LA DIMENSIÓN MARIANA DEL SIERVO
DE DIOS
JUAN PABLO II
Un Carisma mariano para la Iglesia
Madre Adela Galindo, SCTJM
Fundadora,
Solo
para uso privado -©
La
elección de S.S. Juan Pablo II trajo una profunda y universal
resurgencia en la Espiritualidad Mariana. Juan Pablo II desarrolla
doctrina mariana en nuevas formas siempre edificado en la tradición viva
de la Iglesia. El no es solo un fiel intérprete de la doctrina, sino que
expande nuevos caminos en el pensamiento, en la teología, enseñanza y en
la espiritualidad mariana. Podríamos decir que esta devoción mariana fue
en muchos aspectos un particular carisma de su pontificado. ¿Que es un
carisma? Es un don del Espíritu Santo, dado en un momento particular de
la historia, para el bien de la Iglesia.
Este carisma mariano fue manifestado muy claramente en la vida de Juan
Pablo II y en su misión petrina, con sus palabras, en su Magisterio, con
los hechos y con sus gestos. Como nos dice la Constitución Dogmática Dei
Verbum, “Cristo se reveló, la Palabra se hizo carne, y reveló el plan de
salvación no solo con palabras, sino que con hechos, con gestos claros
que estaban intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras y
los gestos, por muy pequeños que sean, manifiesten y confirmen la
doctrina. Que los hechos estén explicados por las palabras y que las
palabras, proclamen las obras y esclarezcan el misterio contenido en
ellas”( Dei Verbum # 2).
Si el Magisterio de Juan Pablo II se considera el más amplio en muchos
temas, entre ellos la Mariología, no podemos olvidar que si enseñó tanto
sobre la Santísima Virgen y si la hizo un tema constante de su
Magisterio, igual, de elocuente fueron sus gestos. Esos detalles con los
que constantemente dirigía la mirada de toda la Iglesia a la Madre de
Dios, y nuestra Madre. Cuantas fotos podemos contemplar, especialmente
en todos los libros que han surgido después de su muerte, de Juan Pablo
II con una imagen de la Virgen! Si nos ponemos a pensar, sería muy
difícil imaginarnos al Papa sin la Virgen o sin un rosario en mano?
Podemos imaginarnos a Juan Pablo II en un país sin peregrinar a un
santuario mariano? Podemos imaginarnos al Papa sin el Totus Tuus
representándole?
Todos los gestos del Papa fueron tan petrinos: tan pastorales, tan
paternos... y todos sus gestos fueron tan marianos... Que bello haber
sido testigos oculares de un particular carisma en la Iglesia que no
acaba con él, sino que experimenta un resurgir o una claridad singular:
Pedro haciendo gestos que revelan su dependencia, su acogida, su
confianza y amor a la Madre de Dios.
Los gestos
El semblante externo, los movimientos que revelan afectos interiores;
rasgos notables que revelan el corazón. Podemos sin temor a exagerar,
decir que Juan Pablo II ha sido un Papa sumamente gesticular: ha querido
claramente dar a la Iglesia un semblante mariano, sus movimientos y
rasgos nos han revelado el amor tan profundo de su corazón hacia la
Santísima Virgen María. En un momento histórico en la Iglesia, en que
muchos veían la devoción a María como una necesidad de los incultos, de
los sencillos. El Espíritu Santo levantó a un hombre de gran calidad
humana, espiritual e intelectual, a Pedro que supo enseñarnos a todos
que tanto los reyes como los pastores se deben postrar ante Jesús que
está en brazos de su Madre.
Hemos dicho que Juan Pablo II fue un hombre de palabras, de obras y de
gestos. Y no solo en la Mariología. Pero nos vamos a concentrar, en
recorrer brevemente sus gestos y sus palabras, y así “hacer memoria”,
que en lenguaje bíblico significa “actualizar”, de su gran legado
mariano a la Iglesia.
