Jesucristo,
realizada por su Cruz redentora y su Resurrección, se manifiesta como
misterio de salvación por la efusión del Espíritu Santo. Quedará
consumada en la gloria del cielo como asamblea de todos los redimidos
de la tierra (cf. Ap 14,4).
779 La Iglesia es a la vez visible y
espiritual, sociedad jerárquica y Cuerpo Místico de Cristo. Es una,
formada por un doble elemento humano y divino. Ahí está su Misterio
que sólo la fe puede aceptar.
780 La Iglesia es, en este mundo, el
sacramento de la salvación, el signo y el instrumento de la Comunión
con Dios y entre los hombres.
Párrafo 2
LA IGLESIA, PUEBLO DE DIOS, CUERPO DE CRISTO,
TEMPLO DEL ESPIRITU SANTO
I La
Iglesia, Pueblo de Dios
781 "En todo tiempo y lugar ha sido grato a
Dios el que le teme y practica la justicia. Sin embargo, quiso
santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sin
conexión entre sí, sino hacer de ellos un pueblo para que le conociera
de verdad y le sirviera con una vida santa. Eligió, pues, a Israel
para pueblo suyo, hizo una alianza con él y lo fue educando poco a
poco. Le fue revelando su persona y su plan a lo largo de su historia
y lo fue santificando. Todo esto, sin embargo, sucedió como
preparación y figura de su alianza nueva y perfecta que iba a realizar
en Cristo..., es decir, el Nuevo Testamento en su sangre convocando a
las gentes de entre los judíos y los gentiles para que se unieran, no
según la carne, sino en el Espíritu" (LG 9).
Las características del Pueblo de Dios
782 El Pueblo de Dios tiene características que
le distinguen claramente de todos los grupos religiosos, étnicos,
políticos o culturales de la Historia:
– Es el Pueblo de Dios: Dios no pertenece en
propiedad a ningún pueblo. Pero El ha adquirido para sí un pueblo de
aquellos que antes no eran un pueblo: "una raza elegida, un sacerdocio
real, una nación santa" (1 P 2, 9).
– Se llega a ser miembro de este cuerpo no por
el nacimiento físico, sino por el "nacimiento de arriba", "del agua y
del Espíritu" (Jn 3, 3-5), es decir, por la fe en Cristo y el
Bautismo.
– Este pueblo tiene por jefe [cabeza] a Jesús
el Cristo [Ungido, Mesías]: porque la misma Unción, el Espíritu Santo
fluye desde la Cabeza al Cuerpo, es "el Pueblo mesiánico".
– "La identidad de este Pueblo, es la dignidad
y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el
Espíritu Santo como en un templo".
– "Su ley, es el mandamiento nuevo: amar como
el mismo Cristo mismo nos amó (cf. Jn 13, 34)". Esta es la ley "nueva"
del Espíritu Santo (Rm 8,2; Ga 5, 25).
– Su misión es ser la sal de la tierra y la luz
del mundo (cf. Mt 5, 13-16). "Es un germen muy seguro de unidad, de
esperanza y de salvación para todo el género humano".
– "Su destino es el Reino de Dios, que el mismo
comenzó en este mundo, que ha de ser extendido hasta que él mismo lo
lleve también a su perfección" (LG 9).
Un pueblo sacerdotal, profético y real
783 Jesucristo es aquél a quien el Padre ha
ungido con el Espíritu Santo y lo ha constituido "Sacerdote, Profeta y
Rey". Todo el Pueblo de Dios participa de estas tres funciones de
Cristo y tiene las responsabilidades de misión y de servicio que se
derivan de ellas (cf.RH 18-21).
784 Al entrar en el Pueblo de Dios por la fe y
el Bautismo se participa en la vocación única de este Pueblo: en su
vocación sacerdotal: "Cristo el Señor, Pontífice tomado de
entre los hombres, ha hecho del nuevo pueblo `un reino de sacerdotes
para Dios, su Padre'. Los bautizados, en efecto, por el nuevo
nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados
como casa espiritual y sacerdocio santo" (LG 10).
785 "El pueblo santo de Dios participa también
del carácter profético de Cristo". Lo es sobre todo por el
sentido sobrenatural de la fe que es el de todo el pueblo, laicos y
jerarquía, cuando "se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a
los santos de una vez para siempre" (LG 12) y profundiza en su
comprensión y se hace testigo de Cristo en medio de este mundo.
786 El Pueblo de Dios participa, por último, en
la función regia de Cristo". Cristo ejerce su realeza atrayendo
a sí a todos los hombres por su muerte y su resurrección (cf. Jn 12,
32). Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de todos,
no habiendo "venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en
rescate por muchos" (Mt 20, 28). Para el cristiano, "servir es reinar"
(LG 36), particularmente "en los pobres y en los que sufren" donde
descubre "la imagen de su Fundador pobre y sufriente" (LG 8). El
pueblo de Dios realiza su "dignidad regia" viviendo conforme a esta
vocación de servir con Cristo.
De todos los que han nacido de nuevo en Cristo, el
signo de la cruz hace reyes, la unción del Espíritu Santo los
consagra como sacerdotes, a fin de que, puesto aparte el servicio
particular de nuestro ministerio, todos los cristianos espirituales
y que usan de su razón se reconozcan miembros de esta raza de reyes
y participantes de la función sacerdotal. ¿Qué hay, en efecto, más
regio para un alma que gobernar su cuerpo en la sumisión a Dios? Y
¿qué hay más sacerdotal que consagrar a Dios una conciencia pura y
ofrecer en el altar de su corazón las víctimas sin mancha de la
piedad? (San León Magno, serm. 4, 1).
II La
Iglesia, Cuerpo de Cristo
La Iglesia es comunión con Jesús
787 Desde el comienzo, Jesús asoció a sus
discípulos a su vida (cf. Mc. 1,16-20; 3, 13-19); les reveló el
Misterio del Reino (cf. Mt 13, 10-17); les dio parte en su misión, en
su alegría (cf. Lc 10, 17-20) y en sus sufrimientos (cf. Lc 22,
28-30). Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre él y los
que le sigan: "Permaneced en Mí, como yo en vosotros ... Yo soy la vid
y vosotros los sarmientos" (Jn 15, 4-5). Anuncia una comunión
misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: "Quien come mi
carne y bebe mi sangre permanece en Mí y Yo en él" (Jn 6, 56).
788 Cuando fueron privados los discípulos de su
presencia visible, Jesús no los dejó huérfanos (cf. Jn 14, 18). Les
prometió quedarse con ellos hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 28,
20), les envió su Espíritu (cf. Jn 20, 22; Hch 2, 33). Por eso, la
comunión con Jesús se hizo en cierto modo más intensa: "Por la
comunicación de su Espíritu a sus hermanos, reunidos de todos los
pueblos, Cristo los constituye místicamente en su cuerpo" (LG 7).
789 La comparación de la Iglesia con el cuerpo
arroja un rayo de luz sobre la relación íntima entre la Iglesia y
Cristo. No está solamente reunida en torno a El: siempre está
unificada en El, en su Cuerpo. Tres aspectos de la
Iglesia-Cuerpo de Cristo se han de resaltar más específicamente: la
unidad de todos los miembros entre sí por su unión con Cristo; Cristo
Cabeza del Cuerpo; la Iglesia, Esposa de Cristo.
“Un solo cuerpo”
790 Los creyentes que responden a la Palabra de
Dios y se hacen miembros del Cuerpo de Cristo, quedan estrechamente
unidos a Cristo: "La vida de Cristo se comunica a a los creyentes, que
se unen a Cristo, muerto y glorificado, por medio de los sacramentos
de una manera misteriosa pero real" (LG 7). Esto es particularmente
verdad en el caso del Bautismo por el cual nos unimos a la muerte y a
la Resurrección de Cristo (cf. Rm 6, 4-5; 1 Co 12, 13), y en el caso
de la Eucaristía, por la cual, "compartimos realmente el Cuerpo del
Señor, que nos eleva hasta la comunión con él y entre nosotros" (LG
7).
791 La unidad del cuerpo no ha abolido la
diversidad de los miembros: "En la construcción del cuerpo de Cristo
existe una diversidad de miembros y de funciones. Es el mismo Espíritu
el que, según su riqueza y las necesidades de los ministerios,
distribuye sus diversos dones para el bien de la Iglesia". La unidad
del Cuerpo místico produce y estimula entre los fieles la caridad: "Si
un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; si un miembro es
honrado, todos los miembros se alegran con él" (LG 7). En fin, la
unidad del Cuerpo místico sale victoriosa de todas las divisiones
humanas: "En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis
revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre;
ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Ga
3, 27-28).
Cristo, Cabeza de este Cuerpo
792 Cristo "es la Cabeza del Cuerpo que es la
Iglesia" (Col 1, 18). Es el Principio de la creación y de la
redención. Elevado a la gloria del Padre, "él es el primero en todo"
(Col 1, 18), principalmente en la Iglesia por cuyo medio extiende su
reino sobre todas las cosas:
793 El nos une a su Pascua: Todos los
miembros tienen que esforzarse en asemejarse a él "hasta que Cristo
esté formad o en ellos" (Ga 4, 19). "Por eso somos integrados en los
misterios de su vida ..., nos unimos a sus sufrimientos como el cuerpo
a su cabeza. Sufrimos con él para ser glorificados con él" (LG 7).
794 El provee a nuestro crecimiento (cf.
Col 2, 19): Para hacernos crecer hacia él, nuestra Cabeza (cf. Ef 4,
11-16), Cristo distribuye en su cuerpo, la Iglesia, los dones y los
servicios mediante los cuales nos ayudamos mutuamente en el camino de
la salvación.
795 Cristo y la Iglesia son, por tanto, el
"Cristo total" ["Christus totus"]. La Iglesia es una con Cristo.
Los santos tienen conciencia muy viva de esta unidad:
Felicitémonos y demos gracias por lo que hemos
llegado a ser, no solamente cristianos sino el propio Cristo.
¿Comprendéis, hermanos, la gracia que Dios nos ha hecho al darnos a
Cristo como Cabeza? Admiraos y regocijaos, hemos sido hechos Cristo.
En efecto, ya que El es la Cabeza y nosotros somos los miembros, el
hombre todo entero es El y nosotros ... La plenitud de Cristo es,
pues, la Cabeza y los miembros: ¿Qué quiere decir la Cabeza y los
miembros? Cristo y la Iglesia (San Agustín, ev. Jo. 21, 8).
Redemptor noster unam se personam cum sancta
Ecclesia, quam assumpsit, exhibuit ("Nuestro Redentor muestra que
forma una sola persona con la Iglesia que El asumió") (San Gregorio
Magno, mor. praef.1,6,4)
Caput et membra, quasi una persona mystica ("La
Cabeza y los miembros, como si fueran una sola persona mística")
(Santo Tomás de Aquino, s.th. 3, 42, 2, ad 1).
Una palabra de Santa Juana de Arco a sus jueces
resume la fe de los santos doctores y expresa el buen sentido del
creyente: "De Jesucristo y de la Iglesia, me parece que es todo uno
y que no es necesario hacer una dificultad de ello" (Juana de Arco,
proc.).
