"¡No tengan
miedo de ser los santos y los apóstoles del Tercer Milenio!"
Queridos hermanos y hermanas:
Estamos a pocas semanas de la clausura
de este Gran Año Jubilar. He querido escribir este editorial el 12 de
diciembre, día en que toda América celebra la fiesta de Nuestra
Señora de Guadalupe: la Emperatriz de nuestro continente. Deseo con
todo el corazón que juntos reflexionemos en las palabras que Su
Santidad Juan Pablo II nos dirigió desde la Basílica de Guadalupe en
su visita a México el año pasado.
Creo que las palabras del Santo Padre
tienen una llamada urgente para cada uno de nosotros; llamada que el
Corazón materno de María nos ha hecho a través del Vicario de
Cristo, para disponernos, con responsabilidad, a la construcción de
la civilización del amor y de la vida en nuestro continente y en el
mundo entero.
"Al llegar la plenitud de los
tiempos, Dios mandó a su hijo, nacido de mujer"...(Gal
4,4). La plenitud de los tiempos a la que se refiere San Pablo está
relacionada con la historia humana. Al hacerse hombre, de un modo
singular, Dios ha entrado en nuestro tiempo y ha transformado nuestra
historia, para convertirla en historia de salvación. Esta historia
abarca todas las alegrías y tristezas, todas las victorias y
vicisitudes del mundo y de la humanidad, desde la creación hasta el
fin del mundo. Esta historia, hermanos, nos abarca a cada uno de
nosotros. También nosotros somos parte de la historia que Dios, hecho
hombre, ha transformado y transforma en historia de salvación. Somos
protagonistas de la historia, constructores de esta historia, si, como
María Santísima decimos: "Hágase en mí según tu
palabra". (Luc 1,38). En nosotros, el Señor quiere
escribir una historia de salvación, y con nosotros, quiere
escribir en el mundo una historia de amor, de gracia, de fraternidad,
de vida y de santidad. Este es nuestro momento histórico y por ello
les exhorto con las palabras que el Santo Padre nos dijo sólo hace
unas semanas:" ¡No
tengan miedo de ser los santos y los apóstoles del Tercer
Milenio!"
Como hace 2000 años, Dios intervino en
la historia, viniendo al mundo a través del seno maternal de María
Santísima. Hoy quiere formar en el corazón materno de María
Santísima a los santos y apóstoles que cooperarán con la gracia
salvadora en la construcción de la historia de este nuevo milenio. Es
por esto que el Santo Padre nos confió y consagró al cuidado
maternal de la Virgen de Guadalupe: "Vengo al corazón
mariano de América a confiar y ofrecer el futuro de este Continente y
del mundo a María Santísima, Madre de Cristo y de la Iglesia".
Es del seno materno de María Santísima que nacen para la Iglesia
y para el mundo los apóstoles de la nueva evangelización y los
constructores de una nueva civilización.
Igual que los misioneros que vinieron
al Nuevo Mundo a transmitir la fe, hoy nosotros, los protagonistas de
este momento histórico, en este inicio del Tercer Milenio, debemos
preguntarnos: ¿Cuáles son los retos que enfrentamos? Creo que el
mayor reto es la construcción de una civilización y una cultura que,
de forma generalizada, está en ruinas porque se ha alejado de Dios,
su centro, y, por lo tanto, se ha convertido en una cultura de
egoísmo y de muerte. El mundo actual olvida en muchas ocasiones los
valores transcendentales de la persona humana porque ha olvidado la
razón de su existencia: el amor de Dios. La tarea de construir la
civilización va a la par de la gran tarea de comprometerse en la
nueva evangelización: la re-cristianización del mundo. "La
nueva evangelización será semilla de esperanza para el nuevo
milenio." (SS Juan Pablo II)
Nuestra Señora de Guadalupe vino a
México, y a toda América, como la estrella de la primera
evangelización. Vino como estrella y como agente principal. No será
diferente en esta nueva evangelización. Ella, la Madre de Cristo, la
portadora por excelencia de Cristo para el mundo, será la estrella y
el agente principal de esta nueva evangelización del mundo, que
requiere de hombres y mujeres dispuestos a darlo todo, incluso la
vida, si fuese necesario, para testimoniar el amor, la salvación, la
verdad y la vida de Cristo a una civilización en ruinas y decadencia
en la fe y la moral. "Esta generación tiene la misión de
llevar el Evangelio a la humanidad del futuro. Vosotros sois los
testigos de Cristo en el nuevo milenio. Sed muy conscientes de ello y
responded con pronta fidelidad a esta urgente llamada. La Iglesia
cuenta con vosotros." (SS Juan Pablo II, 21 de noviembre
del 2000)
Al Beato Juan Diego, el más pequeño
de sus hijos, la Virgen de Guadalupe encomendó una tarea, tarea que
le pareció a él demasiado grande para su pobreza. Hoy también
nosotros podemos sentirnos como Juan Diego ante una montaña tan alta
que escalar: promover la civilización del amor y la vida a un mundo
caracterizado, en nuestro tiempo, por la cultura del egoísmo y la
muerte. Recordemos que el ángel dijo a la Santísima Virgen en la
Anunciación: "para Dios nada hay imposible" (Lc 1,37
). Ella creyó en la Palabra revelada y por eso la Palabra se hizo
carne en Ella. Desde ese momento, la Virgen Santísima se convierte en
el testigo más elocuente del poder de Dios. Cuando las situaciones
parecen imposibles, o las metas demasiado difíciles de alcanzar,
Ella, la mujer vestida de sol, coronada con doce estrellas y a punto
de dar a luz, aparece en el horizonte para recordarnos que Dios se
hizo hombre e interviene en la historia, para transformarla en
historia de salvación.
Pidamos a Nuestra Señora de Guadalupe
que sepamos cooperar con Ella en la nueva evangelización del mundo.
"He venido a poner a los pies de la Virgen de Guadalupe,
estrella de la primera y nueva evangelización, el futuro de la
Iglesia y toda su misión evangelizadora. La Iglesia de América es la
Iglesia de la Esperanza, por eso confío a la Madre de Dios, Madre de
la Vida, el futuro de la evangelización". (SS Juan Pablo
II)