1. Sus peregrinaciones a los santuarios marianos
Podemos decir que en el Pontificado de Juan Pablo II, nuestra mirada fue
de manera particular dirigida hacia la Madre de Dios. Ningún Papa había
hecho tantas peregrinaciones a Santuarios Marianos alrededor del mundo,
consagrando cada país, cada continente, cada familia y toda la Iglesia
al Corazón Inmaculado. Dirigía constantemente la atención de los fieles
a los Santuarios y a la importancia de las peregrinaciones: En los
múltiples santuarios, que son antenas de la buena nueva, especialmente
en los santuarios marianos, “no sólo los individuos o grupos locales,
sino a veces naciones enteras y continentes buscan el encuentro con la
Madre del Señor. Tal vez se podría hablar de una específica “geografía”
de la fe y de la piedad mariana, que abarca todos estos lugares de
especial peregrinación del pueblo de Dios, el cual busca el encuentro
con la Madre de Dios para hallar, en ellos la presencia materna de
María.” Peregrinar para Juan Pablo II era ir con toda la Iglesia a la
“tienda del encuentro” con Dios, con la Virgen, con los santos, para
pedir las gracias particulares que en esos lugares santos
particularmente se conceden. (Los nuevos y actuales Caná)
La peregrinación a tantos santuarios marianos, fue un gesto singular de
que la geografía, pero también la historia de las naciones está
singularmente marcada por la presencia mariana, tan fuerte y vigorosa,
que la identidad histórica y cultural de los pueblos está ligada a esa
presencia mariana. Para él los santuarios marianos constituyen el
corazón de los países y continentes. A la basílica de Guadalupe, le
llamó el corazón mariano de América.
Las peregrinaciones constituyeron parte irrenunciable de su programa en
los viajes apostólicos.
Su motto episcopal: ¡Totus Tuus!;
su programa de vida.
La expresión deriva de San Luis María Grignion de Montfort. Es la
abreviatura de la forma más completa de la consagración a la Madre de
Dios.
En su libro Cruzando el Umbral de la Esperanza, nos dijo sobre su motto:
“Totus Tuus”.
Esta fórmula no es una simple expresión de devoción: es algo más. La
orientación de mi espiritualidad. Se afirmó en mí, en el período en que,
durante la Segunda Guerra Mundial, trabajaba de obrero en una fábrica.
En un primer momento me había parecido que debía alejarme un poco de la
devoción mariana de la infancia, en beneficio de un cristianismo
Cristocéntrico. Gracias a San Luís Grignon de Montfort comprendí que la
verdadera devoción a la Madre de Dios es, sin embargo, Cristocéntrica,
más aún, que está profundamente radicada en el misterio Trinitario de
Dios, y en los misterios de la Encarnación y la Redención.
En lema
Totus Tuus se inspira en la doctrina de San Luís María
Grignion de Montfort (cf. Don y misterio, pp. 43-44; Rosarium Virginis
Mariae, 15). Estas dos palabras expresan la pertenencia total a Jesús
por medio de María: "Tuus totus ego sum, et omnia mea, tua sunt",
escribe San Luís María; y traduce: “Soy todo vuestro, y todo lo que
tengo os pertenece, ¡oh mi amable Jesús!, por María vuestra santísima
Madre”
Todo por Jesucristo a través de María. Así vivió, así cumplió su misión
y así murió, con el Totus Tuus en sus labios y en su corazón. En su
testamento espiritual Juan Pablo II pone su vida entera en manos de la
Virgen, a quien se consagró totalmente con su lema Totus Tuus. Como hizo
Cristo en la cruz, también él ha querido, al salir de este mundo,
dejarnos en manos de María: “En estas mismas manos maternales dejo todo
y a todos aquellos con los que me ha unido mi vida y mi vocación. En
estas manos dejo sobre todo a la Iglesia, así como a mi nación y a toda
la humanidad”.
Su escudo Papal
El escudo papal (derecha) representa la cruz de Cristo y la
“M”
de María Santísima, Su Madre, al pie de la cruz. Es la primera vez que
un escudo papal contiene una letra.
Quiere
ser un homenaje al misterio central del cristianismo: el de la
Redención. Representa principalmente una cruz, cuya forma, sin embargo,
no corresponde a ninguno de los habituales modelos heráldicos en la
materia. La razón del inusual desplazamiento de la parte vertical de la
cruz aparece enseguida, si se considera el segundo objeto insertado en
el escudo: la grande y majestuosa M mayúscula, que recuerda la presencia
de la Virgen bajo la Cruz y su excepcional participación en la
Redención. La intensa devoción del Pontífice a la Santísima Virgen se
manifiesta en esta manera, como se expresaba también en el lema del
entonces Cardenal Wojtyla: TOTUS TUUS. No se puede olvidar que
justamente en el territorio de la Provincia eclesiástica de Cracovia se
encuentra el celebérrimo santuario mariano de Czestochowa, donde el
pueblo polaco nutre, desde hace siglos, su filial devoción hacia la
Virgen.