La Iglesia es la Esposa de Cristo
796 La unidad de Cristo y de la Iglesia, Cabeza
y miembros del Cuerpo, implica también la distinción de ambos en una
relación personal. Este aspecto es expresado con frecuencia mediante
la imagen del Esposo y de la Esposa. El tema de Cristo esposo de la
Iglesia fue preparado por los profetas y anunciado por Juan Bautista (cf.
Jn 3, 29). El Señor se designó a sí mismo como "el Esposo" (Mc 2, 19;
cf. Mt 22, 1-14; 25, 1-13). El apóstol presenta a la Iglesia y a cada
fiel, miembro de su Cuerpo, como una Esposa "desposada" con Cristo
Señor para "no ser con él más que un solo Espíritu" (cf. 1 Co 6,15-17;
2 Co 11,2). Ella es la Esposa inmaculada del Cordero inmaculado (cf.
Ap 22,17; Ef 1,4; 5,27), a la que Cristo "amó y por la que se entregó
a fin de santificarla" (Ef 5,26), la que él se asoció mediante una
Alianza eterna y de la que no cesa de cuidar como de su propio Cuerpo
(cf. Ef 5,29):
He ahí el Cristo total, cabeza y cuerpo, un solo
formado de muchos ... Sea la cabeza la que hable, sean los miembros,
es Cristo el que habla. Habla en el papel de cabeza ["ex persona
capitis"] o en el de cuerpo ["ex persona corporis"]. Según lo que
está escrito: "Y los dos se harán una sola carne. Gran misterio es
éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia."(Ef 5,31-32) Y el
Señor mismo en el evangelio dice: "De manera que ya no son dos sino
una sola carne" (Mt 19,6). Como lo habéis visto bien, hay en efecto
dos personas diferentes y, no obstante, no forman más que una en el
abrazo conyugal ... Como cabeza él se llama "esposo" y como
cuerpo "esposa" (San Agustín, psalm. 74, 4:PL 36, 948-949).
III La Iglesia,
Templo del Espíritu Santo
797 "Quod est spiritus noster, id est anima
nostra, ad membra nostra, hoc est Spiritus Sanctus ad membra Christi,
ad corpus Christi, quod est Ecclesia" ("Lo que nuestro espíritu, es
decir, nuestra alma, es para nuestros miembros, eso mismo es el
Espíritu Santo para los miembros de Cristo, para el Cuerpo de Cristo
que es la Iglesia") (San Agustín, serm. 267, 4). "A este Espíritu de
Cristo, como a principio invisible, ha de atribuirse también el que
todas las partes del cuerpo estén íntimamente unidas, tanto entre sí
como con su excelsa Cabeza, puesto que está todo él en la Cabeza, todo
en el Cuerpo, todo en cada uno de los miembros" (Pío XII: "Mystici
Corporis": DS 3808). El Espíritu Santo hace de la Iglesia "el Templo
del Dios vivo" (2 Co 6, 16; cf. 1 Co 3, 16-17; Ef 2,21):
En efecto, es a la misma Iglesia, a la que ha sido
confiado el "Don de Dios ...Es en ella donde se ha depositado la
comunión con Cristo, es decir el Espíritu Santo, arras de la
incorruptibilidad, confirmación de nuestra fe y escala de nuestra
ascensión hacia Dios ...Porque allí donde está la Iglesia, allí está
también el Espíritu de Dios; y allí donde está el Espíritu de Dios,
está la Iglesia y toda gracia. (San Ireneo, haer. 3, 24, 1).
798 El Espíritu Santo es "el principio de toda
acción vital y verdaderamente saludable en todas las partes del
cuerpo" (Pío XII, "Mystici Corporis": DS 3808). Actúa de múltiples
maneras en la edificación de todo el Cuerpo en la caridad(cf. Ef 4,
16): por la Palabra de Dios, "que tiene el poder de construir el
edificio" (Hch 20, 32), por el Bautismo mediante el cual forma el
Cuerpo de Cristo (cf. 1 Co 12, 13); por los sacramentos que hacen
crecer y curan a los miembros de Cristo; por "la gracia concedida a
los apóstoles" que "entre estos dones destaca" (LG 7), por las
virtudes que hacen obrar según el bien, y por las múltiples gracias
especiales [llamadas "carismas"] mediante las cuales los fieles quedan
"preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que
contribuyen a renovar y construir más y más la Iglesia" (LG 12; cf. AA
3).
Los carismas
799 Extraordinarios o sencillos y humildes, los
carismas son gracias del Espíritu Santo, que tienen directa o
indirectamente, una utilidad eclesial; los carismas están ordenados a
la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las
necesidades del mundo.
800 Los carismas se han de acoger con
reconocimiento por el que los recibe, y también por todos los miembros
de la Iglesia. En efecto, son una maravillosa riqueza de gracia para
la vitalidad apostólica y para la santidad de todo el Cuerpo de
Cristo; los carismas constituyen tal riqueza siempre que se trate de
dones que provienen verdaderamente del Espíritu Santo y que se ejerzan
de modo plenamente conforme a los impulsos auténticos de este mismo
Espíritu, es decir, según la caridad, verdadera medida de los carismas
(cf. 1 Co 13).
801 Por esta razón aparece siempre necesario el
discernimiento de carismas. Ningún carisma dispensa de la referencia y
de la sumisión a los Pastores de la Iglesia. "A ellos compete sobre
todo no apagar el Espíritu, sino examinarlo todo y quedarse con lo
bueno" (LG 12), a fin de que todos los carismas cooperen, en su
diversidad y complementariedad, al "bien común" (cf. 1 Co 12, 7) (cf.
LG 30; CL, 24).
Resumen
802 "Cristo Jesús se entregó por nosotros a
fin de rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo que
fuese suyo" (Tt 2, 14).
803 "Vosotros sois linaje elegido,
sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido" (1 P 2, 9).
804 Se entra en el Pueblo de Dios por la fe
y el Bautismo. "Todos los hombres están invitados al Pueblo de Dios" (LG
13), a fin de que, en Cristo, "los hombres constituyan una sola
familia y un único Pueblo de Dios"(AG 1).
805 La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Por
el Espíritu y su acción en los sacramentos, sobre todo en la
Eucaristía, Cristo muerto y resucitado constituye la comunidad de los
creyentes como Cuerpo suyo.
806 En la unidad de este cuerpo hay
diversidad de miembros y de funciones. Todos los miembros están unidos
unos a otros, particularmente a los que sufren, a los pobres y
perseguidos.
807 La Iglesia es este Cuerpo del que Cristo
es la Cabeza: vive de El, en El y por El: El vive con ella y en ella.
808 La Iglesia es la Esposa de Cristo: la ha
amado y se ha entregado por ella. La ha purificado por medio de su
sangre. Ha hecho de ella la Madre fecunda de todos los hijos de Dios.
809 La Iglesia es el Templo del Espíritu
Santo. El Espíritu es como el alma del Cuerpo Místico, principio de su
vida, de la unidad en la diversidad y de la riqueza de sus dones y
carismas.
810 "Así toda la Iglesia aparece como el
pueblo unido `por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo'
(San Cipriano)" (LG 4).
Párrafo 3
LA IGLESIA ES UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA
811 "Esta es la única Iglesia de Cristo, de la
que confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica"
(LG 8). Estos cuatro atributos, inseparablemente unidos entre sí (cf
DS 2888), indican rasgos esenciales de la Iglesia y de su misión. La
Iglesia no los tiene por ella misma; es Cristo, quien, por el Espíritu
Santo, da a la Iglesia el ser una, santa, católica y apostólica, y Él
es también quien la llama a ejercitar cada una de estas cualidades.
812 Sólo la fe puede reconocer que la Iglesia
posee estas propiedades por su origen divino. Pero sus manifestaciones
históricas son signos que hablan también con claridad a la razón
humana. Recuerda el Concilio Vaticano I: "La Iglesia por sí misma es
un grande y perpetuo motivo de credibilidad y un testimonio
irrefutable de su misión divina a causa de su admirable propagación,
de su eximia santidad, de su inagotable fecundidad en toda clase de
bienes, de su unidad universal y de su invicta estabilidad" (DS 3013).
I La Iglesia es una
"El sagrado Misterio de la Unidad de la Iglesia"
(UR 2)
813 La Iglesia es una debido a su origen:
"El modelo y principio supremo de este misterio es la unidad de un
solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo, en la Trinidad de
personas" (UR 2). La Iglesia es una debido a su Fundador: "Pues
el mismo Hijo encarnado, Príncipe de la paz, por su cruz reconcilió a
todos los hombres con Dios... restituyendo la unidad de todos en un
solo pueblo y en un solo cuerpo" (GS 78, 3). La Iglesia es una
debido a su "alma": "El Espíritu Santo que habita en los creyentes
y llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza esa admirable comunión
de fieles y une a todos en Cristo tan íntimamente que es el Principio
de la unidad de la Iglesia" (UR 2). Por tanto, pertenece a la esencia
misma de la Iglesia ser una:
¡Qué sorprendente misterio! Hay un solo Padre del
universo, un solo Logos del universo y también un solo Espíritu
Santo, idéntico en todas partes; hay también una sola virgen hecha
madre, y me gusta llamarla Iglesia (Clemente de Alejandría, paed. 1,
6, 42).
813 Desde el principio, esta Iglesia una se
presenta, no obstante, con una gran diversidad que procede a la
vez de la variedad de los dones de Dios y de la multiplicidad de las
personas que los reciben. En la unidad del Pueblo de Dios se reúnen
los diferentes pueblos y culturas. Entre los miembros de la Iglesia
existe una diversidad de dones, cargos, condiciones y modos de vida;
"dentro de la comunión eclesial, existen legítimamente las Iglesias
particulares con sus propias tradiciones" (LG 13). La gran riqueza de
esta diversidad no se opone a la unidad de la Iglesia. No obstante, el
pecado y el peso de sus consecuencias amenazan sin cesar el don de la
unidad. También el apóstol debe exhortar a "guardar la unidad del
Espíritu con el vínculo de la paz" (Ef 4, 3).
815 ¿Cuáles son estos vínculos de la unidad?
"Por encima de todo esto revestíos del amor, que es el vínculo de la
perfección" (Col 3, 14). Pero la unidad de la Iglesia peregrina está
asegurada por vínculos visibles de comunión:
- la profesión de una misma fe recibida de los
apóstoles;
- la celebración común del culto divino, sobre todo de
los sacramentos;
- la sucesión apostólica por el sacramento del orden,
que conserva la concordia fraterna de la familia de Dios (cf UR 2; LG
14; CIC, can. 205).
816 "La única Iglesia de Cristo..., Nuestro
Salvador, después de su resurrección, la entregó a Pedro para que la
pastoreara. Le encargó a él y a los demás apóstoles que la extendieran
y la gobernaran... Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo
como una sociedad, subsiste en ["subsistit in"] la Iglesia católica,
gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con
él" (LG 8).
