Carta de Navidad, 2000
Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM
Solo
para uso privado -©
Queridos hermanos y hermanas:
¡Qué la Palabra hecha carne habite en ustedes y los convierta en los santos
y apóstoles del Tercer Milenio!
En este año del Gran Jubileo
hemos celebrado, con gran alegría y júbilo, 2000 años del nacimiento del
Redentor. ¡Ha sido un año lleno de tanta gracia y misericordia! El
Corazón del Redentor se ha abierto de par en par para derramar su Sangre y
Su Agua para la salvación de toda la humanidad.
En este año hemos recibido
tantos dones de gracia, de amor, de conversión, de purificación y de vida.
Creo que jamás se nos podrá olvidar lo que ha sido para cada uno de
nosotros este Año Jubilar. Cuántas cosas han sido transformadas en
nuestros corazones. Cuántas oscuridades han visto su luz. Cuántos frutos
han surgido y florecido. Cuánta vida ha nacido. ¡¡Dios ha estado
grande con nosotros y estamos alegres!!
Nuestra alegría ante todo lo
que el Corazón de Jesús ha hecho en este Año Jubilar no debe ser una
alegría superficial que cesa ante cualquier tribulación, ni tampoco sólo
basada en el hecho que hemos recibido un gran favor. ¡No es una alegría
sin dolor, pues no hay vida sin que el grano de trigo muera!. No, hermanos,
es una alegría interior, de convicción profunda en el amor de Dios. Es la
alegría que experimentamos cuando contemplamos lo que ha hecho y hace por
nosotros, Aquel que "nos ha amado hasta el extremo" (Jn 13).
Debe ser una alegría de
gratitud y de reconocimiento de su gran amor y misericordia ante nuestra
pequeñez. Es la alegría que nos profetizó Isaías: "El pueblo que
andaba a oscuras vio una gran luz. Acrecentaste el regocijo, hiciste grande
la alegría. Alegría por tu presencia. Porque una criatura nos ha
nacido" (Is 9). Es la alegría de la que nos habla Baruc 5:
"Jerusalén, quítate tu ropa de duelo y aflicción, y vístete para
siempre con el esplendor de la gloria que viene de Dios. Porque Dios ha
mostrado su esplendor a todo lo que hay bajo el cielo". Es la alegría
que canta la Santísima Virgen en el Magnificat (Lc 1,46): "Engrandece
mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha
puesto los ojos en la humildad de su esclava" La alegría que canta
Zacarías (Lc 1,67): "Bendito el Señor Dios de Israel porque ha
visitado y redimido a su pueblo, y nos ha suscitado una fuerza
salvadora".
Esta alegría, fruto de la
gratitud profunda, nos compromete a responder con amor, generosidad y
prontitud a todo lo que hemos visto, oído y recibido. Todas las gracias que
se nos han dado tienen ahora que crecer, madurar y dar fruto abundante y
permanente. "A orillas del torrente (Sangre y Agua), a una y otra
margen, crecerán toda clase de árboles frutales cuyo follaje no se
marchitará y cuyos frutos no se agotarán: producirán todos los meses
frutos nuevos." (Ez 47, 12)
Ha llegado la hora, después
de un año de tanta gracia y misericordia que nos preparó para iniciar el
Tercer Milenio, de adentrarnos con amor, valentía y responsabilidad en este
momento histórico, siendo los santos y los apóstoles de este nuevo
milenio. A nosotros nos toca manifestar ante el mundo la acción salvífica
de Cristo. Nosotros debemos cantarle al mundo, con nuestra vida, la alegría
que hemos recibido: "No temáis, os anuncio una gran alegría, que lo
será para todo el pueblo: os ha nacido un Salvador". (Lc 2,10).
Es mi oración ante el
Corazón Eucarístico de Jesús que todos tomemos conciencia de las gracias
que copiosamente hemos recibido en este Año Jubilar, para que con
responsabilidad nos adentremos en el Tercer Milenio con la misión de ser
los apóstoles de estos tiempos, construyendo con nuestra oración,
sacrificios y toda nuestra vida una nueva civilización, un nuevo mundo, un
nuevo milenio de amor y de vida.
Concluyo con las palabras que
el Santo Padre dijera ayer 15 de diciembre en una audiencia: "Nos
acercamos al final del año del Gran Jubileo, durante el cual mi deseo ha
sido despertar las conciencias de los cristianos y de todos los hombres de
buena voluntad, a la importancia del comienzo de un nuevo milenio con un
compromiso renovado para la construcción de un mundo transformado, un mundo
fundado más sólidamente en los valores humanos y morales básicos".
¡Qué el Tercer Milenio sea
de los Dos Corazones!
Les deseo, junto con toda la
comunidad, una Felíz Navidad en amor del Corazón del Niño Jesús y de su
Madre Santísima.
Madre Adela Galindo
Fundadora SCTJM
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