El ha invitado a través de su pontificado a detenernos sin temor al pie
de la Cruz, y ante el Corazón abierto de par en par del Hijo de Dios y
de María, nos ha pedido que aceptemos esas palabras salvíficas que
constituyen el corazón del Totus Tuus, la gran consagración desde el
principio y de todos los tiempos, proclamada por Cristo. Al pie de la
Cruz, Cristo, confía al discípulo amado y en él a toda la Iglesia, al
cuidado maternal de María. Para que lo que Ella ha hecho con él (San
Juan), lo haga ahora con su cuerpo místico. “He aquí, a tu Madre”.
“Mujer, he aquí a tu Hijo”. (En el acto de consagración del 8 de
octubre, puso a la Virgen de Fátima al pie de la cruz, el se arrodilló a
la izquierda, como San Juan. Nos dio en vivo su escudo papal)
Características del Escudo: Lleno de sencillez.
• El escudo, la cruz de Cristo
• En el
panel derecho, una M: la presencia y total
colaboración maternal de María en el misterio de la salvación.
• El
panel izquierdo, vacío. Esperando ser ocupado por cada
discípulo de Cristo que esté dispuesto a participar del sacrificio
redentivo y a ser como San Juan, que se entrega a la Madre y es acogido
por ella.
Este lema, Totus Tuus, este “Todo tuyo y a través tuyo para Jesús”, ha
sido el programa de vida. Escuchemos lo que dijo en su libro “Don y
misterio” sobre el santuario de Kalwaria y su ministerio episcopal: “Desde niño, este itinerario de confianza en la Madre de Dios, y más aún
como sacerdote y como obispo, me llevaba frecuentemente por los senderos
marianos de Kalwaria, este es el principal santuario mariano de la
Arquidiócesis de Cracovia. Iba allí con frecuencia y caminaba
solitario por aquellas sendas presentando en la oración al Señor los
diferentes problemas de la Iglesia, sobre todo en el difícil período que
se vivía bajo el comunismo. Mirando hacia atrás constato como "todo está
relacionado'': hoy como ayer nos encontramos con la misma intensidad en
los rayos del mismo misterio, encontrar a Jesús por medio de María”.
La Maternidad de María
La dimensión Mariana en Juan Pablo II es fruto de toda una vida de
profunda devoción a María Santísima como Madre, que llevó, como él mismo
lo ha dicho, un largo proceso de maduración. Podríamos decir que Juan
Pablo II en su experiencia personal y en su dimensión teológica, coloca,
la Maternidad de María como el tronco sobre el cual se desarrollan todas
las ramas (dimensiones) de su vida y espiritualidad mariana.
Él está convencido que cada discípulo de Cristo debe encontrarse en las
palabras del Maestro en la Cruz: “He aquí a tu hijo; hijo he aquí a tu
Madre” y que estas palabras son el testamento de Cristo que deben ser
acogidas por cada uno de los fieles de la Iglesia. "En Juan, el
discípulo amado, cada persona, descubre que es hijo o hija de aquella
que dio al mundo al Hijo de Dios".
Para Juan Pablo II, identificarse como hijo de María, fue determinante
en el desarrollo de su espiritualidad Mariana. Descubrirse en el rostro
de San Juan evocó una profunda conciencia de la necesidad de acoger en
su corazón, en su interior, a la Madre del Salvador, y que era el
expreso deseo del Redentor, que él asumiese ese amor filial, dejando a
la Virgen ejercer toda su misión materna.
Como expresó en la Encíclica Madre del Redentor # 45:
"La maternidad
en el orden de la gracia igual que en el orden natural caracteriza la
unión de la madre con el hijo. En esta luz se hace más comprensible el
hecho que, en el testamento de Cristo en el Gólgota, la nueva maternidad
de su madre haya sido expresada en singular, refiriéndose a un hombre:
Ahí tienes a tu hijo. En estas mismas palabras esta indicado el motivo
de la dimensión mariana de la vida de los discípulos de Cristo; no solo
de Juan, sino de todo cristiano. El Redentor confía su madre al
discípulo y al mismo tiempo, se la da como madre. La maternidad de
María, que se convierte en herencia del hombre, es un don: un don que
Cristo mismo hace personalmente a cada hombre. A los pies de la cruz
comienza aquella especial entrega del hombre a la madre de Cristo."