El decreto sobre Ecumenismo del Concilio Vaticano II
explicita: "Solamente por medio de la Iglesia católica de Cristo,
que es auxilio general de salvación, puede alcanzarse la plenitud
total de los medios de salvación. Creemos que el Señor confió todos
los bienes de la Nueva Alianza a un único colegio apostólico
presidido por Pedro, para constituir un solo Cuerpo de Cristo en la
tierra, al cual deben incorporarse plenamente los que de algún modo
pertenecen ya al Pueblo de Dios" (UR 3).
Las heridas de la unidad
817 De hecho, "en esta una y única Iglesia de
Dios, aparecieron ya desde los primeros tiempos algunas escisiones que
el apóstol reprueba severamente como condenables; y en siglos
posteriores surgieron disensiones más amplias y comunidades no
pequeñas se separaron de la comunión plena con la Iglesia católica y,
a veces, no sin culpa de los hombres de ambas partes" (UR 3). Tales
rupturas que lesionan la unidad del Cuerpo de Cristo (se distingue la
herejía, la apostasía y el cisma [cf CIC can. 751]) no se producen sin
el pecado de los hombres:
Ubi peccata sunt, ibi est multitudo, ibi schismata,
ibi haereses, ibi discussiones. Ubi autem virtus, ibi singularitas,
ibi unio, ex quo omnium credentium erat cor unum et anima una
("Donde hay pecados, allí hay desunión, cismas, herejías,
discusiones. Pero donde hay virtud, allí hay unión, de donde
resultaba que todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola
alma" Orígenes, hom. in Ezech. 9, 1).
818 Los que nacen hoy en las comunidades
surgidas de tales rupturas "y son instruidos en la fe de Cristo, no
pueden ser acusados del pecado de la separación y la Iglesia católica
los abraza con respeto y amor fraternos... justificados por la fe en
el bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho
se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por
los hijos de la Iglesia católica como hermanos en el Señor" (UR 3).
819 Además, "muchos elementos de santificación
y de verdad" (LG 8) existen fuera de los límites visibles de la
Iglesia católica: "la palabra de Dios escrita, la vida de la gracia,
la fe, la esperanza y la caridad y otros dones interiores del Espíritu
Santo y los elementos visibles" (UR 3; cf LG 15). El Espíritu de
Cristo se sirve de estas Iglesias y comunidades eclesiales como medios
de salvación cuya fuerza viene de la plenitud de gracia y de verdad
que Cristo ha confiado a la Iglesia católica. Todos estos bienes
provienen de Cristo y conducen a Él (cf UR 3) y de por sí impelen a
"la unidad católica" (LG 8).
Hacia la unidad
820 Aquella unidad "que Cristo concedió desde
el principio a la Iglesia... creemos que subsiste indefectible en la
Iglesia católica y esperamos que crezca hasta la consumación de los
tiempos" (UR 4). Cristo da permanentemente a su Iglesia el don de la
unidad, pero la Iglesia debe orar y trabajar siempre para mantener,
reforzar y perfeccionar la unidad que Cristo quiere para ella. Por eso
Cristo mismo rogó en la hora de su Pasión, y no cesa de rogar al Padre
por la unidad de sus discípulos: "Que todos sean uno. Como tú, Padre,
en mí y yo en ti, que ellos sean también uno en nosotros, para que el
mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17, 21). El deseo de volver a
encontrar la unidad de todos los cristianos es un don de Cristo y un
llamamiento del Espíritu Santo (cf UR 1).
821 Para responder adecuadamente a este
llamamiento se exige:
— una renovación permanente de la Iglesia en
una fidelidad mayor a su vocación. Esta renovación es el alma del
movimiento hacia la unidad (UR 6);
— la conversión del corazón para "llevar una
vida más pura, según el Evangelio" (cf UR 7), porque la infidelidad de
los miembros al don de Cristo es la causa de las divisiones;
— la oración en común, porque "esta conversión
del corazón y santidad de vida, junto con las oraciones privadas y
públicas por la unidad de los cristianos, deben considerarse como el
alma de todo el movimiento ecuménico, y pueden llamarse con razón
ecumenismo espiritual" (cf UR 8);
— el fraterno conocimiento recíproco (cf UR 9);
— la formación ecuménica de los fieles y
especialmente de los sacerdotes (cf UR 10);
— el diálogo entre los teólogos y los
encuentros entre los cristianos de diferentes Iglesias y comunidades
(cf UR 4, 9, 11);
— la colaboración entre cristianos en los
diferentes campos de servicio a los hombres (cf UR 12).
822 "La preocupación por el restablecimiento de
la unión atañe a la Iglesia entera, tanto a los fieles como a los
pastores" (cf UR 5). Pero hay que ser "conocedor de que este santo
propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la
única Iglesia de Jesucristo excede las fuerzas y la capacidad humana".
Por eso hay que poner toda la esperanza "en la oración de Cristo por
la Iglesia, en el amor del Padre para con nosotros, y en el poder del
Espíritu Santo" (UR 24).
II La Iglesia es
santa
823 "La fe confiesa que la Iglesia... no puede
dejar de ser santa. En efecto, Cristo, el Hijo de Dios, a quien con el
Padre y con el Espíritu se proclama 'el solo santo', amó a su Iglesia
como a su esposa. Él se entregó por ella para santificarla, la unió a
sí mismo como su propio cuerpo y la llenó del don del Espíritu Santo
para gloria de Dios" (LG 39). La Iglesia es, pues, "el Pueblo santo de
Dios" (LG 12), y sus miembros son llamados "santos" (cf Hch 9, 13; 1
Co 6, 1; 16, 1).
824 La Iglesia, unida a Cristo, está
santificada por Él; por Él y con Él, ella también ha sido hecha
santificadora. Todas las obras de la Iglesia se esfuerzan en
conseguir "la santificación de los hombres en Cristo y la
glorificación de Dios" (SC 10). En la Iglesia es en donde está
depositada "la plenitud total de los medios de salvación" (UR 3). Es
en ella donde "conseguimos la santidad por la gracia de Dios" (LG 48).
825 "La Iglesia, en efecto, ya en la tierra se
caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta" (LG
48). En sus miembros, la santidad perfecta está todavía por alcanzar:
"Todos los cristianos, de cualquier estado o condición, están llamados
cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad, cuyo
modelo es el mismo Padre" (LG 11).
826 La caridad es el alma de la santidad a la
que todos están llamados: "dirige todos los medios de santificación,
los informa y los lleva a su fin" (LG 42):
Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo,
compuesto por diferentes miembros, el más necesario, el más noble de
todos no le faltaba, comprendí que la Iglesia tenía un corazón,
que este corazón estaba ARDIENDO DE AMOR. Comprendí que el
Amor solo hacía obrar a los miembros de la Iglesia, que si el
Amor llegara a apagarse, los Apóstoles ya no anunciarían el
Evangelio, los Mártires rehusarían verter su sangre... Comprendí que
EL AMOR ENCERRABA TODAS LAS VOCACIONES. QUE EL AMOR ERA TODO, QUE
ABARCABA TODOS LOS TIEMPOS Y TODOS LOS LUGARES... EN UNA PALABRA,
QUE ES ¡ETERNO! (Santa Teresa del Niño Jesús, ms. autob. B 3v).
827 "Mientras que Cristo, santo, inocente, sin
mancha, no conoció el pecado, sino que vino solamente a expiar los
pecados del pueblo, la Iglesia, abrazando en su seno a los
pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación
y busca sin cesar la conversión y la renovación" (LG 8; cf UR 3; 6).
Todos los miembros de la Iglesia, incluso sus ministros, deben
reconocerse pecadores (cf 1 Jn 1, 8-10). En todos, la cizaña del
pecado todavía se encuentra mezclada con la buena semilla del
Evangelio hasta el fin de los tiempos (cf Mt 13, 24-30). La Iglesia,
pues, congrega a pecadores alcanzados ya por la salvación de Cristo,
pero aún en vías de santificación:
La Iglesia es, pues, santa aunque abarque en su seno
pecadores; porque ella no goza de otra vida que de la vida de la
gracia; sus miembros, ciertamente, si se alimentan de esta vida se
santifican; si se apartan de ella, contraen pecados y manchas del
alma, que impiden que la santidad de ella se difunda radiante. Por
lo que se aflige y hace penitencia por aquellos pecados, teniendo
poder de librar de ellos a sus hijos por la sangre de Cristo y el
don del Espíritu Santo (SPF 19).
828 Al canonizar a ciertos fieles, es
decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han practicado
heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de
Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de santidad, que está
en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los
santos como modelos e intercesores (cf LG 40; 48-51). "Los santos y
las santas han sido siempre fuente y origen de renovación en las
circunstancias más difíciles de la historia de la Iglesia" (CL 16, 3).
En efecto, "la santidad de la Iglesia es el secreto manantial y la
medida infalible de su laboriosidad apostólica y de su ímpetu
misionero" (CL 17, 3).
829 "La Iglesia en la Santísima Virgen llegó ya
a la perfección, sin mancha ni arruga. En cambio, los creyentes se
esfuerzan todavía en vencer el pecado para crecer en la santidad. Por
eso dirigen sus ojos a María" (LG 65): en ella, la Iglesia es ya
enteramente santa.
III La Iglesia
es católica
Qué quiere decir "católica"
830 La palabra "católica" significa "universal"
en el sentido de "según la totalidad" o "según la integridad". La
Iglesia es católica en un doble sentido:
Es católica porque Cristo está presente en ella. "Allí
donde está Cristo Jesús, está la Iglesia Católica" (San Ignacio de
Antioquía, Smyrn. 8, 2). En ella subsiste la plenitud del Cuerpo de
Cristo unido a su Cabeza (cf Ef 1, 22-23), lo que implica que ella
recibe de Él "la plenitud de los medios de salvación" (AG 6) que Él ha
querido: confesión de fe recta y completa, vida sacramental íntegra y
ministerio ordenado en la sucesión apostólica. La Iglesia, en este
sentido fundamental, era católica el día de Pentecostés (cf AG 4) y lo
será siempre hasta el día de la Parusía.
831 Es católica porque ha sido enviada por
Cristo en misión a la totalidad del género humano (cf Mt 28, 19):
Todos los hombres están invitados al Pueblo de Dios.
Por eso este pueblo, uno y único, ha de extenderse por todo el mundo
a través de todos los siglos, para que así se cumpla el designio de
Dios, que en el principio creó una única naturaleza humana y decidió
reunir a sus hijos dispersos... Este carácter de universalidad, que
distingue al pueblo de Dios, es un don del mismo Señor. Gracias a
este carácter, la Iglesia Católica tiende siempre y eficazmente a
reunir a la humanidad entera con todos sus valores bajo Cristo como
Cabeza, en la unidad de su Espíritu (LG 13).
Cada una de las Iglesias particulares es "católica"
832 "Esta Iglesia de Cristo está verdaderamente
presente en todas las legítimas comunidades locales de fieles, unidas
a sus pastores. Estas, en el Nuevo Testamento, reciben el nombre de
Iglesias... En ellas se reúnen los fieles por el anuncio del Evangelio
de Cristo y se celebra el misterio de la Cena del Señor... En estas
comunidades, aunque muchas veces sean pequeñas y pobres o vivan
dispersas, está presente Cristo, quien con su poder constituye a la
Iglesia una, santa, católica y apostólica" (LG 26).
833 Se entiende por Iglesia particular, que es
en primer lugar la diócesis (o la eparquía), una comunidad de fieles
cristianos en comunión en la fe y en los sacramentos con su obispo
ordenado en la sucesión apostólica (cf CD 11; CIC can. 368-369; CCEO,
cán. 117, § 1. 178. 311, § 1. 312). Estas Iglesias particulares están
"formadas a imagen de la Iglesia Universal. En ellas y a partir de
ellas existe la Iglesia católica, una y única" (LG 23).
834 Las Iglesias particulares son plenamente
católicas gracias a la comunión con una de ellas: la Iglesia de Roma
"que preside en la caridad" (San Ignacio de Antioquía, Rom. 1, 1).
"Porque con esta Iglesia en razón de su origen más excelente debe
necesariamente acomodarse toda Iglesia, es decir, los fieles de todas
partes" (San Ireneo, haer. 3, 3, 2; citado por Cc. Vaticano I: DS
3057). "En efecto, desde la venida a nosotros del Verbo encarnado,
todas las Iglesias cristianas de todas partes han tenido y tienen a la
gran Iglesia que está aquí [en Roma] como única base y fundamento
porque, según las mismas promesas del Salvador, las puertas del
infierno no han prevalecido jamás contra ella" (San Máximo el
Confesor, opusc.).
835 "Guardémonos bien de concebir la Iglesia
universal como la suma o, si se puede decir, la federación más o menos
anómala de Iglesias particulares esencialmente diversas. En el
pensamiento del Señor es la Iglesia, universal por vocación y por
misión, la que, echando sus raíces en la variedad de terrenos
culturales, sociales, humanos, toma en cada parte del mundo aspectos,
expresiones externas diversas" (EN 62). La rica variedad de
disciplinas eclesiásticas, de ritos litúrgicos, de patrimonios
teológicos y espirituales propios de las Iglesias locales "con un
mismo objetivo muestra muy claramente la catolicidad de la Iglesia
indivisa" (LG 23).
Quién pertenece a la Iglesia católica
836 "Todos los hombres, por tanto, están
invitados a esta unidad católica del Pueblo de Dios... A esta unidad
pertenecen de diversas maneras o a ella están destinados los
católicos, los demás cristianos e incluso todos los hombres en general
llamados a la salvación por la gracia de Dios" (LG 13).
837 "Están plenamente incorporados a la
sociedad que es la Iglesia aquellos que, teniendo el Espíritu de
Cristo, aceptan íntegramente su constitución y todos los medios de
salvación establecidos en ella y están unidos, dentro de su estructura
visible, a Cristo, que la rige por medio del Sumo Pontífice y de los
obispos, mediante los lazos de la profesión de la fe, de los
sacramentos, del gobierno eclesiástico y de la comunión. No se salva,
en cambio, el que no permanece en el amor, aunque esté incorporado a
la Iglesia, pero está en el seno de la Iglesia con el 'cuerpo', pero
no con el 'corazón"' (LG 14).
838 "La Iglesia se siente unida por muchas
razones con todos los que se honran con el nombre de cristianos a
causa del bautismo, aunque no profesan la fe en su integridad o no
conserven la unidad de la comunión bajo el sucesor de Pedro" (LG 15).
"Los que creen en Cristo y han recibido ritualmente el bautismo están
en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica"
(UR 3). Con las Iglesias ortodoxas, esta comunión es tan
profunda "que le falta muy poco para que alcance la plenitud que haría
posible una celebración común de la Eucaristía del Señor" (Pablo VI,
discurso 14 diciembre 1975; cf UR 13-18).
La Iglesia y los no cristianos
839 "Los que todavía no han recibido el
Evangelio también están ordenados al Pueblo de Dios de diversas
maneras" (LG 16):
La relación de la Iglesia con el pueblo judío.
La Iglesia, Pueblo de Dios en la Nueva Alianza, al escrutar su propio
misterio, descubre su vinculación con el pueblo judío (cf NA 4) "a
quien Dios ha hablado primero" (MR, Viernes Santo 13: oración
universal VI). A diferencia de otras religiones no cristianas la fe
judía ya es una respuesta a la revelación de Dios en la Antigua
Alianza. Pertenece al pueblo judío "la adopción filial, la gloria, las
alianzas, la legislación, el culto, las promesas y los patriarcas; de
todo lo cual procede Cristo según la carne" (cf Rm 9, 4-5), "porque
los dones y la vocación de Dios son irrevocables" (Rm 11, 29).
840 Por otra parte, cuando se considera el
futuro, el Pueblo de Dios de la Antigua Alianza y el nuevo Pueblo de
Dios tienden hacia fines análogos: la espera de la venida (o el
retorno) del Mesías; pues para unos, es la espera de la vuelta del
Mesías, muerto y resucitado, reconocido como Señor e Hijo de Dios;
para los otros, es la venida del Mesías cuyos rasgos permanecen
velados hasta el fin de los tiempos, espera que está acompañada del
drama de la ignorancia o del rechazo de Cristo Jesús.
841 Las relaciones de la Iglesia con los
musulmanes. "El designio de salvación comprende también a los que
reconocen al Creador. Entre ellos están, ante todo, los musulmanes,
que profesan tener la fe de Abraham y adoran con nosotros al Dios
único y misericordioso que juzgará a los hombres al fin del mundo" (LG
16; cf NA 3).
842 El vínculo de la Iglesia con las
religiones no cristianas es en primer lugar el del origen y el del
fin comunes del género humano:
Todos los pueblos forman una única comunidad y
tienen un mismo origen, puesto que Dios hizo habitar a todo el
género humano sobre la entera faz de la tierra; tienen también un
único fin último, Dios, cuya providencia, testimonio de bondad y
designios de salvación se extienden a todos hasta que los elegidos
se unan en la Ciudad Santa (NA 1).
843 La Iglesia reconoce en las otras religiones
la búsqueda "todavía en sombras y bajo imágenes", del Dios desconocido
pero próximo ya que es Él quien da a todos vida, el aliento y todas
las cosas y quiere que todos los hombres se salven. Así, la Iglesia
aprecia todo lo bueno y verdadero, que puede encontrarse en las
diversas religiones, "como una preparación al Evangelio y como un don
de aquel que ilumina a todos los hombres, para que al fin tengan la
vida" (LG 16; cf NA 2; EN 53).
844 Pero, en su comportamiento religioso, los
hombres muestran también límites y errores que desfiguran en ellos la
imagen de Dios:
Con demasiada frecuencia los hombres, engañados por
el Maligno, se pusieron a razonar como personas vacías y cambiaron
el Dios verdadero por un ídolo falso, sirviendo a las criaturas en
vez de al Creador. Otras veces, viviendo y muriendo sin Dios en este
mundo, están expuestos a la desesperación más radical (LG 16).
845 El Padre quiso convocar a toda la humanidad
en la Iglesia de su Hijo para reunir de nuevo a todos sus hijos que el
pecado había dispersado y extraviado. La Iglesia es el lugar donde la
humanidad debe volver a encontrar su unidad y su salvación. Ella es el
"mundo reconciliado" (San Agustín, serm. 96, 7-9). Es, además, este
barco que "pleno dominicae crucis velo Sancti Spiritus flatu in hoc
bene navigat mundo" ("con su velamen que es la cruz de Cristo,
empujado por el Espíritu Santo, navega bien en este mundo") (San
Ambrosio, virg. 18, 188); según otra imagen estimada por los Padres de
la Iglesia, está prefigurada por el Arca de Noé que es la única que
salva del diluvio (cf 1 P 3, 20-21).
"Fuera de la Iglesia no hay salvación"
846 ¿Cómo entender esta afirmación tantas veces
repetida por los Padres de la Iglesia? Formulada de modo positivo
significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia que
es su Cuerpo:
El santo Sínodo... basado en la Sagrada Escritura y
en la Tradición, enseña que esta Iglesia peregrina es necesaria para
la salvación. Cristo, en efecto, es el único Mediador y camino de
salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la Iglesia. Él,
al inculcar con palabras, bien explícitas, la necesidad de la fe y
del bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia,
en la que entran los hombres por el bautismo como por una puerta.
Por eso, no podrían salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por
medio de Jesucristo, la Iglesia católica como necesaria para la
salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en
ella (LG 14).
847 Esta afirmación no se refiere a los que,
sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su Iglesia:
Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de
Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e
intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de
Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden
conseguir la salvación eterna (LG 16; cf DS 3866-3872).
848 "Aunque Dios, por caminos conocidos sólo
por Él, puede llevar a la fe, 'sin la que es imposible agradarle' (Hb
11, 6), a los hombres que ignoran el Evangelio sin culpa propia,
corresponde, sin embargo, a la Iglesia la necesidad y, al mismo
tiempo, el derecho sagrado de evangelizar" (AG 7).
La misión, exigencia de la catolicidad de la
Iglesia
849 El mandato misionero. "La Iglesia,
enviada por Dios a las gentes para ser 'sacramento universal de
salvación', por exigencia íntima de su misma catolicidad, obedeciendo
al mandato de su Fundador se esfuerza por anunciar el Evangelio a
todos los hombres" (AG 1): "Id, pues, y haced discípulos a todas las
gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed
que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt
28, 19-20)
850 El origen la finalidad de la misión.
El mandato misionero del Señor tiene su fuente última en el amor
eterno de la Santísima Trinidad: "La Iglesia peregrinante es, por su
propia naturaleza, misionera, puesto que tiene su origen en la misión
del Hijo y la misión del Espíritu Santo según el plan de Dios Padre"
(AG 2). El fin último de la misión no es otro que hacer participar a
los hombres en la comunión que existe entre el Padre y el Hijo en su
Espíritu de amor (cf Juan Pablo II, RM 23).
851 El motivo de la misión. Del amor de
Dios por todos los hombres la Iglesia ha sacado en todo tiempo la
obligación y la fuerza de su impulso misionero: "porque el amor de
Cristo nos apremia..." (2 Co 5, 14; cf AA 6; RM 11). En efecto, "Dios
quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno
de la verdad" (1 Tm 2, 4). Dios quiere la salvación de todos por el
conocimiento de la verdad. La salvación se encuentra en la
verdad. Los que obedecen a la moción del Espíritu de verdad están ya
en el camino de la salvación; pero la Iglesia a quien esta verdad ha
sido confiada, debe ir al encuentro de los que la buscan para
ofrecérsela. Porque cree en el designio universal de salvación, la
Iglesia debe ser misionera.
852 Los caminos de la misión. "El
Espíritu Santo es en verdad el protagonista de toda la misión
eclesial" (RM 21). Él es quien conduce la Iglesia por los caminos de
la misión. Ella "continúa y desarrolla en el curso de la historia la
misión del propio Cristo, que fue enviado a evangelizar a los
pobres... impulsada por el Espíritu Santo, debe avanzar por el mismo
camino por el que avanzó Cristo; esto es, el camino de la pobreza, la
obediencia, el servicio y la inmolación de sí mismo hasta la muerte,
de la que surgió victorioso por su resurrección" (AG 5). Es así como
la "sangre de los mártires es semilla de cristianos" (Tertuliano,
apol. 50).