Respecto a la devoción mariana, cada uno de nosotros debe tener claro
que no se trata solo de una necesidad del corazón, de una inclinación
sentimental, sino que corresponde también a la verdad sobre la Madre de
Dios. María es la Nueva Eva, que Dios pone ante el nuevo Adán - Cristo
-, comenzando por la Anunciación, a través de la noche del Nacimiento en
Belén, el banquete de la Boda en Caná de Galilea, la Cruz sobre el
Gólgota, hasta el Cenáculo de Pentecostés: la Madre de Cristo Redentor
es la Madre de la Iglesia". (S.S. Juan Pablo II, Cruzando el umbral de
la Esperanza). Estaba “convencido que María nos conduce a Cristo” pero a
partir de allí comenzó “a comprender que también Cristo nos conduce a su
Madre” (Giovanni Paolo II, Dono e misterio, pag. 37-38)
La maternidad espiritual de María, se expresa particularmente, con su
mediación materna. Ella intercede ante su Hijo e interviene directamente
en la economía de la salvación para alcanzarnos las gracias de santidad
que Cristo ha hecho posible para la Iglesia con su sacrificio redentor.
Firma Mariana
Juan Pablo II quien definitivamente tuvo una “forma de ver mariana” la
Iglesia, su propia misión, leer la historia y llevar a cabo los
designios de Dios. Un corazón mariano contempla los misterios con ojos
marianos. Pues los ojos son el reflejo del corazón. A la vez, pone un
sello mariano en todo lo que hace, como poniendo las llaves de su acción
en las manos de la Virgen. Esto es muy típico de Juan Pablo II.
Dedicó tres años de audiencias generales a impartir la más extensa
catequesis mariana que algún Papa hubiese antes hecho. Concluía todos
sus documentos pontificios, sus alocuciones, homilías, discursos, etc.
con una invocación mariana o haciendo una clara relación del tema con la
vida de la Santísima Virgen. Podríamos decir que quiso sellar cada tema
dirigiéndonos a Aquella que ha vivido todos estos misterios plenamente
en comunión con Cristo. Es como si hubiese querido firmar cada una de
sus intervenciones con la presencia de la Virgen.
La Encíclica Madre del Redentor del 25 Marzo de 1987:
Además de las audiencias generales dedicadas a la Santísima Virgen,
quiso dejarnos una encíclica Mariana: Madre del Redentor: Es quizás la
articulación mas clara del pensamiento y sentir mariano del Papa.
Claramente, había manifestado su intención de despertar en todos los
fieles, una sólida y necesaria espiritualidad mariana, basada en la
Tradición de la Iglesia y en las enseñanzas del Concilio Vaticano II.
El énfasis de Juan Pablo II sobre la maternidad de María en relación a
Cristo Redentor es evidente desde el título que eligió para su sexta
encíclica: Madre del Redentor. De quien dice en la primera frase del
documento: “La Madre del Redentor tiene un lugar preciso en el plan de
salvación”... negarlo, dijo en una audiencia, sería negar la historia.
En su libro “Cruzando el umbral de la esperanza” escribió “respecto a la
devoción mariana, cada uno de nosotros debe tener claro que no se trata
sólo de una necesidad del corazón, de una inclinación sentimental, sino
que corresponde también a la verdad objetiva sobre la Madre de Dios.
María es la nueva Eva, que Dios pone ante el nuevo Adán -Cristo-,
comenzando en la Anunciación, a través de la noche en Belén, en las
bodas de Caná, en la Cruz sobre el Gólgota, hasta el cenáculo en
Pentecostés: la Madre de Cristo Redentor y es Madre de la Iglesia”.
Esta encíclica es el documento mariano mas importante del Papa y es la
expresión de su devoción y doctrina mariana, el fruto maduro de un largo
camino de relación filial con la Virgen. Sus palabras al entregar a la
Iglesia este documento fueron: "he estado pensando sobre este tema por
un largo tiempo. Lo he ponderado profundamente en mi propio corazón".