853 Pero en su peregrinación, la Iglesia
experimenta también "hasta qué punto distan entre sí el mensaje que
ella proclama y la debilidad humana de aquellos a quienes se confía el
Evangelio" (GS 43, 6). Sólo avanzando por el camino "de la conversión
y la renovación" (LG 8; cf 15) y "por el estrecho sendero de Dios" (AG
1) es como el Pueblo de Dios puede extender el reino de Cristo (cf RM
12-20). En efecto, "como Cristo realizó la obra de la redención en la
persecución, también la Iglesia está llamada a seguir el mismo camino
para comunicar a los hombres los frutos de la salvación" (LG 8).
854 Por su propia misión, "la Iglesia... avanza
junto con toda la humanidad y experimenta la misma suerte terrena del
mundo, y existe como fermento y alma de la sociedad humana, que debe
ser renovada en Cristo y transformada en familia de Dios" (GS 40, 2).
El esfuerzo misionero exige entonces la paciencia. Comienza con
el anuncio del Evangelio a los pueblos y a los grupos que aún no creen
en Cristo (cf RM 42-47), continúa con el establecimiento de
comunidades cristianas, "signo de la presencia de Dios en el mundo"
(AG lS), y en la fundación de Iglesias locales (cf RM 48-49); se
implica en un proceso de inculturación para así encarnar el Evangelio
en las culturas de los pueblos (cf RM 52-54), en este proceso no
faltarán también los fracasos. "En cuanto se refiere a los hombres,
grupos y pueblos, solamente de forma gradual los toca y los penetra y
de este modo los incorpora a la plenitud católica" (AG 6).
855 La misión de la Iglesia reclama el esfuerzo
hacia la unidad de los cristianos (cf RM 50). En efecto, "las
divisiones entre los cristianos son un obstáculo para que la Iglesia
lleve a cabo la plenitud de la catolicidad que le es propia en
aquellos hijos que, incorporados a ella ciertamente por el bautismo,
están, sin embargo, separados de su plena comunión. Incluso se hace
más difícil para la propia Iglesia expresar la plenitud de la
catolicidad bajo todos los aspectos en la realidad misma de la vida"
(UR 4).
856 La tarea misionera implica un diálogo
respetuoso con los que todavía no aceptan el Evangelio (cf RM 55).
Los creyentes pueden sacar provecho para sí mismos de este diálogo
aprendiendo a conocer mejor "cuanto de verdad y de gracia se
encontraba ya entre las naciones, como por una casi secreta presencia
de Dios" (AG 9). Si ellos anuncian la Buena Nueva a los que la
desconocen, es para consolidar, completar y elevar la verdad y el bien
que Dios ha repartido entre los hombres y los pueblos, y para
purificarlos del error y del mal "para gloria de Dios, confusión del
diablo y felicidad del hombre" (AG 9).
IV La Iglesia
es apostólica
857 La Iglesia es apostólica porque está
fundada sobre los apóstoles, y esto en un triple sentido:
— Fue y permanece edificada sobre "el fundamento de
los apóstoles" (Ef 2, 20; Hch 21, 14), testigos escogidos y enviados
en misión por el mismo Cristo (cf Mt 28, 16-20; Hch 1, 8; 1 Co 9, 1;
15, 7-8; Ga 1, l; etc.).
— Guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo
que habita en ella, la enseñanza (cf Hch 2, 42), el buen depósito, las
sanas palabras oídas a los apóstoles (cf 2 Tm 1, 13-14).
— Sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por
los apóstoles hasta la vuelta de Cristo gracias a aquellos que les
suceden en su ministerio pastoral: el colegio de los obispos, "a los
que asisten los presbíteros juntamente con el sucesor de Pedro y Sumo
Pastor de la Iglesia" (AG 5):
Porque no abandonas nunca a tu rebaño, sino que, por
medio de los santos pastores, lo proteges y conservas, y quieres que
tenga siempre por guía la palabra de aquellos mismos pastores a
quienes tu Hijo dio la misión de anunciar el Evangelio (MR, Prefacio
de los apóstoles).
La misión de los apóstoles
858 Jesús es el enviado del Padre. Desde el
comienzo de su ministerio, "llamó a los que él quiso, y vinieron donde
él. Instituyó Doce para que estuvieran con él y para enviarlos a
predicar" (Mc 3, 13-14). Desde entonces, serán sus "enviados" [es lo
que significa la palabra griega "apostoloi"]. En ellos continúa su
propia misión: "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20,
21; cf 13, 20; 17, 18). Por tanto su ministerio es la continuación de
la misión de Cristo: "Quien a vosotros recibe, a mí me recibe", dice a
los Doce (Mt 10, 40; cf Lc 10, 16).
859 Jesús los asocia a su misión recibida del
Padre: como "el Hijo no puede hacer nada por su cuenta" (Jn 5, 19.30),
sino que todo lo recibe del Padre que le ha enviado, así, aquellos a
quienes Jesús envía no pueden hacer nada sin Él (cf Jn 15, 5) de quien
reciben el encargo de la misión y el poder para cumplirla. Los
apóstoles de Cristo saben por tanto que están calificados por Dios
como "ministros de una nueva alianza" (2 Co 3, 6), "ministros de Dios"
(2 Co 6, 4), "embajadores de Cristo" (2 Co 5, 20), "servidores de
Cristo y administradores de los misterios de Dios" (1 Co 4, 1).
860 En el encargo dado a los apóstoles hay un
aspecto intransmisible: ser los testigos elegidos de la Resurrección
del Señor y los fundamentos de la Iglesia. Pero hay también un aspecto
permanente de su misión. Cristo les ha prometido permanecer con
ellos hasta el fin de los tiempos (cf Mt 28, 20). "Esta misión
divina confiada por Cristo a los apóstoles tiene que durar hasta el
fin del mundo, pues el Evangelio que tienen que transmitir es el
principio de toda la vida de la Iglesia. Por eso los apóstoles se
preocuparon de instituir... sucesores" (LG 20).
Los obispos sucesores de los apóstoles
861 "Para que continuase después de su muerte
la misión a ellos confiada, encargaron mediante una especie de
testamento a sus colaboradores más inmediatos que terminaran y
consolidaran la obra que ellos empezaron. Les encomendaron que
cuidaran de todo el rebaño en el que el Espíritu Santo les había
puesto para ser los pastores de la Iglesia de Dios. Nombraron, por
tanto, de esta manera a algunos varones y luego dispusieron que,
después de su muerte, otros hombres probados les sucedieran en el
ministerio" (LG 20; cf San Clemente Romano, Cor. 42; 44).
862 "Así como permanece el ministerio confiado
personalmente por el Señor a Pedro, ministerio que debía ser
transmitido a sus sucesores, de la misma manera permanece el
ministerio de los apóstoles de apacentar la Iglesia, que debe ser
elegido para siempre por el orden sagrado de los obispos". Por eso, la
Iglesia enseña que "por institución divina los obispos han sucedido a
los apóstoles como pastores de la Iglesia. El que los escucha, escucha
a Cristo; el que, en cambio, los desprecia, desprecia a Cristo y al
que lo envió" (LG 20).
El apostolado
863 Toda la Iglesia es apostólica mientras
permanezca, a través de los sucesores de San Pedro y de los apóstoles,
en comunión de fe y de vida con su origen. Toda la Iglesia es
apostólica en cuanto que ella es "enviada" al mundo entero; todos los
miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en
este envío. "La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es
también vocación al apostolado". Se llama "apostolado" a "toda la
actividad del Cuerpo Místico" que tiende a "propagar el Reino de
Cristo por toda la tierra" (AA 2).
864 "Siendo Cristo, enviado por el Padre,
fuente y origen del apostolado de la Iglesia", es evidente que la
fecundidad del apostolado, tanto el de los ministros ordenados como el
de los laicos, depende de su unión vital con Cristo (cf Jn 15, 5; AA
4). Según sean las vocaciones, las interpretaciones de los tiempos,
los dones variados del Espíritu Santo, el apostolado toma las formas
más diversas. Pero es siempre la caridad, conseguida sobre todo en la
Eucaristía, "que es como el alma de todo apostolado" (AA 3).
865 La Iglesia es una, santa, católica y
apostólica en su identidad profunda y última, porque en ella
existe ya y será consumado al fin de los tiempos "el Reino de los
cielos", "el Reino de Dios" (cf Ap 19, 6), que ha venido en la persona
de Cristo y que crece misteriosamente en el corazón de los que le son
incorporados hasta su plena manifestación escatológica. Entonces
todos los hombres rescatados por él, hechos en él "santos e
inmaculados en presencia de Dios en el Amor" (Ef 1, 4), serán reunidos
como el único Pueblo de Dios, "la Esposa del Cordero" (Ap 21, 9), "la
Ciudad Santa que baja del Cielo de junto a Dios y tiene la gloria de
Dios" (Ap 21, 10-11); y "la muralla de la ciudad se asienta sobre doce
piedras, que llevan los nombres de los doce apóstoles del Cordero"
(Ap 21, 14).
Resumen
866 La Iglesia es una: tiene un solo
Señor; confiesa una sola fe, nace de un solo Bautismo, no forma más
que un solo Cuerpo, vivificado por un solo Espíritu, orientado a una
única esperanza (cf Ef 4, 3-5) a cuyo término se superarán todas las
divisiones.
867 La Iglesia es santa: Dios
santísimo es su autor; Cristo, su Esposo, se entregó por ella para
santificarla; el Espíritu de santidad la vivifica. Aunque comprenda
pecadores, ella es "ex maculatis immaculata" ("inmaculada aunque
compuesta de pecadores"). En los santos brilla su santidad; en María
es ya la enteramente santa.
868 La Iglesia es católica: Anuncia
la totalidad de la fe; lleva en sí y administra la plenitud de los
medios de salvación; es enviada a todos los pueblos; se dirige a todos
los hombres; abarca todos los tiempos; "es, por su propia naturaleza,
misionera" (AG 2).
869 La Iglesia es apostólica: Está
edificada sobre sólidos cimientos: "los doce apóstoles del Cordero"
(Ap 21, 14); es indestructible (cf Mt 16, 18); se mantiene
infaliblemente en la verdad: Cristo la gobierna por medio de Pedro y
los demás apóstoles, presentes en sus sucesores, el Papa y el colegio
de los obispos.
870 "La única Iglesia de Cristo, de la que
confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica...
subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y
por los obispos en comunión con él. Sin duda, fuera de su estructura
visible pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de
verdad " (LG 8).
Párrafo 4
LOS FIELES DE CRISTO: JERARQUÍA, LAICOS, VIDA CONSAGRADA
871 "Son fieles cristianos quienes,
incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el Pueblo de
Dios y, hechos partícipes a su modo por esta razón de la función
sacerdotal, profética y real de Cristo, cada uno según su propia
condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó
cumplir a la Iglesia en el mundo" (CIC, can. 204, 1; cf. LG 31).
872 "Por su regeneración en Cristo, se da entre
todos los fieles una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y
acción, en virtud de la cual todos, según su propia condición y
oficio, cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo" (CIC can. 208;
cf. LG 32).