Y en el libro Cruzando el umbral de la esperanza: “esta forma madura de
devoción a la madre de Dios me ha seguido a través de los años: sus
frutos son la Redemptoris Mater y la Mulieris Dignitatem”
Con esta encíclica, Juan Pablo II quiso recalcar que la Virgen tiene un
lugar preciso en la economía de la salvación porque ella estaba
destinada desde el principio para ser la Madre del Hijo de Dios, que
nacería de ella en la plenitud de los tiempos. Esta plenitud revela, que
el culmen de la historia, hacia la que caminaba y desde la que parte, es
la Encarnación del Hijo de Dios, llevada a cabo por el poder del
Espíritu Santo y la cooperación materna de María. Los reyes magos,
representan la historia: recorren largos y difíciles caminos tras una
estrella hasta que su búsqueda termina con el Mesías, y desde ahí parten
por otro camino. Pero ellos, igual que los pastores, encuentran al
Mesías en brazos de su Madre. La humanidad, la historia, cada corazón
está llamado a encontrar al Señor, que se ha encarnado y que ha venido
al mundo por medio de una Mujer, la Virgen.
Año Mariano (1987-1988)
Para resaltar el vínculo especial de la humanidad con la Madre quiso
proclamar en la Iglesia, un Año Mariano: que sería una anticipación del
Jubileo y prepararía para este. Para él, este año incluyó mucho de lo
que se expresaría plenamente en el Año 2000.
• Nos invitó a que profundizáramos en la doctrina de fe sobre María,
pero que esta fuese “una fe vivida, la teología del corazón”, para que
la Iglesia viviese auténtica “espiritualidad mariana”.
• Recordó a muchos testigos y maestros de la espiritualidad mariana,
particularmente la figura de San Luís María Grignión de Montfort, el
cual propone a los cristianos la consagración a Cristo por manos de
María, como medio eficaz para vivir fielmente el compromiso del
bautismo.
• En este año, la Iglesia fue llamada a recordar todo lo que en su
pasado testimonia la especial y materna cooperación de la Madre de Dios
en la obra de la salvación de Cristo el Señor, sino además a preparar,
por su parte, de cara al futuro, las vías de esta cooperación, ya que el
final del segundo milenio cristiano se abre como una nueva perspectiva.
Luego en Tertio Millennio Adveniente: nos indicó como este Año Mariano
precedió de cerca a los acontecimientos de 1989. Son sucesos que
sorprenden por su envergadura y especialmente por su rápido desarrollo:
el año 1989 trajo consigo una solución pacífica que ha tenido casi la
forma de un desarrollo “orgánico”. Además se podía percibir cómo, en la
trama de lo sucedido, operaba con premura materna la mano
invisible de la Providencia: “¿Acaso olvida una mujer a su niño de
pecho..?” (Is 49, 15).
Año Jubilar
Juan Pablo II no podía separar la celebración del Año Jubilar del 2000
de su dimensión mariana. El jubileo del nacimiento del Salvador está
ligado plenamente a su Madre, ya que a través de Ella viene el Redentor
al mundo: lo trae y lo presenta al mundo. (Redemptoris Mater # 3):
“En la perspectiva del año dos mil, ya cercano, en el que el Jubileo
bimilenario del nacimiento de Jesucristo orienta, al mismo tiempo,
nuestra mirada hacia su Madre”.
1. Razón para hacer un año mariano: la oportunidad de hacer preceder tal
conmemoración por un análogo Jubileo, dedicado a la celebración del
nacimiento de María.
2. Es constante por parte de la Iglesia la conciencia de que María
apareció antes de Cristo en el horizonte de la historia de la salvación.
Es un hecho que, mientras se acercaba definitivamente “la plenitud de
los tiempos”, o sea el acontecimiento salvífico del Emmanuel, la que
había sido destinada desde la eternidad para ser su Madre ya existía en
la tierra.
Este “preceder” suyo a la venida de Cristo se refleja cada año en la
liturgia de Adviento. Por consiguiente, si los años que se acercan a la
conclusión del segundo Milenio después de Cristo y al comienzo del
tercero se refieren a aquella antigua espera histórica del Salvador, es
plenamente comprensible que en este período deseemos dirigirnos de modo
particular a la que, en la «noche» de la espera de Adviento, comenzó a
resplandecer como una verdadera “estrella de la mañana” (Stella
matutina). En efecto, igual que esta estrella junto con la “aurora”
precede la salida del sol, así María desde su concepción inmaculada ha
precedido la venida del Salvador, la salida del “sol de justicia” en la
historia del género humano.