873 Las mismas diferencias que el Señor quiso
poner entre los miembros de su Cuerpo sirven a su unidad y a su
misión. Porque "hay en la Iglesia diversidad de ministerios, pero
unidad de misión. A los Apóstoles y sus sucesores les confirió Cristo
la función de enseñar, santificar y gobernar en su propio nombre y
autoridad. Pero también los laicos, partícipes de la función
sacerdotal, profética y real de Cristo, cumplen en la Iglesia y en el
mundo la parte que les corresponde en la misión de todo el Pueblo de
Dios" (AA 2). En fin, "en esos dos grupos [jerarquía y laicos], hay
fieles que por la profesión de los consejos evangélicos ... se
consagran a Dios y contribuyen a la misión salvífica de la Iglesia
según la manera peculiar que les es propia" (CIC can. 207, 2).
I La constitución
jerárquica de la Iglesia
Razón del ministerio eclesial
874 El mismo Cristo es la fuente del ministerio
en la Iglesia. El lo ha instituido, le ha dado autoridad y misión,
orientación y finalidad:
Cristo el Señor, para dirigir al Pueblo de Dios y
hacerle progresar siempre, instituyó en su Iglesia diversos
ministerios que está ordenados al bien de todo el Cuerpo. En efecto,
los ministros que posean la sagrada potestad están al servicio de
sus hermanos para que todos los que son miembros del Pueblo de
Dios...lleguen a la salvación (LG 18).
875 "¿Cómo creerán en aquél a quien no han
oído? ¿cómo oirán sin que se les predique? y ¿cómo predicarán si no
son enviados?" (Rm 10, 14-15). Nadie, ningún individuo ni ninguna
comunidad, puede anunciarse a sí mismo el Evangelio. "La fe viene de
la predicación" (Rm 10, 17). Nadie se puede dar a sí mismo el mandato
ni la misión de anunciar el Evangelio. El enviado del Señor habla y
obra no con autoridad propia, sino en virtud de la autoridad de
Cristo; no como miembro de la comunidad, sino hablando a ella en
nombre de Cristo. Nadie puede conferirse a sí mismo la gracia, ella
debe ser dada y ofrecida. Eso supone ministros de la gracia,
autorizados y habilitados por parte de Cristo. De El los obispos y los
presbíteros reciben la misión y la facultad (el "poder sagrado") de
actuar in persona Christi Capitis, los diáconos las fuerzas para
servir al pueblo de Dios en la "diaconía" de la liturgia, de la
palabra y de la caridad, en comunión con el Obispo y su presbiterio.
Este ministerio, en el cual los enviados de Cristo hacen y dan, por
don de Dios, lo que ellos, por sí mismos, no pueden hacer ni dar, la
tradición de la Iglesia lo llama "sacramento". El ministerio de la
Iglesia se confiere por medio de un sacramento específico.
876 El carácter de servicio del
ministerio eclesial está intrínsecamente ligado a la naturaleza
sacramental. En efecto, enteramente dependiente de Cristo que da
misión y autoridad, los ministros son verdaderamente "esclavos de
Cristo" (Rm 1, 1), a imagen de Cristo que, libremente ha tomado por
nosotros "la forma de esclavo" (Flp 2, 7). Como la palabra y la gracia
de la cual son ministros no son de ellos, sino de Cristo que se las ha
confiado para los otros, ellos se harán libremente esclavos de todos
(cf. 1 Co 9, 19).
877 De igual modo es propio de la naturaleza
sacramental del ministerio eclesial tener un carácter colegial
. En efecto, desde el comienzo de su ministerio, el Señor Jesús
instituyó a los Doce, "semilla del Nuevo Israel, a la vez que el
origen de la jerarquía sagrada" (AG 5). Elegidos juntos, también
fueron enviados juntos, y su unidad fraterna estará al servicio de la
comunión fraterna de todos los fieles; será como un reflejo y un
testimonio de la comunión de las Personas divinas (cf. Jn 17, 21-23).
Por eso, todo obispo ejerce su ministerio en el seno del colegio
episcopal, en comunión con el obispo de Roma, sucesor de San Pedro y
jefe del colegio; los presbíteros ejercen su ministerio en el seno del
presbiterio de la diócesis, bajo la dirección de su obispo.
878 Por último, es propio también de la
naturaleza sacramental del ministerio eclesial tener carácter
personal. Cuando los ministros de Cristo actúan en comunión,
actúan siempre también de manera personal. Cada uno ha sido llamado
personalmente ("Tú sígueme", Jn 21, 22;cf. Mt 4,19. 21; Jn 1,43) para
ser, en la misión común, testigo personal, que es personalmente
portador de la responsabilidad ante Aquél que da la misión, que actúa
"in persona Christi" y en favor de personas : "Yo te bautizo en el
nombre del Padre ..."; "Yo te perdono...".
879 Por lo tanto, en la Iglesia, el ministerio
sacramental es un servicio ejercitado en nombre de Cristo y tiene una
índole personal y una forma colegial. Esto se verifica en los vínculos
entre el colegio episcopal y su jefe, el sucesor de San Pedro, y en la
relación entre la responsabilidad pastoral del obispo en su Iglesia
particular y la común solicitud del colegio episcopal hacia la Iglesia
Universal.
El colegio episcopal y su cabeza, el Papa
880 Cristo, al instituir a los Doce, "formó una
especie de Colegio o grupo estable y eligiendo de entre ellos a Pedro
lo puso al frente de él" (LG 19). "Así como, por disposición del
Señor, San Pedro y los demás Apóstoles forman un único Colegio
apostólico, por análogas razones están unidos entre sí el Romano
Pontífice, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los Apóstoles
"(LG 22; cf. CIC, can 330).
881 El Señor hizo de Simón, al que dio el
nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de su Iglesia. Le
entregó las llaves de ella (cf. Mt 16, 18-19); lo instituyó pastor de
todo el rebaño (cf. Jn 21, 15-17). "Está claro que también el Colegio
de los Apóstoles, unido a su Cabeza, recibió la función de atar y
desatar dada a Pedro" (LG 22). Este oficio pastoral de Pedro y de los
demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se continúa
por los obispos bajo el primado del Papa.
882 El Papa, obispo de Roma y sucesor de
San Pedro, "es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad,
tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles "(LG 23).
"El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su
función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad
plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera
libertad" (LG 22; cf. CD 2. 9).
883 "El Colegio o cuerpo episcopal no
tiene ninguna autoridad si no se le considera junto con el Romano
Pontífice, sucesor de Pedro, como Cabeza del mismo"". Como tal, este
colegio es "también sujeto de la potestad suprema y plena sobre toda
la Iglesia" que "no se puede ejercer...a no ser con el consentimiento
del Romano Pontífice" (LG 22; cf. CIC, can. 336).
884 La potestad del Colegio de los Obispos
sobre toda la Iglesia se ejerce de modo solemne en el Concilio
Ecuménico "(CIC can 337, 1). "No existe concilio ecuménico si el
sucesor de Pedro no lo ha aprobado o al menos aceptado como tal "(LG
22).
885 "Este colegio, en cuanto compuesto de
muchos, expresa la diversidad y la unidad del Pueblo de Dios; en
cuanto reunido bajo una única Cabeza, expresa la unidad del rebaño de
Dios " (LG 22).
886 "Cada uno de los obispos, por su
parte, es el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias
particulares" (LG 23). Como tales ejercen "su gobierno pastoral sobre
la porción del Pueblo de Dios que le ha sido confiada" (LG 23),
asistidos por los presbíteros y los diáconos. Pero, como miembros del
colegio episcopal, cada uno de ellos participa de la solicitud por
todas las Iglesias (cf. CD 3), que ejercen primeramente "dirigiendo
bien su propia Iglesia, como porción de la Iglesia universal",
contribuyen eficazmente "al Bien de todo el Cuerpo místico que es
también el Cuerpo de las Iglesias" (LG 23). Esta solicitud se
extenderá particularmente a los pobres (cf. Ga 2, 10), a los
perseguidos por la fe y a los misioneros que trabajan por toda la
tierra.
887 Las Iglesias particulares vecinas y de
cultura homogénea forman provincias eclesiásticas o conjuntos más
vastos llamados patriarcados o regiones (cf. Canon de los Apóstoles
34). Los obispos de estos territorios pueden reunirse en sínodos o
concilios provinciales. "De igual manera, hoy día, las Conferencias
Episcopales pueden prestar una ayuda múltiple y fecunda para que el
afecto colegial se traduzca concretamente en la práctica"" (LG 23).
La misión de enseñar
888 Los obispos con los presbíteros, sus
colaboradores, "tienen como primer deber el anunciar a todos el
Evangelio de Dios" (PO 4), según la orden del Señor (cf. Mc 16, 15).
Son "los predicadores del Evangelio que llevan nuevos discípulos a
Cristo. Son también los maestros auténticos, por estar dotados de la
autoridad de Cristo" (LG 25).
889 Para mantener a la Iglesia en la pureza de
la fe transmitida por los apóstoles, Cristo, que es la Verdad, quiso
conferir a su Iglesia una participación en su propia infalibilidad.
Por medio del "sentido sobrenatural de la fe", el Pueblo de Dios "se
une indefectiblemente a la fe", bajo la guía del Magisterio vivo de la
Iglesia (cf. LG 12; DV 10).
890 La misión del Magisterio está ligada al
carácter definitivo de la Alianza instaurada por Dios en Cristo con su
Pueblo; debe protegerlo de las desviaciones y de los fallos, y
garantizarle la posibilidad objetiva de profesar sin error la fe
auténtica. El oficio pastoral del Magisterio está dirigido, así, a
velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad que libera.
Para cumplir este servicio, Cristo ha dotado a los pastores con el
carisma de infalibilidad en materia de fe y de costumbres. El
ejercicio de este carisma puede revestir varias modalidades:
891 "El Romano Pontífice, Cabeza del Colegio
episcopal, goza de esta infalibilidad en virtud de su ministerio
cuando, como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma
en la fe a sus hermanos, proclama por un acto definitivo la doctrina
en cuestiones de fe y moral... La infalibilidad prometida a la Iglesia
reside también en el Cuerpo episcopal cuando ejerce el magisterio
supremo con el sucesor de Pedro", sobre todo en un Concilio ecuménico
(LG 25; cf. Vaticano I: DS 3074). Cuando la Iglesia propone por medio
de su Magisterio supremo que algo se debe aceptar "como revelado por
Dios para ser creído" (DV 10) y como enseñanza de Cristo, "hay que
aceptar sus definiciones con la obediencia de la fe" (LG 25). Esta
infalibilidad abarca todo el depósito de la Revelación divina (cf. LG
25).
892 La asistencia divina es también concedida a
los sucesores de los apóstoles, cuando enseñan en comunión con el
sucesor de Pedro (y, de una manera particular, al obispo de Roma,
Pastor de toda la Iglesia), aunque, sin llegar a una definición
infalible y sin pronunciarse de una "manera definitiva", proponen, en
el ejercicio del magisterio ordinario, una enseñanza que conduce a una
mejor inteligencia de la Revelación en materia de fe y de costumbres.