El Papa ve esta singular presencia de la Virgen en la historia antes y
después de la Encarnación como el patrón de un patrón divino que debemos
captar: la presencia de la Madre en la historia de la Iglesia. Con su
mediación materna prepara los momentos de gracia, precede las
manifestaciones y movimientos de gracia.
Muy particular fue el hecho que en el Año Jubilar, el Papa, quiso en
Mayo y Octubre, dos meses marianos por excelencia: viajar a Fátima
para la beatificación de los pastorcitos en Mayo 13, entregó su anillo a
los pies de la Virgen. Y la Renovación de la Consagración en
Octubre 8: “La alegría jubilar no sería completa si la mirada
no se dirigiese a Aquélla que, obedeciendo totalmente al Padre,
engendró”
El Año del Santo Rosario:
Muy evidente fue la devoción del Santo Padre al rezo del Santo Rosario.
Estableció en el Vaticano todos los primeros sábados de mes, el rezo del
Santo Rosario. De ahí, establece la costumbre de cada cierto tiempo,
promover el rosario internacional: conectando cinco principales
santuarios marianos del mundo. Proclamó el Año del Rosario en el 2002:
“puso una corona mariana al Jubileo del 2000”. Con dicha proclamación
introdujo los cinco misterios luminosos: Nos dio la carta apostólica: Rosarium Virginis Mariae. Con todo esto, el Santo Padre propuso una
verdadera revolución espiritual mariana al rescatar con sólidos
argumentos teológicos y pastorales el valor del Santo Rosario.
El Papa señalo que el Rosario que ha sido difundido gradualmente en el
segundo milenio por numerosos santos y fomentado por el Magisterio,
“sigue siendo también en este tercer milenio apenas iniciado, una
oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad”.
Especialmente cuando el camino espiritual de la Iglesia es “remar mar
adentro” (¡Duc in altum! Novo Millennio Ineunte # 58) para proclamar a
Cristo Señor y Salvador, Camino, Verdad y Vida, la meta y fin de la
historia humana.
El rosario:
• Oración aunque de carácter mariano es centrada en Cristo. A Jesús por
María.
• Compendio de todo el mensaje evangélico.
• Con el, aprendemos de María a contemplar la belleza del rostro de
Cristo y a experimentar la grandeza de su amor.
• A través de el, se obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de
las mismas manos del Redentor, o sea, en el rosario experimentamos la
mediación materna de María.
El Papa revela: “Esta oración ha tenido un puesto importante en mi vida
espiritual desde mis años jóvenes”. ¿Qué entregaba a cada persona que se
encontraba con él?. Un rosario. “Mi oración preferida por su sencillez y
profundidad”.
Consagración mariana:
Consagrarse es entrar en alianza, comunión profunda de corazón con el
Corazón Inmaculado para así ser llevados a alcanzar una plena comunión
de corazón con el Corazón de Cristo. “Debemos permanecer en
alianza con el Corazón de Jesús a través del Corazón Inmaculado de
María”. Se dedicó a llevar a toda la Iglesia hacia una profunda
unión espiritual con Cristo a través de María, por medio de la
Consagración Total. Se ha dedicado a despertar en toda la Iglesia, el
amor, y devoción filial a la Santísima Virgen.
Juan Pablo II hizo de la consagración mariana un punto clave en su vida
personal y en su misión petrina. Un famoso mariólogo, Stephano D'Fiores:
"Si los últimos Papas han hablado favorablemente sobre la
Consagración Mariana, Juan Pablo II la ha hecho una de las
características claves de su Pontificado. Para Juan Pablo II, la
consagración Mariana, es un punto elemental en su programa de vida
espiritual y pastoral".
Su profunda piedad mariana, teológicamente enriquecida, llevó a Juan
Pablo II, hacia una espiritualidad de profunda confianza. Es este
sentido de confianza lo que llevó al Santo Padre a pronunciar estas
palabras en Czestochowa en 1979, en el monasterio de Jasna Gora, durante
su primera peregrinación a Polonia: “Soy un hombre de una gran
confianza, aquí aprendí a serlo. Aprendí a ser un hombre de profunda
confianza aquí, en oración y meditación frente al gran ícono de María,
la primera discípula: Hágase en mí según tu Palabra”.