A esta enseñanza ordinaria, los fieles deben "adherirse...con espíritu
de obediencia religiosa" (LG 25) que, aunque distinto del asentimiento
de la fe, es una prolongación de él.
La misión de santificar
893 El obispo "es el `administrador de la
gracia del sumo sacerdocio'" (LG 26), en particular en la Eucaristía
que él mismo ofrece, o cuya oblación asegura por medio de los
presbíteros, sus colaboradores. Porque la Eucaristía es el centro de
la vida de la Iglesia particular. El obispo y los presbíteros
santifican la Iglesia con su oración y su trabajo, por medio del
ministerio de la palabra y de los sacramentos. La santifican con su
ejemplo, "no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo
modelos de la grey" (1 P 5, 3). Así es como llegan "a la vida eterna
junto con el rebaño que les fue confiado"(LG 26).
La misión de gobernar
894 "Los obispos, como vicarios y legados de
Cristo, gobiernan las Iglesias particulares que se les han confiado,
no sólo con sus proyectos, con sus consejos y con ejemplos, sino
también con su autoridad y potestad sagrada "(LG 27), que deben, no
obstante, ejercer para edificar con espíritu de servicio que es el de
su Maestro (cf. Lc 22, 26-27).
895 "Esta potestad, que desempeñan
personalmente en nombre de Cristo, es propia, ordinaria e inmediata.
Su ejercicio, sin embargo, está regulado en último término por la
suprema autoridad de la Iglesia "(LG 27). Pero no se debe considerar a
los obispos como vicarios del Papa, cuya autoridad ordinaria e
inmediata sobre toda la Iglesia no anula la de ellos, sino que, al
contrario, la confirma y tutela. Esta autoridad debe ejercerse en
comunión con toda la Iglesia bajo la guía del Papa.
896 El Buen Pastor será el modelo y la "forma"
de la misión pastoral del obispo. Consciente de sus propias
debilidades, el obispo "puede disculpar a los ignorantes y
extraviados. No debe negarse nunca a escuchar a sus súbditos, a a los
que cuida como verdaderos hijos ... Los fieles, por su parte, deben
estar unidos a su obispo como la Iglesia a Cristo y como Jesucristo al
Padre" (LG 27):
Seguid todos al obispo como Jesucristo (sigue) a su
Padre, y al presbiterio como a los apóstoles; en cuanto a los
diáconos, respetadlos como a la ley de Dios. Que nadie haga al
margen del obispo nada en lo que atañe a la Iglesia (San Ignacio de
Antioquía, Smyrn. 8,1)
II Los fieles laicos
897 "Por laicos se entiende aquí a todos los
cristianos, excepto los miembros del orden sagrado y del estado
religioso reconocido en la Iglesia. Son, pues, los cristianos que
están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el Pueblo de
Dios y que participan de las funciones de Cristo. Sacerdote, Profeta y
Rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo
cristiano en la Iglesia y en el mundo" (LG 31).
La vocación de los laicos
898 "Los laicos tienen como vocación propia el
buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y
ordenándolas según Dios... A ellos de manera especial les corresponde
iluminar y ordenar todas las realidades temporales, a las que están
estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen a ser según
Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del Creador y Redentor"
(LG 31).
899 La iniciativa de los cristianos laicos es
particularmente necesaria cuando se trata de descubrir o de idear los
medios para que las exigencias de la doctrina y de la vida cristianas
impregnen las realidades sociales, políticas y económicas. Esta
iniciativa es un elemento normal de la vida de la Iglesia:
Los fieles laicos se encuentran en la línea más
avanzada de la vida de la Iglesia; por ellos la Iglesia es el
principio vital de la sociedad. Por tanto ellos, especialmente,
deben tener conciencia, cada vez más clara, no sólo de pertenecer a
la Iglesia, sino de ser la Iglesia; es decir, la comunidad de los
fieles sobre la tierra bajo la guía del Jefe común, el Papa, y de
los Obispos en comunión con él. Ellos son la Iglesia (Pío XII,
discurso 20 Febrero 1946; citado por Juan Pablo II, CL 9).
900 Como todos los fieles, los laicos están
encargados por Dios del apostolado en virtud del bautismo y de la
confirmación y por eso tienen la obligación y gozan del derecho,
individualmente o agrupados en asociaciones, de trabajar para que el
mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los
hombres y en toda la tierra; esta obligación es tanto más apremiante
cuando sólo por medio de ellos los demás hombres pueden oír el
Evangelio y conocer a Cristo. En las comunidades eclesiales, su acción
es tan necesaria que, sin ella, el apostolado de los pastores no puede
obtener en la mayoría de las veces su plena eficacia (cf. LG 33).
La participación de los laicos en la misión
sacerdotal de Cristo
901 "Los laicos, consagrados a Cristo y ungidos
por el Espíritu Santo, están maravillosamente llamados y preparados
para producir siempre los frutos más abundantes del Espíritu. En
efecto, todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida
conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y
corporal, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la
vida, si se llevan con paciencia, todo ello se convierte en
sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo, que ellos
ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la
Eucaristía uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor. De esta
manera, también los laicos, como adoradores que en todas partes llevan
una conducta sana, consagran el mundo mismo a Dios" (LG 34; cf. LG
10).
902 De manera particular,
los padres participan
de la misión de santificación "impregnando de espíritu cristiano la
vida conyugal y procurando la educación cristiana de los hijos" (CIC,
can. 835, 4).
903 Los laicos, si tienen las cualidades
requeridas, pueden ser admitidos de manera estable a los ministerios
de lectores y de acólito (cf. CIC, can. 230, 1). "Donde lo aconseje la
necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también los
laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de
sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la palabra,
presidir las oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y dar la
sagrada Comunión, según las prescripciones del derecho" (CIC, can.
230, 3).
Su participación en la misión profética de Cristo
904 "Cristo,... realiza su función profética
... no sólo a través de la jerarquía ... sino también por medio de los
laicos. El los hace sus testigos y les da el sentido de la fe y la
gracia de la palabra" (LG 35).
Enseñar a alguien para traerlo a la fe es tarea de
todo predicador e incluso de todo creyente (Sto. Tomás de A., STh
III, 71. 4 ad 3).
905 Los laicos cumplen también su misión
profética evangelizando, con "el anuncio de Cristo comunicado con el
testimonio de la vida y de la palabra". En los laicos, esta
evangelización "adquiere una nota específica y una eficacia particular
por el hecho de que se realiza en las condiciones generales de nuestro
mundo" (LG 35):
Este apostolado no consiste sólo en el testimonio de
vida; el verdadero apostolado busca ocasiones para anunciar a Cristo
con su palabra, tanto a los no creyentes ... como a los fieles (AA
6; cf. AG 15).
906 Los fieles laicos que sean capaces de ello
y que se formen para ello también pueden prestar su colaboración en la
formación catequética (cf. CIC, can. 774, 776, 780), en la enseñanza
de las ciencias sagradas (cf. CIC,can. 229), en los medios de
comunicación social (cf. CIC, can 823, 1).
907 "Tienen el derecho, y a veces incluso el
deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de
manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que
pertenece al bien de la Iglesia y de manifestarla a los demás fieles,
salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres y la
reverencia hacia los Pastores, habida cuenta de la utilidad común y de
la dignidad de las personas" (CIC, can. 212, 3).
Su participación en la misión real de Cristo
908 Por su obediencia hasta la muerte (cf. Flp
2, 8-9), Cristo ha comunicado a sus discípulos el don de la libertad
regia, "para que vencieran en sí mismos, con la apropia renuncia y una
vida santa, al reino del pecado" (LG 36).
El que somete su propio cuerpo y domina su alma, sin
dejarse llevar por las pasiones es dueño de sí mismo: Se puede
llamar rey porque es capaz de gobernar su propia persona; Es libre e
independiente y no se deja cautivar por una esclavitud culpable (San
Ambrosio, Psal. 118, 14, 30: PL 15, 1403A).
909 "Los laicos, además, juntando también sus
fuerzas, han de sanear las estructuras y las condiciones del mundo, de
tal forma que, si algunas de sus costumbres incitan al pecado, todas
ellas sean conformes con las normas de la justicia y favorezcan en vez
de impedir la práctica de las virtudes. Obrando así, impregnarán de
valores morales toda la cultura y las realizaciones humanas" (LG 36).
910 "Los seglares también pueden sentirse
llamados o ser llamados a colaborar con sus Pastores en el servicio de
la comunidad eclesial, para el crecimiento y la vida de ésta,
ejerciendo ministerios muy diversos según la gracia y los carismas que
el Señor quiera concederles" (EN 73).
911 En la Iglesia, "los fieles laicos pueden
cooperar a tenor del derecho en el ejercicio de la potestad de
gobierno" (CIC, can. 129, 2). Así, con su presencia en los Concilios
particulares (can. 443, 4), los Sínodos diocesanos (can. 463, 1 y 2),
los Consejos pastorales (can. 511; 536); en el ejercicio de la tarea
pastoral de una parroquia (can. 517, 2); la colaboración en los
Consejos de los asuntos económicos (can. 492, 1; 536); la
participación en los tribunales eclesiásticos (can. 1421, 2), etc.
912 Los fieles han de "aprender a distinguir
cuidadosamente entre los derechos y deberes que tienen como miembros
de la Iglesia y los que les corresponden como miembros de la sociedad
humana. Deben esforzarse en integrarlos en buena armonía, recordando
que en cualquier cuestión temporal han de guiarse por la conciencia
cristiana. En efecto, ninguna actividad humana, ni siquiera en los
asuntos temporales, puede sustraerse a la soberanía de Dios" (LG 36).
913 "Así, todo laico, por el simple hecho de
haber recibido sus dones, es a la vez testigo e instrumento vivo de la
misión de la Iglesia misma `según la medida del don de Cristo'" (LG
33).
III La vida consagrada
914 "El estado de vida que consiste en la
profesión de los consejos evangélicos, aunque no pertenezca a la
estructura de la Iglesia, pertenece, sin embargo, sin discusión a su
vida y a su santidad" (LG 44).
Consejos evangélicos, vida consagrada
915 Los consejos evangélicos están propuestos
en su multiplicid ad a todos los discípulos de Cristo. La perfección
de la caridad a la cual son llamados todos los fieles implica, para
quienes asumen libremente el llamamiento a la vida consagrada, la
obligación de practicar la castidad en el celibato por el Reino, la
pobreza y la obediencia. La profesión de estos consejos en un
estado de vida estable reconocido por la Iglesia es lo que caracteriza
la "vida consagrada" a Dios (cf. LG 42-43; PC 1).
916 El estado de vida consagrada aparece por
consiguiente como una de las maneras de vivir una consagración "más
íntima" que tiene su raíz en el bautismo y se dedica totalmente a Dios
(cf. PC 5). En la vida consagrada, los fieles de Cristo se proponen,
bajo la moción del Espíritu Santo, seguir más de cerca a Cristo,
entregarse a Dios amado por encima de todo y, persiguiendo la
perfección de la caridad en el servicio del Reino, significar y
anunciar en la Iglesia la gloria del mundo futuro (cf. CIC, can. 573).