Al descubrir que Cristo mismo lo ha confiado al cuidado materno de
María, comprende que a tal amor materno solo puede responder con la
entrega total y generosa de sí, al Corazón de la Madre. "Y ya que
María fue dada como Madre personalmente a él, el discípulo responde con
"la entrega". La entrega es la respuesta al amor de una persona, y, en
concreto al amor de la madre. Entregándose filialmente a María, el
cristiano, como el apóstol Juan, introduce a María en todo el espacio de
su vida interior, es decir, en su yo humano y cristiano"
Para Juan Pablo II, la consagración es crucial para manifestar el
poder de María para intervenir en la historia humana.
Quizás podríamos encontrar la explicación en el retiro que él dio al
Papa Pablo VI y los miembros de la Curia en 1976: "la experiencia de
los fieles ve a la Madre de Dios como a la que está, de manera especial
unida a la Iglesia en los momentos mas difíciles de su historia, cuando
los ataques hacia ella se hacen cada vez mas amenazadores. Esto está en
plena concordancia con las visión de la mujer revelada en Génesis y en
el Apocalipsis. Precisamente en los periodos en que Cristo, y por lo
tanto su Iglesia, son el signo de implacable contradicción, María
aparece particularmente cercana a la Iglesia, porque la Iglesia será
siempre el Cuerpo místico de Su Hijo.... En estos periodos de la
historia, surge la particular necesidad de confiarse, consagrarse a
María. Dios Padre confíó a su único Hijo a la humanidad. La criatura
humana a quien Él le confíó primero a su hijo, fue María. Y hasta el fin
de los tiempos ella permanecerá como a la que Dios confía su misterio de
Salvación".
Para él, la consagración es vista desde el punto de vista de
intervención maternal de María en la historia (especialmente en las
luchas entre el bien y el mal en cada momento histórico)de cada
individuo y en la historia de las naciones, y del mundo entero. El tuvo
una visión clara sobre el momento histórico que atravesábamos: confiar
en particular la vida de la Iglesia a la Santísima Virgen. Ella “la
mujer del proto-evangelio” y la “mujer vestida del sol”, esta envuelta
por designio de Dios en todas las luchas de la Iglesia en contra de los
poderes de la oscuridad. “María, Madre del Verbo encarnado, esta
situada en el centro mismo de aquella enemistad, de aquella lucha que
acompaña la historia de la humanidad en la tierra y la historia misma de
la salvación”. (Redemptoris Matter, #11)
Perfil Mariano de la
Iglesia
Si un carisma es siempre un don para el bien de la Iglesia, como
sería el carisma o los carismas de un Papa?. Su carisma era para el bien
de la Iglesia Universal. Que bello, que un carisma mariano se hubiese
unido tan entrelazadamente con el carisma petrino: ¡Un papa mariano!.
“un don para Roma y para el mundo entero” (Cardenal Ruinio, julio 2005)
Juan Pablo II, encarna en sí mismo, los dos grandes perfiles de la
Iglesia: “Mariano y Petrino: “El Concilio Vaticano II, confirmando la
enseñanza de toda la tradición, ha recordado que en la jerarquía de la
santidad precisamente la “mujer”, María de Nazaret, es “figura” de la
Iglesia. Ella “precede” a todos en el camino de la santidad; en su
persona la “Iglesia ha alcanzado ya la perfección con la que existe
inmaculada y sin mancha” (cf. Ef 5, 27) En este sentido se puede decir
que la Iglesia es, a la vez, “mariana” en que continúa el eco del fiat
de María (evidente en la santidad del amor y de la vida que continúa en
el corazón de la iglesia) y “Apostólico-Petrina”, la dimensión
institucional que le da cohesión y orden al cuerpo. Los dos principios
de unidad, “La dimensión mariana de la Iglesia, precede a su dimensión
petrina” (Catecismo de la Iglesia Catolica # 972)
Se considera uno de los grandes legados de Juan Pablo II, entre muchos,
el haber vivido, enseñado, de palabras, obras y gestos, al inicio del
Tercer Milenio, el “perfil mariano” de la Iglesia, que compendia en sí
el contenido más profundo de la renovación conciliar. La nueva primavera
de la Iglesia se da en el Cenáculo: donde Pedro, los apóstoles (y en
ellos todos nosotros) estamos unidos, congregados en oración, a los pies
de la Madre del Redentor y Madre de la Iglesia. Acogiendo con alegría y
totalidad, el don de la presencia materna en el Corazón de la Iglesia.
Prohibida la
reproducción
de esta enseñanza de la Madre Adela Galindo, excepto para uso personal.
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