Un gran árbol, múltiples ramas
917 "El resultado ha sido una especie de árbol
en el campo de Dios, maravilloso y lleno de ramas, a partir de una
semilla puesta por Dios. Han crecido, en efecto, diversas formas de
vida, solitaria o comunitaria, y diversas familias religiosas que se
desarrollan para el progreso de sus miembros y para el bien de todo el
Cuerpo de Cristo" (LG 43).
918 "Desde los comienzos de la Iglesia hubo
hombres y mujeres que intentaron, con la práctica de los consejos
evangélicos, seguir con mayor libertad a Cristo e imitarlo con mayor
precisión. Cada uno a su manera, vivió entregado a Dios. Muchos, por
inspiración del Espíritu Santo, vivieron en la soledad o fundaron
familias religiosas, que la Iglesia reconoció y aprobó gustosa con su
autoridad" (PC 1).
919 Los obispos se esforzarán siempre en
discernir los nuevos dones de vida consagrada confiados por el
Espíritu Santo a su Iglesia; la aprobación de nuevas formas de vida
consagrada está reservada a la Sede Apostólica (cf. CIC, can. 605).
La vida eremítica
920 Sin profesar siempre públicamente los tres
consejos evangélicos, los ermitaños, "con un apartamiento más estricto
del mundo, el silencio de la soledad, la oración asidua y la
penitencia, dedican su vida a la alabanza de Dios y salvación del
mundo" (CIC, can. 603 1).
921 Los eremitas presentan a los demás ese
aspecto interior del misterio de la Iglesia que es la intimidad
personal con Cristo. Oculta a los ojos de los hombres, la vida del
eremita es predicación silenciosa de Aquél a quien ha entregado su
vida, porque El es todo para él. En este caso se trata de un
llamamiento particular a encontrar en el desierto, en el combate
espiritual, la gloria del Crucificado.
Las vírgenes y las viudas consagradas
922 Desde los tiempos apostólicos, vírgenes
(Cf. 1 Co 7, 34-36) y viudas cristianas (Cf. Vita consecrata, 7)
llamadas por el Señor para consagrarse a El enteramente (cf. 1 Co 7,
34-36) con una libertad mayor de corazón, de cuerpo y de espíritu, han
tomado la decisión, aprobada por la Iglesia, de vivir en estado de
virginidad o de castidad perpetua "a causa del Reino de los cielos" (Mt
19, 12).
923 "Formulando el propósito santo de seguir
más de cerca a Cristo, [las vírgenes] son consagradas a Dios por el
Obispo diocesano según el rito litúrgico aprobado, celebran
desposorios místicos con Jesucristo, Hijo de Dios, y se entregan al
servicio de la Iglesia" (CIC, can. 604, 1). Por medio este rito
solemne ("Consecratio virginum", "Consagración de vírgenes"), "la
virgen es constituida en persona consagrada" como "signo transcendente
del amor de la Iglesia hacia Cristo, imagen escatológica de esta
Esposa del Cielo y de la vida futura" (Ordo Cons. Virg., Praenot. 1).
924 "Semejante a otras formas de vida
consagrada" (CIC, can. 604), el orden de las vírgenes sitúa a la mujer
que vive en el mundo (o a la monja) en el ejercicio de la oración, de
la penitencia, del servicio a los hermanos y del trabajo apostólico,
según el estado y los carismas respectivos ofrecidos a cada una (OCV.,
Praenot. 2). Las vírgenes consagradas pueden asociarse para guardar su
propósito con mayor fidelidad (CIC, can. 604, 2).
La vida religiosa
925 Nacida en Oriente en los primeros siglos
del cristianismo (cf. UR 15) y vivida en los institutos canónicamente
erigidos por la Iglesia (cf. CIC, can. 573), la vida religiosa se
distingue de las otras formas de vida consagrada por el aspecto
cultual, la profesión pública de los consejos evangélicos, la vida
fraterna llevada en común, y por el testimonio dado de la unión de
Cristo y de la Iglesia (cf. CIC, can. 607).
926 La vida religiosa nace del misterio de la
Iglesia. Es un don que la Iglesia recibe de su Señor y que ofrece como
un estado de vida estable al fiel llamado por Dios a la profesión de
los consejos. Así la Iglesia puede a la vez manifestar a Cristo y
reconocerse como Esposa del Salvador. La vida religiosa está invitada
a significar, bajo estas diversas formas, la caridad misma de Dios, en
el lenguaje de nuestro tiempo.
927 Todos los religiosos, exentos o no (cf.
CIC, can. 591), se encuentran entre los colaboradores del obispo
diocesano en su misión pastoral (cf. CD 33-35). La implantación y la
expansión misionera de la Iglesia requieren la presencia de la vida
religiosa en todas sus formas "desde el período de implantación de la
Iglesia" (AG 18, 40). "La historia da testimonio de los grandes
méritos de las familias religiosas en la propagación de la fe y en la
formación de las nuevas iglesias: desde las antiguas Instituciones
monásticas, las Ordenes medievales y hasta las Congregaciones
modernas" (Juan Pablo II, RM 69).
Los institutos seculares
928 "Un instituto secular es un instituto de
vida consagrada en el cual los fieles, viviendo en el mundo, aspiran a
la perfección de la caridad, y se dedican a procurar la santificación
del mundo sobre todo desde dentro de él" (CIC can. 710).
929 Por medio de una "vida perfectamente y
enteramente consagrada a [esta] santificación" (Pío XII, const. ap. "Provida
Mater"), los miembros de estos institutos participan en la tarea de
evangelización de la Iglesia, "en el mundo y desde el mundo", donde su
presencia obra a la manera de un "fermento" (PC 11). Su "testimonio de
vida cristiana" mira a "ordenar según Dios las realidades temporales y
a penetrar el mundo con la fuerza del Evangelio". Mediante vínculos
sagrados, asumen los consejos evangélicos y observan entre sí la
comunión y la fraternidad propias de su "modo de vida secular" (CIC,
can. 713, 2).
Las sociedades de vida apostólica
930 Junto a las diversas formas de vida
consagrada se encuentran "las sociedades de vida apostólica, cuyos
miembros, sin votos religiosos, buscan el fin apostólico propio de la
sociedad y, llevando vida fraterna en común, según el propio modo de
vida, aspiran a la perfección de la caridad por la observancia de las
constituciones. Entre éstas, existen sociedades cuyos miembros abrazan
los consejos evangélicos mediante un vínculo determinado por las
constituciones" (CIC, can. 731, 1 y 2).
Consagración y misión: anunciar el Rey que viene
931 Aquel que por el bautismo fue consagrado a
Dios, entregándose a él como al sumamente amado, se consagra, de esta
manera, aún más íntimamente al servicio divino y se entrega al bien de
la Iglesia. Mediante el estado de consagración a Dios, la Iglesia
manifiesta a Cristo y muestra cómo el Espíritu Santo obra en ella de
modo admirable. Por tanto, los que profesan los consejos evangélicos
tienen como primera misión vivir su consagración. Pero "ya que por su
misma consagración se dedican al servicio de la Iglesia están
obligados a contribuir de modo especial a la tarea misionera, según el
modo propio de su instituto" (CIC 783; cf. RM 69).
932 En la Iglesia que es como el sacramento, es
decir, el signo y el instrumento de la vida de Dios, la vida
consagrada aparece como un signo particular del misterio de la
Redención. Seguir e imitar a Cristo "desde más cerca", manifestar "más
claramente" su anonadamiento, es encontrarse "más profundamente"
presente, en el corazón de Cristo, con sus contemporáneos. Porque los
que siguen este camino "más estrecho" estimulan con su ejemplo a sus
hermanos; les dan este testimonio admirable de "que sin el espíritu de
las bienaventuranzas no se puede transformar este mundo y ofrecerlo a
Dios" (LG 31).
933 Sea público este testimonio, como en el
estado religioso, o más discreto, o incluso secreto, la venida de
Cristo es siempre para todos los consagrados el origen y la meta de su
vida:
El Pueblo de Dios, en efecto, no tiene aquí una
ciudad permanente, sino que busca la futura. Por eso el estado
religioso...manifiesta también mucho mejor a todos los creyentes los
bienes del cielo, ya presentes en este mundo. También da testimonio
de la vida nueva y eterna adquirida por la redención de Cristo y
anuncia ya la resurrección futura y la gloria del Reino de los
cielos (LG 44).
Resumen
934 "Por institución divina, entre los
fieles hay en la Iglesia ministros sagrados, que en el derecho se
denomi nan clérigos; los demás se llaman laicos". Hay, por otra parte,
fieles que perteneciendo a uno de ambos grupos, por la profesión de
los consejos evangélicos, se consagran a Dios y sirven así a la misión
de la Iglesia (CIC, can. 207, 1, 2).
935 Para anunciar su fe y para implantar su
Reino, Cristo envía a sus apóstoles y a sus sucesores. El les da parte
en su misión. De El reciben el poder de obrar en su nombre.
936 El Señor hizo de San Pedro el fundamento
visible de su Iglesia. Le dio las llaves de ella. El obispo de la
Iglesia de Roma, sucesor de San Pedro, es la "cabeza del Colegio de
los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la
tierra" (CIC, can. 331).
937 El Papa "goza, por institución divina,
de una potestad suprema, plena, inmediata y universal para cuidar las
almas" (CD 2).
938 Los obispos, instituidos por el Espíritu
Santo, suceden a los apóstoles. "Cada uno de los obispos, por su
parte, es el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias
particulares" (LG 23).
939 Los obispos, ayudados por los
presbíteros, sus colaboradores, y por los diáconos, los obispos tienen
la misión de enseñar auténticamente la fe, de celebrar el culto
divino, sobre todo la Eucaristía, y de dirigir su Iglesia como
verdaderos pastores. A su misión pertenece también el cuidado de todas
las Iglesias, con y bajo el Papa.
940 "Siendo propio del estado de los laicos
vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, Dios les llama
a que movidos por el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el
mundo a manera de fermento" (AA 2).
941 Los laicos participan en el sacerdocio
de Cristo: cada vez más unidos a El, despliegan la gracia del Bautismo
y la de la Confirmación a través de todas las dimensiones de la vida
personal, familiar, social y eclesial y realizan así el llamamiento a
la santidad dirigido a todos los bautizados.
942 Gracias a su misión profética, los
laicos, "están llamados a ser testigos de Cristo en todas las cosas,
también en el interior de la sociedad humana" (GS 43, 4).
943 Debido a su misión regia, los laicos
tienen el poder de arrancar al pecado su dominio sobre sí mismos y
sobre el mundo por medio de su abnegación y santidad de vida (cf. LG
36).
944 La vida consagrada a Dios se caracteriza
por la profesión pública de los consejos evangélicos de pobreza,
castidad y obediencia en un estado de vida estable reconocido por la
Iglesia.
945 Entregado a Dios supremamente amado,
aquél a quien el Bautismo ya había destinado a El, se encuentra en el
estado de vida consagrada, más íntimamente comprometido en el servicio
divino y dedicado al bien de toda la Iglesia.
Continuación